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RECHAZO DE UN MENOR HACIA SU PROGENITOR: Diagnóstico diferencial entre menores maltratados por Alienación Parental y menores maltratados por abuso físico y/o emocional. Por Julio Bronchal: [email protected]. Documento original en word. Es muy frecuente que se intente justificar la recalcitrante actitud de rechazo de un menor hacia uno de sus progenitores, alegando que la causa del mismo no puede ser otra que las experiencias de maltrato sufridas durante la convivencia con él. Este planteamiento unilateral y exclusivista, que sirve de principal argumento a los grupos sectarios y corrientes ideológicas que niegan el Síndrome de Alienación Parental, además de simplista, carece de base lógica y apoyo científico. Puede ser cierto que un menor rechace el contacto con cualquiera de sus progenitores – incluso con los dos- tras experiencias de maltrato. Pero esto ocurre a partir de cierta edad y maduración evolutiva. En oposición a la exclusividad del argumento anterior, está bien descrito en la literatura especializada en el campo de los malos tratos y abusos hacia la infancia, que muchos niños que son víctimas de los mismos no rechazan a sus progenitores. Es más, cuando se les intenta proteger separándolos de ellos –aun cuando sea de manera cautelar- despliegan una enorme resistencia a abandonarlos. Por el contrario, también está bien acreditado que un menor puede rechazar el contacto con cualquiera de sus progenitores sin que medie más razón que la manipulación desvinculadora a la que ha podido ser sometido –Alienación Parental- para que, injustificadamente, rechace relacionarse con su padre o con su madre. Resulta de enorme interés, dentro del grupo de menores que renuncian a mantener relaciones con cualquiera de sus progenitores, establecer un diagnóstico diferencial entre aquellos cuyo rechazo responde a una actitud adaptativa frente a un entorno violento y disfuncional, o bien aquellos otros que, por el contrario, han podido ser víctimas de un proceso de manipulación desvinculadota o alienación parental, otra forma particularmente severa de maltrato hacia la infancia. Las características diferenciales entre ambos grupos pueden resumirse, esquemáticamente, en las siguientes: Menor Alienado Las explicaciones para evitar el contacto familiar son triviales, absurdas o refieren magnificaciones o exageraciones de conductas correctoras completamente legítimas del progenitor en su función educadora La descripción de los episodios conflictivos con el progenitor rechazado, carece de adecuadas referencias temporales, espaciales, elementos perceptuales, adecuación emocional (son descritos con frialdad), claridad y, en ocasiones, son difíciles de reconstruir tras el relato. Las estereotipias, etiquetas, adjetivaciones negativas contra el progenitor rechazado jalonan abundantemente su discurso, como muletillas dogmáticas frente a la ausencia de argumentos con los que estructurar y fundamentar el rechazo Se observa una actitud rígida, inflexible en su discurso que no contempla indulgencia ni piedad alguna en favor del progenitor rechazado, al que se le niega toda posibilidad de remisión, reconciliación o nueva oportunidad de relación, tanto en el presente como en el futuro, todo ello sin el menor sentimiento de culpa o vergüenza en el menor En el menor es típica la aparición de modos de pensamiento dicotómico y absolutista que le lleva incluso a negar contra Menor Maltratado emocional/ fisica/ sexualmente Las explicaciones para evitar el contacto familiar son claramente excesos verbales o físicos de un adulto y no siempre ejerciendo funciones correctivas Todas las características anteriores sí aparecen, en mayor o menor grado, en las descripciones de experiencias reales. Podrían echar mano de estos recursos, pero aparecen claramente como complementos, resumen o expresiones emocionales, adjuntas a descripciones y argumentos precisos Puede encontrarse —aun en los casos severos— actitudes más ambivalentes e incluso pueden admitir la posibilidad de nuevos encuentros para ofrecer oportunidades de reconstrucción de la relación El menor conserva en su memoria, relata —incluso añora— momentos de convivencia feliz con el progenitor que pudo maltratarlo evidencias documentales (fotografías, vídeos) la existencia de periodos anteriores de convivencia feliz y apacible con el progenitor rechazado Entre las actitudes características del menor influenciado o predispuesto se encuentran la ruptura, injustificada, de todos los lazos y vínculos con familiares y personas ligadas o asociadas al entorno del padre despreciado, de los que llegan a aislarse e incluso evitar Por motivo de la influencia adulta, es común observar en el discurso justificativo del menor conceptos, palabras y expresiones impropias y extrañas a su edad y mundo experiencial. Por ejemplo, referencias a cuestiones judiciales, invocación de “derechos legales” o referencias a cuestiones y experiencias que afectan al adulto que ha ejercido influencia sobre él, por el que toman partido de forma dogmática y fanática. En los menores maltratados se observa, no obstante, la capacidad para discriminar y limitar responsabilidades y el anhelo por conservar aquellas relaciones familiares que fueron gratas y amables (abuelos, primos Etc.) aunque pertenezcan al entorno del progenitor maltratador. Estos perfiles no sobresalen aun cuando se hayan podido ver involucrados en contextos legales JULIO BRONCHAL CAMBRA, psicólogo: [email protected] La justicia es lenta, ineficaz, arbitraria, incoherente, discriminatoria con los acusados, abusiva, en el uso de la prisión preventiva y depositaria de un poder excesivo. Demoscopia 1995. El País