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LA SALUD Y LA ENFERMEDAD TIENEN SU HISTORIA.
En todos los tiempos, todas las culturas han intentado comprender las causas de la enfermedad y el
dolor. Las explicaciones que se dieron fueron variando con las creencias y los conocimientos de cada
época y de cada sociedad. Entre los pueblos de la Antigüedad y en algunas culturas actuales,
predomina la idea de la enfermedad como fenómeno sobrenatural atribuido a dioses o demonios.
Incluso, la cura del mal está dominada por creencias mágicas y religiosas que limitan la posibilidad de
comprender su origen e intervenir. Para aliviarlas se ha recurrido (aún hoy) a chamanes, brujos y
curanderos.
Como en tantos otros aspectos referidos al conocimiento del mundo natural, las primeras grandes
obras de carácter racional destinadas a explicar la enfermedad, fueron legadas por los pensadores de
la Grecia antigua. Estas ideas – muchas de las cuales son, a la luz de los conocimientos actuales,
erróneas– determinaron gran parte de los tratamientos médicos que se aplicaron hasta fines del siglo
XIX.
El tratado de medicina racional más importante de la antigüedad clásica,
es el “Corpus Hipocráticum”. Éste no es la obra de un solo hombre, sino el
trabajo de toda una escuela de medicina, cuyo hombre más destacado
fue Hipócrates (siglo V a.C.), nacido en la isla de Cos, en el mar Egeo.
Hipócrates separó la medicina de los rituales mágico – religiosos,
atribuyendo las enfermedades a causas naturales. La idea hipocrática que
más influencia ha tenido a lo largo del tiempo es la teoría humoral de la
enfermedad, la cual dominó a la medicina racional durante casi 2000
años.
Proponía que la salud depende de la mezcla armoniosa de cuatro fluidos o humores que se
encuentran en concordancia con los cuatro elementos básicos de la materia (agua, fuego, aire y
tierra). Los cuatro humores responsables de la vida son: la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis
negra. Según esta idea, la enfermedad compromete a la persona como un todo y reconoce la
influencia de los factores ambientales sobre la salud.
Estas ideas determinaron una de las prácticas médicas más
difundidas hasta casi entrado el siglo XX: la sangría. Dado
que se suponía que para restituir el estado de salud era
necesario restituir el equilibrio entre los humores corporales,
los pacientes - que presentaban los más variados síntomas –
eran sometidos a una pérdida deliberada de sangre. Esta se
lograba por la aplicación en el cuerpo de sanguijuelas o por el
corte en una vena (flebotomía). Cabe destacar que, a pesar
de la sangría – y no por la sangría - , muchas veces los
pacientes se curaban.
En el siglo II, el griego Galeno estudió la anatomía humana sobre la base de la
observación y la experimentación, realizando disecciones de animales. Propuso
una hipótesis trascendental para la concepción posterior de la salud: consideró
al cuerpo humano como una máquina segmentable, donde cada órgano era una
pieza que podía ser “reparada” por separado. En la medicina galénica, la
higiene individual voluntaria era el modo de evitar que actúen los agentes
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externos causantes de la enfermedad. Esta idea se constituyó en el
posteriores de salud pública.
origen de las prácticas
HACIA LA MODERNIDAD
Con la expansión del cristianismo, se concibió a la salud como
un fenómeno espiritual y la enfermedad como un castigo divino.
Esta concepción dominó en la Edad Media, época en la que
sucedieron grandes pestes en Europa. Ante el avance de las
enfermedades, y paralelamente a las respuestas de tipo
religioso, se intentaron desarrollar medidas de higiene pública,
al intentar identificar y aislar a los enfermos y a sus familiares
con respaldo de la autoridad pública. Surgen las cuarentenas,
lazaretos y hospitales para intentar ordenar a una población sin
rumbo y desprotegida afectada por el flagelo de la peste. Estas prácticas constituyen las primeras
modificaciones del paradigma galénico, que ponía énfasis en la higiene individual. Este cambio
conceptual, desde lo individual a lo público, fue posible gracias a las transformaciones de la estructura
socioeconómica medieval, que favoreció la consolidación de las ciudades.
Muchas ideas de la Edad Media provocaron una terrible involución del conocimiento científico: la
desnudez del cuerpo, que permitía una adecuada revisación del enfermo, fue considerada inmoral; las
autopsias, que aportaban valiosos datos para aprender, representaron profanaciones que impedían el
eterno descanso y, por eso fueron prohibidas; el sufrimiento, el dolor, la enfermedad eran pruebas
enviadas por Dios, a las que había que resignarse porque sólo así se aseguraba la entrada al Reino
Eterno.
Todo esto hizo de la Edad Media una etapa oscurantista en la historia de la Medicina.
En el Renacimiento vuelve a cambiar la concepción filosófica del hombre y éste pasa a ser el centro
de toda actividad. Junto con la Ciencias Exactas y con las Artes resurge el conocimiento científico
acerca de la enfermedad. Se introducen nuevos conceptos, como el de contagio, basado en un
marcado criterio biológico.
En el siglo XVI apareció en escena el microscopio que permitió descubrir la
existencia de microorganismos que luego serían reconocidos como causantes de
enfermedades infecciosas.
Los profundos cambios sociales que llevaron a la Revolución Francesa (siglo XVIII)
permiten reconocer la igualdad de los hombres ante la ley, por lo tanto, se internaliza la concepción de
la salud como uno de los innegables derechos humanos.
El siglo XIX
En el siglo XIX los descubrimientos científicos avanzaron notablemente. En 1833, Robert Brown
describió el núcleo de las células. En 1838, Schleiden y Schwann propusieron la teoría celular, que
sostiene que la célula es la unidad estructural y funcional de los seres vivos. Rudolf Virchow, por su
parte, desarrolló la patología celular, que indicaba que la "sede y causa" de las enfermedades residían
en las alteraciones de las células.
Durante ese siglo, el impacto de las epidemias de cólera fue de tal magnitud que se pusieron en
marcha modificaciones básicas en las políticas sanitarias, interviniendo el Estado en las condiciones
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de vida de la población. Es el llamado modelo sanitarista, que promovió la limpieza en las ciudades, la
construcción de alcantarillados, la eliminación de basura y excrementos, el cuidado del estado de las
viviendas, etc.
En esos tiempos, el francés Louis Pasteur generaba un nuevo impacto en la
concepción del proceso de salud y enfermedad. Dio a Iuz la teoría microbiana a
partir de su descubrimiento sobre la acción de los microbios responsables de
enfermedades infecciosas mortales, como la rabia. En esa misma época, el
inglés Robert Koch identificaba y aislaba el bacilo de la tuberculosis, que Ileva
su nombre.
Con la obra de Pasteur se inició una etapa decisiva en la
higiene pública, conocida como la era bacteriológica, que permitió un gran desarrollo científico, reflejado en la producción de vacunas.
En el siglo XIX, de la mano de una ciencia que, por sus logros, parecía
todopoderosa, la enfermedad se concibió desde una perspectiva biológica:
existían agentes agresores externos (virus, bacterias) que atacaban al hombre. El
individuo, entonces, no era responsable de la enfermedad ni de su curación. Era el médico quien
debía actuar, inhibiendo la causa de las enfermedades con medicinas y extirpaciones quirúrgicas,
entre otras estrategias.
De este modo, se llegó al apogeo de la idea de fragmentación del ser humano, en concordancia con la
superespecialización de la medicina. Dado que distintas especialidades médicas se ocupaban de los
diferentes "fragmentos" del organismo humano, no era posible concebir al
hombre como una totalidad.
Sólo a fines de ese siglo apareció un indicio de cambio con Sigmund Freud,
quien contribuyó a crear una concepción unificadora del hombre, vinculando las
reacciones psíquicas con las reacciones corporales (por ejemplo, ante una
situación de temor, las manos transpiran).
El siglo XX
El siglo XX fue escenario de profundas transformaciones, sobre todo desde el punto de vista
epidemiológico. Emergieron nuevas patologías propias del envejecimiento y del estrés (cáncer,
afecciones cardíacas y cerebrales) y reaparecieron viejas enfermedades infecciosas que se creían
controladas, como el cólera, la malaria, el dengue, el hantavirus, entre otras. En estas afecciones, las
condiciones en las que viven las personas tienen una influencia decisiva. Esto obligó a un nuevo
replanteo de la concepción de la salud y la enfermedad, que se entendió como el resultado de la
interacción entre aspectos genéticos, ecológicos y socioculturales.
Las causas de la enfermedad deben buscarse en la historia del paciente, en sus relaciones familiares,
su vida cotidiana, sus costumbres, su nivel de vida, sus creencias y valores, todos elementos
imprescindibles para lograr un diagnóstico y un tratamiento adecuados. Asimismo, los avances
científicos y tecnológicos permitieron que patologías que eran mortales se convirtieran en crónicas. Se
propició así la emergencia de un paciente activo, responsable del mantenimiento de su propia salud.
Al mismo tiempo, la medicina curativa empezó a dejar espacio para la medicina preventiva.
En el ámbito de la salud pública del siglo XX se distinguen tres etapas:
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Desde principios de siglo hasta la Segunda Guerra Mundial: es la etapa de un modelo naturalista,
con influencia de la biología y la microbiología; se deja de lado la dimensión social de la enfermedad.
La salud pública se ocupó esencialmente de las enfermedades infecciosas.
Desde la Segunda Guerra Mundial hasta 1970: es la etapa del Estado de bienestar. El Estado era
responsable de brindar los servicios esenciales (educación, salud, vivienda). En salud pública se trabajó sobre las enfermedades no infecciosas, que adquirieron mayor relevancia a medida que
disminuyeron las infecciosas como causa de mortalidad. Se creó la Organización Mundial de la Salud
(OMS), que desempeña un papel fundamental en Ia orientación sanitaria internacional.
Desde 1970 en adelante: es la etapa de la crisis del Estado de bienestar y en consecuencia, de los
servicios sociales, entre ellos los sanitarios. La OMS desarrolla un nuevo modelo sanitario basado en
la integración de la promoción y la prevención con la curación. Es la época de las enfermedades
crónicas degenerativas, de las conductas de riesgo (por ejemplo, las adicciones), y la irrupción de una
nueva epidemia: la del VIH/sida.
La concepción de salud en la actualidad
En 1964, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió la salud como el
“estado de bienestar físico, mental y social completo, y no sólo la ausencia de
enfermedad” Es una definición ideal, pues es imposible que ese estado sea
alcanzado por toda la población, pero es útil como guía para encarar
actividades sanitarias.
Hoy asumimos que la salud y la enfermedad no son solo "estados" sino partes
de un proceso en el cual el individuo, en su vida, se desplaza sobre un eje
salud-enfermedad (y muerte), acercándose a uno u otro extremo, según se
refuerce o se rompa el equilibrio entre factores físico - biológicos, psicológicos
y socioculturales en permanente interacción.
La salud se concibe como "la posibilidad que tiene una persona de gozar de una armonía
biopsicosocial, en interacción dinámica con el medio en el cual vive” Esto implica considerar al hombre
una unidad y, además, no tomar a la salud como un estado inalterable ni como mera adaptación al
medio. El hombre vive en interacción con su ambiente físico-biológico y sociocultural, de los que
recibe influencias favorables y/o desfavorables. El individuo tendrá salud si resuelve los conflictos que
se le plantean. Por ello, es un ser activo que participa en el logro de su salud.
lndividuo como
unidad
biopsicosocial
Ambiente
fIsico-biológico
SALUD
y sociocultural
La concepción de enfermedad en la actualidad
El concepto de enfermedad, como el de salud, se enmarca necesariamente dentro de una cultura
particular, la cual influye fundamentalmente en el modo en que el individuo la experimenta. Las
creencias sobre la enfermedad dan forma a los síntomas de quien las sufre y también dan cuenta de
su ubicación social. La cultura forma parte de la naturaleza misma de la enfermedad.
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Las definiciones que la gente tenga sobre su padecimiento condicionan los tipos de ayuda buscada y
las percepciones de las ventajas de los tratamientos. La resistencia a seguir las indicaciones
terapéuticas, el consumo por propia iniciativa de fármacos, la resistencia y/o incapacidad de asumir
comportamientos preventivos, reflejan que las personas tienen ideas previas sobre lo que es relevante
para la salud. Estas ideas sobre lo que hay que hacer o evitar para mantenerse sano o para curar las
enfermedades, a su vez, se traducen en determinados comportamientos.
Dolencia y enfermedad
Existen dos conceptos relevantes para la reflexión sobre este tema. El primero, de índole subjetiva, es
la dolencia o padecimiento, que resulta de alteraciones de la salud reconocidas y descriptas por el
individuo afectado. Por ello, el carácter, duración y severidad de la dolencia dependen no sólo de las
causas físicas de la alteración, sino también de las características del paciente y sus circunstancias.
El otro concepto implica, en cambio, una condición objetiva y reconocida mediante la mirada
profesional. Esto es lo que la medicina considera una enfermedad, la que puede evaluarse, por
ejemplo, a través de pruebas de laboratorio. Los pacientes sufren dolencias, los médicos diagnostican
y tratan enfermedades. En este sentido, puede decirse que el paciente consulta al médico por una
dolencia y regresa a su casa con una enfermedad.
Actividad: Completen el siguiente cuadro con las principales características de cada etapa y los
cambios que introdujo cada una en las concepciones de la salud y la enfermedad.
MAGICA
RACIONAL
ETAPAS
OSCURANTISTA
RENACENTISTA
ACTUAL
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