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ENTENDEMOS EL SENTIDO DE NUESTRA CONCIENCIA. La conciencia es una de las expresiones humanas más experimentadas y solicitadas del hombre. Podemos distanciarnos de los demás, pero no, de la propia conciencia. Nos hace vivir la experiencia de ser sujetos y responsables por lo que hacemos; insta, censura, recomienda, da conformidad, juzga. A través de los actos que realizamos, la conciencia permite descubrirnos a nosotros mismos. La conciencia moral, no es algo añadido a la persona, sino que es ella misma; el sujeto de la conducta moral. La conciencia moral es una realidad dinámica que capacita al hombre para captar y vivir los valores morales. Su desarrollo y perfección dependen del desarrollo y de la perfección de la personalidad del hombre. La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto. Mediante el dictamen de su conciencia el hombre percibe y reconoce las prescripciones de la ley divina. La dignidad de la persona humana implica y exige la rectitud de la conciencia moral. La conciencia moral comprende la percepción de los principios de la moralidad (“sindéresis”), su aplicación a las circunstancias concretas mediante un discernimiento práctico de las razones y de los bienes, y en definitiva el juicio formado sobre los actos concretos que se van a realizar o se han realizado. La verdad sobre el bien moral, declarada en la ley de la razón, es reconocida práctica y concretamente por el dictamen prudente de la conciencia. Se llama prudente al hombre que elige conforme a este dictamen o juicio. Elementos constitutivos de la conciencia moral: a. Elementos racionales que concurren a la formación de los juicios. Los juicios son formulados antes y después del acto moral. Los juicios previos al acto moral establecen los principios. Por ejemplo: “Hay que hacer el bien y evitar el mal”. En otras palabras, se juzga que si el acto es bueno debe ser realizado, y si es malo, evitarlo. La conciencia juzga también si el acto fue digno de recompensa o de castigo. Si fue malo se pronuncia sobre la obligación de reparar los males causados. b. Los sentimientos morales antes del acto. El hombre naturalmente tiene la tendencia de hacer el bien y evitar el mal. Experimenta, a la vez, respeto al deber, y por ende, aprecia la conducta buena y menosprecia la conducta mala. c. Los sentimientos morales después del acto. El deber cumplido produce en el hombre alegría. Al no cumplir con su deber, el hombre suele llenarse de tristeza y, a veces, de vergüenza o remordimiento por el mal causado. d. Los elementos activos. Son actos de la voluntad. Una vez que la inteligencia ha concedido el objetivo, la voluntad elige los medios necesarios para alcanzarlo y, finalmente, busca su ejecución. Sin embargo, a través de la inmoralidad: Los valores absolutos se relativizan sustituyéndose a Dios. La verdad es remplazada por la mentira para conseguir determinados fines. Frente a este drama del hombre contemporáneo, el Papa Juan Pablo II recuerda en su discurso a los jóvenes en Varsovia: “Al hombre hay que medirlo con la medida de su conciencia” Conforme a la actitud frente al orden moral objetivo, la conciencia moral puede ser: Verdadera: Cuando las valoraciones de la conciencia están de acuerdo a normas objetivas: Ej. La conciencia alaba la virtud y condena el vicio. Falsa: Cuando las valoraciones no están de acuerdo a normas éticas de la conducta. Ej. Ridiculizar la virtud y alabar el vicio. Segura: Cuando el hombre no tiene duda alguna acerca de la legitimidad o ilegitimidad de una acción dada. Ej. El deber del hijo es horrar a sus padres Dudosa: Cuando las valoraciones son inseguras y cambiantes por motivos pasajeros.