Download 3-¿Anote cinco características de los pueblos Eslavos?

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Nivel 8º
Pregunta: ¿Cómo podemos Preservar los valores y la ética cultural para
mejorar nuestras vidas?
28/02/12
Agenda:
1-Saludo.
2-Pregunta.
3-Reflexion.
4-Repaso.
-Cruzadas
-Origen del pueblo Eslavo.
-Caída del Imperio Romano.
-Caída del Feudalismo.
5- Dinámica.
6-Sopa de Letras.
7-Conclusiones.
8-Despedida.
Practica.
¿Analice, interpretando de forma natural, cada una de las imágenes, expresando de
forma personal?
SALADINO, Príncipe Victorioso
1-¿Confeccione una línea de tiempo cronológico de las pueblos Eslavos?
2-¿Escriba el objetivo principal del por qué existían los pueblos Eslavos?
3-¿Anote cinco características de los pueblos Eslavos?
4-¿Cite el nombre de tres personajes que sobresalieron en los pueblos Eslavos?
5-¿Explique cinco consecuencias sociales, políticas, económicas, culturales y religiosas de los
pueblos Eslavos?
6-¿Explique personalmente cual fue la forma que surgieron los Pueblos Eslavoss?
LAS CRUZADAS. Las Cruzadas Se designan con este nombre las expediciones que, bajo el patrocinio de
la Iglesia emprendieron los cristianos contra el Islam con el fin de rescatar el Santo Sepulcro y para
defender luego el reino cristiano de Jerusalén.
La palabra "Cruzada" fue la "guerra a los infieles o herejes, hecha con asentimiento o en defensa de la
Iglesia". Aunque durante la Edad Media las guerras de esta naturaleza fueron frecuentes y numerosas,
sólo han conservado la denominación de "Cruzada" las que se emprendieron desde 1095 a 1270. Según
Molinier, las Cruzadas fueron ocho.
Cuatro a Palestina, dos a Egipto, una a Constantinopla y otra a África del Norte. Las causas de las
Cruzadas deben buscarse, no sólo en el fervor religioso de la época, sino también en la hostilidad
creciente del Islamismo, en el deseo de los pontífices de extender la supremacía de la Iglesia católica
sobre los dominios del Imperio Bizantino, en las vejaciones que sufrían los peregrinos que iban a Tierra
Santa para visitar los Santos Lugares, y en el espíritu aventurero de la sociedad feudal. Cuando los turcos
selúcidas (selyúcidas) se establecieron en Asia Menor (1055) destruyendo el Imperio Árabe de Bagdad, el
acceso al Santo Sepulcro se hizo totalmente imposible para los peregrinos cristianos.
Un gran clamor se levantó por toda Europa, y tanto los grandes señores como los siervos acudieron al
llamamiento del papa Urbano II. Los caballeros aspiraban a combatir para salvar su alma y ganar algún
principado, los menestrales soñaban hacer fortuna en el Oriente, país de las riquezas, los siervos
deseaban adquirir tierras y libertad. En el concilio de Clermont, ciudad situada en el centro de Francia, el
papa Urbano II predicó la Primera Cruzada, prometiendo el perdón de los pecados y la eterna
bienaventuranza a todos cuantos participasen en la campaña. "Vosotros, los que habéis cometido
fratricidio -decía el Santo Padre-, vosotros, los que habéis tomado las armas contra vuestros propios
padres, vosotros, los que habéis matado por paga y habéis robado la propiedad ajena, vosotros, los que
habéis arruinado viudas y huérfanos, buscad ahora la salvación en Jerusalén.
Si es que queréis a vuestras propias almas, libraos de la culpa de vuestros pecados, que así lo quiere
Dios..." "¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere!" -gritaron a una voz millares de hombres de todas las clases
sociales, reuniéndose en torno del Papa, para recibir cruces de paño rojo que luego fijaban en su hombro
izquierdo como señal de que tomaban parte en la campaña. Pedro el Ermitaño recorrió los burgos y
campos de Italia y Francia predicando la Cruzada a los humildes. Era un hombre de pequeña talla, de faz
enjuta, larga barba y ojos negros llenos de pasión; su sencilla túnica de lana y las sandalias le daban un
aspecto de auténtico asceta. Las multitudes le veneraban como si fuera un santo y se consideraban
felices si podían besar o tocar sus vestidos. Reunió una abigarrada muchedumbre de 100.000 personas,
entre hombres, mujeres y niños. (ver: Cruzada de los Niños)
La mayoría carecía de armas, otros se habían llevado las herramientas, enseres de la casa y ganados,
como si se tratara de un corto viaje. Atravesaron Alemania, Hungría y los Balcanes, creyendo siempre
que la ciudad próxima sería ya Jerusalén. Llegaron a Constantinopla, donde el emperador griego Alejo les
facilitó buques para el paso del Bósforo. En Nicea fueron destrozados por los turcos seljúcidas. Pedro el
Ermitaño y un reducido número de supervivientes regresaron a Constantinopla, donde esperaron la
llegada de los caballeros cruzados.
LA TOMA DE JERUSALÉN. A estas masas indisciplinadas sucedió después la marcha de los ejércitos.
Calculaban los historiadores que se movilizaron 100.000 caballeros y 600.000 infantes. Emprendieron la
marcha formando cuatro grupos o ejércitos, constituidos por los nobles de Europa entera, acompañados
de sus vasallos. Entre ellos descollaban el normando Bohemundo y su primo Tancredo, el guerrero más
brillante de aquella expedición; el conde Raimundo de Tolosa, los condes de Flandes, Blois y Valois; el
duque de Normandía y Godofredo de Bouillón, a quien acompañaban sus hermanos Eustaquio de
Bolonia y el intrépido conde Balduino. Al frente iba el legado del Papa, Ademar de Monteril, obispo de
Puy, que ostentaba la dirección espiritual de la Cruzada.
Los cruzados se dieron cita frente a los muros de Constantinopla. Alejo I era en aquella época el
emperador de Bizancio y temeroso de aquellas bandas de "bárbaros" los transportó a la ribera asiática,
comprometiéndose a facilitarles provisiones a cambio del juramento de fidelidad, es decir, que les
investiría de las tierras que ganasen a los turcos. Éstos se hallaban muy divididos, por lo que Nicea
pronto sucumbió a los ataques de los cristianos. Seguidamente conquistaron Dorylea y Antioquía, siendo
luego sitiados en esta localidad por 200.000 turcos al mando de Kerboga, general del califa de Bagdad.
La ruina del ejército cruzado parecía inminente; Godofredo, impelido por el hambre, había sacrificado sus
últimos caballos. El descubrimiento de la Santa Lanza en la ciudad dio ánimos a los sitiados; las huestes
cristianas salieron al encuentro de Kerboga llevando al frente la lanza con la que había sido herido el
costado de Cristo y deshicieron aquel poderoso ejército.
Tras estas luchas sobrevino una epidemia que redujo el ejército cruzado a sólo 50.000 hombres.
Avanzaron hacia Siria, continuaron por el Líbano y penetraron en Palestina. Al llegar a las proximidades
de Jerusalén, los cruzados se arrodillaron para besar la tierra mientras exclamaban: "¡Jerusalén,
Jerusalén!... ¡Dios lo quiere, Dios lo quiere!..." Los cruzados sitiaron la ciudad, construyendo grandes
torres con ruedas para acercarse a las murallas; a pesar de la falta de agua prosiguieron las operaciones
con entusiasmo; después de celebrar una solemne procesión alrededor de la ciudad y por el monte de los
Olivos, comenzó el asalto dirigido por Tancredo y Godofredo de Bouillón, el día 15 de julio de 1099. La
matanza de musulmanes fue horrible y duró una semana entera.
Los Santos Lugares habían sido rescatados y se constituyó un Estado cristiano. La corona fue ofrecida a
Godofredo de Bouillón (1058-1100) quien adoptó solamente el título de "barón del Santo Sepulcro",
puesto que no era propio llevar corona de oro en el lugar donde Cristo fue coronado de espinas. La caída
de Jerusalén causó una alegría grande en Occidente por considerar el hecho como la victoria definitiva
sobre el Islam. Desde entonces, el reino de Jerusalén fue el amparador de los peregrinos cristianos y las
Cruzadas posteriores fueron suscitadas para defenderlo de los ataques turcos. Eran feudatarios del reino
de Jerusalén los condados de Edesa y Trípoli, así como el principado de Antioquía. Para el
mantenimiento de este reino era preciso dominar las ciudades de la costa mediterránea y los puertos de
Siria. Las ciudades marítimas del Mediterráneo; Pisa, Génova, Marsella, Barcelona y Venecia, facilitaron
naves y mantuvieron un activo comercio gracias a las facilidades que recibieron por parte de los cristianos
de Tierra Santa, quienes concedieron acuartelamientos, almacenes en los puertos, privilegios aduaneros
y exenciones de impuestos.
De este modo, en las sucesivas Cruzadas, el interés comercial pesó tanto como el religioso. Cuando en
1144 Edesa cayó en poder de los turcos y el sultán Nuredín amenazó el reino de Jerusalén, una nueva
oleada de emoción cundió por Europa. San Bernardo predicó la Segunda Cruzada que fue dirigida por
Conrado III, emperador de Alemania, y Luis VII rey de Francia. El Ejército se componía de unos 150.000
hombres, pese a lo cual los resultados que obtuvieron fueron mezquinos. Conrado III estuvo a punto de
perecer con sus tropas en Asia Menor, llegaron a Palestina diezmados y el emperador, enfermo, tuvo que
regresar a Constantinopla. Los franceses fracasaron en su intento de atacar Damasco y se disolvieron.
LAS ORDENES MILITARES. La custodia y defensa de los territorios conquistados en Tierra Santa fueron
confinados a milicias especiales de carácter mitad religioso mitad militar, que recibieron el nombre de
Ordenes Militares. Todos sus componentes estaban sujetos al triple voto de obediencia, castidad y
pobreza. Al frente de la Orden se hallaba un Gran Maestre que residía en Tierra Santa. Los fieles o
miembros se dividían en tres grupos: caballeros, religiosos y hermanos. Los primeros tenían por misión
acompañar y proteger a los peregrinos que visitaban los Santos Lugares, y luchar contra los infieles. El
servicio divino de los castillos estaba encomendado a los religiosos.
Los hermanos atendían los quehaceres domésticos, cuidaban de los pobres y de los enfermos. La Orden
de los Hospitalarios fue constituida por varios nobles franceses con el fin de atender a los peregrinos y
cuidar a los enfermos. Más tarde esta Orden cambió de finalidad e intervino en las luchas contra los
infieles y en la defensa de los territorios cristianos. Al evacuar Tierra Santa, se establecieron en la isla de
Rodas e hicieron frente a los turcos por espacio de dos siglos. De todas las órdenes militares, la más
famosa fue la de los Templarios, creada en 1118 por Hugo de Payens y nueve caballeros borgoñeses,
con la misión de proteger a los peregrinos y limpiar los caminos de salteadores infieles. Su Gran Maestre
residía en el mismo lugar donde se había levantado el templo de Salomón, de aquí el nombre de
"templarios". La mayor parte de ellos eran franceses y vestían un manto blanco con una cruz roja
colocada sobre la armadura. Su bandera era blanca y negra. Gracias a las herencias y donativos los
caballeros templarios llegaron a reunir gran número de castillos y territorios en Europa y Oriente, pero
esta prosperidad suscitó envidias y dio pie a toda clase de calumnias.
Felipe IV de Francia les acusó ante el papa Bonifacio VIII de herejía, impiedad, prácticas idolátricas, etc.,
hasta conseguir el encarcelamiento de sus miembros, que fueron juzgados por tribunales de la
Inquisición. Las acusaciones se apoyaron en declaraciones obtenidas por el tormento, la amenaza de la
hoguera o la promesa del perdón, por lo que acabaron confesando todo cuanto sus jueces quisieron. El
Papa suprimió la Orden, cuyos bienes fueron cedidos a otras órdenes o al poder civil, sobre todo en
provecho del rey de Francia. La tragedia de los Templarios fue debida a la falta de escrúpulos de Felipe el
Hermoso, quien de esta forma vio saldada a su favor la suma de quinientas mil libras que adeudaba a los
caballeros del Temple. En los reinos cristianos de España que, a la sazón, se hallaba empeñada en la
Cruzada contra los musulmanes, también surgieron instituciones parecidas: las Ordenes de Santiago,
Calatrava y Alcántara.
SALADINO: A partir del año 1174 nuevas amenazas se cernieron sobre los cristianos de Tierra Santa, ya
que Saladino (1137- 1193) un musulmán con talento y audacia reorganizó el ejército y conquistó Egipto,
Siria y Jerusalén. (Saladino, el victorioso)
El rey de esta última ciudad, Guy de Lusignan, fue hecho prisionero por los musulmanes tras la batalla de
Tiberíades. Saladino en persona arrancó la Cruz del Templo, mandó fundir las campanas y destruir las
iglesias cristianas y purificar las mezquitas. La Iglesia entonces predicó con fervor la Tercera Cruzada,
acudiendo al llamamiento tres soberanos famosos en la Historia: Federico I Barbarroja, emperador
alemán; Felipe II, de Francia, y el rey inglés, Ricardo Corazón de León. Todos ellos eran monarcas
valientes, poderosos y aguerridos; sin embargo, cometieron el error de no aunar sus fuerzas y presentar
combates por separado.
Barbarroja murió al vadear el río Salef; Felipe II y Ricardo Corazón de León, lucharon entre sí con gran
escándalo de la Cristiandad. El rey inglés, que era muy altivo, al ver un día la bandera del Duque de
Austria, Leopoldo, izada en un torreón de San Juan de Acre, la arrancó echándola luego al foso de la
fortaleza.
El duque reclamó satisfacciones y su mensajero fue despedido por el rey con un fuerte puntapié. Si bien
Ricardo conquistó Chipre y derrotó a Saladino en Arsuf, no pudo recuperar Jerusalén, teniéndose que
conformar con la estipulación de un tratado que permitía a los cristianos visitar el Santo Sepulcro, siempre
que fueran desarmados y en pequeños grupos. Ricardo Corazón de León emprendió el regreso a
Inglaterra disfrazado de peregrino, con sayal y largas barbas.
Cuenta la leyenda que al atravesar el territorio del duque de Austria fue descubierto y reducido a prisión
en venganza del ultraje inferido a la bandera de Leopoldo, en los muros de San Juan de Acre. Blondel,
trovador de Arras, cumpliendo el juramento que había hecho de encontrar a su señor, recorría los
castillos de Europa cantando una canción conocida por el rey Ricardo. En una ocasión su canto fue
coreado tras la ventana de un muro, descubriendo así el paradero de Ricardo Corazón de León, que poco
después era rescatado por sus vasallos. La Cuarta Cruzada estuvo llena de intrigas, intereses políticos y
mercantiles, escapando su dirección de manos del Papa, que tuvo que excomulgar a los venecianos por
haber desviado la finalidad religiosa de la empresa. Éstos pusieron su Marina a disposición de los
cruzados, a condición de que ganaran Constantinopla y estableciesen allí un imperio latino, como así
sucedió.
ULTIMAS CRUZADAS. La quinta, iniciada por el papa Inocencio III y continuada por Honorio III, fue
secundada por Juan de Brienne, rey de Jerusalén en el exilio, el duque Leopoldo VI, de Austria, y el rey
de Hungría, Andrés II. El único resultado práctico fue la conquista de Damieta, después de un asedio
memorable, sin que ello tuviese consecuencias para la Cristiandad. La importancia de las Cruzadas va
disminuyendo a medida que nos acercamos a las últimas. La sexta fue dirigida por Federico II, de
Alemania, a pesar de la oposición del papa Gregorio IX, que no quería ver convertido en caudillo de los
cruzados a un rey como Federico que se hallaba excomulgado. Llegadas las fuerzas alemanas a Tierra
Santa, su emperador siguió una política complicada y realista, usando más de la diplomacia que de las
armas, concertando en 1229 una tregua de diez años con el sultán de el Cairo, Malek-el-Kumel, durante
la cual los cruzados conservarían Jerusalén, Nazaret, Belén y otras localidades estratégicas. Jerusalén se
declaraba ciudad santa para los cristianos, aunque se permitió la continuación del culto musulmán en las
mezquitas.
La Séptima Cruzada fue propuesta en el Concilio de Lyon (1245) por el papa Inocencio IV, con el fin de
recobrar la ciudad de Jerusalén, que había sido conquistada por los turcos. El llamamiento del pontífice
tuvo un eco muy débil en Europa. Sólo fue escuchado por Luis IX, rey de Francia, quien movilizó un gran
ejército y marchó hacia Damieta que fue tomada. Después de algunos fracasos y epidemias que
descorazonaron a los cruzados, Luis IX cayó prisionero y pudo recobrar su libertad mediante el pago de
un millón de escudos y la evacuación de Damieta. El fracaso había sido completo. Una vez en Francia, el
rey francés organizó la Octava Cruzada, esta vez dirigida contra Túnez.
A los pocos días de desembarcar, San Luis fue atacado por la peste y murió ante los muros de la ciudad.
Las Cruzadas, consideradas desde el punto de vista militar, fueron un verdadero fracaso toda vez que los
Santos Lugares que se querían conquistar para la Cristiandad, continuaron en poder de los musulmanes.
Sin embargo, las consecuencias indirectas de ellas fueron importantísimas en todos los órdenes de la
vida y contribuyeron a transformar la sociedad y el pensamiento europeos. En el orden social y político
ayudaron a la decadencia del Feudalismo; millares de señores murieron en las expediciones y los que
consiguieron regresar quedaron empobrecidos, en incremento del poder real, que adquirió desde
entonces una gran preponderancia sobre los nobles.
En el orden religioso contribuyeron a atenuar al fanatismo propio de la época y a crear cierta tolerancia,
ya que los cruzados comprobaron que el infiel no era un hombre salvaje sino que en muchos aspectos
vivía mejor que los europeos. En efecto, los orientales eran más civilizados en el orden científico y
comercial que los cristianos, y éstos llevaron a sus tierras muchos conocimientos que fueron altamente
beneficiosos: los damascos, telas brochadas, el terciopelo, los espejos, los vidrios artísticos, el papel, el
azúcar de caña, el alcohol, etc., que en Europa sólo se conocían a través de los árabes españoles.
ORÍGENES Y EVOLUCIÓN DEL FEUDALISMO:
INTRODUCCIÓN
Fue un sistema contractual de relaciones políticas y
militares entre los miembros de la nobleza de Europa
occidental durante la alta edad media. El feudalismo se
caracterizó por la concesión de feudos (casi siempre en
forma de tierras y trabajo) a cambio de una prestación
política y militar, contrato sellado por un juramento de
homenaje y fidelidad.
Pero tanto el señor como el vasallo eran hombres libres,
por lo que no debe ser confundido con el régimen señorial, sistema contemporáneo de aquél, que
regulaba las relaciones entre los señores y sus campesinos. El feudalismo unía la prestación política y
militar a la posesión de tierras con el propósito de preservar a la Europa medieval de su desintegración en
innumerables señoríos independientes tras el hundimiento del Imperio Carolingio.
ORÍGENES
Cuando los pueblos germanos conquistaron en el siglo V el Imperio romano de Occidente pusieron
también fin al ejército profesional romano y lo sustituyeron por los suyos propios, formados con guerreros
que servían a sus caudillos por razones de honor y obtención de un botín. Vivían de la tierra y combatían
a pie ya que, como luchaban cuerpo a cuerpo, no necesitaban emplear la caballería. Pero cuando los
musulmanes, vikingos y magiares invadieron Europa en los siglos VIII, IX y X, los germanos se vieron
incapaces de enfrentarse con unos ejércitos que se desplazaban con suma rapidez. Primero Carlos
Martel en la Galia, después el rey Alfredo el Grande en Inglaterra y por último Enrique el Pajarero de
Germania, cedieron caballos a algunos de sus soldados para repeler las incursiones sobre sus tierras. No
parece que estas tropas combatieran a caballo; más bien tenían la posibilidad de perseguir a sus
enemigos con mayor rapidez que a pie. No obstante, es probable que se produjeran acciones de
caballería en este mismo periodo, al introducirse el uso de los estribos. Con total seguridad esto ocurrió
en el siglo XI.
Origen del sistema: Los caballos de guerra eran costosos y su adiestramiento para emplearlos
militarmente exigía años de práctica. Carlos Martel, con el fin de ayudar a su tropa de caballería, le otorgó
fincas (explotadas por braceros) que tomó de las posesiones de la Iglesia. Estas tierras, denominadas
'beneficios', eran cedidas mientras durara la prestación de los soldados. Éstos, a su vez, fueron llamados
'vasallos' (término derivado de una palabra gaélica que significaba sirviente). Sin embargo, los vasallos,
soldados selectos de los que los gobernantes Carolingios se rodeaban, se convirtieron en modelos para
aquellos nobles que seguían a la corte. Con la desintegración del Imperio Carolingio en el siglo IX
muchos personajes poderosos se esforzaron por constituir sus propios grupos de vasallos dotados de
montura, a los que ofrecían beneficios a cambio de su servicio. Algunos de los hacendados más pobres
se vieron obligados a aceptar el vasallaje y ceder sus tierras al señorío de los más poderosos, recibiendo
a cambio los beneficios feudales. Se esperaba que los grandes señores protegieran a los vasallos de la
misma forma que se esperaba que los vasallos sirvieran a sus señores.
Feudalismo clásico Esta relación de carácter militar que se estableció en los siglos VIII y IX a veces es
denominada feudalismo Carolingio, pero carecía aún de uno de los rasgos esenciales del feudalismo
clásico desarrollado plenamente desde el siglo X. Fue sólo hacia el año 1000 cuando el término 'feudo'
comenzó a emplearse en sustitución de 'beneficio' este cambio de términos refleja una evolución en la
institución. A partir de este momento se aceptaba de forma unánime que las tierras entregadas al vasallo
eran hereditarias, con tal de que el heredero que las recibiera fuera grato al señor y pagara un impuesto
de herencia llamado 'socorro'. El vasallo no sólo prestaba el obligado juramento de fidelidad a su señor,
sino también un juramento especial de homenaje al señor feudal, el cual, a su vez, le investía con un
feudo. De este modo, el feudalismo se convirtió en una institución tanto política como militar, basada en
una relación contractual entre dos personas individuales, las cuales mantenían sus respectivos derechos
sobre el feudo.
Causas de la aparición del sistema feudal La guerra fue endémica durante toda la época feudal, pero el
feudalismo no provocó esta situación; al contrario, la guerra originó el feudalismo. Tampoco el feudalismo
fue responsable del colapso del Imperio Carolingio, más bien el fracaso de éste hizo necesaria la
existencia del régimen feudal. El Imperio Carolingio se hundió porque estaba basado en la autoridad de
una sola persona y no estaba dotado de instituciones lo suficientemente desarrolladas. La desaparición
del Imperio amenazó con sumir a Europa en una situación de anarquía: cientos de señores individuales
gobernaban a sus pueblos con completa independencia respecto de cualquier autoridad soberana. Los
vínculos feudales devolvieron cierta unidad, dentro de la cual los señores renunciaban a parte de su
libertad, lo que era necesario para lograr una cooperación eficaz. Bajo la dirección de sus señores
feudales, los vasallos pudieron defenderse de sus enemigos, y más tarde crear principados feudales de
cierta importancia y complejidad. Una vez que el feudalismo demostró su utilidad local reyes y
emperadores lo adoptaron para fortalecer sus monarquías.
PLENITUD
El feudalismo alcanzó su madurez en el siglo XI y tuvo su máximo apogeo en los siglos XII y XIII. Su cuna
fue la región comprendida entre los ríos Rin y Loira, dominada por el ducado de Normandía. Al conquistar
sus soberanos, a fines del siglo XI, el sur de Italia, Sicilia e Inglaterra y ocupar Tierra Santa en la primera
Cruzada, establecieron en todas estas zonas las instituciones feudales. España también adoptó un cierto
tipo de feudalismo en el siglo XII, al igual que el sur de Francia, el norte de Italia y los territorios
alemanes. Incluso Europa central y oriental conoció el sistema feudal durante un cierto tiempo y en grado
limitado, sobre todo cuando el Imperio bizantino se feudalizó tras la cuarta Cruzada. Los llamados
feudalismos del antiguo Egipto y de Persia, o de China y Japón, no guardan relación alguna con el
feudalismo europeo, y sólo son superficialmente similares. Quizá fueran los samurais japoneses los que
más se asemejaron a los caballeros medievales, en particular los sogunes de la familia Ashikaga; pero las
relaciones entre señores y vasallos en Japón
eran diferentes a las del feudalismo de
Europa occidental.
Características En su forma más clásica, el
feudalismo occidental asumía que casi toda
la tierra pertenecía al príncipe soberano -bien
el rey, el duque, el marqués o el conde- que
la recibía "de nadie sino de Dios". El príncipe
cedía los feudos a sus barones, los cuales le
rendían el obligado juramento de homenaje y
fidelidad por el que prestaban su ayuda
política y militar, según los términos de la
cesión. Los nobles podían ceder parte de sus
feudos a caballeros que le rindieran, a su
vez, homenaje y fidelidad y les sirvieran de
acuerdo a la extensión de las tierras
concedidas.
De este modo si un monarca otorgaba un feudo de doce señoríos a un noble y a cambio exigía el servicio
de diez caballeros, el noble podía ceder a su vez diez de los señoríos recibidos a otros tantos caballeros,
con lo que podía cumplir la prestación requerida por el rey. Un noble podía conservar la totalidad de sus
feudos bajo su dominio personal y mantener a sus caballeros en su señorío, alimentados y armados, todo
ello a costa de sufragar las prestaciones debidas a su señor a partir de su propio patrimonio y sin
establecer relaciones feudales con inferiores, pero esto era raro que sucediera ya que los caballeros
deseaban tener sus propios señoríos.
Los caballeros podían adquirir dos o más feudos y eran proclives a ceder, a su vez, parte de esas
posesiones en la medida necesaria para obtener el servicio al que estaban obligados con su superior.
Mediante este subenfeudamiento se creó una pirámide feudal, con el monarca en la cúspide, unos
señores intermedios por debajo y un grupo de caballeros feudales para servir a la convocatoria real.
Los problemas surgían cuando un caballero aceptaba feudos de más de un señor, para lo cual se creó la
institución del homenaje feudatario, que permitía al caballero proclamar a uno de sus señores como su
señor feudal, al que serviría personalmente, en tanto que enviaría a sus vasallos a servir a sus otros
señores. Esto quedaba reflejado en la máxima francesa de que "el señor de mi señor no es mi señor" de
ahí que no se considerara rebelde al subvasallo que combatía contra el señor de su señor. Sin embargo,
en Inglaterra, Guillermo I el Conquistador y sus sucesores exigieron a los vasallos de sus vasallos que les
prestaran juramento de fidelidad.
Obligaciones del vasallo La prestación militar era fundamental en el feudalismo, pero estaba lejos de ser
la única obligación del vasallo para con su señor. Cuando el señor era propietario de un castillo, podía
exigir a sus vasallos que lo guarnecieran, en una prestación denominada 'custodia del castillo'. El señor
también esperaba de sus vasallos que le atendieran en su corte, con objeto de aconsejarle y de participar
en juicios que afectaban a otros vasallos. Si el señor necesitaba dinero, podía esperar que sus vasallos le
ofrecieran ayuda financiera. A lo largo de los siglos XII y XIII estallaron muchos conflictos entre los
señores y sus vasallos por los servicios que estos últimos debían prestar. En Inglaterra, la Carta Magna
definió las obligaciones de los vasallos del rey; por ejemplo, no era obligatorio procurar ayuda económica
al monarca salvo en tres ocasiones: en el matrimonio de su hija mayor, en el nombramiento como
caballero de su primogénito y para el pago del rescate del propio rey. En Francia fue frecuente un cuarto
motivo para este tipo de ayuda extraordinaria: la financiación de una Cruzada organizada por el monarca.
El hecho de actuar como consejeros condujo a los vasallos a exigir que se obtuviera su beneplácito en las
decisiones del señor que les afectaran en cuestiones militares, alianzas matrimoniales, creación de
impuestos o juicios legales.
Herencia y tutela Otro aspecto del feudalismo que requirió una regulación fue la sucesión de los feudos.
Cuando éstos se hicieron hereditarios, el señor estableció un impuesto de herencia llamado 'socorro'. Su
cuantía fue en ocasiones motivo de conflictos. La Carta Magna estableció el socorro en 100 libras por
barón y 5 libras por caballero; en todo caso, la tasa varió según el feudo. Los señores se reservaron el
derecho de asegurarse que el propietario del feudo fuese leal y cumplidor de sus obligaciones. Si un
vasallo moría y dejaba a un heredero mayor de edad y buen caballero, el señor no tenía por qué objetar
su sucesión. Sin embargo, si el hijo era menor de edad o si el heredero era mujer, el señor podía asumir
el control del feudo hasta que el heredero alcanzara la mayoría de edad o la heredera se casara con un
hombre que tuviera su aprobación. De este modo surgió el derecho señorial de tutela de los herederos
menores de edad o de las herederas y el derecho de vigilar sobre el matrimonio de éstas, lo que en
ciertos casos supuso que el señor se eligiera a sí mismo como marido. La viuda de un vasallo tenía
derecho a una pensión de por vida sobre el feudo de su marido (por lo general un tercio de su valor) lo
que también llevaba a provocar el interés del señor por que la viuda contrajera nuevas nupcias. En
algunos feudos el señor tenía pleno derecho para controlar estas segundas nupcias. En el caso de
muerte de un vasallo sin sucesores directos, la relación de los herederos con el señor variaban: los
hermanos fueron normalmente aceptados como herederos, no así los primos. Si los herederos no eran
aceptados por el señor, la propiedad del feudo revertía en éste, que así recuperaba el pleno control sobre
el feudo; entonces podía quedárselo para su dominio directo o cederlo a cualquier caballero en un nuevo
vasallaje.
Ruptura del contrato Dado el carácter contractual de las relaciones feudales cualquier acción irregular
cometida por las partes podía originar la ruptura del contrato. Cuando el vasallo no llevaba a cabo las
prestaciones exigidas, el señor podía acusarle, en su corte, ante sus otros vasallos y si éstos encontraban
culpable a su par, entonces el señor tenía la facultad de confiscar su feudo, que pasaba de nuevo a su
control directo. Si el vasallo intentaba defender su tierra, el señor podía declararle la guerra para
recuperar el control del feudo confiscado. El hecho de que los pares del vasallo le declararan culpable
implicaba que moral y legalmente estaban obligados a cumplir su juramento y pocos vasallos podían
mantener una guerra contra su señor y todos sus pares. En el caso contrario, si el vasallo consideraba
que su señor no cumplía con sus obligaciones, podía desafiarle -esto es, romper formalmente su
confianza- y declarar que no le consideraría por más tiempo como su señor, si bien podía seguir
conservando el feudo como dominio propio o convertirse en vasallo de otro señor. Puesto que en
ocasiones el señor consideraba el desafío como una rebelión, los vasallos desafiantes debían contar con
fuertes apoyos o estar preparados para una guerra que podían perder.
Autoridad real Los monarcas, durante toda la época feudal, tenían otras fuentes de autoridad además de
su señorío feudal. El renacimiento del saber clásico supuso el resurgimiento del Derecho romano, con su
tradición de poderosos gobernantes y de la administración territorial. La Iglesia consideraba que los
gobernantes lo eran por la gracia de Dios y estaban revestidos de un derecho sagrado. El florecimiento
del comercio y de la industria dio lugar al desarrollo de las ciudades y a la aparición de una incipiente
burguesía, la cual exigió a los príncipes que mantuvieran la libertad y el orden necesarios para el
desarrollo de la actividad comercial. Esa población urbana también demandó un papel en el gobierno de
las ciudades para mantener su riqueza. En Italia se organizaron comunidades que arrebataron el control
del país a la nobleza feudal que incluso fue forzada a residir en algunas de las urbes. Las ciudades
situadas al norte de los Alpes enviaron representantes a los consejos reales y desarrollaron instituciones
parlamentarias para conseguir voz en las cuestiones de gobierno, al igual que la nobleza feudal. Con los
impuestos que obtuvieron de las ciudades, los príncipes pudieron contratar sirvientes civiles y soldados
profesionales. De este modo pudieron imponer su voluntad sobre el feudo y hacerse más independientes
del servicio de sus vasallos.
DECADENCIA: El feudalismo alcanzó el punto culminante de su desarrollo en el siglo XIII; a partir de
entonces inició su decadencia. El subenfeudamiento llegó a tal punto que los señores tuvieron problemas
para obtener las prestaciones que debían recibir. Los vasallos prefirieron realizar pagos en metálico
(scutagium, 'tasas por escudo') a cambio de la ayuda militar debida a sus señores; a su vez éstos
tendieron a preferir el dinero, que les permitía contratar tropas profesionales que en muchas ocasiones
estaban mejor entrenadas y eran más disciplinadas que los vasallos. Además, el resurgimiento de las
tácticas de infantería y la introducción de nuevas armas, como el arco y la pica, hicieron que la caballería
no fuera ya un factor decisivo para la guerra. La decadencia del feudalismo se aceleró en los siglos XIV y
XV.
Durante la guerra de los Cien Años, las caballerías francesa e inglesa combatieron duramente, pero las
batallas se ganaron en gran medida por los soldados profesionales y en especial por los arqueros de a
pie. Los soldados profesionales combatieron en unidades cuyos jefes habían prestado juramento de
homenaje y fidelidad a un príncipe, pero con contratos no hereditarios y que normalmente tenían una
duración de meses o años. Este 'feudalismo bastardo' estaba a un paso del sistema de mercenarios, que
ya había triunfado en la Italia de los condotieros renacentistas.
LAS GRANDES INVASIONES BÁRBARAS
Durante decadencia del Imperio Romano, fueron muchos los pueblos bárbaros (extranjeros) que,
aprovechando las disidencias internas, se aproximaron a sus fronteras y se establecieron en ellas,
presionando en forma permanente para entrar. Si bien las legiones romanas contuvieron todos los
intentos realizados, los bárbaros lograron penetrar lentamente entre los siglos I y IV, y establecerse en el
interior, hasta que, finalmente, empujados por otros pueblos, lo hicieron en forma violenta.
Estos pueblos fueron:
Los germanos, de raza blanca, establecidos desde el río Rin hasta el Oder, entre los cuales se
encontraban los trancos, anglos, alamanes, suevos, borgoñones, daneses, sajones, lombardos, hérulos,
vándalos y visigodos, estos últimos divididos en ostrogodos, o godos del Este; y visigodos, o godos del
Oeste.
Los eslavos, también de raza blanca, que se ubicaron en el valle inferior del Danubio, en Bohemia y a
orillas del rio Vístula, integrados por los venetos, polacos, eslavones, servios, moravos, bosníacos y
croatas
Y, por ultimo, los tártaros o mogoles, en su mayoría de raza amarilla, entre los cuales sobresalían los
hunos (hiung-un), y quienes derivaron de la mezcla de razas, como loS fineses, lapones, avaros, búlgaros
y húngaros o magiares.
Los primeros que penetraron fueron los mogoles, que ya eran dueños del Asia y se convirtieron en el
azote de los europeos. De costumbres primitivas, eran hábiles jinetes y temibles combatientes, sin
escrúpulos de ninguna naturaleza. Vivían prácticamente a caballo y se alimentaban casi exclusivamente
de carne.
Luego lo hicieron los eslavos, en tanto que los germanos renovaron con su aporte las poblaciones de
Occidente y contribuyeron a su defensa contra el ataque de los primeros. La gran diferencia entre unos y
otros consistió en que los mogoles no buscaban tierras para establecerse, sino pastos para su ganado y
ciudades para saquear.
Las Invasiones Bárbaras: Los germanos
Los germanos constituían un pueblo de raza blanca, de ojos azules y cabellos rubios, que sobresalían por
su alta estatura y su físico robusto. No vivían agrupados en ciudades, sino en chozas que se encontraban
dispersas por el campo aunque distribuidas según las tribus a que pertenecían. Sus actividades
principales eran el pastoreo y la agricultura. Elegían sus jefes entre los guerreros más valientes y los
obedecían ciegamente. Muchos germanos militaron en las legiones romanas.
En el aspecto social, cultivaban el amor a la familia y guardaban cierta consideración a las mujeres; no
tenían leyes escritas y se basaban en la tradición y las costumbres. El padre ejercía un poder absoluto
sobre la familia.
Las cuestiones conflictivas eran sometidas al fallo de los jefes en los casos de menor importancia, pero
cuando se trataba de asuntos de mayor interés eran considerados por la asamblea de la tribu.
Los germanos teman arraigados los sentimientos de libertad, justicia y dignidad personal. Creían en Odín
o Wotan, padre de los dioses, de carácter guerrero, que vivía en el paraíso o Walhala, acompañado por
dioses menores, como Freijo, esposa de 0dm, señora del amor y de la muerte, y Donar, hijo de ambos,
dios del trueno y la tempestad. El Walhala era un lugar de eternas delicias al que iban aquéllos que en
vida habían tenido un buen comportamiento y los que morían en el curso de la guerra, conducidos por las
valkirias, diosas también guerreras.
Cuando los hunos atravesaron los montes Urales y empujaron con su presencia a los pueblos radicados
en la zona adyacente, provocaron un desbande general de todos los pueblos situados entre los ríos Rin y
Danubio.
A partir del siglo I comenzaron a cruzar las fronteras del Imperio Romano, en busca de tierras y botín. No
perseguían con ello la destrucción del imperio, ya que consideraban al Estado romano como una
admirable organización política, en la que pretendían obtener un lugar. Antes de su caída, el imperio fue
incorporando numerosos grupos de germanos como soldados o como colonos. Ellos se comprometían a
defender las fronteras, a cultivar las tierras y a reconocer la autoridad del emperador.
Pero en el siglo V este avance pacífico se convirtió en incontrolable para los romanos. Esta irrupción
violenta se debió, entre otras cosas, al ataque de un pueblo de Europa oriental, los hunos, que empujó a
los germanos hacia el Oeste. Las invasiones germanos al Imperio Romano fueron entonces emigraciones
en masa para huir de un terrible enemigo, pero esta vez saquearon las zonas recorridas y respetaron
solamente la autoridad de sus jefes; contribuyeron, quizá sin quererlo, al derrumbe de la organización
imperial.
Los invasores más importantes se asentaron en el antiguo territorio romano y formaron diversos reinos.
Los principales pueblos germanos que se asentaron en el imperio fueron: los ostrogodos, los visigodos y
los francos.
Las Invasiones Bárbaras: Los Ostrogodos
En el año 493, Teodorico, jefe de los ostrogodos, venció luego de encarnizados combates a las fuerzas
de Odoacro, rey de los hérulos, que había destituido al último emperador romano.
Instaló entonces en Italia un reino ostrogodo independiente, con capital en Ravena, que duró 60 años. En
este período Teodorico mantuvo una política amistosa con la corte imperial de Constantinopla.
En el orden económico, los ostrogodos mantuvieron la administración de impuestos y el sistema
burocrático de los romanos.
En el aspecto religioso, los ostrogodos adhirieron al “arrianismo, herejía de origen cristiano, que fue
sustentada por un obispo de Alejandría, Arrío (280-336), quien negaba la eternidad de Jesús y no
reconocía a la Santísima Trinidad.
Teodorico basó su gobierno en la idea de una convivencia pacífica entre godos y romanos, por lo que
respetó la tradición y la cultura del pueblo dominado.
Esta política favoreció un florecimiento cultural en la Italia ostrogoda. Se destacaron las figuras de Boecío,
comentador filosófico que tradujo e interpretó a Aristóteles, y Benito de Nursía, quien fundó su propio
monasterio en Monte Cassino, al Norte de Nápoles. Allí impuso normas para la vida en los monasterios,
que se convirtieron en el acta de fundación” del monacato latino. La regla benedictina combinaba la
oración y el trabajo. En adelante, los monasterios serán focos de ciencia y literatura. La actividad
desarrollada por Benito de Nursia fue el acontecimiento más importante de la Italia de los ostrogodos.
Las Invasiones Bárbaras: Los visigodos
Los ostrogodos, sorprendidos por el ataque, no atinaron a defenderse y se sometieron, acompañando a
los hunos en su sangrienta marcha hasta el centro de Europa. En cambio, los visigodos huyeron hacia la
cuenca del Danubio, se instalaron en la Tracia y, como vimos, vencieron al emperador Valente en la
batalla de Andrinópolis (378).
Luego fueron contenidos por el emperador Teodosio, que les pagó un tributo, pero a su muerte, durante
el reinado de Honorio en Occidente, continuaron su avance a las órdenes de Alarico, quien invadió
Grecia, y aunque respeté a Atenas, saqueé a Eleusis e incendié Olimpia. Luego intentó penetrar en Italia,
pero fue derrotado en dos oportunidades por Estilicón, uno de los generales de Honorio.
tiempo después, Honorio desplazó a Estilicón, que fue asesinado 108), lo que fue aprovechado por
Alarico, que se dirigió directamente a Roma, que se entregó sin combatir. Honorio se refugió en Ravena.
Más tarde los romanos se sublevaron, por lo cual Alarico regresó y sometió a la ciudad a un implacable
saqueo (410), durante tres días. Alarico se dirigió luego hacia el centro de Italia, donde falleció. Sus
soldados sepultaron su cadáver en un lugar oculto para que no fuera profanado. Su Sucesor, Ataúlfo,
pacté con el emperador y se caso con su hermana (412). De esta manera, Honorio logró desplazar a los
visigodos hacia la Galia y España, donde fundaron un reino cuya capital fue Tolosa.
Al llegar a la Gália, los visigodos se encontraron con los alanos, suevos, vándalos y burgundios, que
habían devastado las ciudades de la región. Solamente los burgundios habían erigido un reino en el Jura
y en el valle del Saona. Estos pueblos se dirigieron a la península ibérica y tras ellos fueron los visigodos,
que obligaron a los suevos a dirigirse hacia el Norte y a los vándalos hacia el Sur.
En el centro quedaron los alanos. Los vándalos se establecieron en el valle del Guadalquivir, que recibió
el nombre de Vandalucía o Andalucía, y luego se dirigieron al Norte de Africa, donde se apoderaron de la
ciudad de Hipona y de la región de Numidia, actual Argelia (429). Con ambas regiones fundaron un reino.
Por la misma época, los francos comenzaron su establecimiento en el Norte de la Galia.
Las Invasiones Bárbaras: Los hunos
Entretanto, los hunos habían proseguido su marcha y llegado a las orillas del Danubio y del Rin, donde a
las órdenes de Atila amenazaron a los pueblos germanos. Este jefe fue famoso) por su intrepidez y su
crueldad, a tal punto que un ermitaño lo llamó el azote de Dios, mote que Atila aceptó, ufanándose de que
donde pisaba su caballo no volvía a crecer la hierba.
En principio Atila , aceptó tierras y tributos de Roma, a cambio de si inercia, pero luego exigió que se le
entregara la mitad del Imperio y se k concediera por esposa a la hermana del emperador. Como tales
pretensiones fueron rechazadas, Atila invadió la Galia (451) y arrasó varias ciudades hasta llegar a París,
cuyos habitantes, aterrorizados estaban resueltos a huir, cuando una joven llamada Genoveva (más tarde
venerada por la Iglesia católica como Santa Genoveva) los convenció de que organizaran la resistencia e
hicieran penitencia y oración.
En esas circunstancias, Atila, respondiendo al llamado del rey de los alanos, se dirigió a sitiar la ciudad de
Orleáns, donde pensaba establecer su base de operaciones en la Galia. Aunque los habitantes de
Orleáns, alentados por su obispo San Aiñan, resistieron denodadamente, finalmente fueron abatidos y se
vieron obligados a entregar la plaza. Poco después llegó un ejército integrado por visigodos, burgundios y
francos, comandado por el general Aecio, prefecto de la Galia, —llamado el ultimo de los romanos—,
ante lo cual Atila abandonó la ciudad y retrocedió con sus tropas hasta los Campos Cataláunicos, en la
Champaña, donde se libró una memorable batalla en la que se enfrentaron las fuerzas que conducía,
integradas por una infinidad de pueblos de distinto origen, con el ejercito romano de Aecio, en el que
militaban entre otros, los francos, sajones, galos, visigodos, borgoñones y alanos. El encuentro fue
encarnizado y muy cruento, finalizando con el triunfo de Aecio, quien permitió que Atila se retirara.
Este se dirigió entonces a Italia, donde sitio y arrasó la ciudad de Aquíleya. Desde allí emprendió la
marcha hacia Roma, pero la intercesión del papa San León, que tuvo la valentía de ir a su campamento
para concertar la paz, obtuvo su alejamiento a cambio de un tributo. Atila retrocedió hasta el Danubio y al
año siguiente murió repentinamente (453), con lo cual sus seguidores se dividieron.
ESLAVOS ORIGEN
Más allá de los pueblos germanos, justo en el corazón de Europa se desarrollaba un conglomerado de
tribus de un mismo origen pero de cultura muy dispar eran los Eslavos, rama de la gran raza aria, de igual
que los griegos, los romanos y los germanos
Durante siglos, estos pueblos ,deconocidos llevan en las estepas una vida primitiva. Los romanos sólo se
enteraron de existencia cuando supieron qué ellos fueron los primeros en ser sometidos por los Hunos a
su llegada a Europa.
Después de la muerte de Atila, los eslavos recobraron su independencia, comenzaron a organizarse y al
poco tiempo emigraron siguiendo tres distintas direcciones:
Eslavos Orientales: Algunas tribus eslavas se desplazaron hacia las estepas del este hasta los Montes
Urales, constituyendo así los primeros poblados Rusos. Allí continuaron llevando su vida primitiva hasta
caer dominados los Normandos, pueblo germano de cultura muy superior. Éstos, venidos de
Escandinavia remontando los grandes ríos, sometieron fácilmente a dichos eslavos, y los agruparon y
organizaron políticamente así nacieron los primeros Principados Rusos, entre ellos, el de Kiev y el de
Novgorod.
De inmediato se inician los primeros contactos con el Imperio bizantino: hacia el año 950 el príncipe IGOR
y su esposa OLGA se hicieron cristianos, y su nieto, el gran príncipe WLADIMIRO, hacia el a 1000 obligó
a todos los rusos a bautizarse en masa. Bizancio los proveia de maestros y de artesanos, y desde
entonces los rusos se apropiar la cultura bizantina. Poco tiempo después había desaparecido tota mente
la influencia germánica traída por los Normandos.
Eslavos Occidentales: Otras tribus eslavas, por el contrario, se dirigieron en dirección opuesta a la de los
anteriores, hacia las zonas dejadas libres por los germanos que habían invadido el imperio romano: así
originaron los pueblos Polacos, Checos, Eslovacos y Moravos.
Pero el avance eslavo pronto quedó detenido por los germano. Derrotados y sometidos desde un
principio, los recién llegados ii aceptaron la cultura germánica que sus vencedores quisieron imponen, y
desde entonces buscaron relacionarse con Bizancio. Hacia el año 85 comenzó a llegar una nutrida
corriente de maestros y artistas orientales entre los que se destacaron los dos Legados Imperiales, los
obispo CIRILO y METODIO, creadores del alfabeto eslavo y que fueron lo verdaderos organizadores de
estos pueblos.
Eslavos del Sur: La tercera rama eslava se dirigió hacia el sur, y por ello fueron llamados “Yugoslavos” en
conjunto, aunque entre ellos se distinguía los Servios, los Croatas y los Montenegrinos. Pero todas estas
tribus débiles y poco organizadas, pronto cayeron bajo el dominio de otro pueblo invasor, de muy distinta
raza, pero que también seguía en dirección al Imperio Bizantino.
Los Búlgaros: originarios del Asia, y también de raza mongólica, los Búlgaros habían llegado a Europa
juntamente con los Hunos en calidad de pueblo sometido. Liberados luego de la muerte de Atila, se
dirigieron hacia el sur y al llegar a los Balcanes no tardaron en chocar con los Yugoslavos recientemente
llegados. Más organizados y de costumbres realmente feroces, fácil les fue a los Búlgaros dominar a los
Eslavos, pero admirados de su cultura superior, se fue fusionaron con ellos formando prácticamente un
solo pueblo. Y entre todos sé organizaron para luchar contra Bizancio.
En un primer intento, en el año 810 llegaron hasta las murallas de la capital, pero no pudieron rendirla y
tuvieron que retirarse con graves pérdidas. Luego, las relaciones se volvieron más amistosas, y
finalmente terminaron también por admitir la cultura bizantina, y desde luego, la religión cristiana.
Hacia el año 900, en el reinado de los zares BORIS I y su hijo SIMEON I, el poderío búlgaro llegó a su
apogeo. Todos los Balcanes eran sus dominios, y hasta el Imperio de Oriente debió pagarles tributos.
Pero luego del año 1000, al entrar Bizancio en su periodo de máximo esplendor, se inició la decadencia
de los “eslavos-mongoles”. El gran emperador BASILIO II sometió duramente los Balcanes masacrando
gran número de sus habitantes: por ello fue llamado “el Bulgaróctono” o matador de Búlgaros. Desde
entonces estos pueblos quedaron definitivamente sometidos al Imperio Bizantino.
El mundo artístico e intelectual de la Alta Edad Media
En la Baja Edad Media la cultura está en manos de la Iglesia, pese a la cada vez mayor presión por parte
de los municipios. Los estudiantes universitarios son considerados a todos los efectos como clérigos
menores, y en caso de que cometan algún delito o deban rendir cuentas ante la justicia son siempre
juzgados por tribunales eclesiásticos, no civiles.
La Alta Edad Media fue una época de estupenda vitalidad artística e intelectual. El periodo fue testigo del
crecimiento de las instituciones educativas, un renacimiento del interés por la cultura antigua, un
despertar del pensamiento teológico, el resurgimiento de la ley, el desarrollo de una literatura vernácula y
una explosión de actividad en el arte y la arquitectura.
Si bien los monjes continuaron desempeñando un importante papel en la vida intelectual, cada vez más el
clérigo secular, las ciudades y las cortes (fueran de reyes, príncipes o altos funcionarios eclesiásticos)
comenzaron a ejercer una nueva influencia. De importancia especial fueron las nuevas expresiones que
surgieron en los pueblos y ciudades.
Surgimiento de las Universidades
Las universidades, tal como las conocemos con profesorado, estudiantes y grados académicos fue un
producto de la Alta Edad Media. La palabra universidad se deriva de la palabra latina universitas, que
significa corporación o gremio, y hacía referencia a un gremio de maestros o estudiantes. Las
universidades medievales eran gremios educativos o corporaciones que formaban a individuos instruidos
y capacitados.
LOS ORÍGENES DE LAS UNIVERSIDADES
Productos de la Alta Edad Media, las universidades
proporcionaron a los estudiantes educación artística liberal
básica y la oportunidad de continuar estudiando leyes,
medicina o teología. Los cursos se enseñaban en latín,
principalmente por maestros que leían de libros. No había
exámenes en los cursos individuales, pero los estudiantes
tenían que pasar un examen oral completo para obtener
un grado.
La educación en la Alta Edad Media descansaba, sobre
todo, en el clero, es decir, en los monjes. Aunque las escuelas monásticas fueron centros de aprendizaje
desde el siglo IX, fueron rebasadas en el curso del siglo XI por las escuelas catedralicias, organizadas por
el clero secular (monástico). Las escuelas catedralicias se extendieron con rapidez en el siglo XI.
Había veinte en el año 900, pero para el año 1000, su número había crecido cuando menos hasta
doscientas, ya que cada ciudad catedralicia se sentía obligada a establecer una. Las más famosas fueron
las de Chartres, Reims, París, Laon y Soissons, todas ubicadas en Francia que era, en verdad, el centro
intelectual de Europa en el siglo XII. Aunque el propósito principal de la escuela catedralicia era educar a
los sacerdotes para ser hombres de Dios más letrados, también atrajeron a otros individuos que
deseaban contar con alguna educación, pero no querían ordenarse sacerdotes. Muchos administradores
universitarios tuvieron títulos como los de canciller, preboste y decano, originalmente utilizados para los
funcionarios de los capítulos de la catedral.
La primera universidad europea apareció en Bolonia, Italia (a menos que uno esté de acuerdo de
conceder esta distinción a la primera escuela de medicina, establecida con anterioridad en Salerno Italia).
La fundación de la Universidad de Bolonia coincidió con la renovación del interés por el derecho romano
sobre todo por el redescubrimiento del Código de Derecho Civil de Justiniano (véase la opción
Renacimiento del derecho romano) En el siglo XII un gran maestro, como lrnerio (1088-1125) podía atraer
a estudiantes de toda Europa. La mayoría de ellos eran seglares, a menudo individuos de edad que
desempeñaban funciones de administradores de los reyes y príncipes, y estaban deseosos de aprender
más sobre derecho para aplicar sus conocimientos en sus profesiones.
Para protegerse, los estudiantes de Bolonia formaron un gremio, o universitas, que el emperador
Federico Barbarroja reconoció y al cual le dio una cédula en 1158. Aunque el cuerpo docente también se
organizó como grupo, la universitas de estudiantes de Bolonia tuvo mayor influencia. Obtuvo, por parte de
las autoridades locales, una promesa de libertad para los estudiantes, regulé el precio de los libros y del
hospedaje y, además, determiné los estudios> las cuotas y el profesionalismo de los maestros. Se
multaba a los profesores si faltaban a una clase o comenzaban tarde sus lecciones. La Universidad de
Bolonia siguió siendo la mejor escuela de leyes de Europa durante la Edad Media.
En el norte de Europa, la Universidad de París se convirtió en la primera universidad prestigiosa. Varios
maestros —que habían recibido su licencia para enseñar de la escuela catedralicia de Notre Dame, de
París— comenzaron a aceptar estudiantes extra por una paga. A finales del siglo XII estos maestros de
París formaron una universitas, o gremio de maestros.
En 1200, el rey de Francia Felipe Augusto reconoció de manera oficial la existencia de la Universidad de
París. La Universidad de Oxford, en Inglaterra, se organizó según el modelo de la de Paris, y apareció por
primera vez en 1208. Una migración de académicos de Oxford, ocurrida en 1209, condujo a la fundación
de la Universidad de Cambridge. En la Alta Edad Media los reyes> papas y príncipes rivalizaron en la
fundación de nuevas universidades. A finales de la Edad Media había ochenta universidades en Europa,
la mayoría de ellas localizadas en
Inglaterra, Francia, Italia y Alemania.
El Sacro Imperio Romano
Germánico (en alemán: Heiliges
Römisches Reich Deutscher Nation
«Sacro Imperio Romano de Nación
Alemana»; o Sacrum Romanum
Imperium Nationis Germaniae en
latín) fue la unión política de un
conglomerado de estados de
Europa Central, que se mantuvo
desde la Edad Media hasta inicios
de la Edad Contemporánea.
Formado en 962 de la parte oriental
de las tres en que se repartió el
reino franco de Carlomagno en 843 mediante el Tratado de Verdún, el Sacro Imperio fue la entidad
predominante de Europa central durante casi un milenio, hasta su disolución en 1806 por Napoleón I.
A partir del imperio de Carlomagno, Alemania quedó anarquizada y dividida en numerosos Estados
independientes: entre ellos se destacaban los grandes Ducados de SAJONIA, TURINGIA, FRANCONIA,
SuARIA, BAVIERA y LORENA, además de las importantes provincias fronterizas o Marcas del Este
(AUSTRIA), de BOHEMIA y del BRANDEBURGO.
Sabemos también cómo los Señores feudales, a la muerte de Luis EL Niño, último descendiente de
Carlomagno, se pusieron de acuerdo y en el año 910 eligieron como rey a CONRADO, DUQUE DE
FRANCONIA, comenzando así a gobernar el país reyes alemanes.
Y ya desde un comienzo, tanto este monarca como su sucesor, ENRIQUE, DUQUE de SAJONIA,
llamado el “Pajarero” por su afición a la caza de aves, estuvieron en perpetua lucha contra los Señores.
Sólo el siguiente monarca pudo cimentar verdaderamente la grandeza de
Alemania.
OTON EL GRANDE: Este príncipe, tan notable como Carlomagno, llegó al
trono en el año 940, y resuelto a lograr la unidad del país, pasó los primeros
años sometiendo a diversos príncipes, logrando finalmente que todos
reconocieran su dependencia al reino.
Luego hizo frente a varias amenazas exteriores: contuvo con gran energía
varias incursiones de los normandos y de los eslavos, e incluso salvó a Europa de los húngaros,
destrozándolos en la batalla de Lech.
Más tarde tuvo que intervenir en Italia. Este país, desde la muerte de Carlomagno se hallaba en el mayor
desorden, dividido en innumerables principados enemistados entre sí, y, además, devastado por los
árabes, húngaros y normandos que lo saqueaban a su gusto.
Otón llegó a la península en el año 960 llamado por ADELÁIDA, reina de la Lombardía, que había sido
destronada por varios príncipes sublevados: la repuso en el trono y luego se casó con ella, convirtiéndose
así en soberano del norte de Italia.
EL NUEVO IMPERIO: Poco después, Otón volvió nuevamente a Italia. Los príncipes feudales se habían
alzado contra el Papa JUAN XII y éste de inmediato solicitó su ayuda. El rey entró en Roma en el 962,
repuso al Pontífice en sus funciones y luego en una solemne ceremonia fue coronado como Emperador
de Occidente
Así, por segunda vez, la Iglesia restauraba el Imperio, con- el fin de conseguir la unidad del Continente.
El Emperador y el Papa serían las dos columnas de la nueva Europa Cristiana y se apoyarían
mutuamente para imponer el orden en esos tiempos tan calamitosos. Ambos se juraban fidelidad: el
Emperador sería el protector de la Cristiandad, y el Papa, por su parte, sólo podía ser elegido contando
con su aprobación.
Lamentablemente estas buenas intenciones no se cumplieron, por el contrario, comenzó desde entonces
una lucha que duró más de 200 años para dilucidar la superioridad del Papa o del Emperador: finalmente
concluyó con el aniquilamiento político de ambos.
Ya desde los primeros momentos hubo complicaciones: durante los cien primeros años ocuparon el trono
imperial varios excelentes monarcas, pero que tuvieron la constante pretensión de intervenir en los
asuntos internos de la Iglesia, creyéndose los dueños de la Cristiandad, en vez de sus defensores.
LA REFORMA ECLESIÁSTICA-Nicolás II: Por ese mismo tiempo, la Sede Pontificia Romana se hallaba
gravemente comprometida. Hasta Carlomagno, los Papas habían sido elegidos por el pueblo de Roma;
luego, con el feudalismo, cayeron bajo la influencia de los señores; y ahora, bajo el Imperio, debían contar
con la aprobación de los Soberanos. De esta manera se originaron los graves problemas, algunos
tratados en este sitio.
Evidentemente so necesitaba una doble reforma: independizar la Iglesia de la influencia de los
emperadores, y renovar la disciplina interna. Ambas cosas se consiguieron en muy poco tiempo.
En el año 1059 fue elegido Papa Nicolás II, quien de inmediato y sorpresivamente reglamentó la elección
de los futuros Pontífices: en adelante los elegirían los cardenales, sin necesidad de la aprobación del
Emperador. La medida fue muy alabada, pero parecía constituir un desafío al poder Imperial.
De acuerdo al nuevo sistema aprobado, en el año 1073 fue elegido Papa el monje cluniacense
HILDEBRANDO, quien tomó el nombre de Gregorio VII: fue el personaje destinado a ser el gran
reformador y una de las figuras cumbres de la Iglesia.
Hombre culto y muy piadoso aunque sumamente enérgico, Gregorio desde el comienzo de su gobierno
se sintió llamado no sólo a purificar la Iglesia de todas sus fallas, sino además a imponer la Supremacía
Pontificia sobre todos los reyes y príncipes cristianos.
De inmediato Convocó un Concilio que aprobó sus famosas reformas: bajo pena de excomunión se
prohibió a los civiles entrometerse en los asuntos internos de la Iglesia y Conceder cargos eclesiásticos.
Igualmente se penaba a los clérigos que los aceptaban o que- vivían casados.
Al mismo tiempo, numerosos Legados Pontificios se desplazaron por toda Europa controlando el
cumplimiento de estas directivas y deponiendo a los transgresores. Entonces fue cuando intervino en la
lucha el Emperador.
Ocupaba el trono imperial Enrique IV, príncipe prepotente y ambicioso, poco dispuesto a perder sus
privilegios. En un principio desconoció las órdenes pontificias y siguió confiriendo dignidades eclesiásticas
como si nada hubiera pasado. El Papa Gregorio le envió amistosos avisos y luego protestas más
enérgicas. Finalmente, se vio en la necesidad de excomulgarlo, y —cosa nunca vista— lo destituyó de
emperador.
El resultado fue tremendo: los príncipes alemanes se reunieron en Tribur y apoyaron al Papa
desligándose del soberano.
Entonces Enrique, viéndose perdido, se dirigió a Canosa, en el norte de Italia, en donde se encontraba el
Papa, para pedirle el levantamiento del castigo. Gregorio, luego de tres días de espera, le concedió el
perdón y lo restituyó en el trono. 5u triunfo había sido completo.
Con todo, la lucha aun prosiguió unos años hasta que con el "Concordato de Worms” se llegó a un
acuerdo: el Papa y el Emperador reconocían su mutua independencia en sus respectivas esferas
Comenzó en el año 27 a. C., al otorgársele a Octavio el
título de Augusto. El Senado le concedió el carácter de
imperator a perpetuidad, padre de la patria y primero
de los senadores (Princeps Senatus). Fue considerado
hijo del César divinizado, y se le otorgó poder consular
a perpetuidad. Bajo el mantenimiento de las formas
republicanas, se va avanzando paulatinamente a un
sistema de poder monárquico y militarista.
Tenía potestad censoria, que le permitía confeccionar la
lista de los senadores, y contaba con la auctoritas, por
la cual auxiliaba a todos los demás funcionarios. Así
dirigía la política exterior, dictaba normas, llamadas
constituciones imperiales, acuñaba moneda y proponía
candidatos para las magistraturas (que van
desapareciendo, a medida que sus funciones van a ir
desempeñándose por nuevos funcionarios designados por el emperador).
Los Comicios prácticamente desaparecieron, adquiriendo el Senado, potestad legislativa,
además de elegir a los magistrados. Su función se vio reducida a consagrar, por aclamación,
al Emperador y los magistrados, con un carácter de mero formalismo.
A este período se lo conoce con el nombre de Alto Imperio, sucediéndose luego de Augusto,
cuatro dinastías de emperadores: la de los Julio-Claudios, conformada por los sucesores de
Augusto, la de los Flavios, la de los Antoninos y la de los Severos.
Todos gobernaron con un poder casi absoluto, basado fundamentalmente en el ejército. Las
fronteras del imperio se siguieron expandiendo, anexándose, Mauritania, en el norte de
África en el año 37, Inglaterra en el año 84 y Dacia en el año 105.
Durante el gobierno de Augusto, se piso fin a las guerras civiles, y comenzó a vivirse en
orden, seguridad y prosperidad, con gran florecimiento artístico y cultural, conociéndose esta
etapa como de la pax romana.
La máxima extensión del Imperio fue alcanzada con Trajano, quien venció a los partos y
conquistó en el año 117, Armenia y la Mesopotamia.
Las distintas provincias incorporadas a la dominación romana se dividieron en senatoriales e
imperiales. Las primeras, estaban bajo la administración del Senado, siendo las ya
pacificadas. Las segundas, estaban bajo el control del Emperador, que designaba a sus
gobernantes. Allí se encontraban las legiones.
Al estar dividida la potestad provincial entre el Príncipe y el Senado, se ha hablado de una
diarquía (en griego: dos poderes soberanos). Sin embargo, al ser el Emperador el que
otorgaba la función senatorial, lo controlaba.
La ciudad más importante del imperio, era Roma, su capital. En ella se manifestaba una gran
opulencia, donde los miembros del orden senatorial y los ricos caballeros habitaban en los
domus, residencias muy lujosas, aunque la mayoría de la población vivía muy
modestamente, en los insulae, casas de inquilinato de hasta cuatro pisos, inseguras e
incómodas.
Con la muerte de Alejandro, en el año 235, terminó la dinastía de los Severos, y el imperio
se sumergió en la anarquía. El gobierno en muchos casos, estuvo a cargo de jefes militares,
que gobernaban poco tiempo, sucediéndose gran cantidad de gobernantes que en seguida
eran derrocados, por otro jefe militar más poderoso.
El Bajo Imperio, o Dominado, llamado así, porque al frente del poder se hallaba un Dominus
(dueño y señor), un rey con características de divinidad, comienza conDiocleciano, que
gobernó entre los años 284 y 305, estableciendo el sistema de la tetrarquía y pacificando el
territorio. El imperio fue dividido en una zona occidental, bajo su gobierno, y en otra oriental,
a cargo de Maximino, ambos con el título de Augustos, pero eligiendo un César, cada uno,
configurándose cuatro poderes imperiales.
Luego de veinte años de gobierno o a causa de su muerte, los Augustos eran reemplazados
por los Césares, que a su vez, elegían sus Césares. Para evitar las disputas entre los poderes
políticos y militares, puso en la conducción de los ejércitos, que duplicaron sus miembros, a
militares, independientes del gobierno civil de las provincias.
Aumentó la burocracia y la centralizó. Acrecentó, al subdividirlas, el número de provincias,
todas dependientes del Dominus, agrupadas en diócesis gobernadas por vicarios.
Durante su gobierno se persiguió a los cristianos ferozmente, disponiéndose por edicto la
obligación del culto imperial. Templos y libros fueron destruidos y los cristianos padecieron la
cárcel y torturas.
En el año 311, Galerio, dictó el Edicto de tolerancia, y en año 313, se promulgó el Edicto de
Milán que proclamaba la neutralidad del estado en materia religiosa.
Con Constantino se divide el Imperio, para su mejor gobierno, en cuatro prefecturas:
Oriente, Iliria, Italia y las Galias.
Este emperador siguió el avance hacia la Roma cristiana convocando al Concilio de Nicea,
primer concilio ecuménico.
En el año 395, Teodosio I, divide el Imperio entre sus dos hijos: Honorio, a quien le
correspondió el imperio de Occidente, con capital en Roma y Arcadio, a quien le correspondió
el de Oriente, con capital en Constantinopla.
La crisis sobrevino a raíz del aumento de los gastos originados en un estado burocrático y
militarizado y la presión de los pueblos bárbaros por ingresar a las fronteras imperiales, los
que fueron en muchos casos admitidos para tareas rurales y prestar servicios militares.
En el año 476, el Imperio de Occidente, cayó en poder de los pueblos bárbaros. El de
Oriente, más sólido económicamente, subsistió hasta 1453, en que Constantinopla cayóen
poder de los turcos otomanos.
Aparición de ciudades y resurgir del comercio: el incipiente
capitalismo
La expansión del comercio y el crecimiento de la población
El mundo feudal europeo se caracterizaba por relaciones personales verticales dictadas por reglas
estrictas basadas en la costumbre. La relación entre el señor y sus siervos suponía apelar a un sistema
de obligaciones mutuas y de servicios, desde lo más alto a lo más bajo, establecidas en función de la
posesión de la tierra. Los servicios que el siervo debía al señor y los que el señor debía al siervo, por
ejemplo frente a un ataque o el estallido de una guerra, eran todos convenidos y cumplidos según la
costumbre.
La posesión de la tierra implicaba su explotación agrícola
con base en un sistema comunal; cultivándose
colectivamente los campos abiertos y estableciéndose
acuerdos contractuales para el reparto de las cosechas, el
uso de las máquinas, herramientas, y la prestación de los
servicios por parte de los vasallos hacia su señor.
De esta organización participaba activamente la Iglesia,
poseedora de una gran cantidad de tierras, las cuales
ampliaba frecuentemente en virtud de las donaciones que
recibía en calidad de herencia por parte de los señores.
El rasgo más importante en lo económico de los dominios
feudales, se refiere a que sea cual fuere la relación entre
patrono y trabajador, ya se tratara de un estatuto
tradicional, de una obligación o de una compulsión, el
hecho es que los productos se entregaban pero no se
vendían.
Relaciones verticales medievales.
Sobre este orden de dominio de la tierra, junto con toda
suerte de compulsiones y exacciones respecto al trabajo, van a ocurrir desde el siglo X importantes
cambios vinculados a dos hechos estrechamente vinculados entre si: la expansión demográfica y el
crecimiento de la actividad comercial.
Hacia comienzos del siglo XII la presión demográfica comienza a provocar una disminución del control de
la tierra por parte de los señores, mientras que la expansión del comercio trae aparejadas nuevas
relaciones contractuales para el trabajo y para los intercambios. En principio, incluso algunos señoríos se
convierten en factores de animación económica y en reguladores de los movimientos de la producción y
de los intercambios. Posteriormente, dan paso a la organización de los mercados en torno a las ferias y a
la emergencia de poderosos centros urbanos funcionando como redes articuladas de comercio.
Mapa conceptual
Estrechamente vinculado a la expansión demográfica, el movimiento de expansión del espacio agrícola, la
multiplicación de los núcleos urbanos y de colonización regional, representan la expresión tangible del
crecimiento económico de la Europa de los siglos medievales tempranos; proceso que continuará durante
toda la Edad Media, aunque sometido a significativas perturbaciones.
Mayor uso del suelo.
El aumento de las roturaciones y la intensificación del uso de
los terrazgos existentes determinarán el incremento de la
producción agrícola.
El desbloqueo de una situación precaria sirve de incentivo para el desarrollo de otras actividades
productivas, particularmente la industria artesanal y el comercio.
En conjunto con esta evolución, comienza a gestarse una red de relaciones personales horizontales para
el trabajo, para los préstamos y la compraventa de mercancías, apoyándose en un esquema cooperativo
del todo diferente al existente en el señorío feudal tradicional; una red de relaciones comerciales y de
intercambio de servicios entre centros urbanos y poblados rurales; y una red comercial interregional que
abarcará prácticamente toda Europa y amplias zonas de comercio con regiones del Cercano Oriente, el
norte de África y Asia oriental.
Actuando como causa al mismo tiempo que como consecuencia, al unísono o de forma aislada, una serie
de factores se van a correlacionar para tener efectos significativos en la ampliación de los intercambios y
en la vinculación de los espacios comerciales.
Entre estos factores destaca, en primer lugar, las mejoras de las vías y de los medios de comunicación
como expresión de los adelantos técnicos que se estaban gestando en los transportes, especialmente en
los fluviales y marítimos.
Sirva como ejemplo la región de Lombardía, donde en los últimos decenios del siglo XII los municipios
urbanos acometen una relevante obra de renovación de las rutas y de las vías navegables. La posibilidad
de que la más remota aldea se hiciera accesible en barco o en carro desde la ciudad, promoviendo los
intercambios, agilizó los acuerdos comerciales entre centros urbanos y localidades rurales, reduciéndose
los costos de transporte implicados.
Un hecho colateral testimonia la importante mejora de las
vías de navegación, incentivada por la dinámica comercial
regional e internacional europea. Es el aumento constante
de la capacidad de carga de los barcos mercantes.
Hacia 1320, las galeras venecianas que se dirigían a Chipre
o Flandes tenían una capacidad de carga de
aproximadamente 110 a 115 toneladas métricas; un siglo
después la capacidad de carga había aumentado a 170
toneladas métricas; y hacia 1550 dicha capacidad se había
elevado hasta 280.
Pero quienes se convierten en los líderes de las
embarcaciones con una gran capacidad de carga,
provocando que la productividad de los transportes se
dispare, son los genoveses. Hacia finales del siglo XIII se
observarán barcos genoveses que exceden la capacidad de
flete de 450 toneladas de las naos catalanas, consideradas
hasta ese momento las de mayor tonelaje.
Auge comercial y productivo.
Este avance genovés tiene su explicación en la necesidad de transportar unos productos pesados a bajo
precio para asegurar el abastecimiento de la ciudad. Los grandes navíos no eliminan a los pequeños y la
circulación de éstos es un buen indicador de una coyuntura económica favorable.
Un segundo factor que potencia el funcionamiento de redes de producción y de comercio se observa en la
instalación de los mercados locales, floreciendo mayoritariamente en el norte de Europa. En Inglaterra, la
Corona era la otorgante de las cartas de establecimiento de estas ferias y mercados, llegando a entregar
cerca de dos mil.
Algunas ferias comerciales llegaron a ser muy
importantes, como las ferias de Champaña,
logrando concentrar un gran número de
compradores y vendedores de los más variados
productos.
Sin embargo, hacia finales del siglo XIV las ferias
comenzaron a decaer, al ser paulatinamente
sustituidas por mercados permanentes ubicados
en áreas urbanas, y en la medida que seguían
reduciéndose los costos de transporte de las rutas
de comunicación marítima entre el norte y el sur.
Activos mercados locales.
Cabe destacar que en las ferias ya se percibía,
además de las operaciones comerciales de productos, la instauración de un incipiente sistema de cambio
monetario. Los días finales de una determinada feria eran dedicados a las transacciones financieras,
implicando cambios de diferentes monedas, una vez pesadas y evaluadas; negociaciones de préstamos,
pago de deudas antiguas; se honraban cartas de crédito y se hacían operaciones con letras de cambio.
El aspecto anterior está vinculado con el hecho de que la ampliación de la base monetaria para que las
transacciones se lleven a cabo y el dinero adquiera algunas de sus funciones especializadas, se venía
gestando en Europa desde la época carolingia.
Cerca del año mil, existía una gran variedad de monedas en circulación, respondiendo a varias
tradiciones monetarias. El sistema evoluciona en la dirección de desarrollarse hacia un plurimetalismo y,
simultáneamente, hacia un régimen de monometalismo plata, vinculado relativamente a la explotación de
las minas de plata (Bohemia, Cerdeña, Tirol, Sajonia).
Desde el siglo XIII tres tipos de monedas se utilizan con diferentes propósitos. El vellón es la moneda de
los intercambios cotidianos (pan, vino, limosnas, portazgos, censos); la plata es la moneda de los
mercaderes y de las transacciones del mercado local; el oro y las letras de cambio están reservados al
comercio internacional, a los príncipes y a la
aristocracia.
Hacia mediados del siglo XIII, la propia dinámica
comercial impone que las monedas más sólidas,
como las monedas de oro emitidas en gran
cantidad en ciudades muy activas
económicamente, terminen convirtiéndose en el
patrón de referencia para la fijación de los tipos
de cambio. De hecho, se ha presentado al Florín,
emitido en Florencia, como la moneda que en el
siglo XV representaba el papel del dólar en el
presente.
Galera veneciana.
Los primeros y principales usuarios de las
monedas de oro van a ser los propios italianos, en la medida que son ellos quienes manejan buena parte
del comercio internacional, pero también los operadores de los fondos de los principados y del papado.
En los años centrales del siglo XIV la moneda de oro se diversifica y es emitida por diversos reinos,
perdiendo así el florín su situación de cuasi monopolio y siendo este aspecto un síntoma de una
verdadera integración de la moneda de oro en la economía europea.
Un tercer factor detrás de la expansión comercial se relaciona con que, trátese de la producción rural o de
la producción urbana, ésta adquiere unas nuevas cualidades derivadas del papel imputable a cambios,
aunque rudimentarios, en la organización de las tareas, y la preeminencia que va adquiriendo el trabajo
asalariado. La unidad industrial típica lo constituye el taller agremiado, formado por el maestro artesano
produciendo junto con sus trabajadores, siendo el mismo a menudo fabricante y vendedor a la vez. Por lo
general, las materias primas para elaborar sus productos le pertenecían, así como las herramientas con
las cuales trabajaba.
Esta rudimentaria especialización, a pesar de sus limitaciones, significó contar con una mano de obra
cada vez más cualificada.
La aparición del trabajo asalariado denota uno de
los cambios más significativos provocados por la
expansión del comercio y el incremento de la
población.
La introducción de los salarios posibilita una mejor
medida del ingreso del trabajador tanto en
términos monetarios como en términos reales,
asociado a los cambios de los precios, la oferta y
la demanda de trabajo.
Movimiento comercial en puerto medieval.
Las consecuencias del incremento de la población
provocarán la caída del salario real, elevándose el
nivel de precios de los principales rubros,
fundamentalmente los agrícolas, la dinámica
contraria generará un incremento del salario real
del trabajador.
Un cuarto factor relevante es la división del trabajo que comienza a operar entre la producción urbana y la
producción rural, estableciéndose una red de intercambios alrededor de ellas.
Los núcleos urbanos se concentraron en la producción de artículos manufacturados y en el comercio; el
campo, ampliado cada vez más en la medida que se incorporaban tierras de frontera para su cultivo, se
especializó en la producción de los rubros agrícolas necesarios para abastecer el creciente mercado,
conformado tanto por los que ya no producían sus propios alimentos, así como por los negociantes de
materias primas obtenidas del medio rural.
Los intercambios involucraban además la movilización de campesinos y artesanos hacia las ciudades, en
la medida que factores como la expansión demográfica y el propio crecimiento del comercio los impulsaba
a buscar nuevas oportunidades.
Un ejemplo característico de estas relaciones
urbano-rurales se puede visualizar en el papel
que cumplía la producción de vino, que hasta la
época carolingia fue tenido por un cultivo de lujo.
El desarrollo de los viñedos se da con fuerza a
partir del siglo XI, cuando la viticultura campesina
coexiste, y en muchos casos sustituye a la
viticultura eclesiástica.
Florín de oro, 1347.
En la medida que se amplió la producción
vinícola, consecuentemente se expandieron las
redes rurales y urbanas para su comercio, contribuyendo a difundir mejores técnicas para su producción,
el trabajo asalariado, y un mayor desarrollo de la tonelería y la organización para su transporte y
exportación.
La manifestación más palpable del impulso adquirido por los intercambios comerciales, lo representa la
aparición de nuevos núcleos urbanos y la consolidación o crecimiento de los existentes.
Las ciudades generarán una gran dinámica, propiciando la creación de nuevas instituciones políticas y
económicas, como el gremio, la confraternidad, la universidad, nuevas normas para los negocios y las
finanzas, y nuevas actitudes hacia aspectos como el tiempo, el riesgo, el trabajo.
La expansión del comercio independizó las transacciones basadas en la necesidad de especificar el
conjunto de los bienes a transar. Al ampliarse, por ejemplo, los pagos en metálico, la balanza se inclinó
hacia nuevas formas contractuales más eficaces, que reducían los costos de transacción implicados.
Ciudades más pobladas.
El surgimiento de comunidades que operaban
dentro de un sistema de relaciones sociales, de
producción y distribución diferente al régimen
feudal imperante, se logró en algunas regiones
con la cooperación de los mismos estamentos
feudales; empero, en otras regiones comportó
una intensa pugna con éstos, en la medida que
las nuevas relaciones amenazaban sus beneficios
y privilegios.
Las causas subyacentes al origen de las ciudades
medievales es tema de controversia y depende sobremanera de las condiciones particulares, variantes de
región a región y de un país a otro.
En ciertas ciudades, los factores más influyentes parecen haber sido el aumento de la densidad de
población y unas particulares condiciones geográficas, en otras ciudades el elemento de mayor peso para
su surgimiento lo constituyó la expansión del comercio.
No se puede descartar que las variables mencionadas hayan actuado al unísono en algunos casos, ni que
otras causas puedan ser consideradas.
Al parecer, algunas ciudades se originaron a partir de un aumento de la densidad de población en ciertos
medios rurales, por lo cual existió, al menos en un principio, una continuidad entre comunidad aldeana y
comunidad urbana. Así, ciertas ciudades inglesas, por ejemplo Manchester, pueden haber tenido un
origen puramente rural, aunque su desarrollo urbano fue imputable a una buena posición geográfica,
como un fiordo, o la cercanía al estuario de un río,
determinando su conversión en centros
comerciales.
Otra tesis, debida a Pirenne (1980), encuentra la
explicación del resurgimiento de las ciudades en
el establecimiento de grupos de comerciantes y
artesanos bajo las murallas de un monasterio o
un castillo, no sólo por la protección militar que
éste proporcionaba, o por su situación favorable
sobre una ruta comercial ya existente, sino
también porque allí se le ofrecían ciertos
privilegios a cambio de proveer algunas
necesidades demandadas por los feudos.
Artesanos productivos.
El factor decisivo para este resurgimiento fue el renacimiento del comercio marítimo en el Mediterráneo,
trayendo como consecuencia el movimiento de caravanas comerciales transcontinentales y, en su
momento, el asentamiento de colonias locales de mercaderes.
Ejemplos de ciudades constituidas bajo estas condiciones serían Londres y, en Europa continental, París,
Colonia en los márgenes del Rin, y ciudades germanas y flamencas como Bremen, Magdeburgo, Gante y
Brujas.
Venecia sirve de modelo de desarrollo de la ciudad-estado mercantil. Desde el siglo VIII sus barcos
transportan hacia Constantinopla los productos de las regiones que la rodean; aceite, trigo y vinos de
Italia, sal de las lagunas, maderas de construcción, vidrio, armas y, a pesar de las prohibiciones de la
Iglesia, esclavos que consiguen sus marinos en los pueblos eslavos de las costas del Adriático. En pago
reciben los valiosos tejidos en seda y de muselina que fabrica la industria bizantina, así como especias
que Constantinopla recibe de Asia.
Influyó sobremanera en este comercio lo altamente apreciadas que eran en Occidente las especias de la
India, principalmente la pimienta, que incluso llegó a utilizarse en algunos sitios como medio de pago;
también eran muy demandada la nuez moscada, así como el jengibre, la canela y el azafrán, junto con las
sustancias aromáticas provenientes de Asia Menor, como el incienso, el bálsamo, la mirra.
Ya en el siglo X y los dos siguientes el nivel de
comercio veneciano alcanza grandes
proporciones, combinándose el auge de riqueza
con un sistema organizado de poder, una
organización política y administrativa que la
coloca en un plano hegemónico dentro de su área
de influencia, y aun más allá, hacia el interior de
Europa.
Las Cruzadas determinarán el aumento de la
influencia comercial de Venecia, pero también
provocarán un impulso de la misma naturaleza
sobre otras ciudades italianas y, en menor
medida, posteriormente, sobre las ciudades de la
región de Cataluña, particularmente Barcelona.
Comercio textil floreciente.
El eje comercial incorporará rápidamente a
Florencia, Milán, Génova y Pisa. Se forma así un comercio triangular entre estas ciudades, algunas
regiones de Asia y el norte de Europa. Dentro de este movimiento económico van surgiendo las industrias
que ayudan a conformar una matriz donde el comercio no sólo se basa en productos agrícolas.
Las ciudades italianas se convierten, irradiando hacia el espacio mediterráneo, en una amplia red
comercial textil, sustentada fundamentalmente en la pañería de lana, pero incluyendo también los tejidos
de lienzo y de seda.
En efecto, a la circulación Occidente-Oriente de los paños y de los lienzos corresponde, en sentido
inverso, la de la seda y el alumbre (mordiente indispensable para la industria textil). Debido a que este
tipo de comercio complementario implicaba para las ciudades italianas la exportación de productos
pesados de bajo costo, frente a la importación de “bienes de lujo” con mayor valor agregado y un tráfico
comercial más costoso, el intercambio con Oriente sólo pudo ser equilibrado por medio de masivas
exportaciones desde Occidente.
Esta corriente internacional de comercio tuvo la particularidad de afianzarse por encima de la situación de
amenaza política que significó para Europa el avance turco. Más allá de la importancia de la expansión
islámica en los destinos del mundo, ésta no cambió la situación de preeminencia comercial que las
ciudades italianas acababan de adquirir en el Levante.
La ofensiva islámica se concentraba en tierra firme, puesto que los turcos tenían una flota débil. En
realidad, antes que perjudicarlos, el comercio de los italianos con las costas de Asia menor los
beneficiaba. Por intermedio de este comercio, las especias traídas por las caravanas de China y de India,
podían transitar hacia Siria, donde eran embarcadas por los comerciantes italianos.
La persistencia de la navegación creó el efecto de un mecanismo de mutuo beneficio, que a la par de
incrementar el poderío económico de las ciudades italianas, también mantenía la dinámica de la actividad
económica de las regiones turcas.
Por otra parte, aunque el tráfico comercial con Asia se sustentó en la importación de especias, es un error
considerar que se limitaba exclusivamente a estos rubros. Hacia 1200 la variedad de productos que se
importaban de China, India y el mundo musulmán, incluirían arroz, naranjas, albaricoques, higos, pasas,
perfumes, medicinas, materias para teñir. Hay que agregar el algodón y la seda bruta, cuyo comercio
aumenta ostensiblemente en la medida que se desarrolla la industria textil italiana y flamenca.
De manera similar a la red comercial de centros
urbano-rurales italianos se enmarcan las
actividades realizadas por las ciudades de la Liga
Hanseática.
Aunque de las regiones del Mar del Norte y hacia
el Báltico fluía desde el siglo X un significativo
comercio, manejado entre otros por
escandinavos, flamencos, franceses y los
habitantes de las islas Gotland, fueron los
alemanes de las ciudades ribereñas, apoyados en
una tecnología naval superior, quienes aportaron
aires renovadores al comercio, logrando
desplazar a sus competidores.
Lubeck
La creación de la Liga tuvo su punto de partida en la fundación de la ciudad de Lubeck, en 1158, pero la
fecha efectiva del nacimiento de la Hansa fue el año 1161, cuando los mercaderes alemanes que
frecuentaban la isla Gotland, el mayor centro comercial de la zona, hicieron un pacto de mutua
solidaridad, protección y apoyo mercantil.
Un eje comercial unía la ciudad de Novgorod, situada en Rusia, con Londres, con etapas intermedias en
Lubeck, Hamburgo, Brujas, desde donde partían ramales transversales. De Oriente llegaban pieles,
cueros, miel y cera; de Occidente, paños de lana y sal; de los ramales intermedios, cobre y hierro de
Escandinavia, pescado en conserva de Islandia, cereales y madera de Prusia y Polonia, minerales de
Hungría, vino de Alemania meridional y Francia. Las ciudades hanseáticas añadían a este mercado sus
propios productos: cerveza, paños de lino, sal y cereales.
En los puertos bálticos, por tanto, se embarcaban productos voluminosos y de bajo valor, en tanto que en
los del Mar del Norte las mercancías eran más reducidas pero de mucho más elevado precio.
El eje principal Este-Oeste era cruzado por otro Norte-Sur, de menor importancia, atravesando el valle del
Rin y llegando hasta Francia e Italia, al frente del cual estaba la ciudad de Colonia.
A Venecia, los mercaderes de la Hansa, que tenían su propia sede en el “Almacén de los Alemanes”,
traían joyas de ámbar y piezas de lino de Westfalia, en tanto que adquirían especias, seda y frutos del
Mediterráneo. Igualmente, los mercaderes italianos mantenían almacenes y representantes en todas las
regiones del norte europeo.
La Liga Hanseática era poderosa, y en el
momento de su máximo apogeo formaban parte
de ella más de un centenar de ciudades
diseminadas en un área de más de 500
kilómetros, asegurándose el control de
prácticamente todo el comercio de Europa
septentrional con el resto del mundo.
En realidad, constituyeron una especie de Estado
en sí mismo, que celebraba acuerdos
comerciales, protegían sus naves mercantes con
sus propios navíos de guerra, y realizaba
asambleas gubernamentales en las cuales se
elaboraban sus leyes particulares.
A diferencia del comercio mediterráneo, donde las
ciudades italianas importaban desde el Oriente
bienes mucho más refinados que los que exportaban, la Hansa exportaba mayoritariamente bienes
manufacturados e importaba de Oriente bienes voluminosos provenientes fundamentalmente de las
estepas rusas.
Comercio y prestamistas, se potencian.
Por ello, aunque el volumen del comercio hanseático tal vez superaba el comercio mediterráneo, el valor
de las exportaciones y de las importaciones de mercancías requerían de menores capitales con respecto
al más sofisticado comercio practicado por los italianos, los cuales obtenían mayores utilidades con un
volumen transportado mucho menor.
Es probable que esta sea la razón por la cual no se encuentren en las ciudades de la Hansa los
poderosos hombres de negocios de la Italia medieval, que terminarán por convertirse en los banqueros
dominantes del sistema financiero europeo de la época.
Sirva, a propósito de destacar estas amplias redes de producción y comercio, importación y exportación,
mostrar en sus rasgos esenciales la trama de uno de los productos más representativos de la economía
medieval: los tejidos de lana.
La materia prima de la industria textil procedía del medio rural inglés, de donde se exportaban alrededor
de 3.000 a 4.000 toneladas anuales en la segunda mitad del siglo XIII, principalmente hacia Flandes y
Florencia, para abastecer la demanda de estos dos importantes centros de producción de tejidos. La
transportación estaba controlada por barcos de la Liga Hanseática. La especialización derivó en el
desplazamiento del artesanado rural, cuya calidad de confección no podía competir con la organización
industrial urbana, que suponía una mayor división de las tareas de producción y la posibilidad de contar
con fondos capitalistas.
Hacia finales del siglo XIII, los mercaderes italianos no sólo compraban la lana directamente en Londres,
sino que también adquirían, en las ferias de Champaña, el paño sin teñir. Luego el paño era teñido en
Florencia y Siena, obteniendo una mejor calidad de tejido, permitiendo satisfacer mejor los exigentes
gustos de sus clientes orientales.
En el siglo XIV, se produce un relativo declive de la industria pañera flamenca y florentina. Este hecho fue
aprovechado por Inglaterra que, al disminuir la demanda de su materia prima, destinó los excedentes de
lana a su propia industria.
Hacia mediados del siglo XV la economía inglesa procesaba un poco más del cincuenta por ciento de su
lana, basada en un sistema de producción rural más que urbano. El resultado fue la producción de tejidos
de más baja calidad, pero de menor costo, dirigidos a un mercado ampliado, prefigurando la producción
en masa.
Los centros de industria pañera italianos, flamencos y ahora ingleses, estimularon la demanda de lana
castellana, apreciada por su alta calidad. De manera que la articulación comercial da otro giro,
incorporando a la región de Castilla, promoviendo la transformación de ciudades como Burgos, que se
convirtieron en importantes centros comerciales.
En resumen, la expansión del comercio europeo entre las diversas regiones y con Asia se convirtió en
una dinámica económica mutuamente beneficiosa, toda vez que se estableció a partir de cierto grado de
especialización.
El patrón de especialización de la producción europea se basó en sus condiciones demográficas,
geográficas y climáticas. La variedad de recursos y condiciones climáticas originaba una amplia
diferenciación de cultivos y ganados, por una parte, y de producción de bienes manufacturados y servicios
(transporte, servicios de crédito) por otra, permitiendo un amplio abanico para el intercambio.
En las regiones donde el factor a aprovechar ventajosamente era la tierra, la oferta incluía productos
voluminosos como madera, grano, lana, que eran intercambiados por bienes manufacturados, producidos
en los asentamientos más densamente poblados, donde el factor relativamente abundante era la mano de
obra, posibilitando el desarrollo de la industria artesana.
La condición ventajosa de los emplazamientos urbanos y rurales se correspondía relativamente con la
situación respecto a las zonas fronterizas, por las salidas marítimas, la dirección de los cursos fluviales, y,
de manera menos importante, por el relieve del suelo. Esto determinó que ciertas regiones se convirtieran
en centros de alta densidad poblacional, capaces de concentrase en la producción de bienes
manufacturados y servicios, articulando unas redes comerciales de amplio alcance y un importante
desarrollo.
Aunque de forma más tardía, el modelo original de expansión del comercio europeo se va a repetir con
características similares en otras sociedades no occidentales. En efecto, varias regiones de Japón
experimentaron un auge económico importante.
Edo, inicialmente una población pesquera en el siglo XVI, se convertirá hacia comienzos de 1700 en un
gran centro comercial, junto con el eje conformado por Osaka y Kioto, constituyendo una red de
conexiones provinciales que incentivaban nuevas técnicas de compra, incluyendo sistemas de crédito y
operaciones con letras de cambio y de compensación de saldos.
Los lineamientos del desarrollo comercial japonés, igual que en el caso de las regiones europeas, se
basaron en cierta especialización, división del trabajo y una mayor atención a las señales de la demanda.
Este proceso fue mucho más rápido en la nación nipona en la medida que disfrutaba de ventajas
reflejadas en doscientos cincuenta años sin guerras; transporte acuático más barato y de mejor acceso;
una sola cultura y un solo idioma; abolición de barreras al comercio doméstico; y desarrollo de una ética
comercial común.
Transición del feudalismo al capitalismo
Hacia mediados del siglo XV el Sistema Feudal gozaba de
buena salud, había sorteado con relativo éxito la terrible peste
negra del siglo anterior (1348) que había diezmado los campos
de mano de obra servil y las ciudades se fueron recuperando
poco a poco.
Pero hacia 1543 los turcos tomaron definitivamente
Constantinopla y avanzaron sobre Europa oriental con lo que
cortaron todo el comercio terrestre con el Asia y amenazaron a
Europa con invasiones permanentes. Esto significó
prácticamente el bloqueo europeo, ya no llegaron más las
especias ni el metal precioso ni las sedas, para colmo el
Mediterráneo inmediatamente se infestó de piratería
musulmana.
El respiro para la crisis económica que se produjo vino de
manos de portugueses, primero, y españoles, luego. Pero en el
descubrimiento de América y en las ingentes cantidades de
metal precioso estaría el germen de la destrucción del sistema
feudal que tardaría al menos doscientos años en producirse.
Caída de Constantinopla.
La acumulación originaria del capital
Las grandes travesías y expediciones de los siglos XV y XVI reforzaron las tendencias del intercambio y
fomentaron el comercio, ya que se creó un enorme circuito comercial que abarcó a casi todo el globo
terrestre.
Además, el descubrimiento del Nuevo Mundo y la entrada en Europa de enormes cantidades de metales
preciosos provenientes de aquellas tierras produjeron un trastrocamiento de las relaciones feudales
puesto que el orden económico resultante de estos acontecimientos fue un sistema en el que
predominaba lo comercial o mercantil; es decir, cuyo objetivo principal consistía en intercambiar bienes.
Con lo que la producción eminentemente rural, patrimonio de los señores feudales, paso a segundo
plano.
Este proceso fue capitalizado por la burguesía, la que al aumentar su poder económico (la clase social
que encabezó la revolución comercial) y al acumular riquezas, estuvo dispuesta a eliminar a sus
principales opositores: los Señores Feudales y a manejar los resortes de la economía.
Pronto se hizo necesario, para abastecer al mercado mundial, ingentes cantidades de mercancías que el
sistema tradicional de producción industrial, es decir los gremios, no podía satisfacer por sus rígidas y
costosas estructuras de producción. El antiguo sistema fue lentamente reemplazado por sistemas de
producción de manufacturas artesanales listas para entrar en el mercado de la Economía–Mundo,
aprovechando el abaratamiento del costo de la moneda, que hacía que los costos de producción fuesen
accesibles.
El sistema doméstico: este sistema de producción de usó predominantemente en Inglaterra a partir de
mediados del siglo XVII y consistía, básicamente, en la elaboración de manufacturas artesanales en los
hogares campesinos: en sus tiempos libres y con toda la familia, el campesino recibía materia prima de
manos de comerciantes de la ciudad y la transformaba usando herramientas artesanales. El pago era en
función de la cantidad de mercadería manufacturada que el comerciante recibía, al que se le descontaba
el costo de la materia prima.
Este sistema permitió lanzar al mercado importante volúmenes de mercadería y además permitir una
entrada extra de dinero para el campesino, que pronto se dedicaría a esto, abandonando la actividad
rural.
Los talleres manufactureros: este sistema de producción se dio principalmente en Francia: Fueron el
antecedente de la fábrica, entendida como lugar de producción y ensamblado de piezas. Lejos de la
moderna línea de montaje, en estos talleres diversos especialistas construían las manufacturas
requeridas por el mercado y cada uno de ellos elaboraban una parte de dicho producto, cada especialista
tenía a su cargo uno o varios obreros a los que dirigía.
Estos cambios en la producción de mercaderías no hubiesen sido posibles si no hubiese existido
una clase social, la burguesía, que acumuló fortunas producto del inmenso tráfico comercial que unió a
todo el mundo desde el siglo XVI y que usaría esa fortuna como capital para nuevas experiencias
económicas.
Las transformaciones en el campo
Gracias a su enorme poder económico, la burguesía no tardó en buscar nuevas inversiones y si bien el
trabajo rural había pasado a segundo plano, todavía era necesario para alimentar a las grandes urbes de
la época. Por lo que comenzó a invertir en la compra de tierras, favorecida por el abaratamiento general
de los precios de los campos y de los productos agrícolas.
Esta inyección de dinero en las áreas rurales
implicó una importante concentración de la
propiedad terrateniente, la burguesía pudo
adquirir las tierras porque se las compró,
generalmente a los pequeños propietarios y a los
arrendatarios que en gran número poblaban el
espacio rural, entrando en franca competencia
con los Señoríos nobiliarios que todavía eran los
principales productores agrícolas.
No solamente se compró tierras sino que además
las cercó, expulsando a los habitantes de esos
solares que en su gran mayoría arrendaban las
Burguesía dominante.
tierras, se trataba de pequeños productores y de
aquellos que se dedicaban al sistema de producción doméstico de manufacturas; que tuvieron que ir a
vivir a las ciudades. Esa mano de obra fue reemplazada por peones asalariados disminuyendo
sensiblemente los costos de la producción.
Los expulsados pasaron a integrar esta nueva especialidad de mano de obra o se convirtieron en
indigentes que engrosaron las filas de los desocupados en las grandes ciudades de la época y se les
tendría reservado un lugar en la historia económica y social de la humanidad
TRABAJO EN CLASE.
Agenda.
6-03-2012.
Saludo.
Reflexión.
Pregunta Importante. : ¿Cómo podemos Preservar los valores y la ética
cultural para mejorar nuestras vidas?
Analizar imágenes en orden cromológico.
Temas: Contestar la práctica del folleto.
Inicio, desarrollo y fin del Imperio Romano.
Conclusiones.
Soluciones
Comentarios.
Lea y analice cada uno de las frases con un comentario personal.
Frases:
1- Todo lo que se come sin necesidad, se roba al estomago de los pobres.
2- Ojo por Ojo y todo el mundo acabará ciego.
MAHAMAT GANDHI.