Download 250116_anticapitalismo

Document related concepts

Wolfgang Streeck wikipedia , lookup

Socialización de los medios de producción wikipedia , lookup

Capitalismo de Estado wikipedia , lookup

Economía solidaria wikipedia , lookup

Economía anarquista wikipedia , lookup

Transcript
ERIK OLIN WRIGHT, LAS ESTRATEGIAS SOCIALES EN EL MUNDO CONTEMPORANEO
Un anticapitalismo del siglo XXI
Es profesor de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos. Busca
provocar al unir dos términos en apariencia contradictorios: utopía real.
Así, propone discutir una alternativa al capitalismo arrasador. La
economía social y el trabajo cooperativo, algunas de las variantes. El
ejemplo argentino de las fábricas recuperadas.
Por Natalia Aruguete y Bárbara Schijman
Erik Olin Wright propone una “utopía real”: encontrar un camino
alternativo mejorando el sistema que tenemos actualmente. No se trata
de perfeccionar el capitalismo sino de crear instituciones que
contrarresten su lógica. Dentro del capitalismo arrasador existen formas
de actividad económica no capitalista, como la economía social y el
trabajo cooperativo. Las empresas recuperadas son “una forma de
cooperar” –indica el investigador norteamericano– e identifica a la
Argentina como uno de los lugares donde el desarrollo del trabajo
cooperativo es muy activo, a través de sus más de 300 empresas
recuperadas. En su visita a Buenos Aires, donde recibió el doctorado
Honoris Causa de la UBA, Página/12 conversó con este teórico de la
Universidad de Wisconsin sobre las estrategias anticapitalistas en el
mundo contemporáneo.
–Su último libro, Construyendo utopías reales, lleva consigo una
contradicción intrínseca. ¿Podría explicarla?
–La palabra “utopía” usualmente refiere a una especie de fantasía del
lugar perfecto. Por lo tanto, si alguien quiere criticar una propuesta,
puede decir: “eso es utópico”. Es una forma de desestimar una idea sin
discutirla, es como decir: “esto es imposible”. “Real” significa que algo
puede suceder. Lo que hago es unir “real” y “utópico” como una
provocación. Supone forzarnos a pensar simultáneamente acerca de qué
valores nos importan, cuáles son nuestras aspiraciones para un mundo
humanitario verdaderamente justo y conservar esos valores siempre a la
cabeza de nuestro trabajo analítico y teórico. El dueto “real/utópico”
sugiere pensar acerca de la clase de mundo que querríamos tener,
trabajar para construir alternativas en el mundo y movernos en esa
dirección. Utopías, en el sentido de pensar alternativas a las instituciones
dominantes que encarnan nuestras más profundas aspiraciones por un
mundo justo y humano. Real, en el sentido de alternativas que pueden
ser construidas en el mundo tal como es, que también prefiguran el
mundo como puede ser y ayudan a movernos en esa dirección. En la
versión inglesa, la primera palabra del título de mi libro no es “construir”
sino “visualizar” (concebir). Construir o imaginar no es lo mismo que
visualizar o concebir. Visualizar comprende la idea de imaginar lo que
realmente puede ocurrir.
–¿En qué sentido su propósito es provocar al lector?
–En el sentido de que el título obliga a pensar qué significa esta idea de
lo utópico y lo real. Son términos que, así planteados, pueden sonar
contradictorios. Quiero que la gente piense acerca de esa tensión. Si
eres un realista y te olvidas de la utopía, entonces quedas envuelto
solamente en políticas pragmáticas que pierden cualquier otra visión. Si
eres un utópico sin ser realista, entonces creas proyectos de fantasía
que nunca pueden suceder.
–Y en este mundo que usted imagina, ¿sí puede concretarse la utopía?
–Claro que puede. Es una combinación imposible pero esa es la
naturaleza del problema y queremos gente que piense constantemente
acerca de las implicancias morales de los proyectos políticos que
persiguen y la necesidad práctica de hacer algo en el mundo. Cuando
digo que se trata de una provocación, simplemente me refiero a forzar a
la gente a pensar sobre esas cosas.
–¿Por qué plantea que las utopías reales son un objetivo y una
estrategia a la vez?
–Más recientemente, he agregado que en realidad se trata de una meta,
un proceso y una estrategia. De manera que hay tres tipos de “palabras”
involucradas. Una meta alude a aquello que uno trata de lograr, por
ejemplo, qué clase de instituciones nuevas intentas construir. Una
estrategia se refiere a la forma de encarar el problema del cambio social.
La vieja forma de la visión revolucionaria tenía que ver con vivir un
mundo de dominación, opresión y explotación; lo que tenemos que hacer
es destruir esas instituciones y construir nuevas. Me refiero a esta idea
como la estrategia de aplastar. Es el viejo ideal revolucionario: aplastar el
sistema y construir uno alternativo. La idea de la real utopía como una
estrategia es proponernos construir una alternativa ahora, donde
podamos, en los espacios y nichos de la sociedad. Pensemos qué
aspectos de ese mundo alternativo realmente podemos construir ahora, y
entonces pongamos esas piezas juntas y expandámoslas de manera que
nos movamos hacia nuestros objetivos. En este sentido hablo de
estrategia; y me refiero a erosionar el capitalismo a partir de la
construcción de alternativas.
–¿Podría darnos un ejemplo de dicha estrategia?
–Un ejemplo de esto lo proporcionan las empresas recuperadas.
También quiero pensar acerca de las utopías reales como un proceso,
porque en dicho proceso de construcción de alternativas, la misma gente
que se involucra está experimentando una forma de solidaridad, igualdad
y democracia que desea ver en el mundo. La lucha por un mundo
alternativo, cuando uno lo está construyendo, es además un proceso que
uno advierte en su propia vida. De manera que cualquiera que haya
estado involucrado en luchas por la justicia social sabe que cuando uno
trabaja con otros activistas tiene una sensación de formar parte de algo
más importante que tan solo uno mismo. Uno se siente conectado –eso
es la solidaridad–, en una relación igualitaria con otras personas y
empoderado para construir una democracia viva y no solamente trabajar
para la democracia.
–¿Cree que el mundo está preparado para ir en ese sentido?
–No, el mundo no está preparado, nosotros debemos preparar el mundo.
Las alternativas son creadas por seres humanos que se reúnen y
deciden... En los últimos tiempos trabajé en una lista de utopías reales.
Las primeras que ubiqué son las cooperativas de trabajo, que incluirían a
las “empresas recuperadas” como una forma de cooperar. Es una forma
de convertir una empresa capitalista en una cooperativa gestionada por
sus trabajadores. Hay dos formas diferentes en las cuales se forman las
cooperativas. Una forma es cuando un grupo de gente se junta y decide
empezar un negocio con lógica de cooperativa más que desde las bases
capitalistas convencionales. Entonces, los trabajadores autogestionan
una firma democráticamente y toman sus propias decisiones. Otro modo
se da cuando los trabajadores transforman una empresa capitalista
existente en una cooperativa.
–¿Cree posible extender el trabajo cooperativo?
–La Argentina es uno de los lugares en el cual el desarrollo del trabajo
cooperativo es activo a través de sus empresas recuperadas. Hay 350
empresas recuperadas actualmente en el país. Cerca de la mitad de
estas empresas se constituyeron luego de la crisis, fueron inventadas,
por así decirlo, en la crisis, pero continuaron. Madygraf era una gran
empresa de impresión perteneciente a una corporación multinacional; la
corporación multinacional sufrió un proceso de desinversión
(vaciamiento) y se planeó su cierre el año pasado. Los trabajadores la
tomaron y la están gestionando con éxito. No hay ningún país en el cual
el desarrollo de las cooperativas de trabajo esté en el centro de la
economía, siempre está en los márgenes. Esa es la forma en que se dan
las cosas: en el margen. Pero su potencial es realmente considerable y –
yo argumentaría y especularía un poco– el potencial de las cooperativas
de trabajo aumentará y no disminuirá en las próximas décadas. En parte,
eso se debe a que la nueva tecnología del siglo XXI (computadoras,
internet y otros procesos digitales) es más barata que la vieja tecnología.
–¿Qué diferencia produce eso con el pasado?
–El capital intensivo requerido para que una empresa de impresión sea
exitosa es más barato ahora que hace treinta años. El sistema
económico industrial que conocemos tenía economías de gran escala: si
eras un gigante podías producir mucho más económicamente que si eras
pequeño. Eso es cada vez menos cierto. Y en la medida en que es
menos verdadero, se vuelve más fácil –en principio aunque no siempre
en la práctica– para los trabajadores de una empresa en particular
manejarla ellos mismos, porque no tienen diez mil trabajadores sino que
son apenas unos cientos. Así que actualmente uno puede tener unos
pocos cientos de trabajadores organizando la producción industrial. Ese
es un tamaño práctico para tener un autogerenciamiento y estar
organizados democráticamente.
–¿Cree que es posible que las utopías se hagan realidad cuando
gobierna un partido de derecha?
–Estoy desarrollando una perspectiva sobre el problema de cómo
transformar las sociedades capitalistas. Creo que el rasgo más notable
de la situación política actual es que en todas partes, en Argentina, en
Estados Unidos, en Islandia, se está dando lo que llamamos “volatilidad
política”.
–¿Cómo define la volatilidad política?
–Se trata de movimientos rápidos desde la izquierda hacia la derecha o
desde la izquierda hacia el centro, más que la consolidación de una
coalición política con una base fuerte y segura que persiga, con el
tiempo, una agenda política particular. Por ejemplo, en Islandia, un país
pequeño que tuvo una crisis financiera catastrófica en 2008, una
coalición de izquierda elegida después del colapso de la economía hizo
un muy buen trabajo restaurando la estabilidad económica, abandonaron
a Europa y a los bancos, se negaron a pagar a los bancos,
nacionalizaron todos los bancos, pusieron a los banqueros en prisión,
pero perdieron la siguiente elección. Es decir que, una vez que las cosas
mejoraron, un partido de centro derecha dijo: “Ahora que estamos fuera
de la crisis, podemos manejar mejor la economía”. Una volatilidad
extrema.
–En ese caso, ¿qué cree que ocurre entre la agenda política y las
principales preocupaciones del público?
–Tiene que ver, creo, con un incremento generalizado de desconfianza
hacia los políticos y la política. Un cinismo incrementado por parte de los
votantes, que no creen en nadie; reciben mentiras y engaños
constantemente. Así que su acción política es fundamentalmente
negativa, es un voto en contra del partido en el poder.
–¿Por qué cree que ocurre eso?
–No tengo una respuesta firme sobre por qué en este período hay tanto
cinismo, parece algo generalizado: ocurre en Estados Unidos, en Grecia,
en Francia, en Islandia y en la Argentina. Y dado que es un fenómeno
general, no puedes responder mirando los detalles de algunos países en
particular. No son los detalles de “la corrupción del gobierno de Lula” lo
que explica el cinismo brasileño porque encuentras cinismo en todos
lados. Creo que la sensación general de riesgo e incertidumbre acerca
del futuro sin una visión política muy creíble sobre qué hacer al respecto,
es parte del asunto. Hemos atravesado un período de cambios globales
tremendos después de todo. Cuando uno piensa en los últimos 25 años:
el fin de la Unión Soviética, el aumento del terrorismo islámico, una crisis
financiera global detrás de otra, la emergencia de China como un jugador
dominante en la economía mundial, el calentamiento global; todas estas
cuestiones están creando un gran sentimiento de inestabilidad,
incertidumbre e imprevisibilidad sin ninguna fuerza política que haga una
descripción creíble de lo que puede hacerse para empujar las cosas o en
algún modo que mejore la vida de la gente. Parte de todo esto es
ideológico. Parte de todo esto es neoliberalismo.
–Siguiendo su idea de la volatilidad, ¿cree que los valores y las utopías
cambian con el paso del tiempo?
–Supongo que la respuesta más fácil es decir que sí, que por supuesto
que las cosas cambian. Pero creo que hay ciertos valores que la gente
guarda en su corazón, por así decirlo, que no cambian demasiado. Las
circunstancias en que las sociedades viven cambian, y por ello pueden
tener más o menos esperanza de que esos valores encuentren un lugar.
Hay muchos estudios sobre los “valores posmateriales”, el
posmaterialismo, una idea muy de moda en los últimos 25 años. La idea
central es que, a medida que los países se han vuelto más ricos y
prósperos, la gente está menos preocupada con cuestiones vinculadas a
los valores y más preocupada con temas como el estilo de vida, la
identidad, la orientación sexual y todo ese tipo de visiones. Pero no estoy
convencido acerca de eso porque el sentido de la inseguridad económica
ha ido de la mano de una mayor prosperidad, así que la gente aún está
preocupada por los problemas económicos diarios.
–¿Como cuáles?
–La estabilidad de sus trabajos, el futuro de sus hijos y todo ese tipo de
cuestiones. Por eso no compro esa noción de que estamos en la era del
posmaterialismo, que la que probablemente podría hablarse en los
países ricos y que a menudo es vista como forma de entender la vida
social de las clases medias; pero creo que la gente de clase media está
muy preocupada con las cuestiones económicas. La gente no vota de un
modo sensato, puede tener ilusiones, puede votar por razones materiales
más que por razones de identidad.
–¿Cómo analiza el comportamiento de la izquierda, en este escenario?
–La izquierda tiene una larga tradición de divisiones, mucho más que la
derecha. Es más fácil para la derecha fusionarse alrededor de una única
figura política o de un único programa político, mientras que la izquierda
se rompe en todo tipo de facciones. En parte, esto es así porque la tarea
de la izquierda es más compleja.
–¿En qué sentido, más compleja?
–Si el propósito central de tu movimiento político tiene que ver con
transformaciones hacia un mundo más justo, igualitario y democrático,
esa es una agenda verdaderamente ardua. Por consiguiente, la razón
por la que creo que la izquierda tiende a fragmentarse es sencillamente
porque las tareas de un movimiento político como el suyo son
complicadas. Al mismo tiempo, es cierto también que la izquierda ha
estado atada a una historia enrevesada y difícil. También es cierto que la
izquierda, ante la ausencia de un movimiento amplio de base popular, no
tiene una relación fácil con su electorado natural. La derecha, por su
parte, sí posee una relación fácil con su electorado, que son, en su
mayoría, los segmentos ricos y poderosos de la sociedad. Por lo tanto, la
cuestión financiera y organizacional en la derecha es un asunto simple:
políticos extremadamente pudientes con redes de personas adineradas
para financiar y respaldar un movimiento de derecha, mientras que un
movimiento de izquierda tiene que trabajar a través de movimientos
sociales y obreros para tener una base popular.
–¿Qué tipo de estrategias considera importante implementar contra el
capitalismo?
–Hay muchas fuentes de sufrimiento en el mundo, muchos problemas en
la vida de las personas, observamos la presencia de pobreza y de
inseguridad en medio de la abundancia. La primera pregunta es: ¿cómo
diagnosticar las causas de estos problemas? Desde mi perspectiva, la
causa fundamental de muchas de estas cuestiones es la naturaleza
capitalista de la economía. Con esto me refiero al dominio de la vida
económica por parte de las empresas capitalistas y el capital. Algunas
personas identifican el capitalismo con los mercados, de hecho, es a
menudo una especie de compañero de trabajo para el capitalismo.
–¿Cree que no son directamente identificables?
–Yo no me opongo a los mercados. Me opongo a los mercados que se
organizan en torno a centros concentrados de poder, que es la forma en
que funcionan los mercados capitalistas. Así que soy anticapitalista en el
sentido de identificar instituciones y estructuras particulares como los
conductores más fundamentales de toda una serie de problemas. Es
muy difícil oponerse a un sistema, es más fácil oponerse a políticas
concretas. En estos días estoy escribiendo: ¿Cómo ser anticapitalista en
el siglo XXI?.
–¿Y cómo cree que puede concretarse el ser anticapitalista?
–El problema es ¿cómo ser un anticapitalista verdadero dada la
enormidad del sistema que se está intentando reemplazar? Y de esto es
de donde proviene esa lista de las cuatro estrategias históricas. Estas
son las cuatro estrategias que habían sido adoptadas por personas que
comparten este punto de vista: los movimientos revolucionarios, la
democracia social progresista, algún tipo de movimiento de pequeños
agricultores en la frontera de los Estados Unidos en el siglo XIX tratando
de escapar del capitalismo al convertirse en agricultores autosuficientes
en el Oeste, etc. Y esta idea de tratar de construir alternativas dentro del
capitalismo mismo, erosionando el capitalismo como forma de pensar
estrategias, es un poco el modo en que el mismo capitalismo surgió en
las sociedades precapitalistas.
–¿Cómo describiría el surgimiento del capitalismo?
–Si se piensa en quinientos años atrás, no ocurrió que un grupo de
comerciantes, banqueros y artesanos se sentaron alrededor de la mesa y
dijeron: “odiamos el feudalismo, ¿cómo podemos destruirlo?”
Construyeron alternativas al feudalismo en las ciudades, en pequeños
espacios, donde pudieron, y luego expandieron esos espacios y lo
hicieron en colaboración con segmentos de la clase feudal, que encontró
ventajoso permitir que el capitalismo surgiera y se desarrollara a pesar
de que en el largo plazo su surgimiento y desarrollo socavaría las bases
del feudalismo. Así que mi visión en pos de transformar el capitalismo
tiene ese carácter. La idea de “utopías reales” combina esfuerzos para
resolver problemas dentro del capitalismo y neutralizar los daños con el
esfuerzo de erosionar el capitalismo mediante la construcción de
alternativas.
Fuente diario argentino Pagina12. 25 de enero de 2016