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CATÁSTROFES PASADAS Y FUTURAS. Las catástrofes ecológicas provocadas por inadecuadas procesos industriales y agrícolas, exigen una acción clara y decidida. Estos desastres, afectan hoy a todos los continentes, porque los desplazamientos económicos decididos por las empresas occidentales también también desplazaron los riesgos ecológicos. El desastre de Bhopal, en la India, en 1984, fue la catástrofe química más grave de la historia. A liberar cuarenta toneladas de isocianato de metilo y de cianuro, la fábrica de Union Carbide causó la muerte de 8.000 personas en tres días, y afectó a otras 520.000. Todavía hoy, según Greenpeace, una persona muere cada dos días como consecuencia de aquella tragedia. En Francia, una política industrial negligente fue responsable de la explosión en la fábrica AZF, Toulouse, que el 21 de septiembre de 2001 dejó un saldo de 31 muertos, 2500 heridos y daños considerables. En otro terreno, la política nuclear francesa se materializó en la construcción de 60 reactores donde se procesan 1200 toneladas de combustible por año. Los residuos nucleares franceses y otros del exterior son almacenados. Cada año se depositan en el mar y en la atmósfera grandes cantidades de restos atómicos. En estados unidos, el gobierno decidió construir una instalación en Yueca Mountain, Nevada, para darle un destino definitivo a 70.000 toneladas de residuos nucleares acumulados por las 103 centrales del país. En vista de la evidente falta de rigor de las normas de seguridad que demostró el accidente de Chernobyl (1986), resulta inquietante la decisión rusa de especializarse en el lucrativo negocio del tratamiento de residuos industriales y nucleares. En cuanto al área militar, se sabe muy poco sobre la contaminación que generan los residuos nucleares almacenados en bases o en submarinos abandonados. El conflicto de los Balcanes y la guerra del Golfo revelaron las consecuencias de utilizar armamento con uranio empobrecido. Otro punto negro es la grave contaminación industrial derivada del reciente desarrollo de la economía asiática, responsable de una marrón que cubre el Sur de Asia desde abril hasta octubre. Aerosoles, azufre, óxido de carbono, ozono, óxidos de nitrógeno, hollín y polvo de todo tipo afectan la radiación solar y las lluvias, que disminuyen entre 20% y 40%. Otras regiones industriales ya padecen fenómenos similares, como las lluvias ácidas en Europa Central y Oriental. En Francia, la incineración de residuos es la principal fuente de emisión de dioxinas: el 43% de los residuos terminan en vertederos y el 36% es incinerado. El mundo produce cada año 500 millones de toneladas de residuos tóxicos, mientras 500.000 toneladas de pesticidas obsoletos yacen abandonados en diversos países del Tercer Mundo. En Estados Unidos, el atentado del 11 de septiembre de 2001 tendrá consecuencias sobre la población neoyorquina, pues en esa ocasión se dispersó una gran cantidad de polvo tóxico que fue inhalado por los habitantes de la ciudad. Pero la industria y los centros urbanos están lejos de ostentar el monopolio de esos desastres. En todos lados, la desaforada utilización de abonos químicos, insecticidas y herbicidas contaminó a largo plazo los suelos y las capas freáticas, hasta el punto de que, en ocasiones, el agua deja de ser potable. La mala utilización del agua de riego destinada a los cultivos de algodón provocó la casi total desaparición del mar de Aral. Fenómenos similares se observan en el lago Chad y en numerosos ríos cuyos estuarios están prácticamente secos durante varios meses del año. Y a pesar de las cumbres de la Tierra, el mundo continúa cerrando los ojos ante la crisis ecológica.