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Los sonidos del silencio
Deepa Daniels
Al huerto a solas llegué
y sentí una brisa muy suave,
y una voz sentí
muy dentro de mí,
Jesús me habló al corazón.
Él conmigo está,
puedo oír Su voz
que me habla al corazón,
y el placer de estar en este lugar
no tiene comparación1.
Mi rutina matutina es la siguiente: Suena la alarma y me quedo en la cama un poquito más para orar
por el día. Luego de levantarme, le doy una mirada rápida a los correos entrantes, luego leo o escucho algo
devocional e inspirador, a veces distraída por el correo o mi lista de tareas pendientes. Después me visto,
desayuno y me voy a trabajar.
El día está lleno de sonidos y actividad. Escucho, pienso, converso, escribo todo el día y cuando el día
llega a su fin, me relajo leyendo o conversando con alguien o veo algo cómico. Y cuando me voy a dormir
lo hago escuchando algo. La vida es un proceso mental constante. Recibo información y reacciono o
reflexiono todo el tiempo. No disfruto del silencio a menos que le dé un espacio.
Cuando medito intento detener la mente, permanecer en silencio, respirar hondo, agradecer y
reflexionar. No intento lograr nada o emprender algo mentalmente. Me atrae la meditación, y si pasan
unos días sin que medite de alguna forma, me afecta. Puedo prescindir de muchas cosas, pero no de la
meditación.
Me crié en una familia de 10, con mucha actividad, conmoción y bullicio. Por lo cual desde chica
buscaba momentos de quietud a solas. Durante mi adolescencia me trepaba a un murito junto al balcón
de la casa que tenía una linda vista del jardín y de un enorme árbol de jack. Leía y escribía, o a veces
simplemente me sentaba y pensaba.
Pero últimamente he decidido meditar al mismo tiempo que me ejercito. Mientras camino o corro,
por lo general en un lugar bonito y apacible, comienzo a meditar.
El mundo está plagado de información, música, informática y distracciones. Hay tanto que nos distrae
de pensar, como ver un video entretenido luego de un día intenso. Y aunque las actividades que nos
ayudan a olvidarnos de nuestros problemas pueden ser relajantes, la pureza y la maravilla de la
meditación es que no solo nos relaja, sino que también nos da vigor para enfrentar los retos que presenta
la vida.
La meditación, a menos como yo la entiendo, es incorporar al Señor en mis pensamientos. Por eso a
menudo es beneficioso meditar mientras uno lee la Palabra de Dios, reflexionando sobre lo leído o sobre
alguna promesa en particular.
Una vez leí que meditar mientras leemos la Palabra de Dios es un poco como verter agua a través de
un colador o filtro. A veces hay que esperar para verter más agua hasta que pasa lentamente por el
colador. Cuando meditamos y reflexionamos sobre la Palabra de Dios, es como si esas palabras e
información estuvieran entrando lentamente en nuestro corazón y mente, y su efecto es profundo y
completo. Esto permite que la Palabra penetre en nuestra mente y corazón, y así riegue las semillas de
nuestro ser para que nos transformemos y maduremos.
Como cuando comemos, el organismo necesita tiempo para digerir y asimilar los nutrientes de los
alimentos para que nos beneficiemos. Meditar en la Palabra de Dios es como digerir espiritualmente lo
que leemos para poder beneficiarnos enteramente.
La Biblia habla sobre la meditación, en particular en los Salmos, ya que David meditaba con
frecuencia. El rey David le escribió al Señor:
Cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti en las vigilias de la noche 2.
Meditaré en todas Tus obras, y hablaré de Tus hechos3.
En Tus mandamientos meditaré; consideraré Tus caminos4.
Hace poco leí lo siguiente:
Moisés sabía lo que era estar a solas con Dios. Tenía a millones de personas en el desierto,
esperando escuchar de él y tirándose de los pelos pensando: «¿Qué vamos a comer? ¿Qué vamos a
beber? ¿Adónde nos dirigimos? ¿Qué vamos a hacer?» Y, ¿qué hizo Moisés? ¡Subió a una montaña y
se quedó a solas con Dios 40 días!5
Jesús también se tuvo que apartar de las multitudes, hasta de Sus discípulos y amigos, para
comulgar con Dios y fortalecerse para seguir adelante con Su cometido6.
Marcos 1:35 dice: «Muy temprano en la mañana, cuando aún no había luz, Jesús se levantó y salió de
la casa y se fue a un lugar solitario o orar»7.
La fuerza espiritual se adquiere en quietud.
Dios nos dice: «Estad quietos y conoced que Yo soy Dios»8 y «¡en quietud y en confianza obtendrán
fuerza!»9 Tenemos que separar momentos para estar tranquilos, y es difícil. La primera carta a los
Tesalonicenses 4:11 dice que «procuremos tener tranquilidad».
Lo que puede ocurrir es que al detenernos en quietud a reflexionar, la mente se nos llena de
pensamientos, preocupaciones y recordatorios. «Debo hablar con tal y tal», o «uy, tengo que estudiar para
el exámen» o «me olvidé de hacer tal cosa». Hacer silencio no es nada fácil.
Si te ocurre esto, pues vale la pena buscar maneras de posibilitar estos momentos de quietud. La
música ayuda bastante. Algunas canciones que me han ayudado a mí son: More Than a Friend, de Jeremy
Riddle; Come to Jesus, de Chris Rice; Beloved, de 10th Avenue North; Every Season, de Nicole
Nordeman; y I Can Only Imagine, de Mercy Me.
Desde luego, todos somos diferentes, y no a todos les resulta fácil meditar. Tendrás que descubrir
cómo te gusta a ti meditar, o si siquiera te gusta, y qué te ayuda más en este momento de tu vida, y luego
darte cuenta que las preferencias o los métodos pueden cambiar a medida que tú y tus circunstancias
cambian.
Por ejemplo, si sentarte quieto y no hacer nada te da ansiedad, pues intenta meditar mientras
caminas o andas en bicicleta. O si estar al aire libre no te ayuda, encuentra un lugar cómodo en la casa u
otro lugar que te guste y medita allí. No importa lo que hagas ni dónde lo hagas, lo importante es que
encontrar momentos para estar a solas con Dios. No te sientas bajo presión para lograr nada durante esos
momentos o de sentir nada en especial; simplemente disfrútalo y espera a ver los resultados.
El siguiente es un ejercicio de meditación que puedes probar para ayudarte a crear ese ambiente
tranquilo:
Imagina una escena de confusión, el ruido de la hora pico de tráfico en una ciudad, los cláxones
sonando, cientos de personas en las aceras y cruzando calles, un caos general. Ahora cierra la puerta
de esa escena y abre otra puerta que te permite ingresar a un campo de pasto verde con hermosas
flores, o una escena de cascadas en la que todo es exuberante, puro y limpio. O unas montañas
nevadas majestuosas con una vista espectacular y una brisa refrescante.
El mundo está a tu disposición para que lo disfrutes, lo aprecies, y para ayudarte a conectarte con
Dios. Él está presente en la creación, y al apreciarla, lo aprecias a Él10.
Yo creo que la meditación es mágica. Cuando estoy a solas y en silencio con Dios, lo siento más cerca.
Meditar me ayuda a acercar mi corazón y mente a Dios y comienzo a pensar más como Él, y a sentir más
como Él. Me ayuda a alinear mis percepciones con las Suyas, lo que nos dice en Su Palabra. También me
da una comprensión más profunda de Su Palabra, y me ayuda a vivir mi vida como creo que Dios quiere la
viva.
El rey David escribió:
¿Cómo puede mantenerse limpio un joven? Obedeciendo Tu palabra. He atesorado Tu palabra en
el corazón, para no pecar contra ti. Estudiaré Tus mandamientos y reflexionaré sobre Tus caminos.
Me deleitaré en Tus decretos y no olvidaré Tu palabra11.
Quizás quieras cultivar la costumbre de meditar, si es que todavía no lo haces. ¡Los beneficios desde
luego valen la pena!
Notas a pie de página
1 Himno Gospel de Charles Austin Miles.
2 Salmos 63:6.
3 Salmos 77:12.
4 Salmos 119:15.
5 Éxodo 34:28.
6 Escrito por David Brandt Berg; publicado por primera vez en mayo de 1971.
7 Versión libre.
8 Salmos 46:10.
9 Isaías 30:15.
10 Publicado por primera vez en octubre de 2006 por María Fontaine.
11 Salmos 119:9, 11, 15-16.
Traducción: Rody Correa Ávila y Antonia López.
© La Familia Internacional, 2011
Categorías: meditación