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DESPOLITIZACIÓN Y DESIDEOLOGIZACIÓN
Elías Rojas Paredes
Se ha hecho un cajón de sastre para explicar la situación del movimiento social, en sus distintas
versiones, que su actual reflujo obedece a la despolitización y desideologización. Es evidente que
se refieren a que la política e ideología del que acusa estas carencias no se encuentran en el tejido
social. Entonces es más su debilidad e incapacidad que la carencia de política e ideología.
Pero, ¿será verdad que la política e ideología ha sido negada en las relaciones sociales? Sabemos
que eso es materialmente imposible. Todas las relaciones sociales están cimentadas en la política
e ideología. Es decir el ser humano para poder existir tiene que construir todo un andamiaje que le
permita vivir, comunicarse, producir, organizarse. Por tanto, también construye las relaciones de
poder y la ideología que le permite establecer parámetros de dirección.
Desde esa perspectiva, en sociedades como la nuestra,
hablar de despolitización y
desideologización solo puede referirse desde una posición que se ubica en el pasado. En cierto
sentido nostálgica, que pretende desconocer la realidad actual para vivir de un pasado
supuestamente mejor, que lo ha construido como modelo para implantarlo en el presente y que
metodológicamente se usa como parámetro para medir la politización e ideologización de la
población.
El problema se presenta cuando se parte de reconocer la derrota política e ideológica. Si hay
derrota significa que el contrario ha triunfado. Si esto es así, ¿su triunfo ha significado erradicar la
ideología y la política de la sociedad? Es evidente que no. El triunfador impone su política e
ideología. Por tanto asistimos a otro proceso, que no se queda en despolitizar y desideologizar
sino en repolitizar e reideologizar. Primero hay que extirpar lo derrotado para imponer la política e
ideología del vencedor.
Eso nos lleva a una nueva realidad. Por tanto a una forma nueva de entender, acercarse y hacer
política. Junto con ello los nuevos instrumento ideológicos de consenso y de coerción.
Lo que nos lleva al segundo problema: la hegemonía. Existe consenso que se vive la hegemonía
neoliberal, por tanto esta es la que proporciona dirección a la sociedad. Lo que significa que
organiza la sociedad en función de la estructura de poder y el pensamiento de los intereses de
clase que expresa el neoliberalismo.
Si su dominación solo se quedase en la despolitización y desideologización, su dominio seria
precario, en la medida que deja un vació muy grande y facilitaría con ello su derrota. Sin embargo
se puede argüir que ambos instrumentos son en sí mismo las armas de la dominación. Lo que
significa que el rechazo a la política, la excesiva jornada de trabajo, el fraccionamiento social,
presentarse como técnico, etc. serian solo procesos de expropiación de la política a amplios
sectores sociales y por tanto castrar toda posibilidad de acceder al poder. Lo que lleva a que la
preocupación sea la de concientizar, de politizar y organizar. Siendo válida la labor señalada se
parte de una premisa equivocada, en la medida que no son solo instrumentos de despolitización (y
desideologización) sino, principalmente, de repolitización en una perspectiva neoliberal. Por ello,
los hechos indican que ese proceso no encuentra un espacio vació sino uno lleno, con una nueva
forma política. Lo que implica la existencia de actores que van a defender el neoliberalismo, sea
mediante el discurso, la practica o ambos.
Lo que pasa es que el sistema ha creado o recreado una práctica política en la que se desenvuelve
la sociedad. Esta le permite darse legitimidad, establecer representaciones (precarias por cierto) y
ambiciones que permite darle continuidad a esta práctica política.
Sino veamos el proceso electoral municipal-regional y presidencial-parlamentario. Esta ha sido la
viva expresión de esta forma política que ha impuesto el neoliberalismo, donde la ideología ha
ordenado los comportamientos y se ha organizado la participación de los distintos sectores
sociales. La excesiva conformación de “movimientos político regionales y locales”, se lo ha visto
como el fraccionamiento político de la sociedad (con lo que se reconoce que hay política), cuando
lo que se trata es de esta nueva forma política, donde esta viene a constituir los “partidos” del siglo
XXI. Que facilita la organización censitaria, caciquista y de elites adineradas que ven la política
como la culminación de su éxito empresarial. La forma como los sectores sociales que se quejan
de los políticos pero que sin embargo aceptan ser parte de esa masa que apoya a un candidato.
Su articulación coercitiva vía operadores políticos. El reclamo por más clientelaje como ejercicio
político de amplios sectores, etc. No cabe la menor duda: esta es la política del neoliberalismo.
Pero se puede pensar que solo se da solo en los procesos electorales. Lo que pasa que en los
procesos electorales estos pasan a primer plano, son evidentes. Durante las etapas no electorales
estas siguen actuando, son la forma de hacer política, por tanto son los mecanismos de
legitimación, que no se queda solo en conseguir la legitimidad de origen sino también en tener
legitimidad durante el proceso de gobierno. Lo que significa que la articulación social es un
requisito sine qua non para ser visto y sentido como legitimo, es decir su actos de gobierno tienen
que contar con respaldos efectivos, que faciliten su gestión y neutralicen o derroten las precarias
oposiciones.
Finalmente, la despolitización y la desideologización puede ser vista como la destrucción de los
“grandes relatos” societales. Donde las ideologías representaban opciones políticas claras, como
el comunismo. Al poner un velo sobre las mismas, al negar su existencia, se impone a la sociedad
el pensamiento único. Igual, porque es la lucha de clases donde el vencedor impone su
racionalidad. Que tal pensamiento único se resquebraje o haya fracasado no significa negar los
procesos arriba señalados, en la medida que siguen siendo hegemónicos.
Entonces, no hay tal despolitización y desideologización. Esa es la realidad. Lo que implica que
los procesos de concientización, politización y organización tienen que partir de reconocer esta
situación. Su abordamiento no puede tener una visión pasadista, tiene que ser una construcción
desde el futuro, de contrahegemonía. Esta no puede basarse en el decir, sino en el hacer. No
solamente en el discurso sino en demostrar. Entender que toda responsabilidad directiva es una
responsabilidad de gestión y poder, lo cual es válido hasta para el club deportivo. Saber construir
una cultura que establezca identidad, estilos de vida cotidiana y mecanismos de solución de
problemas. Reconocer que hay otros saberes que requieren ser respetados y/o integrados. En
suma ser dirección societal.
Esta es la mejor manera de ir “a las masas básicas”, lo otro
alimentara el espontaneismo.
Arequipa, Agosto 21 del 2011