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La revolución gradual de Benedicto XVI El balance del primer año de pontificado es un desmentido para los que habían previsto latigazos restauradores de ese cardenal Ratzinger que dirigió con mano firme el ex Santo Oficio durante 24 años y que ahora, convertido en Benedicto XVI, está removiendo en forma lenta pero constante las estructuras milenarias de la Iglesia Católica. PATRICIA MAYORGA Corresponsal en Italia "El Sucesor ya no está en la encrucijada", afirma seguro el teólogo Giancarlo Zizola, haciendo referencia a su último libro ("Benedetto XVI: Un successore al crocevia", Sperling & Kupfer, Milán 2005), en el que describía los escollos que tendría que enfrentar el nuevo Papa, elegido el 19 de abril de 2005, para poder aferrar con mano segura el timón de la nave de San Pedro. Antes que todo, Zizola subraya la discontinuidad de estilo entre Wojtyla y Ratzinger. "Ratzinger tomó sin miedo una sucesión a un pontificado glorioso y seductor como fue el de Juan Pablo II, afirmando, sin embargo, su propia identidad. Por ejemplo, a un pontificado absolutamente centrado en la escena pública, prefirió una imagen mucho más sobria, capaz de hablarles no solamente a las emociones de las masas, sino también a la conciencia e inteligencia de las personas". No se trata solamente de forma, sino sobre todo de una visión teológica, aclara Zizola, "ya que esta sobriedad de estilo lleva a una opción teológica específica que significa lograr que la Iglesia vuelva a su misión esencial que no es ser un poder más entre otros poderes, sino estar presente en la historia como fermento, como sal de la tierra, después de un cuarto de siglo de estadios y plazas llenos y de una fe sin interrogantes". La gradualidad del pontificado de Benedicto XVI es una tesis compartida por otro influyente experto de asuntos vaticanos, el escritor Vittorio Messori, autor de dos importantes librosentrevista: "Atravesando el umbral de la esperanza", con Juan Pablo II, y "Relación sobre la fe", con el entonces cardenal Joseph Ratzinger. "En realidad me parecía que Benedicto XVI no caminaba todo lo rápido que se hubiese deseado. Pero no es así: él no es hombre que ame los balcones ni los baños de muchedumbre, pero hace lo que Wojtyla, según se dice, no hacía; es decir, Joseph Ratzinger estudia toda la documentación y después actúa", escribió en la revista del diario italiano "Il Corriere della Sera". "Una de las acusaciones que se le hacían a Juan Pablo II era que se preocupaba mucho del mundo, pero dejaba de lado la Iglesia-institución. Ratzinger es todo lo contrario, es un fiel representante de la escuela alemana: se toma todo el tiempo necesario para hacer el diagnóstico y luego establece el tratamiento", agrega Messori. En concreto, Zizola señala tres hitos importantes: el encuentro Mundial de la Juventud en Colonia en agosto pasado, el discurso a la curia romana de fines de año y su primera encíclica, "Deus Caritas est", publicada hace poco. En la Jornada Mundial de la Juventud, Zizola recuerda especialmente el llamado del Papa a tomar distancia de los movimientos que el teólogo denomina "de neoliberalismo religioso, que sugieren religiones a la medida, una mezcla esotérica que conjuga aspectos del hinduismo, del budismo, de las sectas protestantes evangélicas, este kitsch religioso, reflejo del neoliberalismo exasperado, típico de la fase actual del capitalismo político y económico". A propósito de los movimientos, el teólogo se refiere al "tirón de orejas" a los neocatecumenales a quienes el Papa conminó, a través de una carta del cardenal Joseph Arinze, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, a volver a la liturgia oficial, sin las veleidades específicas del movimiento. También en Colonia, Benedicto XVI puso especial énfasis a la importancia del ecumenismo y el diálogo interreligioso, sobre todo con el hebraísmo y el islamismo, "un hecho muy importante, sobre todo en este momento cuando influyentes corrientes occidentales tienden a utilizar a la Iglesia Católica como ingrediente teológico-religioso para justificar el enfrentamiento de civilizaciones, lo que significa sobre todo distinguir entre el fenómeno terrorista y sus franjas fundamentalistas y los fieles musulmanes", apunta Zizola.