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El Universo. Visiones múltiples.
Gustavo Adolfo Canals
PhD.math., Dr. Física Teórica, Univ.Oxford.uk
[email protected]
Cuando conozcamos qué es el universo, de qué se compone,
cómo se originó, sabremos por qué estamos aquí. Si es que
todavía nos sigue interesando conocerlo. Pero el enigma se
las trae porque, aunque resulte asombroso, todo apunta a que
no hay universo, sino multi-universos
El modelo más verosímil para el universo
es una nada en movimiento rotatorio.
(W. D. Parkinson)
Meditar sobre el universo es la excusa ideal para sentirse
metafísico. O físico, pues ahora son ellos, los físicos, los que
más saben de esta materia. El misterio del universo
constituye hoy la cuestión básica para quienes aspiran al
conocimiento último. Ya no sirve aquello de ¿a dónde
vamos, de dónde venimos...? Cuando conozcamos qué es el
universo, de qué se compone, cómo se originó, sabremos por
qué estamos aquí. Si es que todavía nos sigue interesando
conocerlo. Pero el enigma se las trae porque, aunque resulte
asombroso, todo apunta a que no hay universo, sino multiuniverso. Es lo que se conoce como Interpretación de los
Mundos Múltiples, singular teoría apoyada por mentes tan
privilegiadas como Edward de Witten, John A. Wheeler,
Stephen Hawkings y Steven Weinberg, entre otros.
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Los antiguos desarrollaron peculiares ideas sobre la
composición del universo. Una de ellas, en extremo singular,
es la de Cosmas Indicopleustes, erudito bizantino que vivió
en el siglo VI. Escribe este autor en su Topografía Cristiana:
"El mundo es rectangular, extendiéndose desde Iberia a la
India, y desde el África a la Escitia. Sus cuatro lados están
formados por altas montañas sobre las que descansa la
bóveda celeste. La Tierra es sólo un arca de gigantescas
dimensiones, y en el fondo plano de este arca están todos los
mares y tierras conocidos por el hombre. El firmamento es la
tapa del cofre, y las montañas son sus paredes". Después
vinieron Galileo, Kepler, Newton...
Definiciones del universo existen muchas, algunas de ellas
chocantes o sorprendentes. Debe ser un tema que inspira.
Para Francisco Umbral el universo es una geometría inútil y
para Bart Kosko, aficionado a los pensamientos borrosos, el
universo es información. Y añade que nuestro ADN es
simplemente información hecha carne. Timothy Leary, por
su cuenta y "riego", se preguntó: "¿Es el universo en esencia
continuo o discreto?" Y añade que a dicha pregunta sólo
puede responderse: "Sí". Curioso. Sathya Sai Baba, gurú de
la misteriosa India, nos revela que el universo y el individuo
es uno solo, la ola y el mar. Afirmación que extrañamente
coincide con la mantenida por el premio Nóbel de física
Erwin Schrödinger: "La suma de todas las mentes es uno".
Unidad por la que también se decantó Giordano Bruno: "El
universo es uno, infinito e inmóvil". Y para rematar esta
compartida unicidad, citaré la definición que dan del
universo los heterodoxos Robert Shea y R. A. Wilson en su
trilogía The Illuminatus!: "El universo es lo interior sin lo
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exterior, el sonido hecho uno". Un poco oscuro, pero así son
los místicos. Entre las definiciones curiosas del universo,
destaco ésta del físico Paul Davies: "El universo es un
ordenador, el único problema es que es otro el que lo está
usando... Sólo somos chinches en la gran máquina cósmica".
Pero sin duda, la cosmología más singular de la que he
logrado tener noticia se la debo a Charles Fourier. Dice este
visionario francés: "La Tierra sólo ocupa el lugar
insignificante de una abeja en una colmena formada por unos
cien mil universos siderales cuyo conjunto constituye un
biniverso, estando estos biniversos agrupados por millares en
triniversos y así sucesivamente, donde la creación procede
por etapas y tanteos sucesivos, donde nuestra existencia
individual está compuesta por 1.260 avatares que ocupan
54.000 años en el otro mundo y 27.000 en éste..." Un delirio,
y exactitud, que apabullan.
En cuanto a los orígenes del universo, pueblos anteriores a
los babilonios, como los pueblos Eridu y Nippur, ya poseían
su propia cosmología. Para los Eridu, fue el agua el origen
de todas las cosas. El mundo surgió del mar y es circundado
por él. Más allá de la línea del océano, el dios-sol pastorea a
su ganado. Para los Nippur el mundo era una montaña, y el
cielo una cúpula sólida cuyas bases se sumergían en los
océanos. Para los antiguos nórdicos, según se desprenden del
canto épico de los Edda, el mundo se originó por el
encuentro de la cálida corriente de aire con la capa de hielo
del protogigante Ymir. Los dioses le mataron y con su carne
formaron la tierra, con su sangre el mar y los lagos, con sus
huesos las montañas, los árboles con sus cabellos, con su
cráneo el cielo, etc. Los Upanishad nos aseguran que en el
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principio no había nada en absoluto. El mundo entero se
hallaba envuelto por la muerte, por el vacío. Y la muerte
pensó para sí: ¡Me gustaría tener identidad! Y surgió el
universo.
La Biblia deja en manos de un ser llamado Jehová la
creación del mundo en seis jornadas, al término de las cuales
descansó. Al principio fue la luz, nos dice esta cosmología.
A lo que la teoría del Big Bang admitida sin grandes reparos
por la mayoría de la comunidad científica, corrige
manifestando: "En el comienzo fueron los rayos gamma". Se
necesitaron cien mil años para que los rayos gamma se
transformaran en luz visible. Aristóteles, por citar a un
griego, sostenía que el universo no tuvo ni principio ni fin.
Aserto respaldado poéticamente por el escritor mexicano
Octavio Paz: "No hay fin y tampoco hay principio: todo es
centro". Sin embargo, y siguiendo a Alan Guth, bastan veinte
libras de materia para comenzar un universo. ¿Tan poca
cosa? Pero, ¿cómo transformar esas veinte libras de átomos
en un universo? Quizás acierte R. A. Wilson cuando asevera
que los átomos crearon el universo sexualmente. Lo cual, por
ingenioso que sea, no aclara mucho el misterio de la
creación, el enigmático origen del universo, un origen que
cada vez intriga más a quienes lo estudian. Así, el famoso
cosmólogo Lee Smolin, nos informa: "¿Cuál es la
probabilidad de que un universo creado por parámetros
elegidos al azar contuviera estrellas? Una entre 10229". Y
las estrellas, está probado, son fundamentales para la
existencia de la vida. No obstante, desafiando a tan
microscópica probabilidad, estamos aquí. Y esto nos
conduce al principio antrópico, el más extendido dentro de la
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cosmología ?si bien con numerosos detractores? para
enjuiciar el universo. Este principio aduce que el particular
universo que observamos, que habitamos, es seleccionado de
entre todos los universos posibles por el simple hecho de que
nosotros estamos aquí para observarlo. El principio antrópico
podría resumirse con esta frase de John A. Wheeler: "El
universo debe ser como es porque, si fuera de otra manera,
podríamos no estar aquí para contemplarlo". Frank J. Tipler,
el eminente físico de la inmortalidad, cree que todos los
posibles universos que pueden albergar conciencia son
realmente experimentados. El nuestro es tan sólo uno de
ellos. ¿Un retorno al multi-verso? Mas a pesar de las
dificultades que encontramos los físicos y cosmólogos
actuales para estudiar el origen del universo, otros no tienen
problemas para datar incluso la fecha exacta de su creación.
Así, en 1654, el obispo James Usher, basándose en
profundos estudios de cronología bíblica, anunció que la
"Creación" tuvo lugar el jueves 26 de Octubre del año 4004
a.n.e., a las nueve de la mañana, presumiblemente hora de
Greenwich. Enhorabuena a los nacidos en esa fecha, pues su
cumpleaños comparte el aura que otorga el coincidir con el
aniversario del universo.
Hoy, con datos fiables, se sabe que solamente la Tierra tiene
más de 4.500 millones de años. Aún así no faltan en nuestros
días creacionistas que todavía fechan la Creación a muy
corto plazo. Aclaremos que esto de fechar momentos claves
del universo no es exclusivo de personajes extravagantes.
Newton, con pedestal perenne en el parnaso de la ciencia, en
las postrimerías de su vida, trabajando con profecías bíblicas,
concluyó y anunció que el final del mundo no podría venir
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antes del 2060. ¿Adolecía Sir Isaac de la ley de la Grave
Edad? De acertar, poco le quedaría a la humanidad; a
algunos, por fortuna, nos da de sobra.
Pero parece que los científicos han dado con la clave del
origen del universo, o casi. Según Michio Kaku: "En el
principio era la Nada. No había espacio. No había tiempo.
No había materia ni energía. Pero existía el principio
cuántico, que afirma que debe haber incertidumbre, por lo
que incluso la Nada se hizo inestable. Y las pequeñas
partículas de algo comenzaron a formarse". Pero, ¿cómo de
la nada pudo surgir algo? Pues sí. A mediados de la década
de 1980, se descubrió que la energía total del universo en un
momento determinado podría haber sido cero, lo que nos
llevaría al caso paradójico de obtener algo por nada. La
razón por la que el universo pudo tener energía cero y al
mismo tiempo albergar 1050 toneladas de materia se debe a
que el campo gravitacional posee energía negativa. Así, las
energías negativas de la gravedad pueden anular las positivas
que componen la materia. Mientras la energía positiva se
transformaba en materia, el campo gravitacional acumulaba
la equivalente energía negativa. Esta explicación permite
hacer creíble que el universo comenzase en un espacio vacío,
como, por otra parte, ya nos lo habían advertido los
Upanishad. Toda la materia vendría después (muy
inmediatamente después) como resultado de un proceso
natural. Pero ésta es una de las ultimas hipótesis de la
ciencia, hipótesis prometedora pero no, me temo, la solución
definitiva del misterio.
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Aparte definiciones y posibles orígenes, el universo es un
concepto que levanta disparidad de opiniones. Francisco
Umbral insiste en denigrarlo: "El universo, la creación,
prodigiosa máquina de errores, sistema perfecto de
equivocaciones". Richard Dawkins, el padre del gen egoísta,
nos dice: "El universo ya es de por sí un lugar
suficientemente difícil para comprenderlo sin necesidad de
introducir misterios místicos adicionales que no están
realmente ahí." Para Einstein el universo, finito pero sin
límites, es susceptible de ser alterado por la mera
observación de un simple roedor. En palabras del genio de la
Relatividad: "Cada vez que un ratón mira el universo, lo
transforma". Extraño universo, quizás demasiado sensible.
Pero sobre su extrañeza ya se han pronunciado reputados
físicos. Niels Bohr, el creador de la Mecánica Cuántica, nos
dejó dicho: "Solía pensarse que la física describía el
universo. Ahora sabemos que la física sólo describe lo que
podemos decir del universo". Y otro físico famoso, Haldane,
remacha: "Mi sospecha es que el universo no sólo es más
extraño de lo que suponemos, sino más extraño de lo que
podamos suponer". Y es que la mecánica cuántica, con su
principio de incertidumbre y su dependencia del observador,
parece implicar que el universo está en cualquier estado
posible antes de que lo midamos. Siguiendo este
razonamiento, Robert Anton Wilson sugirió que la mente es
un instrumento ideado por el universo para contemplarse. El
universo vendría a ser más o menos producto de la
conciencia. Los argumentos del obispo Berkeley
desenterrados. Pero es igual lo que digamos los físicos y los
filósofos, para Francisco Umbral el universo no tiene otro
argumento que la crueldad ni otra lógica que la estupidez.
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¿Qué hubiera hecho Umbral de conocer lo que sabía Bart
Kosko, esto es, que bastan tres electrones por metro cúbico
para destruir el universo? ¿Le hubiera pedido la fórmula?
Quizás en el momento de escribir las líneas citadas, mortales
y rosas. Puede que hoy haya cambiado de opinión. Pero por
si acaso aconsejamos a Bart Kosko que no se lo diga.
De todas maneras, cuanto más avancemos en el
conocimiento del universo, más habrá de tenerse presente la
advertencia de Steven Weinberg: "Cuanto más comprensible
parece el universo, tanto más sin sentido parece también".
Pero no nos desanimemos. Quizás, como augura Bart Kosko,
el universo no sea sino un chip en el vacío.
¡Pero
qué chip!
Nunca lograremos conocer el misterio del universo
porque nosotros somos el misterio.
(Canals, Gustavo Adolfo)