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DIEZ AÑOS DE UCADE Enrique Galarza Alarcón Quito, 8 de octubre de 2014. La Unión Católica de Apoyo al Desarrollo Comunitario, red eclesial, inspirada en la Doctrina Social de la Iglesia, está cumpliendo diez años de vida. Ha generado servicios financieros y sociales que han permitido fortalecer y apoyar distintas iniciativas en finanzas solidarias en nuestro Ecuador, En este ya largo trayecto recorrido, ha desarrollado y fortalecido múltiples espacios organizativos, tales como, bancos comunales, grupos solidarios y sociedades populares de inversión, todos ellos, recursos válidos para la reducción de la pobreza, sobre todo, en el sector rural . Me uno gozoso a esta celebración y hago votos porque el trabajo continúe por muchos años más y cada vez los frutos sean más abundantes. Mi intervención, conforme al pedido de los organizadores de este evento, se resume en proponer tres puntos de reflexión: 1. EL ESTADO SUBSIDIARIAMENTE, IMPULSA Y REGULA LAS ORGANIZACIONES DE ECONOMIA POPULAR Y SOLIDARIA. Genéricamente denominamos “ economía popular al conjunto de actividades económicas y prácticas sociales desarrolladas por los sectores populares con miras a garantizar, a través de la utilización de su propia fuerza de trabajo y de los recursos disponibles, la satisfacción de las necesidades básicas, tanto materiales como inmateriales”i. La célula organizativa básica de la economía popular es la familia. Y pasando por la familia extensa son múltiples las formas y caracterizaciones de la comunidad que se organiza alrededor de propósitos, particulares, algunos, y generales otros, todos para responder a sus necesidades sentidas. Con el devenir del tiempo irá apareciendo cierto agrupamiento por la orientación de la actividad (producción, comercialización, adquisición y/o mejor aprovechamiento de infraestructura productiva, crédito, etc.). La asociación solidaria para la subsistencia ha sido una práctica ancestral muy especialmente entre los más pobres. Históricamente como expresión de esta práctica se han constituido verdaderas instituciones populares como la “prestación de mano”, “auxilio comunitario para viudas y huérfanos”, y la propia minga social, etc. Los agentes de pastoral de la Iglesia Católica han sido los grandes animadores del espíritu solidario, vale la pena escuchar y leer las crónicas de la acción de los Curas Párrocos como gestores y acompañantes de tareas comunitarias. En las décadas de los 60’ y 70’, la fuerza asociativa se volcara en el movimiento cooperativista. El reconocimiento formal, jurídico, del Estado ecuatoriano, a la economía popular y solidaria como sector de la economía, es reciente, y como tal, con alguna frecuencia se la presenta como algo absolutamente nuevo. En efecto, la Constitución de 2008 establece que “El sistema económico es social y solidario; reconoce al ser humano como sujeto y fin; propende a una relación dinámica y equilibrada entre sociedad, Estado y mercado, en armonía con la naturaleza; y tiene por objetivo garantizar la producción y reproducción de las condiciones materiales e inmateriales que posibiliten el buen vivir. El sistema económico se integrará por las formas de organización económica pública, privada, mixta, popular y solidaria, y las demás que la Constitución determine. La economía popular y solidaria se regulará de acuerdo con la ley e incluirá a los sectores cooperativistas, asociativos y comunitarios” (art. 283)”.ii Sin embargo, el propio reconocimiento del Estado es resultante de un largo proceso histórico, como ya se ha dicho, no se trata de una novedad absoluta. La constitución de 1967 asumía que lo prioritario en la economía era que “la actividad privada recibía estímulo del estado para la creación de nuevas empresas, para su ampliación y reinversión de sus beneficios en actividades lucrativas” (art. 86), pero señalaba también que, “Sin menoscabo de la libertad individual ni de la autonomía de las cooperativas y empresas, el Estado promoverá su creación y desarrollo, para el mejoramiento de la economía popular” (art. 87); un poco confuso, es cierto, pero presente al fin de cuentas. La constitución de 1978 ya fue más clara, y hablaba de cuatro sectores de la economía: el sector público, el de la economía mixta, el privado y “El sector comunitario o de autogestión, integrado por empresas cooperativas, comunales o similares, cuya propiedad y gestión pertenezcan a la comunidad de personas que trabajen permanentemente en ellas” (art. 46).iii 2. DESNATURALIZACION DE LA ECONOMIA PRIVATIZACIÓN O POR SU ESTATIZACIÓN. POPULAR Y SOLIDARIA POR SU Es sabido, que dentro del cúmulo de verdades proclamadas desde la fe en Jesucristo, hay dos que constituyen dogmas propios e irrenunciables, y que le diferencian sustancialmente de cualquier otro credo, el dogma de la Encarnación y el de la Comunidad. En efecto, el Señor Jesucristo, es plenamente Dios y es plenamente hombre; siendo persona es Uno con el Padre y el Espíritu Santo. Los seres humanos fueron hechos a imagen de Dios, personas llamados a constituir comunidad. Los seres humanos, somos personas y siendo cada uno una totalidad, somos inalienables, indivisibles, únicos e irremplazables, nada hay sobre la tierra superior a la dignidad humana. Siendo parte actuante de la comunidad humana nos adecuamos y aproximamos a la perfección. El pecado, todos somos pecadores, rompe esa vocación, hace al hombre menos persona y le aísla de la comunidad, le vuelve solitario y egoísta. Desde la libertad humana, toda la historia de la humanidad, con avances y retrocesos, ha sido una constante búsqueda de formas de vida en las que los seres humanos vivan su dignidad humana-comunitaria. Contemporáneamente, dos formas de pensar y actuar han tenido tal fuerza que se han constituido en ideologías: el liberalismo-capitalista y el socialismo-estatista. La modernidad, desde el Renacimiento, va concentrándose en un antropocentrismo que propende que el hombre vaya constituyéndose en la centralidad absoluta del universo, está llamado a constituirse en la medida última, de toda realidad. Por su razón es fuente de verdad y su libertad está sometida solamente a su propia voluntad. El bien será una prolongación de su bienestar y gozo y estos dos, producto de la utilidad y pragmatismo en el manejo propio y de sus bienes. Visión antropológica que lleva al desarrollo de la ciencia, la técnica, el arte, la producción, etc., pero al mismo tiempo, encierra a los seres humanos en un egocentrismo suicida que les lleva a negarse a si mismo y a los “otros”. El individuo, es como si solo el existiera. Cada uno vale no por lo que es, sino por lo que tiene y por lo que aparenta ser ante los demás. Los demás, serán “lobos” de los que hay que cuidarse y a los que hay que atacar primero, la sorpresa, el engaño son tácticas útiles para ganar a la competencia. La naturaleza es propiedad de su “dueño” y él puede hacer de ella lo que a bien tuviera. Desde esta forma inducida de pensar y de vivir, surgirá toda una ideología, la liberalcapitalista, cuyo objetivo será producir para consumir y consumir para estar por encima de los demás. Todos, en mayor o menor grado somos absorbidos por esta ideología dominante, vamos adecuándonos a ella y desde ella, van apareciendo instituciones, normas, costumbres y modas que la sustentan y fortalecen. Dentro de cada país y en las relaciones entre ellos, las diferencias van siendo cada vez mayores, unos pocos tienen cada vez más y los muchos cada vez tienen menos. Como reacción a la ideología materialista de acumulación-la liberal capitalista-, a finales del siglo XIX, surge otra nueva, -la materialista de estado-. Esta nueva ideología, acusa a la anterior de inhumana, excluyente, explotadora, expoliadora de los pobres y del medio ambiente. Propone la reconstrucción de otra sociedad, que sea justa e igualitaria, para ello, en una primera etapa, deberá constituirse en una dictadura que destruya al Estado burgués y cambie la ideología de los individuos, de una mentalidad individualista, competitiva, consumista les transforme a otra con una mentalidad colectivista, solidaria, de sacrificio. El Estado se vuelve omnipotente y omnipresente, es absoluto, no solo regula la actividad humana, sino que pretende dirigirla y controlarla en extremo, sin dejar espacio para que las personas e incluso colectividades se expresen y actúen responsable y solidariamente. También en relación a las prácticas de economía popular y solidaria hay dos actitudes del Estado que son contradictorias a su naturaleza y a su tarea social, la primera, que ha sido la tradicional, el que desconozca o prescinda de las organizaciones que aglutinan y promueven la economía solidaria haciendo de la economía privada como si fuera el único referente social y productivo, o la segunda actitud, la de pretender desde el propio Estado absorber la actividad, sus agentes y organizaciones como si la única practica popular es la estatista. La práctica social popular y solidaria, es sin duda una práctica política en sus orígenes y en sus fines, pero por su naturaleza no es ni debe ser partidista, así hacerla sería una manipulación ideológica. En lo público no debe depender de los que ejercen el poder ni económico como tampoco político, la pretensión es que se constituya en una política de Estado, cuyo fundamento es la propia soberanía de los sujetos. Funcionalmente, a todos los niveles es importante diferenciar, coordinar y armonizar con políticas claras a los tres sectores: público, privado y social. El Estado a través de sus personeros y organismos debe normar, incentivar y abrir oportunidades para el pleno desarrollo del sector y por ende de sus asociados. 3. EFICIENCIA Y EFICACIA EN LA MISIÓN La identificación y formulación de la “misión” de las Organizaciones de Economía Popular y Solidaria va a exigir una consistencia teórica y práctica con su naturaleza, si nos quedamos solamente en formulaciones de la “visión”, hay el riesgo de caer en una exclusiva proyección inmediatista, necesariamente pragmática, pero no históricamente y sociopolítica suficiente. En efecto, al formular la visión de la organización, será necesario precisar indicadores objetivos de logro, entre otros, el de costo-beneficio, costo-oportunidad, inversión, recuperación, rentabilidad, mano de obra, materia prima, etc., etc. Todos ellos nos permitirán garantizar una indispensable eficiencia en el manejo de los recursos de la comunidad. Los garantes de esa eficiencia son los propios sujetos de la organización que con su participación y compromiso crítico ayudan que todo se haga para el bien común y con criterios éticos previamente definidos. La escasez de recursos obliga de forma absoluta su manejo responsable, honesto y técnico. La antropología cristiana a más de definir el horizonte último del trabajo comunitario exige una pedagogía en el trabajo solidario. Pedagogía que será cada vez más integradora, integral, universal, comunitaria, centrada en el dialogo, el encuentro, la reunión. Siendo sensibilizadora de las propias necesidades también es potenciadora porque lleva a encontrar los recursos, sobre todo humanos, en la propia comunidad, y de ser necesario, más allá de ella. El trabajo solidario enriquece porque hace que cada uno se auto valore y valore a los demás. Lleva a organizarse, y afianzada la organización buscar nuevas relaciones y alianzas que le permitan descubrir nuevos desafíos y nuevos compromisos. El trabajo popular y solidario no se agota en algún proyecto o logro, por su propia dinámica lleva a sus integrantes a nuevos procesos y logros. ii Sarria Icaza, Ana Mercedes. “Economía Popular iiMario Unda, iii LA “NOVEDAD” DE LA ECONOMÍA POPULAR Y SOLIDARIA,2012. Idem, Ob.Cit.