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INTRODUCCIÓN
A LA
FILOSOFÍA CRISTIANA
DEL DERECHO,
LA ECONOMÍA
Y LA POLÍTICA
GINO IAFRANCESCO V.
© Gino Iafrancesco V. - 1991
Introducción a la Filosofía Cristiana del Derecho, la Economía y la Política
Este artículo se escribió en Bogotá, D. C., el 8 de septiembre de 1991. Fue presentado al Comité
Ideológico del Movimiento Unión Cristiana, y distribuido nacionalmente durante la campaña electoral de
1991.
Este documento se colecciona en Breviario Político.
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA CRISTIANA DEL DERECHO, LA ECONOMÍA Y LA
POLÍTICA
Todo lo que genuinamente y con propiedad lleve el nombre de Cristiano, está profundamente enraizado en
la Sagrada Revelación Divina cuyo centro y clímax es Jesucristo y cuyo documento fundamental lo
constituyen las Sagradas Escrituras. La Filosofía Cristiana es teológica y su Praxis es teocrática. Pero,
aún más, su teocracia, su filosofía, su teología, y todo lo que en el Cristianismo bíblico se construye con la
legitimidad de auténtico raigambre y linaje, es aún más que teológico, es de pura extirpe exegética, labrada
con hermenéutica perenne.
La Revelación Divina es el motor primero y la impronta que marca el rumbo y el sentido, el camino y la
meta, el método y el objetivo de la labor cristiana. La Persona de Jesucristo es la encarnación suprema de la
autoridad evidente per se que rubrica lo definitivo y determina lo legítimo. Las Sagradas Escrituras con Su
Espíritu manifiesto son el testimonio más fiel y verdadero de la Revelación Divina cuyo centro es Jesucristo.
La Iglesia surge con y alrededor de ellas.
Por lo tanto es la exégesis el método fundamental que descubre para la Teología y para la Filosofía del
Derecho, la Economía y la Política, los principios macro-fundamentales que orientan la aplicación
contextualizada de la Revelación, que es el aporte perenne de Dios a la Historia dinámica de los hombres.
Es la Exégesis la madre que pare a la Teología y a la Historia Eclesiástica, alma del mundo, como se dijera ya
desde el período patrístico; si bien una y otra, teología e historia eclesiástica, no siempre fueron fieles a su
madre; pero su misma infidelidad se mide desde la exégesis. La legitimidad necesariamente busca sus
credenciales en el Documento Base, la impronta de la Huella Divina, las Sagradas Escrituras. La Exégesis,
al procurar con espiritualidad, honestidad, ética, objetividad y ciencia, el sentido evidente del fenómeno
textual, va edificando el edificio de la Teología Bíblica primeramente.
La Teología de la Torá, la Teología de los Primeros Nebiim, y la de los Postreros, la Teología de los
Hagiógrafos o Ketubim, en sus partes, en sus conexiones y en su coherencia, edifica a la Teología
Veterotestamentaria. Igualmente, la Teología Sinóptica, la Juanina, la Petrina, la Paulina, y demás, edifican
la Teología propiamente y objetivamente Neotestamentaria en su respectivo contexto histórico. De la
mutua coherencia y de la Suma, de su mutua validación, de las Teologías Vetero y Neotestamentarias, surge
el edificio de la Teología no tan sólo Exegética, sino propiamente Bíblica. Herramienta legítima para tal
Suma Exegética es la Hermenéutica. Y dentro de la Hermenéutica ocupa importante sitial de atención el
examen de la hermenéutica propia de Jesucristo, y la hermenéutica propia e inspirada de sus apóstoles y
demás escritores neotestamentarios. El desarrollo progresivo del Antiguo Testamento también revela una
dinámica hermenéutica al interior del Antiguo Testamento mismo. La Exégesis del Antiguo Testamento y
la del Nuevo, enriquecidos por su propia hermenéutica interior y sus interrelaciones, enriquecen la Exégesis
Bíblica y dan también lugar al aprovechamiento selectivo de la documentación concomitante y de la
intertestamentaria, las cuales, a la luz de la Exégesis y la Hermenéutica Bíblicas retroalimentan la
consideración escriturística con clarificaciones mediante la patentización del contexto histórico.
La Teología Exegética y Bíblica, pues, es el resultado de la consideración espiritual, objetiva y científica
del fenómeno textual en relación al contenido de su mensaje, sin los aderezos de la Teología meramente
Natural, que sin considerar la Revelación Proposicional en los Textos de las Sagradas Escrituras, descubre a
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Dios en el testimonio divino mediante la sola naturaleza. Sin los aderezos tampoco de la teología
especulativa que mediante meros argumentos de razón reconoce a la Divinidad y nuestra relación a ella. La
teología exegética y bíblica, librándose, en lo metodológico, para ser objetiva, de tales aderezos, se ocupa de
tomar el sentido evidente del texto en su concreción fenoménica, y a la luz de su contexto histórico. La
exégesis, auxiliada por los asertos de la alta y baja crítica conservadora, es en este respecto la reina de las
ciencias; pero vivificada por la mística espiritual de la experiencia confirmativa del creyente, enriquecida por
los aportes de la teología natural y especulativa, por los de la historia y la metodología filosófica, etc., la
Teología Bíblica da lugar a la Dogmática y a la Sistemática.
Del aporte divino descubierto por la Exégesis, enriquecido por la razón y la teología natural, se
transparentan los grandes Principios de la Dogmática, que al edificarse coherentemente dan lugar a la
Teología Sistemática. La edificación coherente de los Dogmas entre sí estrechamente relacionados, da lugar
a la cosmovisión teológica sistemática. El proceso de Revelación, junto al de registro, clasificación,
reconocimiento canónico, evolución de la hermenéutica y exégesis eclesiásticas, y aplicación de sus
conclusiones, todo esto da lugar por su parte a la Teología Histórica. Y enfrentadas la teología exegética y
bíblica, la dogmática, sistemática e histórica, a la resistencia de la cosmovisión no cristiana y pagana o
secular y laica, se perfila entonces la respuesta de la Teología Apologética. La Exégesis Bíblica resulta,
pues, la madre remota de los Principios de la Filosofía genuinamente Cristiana.
La Dogmática y la Sistemática son la elaboración propia de tales principios en el campo primeramente
teológico. Y las teologías histórica y apologética que subsumen también a la natural y a la especulativa,
resultan ser la configuración estratégica coyuntural de la aplicación de los principios en un determinado
contexto histórico. La Facultad de Teología resulta ser, pues, también, la espina dorsal de la Universidad
Cristiana.
Pero, puesto que tal Teología Integral responde por sí misma a los grandes interrogantes propios de la
Filosofía por la realidad, el conocimiento, la conducta y la estética, etc., entonces se configura el contenido de
la filosofía a la que la teología colma y supera. La Mística Escriturística Cristiana colma y supera a la
teología en lo vital y no apenas meramente ortodoxo. Y así hace la teología con la filosofía a su vez. La
filosofía elabora sus principios en base a las evidencias de la realidad, el conocimiento, la conducta y la
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estética, etc. Pero como la teología imprime sus hallazgos sobre la cosmovisión acerca de tales respectos, la
filosofía no tiene derecho a deshacerse de las realidades de que se ocupa la teología por consideración de
materia y objeto propio de aproximación. La excusa del existencialismo agnóstico del tipo de Karl Jaspers
en su obra «La Fe Filosófica frente a la Revelación», se muestra reduccionista por desconocimiento en base a
prejuicios. También resulta válida la crítica a Jaspers de Helmut 0giermann en su ensayo «La alternativa
filosofía o revelación, según Karl Jaspers» (Academia Teológica 1). La Teología y la Filosofía no se
excluyen, pues nacen ambas del mismo campo de las evidencias que se imponen, que requieren ambas la
participación de la percepción e intelección tanto del individuo como de la colectividad a veces colegiada e
interdisciplinaria. La Ontología y Epistemología Cristianas justifican la Ética del Cristianismo, y ésta
fundamenta su Filosofía del Derecho, la cual por su parte determina los cauces legítimos de su Economía y
Política.
Las grandes realidades, Dios, alma y mundo, que se imponen a toda filosofía, son objeto de aproximación
tanto teológica como filosófica. Debiéramos decir que son objeto de aproximación simplemente pero
íntegramente humana; pero también han sido objeto de Revelación Divina. Puesto que Dios, alma y mundo
constituyen el terreno común de la teología y la filosofía, ésta última no puede desligarse de la primera, ni
tampoco pueden hacerlo sus elaboraciones dentro del Derecho, la Economía y Ia Política.
Cualquier filosofía pretendidamente laica, descansa realmente en un cierto tipo de cosmovisión religiosa
subyacente muchas veces panteísta e incluso no es raro que lo sea luciferiana. Gran parte de la Ilustración,
el Positivismo y los Existencialismos agnósticos y ateos, son el edificio conceptual que se levanta en base a la
Religión Cabalística y Gnóstica de la Masonería. Históricamente son evidentes los vínculos de tales
escuelas con el trasfondo masón. E igualmente es demostrable el vínculo masónico con las traslogias de la
vertiente ofita, la religión de la serpiente. La rebelión luciferiana es el motor interno de la religión ofita, y
ésta es la que suple el acomodo de nueva cosmovisión a las filosofías de trasfondo masónico, en las que el
antropocentrismo relativista inspira la "legalización" indecente del hedonismo y del pragmatismo positivista
antitrascendente. En Marx, por ejemplo, es el ateísmo el que inspira su crítica a la filosofía del derecho de
Hegel. Asimismo es al hedonismo al que se rinde culto en la filosofía económica de Adam Smith y del
Neoliberalismo, como bien lo ha denunciado la estirpe de la Escuela Larouchista. Es el epicureísmo y no el
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cristianismo la filosofía que subyace en el Liberalismo de Occidente.
Por su parte, en cambio, el principio bíblico económico y monetario del «Siclo del Santuario», el precio
justo, la distribución equitativa de beneficios y cargas, la erradicación de la usura, la reforma agraria con
distribución equitativa y gratuita de la tierra, edifican una economía basada en la teoría ética del valor; y no se
trata aquí de una ética relativista, situacional y meramente pragmática, sino de una ética moral a la que se ha
impuesto la Revelación Divina, cuyo testimonio se convierte en ley para los hombres. La filosofía Cristiana
del Derecho, la Economía y la Política descansa pues en los Principios Éticos que ha revelado la Naturaleza
Divina en su incursión histórica; según lo demuestra la exégesis bíblica vivificada por una mística de la
experiencia del creyente.
La preponderancia cristiana de la ética por el derecho sobre la economía, obliga una política
necesariamente intervencionista por parte del Estado, aunque moderada en razón de la misma ética. En el
Cristianismo bíblico no está la economía al servicio de la política del hedonismo, como acontece con la
manipulación plutocrática del Neoliberalismo, sino que la política está al servicio de la ética económica
perenne nacida de la vivencia moral fruto de la exégesis de la Revelación, madre del Derecho Divino y
guardiana del Derecho Natural inspirador del Derecho Civil, en lo substancial y en lo procesal.
La barca de los economistas, juzga el Cristianismo bíblico, está perdida en la pleamar del maremagnum de
escuelas y tentativas fallidas, cuando no tienen su ancla ni su puerto en la Palabra de Dios al respecto. La
política es, pues, en el Cristianismo bíblico solamente una de las herramientas de servicio, en sujeción a los
principios macro-socio-económicos de un Derecho Trascendental informado por la ética revelacionista
escritural, y garantizado por el Estado. El Cristianismo bíblico asume abiertamente en toda coyuntura su
orientación teocrática, y el margen de liberalismo que incorpora es apenas la inspiración de las razones
teocráticas mismas, que se relacionan a la dignidad y dignificación humanas.
No hay que temer a la orientación teocrática del Cristianismo bíblico, puesto que su conservadurismo
incorpora el liberalismo necesario a la dignidad del hombre, y es esa misma dignidad que se fundamenta en
Dios la que establece los márgenes éticos de su liberalismo relativo incorporado. Tales márgenes son la
razón de ser del intervencionismo estatal. La orfandad de la pretendida ética secular es el talón de Aquiles
que arrastra hacia la anarquía al ultraliberalismo, dándose la paradoja de una desembocadura dictatorial
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irracional hedonista donde el estratega liberal más fuerte se convierte en el beneficiario de la opresión
encubierta.
La ética revelacional del Cristianismo bíblico, escriturística, en cambio no está huérfana; sí tiene Padre, y
la calidad de la Paternidad es la garantía contra la dictadura. Así que el conservadurismo teocrático del
Cristianismo bíblico incorpora el margen de liberalismo necesario a la dignidad humana; en cambio el
ultraliberalismo incorpora la más despiadada de las dictaduras. Esta es la paradoja de las implicaciones de la
orientación y estrategia políticas. Sólo Dios es garantía para el hombre. El hombre solo no es suficiente
garantía para sí mismo. Esta percepción tiene el Cristianismo bíblico, la cual ilumina su filosofía del
derecho, la economía y la política.
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