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LAS NUEVAS TECNOLOGIAS Y SU INFLUENCIA EN EL ASOCIACIONISMO
JUVENIL
Olegaria Cuesta Ojeda
[email protected]
RESUMEN
La existencia de nuevas estrategias de comunicación derivadas del uso masivo
de las modernas tecnologías de la información (en adelante TIC) está provocando que
las formas de relación tradicional entre los jóvenes se encuentren en pleno proceso de
cambio.
Estas transformaciones nos sitúan ante la posibilidad de una inversión en las
prioridades de los jóvenes, en el sentido de que la individualización de las sociedades
actuales parece estar dejando paso a un nuevo tipo de identidad colectiva. Esta identidad
más colectivizada promueve nuevas formas de acción que permiten a los jóvenes
recobrar su impronta de sujetos conscientes e implicados en el devenir social. Una
forma de intervención centrada en los entornos más cercanos y reconocibles (barrios,
ciudades…) pero con conexiones que tienen la capacidad de ser cada vez más
internacionalizadas y coordinadas.
¿En qué sentido ha cambiado las condiciones de funcionamiento del
asociacionismo tradicional con el uso generalizado de las nuevas tecnologías?
En un mundo que parece cada vez más ilegible y donde las instituciones y
actores sociales se vuelven cada vez más amorfos el uso de las TIC ofrecen una
capacidad de respuesta y organización hasta ahora desconocida.
Los logros y las limitaciones de las que parten los jóvenes a la hora de tomar
iniciativas propias, las herramientas de que tienen a su alcance y como esta
circunstancia ha cambiado las formas de asociación tradicionales serán el hilo conductor
de esta comunicación.
PALABRAS CLAVES
Asociacionismo, nuevas tecnologías, control, cambio social, identidad colectiva.
INTRODUCCIÓN
El término asociación se define como una agrupación de personas que, de forma
voluntaria, se unen para obtener un fin colectivo, están dotadas de reglas explícitas y
organizadas según una disposición interna de tareas.
Es interesante recalcar estas características - agrupamiento social relativamente
estable destinado a la consecución de un objetivo, reglada y con una diferenciación
interna de tareas- porque, buena parte de las transformaciones que se han dado en estos
colectivos, están relacionadas con el impacto que las nuevas tecnologías han tenido en
su estructura. Esta transformación ha variado no sólo las relaciones internas dentro de
las asociaciones, sino también sus vínculos con el exterior y sus capacidades de
actuación que, en el caso de los jóvenes, se hacen especialmente manifiestas.
La historia del movimiento asociativo ha pasado por diferentes etapas, que han
variado no sólo en la importancia social que en un momento determinado han podido
tener estos colectivos, sino también en el auge y la decadencia de los objetivos que
definen la asociación – relacionados con el deporte, el medioambiente, los partidos
políticos, culturales, vecinales, etc…-.
El asociacionismo ha sido interpretado tradicionalmente bajo dos perspectivas
que derivan en una suerte de paradoja sobre su función social: por un lado, como
movimientos de respuesta a las contradicciones sociales y contrapoderes institucionales
Y, por otro lado, como formas de control social. Ambas perspectivas, lejos de ser
contradictorias pueden verse como complementarias y servirán de hilo conductor para
exponer algunas de las consecuencias que el uso generalizado de las TICs han tenido en
estas formas de asociación.
DE LAS ASOCIACIONES TRADICIONALES
Históricamente las asociaciones han funcionado en torno a dos particularidades
que han conformado la idiosincrasia de las relaciones asociativas: el tiempo y el
espacio. La regularidad de las relaciones y la necesaria presencia física de sus
componentes han hecho del tiempo y del espacio elementos indispensables en su
configuración. La vinculación regular ha funcionado así como un componente
fundamental de carácter aglutinador, aunque no necesariamente participativo, si
entendemos por participación el poder real de decidir en las directrices de
funcionamiento y orientación de los objetivos de la asociación. De hecho, la mayoría de
las asociaciones poseen una estructura interna de posiciones que dificulta enormemente
este tipo de participación.
El resultado de una participación real laxa, son las actitudes que se desarrollan
en el propio seno de las asociaciones juveniles que asumen, en muchos casos, una
estructura de posiciones como reflejo de la estructura institucional, sobre todo en
aquellas de carácter más formal. La dinámica que se establece entonces es la de que
unos miembros terminan por sentirse más comprometidos que otros en esta relación y
con posibilidad de mayor acceso a la información. Este proceso abre una brecha entre
los representantes de las asociaciones, más inmersos en cuestiones de tipo formal y los
representados, más identificados con las actividades propias de su asociación.
Esto puede generar posicionamientos de ruptura tanto personales como frente a
las instituciones de la mayoría de los integrantes. Se trata de no verse envueltos en lo
que los jóvenes consideran un acto de control en doble sentido: por un lado, mediante
los trámites que se requieren para el reconocimiento y financiación de la asociación.
Por otro lado, por el control más indirecto que puede darse como resultado de un
comportamiento mimético de las asociaciones juveniles respecto a la administración y
que conlleva la formalización de sus relaciones internas.
En el primer caso, una vez son asumidos los trámites burocráticos, las
asociaciones se ven en la obligación de responder de sus actividades. Parece lógico
apostar por el control de los fondos públicos, pero el tiempo que sucede entre la petición
y la llegada de las subvenciones deja un efecto de vacío en el entusiasmo y en las tareas
difícil de llenar, salvo en aquellas asociaciones altamente formalizadas y con
calendarios organizados, que no es el caso de la mayoría de las asociaciones juveniles.
A ello hay que sumarle el control que se ejerce mediante la sencilla pero efectiva forma
de otorgar subvenciones a aquellas organizaciones ideológicamente afines. En
consecuencia, muchas asociaciones juveniles quedan fuera y/o toman actitudes
defensivas frente a las instituciones. El aumento de las asociaciones informales parece
corroborar este hecho.
En el segundo caso, la diferenciación interna de tareas se traduce de facto en
una división entre representantes de la asociación y los representados. Es indudable que
este tipo de organización logra una mayor eficiencia (indispensable para hacer efectivas
las subvenciones y relaciones administrativas), pero da una menor espontaneidad a las
relaciones, que se traducen en un progresivo alejamiento personal entre los miembros de
la asociación. En este sentido, hay una tendencia a catalogar a aquellas personas que
hacen las veces de representantes frente a las instituciones como trepas, que utilizan la
asociación como un medio de garantizarse buenas relaciones y de incorporarse con
ventaja a las redes institucionales. En asociaciones con vinculaciones directas o
indirectas con el ámbito político esta sensación aumenta considerablemente. (Cuesta,
2004)
Esta relación de desconfianza entre los jóvenes y las instituciones que se está
instalando con fuerza en nuestra sociedad. Los políticos son vistos bajo una óptica que
pone en tela de juicio su intencionalidad y sus funciones y que los sitúa como
acreedores de una ética, como mínimo, sospechosa. Parece que los momentos de crisis
que vivimos y la visibilidad de los casos de corrupción en la política no hacen más que
fortalecer esta percepción y, por ende, esta división social.
Las consecuencias que pueda tener esta separación en un sistema democrático no
es el propósito de esta comunicación, aunque se debe resaltar que cuanto mayor sea la
distancia entre los jóvenes y las instituciones mayor serán las posibilidades que se
busquen formas de expresión fuera de ellas. Cuando hay sospechas que las decisiones
están tomadas de antemano y que la representación formal es un simulacro que permite
la legitimidad de cualquier acción, hay que empezar a revisar los principios
democráticos básicos. Lo que entronca directamente con el uso de las nuevas
tecnologías como posible sustituto de estas carencias.
DEL USO DE LAS TICS
Por lo dicho hasta ahora se puede colegir que es la esfera política en la que las
influencias de las nuevas tecnologías han tenido un mayor impacto. Las TICs, además
de facilitar las comunicaciones, pueden sustituir muchos de los requisitos que hasta
ahora resultaban imprescindibles para procurarle efectividad a la acción asociativa.
La ubicación geográfica, la dualidad entre lo local y lo global, la presencia
ligada a la participación, la implicación permanente…, son características que se han
ido transformando para dejar paso a otras alternativas con evidentes ventajas pero
también, y como veremos, con ciertas particularidades algo más discutibles.
La localización geográfica, fundamental hasta ahora como base del
agrupamiento, queda difuminada en la medida que las nuevas tecnologías son capaces
de transmitir la información necesaria a distancia. Esto hace que la base asociativa
comunitaria sea sustituida por una intrincada red de plataformas virtuales desde donde
se promueve la participación política y la comunicación personal (Facebook, Tuenti,
Twiter…) y que no concurren físicamente en ningún lugar del planeta.
Es por ello que aquellos aspectos que relacionaban la participación con la
asistencia regular a los eventos de la asociación desaparecen bajo otras formas
participativas menos vinculantes, al menos en lo que al compromiso regular o
permanente se refiere. La participación es concebida entonces y en muchos casos como
una adhesión a acciones puntuales con el fin de promover objetivos concretos y
generalmente próximos en el tiempo.
La rapidez en las comunicaciones hace que sea posible una noción de
inmediatez que impregna todo el sentido de la actividad: desde la elección del modo a
los contenidos. La burocracia se convierte así en un requisito anacrónico que vincula
ciertas formas de poder y disciplina a las asociaciones y cuya función principal es servir
de cordón umbilical con las instituciones de control.
El efecto que produce esa burocracia en la organización interna de las
asociaciones también se transforma. Las relaciones personales antes más planificadas y
jerarquizadas se convierten ahora en más espontáneas y horizontales. Los recursos que
antes justificaban la necesidad de esa organización interna no son tan apremiantes
porque las propias TICs hacen que aun con recursos escasos, la expansión y la
consecución de un objetivo se convierta en una meta razonable. Hasta qué punto esta
evolución ha aumentado o disminuido el compromiso de los jóvenes con su entorno
social es una cuestión especialmente polémica y en la que se han llegado a diagnósticos
muy dispares (García-Albacete, 2008).
Algunas interpretaciones llegan a la conclusión
de que la juventud en la
sociedad actual es apática políticamente hablando, demasiado acomodada y obnubilada
por el consumo. Otras interpretaciones apuestan por una importante transformación en
la esfera de entender y hacer política y, por tanto, la narración tradicional de este
compromiso social de los jóvenes debe ser revisada a la luz de nuevos parámetros. No
se trata tanto de apatía política sino de una transformación en las preocupaciones y en
las formas de compromiso. (Benedicto, 2008)
En la medida que optemos por una u otra perspectiva el foco de nuestro análisis
se verá sacudido por nuevos interrogantes. Es posible que la brecha digital esté abriendo
una fisura entre la sociedad civil y la esfera de la política institucional y que este
proceso pueda derivar en la deslegitimación del propio sistema. Es posible también que
el uso de las TICs permitan nuevas conexiones institucionales que apunten más en una
acentuación del control que se trata de evitar que en la independencia de los
movimientos sociales.
El problema que ha de considerarse entonces es en qué sentido va orientarse
todo ese caudal de descontento generado en nuestras sociedades. ”Los trastos, artilugios
y máquinas que nuestra cultura confecciona y elabora sin cesar vehiculan relaciones de
poder y autoridad en torno a las cuales se organizan las prácticas sociales cotidianas. No
hay usos políticos de la tecnología sino que, parafraseando esta vez al feminismo “lo
técnico es político” (Sádaba y Gordo, 2008). Las nuevas organizaciones sociales
surgidas bajo el paraguas de las nuevas tecnologías demuestran que el sentido de las
organizaciones sociales como contrapoderes sigue siendo un recurso de la ciudadanía
(Alberich, 2007).
Pero no podemos olvidar, por obvio que parezca, que las organizaciones sociales
están conformadas por individuos según los valores imperantes. El problema se traslada
entonces a los efectos que esa escala de valores pueda tener sobre los nuevos
movimientos, todo apunta que el uso generalizado de la TICs aporta nuevas formas de
entender la organización social. Sin embargo, paradójicamente, el uso generalizado de
las TICs se ha constituido como un vehículo perfecto para transportar valores
individuales que merman considerablemente las bases asociativas. “Sin duda, el
incremento de los procesos de individualización en detrimento de un nosotros merma la
influencia ideológica de la identidad colectiva”. (Agudo et al., 2011)
DE LA CORROSIÓN DEL CARÁCTER
Hasta ahora nuestra unidad de análisis han sido las asociaciones, pero en este
último apartado añadiremos un nuevo giro que nos permitirá abordar el tema desde otro
punto de vista. Es fundamental observar con atención el impacto el uso generalizado de
las TICs ha tenido en estos colectivos, pero no menos relevante resulta entender los
efectos que puedan tener en sus integrantes como individuos. Parece claro que si
cambiamos la forma que sus miembros tienen de apercibirse y de percibir la asociación
los resultados serán diferentes. Muchos estudios, ya clásicos, apuntan en este sentido, de
cómo el sistema inocula cambios en la personalidad de los sujetos.
El hilo conductor, en este caso es Richard Sennet, que en su ya famoso ensayo
sobre La corrosión del carácter alertaba sobre algunas consecuencias que para las
personas tenían ciertos cambios que se estaban dando en nuestras sociedades. Aunque el
texto hace referencia a los cambios producidos en la esfera laboral, aquí se tomará como
referencia para reinterpretarlo desde la esfera de las nuevas tecnologías de la
comunicación.
Según el autor, el lema “nada a largo plazo” se adapta perfectamente a las
formas de vida en el capitalismo tardío. En este sentido las nuevas tecnologías se
adecúan como un guante a los requerimientos del sistema. Los valores que requieren
cierto tiempo para su consolidación son relegados como no prioritarios dentro de
nuestro sistema de relaciones. Las redes sociales funcionan así como un caldo de cultivo
perfecto para este tipo de relaciones. Se dedica mucho tiempo al canal de comunicación
pero se reparte en pequeñas fracciones entre muchas personas distintas. Esta puesta en
escena permite gran variedad de intercomunicadores pero no reclaman mucha inversión
de tiempo en cada uno de ellos. Eso hace que las relaciones personales así concebidas
se nutran de un sentido de la transitoriedad poco compatible con los valores de lealtad,
confianza y amistad.
En muchos casos, la implicación en las redes sociales se hace a base de
“adhesiones”. Este proceso hace referencia más a la incorporación a una iniciativa ya
elaborada que la reflexión y la participación en el desarrollo de la misma, lo que la
convierte en una acción rutinaria y con poca trascendencia a nivel personal. La rutina se
convierte así en un arma de doble filo: por un parte permite sumar en muy poco tiempo
a muchas personas en pos de un mismo objetivo. Por otro lado, el hecho de cliquear o
participar en un acción de carácter puntual puede dar como resultado una vinculación
menos sólida. Por ello su capacidad de gestionar una corriente de pensamiento social
más o menos estable puede verse mermada considerablemente.
La flexibilidad es otra de las características que gozan de un mayor respaldo en
el uso de las TICs. Hace referencia a la capacidad de que los tiempos, los espacios y la
organización sean lo suficientemente variables como para adaptarse a cualquier tipo de
demanda personal. Sin embargo, lo que en un principio puede ser enumerado como una
serie de ventajas puede tener sus contrapartidas al crear vínculos más débiles, de
identidad difusa y ausencia de identidad colectiva.
Las asociaciones flexibles suelen ser mucho más laxas y devienen en una
horizontalidad de su estructura, con este apriori se intentan evitar los efectos que puede
llevar una jerarquización interna más o menos rígida. Para la adhesión de sus miembros
se apela a la corresponsabilidad con el fin de que la implicación vaya pareja al
compromiso con la acción. La asunción de este tipo de estructuras más horizontales
presupone una democratización de los órganos internos en las propias asociaciones
como ejemplo de los medios/objetivos que se quieren conseguir. Sin embargo, dada la
ausencia de estabilidad y vinculación emocional de sus miembros la descentralización
puede generar problemas de coordinación, control y responsabilidad, justo lo contrario a
lo que se trataba de evitar.
Este tipo de estructuras también pueden generar algunas dificultades
relacionadas con la comprensión en el funcionamiento del grupo al que se pertenece o
por el cual se siente afinidad. Así que por una parte la facilidad para el acercamiento
que supone una organización descentralizada, a su vez reforzada por un cierto
anonimato en las relaciones personales, se ve afectada por el recelo de los nuevos
integrantes sobre los verdaderos propósitos que se persiguen, lo que, de alguna manera,
las hacen ilegibles. No es lo mismo poseer cibercapital que capital cultural.
Esta desconfianza se cimenta en la volubilidad de las relaciones de solidaridad
que se establecen y que se representan en vinculaciones de carácter puntual. Si además
estas acciones no obtienen los objetivos esperados en un corto periodo de tiempo se
consideran ineficientes y, por tanto, dejan de interesar como fuentes de cambios o como
conseguidoras de objetivos. Los individuos no se sienten identificados con el proceso y
su interés decae rápidamente.
La falta de relaciones humanas sostenidas ha conformado nuevas formas de
asociarnos, pero también nuevas formas de individualidad que deben pugnar en un
mismo campo. “En la actualidad, las pautas y configuraciones ya no están
“determinadas”, y no resultan autoevidentes” de ningún modo; hay demasiadas, chocan
entre sí y sus mandatos se contradicen, de manera que cada una de esas pautas y
configuraciones ha sido despojada de su poder coercitivo o estimulante. Y, además, su
naturaleza ha cambiado, por lo cual han sido reclasificadas en consecuencia: como ítem
del inventario de tareas individuales”. (Bauman, 2003). Las tareas colectivas se
conciben como tareas personales en un sistema altamente organizado, lo que le da una
visión al individuo de extrema vulnerabilidad.
CONCLUSIONES
Las TICs se han convertido en una forma de ver y de hacer el mundo. A través
de las redes sociales se generan nuevos tipos de conductas individuales y de
agrupamientos colectivos. Las pautas que rigen las nuevas formas de movilización y
participación social rompen las estructuras clásicas de las organizaciones sociales y se
han convertido, para muchos ciudadanos, en formas de contrapoderes sociales.
Contrapoderes en el doble sentido de la palabra: como formas de resistencia, pero
también como alternativa, al contener ya en su seno las nuevas formas de entender unas
estructuras más horizontales, democráticas y heterogéneas.
Esos Contrapoderes son la respuesta a una autoridad que, haciendo uso de esas
mismas TICs se hace más resistente, ilegible y difusa y, por ello mismo, con una
capacidad de adaptación que la hace especialmente irreconocible y que deja a los
sujetos con cierta sensación de indefensión frente al poder.
De forma paralela las TICs han aumentado su influencia social a partir de la
conexión privilegiada que tienen sobre los usuarios. La elevada cantidad de información
que puede ser transmitida implica que los sujetos se ven sometidos a un flujo
incalculable de información, pero también a procedimientos de control sin que podamos
apercibirnos de ellos.
La inmensa telaraña virtual se ha convertido en fuente de conflictos y de
soluciones, de poderes y de contrapoderes. Pero estar a la última en sus cambiantes
posibilidades requiere un proceso de adaptación constante y
destinar
un tiempo
considerable sólo en el medio, que por obra y gracia de esta inversión se convierte en
un fin en sí mismo. Los contenidos de esta forma pasan a ser “medios que el propio
medio” genera para seguir existiendo.
Las nuevas tecnologías imprimen su sello a los movimientos sociales pero
también a los sujetos, cada vez más uniformados a través de unos medios creados
supuestamente para tener la posibilidad de hacernos diferentes. Quizá sea el momento
de desacelerar el proceso y retomar la antigua pero buena costumbre de reflexionar
sobre lo que hacemos, pero el uso de esta capacidad netamente humana requiere tiempo
y el tiempo es el material del que se nutren las nuevas tecnologías para poder regalarlo a
la alta velocidad.
BIBLIOGRAFIA
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