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Entrevista
Walter Kohan: “Los niños también pueden filosofar y sorprender”
“¿Para qué llevar la filosofía a la escuela?” Bajo ese título se realizó, el 17 de junio último, una
jornada regional con docentes y alumnos, que contó con la participación de Walter Kohan. El
especialista en filosofía para niños sostiene que los chicos pueden hacerse preguntas
sorprendentes y que es necesario estimular una actitud cuestionadora en el seno de la escuela. La
actividad fue organizada por la secretaría de Extensión de la FFyH y las cátedras de Didáctica
Especial y Prácticas y Residencias de la Escuela de Ciencias de la Educación, y contó con el apoyo
de la Fundación Arcor.
¿Es posible llevar la filosofía a la escuela?
Es muy difícil, y por varias razones. No está muy claro que la filosofía y la escuela se lleven muy
bien, porque la escuela sobre todo está hecha para disciplinar, para controlar, para evaluar, para
amoldar, para que los niños se adecuen a lo que una sociedad en principio espera de ellos. Y la
filosofía es más un gesto de rebeldía del pensamiento, y apuesta a la falta, en cierto sentido, de
control y de disciplina del pensamiento. Es algo así como que las personas no piensen no lo que
supuestamente tienen que pensar, que sean más creativas, más cuestionadoras... Entonces eso no
siempre es acogible en una institución. Además están las condiciones concretas, como chicos que
tienen hambre o que son 50 en una clase con maestros que no están bien pagos. Entonces no es
nada fácil, exige mucho trabajo y la disposición a ver pequeños cambios
¿Cuál sería el aporte de la filosofía en la escuela?
La escuela es un lugar en el que cuestionar, en general, no es demasiado bien visto. O, por lo
menos, el cuestionamiento tiene un lugar bastante particular: alguien pregunta cuando no sabe y
el que sabe, responde. Y en filosofía no es así: al contrario, el que sabe pregunta, y cuanto más
sabe más pregunta. Hay un saber de la pregunta. La pregunta no es signo de inseguridad o de no
saber o de vacío. Al contrario, la pregunta en filosofía es una posibilidad afirmativa y es como que
hace falta saber mucho para hacerse determinadas preguntas. Es un trabajo muy grande
preguntar. Entonces yo creo que es interesante una vida con más preguntas y con preguntas más
incisivas, y sería bueno que eso pasara en las escuelas.
¿Los niños pueden, a partir de la filosofía, desarrollar un espíritu crítico o creativo?
Las palabras “crítica” y “creatividad” son interesantes, pero infelizmente están gastadas. Son
palabras que el discurso educacional repite mucho y están vaciadas de sentido. La idea sería que
las personas en general, chicos y grandes, quien sea, tengan una relación más abierta, más
problematizadora sobre lo que quieren hacer, sobre por qué valoran lo que hacen, sobre el
sentido que le dan a lo que hacen, sobre por qué tienen la vida que tienen o sobre por qué se
relacionan de determinada manera con los demás... Y la dimensión más creativa tendría que ver
con afirmar otras posibilidades. Hoy hay toda una tendencia, en la escuela y fuera de ella, a que las
personas piensen y tengan un modo de vida más parecido, más consensuado, entre comillas. Y eso
no es muy interesante, sobre todo a nivel del pensamiento. Es interesante que las personas
siempre vean que las cosas pueden ser de otra manera, nunca de una manera sola.
Sin embargo, la filosofía tal como se dicta hoy en la escuela está bastante lejos de este planteo
cuestionador...
Hay una distinción entre la filosofía como contenido, como sistema, como historia, como lo que
los filósofos dijeron, y aquello que los filósofos hacen... La filosofía como verbo, no como
sustantivo; como pensar y no como pensamiento. Entonces, las dos cosas no tendrían que ir
necesariamente disociadas; no es una cosa u otra. En todo caso, es interesante que la filosofía esté
al servicio del filosofar. No como un contenido que tiene que ser aprendido y reproducido sino
como una actividad en sí misma. Cómo se pasa de una cosa a la otra, es difícil; es en lo que yo
trabajo, sobre todo en la formación de los docentes y en la sensibilización.
¿Los docentes son receptivos a este planteo filosófico?
Hay de todo, no? Sucede que la filosofía no es algo que torna las cosas mas fáciles; al contrario, no
es cómoda. Hay un filósofo, Michel Foucault, que dice que “filosofar es tornar difíciles los gestos
demasiado fáciles”; tornar un poco más complejo lo que parece simple. Y eso a veces genera
angustia, miedo, resistencia. Pero también genera un gran entusiasmo, porque cuando las
personas tienen una práctica un poco monótona, o están muy lejos de aquello que los llevó a ser
docentes, la filosofía también se puede presentar como un espacio que abre un mundo.
Podría decirse que su planteo no consiste en que la filosofía sea incorporada como contenido,
sino como actitud...
Así es, la filosofía como práctica. No es que una cosa se contradiga con la otra, pueden existir las
dos, pero a mí lo que más me preocuparía es que la escuela sea más filosófica, que la práctica de
los docentes esté más atravesada por las preguntas que la filosofía hace a través de su historia,
que se torne más problematizadora, sin tantos lugares comunes, sin tanto miedo a preguntarse y
sin tanto miedo a las preguntas de los otros; sin pensar que el docente es el que tiene que saber y
por eso enseña y que el alumno es el que no sabe y por eso pregunta; digamos que se trata de
invertir un poco la relación con la infancia... La infancia no como aquello que tenemos que formar
sino abrirse a lo que la infancia nos puede preguntar.
¿Los niños pueden filosofar?
La filosofía no es una cuestión de edad. Es una posibilidad de la experiencia, es una dimensión del
pensamiento. Y es una pregunta interesante cuáles son las condiciones o qué hace falta para
filosofar. Yo creo que tiene que ver más bien con una cierta disposición del propio pensamiento
que con características formales y estructurales. Estamos muy viciados -y el pensamiento
pedagógico en general está muy viciado- con la concepción de los niños como seres en evolución,
como seres que primero son concretos y después abstractos o como seres que primero atraviesan
un período sensorio-motriz y después en uno lógico formal... En fin, sabemos demasiado sobre los
niños, y a veces la pregunta de un niño nos sorprende. Es una pregunta que un niño no podría
hacer, pero la hace. Entonces yo parto de que los niños pueden hacer filosofía, y no porque yo lo
pueda demostrar ni porque sea una verdad, sino porque a partir de ese supuesto encuentro un
espacio para hacer cosas más interesantes. En el fondo, la filosofía es una apuesta y hacer filosofía
con niños es una doble apuesta; se trata de ver qué da una educación que se abre más a las
preguntas que a las respuestas.
¿Hay niños que están en mejores condiciones que otros de “hacer filosofía”?
En principio, pareciera que es más fácil con una biblioteca en casa o una familia de lectores y
preguntadores. Porque de alguna manera somos los textos que leemos y las preguntas surgen de
lo que leemos o de lo que nos cuentan... Pero, en otro sentido, no tanto. Porque en la filosofía, a
diferencia de otros saberes, no se necesita más que pensar. Eso es bárbaro. Uno puede leer
mucho y tener una relación poco filosófica con lo que lee, o leer muy poco y tener una relación
muy filosófica y abierta. Entonces es sorprendente lo que un niño puede pensar; es imprevisible y
eso no tiene clase social, ni cultura. Es formidable. Y tampoco diría que es natural, sino episódico,
algo que te pasa y hace que te abras a las preguntas y ya no quieras abandonarlas.