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TEXTO DE APOYO: Ética Profesional
Extracto y revisión realizada especialmente por el profesor Juan Alberto Fuentes para la asignatura “Ética
Profesional”
“El hombre como creador de valores”
Carlos Ibarra, Editorial Alambra Mexicana, 1996, Capítulo 3
INDIVIDUO Y MORAL
DEFINICIÓN DE INDIVIDUO
Es él quien crea, actúa y recibe el acto moral. Pero, ¿quién es él? ¿Qué fundamenta su actuar?, ¿Cómo actúa
moralmente? Son éstas algunas preguntas que tratamos de contestar.
El individuo es lo es lo que no se puede separar. Es el ser, lo puramente abstracto. Es el ser fijo de una realidad que se
manifiesta. Realidad tal que es en él de un modo inmediato, la suya. Su cuerpo es también expresión de sí mismo producida por
él, que da a conocer lo que él es en cuanto pone en práctica su naturaleza originaria, pone su realidad en sus actos.
SU RELACIÓN CON LOS OTROS
Ahora bien, ¿qué pasa con los demás individuos? Los que también buscan establecer su voluntad de manera
universal. La individualidad que establece la ley de su voluntad experimenta resistencia por parte de otros, porque
su ley contradice a las otras leyes, otros individuos, también singulares, que, en su resistencia, establecen y hacen
válida su propia ley. Ésta se encuentra con una resistencia universal y en una lucha de todos contra todos, en la cual
cada individuo trata de hacer valer su propia singularidad, aunque sin lograrlo, porque enfrenta la misma
resistencia y porque su singularidad es disuelta por las otras y a la inversa.
Esta situación se traduce en un estado de hostilidad, de antagonismo universal, en el cual cada uno toma para sí lo
que puede, ejerciendo la injusticia sobre la singularidad de los otros y buscando afianzar su propia singularidad, que
es anulada por la acción de los demás. Se presenta como el curso de un mundo carente de contenido, del
afianzamiento de las singularidades y de disolución, dándose una contradicción de voluntades irreconciliable. Así,
el individuo asimila los otros a él. Comprende a los otros reduciéndolos a su propio punto de vista y proyectando en
ellos sus pensamientos y deseos, por lo que se cree el centro del mundo. Todo lo juzga por asimilación egocéntrica,
permanece prisionero de su propio punto de vista al que considera absoluto de forma natural.
Y EL OTRO
Hemos hablado del individuo y de cómo su accionar, el deber que impone, la obediencia, etc., recae en el otro. Que el
otro es quien nos demanda la obediencia y en quien recae la acción, y que sin él no habría moral.
Pero ¿quién es el otro?, ¿cuáles son sus características? Veamos esto con un poco de detalle.
El otro es un individuo, o una persona. Es nuestro(a) abuelo(a), padre, madre, tío(a), hermano(a), maestro(a),
amigo(a), enemigo(a), mujer, varón, etcétera. En una palabra es el prójimo, es el rostro mas cercano a nosotros que
hace oir su voz. Está fuera de nosotros, se encuentra mas allá.
Se revela, se hace presente por medio de la voz, irrumpe, surge en el mundo, en nuestro mundo, interpela. En
muchas ocasiones esa voz resulta inquietante porque perturba la conciencia, al cuestionar nuestros principios pone
en entredicho nuestro confort y genera temor ante la posibilidad de su pérdida. Altera nuestra totalidad, nuestro
horizonte, nuestra organización. La voz del otro se presenta subversiva porque plantea dudas acerca de las verdades
que habían sido tenidas hasta entonces por sagradas e indiscutibles. Es por eso que el plácido esclavista, el señor
feudal, el capitalista, el imperialista, el gobernador, el maestro, el padre, deben eliminar la voz del otro, acallarla,
silenciarla a como de lugar.
Sin embargo, acallar la voz del otro, privarlo de su voz, es dejar de considerarlo persona, es despersonalizarlo para
convertirlo en cosa, objeto, nada. Se le ningunea.
Escuchar al otro es estar atento a su palabra, obedecerlo. Entonces la conciencia ética es oír-la-voz-del-otro que clama
justicia, es decir, ser escuchado. En la medida en que lo escuchamos le damos su verdadero rango de persona.
De este modo, mi proyecto es juzgado como bueno o malo si converge o no con el otro. El no al otro es negación de la
exterioridad, es afirmación totalitaria del yo, es solipsismo (primero yo, después yo y al último yo), no se da el
espacio del otro (indígena, campesino, limosnero, extranjero, etcétera). Es matar al otro (de manera simbólica o real),
no tener conciencia ética significa haber matado al otro, que es lo mismo que decir que el otro guarda silencio. Nadie
guarda silencio, se le hace guardar celosamente bajo pena de muerte (castigo, reporte escolar, cárcel, fusiles,
destierro, etcétera).
Texto de Control de Lectura de las asignaturas de Ética Profesional , preparado por el profesor Juan Alberto Fuentes F. / 2011
Por ello el no matarás, negación de la negación, es afirmación suprema del otro. Así, el que mata al hermano
constituye el horizonte de su mundo abismal y fundamento último: se trata de una totalidad fundamentada en una
filosofía de la guerra, una lucha a muerte contra el otro como otro.
Este principio se introduce como competición, como única relación con el otro y junto al triunfo del más fuerte (como
en las películas de cowboys, Rambo o como en las historietas de Superman, Batman, etcétera), se inoculan igualmente
como ethos de violencia y no de justicia. Principio que se transmite en la dialéctica pedagógica (se enseña en la
pareja: padre-madre, varón-mujer, maestro-alumno) y a través de todos los medios: literatura, cine, radio, televisión,
periódico, revistas, etcétera. De esta manera, esta moral se hace ethos (modo de ser) y entra en cada sujeto que ha de
reproducirlo de una ti otra forma en la organización de su mundo, desde el otro (padre, maestro, familia), junto con
su lenguaje, mostrándole que ese es el sentido de todo lo que habita su mundo y enseñándole, de diversas maneras,
a decir no al otro: pobre, enfermo, anciano, etcétera.
Y … ENTONCES ¿QUE ES LA LIBERTAD?
… LA LIBERTAD ABSTRACTA
La singularidad de la voluntad y la de los otros es un derecho solamente en cuanto cada singularidad es un ser
libre. Por lo que ninguna voluntad puede ser sostenida en contradicción con su fundamento esencial: el ser libre. Al
individuo sólo le preocupa su independencia y su libertad, para salvarse y mantenerse a sí mismo a costa del mundo
o de su propia realidad, ya que ambos se le manifiestan como lo negativo de su esencia, la libertad. Ésta le hace
rechazar todo contenido, toda determinación exterior como un límite. Por lo que destruirá (en la medida de sus
posibilidades), romperá o al menos se opondrá, a todo aquello que se le presente como una limitación de su libertad.
Rechazando por cualquier medio la realidad positiva (legal), porque implica de inmediato alguna ordenación o
especificación, tanto en instituciones como en individuos.
De aquí la noción tan común de libertad como arbitrio, como determinada simplemente por los impulsos naturales y
la subjetividad de la voluntad. Cuando se dice que la libertad es, sobre todo, poder hacer lo que se quiere, lo que
viene en gana, es una falta absoluta en la formación del pensamiento, en la cual no se encuentra indicio alguno de lo
que es la voluntad libre en si y para si (determinada). Sólo es la certeza abstracta del querer con respecto a la
libertad, pero no es todavía la verdad de ésta porque no se tiene aún a sí misma como contenido y fin, es decir,
determinada, ya que la ley universal no surge como algo vacío y contrapuesto a la conciencia, como una necesidad
muerta, sino como una necesidad en la conciencia misma.
Bajo estos antecedentes, el individuo se da realidad sólo en cuanto entra en la existencia en general, porque, mientras
esta individualidad, esta voluntad libre, no sea acogida en la organización de la totalidad (la sociedad) y conciliada
con ella, se presentará como algo hostil, como corrupción del orden social y subversiva.
El hombre con conciencia ética, al escuchar la voz-del-otro se transforma, aun contra su voluntad, en testigo,
testimonio del otro: el pobre oprimido, el que demanda justicia, el indigente, el explotado. El varón que tenga
conciencia ética oirá la voz de la mujer oprimida por la cultura patriarcal. El padre y el maestro oirán la voz del hijo
y del discípulo. El hermano oirá la voz del hermano oprimido, pobre, del pueblo explotado que exige justicia.
La conciencia ética es el encuentro de la voz-del-otro que interpela y exige justicia desde su exterioridad distinta,
encuentro de dicha voz con el que sabe oír-al-otro. ¡El que tenga oídos para oír que oiga!
Una vez aclarado este punto tenemos que el ser para otro y con el otro es, por lo tanto, la sustancia que es en si
diferente del sí mismo. De este modo, la conciencia no ha abandonado el puro deber o el en sí abstracto, pero ahora,
con el reconocimiento del otro, es el momento esencial que consiste en comportarse hacia los otros como
universalidad. Ésta es el elemento común de la autoconciencia y la sustancia en que el acto tiene subsistencia y realidad,
el momento del ser reconocido por los otros.
En efecto, la esencia del acto, el deber, consiste en la convicción que es precisamente el en si mismo; es la
autoconciencia en si universal o el ser reconocido y, con ello, la realidad, también lo universal (el otro), y cuando mas
vela por sí, tanto mayor es no solamente su posibilidad de de ayudar a los otros. Su goce singular tiene
esencialmente la significación de entregar con ello a los otros lo suyo y ayudarles así a adquirir su propio goce.
De este modo, el reconocimiento del derecho y la libertad del otro, la conciliación de intereses y voluntades se
convierte en sí y para sí en elemento racional de las determinaciones de la voluntad y no es, insistimos, la propiedad
particular de un individuo o de un deber singular, sino que es, esencialmente, en forma de determinaciones
pensadas, el derecho, la moral. Una moral que es la idea de la libertad, como bien viviente que tiene en la conciencia
de sí su saber y su querer y, por medio de su obrar, su realidad.
La moral es entonces, el concepto de libertad devenido mundo existente y naturaleza de la conciencia de sí. Así,
para el sujeto, la sustancia moral, sus leyes y fuerzas tienen, por un lado, como objeto, la referencia por la cual ellas
son en el más alto sentido de la independencia, una autoridad y potencias absolutas infinitamente más fuertes que el
ser de la naturaleza (instinto), porque las leyes morales no son algo extraño al sujeto, está implícito el testimonio que
de ellas hace su espíritu, como su propia esencia, en la cual el sujeto tiene su sentimiento de sí y vive como en su
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elemento, indistinto de sí mismo.
El deber que obliga puede aparecer como limitación sólo frente a los impulsos de la voluntad natural o de la moral,
que dicta desde su arbitrio su bien indeterminado. Pero, lo cierto es que en el deber, el individuo tiene, más bien, su
liberación. Por una parte se libera de la dependencia en que se encuentra con respecto al mero impulso natural, así
como de la sujeción, como particularidad subjetiva, a las reflexiones morales del deber ser y del poder ser. Por otra
parte, se emancipa de la subjetividad indeterminada que no llega a la existencia y a la determinación objetiva del
obrar y permanece en sí como irrealidad.
En el deber, el individuo se emancipa y alcanza la libertad sustancial. Por ello, decir qué debe hacer el hombre y
cuáles son los deberes que tiene que cumplir para ser virtuoso, es fácil en una comunidad moral: lo prescrito,
señalado y advertido.
En la identidad de los individuos con la realidad, lo moral aparece como su modo universal de obrar, como
costumbre. El hábito de lo moral se convierte en segunda naturaleza, puesta en lugar de la primera voluntad, meramente natural, es el alma penetrante, el significado y la realidad de su existencia. En esa identidad de la voluntad
universal con la particular se identifican deber y derecho. El hombre, mediante la moralidad, tiene derechos en tanto
tiene deberes y deberes en tanto tiene derechos. De este modo, el concepto de la idea moral sólo es como espíritu,
como cosa sabedora de sí. Y real, porque es la objetivación de sí mismo, el movimiento a través de la forma de sus
momentos. En consecuencia, tal concepto es:

La familia, el espíritu moral inmediato o natural.

La sociedad civil, la unión de los miembros como individuos independientes en una universalidad formal,
mediante sus necesidades, y la constitución jurídica como medio de garantía de las personas y de la
propiedad y, en virtud de un orden externo, para sus intereses particulares.

El Estado externo, que se recoge y retrae en el fin y en la realidad de lo universal sustancial y de la vida
pública al mismo en la constitución del Estado.
Pero, antes de determinar estos aspectos, veamos cómo crea los valores el hombre.
Para Karl Marx, el hombre es antes que nada un ser que produce: homofaber. El trabajo, dice Marx, es, en primer
término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, éste realiza, regula y controla, mediante su propia acción, su
intercambio de materias con la naturaleza. En este proceso, el hombre se enfrenta como un poder natural con la
materia de la naturaleza. Pone en acción las fuerzas naturales que forman su corporeidad: los brazos y las piernas, la
cabeza y las manos, para allegarse, bajo forma útil para su propia vida, las materias que la naturaleza exterior a él, le
ofrece. Las transforma pero, al mismo tiempo, transforma su pro-pía naturaleza, desarrollando las potencias que
dormitan en él, sometiendo el juego de sus fuerzas a su propia disciplina. Esta práctica del hombre que nos ofrece la
relación entre sujeto y objeto, nos permite ver que sus sentidos, en tanto que sentidos animales, tienen sólo un
sentido limitado.
Para el hombre hambriento, dice Marx, no existe la forma humana del alimento, sólo su carácter abstracto de
comida. Lo mismo podría existir en su forma más grosera y es imposible determinar de qué manera esta actividad
alimenticia diferirá de la de los animales. Los sentidos naturales del hombre, por así decirlo, tienen que conformarse
de acuerdo a objetos exteriores. Cualquier objeto sólo puede confirmar una de las facultades. Por que no son sólo los
cinco sentidos, sino también los llamados sentidos espirituales, los sentidos prácticos (deseo, amor, etcétera), es
decir, la sensibilidad humana y el carácter humano de los sentidos, los que pueden surgir mediante la existencia de
su objeto, a través de la naturaleza humanizada. Sujeto y objeto no pueden separarse. El ojo, dice Marx, se ha convertido en ojo humano cuando su objeto se ha convertido en objeto social, humano, creado por el hombre y
destinado al hombre. Los sentidos se relacionan con la cosa por la cosa misma, pero ésta es una realización humana
objetiva para sí y para el hombre y a la inversa.
En efecto, sólo puedo relacionarme, de una manera humana, con una cosa, cuando la cosa se realiza con el hombre
de una manera humana. Nos encontramos así en aquella etapa en que el hombre, antes de efectuar su actividad, su
trabajo, lo proyecta en su cerebro. Al final del proceso existía ya en la mente del hombre. Es decir, un resultado que
tenía ya existencia ideal.
El hombre no se limita a transformar la materia que le brinda la naturaleza (una materia neutra, por así decirlo) sino
que, al mismo tiempo, realiza en ella su fin. Él sabe que este fin rige como una ley las modalidades de su actuación y
tiene necesariamente que supeditar su voluntad a él. Al realizar en el objeto su fin, un fin humano, le da al objeto un
valor, un contenido que antes no tenía. Así, por ejemplo, el oro en su estado natural es un fragmento de la naturaleza
con determinadas propiedades físicas y químicas, en cuanto entra en relación con el ser humano y responde a
determinadas necesidades humanas, es decir, en cuanto se humaniza a través de un proceso de transformación,
asimilación o intervención en las relaciones humanas, el oro no existe ya como un simple objeto natural sino que
adquiere una gama infinita de propiedades nuevas, como puede ser, por ejemplo, la de servir de adorno o producir
placer desinteresado (valor estético), la de servir para fabricar utensilios diversos (valor práctico-utilitario), la de
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servir de moneda de cambio (valor económico), etcétera. Entonces el oro vale no como objeto en sí, sino para el
hombre.
Queda claro que, desde el momento en que el objeto natural entra en determinadas relaciones con el hombre y
responde a determinadas necesidades humanas, adquiere un valor, que no tiene al margen de la relación con el
hombre, ni independientemente de la naturaleza sensible o física que lo sustenta. El valor del oro varía de acuerdo
con el desarrollo social o histórico, porque varían sus relaciones con 'el hombre en su devenir histórico.
En suma, es el hombre con su actividad, con su trabajo, el que, al entrar en relaciones particulares con el objeto, crea
o le da valor. Es pues, el creador de valores.
EL HOMBRE Y SU CONCEPTO
La necesidad de definir al hombre es fundamental, ya que de ella se deriva toda una actitud ante la vida y su problemática, toda
una posición teórico-práctica que permite enfrentar y buscar resolver todo género de vicisitudes y proyectarse de una forma
determinada hacia el futuro. De la concepción de hombre que se tenga dependerá el proyecto que se haga de la ciencia, el arte, la
política, la religión y la ética.
Dar una definición del hombre no es tarea de la ética, pero se auxilia para ello de la filosofía. Es decir, la definición
del hombre no es un problema ético sino filosófico y, más concretamente, de la antropología filosófica. Entonces, en
términos generales, dependerá de la posición filosófica que sustente el científico, el artista, el político, el religioso, el
ecólogo o el individuo común, la acción o conjunto de acciones y su justificación o rechazo, que se realicen con y
para el hombre.
La preocupación por saber qué es el hombre y cuál es su misión, es ancestral. En todos los tiempos y espacios el
hombre ha buscado dar respuesta a estas interrogantes, ya que en ello le iba incluso la vida o al menos el sentido de
su vida. Las concepciones sobre él son múltiples y variadas y según sus características se pueden clasificar en dos:
idealistas y rnaterialistas.
Las concepciones idealistas o dualistas parten del presupuesto de que el hombre o bien ha sido creado por la
divinidad o está compuesto de cuerpo y alma o incluso ambas cosas. Se entiende por alma al espíritu o la razón y se
le ve como algo divino o algo superior al mismo hombre. Las primeras respuestas que tenemos en este sentido son
las que se ofrecen en la mitología y que en muchas ocasiones retoma la religión de otro modo, en un período ya
avanzado de la humanidad, puesto que no se tiene información detallada del período anterior, la prehistoria, con
todo su sentido mágico.
Las definiciones del período mitológico-religioso se formulan a partir de lo dicho por el dios o dioses creadores del
hombre a sus representantes aquí en la tierra. Creado de diferentes maneras materiales, según la mitología o
religión, el hombre es visto siempre, salvo en algunas religiones, como la grecolatina, como un ser inferior a la
divinidad, concepción que determina toda la práctica del hombre a buscar su armonía con la divinidad. En términos
generales, lo presenta como compuesto por alma y cuerpo.
Un alma o espíritu que está en relación con la divinidad y por ello es inmortal, a la que es necesario cuidar ya que es
el puente entre el hombre y la divinidad. Alma o espíritu que le da sentido al hombre, a toda su vida, y lo salva de la
intrascendencia, de ser un objeto más del universo.
Y el cuerpo, que es la mortaja que encierra el alma, es perecedero y corruptible. Cuerpo del que hay que
desembarazarse para alcanzar la beatitud perdida. Un cuerpo que, por esta concepción y salvo en algunas religiones,
hay que sacrificar, mortificar, porque es objeto de perdición, hay que anularlo por diferentes las, como la meditación
en el caso de los budistas, que si bien no tienen divinidad ven al cuerpo y a la voluntad como el origen del deseo, del
sufrimiento.
La concepción materialista concibe al hombre como un ser puramente material y su razón (lo que los idealistas
llaman espíritu o alma) es una consecuencia, muy especial por cierto. El pensamiento es producto del cerebro. El
hombre proviene de la materia que en su organización llega a generar un ser pensante, una materia que piensa. El
hombre es así la culminación de la evolución, de la materia que se organiza de tal forma que llega a generar a los
seres vivos.
El hombre es el punto culminante donde la materia inorgánica, lo físico y lo químico, se organizan de tal forma que
genera células, ¡materia viva! que en su desarrollo conforma tejidos, órganos, sistemas y seres vivos. Seres entre los
que destaca el ser humano gracias a su cerebro, que no es el instrumento de energía superior o de un espíritu, sino el
resultado de la evolución de la materia. Así, el hombre es la materia que toma conciencia de su materialidad y de su
finitud como individuo, así como de su acción trascendental como especie. El hombre es el único animal que es
consciente de su finitud y de que un día morirá. De que una vez muerto la materia se reorganizará sirviendo para
diferentes fines: abono en el campo, integración en la atmósfera por medio de las moléculas, etcétera. Y que su única
forma de trascendencia es a través de sus obras, por medio de las cuales se le recuerda. En este sentido, el hombre es
sólo cuerpo, materia, por lo que se rechazan las pruebas de la inmortalidad del alma y no se acepta una vida ultraterrena. El sentido del hombre es el mismo hombre, aquí en la tierra y no en el más allá.
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De este modo, todas las concepciones del hombre que se han elaborado, a través de la historia: monismo, dualismo,
existencialismo, inmanentismo, materialismo, idealismo, etc., se pueden catalogar, de acuerdo a sus características,
como idealistas o materialistas.
Independientemente de la posición que se adopte, idealista o materialista, cuando hablamos del hombre tratamos,
entre otras cosas, de moral, porque como dice el maestro español, Fernando Savater: el hombre es moral porque es
mortal. Sí, cuando hablamos de hombre, no disertamos sobre algo abstracto, ya que la esencia del hombre es la
totalidad de las relaciones sociales. Y cuando lo concebimos así no se abstrae la actividad del otro, realizándose así la
apertura ética. Entonces, decir hombre es hablar también de relación moral. De esta manera, cualquier concepción
filosófica del hombre no puede ser comprendida sin la aplicación de la clave ética y toda concepción ética, para ser
comprendida, requiere de una concepción filosófica del hombre en particular. Así, para entender relaciones morales
o tablas de valores determinadas, se requiere de una concepción de hombre, así como para crear un tipo
determinado de hombre se requiere, entre otras cosas, de un marco ético determinado.
DIFERENCIA ENTRE BIEN Y VALOR
El ser humano, ante una realidad que lo precede y agobia, se ve obligado a satisfacer sus necesidades vitales en un
enfrentamiento franco con la naturaleza. Ante la necesidad de satisfacer sus necesidades, aprovecha, primero de
manera inconsciente y luego conscientemente, los objetos naturales que su entorno le ofrece. Poco a poco, se percata
de que ciertos objetos y sus propiedades, ciertas sustancias y fuerzas de la naturaleza, satisfacen más y mejor sus
necesidades. Bajo este primer condicionamiento de su conciencia, discrimina entre los objetos que le resultan útiles
(que pueden satisfacer sus necesidades) y los que le son nocivos, superfluos o inútiles. El primer grupo de objetos se
identifica con lo bueno y queda incluido entre los valores; el segundo, se identifica con lo malo (o con lo neutro, que
no me afecta o no importa).
De la interrelación que se da entre sujeto y objeto, objeto y su, como ya hemos visto, el valor.
Es decir, el objeto, con sus características peculiares, estimula al ser humano a utilizarlo, a usarlo, y el ser humano
aprecia en el objeto ciertas características que le permiten interpretarlo como útil. Ahora bien, esta utilidad se da de
hecho en dos niveles:

una en la que el objeto es reconocido, por su características, como bueno, en el sentido de útil;

otro, en que todo objeto que posea las características reconocidas debe ser elegido o debe ser incluido entre
las cosas valiosas, que permiten un buen uso o disfrute.
Estos dos niveles, esta doble diferenciación, una la que el objeto es y otra la que objeto debe ser, dan origen al bien y al
valor.
En un principio, esta diferencia es tan sutil que no se percibe y el juicio sobre lo útil, necesario o importante y el
concepto de valor son idénticos. De aquí que el concepto de bienes materiales y de valores materiales tengan en esencia el
mismo sentido. Pero no es correcto aplicar el concepto de bien únicamente a valores materiales, ya que por ejemplo, en este
sentido, ¿no seria un bien la libertad?
En el concepto de bien se subraya la utilidad, lo necesario, y en el concepto de valor el sentido de que la gente
aprecia el bien.
Dicho de otro modo, en el concepto de bien participa más que todo el lado objetivo, práctico y en el de valor las
relaciones no son inmediatas, son objetos de preferencia o elección.
El origen del valor y del bien es el mismo: la realidad. De aquí la dificultad para diferenciar plenamente el valor del
bien. Es decir, a un objeto útil, deseado y cuando hablamos de un bien nos referimos por consiguiente a un objeto
que valoramos no sólo por su utilidad sino por sus cualidades.
Históricamente, el uso del término valor comienza sólo cuando su significado se generaliza para indicar cualquier
objeto de preferencia o de selección, lo que ocurre por primera vez con los estoicos (corriente filosófica desarrollada
antes de Cristo), quienes introdujeron el término en el dominio de la ética y denominaron valor a los objetos de las
selecciones morales. Lo hicieron así por entender el bien en el sentido subjetivo y, en consecuencia, poder considerar
los bienes y sus relaciones jerárquicas, como objetos de preferencia o elección.
Pero ¿siempre han existido los mismo valores?, ¿cuál es su valor?, ¿son iguales los valores para todo el mundo o son
diferentes en cada caso?
TABLA DE VALORES
Debemos tener presente que los valores no son eternos y dados de una vez para siempre.
El valor está determinado por un tiempo y un espacio, porque cuenta con una historia.
El valor (concepto) libertad no ha sido el mismo para los griegos, los romanos, los nazis o los yanquis. Y no ha sido
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igual porque el ser humano, el ser social, histórico y real, ha determinado de diferentes formas el concepto, lo ha
determinado de acuerdo a su situación concreta, a sus necesidades, sus intereses de clase y sus relaciones sociales;
por ello, lo ha llenado de diferentes contenidos.
En este sentido, los valores han tenido un desarrollo. Algunos han desaparecido; otros se están desarrollando y
creando, mientras otros más desaparecen. Como punto de partida de este cambio o desarrollo tenemos una práctica
determinada de los individuos en sociedad, la transformación que el hombre ejerce sobre sus bienes y valores.
Antes de valorar se precisa responder a las siguientes interrogantes: ¿quién valora?, ¿por qué valora?, ¿cómo valora?,
¿a qué responde su valoración?, ¿cuáles son las determinantes de su valorar?
Por ejemplo, para un pionero de Norteamérica, un indio bueno será un indio muerto. En cambio para el indio lo
bueno será vivir en libertad en su tierra. Para un señor de Norteamérica, un negro será un negro que canta mientras
trabaja. O para el español colonialista, un indio bueno es aquel que le entrega su oro, su plata y sus mujeres. Siendo
esto así, bien se puede preguntar: ¿cuáles son y para qué sirven los valores?
Antes de ofrecer una tabla de valores debemos señalar que una de las características trascendentales de los valores es
que estos se presentan distribuidos en escalas que van de valores inferiores a superiores, ellas son dictadas por la
preferencia y las necesidades del individuo que las sigue.
Toda escala de valores responde a la pregunta ¿qué valores debo preferir realizar de los posibles que se me
presentan? A esta pregunta no se responde con lo que el individuo de hecho elige, sino con lo que considera preferible
elegir, aun cuando no lo realice.
No existe una escala de valores fijos e inmutables, una preferencia o elección de valores fija e inmutable. La
preferencia de unos valores sobre otros depende de la situación, de las circunstancias o condiciones en las cuales se
elige, la sociedad en la que se vive, la clase social a la que se pertenece, los valores en boga, la educación que se
tenga, etc.
A pesar de lo relativo de las escalas, debido a sus constantes, es posible intentar una clasificación general de los
valores que no pretenda establecer una jerarquía, sino únicamente ver a qué nivel del ser humano se dirigen,
atendiendo a sus necesidades más inmediatas:

En un primer nivel se encuentran los valores destinados al nivel natural. A la naturaleza dotada de valor.
Es, al mismo tiempo, la condición de posibilidad de los valores. No se pueden crear valores si no hay un
individuo que los cree, que los descubra en su irrealidad de posibilidades, como no los hay sin una
naturaleza en la cual sean realizados y los soporte. Pertenecerán a este nivel, por ejemplo, la conservación
de la propia vida, la salud, etcétera. Como en el caso del accidente aéreo de los Andes, en los años ochenta,
cuando los sobrevivientes, religiosos, con una buena cultura, ideología, etcétera, con tal de salvar la vida
cayeron en el canibalismo.

El segundo nivel corresponde a los valores que se dirigen al individuo. Son los valores que atienden a la
satisfacción puramente individual y a su segunda naturaleza. La felicidad personal representa este tipo de
valores.

Los valores del tercer nivel se dirigen al hombre, como ser humano total, unido con un mundo humano y
con la humanidad. Este nivel de valores encuentra su soporte en los anteriores y los subsume superándolos.
Aquí tenemos los valores heredados por el individuo, su tradición cultural, representan el fondo sobre el
cual se puede desarrollar. Aquí están todos los valores culturales que el hombre tiene al nacer y de los
cuales se nutre: arte, leyes, moral, educación, etcétera. En estos niveles se va formando el ser humano. Se
nutre de valores. Para la satisfacción de su deseo humano tiene que realizar los valores y estos se convierten
en una función de la propia nutrición. Al nacer en un mundo humano, el hombre tiene que alimentarse de
valores ya creados en ese mundo.

La posibilidad de nuevos valores es lo que constituye el último nivel de nuestra clasificación y este nivel
enlaza a los anteriores y los dota de sentido histórico-humano. Este es el nivel de los valores de la praxis
(práctica transformadora), que es el fundamento de los niveles anteriores. Todos los niveles de los valores
encuentran su posibilidad en la praxis humana, ya que, de ella nacen y sólo por ella pueden ser. Es este un
nivel sin rostro definido, está formado por las posibilidades humanas y se explica por la libertad humana.
Es el nivel de valores más difícil de matizar, ya que implica enfrentarse a todo aquello alcanzado por el
hombre.
LA IMPORTANCIA DE LOS VALORES EN LA VIDA HUMANA
Cuando se dice que las ideas gobiernan el mundo o que ejercen un poder en la historia, se piensa generalmente en
aquellos valores que expresan aspiraciones humanas y cuya relación depende de la voluntad humana, como por
ejemplo la libertad, la igualdad, la fraternidad, el amor, etcétera. Algunos de estos valores han sido realizados en
parte y no hay razón cualquiera para que cualquiera de ellos no pueda llegar a ser realizado en una sociedad o en el
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mundo.
Los valores son objetos de aprobación o de rechazo, según se consideren buenos o malos y no verdaderos o falsos.
Son ideas que tienen gran importancia en la determinación y orientación de la conducta humana. Estas ideas
expresan concretamente la gradación de los deseos humanos reales en un pueblo, aspiraciones, propósitos que han
guiado y guían al hombre en su lucha por una mejor sociedad. Son ideas en aras de las cuales han luchado y
sucumbido los mejores hombres de todas las épocas, por las cuales han corrido mares de sangre, por las que la
humanidad ha sufrido a lo largo de su historia.
Desde esta perspectiva, los valores orientan y guían a los individuos en el logro de mejoras sociales, de mejoras
humanas. Fruto de la praxis humana orientan y determinan las aspiraciones de la sociedad en su misma praxis.
Los valores impulsan y profundizan los intereses sociales, de clase o individuales, y son el principio motriz de la
práctica misma.
Los valores, en una situación concreta, pueden ser tan interiorizados que se hacen constrictivos, limitan la praxis,
impiden la creatividad hasta el grado de convertirse en un lastre, en una carga pesada, tanto para el individuo como
para la sociedad.
Son valores que atienden fundamentalmente a la intención y que buscan conservar una situación más que superarla.
Sin embargo, la creación de valores es constante, permanente, como lo es la lucha del ser humano por superarse. En
esta creación permanente, apurada por el mismo desarrollo social, los valores vienen a enriquecer la situación
anterior y a transformarla dialécticamente, colocando al ser humano en un nuevo nivel, en el que posibilita y
propulsa la creación de un nuevo hombre, de una nueva sociedad.
A nivel práctico-utilitario, los valores orientan nuestras acciones, nuestra conducta y no sólo eso sino que
fundamentan nuestra vida. Así, cuando se va a realizar cierta actividad o se planea cierta acción, son nuestros
valores los que nos permitirán realizarla o impedirán que tomemos parte activa en ella. Por ejemplo, cuando un
"amigo" que gusta del alcohol, del cigarrillo o de la droga, le pide a otro que no consume nada de esto, que lo
consuma si quiere formar parte del grupo o de sus amigos ¿qué está haciendo este sujeto que presiona? Induciendo
al otro a que realice una acción que está fuera de su marco valorativo. Y cuando el segundo se niega a consumir lo
que se le pide, el primero muy ufano le dice: ¿Por qué no?, ¿que tiene de malo? Es decir, apela a su moral que choca con
la moral del segundo chico. Pero, ¿efectivamente no tiene nada de malo? Haciendo abstracción del perjuicio
psicofísico que acarrea consumir estos productos, lo que tiene de malo es que está socavando, minando,
carcomiendo los valores del no adicto.
Valores que sostienen no sólo su conducta sino su vida misma. Eso tiene de malo, un sujeto sin valores es un cínico o
un libertino, o ambas cosas. Lo mismo sucede cuando un chico le pide a su pareja, soltera, "hacer el amor" (tener
relaciones sexuales prematrimoniales), ya que no tiene nada de malo. Si la chica accede, en ese momento sus valores
se derrumban, su vida y la forma de verla cambian diametralmente, además de que su tabla de valores tendrá que
ser reconstruida y, mas aún, si la chica es abandonada ya embarazada. Esto nos muestra cómo la mayoría de la gente
se molesta cuando sufre un daño físico, pero son pocos los que se molestan cuando sufren un daño moral: la
insistencia del adicto, la seducción subliminal en los medios de comunicación, la pornografía, etcétera, ya que éste
no se nota, pasa desapercibido. Esto nos lleva a nuestro siguiente tema.
LA VIDA COMO COMPROMISO
Desde que el individuo nace se encuentra ya en un conflicto con la vida, en franco antagonismo con ella, ahora
afirmándola, ahora negándola, en una lucha constante, permanente, como planteara Heráclito. El individuo, en su
devenir consciente o inconsciente, toma una actitud ante la vida, es decir, se compromete como factor de avance o
retroceso, como liberador del otro o como su dominador. Así, puede afirmar la vida o negarla, estar de acuerdo con
posiciones optimistas o pesimistas, luchar por el engrandecimiento de la vida o ser un nihilista (negar el valor de la
vida). Pero, independientemente de la actitud que adopte el individuo, su decisión final le llevará a una toma de
partido y de este modo estará asumiendo, consciente o inconscientemente, ente, un compromiso.
En este sentido, todo individuo es un ser comprometido, inserto, dado a luz o puesto en un proceso en el cual ha de
actuar y ante el cual es responsable. Desde el momento mismo en que toma conciencia de su existencia, el individuo
adquiere conciencia de que está comprometido. Ahora bien, no sólo está comprometido ante la vida en general, sino
también con una sociedad y con una cultura que no han sido hechas por él. Comprometidos, alumbrados en un
mundo en el cual nadie decidió nacer rico o pobre; en América o Europa; blanco o negro, mujer o varón; en un
mundo siempre indiferente a nuestras necesidades individuales. Comprometidos con una sociedad y una cultura
hecha por otros individuos, en un mundo en el que no decidimos nacer, con sus conflictos, leyes, costumbres,
política, economía, arte, religión y otras múltiples formas de expresión humana. Pero, un mundo en cuya hechura no
hemos participado, sobre el cual nadie nos ha consultado. Un mundo que no siempre ha de responder a nuestros
anhelos, necesidades y sueños. Y, sin embargo, un mundo que tenemos que aceptar como propio. Comprometidos
frente al otro, al prójimo, a nuestros semejantes. Obligados a responder de nuestras obras, pero también de las de
ellos.
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Al asumir el compromiso de nuestras actitudes ante la vida y el mundo no sólo comprometemos nuestra existencia
sino también la de los otros. Así como los otros nos comprometen con sus actitudes, nosotros los comprometemos
con las nuestras. De esta manera, las contradicciones propias de la vida, del mundo, en sus diferentes aspectos, los
otros, nos urgen constantemente a tomar partido a comprometernos ante ellos y por ellos. Y, al comprometernos
como miembros y productos de la sociedad, comprometemos a nuestros semejantes. De aquí nuestra
responsabilidad. Al ser parte de un todo inseparable tenemos que responder de nosotros y de los otros, en una
cadena inevitable e interminable, mientras exista la humanidad.
Somos responsables de los otros y ante los otros; como ellos lo son de nosotros y ante nosotros. Pero ¿qué es la
responsabilidad? y ¿cómo somos responsables?
EL CONCEPTO DE RESPONSABILIDAD
Hablar de responsabilidad moral es un problema que se haya estrechamente unido al de la necesidad y la libertad
humana, ya que, sólo si se admite que el sujeto tiene cierta libertad de opción y decisión, cabe hacerle responsable de
sus actos ante el otro. Por ello no basta juzgar determinado acto conforme a una norma o regla de acción, como se ha
venido haciendo, sino que es preciso examinar las condiciones concretas en que aquél se produce a fin de determinar
si se da el margen de libertad de opción y decisión necesario para poder imputarle una responsabilidad moral. Si
Fulano ha cometido el robo sin estar obligado por nada y sin necesidad alguna, la reprobación y responsabilidad
moral no ofrecen duda alguna. Pero, si, sabemos que Fulano es cleptómano ¿seguiremos haciéndole responsable y,
como tal, reprobando su acción? Obviamente no. Bajo esas condiciones ya no podría decirse que es responsable y,
por el contrario, habría que eximirle de responsabilidad al ver en él a un enfermo que realiza un acto moral y
legalmente indebido por no haber podido ejercer un control sobre si, es más, sin darse cuenta.
El ejemplo anterior nos permite plantear estas cuestiones: ¿cuáles son las condiciones necesarias y suficientes para
poder responsabilizar moralmente a una persona por determinado acto?, ¿bajo qué condiciones puede ser alabada o
censurada una persona por su conducta?, ¿cuándo puede afirmarse que un individuo es responsable de sus actos o
se le puede eximir total o parcialmente de su responsabilidad moral?
Desde Aristóteles contamos ya con respuestas a estas cuestiones. Se señalan dos condiciones fundamentales, a saber:

Que el sujeto no ignore las circunstancias ni las consecuencias, en el otro, por su acción. Es decir, que su
conducta tenga un carácter consciente.

Que la causa de sus actos esté en él mismo (causa interior) y no en otro agente (causa exterior) que le
obligue a actuar en cierta forma, pasando por encima de su voluntad. Es decir, que su conducta sea libre.
IGNORANCIA Y RESPONSABILIDAD MORAL
Si sólo podemos hacer responsable de sus actos a la persona que elige, decide y actúa conscientemente, es
evidente que debemos eximir de responsabilidad moral al que no tiene conciencia de lo que hace, es decir, a
quien ignora las circunstancias naturales o las consecuencias de su acción. La ignorancia, en este caso, se presenta
como una condición suficiente para eximir de la responsabilidad moral. Sin embargo, ¿es siempre la ignorancia una
condición suficiente para eximir de responsabilidad moral? Antes de responder pongamos un ejemplo de la vida
cotidiana.
Los sismos de septiembre de 1985, en la Ciudad de México, dejaron al descubierto muchos casos de corrupción.
Entre ellos destaca lo sucedido en Tlatelolco. Uno de los edificios se vino abajo y varios de los otros quedaron
seriamente dañados, lo suficiente para no volverse a habitar. Una vez realizado el peritaje de rigor, se encontró que
los materiales utilizados en la construcción de dichos edificios eran de mala calidad y que, en el caso de las varillas,
no cubrían las exigencias de calidad requerida para ese tipo de construcción. Algo que no se pudo verificar en el
momento de la construcción. Cuando se buscó a la compañía constructora responsable de la obra, ésta argumentó
que ignoraba que se hubiese utilizado este tipo de material y que el temblor había rebasado lo previsto por la
normatividad de la construcción. Así que los daños materiales y la pérdida de vidas humanas no era su
responsabilidad. El gobierno apoyó a la constructora y en la actualidad muchas personas siguen sin poder recuperar
sus departamentos y menos aún revivir a sus familiares y amigos.
En este caso, efectivamente la constructora y los ingenieros que participaron en dicha obra ignoraban que algún día
temblaría con tal intensidad, pero, de acuerdo a la reglamentación de construcción, pudieron y debieron no ignorar
y por ello prevenir, cumpliendo con las disposiciones legales y no caer en corruptelas solapadas por el gobierno de
ese entonces. En este caso, la ignorancia no exime de responsabilidad moral, ya que hay circunstancias en que la
persona, moral o física, no debe ignorar lo que está obligado a conocer o aplicar. En otras palabras, la ignorancia no
puede eximir de su responsabilidad, ya que el sujeto es responsable de no saber lo que debió saber.
La ignorancia de las circunstancias, naturales o consecuencias de los actos humanos, permite eximir al individuo
de su responsabilidad personal, pero esa exención sólo estará justificada, cuando se encuentre en la
imposibilidad subjetiva (por razones personales) y objetivas (por razones histórico sociales) de ser consciente de
sus propios actos. De otra forma, mientras la persona sea consciente y libre será responsable moralmente. Pero,
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aquí surgen varias preguntas: ¿qué es la libertad?, ¿cuáles son sus características?, ¿cómo se determina la libertad?
DEFINICIÓN DE LIBERTAD
La definición de libertad como la de todo concepto es relativa, cambia con el tiempo y el espacio. Ha tenido
diferentes contenidos desde los griegos hasta nuestros días. Si bien es cierto que el concepto ha cambiado, no así la
palabra libertad, vestidura material del concepto, que ha seguido siendo la misma.
Se ha dicho que la libertad es la posibilidad de elección, el acto voluntario, es espontaneidad, es margen de
indeterminación, ausencia de interferencia, liberación frente a algo y para algo, es realización de una necesidad,
posibilidad de autodeterminación, etc.
Determinar el concepto (contenido y extensión) de libertad implica rastrearlo a través de la historia. Viene de la voz
latina libert. Según Ferrater Mora en su diccionario filosófico, indica que el joven es libre cuando alcanza la edad de
procrear y se incorpora a la comunidad como hombre capaz de asumir responsabilidades. Responsabilidades o
libertad que pueden ser ante sí mismo: moral, o ante la sociedad: esposa, hijos, estado, etc. Al alcanzar esta situación
la persona recibía la toga, o reconocimiento de responsabilidad (Toga virile o toga libera, si el hombre es libre o no
sometida, o es esclavo o sometido).
Resulta interesante la referencia a la madurez sexual, porque esto permitiría una lectura en el sentido de que se daría
la categoría de libre a la persona que, de acuerdo a nuestra idiosincrasia, alcanzaría la mayoría de edad o dejara la
patria potestad de los padres, y no como una cuestión política como sucede en nuestro país.
Y algo sumamente importante, la libertad no se da por sí misma, sino que está relacionada en primer término con
la responsabilidad. Dicho de otra manera, para los antiguos no se daba la libertad sin la responsabilidad (hacia si
mismo y hacia el otro), de manera abstracta (sin relación con nada) y, por otro lado, sin un correlato material: la vida
sexual.
Libertad, para los griegos, el hombre que no es esclavo. El contenido que se le daba a este concepto era el de libertad
en cualquier sentido, que podía resumirse en tres puntos:

Una libertad natural, es decir, la posibilidad de sustraerse al orden cósmico, al destino y al orden natural.
En el aspecto cósmico era no contar o haber sido escogido por el destino para realizarlo. No eran libres en el
sentido de hacer lo que se quiera, sino más bien se trataba de saber hasta qué punto y en qué medida un
individuo podía sustraerse a la estrecha imbricación interna de los acontecimientos naturales. En este
sentido, la libertad pertenece al orden de la razón. Por consiguiente el hombre es libre en cuanto ser
racional y dispuesto a actuar como ser racional. Porque si todo está determinado, incluyendo al hombre,
entonces, en la medida en que se es racional y se tiene conciencia de que todo está determinado, se goza de
libertad-. Así, la libertad es propia solamente del sabio.

La libertad puede ser también social o política ciudad). Libertad (polis: ciudad). Libertad que es concebida
como autonomía o independencia, como posibilidad de regir su propio destino, sin interferencia de otras
comunidades. En los individuos esta autonomía o independencia consiste en obrar de acuerdo con las
propias leyes, es decir, con las leyes del Estado o Estado-ciudad.

Una libertad personal como autonomía o independencia de las presiones o coacciones procedentes de la
comunidad o del Estado. Es una autonomía o independencia para que el individuo se consagre a su negocio
o para dedicarse al ocio (estudio), para que, de este modo, pueda cultivar mejor su propia personalidad.
DIFERENTES POSICIONES SOBRE LA LIBERTAD
Estas concepciones más o menos desarrolladas han sido las mismas desde los estoicos hasta los cristianos, las
podemos resumir en tres las posiciones que en la actualidad se han dado como contenido al concepto de libertad:

Si la conducta del hombre está determinada, no cabe hablar de libertad y, por lo tanto, tampoco de
responsabilidad moral. El determinismo es incompatible con la libertad. Quiere decir que: todo se halla
causado y, por consiguiente, no ha libertad humana y, por ende, Y responsabilidad moral. En efecto, si la
determinación causal de nuestras acciones fuera tan absoluta y rigurosa, hasta el punto de hacer de
nosotros meros efectos de causas que escapan por completo a nuestro control, no podría hablarse de libertad y menos de responsabilidad moral, ya que no se nos podría exigir actuar de un modo distinto de
como nos vimos forzados a actuar. La libertad, en este caso, se reduce a una cuestión física. El hombre está
determinado como un objeto más del universo y es regido por las leyes físicas, por ser una realidad natural.
Es el individuo sometido a las determinaciones físicas como cualquier objeto material. También como ser
natural, es un ser biológico determinado por su genética y fisiología. Además de esto, es un ser
condicionado, determinado por las leyes sociales: familia, religión, educación, trabajo, Estado, etcétera. En
suma, para esta corriente, la libertad sería una mera palabra.

La libertad es incompatible con toda determinación exterior (e interior) al sujeto, de origen natural o social.
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La libertad así entendida es la posibilidad de regir el propio destino, sin interferencias internas o externas.
Por lo que es también una libertad exterior, es decir, superficial e indeterminada. Es el puro ¡hago lo que
quiero! Es una libertad abstracta (sin relación con nada). En este nivel, al individuo solo le preocupa su
mundo o su propia realidad. La libertad así entendida es rechazo de toda realidad positiva (legal). Es la
libertad determinada simplemente por los impulsos naturales y la subjetividad absoluta de la voluntad. Por
ello, cuando se afirma que la libertad es sobre todo poder hacer lo que se quiera, lo que se le antoje al individuo,
es una falla absoluta en la formación del pensamiento (se cae en el libertinaje), en el cual no se encuentra
indicio alguno de lo que es la voluntad libre en sí y para sí (determinada). Esta libertad es la certeza
absoluta del querer con respecto a la libertad, pero no es todavía la verdad de ésta porque no se tiene aún a
sí misma como contenido y fin. Es una libertad formal (por su aspecto) pero sin contenido, ya que es lo
vacío y contrapuesto a la conciencia.

Si la conducta del hombre se halla determinada, esta determinación, lejos de impedir la libertad, es la
condición necesaria de ella. La libertad y la necesidad se concilian. Esta plantea que para hablar de libertad
es preciso que el individuo disponga de libertad de decisión, y de acción, que haya una responsabilidad
moral. Es decir, es necesario que intervenga conscientemente en su realización. La libertad así entendida es
rechazo de toda realidad positiva (legal). Es la libertad determinada simplemente por los impulsos naturales y la subjetividad absoluta de la voluntad. Por ello, cuando se afirma que la libertad es sobre todo
poder hacer lo que se quiera, lo que se le antoje al individuo, es una falla absoluta en la formación del
pensamiento (se cae en el libertinaje), en el cual no se encuentra indicio alguno de lo que es la voluntad
libre en sí y para sí (determinada). Esta libertad es la certeza absoluta del querer con respecto a la libertad,
pero no es todavía la verdad de ésta porque no se tiene aún a sí misma como contenido y fin. Es una
libertad formal (por su aspecto) pero sin contenido, ya que es lo vacío y contrapuesto a la conciencia.
El desarrollo de la libertad se encuentra entonces determinado, ligado al desarrollo del hombre como ser práctico,
transformador o creador. Dicho de otra manera, se halla vinculado al proceso de producción de un mundo humano
o humanizado, que trasciende el mundo dado, natural, unido al proceso de auto-producción del ser humano que
constituye justamente su historia. De ese modo, todo individuo es libre en su elección, pero esto no es formal, sino
auténticamente libre, solamente cuando se basa en el conocimiento de la necesidad objetiva de actuar así y no de
otro modo. No hay otro fundamento para la correcta elección de los actos. La libertad consiste, entonces, en el
dominio de nosotros mismos y sobre la naturaleza exterior, basado en el conocimiento de las necesidades naturales.
Por eso es necesariamente un producto de la evolución histórica.
EJERCICIOS
PREGUNTAS SIGNIFICATIVAS:
Por qué el hombre crea valores
En una lista jerarquiza tu tabla de valores (al menos los 10 que consideras los principales), compárala con las de tus
compañeros, anota las similitudes y diferencias.
¿Crees que los valores morales son importantes en la vida? Justifica tu respuesta.
¿Es la vida realmente un compromiso? Justifica tu respuesta.
¿Cuándo se es responsable? Justifica tu respuesta.
¿Cuándo se exime al individuo de responsabilidad moral? Justifica tu respuesta.
Cuando una persona dice que como es libre puede hacer lo que quiera ¿Es realmente libre? Justifica tu respuesta.
¿Libertad y responsabilidad se concilian? Justifica tu respuesta.
¿Te consideras un ser libre? Justifica tu respuesta.
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