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HORA SANTA
“L A O R A C I O N “
LECTOR 1
Hoy queremos hablar del gran regalo que Dios nos ha hecho con la oración. El poder
hablar con Dios es una condescendencia divina que no la podemos comprender.
Cuando oramos, cuando se abren nuestros labios para rezar, pensamos que somos
nosotros los que hemos tenido la iniciativa, y ha sido Dios quien nos ha buscado, quien ha
elevado nuestro pensamiento, quien nos ha dictado las palabras, quien ha fomentado
nuestros sentimientos.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice claramente que la oración es primero una
llamada de Dios, y después una respuesta nuestra. La oración es, por lo mismo y ante
todo, una gracia de Dios.
Hablar con Dios es tu primer deber, tu primera necesidad. Incluso tu primer derecho.
Todo hombre sensato debe ponerse de rodillas delante de Dios. Dios es el Creador, Dios
es el Dueño y Señor de todo y de todos. De Él depende la existencia y el gobierno del
mundo, depende de Él nuestra vida.
Existen diferentes tipos de oración a saber: oración para adorarle y alabarle, para darle
gracias, para pedirle perdón, para solicitar algún favor.
LECTOR 2
¿Qué ventaja o fruto podemos sacar de la oración?
Vamos a hablar de eso. ¿Conoces el refrán que dice: “Dime con quién andas y te diré
quién eres”? Los que se tratan frecuentemente vienen a ser semejantes en pensamientos,
criterio y actuaciones. ¿Quieres mayor ventaja de tu trato con Dios? En la medida que esa
conversación vaya siendo más familiar y frecuente, se realizará en ti una transformación:
tendrás el pensamiento y la Luz de Dios; tendrás la Fuerza de Dios; tu corazón se volverá
generoso como el suyo; vencerás fácilmente tu egoísmo, malhumor, envidia… que ahora
corroe tu alma; estarás por encima de todas las cosas, sin que nada ni nadie pueda
arrebatarte el gozo de tu corazón.
A eso han llegado los santos, que se unieron perfectamente a Dios. Y a esa unión les llevó
su constante trato con Dios y su fidelidad a Él.
Hay muchos cristianos -entre los que todavía “rezan”- que van a la oración para poner al
corriente a Dios de sus deseos, para que Dios se una a su voluntad. Y la oración debe ser
exactamente lo contrario. Debemos ir a la oración ante todo para escuchar lo que Dios
quiere decirnos para “ponernos al corriente de los deseos de Dios”, para unir nuestra
voluntad a la Suya.
Hablamos con una Persona, hablamos con Alguien que ha estado esperando nuestro
diálogo, con alguien que nos ama y por eso entiende y escucha.
1
LECTOR 3
Hay muchas personas que reducen la oración a un sentimiento y van a la oración con el
único fin de “sentir” algo. Rezan cuando “sienten” gusto por ello. Van a la iglesia cuando
“sienten” necesidad. Practican cuando “sienten” ganas.
Sin darse cuenta es el sentimiento quien dirige su vida. Y como el sentimiento, o las ganas,
o el gusto, son tan fluctuantes y cambian tan deprisa, por eso también estas personas son
tan débiles, tan inconstantes.
Aviva tu fe en Dios. Cuando vayas a rezar dile: “Señor aunque no te veo, yo creo en Ti;
creo que me miras, que me amas, que me atiendes; aumenta mi fe” y continua hablando
con Él… aunque no sientas nada, aunque “te parezca” que no te escucha.
Procura agradarle en todo. En esto consiste la auténtica oración y a esto te han de llevar
los ratos de conversación con Él, a un cumplimiento más fiel de Su Voluntad.
Ejercítate en esta conversación. Quizá al principio te costará. No la dejes. Sé fuerte. No
hagas caso del gusto ni de las ganas. Acostúmbrate a hablar con Él. Ejercítate cada día.
Puedes hablarle como te salga, espontáneamente, porque Dios te entenderá siempre.
LECTOR 4
La oración es un don de Dios que nos permite forjar 3 virtudes fundamentales en la vida:
humildad, confianza en Dios y perseverancia.
Una cosa verdaderamente indispensable para ir a la oración es: La sinceridad para
reconocer nuestras faltas. Hay muchos que no quieren reconocer sus debilidades, que se
tienen por buenos, es imposible que puedan orar, si pretendes ocultar tus faltas o
excusarte no habrá forma de entenderte con Dios ni resistir su mirada.
¡Cuántas oraciones inútiles, cuántas misas rutinarias, incluso, cuántas confesiones que no
conducen a nada, porque no van precedidas ni seguidas de una voluntad sincera y
práctica de reparar las faltas, ni de apartar las ocasiones de pecar.
Dice Su Santidad el Papa:“…la oración del hombre humilde es la debilidad de Dios”. Una
oración honesta no puede salir de nuestro orgullo, sino desde lo más profundo de un
corazón sencillo: “un corazón contrito y humillado, Tú, oh Dios, no lo desprecias” .
La humildad es pues la base de la oración
LA SEÑAL QUE DISTINGUE A LOS QUE REZAN DE VERDAD es un esfuerzo renovado por
cumplir la Voluntad del Señor en todo momento. Si no hay éste esfuerzo por ser fieles a
Dios, la oración ha sido una farsa, en otras palabras no ha habido oración.
Esta señal es clarísima y además la puso Jesús: “No todo el que me diga Señor, Señor
entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre”.
Los santos son nuestros grandes maestros de oración y sobre todos ellos María Santísima
pues ella tenía siempre en sí la presencia de Dios y hacía en todo su voluntad.
VOZ DE MARÍA
“Oh hijos, recuerden que para ustedes la única manera de estar siempre conmigo y
conocer la Voluntad del Padre, ES ORAR. Por eso los llamo hoy una vez más. No dejen
mis llamados sin respuesta. Continúen orando a pesar de todo, así comprenderán la
Voluntad del Padre y su Amor.
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Queridos hijos, cuando Dios llama a los hombres, es verdaderamente algo grande.
Piensen cuán triste sería dejar pasar esas ocasiones que Dios les concede ¡sin tomarlas!
Entonces, no esperen a mañana o pasado mañana. Digan SI a Jesús ahora. Y que ese SI
sea para siempre. Gracias por haber respondido a mi llamado.
LECTOR 5
Vamos a escuchar algunas frases que nos alienten a orar sin descanso como éstos santos
lo hicieron:
Sor Lucía de Fátima: “En la oración recibirás fuerza y luz .Nunca consideres mal gastado el
tiempo que emplees en la oración .La causa del mal que hay en el mundo y de la tristeza de
muchas personas proviene de la falta de oración.”
San Alfonso María de Ligorio: “Se peca porque se quiere, pues quien reza no peca, y quien
no reza peca infaliblemente. Si somos vencidos, la culpa es nuestra, por no haber orado...”
San Vicente de Paul: “En la oración mental es donde encuentro el aliento de mi caridad. Lo
más importante es la oración; suprimirla no es ganar tiempo sino perderlo. Dadme un
hombre de oración y será capaz de todo “.
San Pío de Pietrelcina: “La oración es la mejor arma que tenemos, es la llave que abre el
Corazón de Dios”.
San Agustín: “Dios atiende siempre nuestra oraciones aunque no nos dé lo que le pedimos.
El sabe lo que nos conviene. Como Padre amoroso que es, nunca dará a su hijo lo que
pueda hacerle daño o no le convenga, aunque se lo pida llorando”.
VOZ DE JESÚS
“¿Me buscas? ¿Me buscas con insistencia? Porque, ¿Cómo podrías encontrarme si no
me buscáis? Sin Mi nada podéis hacer. Vosotros buscáis siempre lo que os hace falta y,
¿Qué podría haceros más falta que Dios?”
“Yo gusto de obrar en vosotros y por medio de vosotros, ¿Qué podría sernos imposible,
hija, si trabajamos juntos? Tú me dirás: ‘Señor, a Ti la Gloria, a Ti toda la Gloria. Porque
yo nada soy’. Y será verdad.”
“Pero entregándote a Mi Servicio serás el instrumento de tu Dios. Más para ello es
preciso que estés disponible en todo momento; este empeño tuyo Lo glorificará.
Imagínate: Yo, que Soy eternamente feliz en el seno de mi Padre, tengo por mi creatura
un Amor tal, que no puedo prescindir de ella; Mi Amor es de una perfección que no
podéis vosotros imaginar.”
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“Y si mi creatura consiente en retirarse de las cosas del Mundo para consagrarme todas
sus facultades, aunque sólo fueran unos minutos cada día; si consiente en hacer el
silencio en sí misma para escucharme con amor, Me obliga, por decirlo de algún modo, a
tomarla en Mi y entregarle Mis Secretos, al aumentar la Fe, aumenta la Fuerza. Y su
objeto es uno solo: el de acercaros a Mi. ¡Benditos Secretos que consuman la Unión!”
“Hija mía, purifica siempre tu intención, para que se reconozca Mi Rostro en el tuyo.
¿Recuerdas que Yo decía que el que me ve a Mi ve también al Padre? ¡Pues que contigo
sea lo mismo!”
LECTOR 6
Por último, san Pablo nos recuerda que lo importante no son las palabras, sino el anhelo
profundo del Espíritu de Dios en nosotros (Rom 8, 26). Es buena la oración cuando
presentamos nuestras inquietudes a Dios con las palabras que nos inspira el Espíritu; y
mejor aun cuando el Espíritu nos invita a permanecer en una actitud silenciosa, en la que
Dios nos comunica Su paz. Tengamos presente pues que Dios no necesita de nuestras
palabras sino que quiere forjar en nosotros la nobleza de nuestro espíritu: no nos violenta
desde afuera sino que Su influencia, a través de la oración, alcanza lo más profundo de
nuestro corazón y lo transforma.
Perseveremos pues en esta dulce lucha de la oración para que sus frutos se reflejen en
cada aspecto de nuestra vida y ¡más aún en nuestro apostolado! Que podamos descubrir
además -como los grandes santos y héroes de la fe- que no se hace oración cuando se
tiene tiempo sino que, al entender su verdadero valor, se hace tiempo y se convierte en
prioridad pasar un momento de calidad con nuestro Dios.
Quien cambia es Dios
Quien perdona es Dios
Quien disciplina es Dios
Quien corrige es Dios
Quien restaura es Dios
A ti te corresponde ORAR
Dios obra si tú dejas todo en sus manos
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