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ENERO
Llevemos a todos la paz, el perdón y la comprensión con un corazón colmado de misericordia.
¡Amar es algo que no puede tener límites! San Maximiliano vive este gran principio cristiano y lo atestigua
con su experiencia concreta de todos los dìas. Dar amor no quiere decir sencillamente no hacer nada malo,
sino que significa vivir continuamente el don de uno mismo a los demàs. Esta entrega de uno mismo a los
demás, poco a poco, se hace cada vez màs grande y la podemos ver cuando ofrecemos el perdón con
convicción. Nuestra caridad, como tambièn la caridad de Dios, debe tener los rasgos de la misericordia.
Para nuestro mártir franciscano (Padre Kolbe) «la esencia del amor mutuo no consiste en el hecho de que
nadie nos cause disgustos – ya que esto es imposible entre personas – sino en que aprendamos a
perdonarnos unos a otros de una manera siempre más perfecta, inmediata y completamente. Entonces
rezaremos con gran confianza la invocaciòn que encontramos en el “Padre Nuestro”: “ y perdona nuestras
ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt 6,12). Serìa un desastre verdadero si no
tuviéramos nada o poco para perdonar a los demàs. Confiemos, entonces, en la Divina Providencia, en la
Voluntad de la Inmaculada y estemos seguros de que Dios permite todas las cosas para un bien mayor» (EK
935). La capacidad de perdonar es la que nos dice hasta dónde llegamos en expresar la caridad hacia
nuestros hermanos. No es suficiente evitar de provocar disgustos a los hermanos, no es suficiente quedarse
con no dañar al prójimo, sino que es necesario saber ofrecer sentimientos de misericordia regalando
nuestro perdón a los que nos hirieron, entregándoles la posibilidad de volver a empezar para recorrer un
camino de comuniòn que tiene que imitar el estilo de amor que nos ha enseñado Jesucristo. Maximiliano
Kolbe vive continuamente en la escuela del amor misericordioso de Jesús, esa caridad que se hace fuerte
y visible en todas las etapas de su vida. El pudo entregar la vida en Auschwitz justamente porque toda su
experiencia es una oblación generosa hecha con el corazòn siempre abierto y disponible para ir al
encuentro de los hermanos. Nuestra interioridad transmite misericordia si contiene paz y serenidad. Para
San Maximiliano: “El manantial de la felicidad y de la paz no está afuera, sino adentro de nosotros mismos.
Saquemos provecho de cada cosa para ejercitar nuestra alma en la paciencia, en la humildad, en la
obediencia, en la pobreza y en las otras virtudes de la vida cristiana, y las cruces ya no serán tan pesadas.
Además, nosotros proclamamos que a través de la Inmaculada nosotros lo podemos todo: demostrémoslo,
entonces con los hechos. Pongamos en Ella nuestra confianza, recemos y vayamos adelante en la vida con
tranquilidad y serenidad” (EK 935). El fruto de la uniòn con Dios es la paz interior: es el don más grande y
más hermoso que el creyente puede desear, como resultado de la oraciòn y de la vivencia que cada uno
realiza. La quietud del corazón nos permite reconocer la acción de Dios en nosotros y nos hace saber que
estamos realizando un itinerario de perfección evangélica. Se trata de vivir la experiencia de la presencia
de Dios adentro de nosotros mismos, de vivir transformados por la potencia de Dios que se derrama en el
alma. Estamos llamados a custodiar esta realidad interior tan importante para alcanzar la perfección
evangélica y la conversión constante del corazón. Si la paz del Señor está en el corazòn de cada hombre
podemos ser misericordiosos más fácilmente. Esta serenidad interior procede de la constate comuniòn
con Cristo que nos serena, nos alienta y nos regenera. Solamente un corazón que se deja transformar
continuamente por el Señor, puede llegar a actuar con comprensión y perdón ilimitados, aún en medio de
las dificultades. San Maximiliano demuestra que cuando el alma se une a Cristo y deja que El la habite,
puede gozar de un sosiego interior que produce una notable capacidad de perdonar. Las cruces de cada día
ciertamente hacen doler, pero nos preparan para poseer una gran disponibilidad para recibir a los
hermanos: las cruces dilatan el corazón y lo capacitan siempre más para comprender, recibir y volver a
empezar. Por ejemplo, el Padre Kolbe vive un continuo “entrenamiento” en la misericordia tratando de
perdonar y entender a los hermanos de la comunidad y a las autoridades eclesiásticas a las que les cuesta
comprender su apostolado innovador. El santo de Auschwitz atestigua que con el amor de Dios en el
corazón se puede también llegar a ofrecer misericordia a los propios asesinos. Aquí es verdaderamente
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precioso el ejemplo de la Inmaculada que no odia a los asesinos de su Hijo, permaneciendo en silencio y
acompañándolo con mucho amor. Nuestro corazón puede expresar gran misericordia si se deja llenar por
la Paz que trae Dios.
Para la reflexiòn
- ¿En mi corazón existe esa paz que me permite una serena acogida del límite del hermano?
- Si veo a un hermano que se equivoca, ¿me preocupo en comprenderlo y sugerirle caminos de conversión?
- ¿Soy consciente que el estilo misericordioso implica un camino de “entrenamiento” al perdòn?
- ¿Mi oración me ayuda a poseer esa paz que se traduce en misericordia hacia los hermanos?
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FEBRERO
Los que sufren en el cuerpo y en el espíritu
sean consolados con la certeza del amor misericordioso de Dios.
"Ama las cruces. La cruz es la fuente de la verdadera felicidad" (EK 968). San Maximiliano nos invita a
amar la cruz que es fuente de felicidad, en cuanto que en el dolor es posible experimentar la
presencia verdadera y reconfortante del Señor. Él está cerca de quienes lo invocan en el sufrimiento
y en la prueba, y esto es una expresión maravillosa y concreta de su infinita misericordia.
La Inmaculada es un signo de la bondad de Dios para los que sufren física y espiritualmente.
Confiando sin límites en Ella nos permite experimentar su amor maternal, lleno de afecto y de
atenciones hacia quienes viven situaciones de cruz. Las palabras que escribió Maximiliano Kolbe en
su carta son emblemáticas: "Les ruego que no se preocupen por las contrariedades, sino de donar
todo sin límites a la Inmaculada, realizar serenamente lo que pueden y con confianza, confien
ilimitadamente en Ella. Sé que no faltarán las contrariedades y mucho menos las cruces, tal vez muy
pesadas, pero Ella lo puede todo. Escribo esto también por mi experiencia personal. Las cruces son
sólo una escuela, añaden méritos; oprimen, pero al mismo tiempo elevan espiritualmente y nos
enseñan a no confiar en nuestras propias fuerzas engañosas, sino únicamente en la Inmaculada" (EK
429).
El franciscano polaco es un gran experto en el sufrir por amor a Cristo, una dimensión que ama, que
caracteriza su vida, hasta el gesto heroico de Auschwitz, en el que se ofrece en llevar la cruz
preparada para un padre de familia. Un tiempo antes de su muerte fue capaz de escribir: "Las cruces
son necesarias en todas partes, porque también la Inmaculada vivió en esta tierra pasando a través
de las cruces, incluso el mismo Jesús no escogió un camino diferente. En cuanto a nuestras
debilidades personales, no nos deben desalentar en absoluto, sino al contrario cuanto más un
instrumento es miserable, tiene más posibilidades de demostrar la bondad y el poder de la
Inmaculada. San Pablo no duda en absoluto en afirmar que se gloría en sus debilidades, para que a
través de ellas se manifeste el poder de Cristo" (EK 609).
Especialmente en la fatiga es posible disfrutar de la caridad divina que ayuda, apoya y acompaña a los que
están en esta condición. Lo sabe muy bien Kolbe que vive momentos de gran postración física y espiritual,
debido a una enfermedad pulmonar que lo obligó a la inactividad durante mucho tiempo, en dos etapas de
su camino (desde el 11 agosto de 1920 hasta el 3 de novembre de 1921 y desde el 18 septiembre de 1926
al 13 de abril de 1927). Fueron momentos muy difíciles en los que convive con la posibilidad de la muerte o
de una incapacidad prolongada, confiando esta dramática condición a la Inmaculada y a la bondad divina.
Es también en esta situación en la que toma conciencia del amor y de la fidelidad del Señor,
experimentando un consuelo abundante y la importancia del amor maternal de la Inmaculada, verdadera
ancla de salvación en las situaciones más dolorosas. Esta condición de postración física y espiritual se repite
en Auschwitz. Allí Maximiliano está llamado a realizar trabajos forzados que inevitablemente debilitan su
fuerza física y comprometen irreparablemente su salud. El sufrimiento del cuerpo y del espíritu no le
impiden consolar y acompañar espiritualmente a aquellos que están internados con él: si bien en
condiciones precarias y con el riesgo de ser castigado, intenta pronunciar a los hermanos encarcelados
palabras de consuelo, expresión del amor de Cristo y de la Inmaculada, que percibe siempre fuerte en su
corazón. La invocación a la Inmaculada es para Maximiliano fuente de consuelo y de paz: a Ella
encomienda su sufrimiento con la seguridad de su cercanía y de su ayuda como Madre de Dios.
Es muy significativa esta oración que proponemos como un valioso alimento para la reflexión:
Te amo, Te amo, Inmaculada,
cada día elevo mis oraciones a Ti:
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Tú eres mi amada Madre,
más querida que todos los placeres terrenales.
Tú sabes cuánta nostalgia siento de Ti, sabes cuánto cariño te tengo, y cuánto te amo:
¿cuándo me uniré a Ti en el cielo y besaré, oh Madre, tu mano?
Y aunque sienta nostalgia y deseos de Ti,
tengo que esperar aquí con paciencia,
hasta que el Señor haya fijado la hora de mi muerte
y arrancado de mi cuerpo mi alma ansiosa.
Pero hasta cuando viviré todavía en el mundo,
oh Madre mía, te pido con insistencia:
a lo largo de mi breve vida temporal hazme soportar todo por Ti, serenamente.
Ayúdame a soportar, querida Madre,
todas las cruces, humillaciones,
para que por estos sufrimientos pueda un día glorificarte
en el cielo, ¡oh Inmaculada!" (EK 999).
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MARZO
La conciencia de la misericordia de Dios nos haga disponibles a abrirnos al don generoso de nosotros
mismos.
La conciencia del amor misericordioso de Dios es la espléndida seguridad que domina el corazón de
Maximiliano. Él experimenta en su propia experiencia de fe y constata en la de los hermanos cómo el
Señor, a través del amor maternal de la Inmaculada, cuida de los hombres, conduciéndolos al puerto de
la salvación. En particular, el santo da testimonio de cómo incluso las personas más alejadas de un
camino espiritual significativo tienen la oportunidad de conocer el amor de Dios y de cambiar
completamente su estilo de vida. La seguridad de la caridad divina lo lleva a donarse a sí mismo, que es
la constante de toda su vida, enriquecida en cada etapa por su tender en forma significativa al martirio.
La siguiente tabla sintetiza esta lógica.
Tensión al martirio de san Maximiliano
Martirio en la infancia
Infancia y juventud dolorosas: muerte de sus
hermanitos, pobreza de la familia, dificultades de
los padres.
Martirio ordinario
Incomprensiones fraternas en su ministerio
profético, pobreza y dificultades en la actividad
misionera de vanguardia. Enfermedad.
Martirio en la madurez
Arresto, prisión y muerte en el campo de
concentración.
Toda la vida de San Maximiliano está marcada por el misterio de la cruz. Su tender al martirio es una
constante que compromete su vida y que "abraza" las dos guerras mundiales. La infancia y la juventud de
Kolbe se caracterizan por la muerte de sus hermanitos y por la pobreza de la familia que se ve obligada a
grandes sacrificios para la supervivencia. El pequeño Raimundo asiste al gran dolor de su familia uniéndose
a ellos, si bien con el consuelo de la Inmaculada que lo visita proponiéndole las coronas de la pureza y del
martirio y que él acepta con disponibilidad y entusiasmo.
Incluso la vida conventual se presenta colmada de momentos de dolor y de prueba: fray Maximiliano,
ya desde el período de formación, se revela como un verdadero pionero de la vida y de la misión
franciscana. La Milicia, el Caballero y la Ciudad de la Inmaculada son la expresión no sólo de su talento
natural, sino también su docilidad extrema a las mociones que vienen del Espíritu Santo, a las que él
intenta siempre seguir. Todo esto no siempre ha sido bien acogido por los superiores y hermanos, que a
menudo le provocan sufrimiento debido a la cerrazón a las novedades sobrenaturales.
Sin embargo, él continúa sereno, confiado y perseverante, con la seguridad de que es la cruz la que purifica
y bendice todas las actividades que provienen del Altísimo. A esto hay que añadir el sufrimiento físico
causado por sus precarias condiciones de salud que lo obligan a internarse y con frecuencia le crean
grandes problemas.
Llegamos finalmente a la madurez del martirio que se da en Auschwitz y que no está representado sólo por
la muerte heroica en el lugar de un padre de familia, sino también en el vivir día tras día las humillaciones,
el dolor físico e interior y el tener que sostener la fe de sus compañeros. Es la apoteosis del martirio que se
revela casi continuamente durante toda su existencia. Su donar la vida se realiza día a día en su vida
conventual y de apostolado, en su intento de entregar a cada hermano la alegría de la santidad y de la
amorosa presencia de Dios y de la Inmaculada. El se entrega en la vida de la fraternidad haciendo preciosa
su misión en virtud de la paciencia y del espíritu de sacrificio, por el cual acepta las controversias e
incomprensiones de la realidad conventual. Son dos formas de martirio que constituyen un precioso y
doloroso preludio del altísimo sacrificio de Auschwitz. En última instancia, su ser mártir, es decir testigo de
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la fe hasta el final, está en el ADN de San Maximiliano, que hace de esta dimensión de su camino espiritual
el elemento más precioso de todo su apostolado.
Para la reflexión
Reflexiona sobre las siguientes expresiones de San Maximiliano:
«La mera invocación "María ", tal vez con el alma sumergida en la oscuridad, en la aridez e incluso en la
desgracia del pecado, qué eco produce en Su Corazón que nos ama tanto» (EK 509).
«Dejémonos conducir siempre más perfectamente por la Inmaculada, en cualquier lugar y de cualquier
manera que Ella quiera que estemos, para que cumpliendo bien nuestros deberes, ayudemos a asegurar
que todas las almas sean conquistadas por su amor» (SK 960).
«Sólo tú has destruido todas las herejías del mundo entero, para que en tus manos inmaculadas y
misericordiosas yo pueda convertirme en un instrumento útil para aumentar y hacer partícipes del Reinado
de Tu Sagrado Corazón a la mayor cantidad de hermanos que están perdidos, desorientados o son
indiferentes. De hecho, donde Tú entras, obtienes la gracia de la conversión y santificación, porque toda
gracia llega a través de tus manos, del Sagrado Corazón de Jesús hasta nosotros» (SK 37).
6
Abril
Nuestra vida sea un continuo testimonio de la resurrección y de la misericordia divina.
La fuerza del apostolado de San Maximiliano, sin duda, está representada por el testimonio evangélico que,
en todas las circunstancias y en todos los períodos de su vida, trata de ofrecer al prójimo. Es justamente su
ejemplo que es decisivo por el caracter incisivo de sus acciones, por su "contagiar" a los hermanos y a los
fieles. El estilo misionero del santo polaco tiene tres características: su ejemplo que precede al hablar, la
pobreza, el sacrificio y la entrega. Como Francisco, él considera que los frailes y los fieles pueden ser
estimulados por el verdadero testimonio del Evangelio más que con las palabras. El mirar a Cristo, a la
Inmaculada y a Francisco se debe poder traducir en una experiencia que pueda iluminar al prójimo y
llevarlo delicadamente a amar cada vez con mayor convicción al Resucitado, creyendo en su amor
misericordioso.
El mártir polaco da constantemente ejemplo con su vida: expresión de humildad y de confianza en el amor
providente y rico de misericordia del Señor. El trabajo, la pobreza y la entrega al apostolado ponen al fraile,
al mílite o al fiel en general en la condición de entregarse generosamente al proyecto que el Señor les
confía a ellos.
Todo esto es vivido y transmitido por Maximiliano como requisito para una vida misionera. Está
convencido de que testimoniar la fe, a partir de una significativa y personal experiencia espiritual, es la
clave que permite al misionero entrar en los corazones de los hombres, en los cuales "siembra" la
seguridad de la resurrección de Cristo y de su ser llamado para la vida eterna. Por otra parte, el amor a su
vocación, la benevolencia, la hospitalidad, la sobriedad le permiten llevar a los que evangeliza su ejemplo
y luego la palabra. El santo pone en evidencia que mirando el misterio de la resurrección y de la
misericordia divina, las actividades apostólicas, como la propagación del Caballero de la Inmaculada o el
crecimiento de la actividad de la Ciudad de la Inmaculada, se pueden realizar con mayor credibilidad, bajo
la insignia de la fe y del ejemplo dado a los hermanos.
San Maximiliano es protagonista de un anuncio cristocéntrico porque desea transmitir el amor de Cristo
por la humanidad, que gracias a su muerte y a su resurrección, ha sido redimida. Quiere vivir esta verdad
con alegría, y donarla a través de la palabra y de la prensa. Este movimiento de evangelización parte de su
ejemplo personal de vivir el Evangelio que dona y hace donar también a los hermanos que comparten con
él la misma misión. Otro deseo del Padre Kolbe es hacer comprender a los hermanos la importancia de la
presencia de la Inmaculada en su vida, lo hermoso que es gozar de la presencia de una Madre que está
dispuesta a interceder y a derramar su protección maternal y significativa.
Santificarse a sí mismos es la primera forma de evangelización. Sólo cuando esta obra estará en plena
realización será capaz de ayudar a otros a convertirse y a volar hacia la vida eterna. El gran amor del
creyente por el Señor suscita en las personas el deseo de seguir los caminos de Dios. El deseo de comunión
con el Viviente se transmite a través de su proprio camino de perfección.
El santo, con su testimonio y su acción apostólica, desea suscitar inquietud religiosa y moral en el corazón
de sus interlocutores para abrirlos al descubrimiento del amor de Dios y de la alegría de su presencia,
vividos a través de la comunión con Él. No busca autoridades o personas influyentes, sino evangelizar con
su vida y con su testimonio de religioso que da y dona la alegría de la unión con Cristo Resucitado y
Misericordioso, por la mediación de la Inmaculada. Su anuncio, de hecho, invita a sus interlocutores a
experimentar la alegría de la vida ascética y mística, a una comunión con Dios cada vez más intensa y total
que es presagio de la bienaventuranza eterna. El testimonio de Kolbe se enriquece con altas motivaciones
que lo impulsan a la misión: el deseo de anunciar el amor misericordioso de Dios hacia toda la humanidad,
la obediencia a la Iglesia y el seguimiento de Cristo al estilo de Francisco. El santo polaco está animado por
el deseo de transmitir a todos los hombres la profundidad del amor misericordioso de Dios, que también se
manifiesta mediante la presencia maternal de la Virgen María. Su celo es tal que lo lleva a soñar y a realizar
un apostolado sin fronteras ni límites.
Para la reflexión
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Reflexiona sobre las siguientes expresiones de San Maximiliano:
"Tu santificación personal es tu primera ocupación. El compromiso para la santificación de los demás debe
ser la sobre abundancia de tu amor por Jesús. En todo trata de agradar lo más posible a Jesús y ten
confianza en Él a través de la Inmaculada" (EK 987 F).
"La oración es la expresión de un alma hermosa. El cuerpo humano tiene su origen en el polvo y después de
la muerte se convertirá en polvo. Todas nuestras actividades humanas se dirigen a la madre - tierra. Sólo en
la oración el hombre eleva el corazón hacia el Paraíso, y entra en diálogo con el Creador del universo, con la
Causa de todo, con Dios" (EK 1208).
8
MAYO
Libres de todo prejuicio, acojamos a los hermanos en su diversidad.
La aceptación incondicional es una característica esencial de la espiritualidad de San Maximiliano. Él se
deja conducir por Cristo y por la presencia maternal de la Inmaculada hacia una cada vez mayor
capacidad de amar, que alcanza su punto culminante en Auschwitz. Estas son algunas de las
expresiones significativas del santo: "El odio divide, separa y destruye, mientras al contrario el amor
une, da paz y construye. No es raro entonces, que sólo el amor es capaz de hacer a los hombres más
perfectos. Por lo tanto, sólo aquella religión que enseña el amor a Dios y al prójimo puede perfeccionar
a los hombres. La religión de Jesucristo es verdaderamente la religión del amor, del amor perfecto, y
esto es evidente en las santas palabras de Jesucristo" (EK 1206).
El mártir polaco aprende a amar también a los enemigos, incluso a aquellos que ponen en peligro su
vida y la de sus hermanos. Escribirá a un oficial alemán que investiga las actividades de la Ciudad de la
Inmaculada, en las vísperas de su arresto: "Me gustaría hacer hincapié en que no siento odio por nadie
en esta tierra. La esencia de mi ideal está muy dentro de mí. Lo que surge de él es mío: por este ideal yo
deseo trabajar, sufrir y también ofrecer en sacrificio mi vida, mientras que lo que es contrario a él no es
mío, sino que viene de afuera y, por lo tanto, según mis posibilidades, lo he combatido, lo combato y lo
combatiré siempre" (EK 884).
El santo aprende a cultivar en su corazón un amor universal, libre de prejuicios y totalmente libre de
cualquier rastro de resentimiento. Son significativas estas expresiones dirigidas a sus hermanos: "Y
ahora seguimos y seguiremos realizando la misión de amor al prójimo, quienquiera que sea, para aliviar
a los que sufren y encender en su corazón un amor agradecido a la Inmaculada, Madre que ama a todos
los hombres de la tierra, sin distinciones" (EK 914).
El acto de ofrecimiento de la vida en el lugar de un padre de familia en el campo de concentración no es
el gesto de un momento de fervor y de generosidad, sino el resultado de un camino espiritual marcado
por su cotidiano ofrecimiento que llega a su punto culminante en Auschwitz. La muerte de San
Maximiliano es hija de una vida gastada maravillosamente en el amor y en el servicio a Dios, bajo la
protección y la guía de la Inmaculada.
Creemos que el hombre de hoy, sobre todo el que cree en Cristo, tiene absoluta necesidad de inspirarse
en el ejemplo del Padre Kolbe para reconstruir o fortalecer su capacidad de amar. Las condiciones
inhumanas del campo, las barbaries que se llevaron a cabo en él fueron iluminadas por la insólita y
heroica propuesta de dar la vida por un padre de familia, por parte del mártir polaco. Su elección de
amor indica a los creyentes la luz que deben llevar al mundo actual, en el cual muy a menudo prevalece
el deseo de dominar. San Maximiliano enseña que el amor es la esencia misma del ser humano, lo que
lo ennoblece, lo embellece y hace que su vida sea más digna. La caridad es para él y para nosotros la
dimensión más importante de la existencia. Él afirma la belleza de su humanidad y el amor de Dios
contra el odio y la destrucción del hermano. El confirma a los cristianos y a los hombres de hoy que es
fundamnetal dar testimonio del amor hasta la entrega de sí mismos: en este sentido, todos estamos
llamados a ser «kolbianos», a estar convencidos de la importancia que tiene el ser testigos de la
caridad que prevalece sobre toda clase de maldad y de intolerancia. La humanidad encuentra plena
realización en el ser un reflejo del amor de Dios: es lo que el mártir de Auschwitz grita a los hermanos de
este siglo.
Para la reflexión
Es útil meditar en estas palabras de San Maximiliano, tomadas de un artículo del año 1939, que se
refieren a la actividad de la MI y al amor que este movimento desea proponer.
"Estos pobres hermanos, por lo tanto, necesitan luz, mucha luz sobrenatural, una gran energía
sobrenatural; son infelices, están descontentos, porque consideran como objetivo final lo que es sólo
un medio y por lo tanto, después de alcanzar la felicidad a la que aspiran, no encuentran lo que
buscaban. Y siguen buscando con el corazón decepcionado, con la amargura en el alma. ¿Y cómo
podemos tenderles la mano? ¿Cómo no ayudarles a pacificar sus corazones, aliviar su mente, para que
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lleguen al único objetivo final, Dios? El amor al prójimo empuja a estos hermanos que ya han
encontrado el verdadero ideal de vida a no olvidar a los otros hermanos que los rodean. Una de las
muchas asociaciones que ponen en práctica este amor al prójimo es también la Milicia de la Inmaculada.
Ella se llama: «de la Inmaculada», porque sus miembros se ofrecen sin límites a la Santísima Virgen
María Inmaculada, para que Ella misma actúe en ellos y a través de ellos y derrame a través de ellos, en
las otros hermanos las gracias de luz, la fuerza y la felicidad sobrenaturales. También se llama «Milicia»,
porque no se puede permitir el lujo de descansar, sino que tiene la intención de conquistar con el amor,
muchos corazones a la Inmaculada y, a través de Ella, al Divino Corazón de Jesús y, en última instancia,
al Padre celestial. ¿Ya formas parte de las filas de esta Milicia? ¿Quisieras tender una mano de caridad a
tus vecinos? ¡Ofrécete también tú a la Inmaculada! ¡Deja a Ella obrar a través de ti y esparcirás una gran
felicidad en la tierra, incluso en nuestro tiempo, ofrecerás a muchos hermanos inquietos la paz y la
serenidad en Dios" (EK 1237).
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JUNIO
Contemplando el amor misericordioso de Cristo, abramos nuestro corazón a las necesidades de los
hermanos.
El hombre ha recibido como un don de Dios su amor misericordioso y al mismo tiempo nos ha llamado a
"derramar" la misericordia a los hermanos. Ellos deben ser recibidos con todo el corazón, superando las
dificultades causadas por el prejuicio, la incomprensión y el odio. Estar abiertos a la historia y a las
necesidades del prójimo nos hace capaces de amar como el Señor pide. Maximiliano nos ayuda a
entender que detrás de la fachada de una hermosa devoción se pueden ocultar antipatías, ansias de
dominio e incapacidad de encontrarse con los hermanos...
Aquí están las expresiones iluminadoras del mártir de Auschwitz: "Lo más terrible es que este tipo de
persona no se da cuenta de la gravedad de su situación. Puede realizar todas las prácticas de piedad con
los demás, conmoverse profundamente durante la oración, ya que el diablo es capaz de atraer de esta
manera; puede decidir de no estar detrás de los otros, incluso preceder a ellos -una de las
características de este tipo de personas es, de hecho, una evidente falta de humildad. Confiando con
presunción en la propia inteligencia, ni siquiera acepta los llamados de atención de sus superiores, sino
que los atribuye de inmediato a un sentimiento de antipatía o de prejuicio en su contra. Enceguecido a
tal punto, cae más profundamente en el pantano, y no se despertará de su sueño, ¡ni siquiera cuando
llega al límite de pecado mortal! ... No quiero seguir escribiendo acerca de esto. Dios nos libre, y nos
libre la Inmaculada de esta oscuridad" (EK 329). El santo polaco demuestra también estar interiormente
abierto a los que se le oponen. El recuerda en la oración a sus enemigos: su camino no le es indiferente,
sino que trata de transmitirles mucho amor, mucha misericordia. He aquí sus palabras iluminadoras:
"Expresemos nuestros más cálidos agradecimientos y un amistoso 'Dios los recompense', a través de la
Inmaculada, a todos los que de alguna manera, con el consejo, con la lapicera, o con el dinero y con
otras actividades, han ayudado al Rycerz en su lucha por los ideales espirituales más sublimes. Sin
embargo, nosotros no alimentamos los mejores sentimientos sólo hacia estas personas. Con el mismo
amor nosotros nos dirigimos a los que eran enemigos del Rycerz y también a aquellos que han dirigido
todos sus esfuerzos en este sentido con el fin de no permitirles salir de esto! A todos ellos nosotros los
perdonamos de corazón, deseándoles que si hace largo tiempo que no se acercan al confesionario, lo
hagan lo antes posible; y si no conocen la ternura de las enseñanzas de Cristo y no pertenecen a su
redil, les deseamos que cuanto antes el agua del s. bautismo lave sus almas" (EK 1021).
El testimonio misionero de Maximiliano consiste también en el profundo respeto por las culturas
distintas de la propia, en el diálogo que le permite un óptimo proceso de inculturación. Trata de dar el
mensaje del Evangelio con gran delicadeza y con la máxima sensibilidad. El anuncio es acompañado,
según su ejemplo y su pensamiento, precisamente por su testimonio, guiado por la caridad y la acogida
de otras formas de pensar y de vivir.
Él nos da un radiante testimonio por su capacidad de involucrarse y comprometerse profunda y
rápidamente en los ambientes donde entra. Conoce a la gente, la escucha y es capaz de establecer con
todos un diálogo cordial y constructivo a través del cual trata de proponer soluciones concretas a los
problemas, y también líneas sólidas para el apostolato. Se debe destacar la gran capacidad de nuestro
santo de escuchar al prójimo y salir al encuentro de sus necesidades con sensibilidad y eficacia.
Justamente esta acogia es determinante para la credibilidad de un apostolado que es respetuoso de los
deseos y demandas del pueblo. Kolbe elige particularmente la regla franciscana, ya que proporciona la
posibilidad de un anuncio "para todos", motivo de acogida a todos los hermanos, sobre todo a aquellos
que no comparten sus ideas religiosas. De hecho, él considera que "el Padre San Francisco es el modelo
del misionero; su ejemplo, su Regla son altamente misioneros y permiten el máximo celo apostólico
dirigido a la salvación y a la santificación de los hermanos" (EK 299).
Francisco y su Regla son un punto de referencia indiscutible para Maximiliano que en el Pobrecillo, y en
su estilo, ve un modelo extraordinario de vida misionera sin límites. Incluso en este sentido, el mártir de
Auschwitz entra totalmente en la tradición franciscana desarrollándola con su genial aporte.
Para la reflexión
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- ¿Considero la dimensión vertical de la misericordia?
- ¿Hasta qué punto logro aceptar al hermano que vive de una manera diferente de la mía?
- Mi camino misionero ¿me pone en condiciones de aceptar incondicionalmente al otro?
- ¿Trato de superar los motivos de resentimiento y de odio?
- Mi corazón ¿es siempre acogedor hacia los hermanos?
- ¿Cuáles son mis cerrazones , y cómo puedo superarlas?
- ¿Cuál es la enseñanza de Kolbe en este ámbito?
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JULIO
El rencor y la rabia no apaguen nuestra capacidad de amar
En el período de su presencia en Japón, San Maximiliano enfrenta momentos delicados, en los cuales
está llamado a practicar mucha paciencia y humildad con respecto a sus Hermanos que no comparten
sus formas o están en crisis vocacional. El sufrimiento es grande, pero también es grande su confianza
en el Señor y en la Inmaculada: la ascesis y la confianza son determinantes para que la misión dé
frutos, y para que se arraigue de la mejor manera. Él demuestra ser un verdadero hermano menor y
penitente porque pone cada realidad en manos del Altísimo, considerándose nada y aceptando la
adversidad. Este testimonio hace que el apostolato sea más valioso y eficaz: se caracteriza por la cruz.
Así se expresa: "La cosa no ha pasado del todo sin consecuencias y temí seriamente por la vocación del
Hermano Mariano, al cual la partida, la Argentina, la reforma, habían comenzado a poner confusión en
su cabeza; y también por la vocación del Hermano Paolo, que se había apegado mucho al ex fraile
Ludovico y él también hablaba abiertamente ahora de salir y viajar a Argentina con el fin de ayudar (?) a
los compatriotas inmigrantes. Ludovico, de hecho, parecía que se había dedicado al bienestar de los
residentes japoneses en Argentina. Ahora, sin embargo, gracias a la Inmaculada, ha pasado todo y
ambos han recuperado su equilibrio. Pensé
que no me habría tomado tan a pecho este lío, ya que la salida de los precedentes, con la condición
deplorable de su alma, la perspectiva miserable de su futuro, nuestra reputación, la desilusión de la
esperanza de la ayuda en dos años, el sacar de nuevo del bolsillo tanto dinero
-que viene de las manos de muchos que tal vez se privaron del alimento para darlo a la causa de la
Inmaculada- después de haber gastado tanto en su venida [en Japón] y para su mantenimiento en Tokio,
y luego el creciente temor por la influencia negativa sobre los demás, y así sucesivamente; todo esto ha
tenido sus efectos y mi salud ha sufrido mucho. La Inmaculada, sin embargo, dio de nuevo "un mayo",
un hermoso y soleado mes de mayo"(EK 421).
Maximiliano no huye de los problemas con los Hermanos, sino que sufre con ellos, también por los
excesos que muestran. Su ascesis prevalece sobre la tentación del desaliento y del resentimiento. Es
precisamente en el momento en el cual la vida fraterna le causa más sufrimiento cuando aumenta su
disponibilidad a confiar en Dios para cumplir Su Voluntad y la misión. El santo polaco no rechaza a los
hermanos que le causan sufrimiento, acogiéndolos igualmente con paciencia y amabilidad. Sin embargo,
la preocupación del mártir franciscano no está representada por la dificultad que los Hermanos le
causan, sino por el peligro del mal ejemplo que podrían ofrecer a las personas que, en cambio, deben
ser edificadas y evangelizadas. En Kolbe ciertamente podemos hablar de un “ser menor” que se
caracteriza por no sentirse superior a los demás y por no poseer bienes o títulos. En su forma de vida se
puede apreciar el hecho de que no se siente superior a los otros Hermanos con los que trata de hacer
prevalecer la lógica del amor y de la comprensión. Incluso las muchas estructuras realizadas para la
evangelización no son motivo de orgullo y de gloria: todo es considerado como un don de la
providencia divina y de la Inmaculada.
Maximiliano nos ofrece una exhortación significativa porque el amor fraternal siempre triunfará:
"Trabajemos con prudencia, paciencia, humildad, y sin pausa, purificando continuamente nuestras
intenciones, para cumplir solamente la Voluntad de Dios a través de la Inmaculada, ayudándonos
recíprocamente con la oración, el consejo y la acción" (EK 46). El santo expresa estos pensamientos en
una carta en el año 1920, durante su internación en el sanatorio. Ya probado por la enfermedad, invita a
un compañero de Rumania a trabajar con paciencia y con humildad, rezando y confiando totalmente en
la voluntad de Dios. Es la actitud del menor, de quien se siente pequeño y confía solamente en el Señor,
consciente de la extraordinaria vocación para la misión. De esta manera, el amor triunfa sobre el odio y
el resentimiento. La oración, el sentirse pequeños y humildes, el ofrecimiento al Señor, la confianza en
la Inmaculada: son todos elementos que contribuyen activamente a hacer triunfar en nosotros el amor.
Incluso en las circunstancias más dolorosas, el Padre Kolbe no renuncia a trabajar por su fraternidad y a
querer compartir con los Hermanos el trabajo en tierra de misión.
Para la reflexión
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- ¿Cómo puedo vencer mi resentimiento?
- ¿Cómo puedo superar el resentimiento o rencor para que el amor pueda prevalecer?
- ¿Rezo para que mi corazón esté libre de sentimientos de venganza y esté abierto a los hermanos?
- El ejemplo de Kolbe, que amó incluso a los que lo mataron, ¿me compromete, me habla?
- ¿Discuto con los hermanos para construir o para hacer prevalecer mi pensamiento?
- ¿Considero al hermano en su ser amado por Dios?
- ¿Cultivo la belleza y la integridad de mi corazón?
- El ofrecimiento a la Inmaculada ¿me ayuda a liberar el corazón del odio para que yo pueda seguir
amando con todas mis fuerzas?
- ¿Cómo permito al amor triunfar en mi realidad MI?
14
AGOSTO
El martirio de San Maximiliano nos exhorte a ser signos de la misericordia de Dios hacia los hermanos
que viven en la desesperación
La fe debe ser vivida en lo concreto, con un comportamiento que puede llevar hasta el martirio. Sabemos
que en la experiencia espiritual del santo polaco, el don de sí mismo en Auschwitz es el punto más alto de
un testimonio buscado y logrado a lo largo de su vida. Todo esto se expresa en el siguiente pasaje, tomado
de una carta escrita a los Hermanos que habitaban fuera de Niepokalanów, el 16 de julio de 1940, un año
antes de su muerte. Maximiliano es un padre maduro y consciente, capaz de revelar toda su sabiduría
interior y dar un ejemplo de vida coherente y creíble. Aquí están sus expresiones proféticas: "Estoy
decidido a todo, incluso a volver a Niepokalanów, porque el hambre, el frío y el martirio se pueden
encontrar en todas partes ... Mi alma ahora quiere quedarse en este paraíso donde trabajó durante muchos
años, incluso para recibir la palma de martirio [...]. Está dispuesto a todo por la Inmaculada, también a
poner ante Ella su vida como sacrificio, porque en Europa sigue corriendo sangre y es difícil saber qué va a
pasar. De hecho, en el acto de consagración a la Inmaculada repetimos que Ella haga de nosotros "lo que
quiera", que no significa no tener miedo, sino confiar únicamente en Ella y pedir con la oración las energías
necesarias; sin embargo, ya que "la carne es débil" (Mt 26, 41; Mc 14, 38), no siempre logramos mantener
el ritmo con el espíritu, por lo cual a veces puede ocurrir que alguien se arrepienta de no haber sufrido. El
sufrimiento, entonces, es la condición indispensable" (EK 895). El Padre Kolbe está plenamente convencido
de la misericordia de Dios que se derrama sobre su persona y sobre los hermanos y para afirmar esta
verdad está dispuesto a entregarse generosamente a sí mismo. Nos explicamos de este modo todo su celo
misionero: está plenamente convencido de que el rayo de la benevolencia divina debe llegar a todos y por
esto se dedica, sin detenerse, con el mayor celo a una actividad apostólica muy eficaz. En este sentido son
significativas las expresiones que aparecieron en el Caballero de la Inmaculada en la versión polaca, en
enero del 1922: "El objetivo del Caballero de la Inmaculada no es sólo profundizar y fortalecer la fe, indicar
el auténtico camino ascético y presentar a los fieles la mística cristiana, sino también, de acuerdo con los
principios de la Milicia de la Inmaculada, comprometerse en la obra de conversión de los no católicos. El
tono de la revista siempre será amistoso hacia todos, independientemente de la diversidad de la fe y de la
nacionalidad. Su rasgo característico será el amor, enseñado por Cristo. Y con este amor por las almas
perdidas, pero que también están en la búsqueda de la felicidad, se hará de todo para condenar la
mentira, para poner de relieve la verdad y mostrar el verdadero camino de la felicidad" (EK 994).
El mártir polaco adhiere a la fe cristiana hasta el martirio. Recordemos un ilustre episodio que ocurrió en
la cárcel de Pawiak, según lo informado por las actas de la prisión, que se remontan a marzo de 1941. Él
profesa su fe con valentía y determinación, incluso arriesgando palizas y la muerte por parte de un agente
nazi. Este último, durante una inspección, toma el crucifijo que el Padre Kolbe llevaba en su cíngulo y le
pregunta provocatoriamente: «¿Crees en esto?». El religioso respondió afirmativamente y lo hará incluso
por tres veces, mientras que recibe una bofetada a cada respuesta. La noticia se difundió por toda la
cárcel, en la que el santo ofrece un espléndido testimonio de su fe y la certeza de que el hombre siempre
está custodiado por el amor misericordioso de Dios. Es un preludio de lo que sucederá en Auschwitz. Este
modo de actuar del santo da mucha luz a sus compañeros de prisión, ya que tienen la oportunidad de ver
cómo el amor siempre vence, incluso en las más dolorosas y dramáticas situaciones (Cf. A. Ricciardi, Beato
Massimiliano Maria Kolbe, Roma 1971, 347-349). Francisco Gajowniczek, el prisionero salvado por el
sacrificio de Kolbe, así describió los terribiles momentos que preceden a su martirio y su posterior
supervivencia:
"Después de un momento empezó a golpearlo y a incitar a un perro a que lo atacase. El perro lo atacaba y
lo mordía; el prisionero se comportó con sorprendente calma. El prisionero dijo públicamente que era
sacerdote. El alemán se dirigió aún con mayor ira contra él" (PATAVINA SEU CRACOVIEN., Beatificationis
et Canonizationis Servi Dei Maximiliani M. Kolbe. Positio super virtutibus, I, Romae 1966, 51-52). De la
narración de este episodio se puede comprender que san Maximiliano llega al martirio, supremo
testimonio de la fe, gracias a un camino de continua disponibilidad a la entrega de sí mismo, que en esa
circunstancia, alcanza el punto más alto. Aquí es donde el franciscano polaco confirma con sus heroicas
actitudes la realidad de la misericordia de Dios para todos los hombres -incluso hacia aquellos que lo
martirizan- alcanzando a los hermanos a través de gestos de caridad y de bondad. Maximiliano da
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testimonio con fuerza del amor providente y misericordioso del Señor y le da mucho valor a los que, en el
campo de Auschwitz, han perdido la esperanza de poder vivir con dignidad su existencia.
Para la reflexión
Reflexionar sobre el siguiente texto tomado de las actas del proceso de canonización de San Maximiliano:
"Nos impresionaba escuchar cómo con mucha fe nos narraba la vida de los santos ... de los mártires, de sus
grandes sacrificios por las cosas de Dios. A mí me quedó grabado en la mente, en particular, la explicación
sobre la fiesta de Pentecostés del 1941, durante la cual el Siervo de Dios con palabras fervientes nos invitó
a perseverar, a no desanimarnos, afirmando que íbamos a vencer, incluso si ninguno hubiera
sobrevivido" (PATAVINA SEU CRACOVIEN., Beatificationis et canonizationis, 49-50).
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SEPTIEMBRE
Cuantos son esclavos del pecado encuentren en la misericordia de Dios la sanación interior
Estamos llamados a seguir un camino de conversión continua, es decir a poner en práctica una buena
"batalla espiritual" para vencer el pecado, el vicio y las inclinaciones al mal. El creyente en Cristo advierte el
sentido del pecado y es consciente del daño que la separación de Dios provoca en el alma. Trata, por lo
tanto, con todas tus fuerzas de no caer en las tentaciones del enemigo y superar las naturales inclinaciones
al mal. Hay un profundo conocimiento de su fragilidad y, con sano realismo, la búsqueda de evitar que
éstas obstaculicen su camino. La lucha interior es una dimensión típica de la vida del creyente en Cristo.
La ascesis implica la determinación de practicar las virtudes propias de la vida cristiana, y el esfuerzo
necesario para eliminar el pecado y los vicios. Es un proceso de conversión continua que puede ser el
preludio de la vida mística, que se caracteriza por el esfuerzo constante, por el ejercicio, por el compromiso
de alcanzar la meta de la santificación. Existe, por tanto, la necesidad de la renuncia y del desapego: es la
respuesta del cristiano a la acción del Espíritu, a través del ejercicio, de la fatiga, de la fidelidad y de la
radicalidad. Todo esto se basa en la certeza de la misericordia de Dios que está en la base del deseo de
mejorar continuamente la calidad de vida para seguir un camino de continua santificación. Es la certeza de
la bondad del Señor y de su perdón que da los incentivos adecuados para tratar de superar las debilidades,
y caminar hacia un crecimiento espiritual posible y concreto.
Iluminadoras son las siguientes expresiones de San Maximiliano: «Es eviente que debemos estar en
guardia, porque más de una vez el amor propio, nuestro "yo", se rebelará. Las diversas dificultades,
tentaciones, adversidades, a veces podrán agobiarnos. Pero si las raíces se hunden profundamente en la
tierra y la humildad echa raíces más profundas en nosotros, de manera que confiamos cada vez menos en
nosotros mismos, entonces la Inmaculada se asegurará de que todo sirva sólo para un crecimiento de
méritos. Sin embargo, las pruebas son necesarias y éstas sin duda llegan, porque el oro del amor debe ser
purificado en el fuego de las aflicciones [cf. Ecl 2, 5; 1 Pedro 1: 7], incluso el sufrimiento es el alimento que
fortalece el amor» (EK 755). El texto pertenece a una carta escrita en el 1937 desde el convento de
Niepokalanów a los frailes de Nagasaki. El santo polaco se encuentra en una fase madura de su camino
espiritual y ofrece valiosos consejos acerca del camino ascético, indicando el valor de la purificación
interior. Tiende a "podar" los aspectos de la personalidad que ponen en evidencia en modo exasperado el
proprio ego.
El mártir polaco se expresa de esta manera: "La fuente de la felicidad y la paz no está afuera, sino dentro de
nosotros. Aprovechemos para practicar la paciencia, la humildad, la obediencia y otras virtudes de la vida
religiosa y las cruces no van a ser tan pesadas" (EK 935). De acuerdo con estas expresiones, se puede
deducir que la paz interior está estrechamente unida a la práctica de las virtudes propias de la vida
espiritual. La serenidad que domina el corazón del creyente es el resultado de la ascesis, de la penitencia y
del saber vivir la dimensión de la cruz en un estilo de confianza y de abandono al amor misericordioso y
providente de Dios. Es la actitud del creyente
que demuestra ofrecer al Altísimo todas las situaciones de su propia vida, con la humildad y la paciencia
propias de los que ponen toda su confianza en el Señor. Maximiliano en este pasaje muestra que es muy
importante tener un corazón en paz. Con este estado de ánimo los acontecimientos de la vida se convierten
en una maravillosa oportunidad para el crecimiento espiritual. Las virtudes de la paciencia, la humildad, la
obediencia y la pobreza nos ponen en condición de acoger con serenidad también los momentos de cruz y
para que sean motivo de progreso en el camino de conversión. Un corazón dominado por la certeza del
amor misericordioso es capaz de recorrer un camino de ascesis, de apuntar a un camino de continua
perfección evangélica. La conversión del corazón y orientar al Señor todas las potencias de su propia ser
representan una obra posible sólo si la comunión con Dios, que se establece a través de la oración es
realmente significativa. En esta dirección va la enseñanza y el testimonio del mártir de Auschwitz.
Kolbe ama a Dios, su misericordia, su voluntad y es tenaz en su camino penitencial viviendo siempre en
sintonía con el proyecto divino. Alimenta con la oración y con la práctica asidua de las virtudes, su misión
de hacer conocer al mundo el amor del Señor y el amor materno de la Inmaculada (pura expresión de la
misericordia divina), realizando un progreso espiritual constante.
Para la reflexión
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- ¿Está en mí el deseo superar las debilidades que dificultan mi camino de fe?
- La misericordia de Dios ¿es para mí un estímulo para un camino de conversión?
- ¿De qué manera el ejemplo y el pensamiento del Padre Kolbe me ayudan a realizar un camino
ascético?
- ¿Está en mí la convicción de que el Señor no se escandaliza de mi pecado y me llama a la conversión,
así como soy?
- Seguros de la misericordia de Dios, ¿nos sentimos empujados a anunciarla y a dar testimonio?
- ¿Cómo soy testigo de la misericordia de Dios en mi realidad MI?
- ¿Cómo la MI puede ofrecer al mundo un magnífico ejemplo del amor misericordioso de Dios?
18
OCTUBRE
Nuestra misericordia se inspire en la de la Inmaculada a los pies de la Cruz
Incluso la Inmaculada ha experimentado la realidad de la cruz, uniéndose a los sufrimientos del Hijo en
modo único y nos indica cómo acoger las situaciones de sufrimiento y de prueba en nuestra vida. San
Maximiliano señala que "Las cruces son necesarias en todas partes, porque también la Inmaculada vivió
en esta tierra pasando por las cruces, incluso el mismo Jesús no escogió un camino diferente" (EK 609).
El momento de la prueba no es motivo de desesperación, sino de renovación de la confianza en el
Señor, que con Su Madre, ha experimentado el camino del sufrimiento y por esto está dispuesto a
ayudar y fortalecer a cuantos están en situaciones de dolor o de postración.
Esta certeza llena el corazón del mártir franciscano que, simplemente confiando completamente en el
amor y en la ayuda de Dios logra salir victorioso y fortalecido de los momentos de prueba más
agotadores. Este aspecto de la espiritualidad de San Maximiliano es fundamental durnte su reclusión en
el campo de concentración y en el martirio, y es también el tema inspirador en la práctica de los
consejos evangélicos. Quien sigue al Señor, es apóstol del Evangelio y tiene a María Inmaculada como
madre y guía en su camino de conversión, no se puede dejar atrapar por la ansiedad y la preocupación.
La confianza en Dios y en la Virgen
engendra mucha alegría en el corazón. Cruz y amor están estrechamente vinculados, como lo expresan
las palabras del santo polaco: "Recordemos que el amor vive y se alimenta de sacrificios. Damos gracias
a la Inmaculada por la paz interior, por el éxtasis amoroso, sin embargo no olvidemos que todo esto,
aunque bello y bueno, no es la esencia del amor, y que el amor, aún más, el amor perfecto, puede
existir incluso sin todo esto. El vértice del amor es el estado al que llegó Jesús en la cruz ... Sin sacrificio
no hay amor" (EK 503). El amor se alimenta de la cruz. La paciencia permite al creyente proseguir el
perfeccionamiento de su camino de conversión y de santificación y asemejarse a Cristo que ofrece la
vida por la salvación del hombre.
En estos momentos, el Señor continúa derramando gracias al creyente que tiene la oportunidad de
crecer en el camino de comunión con Dios y en la práctica de las virtudes, que son cada vez más
purificadas y auténticas. San Maximiliano nos ilumina con sus palabras: "Pero, ¿cómo hacer penitencia?
La salud y las obligaciones de su estado no permiten a todos el rigor de la penitencia, también si todos
reconocen que el camino de su vida está lleno de pequeñas cruces. La aceptación de estas cruces en un
espíritu de penitencia: es un vasto campo para la práctica de la penitencia. Además, el cumplimiento de
sus deberes, el cumplimiento de la voluntad de Dios en cada momento de la vida, un cumplimiento
perfecto en las acciones, en las palabras y en los pensamientos, exige muchas renuncias a aquellas cosas
que podrían parecer más atractivas en un determinado momento: y he aquí una fuente abundante de
penitencia" (EK 1303). La Inmaculada nos ayuda a comprender que para acoger la dimensión de la cruz
en nuestro camino es necesario cultivar una profunda comunión con Cristo, el Señor, esa comunión que
Ella ha podido lograr, la misma que vivió el Padre Kolbe, como lo expresan sus escritos y como su
experiencia espiritual lo revela. Él mismo lo expresa: "Llegó el momento de su entrada en el mundo. Ella
nació en el anonimato, en el silencio, en una humilde casita de un pueblo de Palestina. Ni siquiera los
libros sagrados hablan mucho de Ella. En ellos la vemos en la Anunciación, cuando se convirtió en la
Madre de Dios. Seguimos Su viaje a Belén, donde admiramos el nacimiento de su Hijo, el Hijo de Dios e
hijo del hombre, en una pobre gruta. Luego, la fuga, llena de ansias, a Egipto. La dura vida en un país
extranjero y, finalmente, el regreso a Palestina. El premuroso descubrimiento de Jesús perdido en el
templo. Más tarde la vemos al lado de su Hijo en las bodas de Caná de Galilea, donde pide y obtiene el
primer milagro en favor de los jóvenes esposos. Jesús parte para enseñar, mientras que Ella permanece
en su casa, preocupándose por su destino. El arresto, la pasión y el camino al Calvario. María vuelve a
aparecer y acompaña a Jesús al lugar de la ejecución y está a su lado en el momento de la muerte y
apoya a su pecho Su cuerpo helado, bajado de la cruz. Luego, La vemos en el momento en que el
Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, estando en medio de ellos como una buena Madre y
educando a los futuros apóstoles" (EK 1312). Además, "Su unión amorosa con Dios llega a tal punto que
Ella se convierte en la Madre de Dios. El Padre le confía a su propio Hijo, el Hijo desciende en Su seno,
mientras que el Espíritu Santo forma, de Su cuerpo, el santísimo cuerpo de Jesús" (EK 1320).
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Para la reflexión
Consideremos el ejemplo de la Inmaculada en el Calvario. Ella se une a su Hijo y a su misión de donar la
salvación a la humanidad, fruto de la infinita misericordia de Dios. Como Jesús, María acepta y acoge el
dolor y las ofensas, perdonando a los que están matando a Cristo. Ella comparte su perdón y
comprensión hacia los que "no saben lo que hacen". En el Calvario, la Madre de Dios ciertamente
muestra su dolor, pero también con una notable capacidad de perdón, ese perdón del que Jesús había
hablado tanto. Reflexionemos sobre nuestra capacidad de ser misericordiosos y tratemos de entender
lo que falta para que sea siempre más perfecta. El mismo San Maximiliano llegó, siguiendo a María, a
perdonar a los que no lo comprendían, en lo cotidiano de la vida en el convento, o se burlaban de él,
durante todo el tiempo de su agonía.
20
NOVIEMBRE
También en los momentos de oscuridad y de incertidumbre sepamos invocar el amor misericordioso de
Dios.
San Maximiliano experimenta momentos de prueba y de oscuridad, que son para él de gran
purificación, típico de la experiencia mística. Esto ocurre principalmente durante las dos internaciones
del Padre Kolbe en el sanatorio de Zakopane debido a la tuberculosis (11 de agosto de 1920 - 29 de abril
de 1921. 18 de septiembre de 1926 - 13 de abril de 1927). Se ve obligado a vivir afuera de la casa
religiosa para el tratamiento: joven y buen sacerdote experimenta un momento muy difícil de prueba.
Se consagró a la Inmaculada, ofreció su disponibilidad para evangelizar, pero debe permanecer quieto.
Acoge pacientemente este sufrimiento ofreciéndolo a Dios con amor.
Este es un momento crucial para Maximiliano: después del alejamiento forzado desarrolla el
extraordinario apostolado que ha hecho célebre al Santo polaco. Vive la cruz con abandono confiado en
la voluntad divina, realizando todo para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas, y ofreciendo
su dolor físico y espiritual. Las internaciones en Zakopane, con la duda sobre su supervivencia, son
motivo de un sano y espiritual "desprendimiento" de su apostolado, que desempeña principalmente
como periodista y animador de la comunidad religiosa. Es un exilio muy doloroso, una fuerte
purificación de los grandes dones de Dios, y es preludio de su futuro incisivo e incansable apostolato.
El mártir polaco tiene que luchar constantemente con su salud. En Polonia y en Japón tiene la carga de
una condición delicada de salud, pero con mucha paciencia acepta todo confiándose con mucha
disponibilidad al Corazón de la Inmaculada. Es la confianza del niño que pone toda esperanza y
expectativa en el Señor. Él confía totalmente en Dios cuando, para el nacimiento y el desarrollo de la
misión japonesa, surgen dificultades de naturaleza jurídica y económica: también en esta circunstancia.
De gran importancia es el siguiente pasaje: "Las dificultades aquí son muy numerosas, incluso de parte
de los sacerdotes (como, de hecho sucedió en Polonia). El obispo de Tokio me hizo grandes reproches
sobre el Kishi, dándome a entender cómo allí en la capital hay muchas prevenciones contra nosotros. A
veces, incluso se contradecía; evidentemente presentó argumentos que no eran suyos. Pero quedó
impactado ante los casos de conversiones. Las conversiones no cesan; justamente el domingo pasado se
presentó una mujer pagana con un sacerdote para agradecernos por su conversión. Tiempo atrás nos
escribió que tenía la intención de convertirse" (EK 336).
En esta carta de San Maximiliano es visible su sufrimiento por las dificultades encontradas en la tierra
japonesa, y también su significativo espíritu de ofrecimiento a Dios, y su gran celo misionero, con lo cual
logra suscitar muchas conversiones. Las expresiones del Padre Kolbe muestran una gran capacidad de
abandono en la Providencia de Dios y en la mediación maternal de María. La práctica de la ascesis es
decisiva, como también la oración por el éxito de la actividad apostólica. En el período de su presencia en
Japón, el mártir enfrenta momentos muy delicados, en los cuales está llamado a ejercer mucha paciencia y
humildad en relación con los hermanos que no comparten sus métodos o están en crisis vocacional. El
sufrimiento es grande, y grande es su confianza en el Señor y en la Inmaculada: ascesis y confianza son
fundamentales para que la misión dé fruto, y para que se arraigue de la mejor manera. Él demuestra que es
un auténtico Hermano menor y penitente porque pone todas las realidades en manos del Altísimo,
anonadándose a sí mismo y aceptando la adversidad. Este testimonio hace que el apostolado sea más
valioso y eficaz: se caracteriza por la cruz. Incluso en las más dolorosas circunstancias el Padre Kolbe no se
rinde y trabaja por su fraternidad, y comparte con los Hermanos el trabajo en tierra de misión. La oración,
el rosario en particular, le permite obtener del Señor fuerza y perseverancia, incluso en la oscuridad y en la
más grande fatiga: "En los corazones afligidos se derrama un bálsamo de consuelo, en las almas
desesperadas despunta un nuevo rayo de esperanza. Los pobres, los afligidos, quienes están agobiados
bajo el peso de las preocupaciones, de las tribulaciones y de las cruces se sienten cada vez más clara y
concretamente que no son huérfanos, que tienen una Madre que conoce sus dolores, tiene compasión, los
consuela y los ayuda. Ellos sienten que tienen que sufrir un poco más, pero que luego llegará una
recompensa, la recompensa eterna, infinita; de hecho sienten que hasta vale la pena sufrir en esta breve
vida, para borrar las culpas cometidas y para dar prueba de su amor a Dios; comprenden que en el
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sufrimiento el alma se purifica como el oro en el fuego, se separa de las ilusiones pasajeras que el mundo
llama felicidad, y se eleva cada vez más alto, infinitamente más alto, hasta la fuente de toda felicidad, hasta
Dios. Se dan cuenta de que sólo en Él el alma pueda descansar, mientras que todo lo demás es muy poco"
(EK 1102).
Para la reflexión
Medita en el siguiente pasaje de San Maximiliano:
«Trata de recurrir a Ella, como un niño a su querida y buena Madre, también invocándola con su santo
nombre "María", con los labios o con el corazón, en las dificultades de la vida, en las oscuridades y en las
debilidades espirituales, y tú mismo te convencerás cuán potente es María y quién es su Hijo, Jesucristo»
(EK 1181).
22
DICIEMBRE
La encarnación y la natividad de Cristo sean motivos de reflexión sobre la misericordia de Dios por la
humanidad.
Toda la experiencia terrena de Cristo es el triunfo de su amor misericordioso. San Maximiliano «lee» el
camino del Señor entre los hombres con esta "lente" especial. La encarnación, la vida pública, la pasión, la
muerte expresan el amor infinito de Dios por la humanidad manifestado en Jesús y derramado sobre cada
hombre. Aquí están las significativas palabras del mártir polaco, que contempla con expresiones sublimes la
Bondad divina.
"¿Quién se atrevería a suponer que Tú oh Dios infinito, eterno, me has amado durante siglos, aún más
desde antes de los siglos? Tú, de hecho, me amas desde el momento en que existes como Dios, por lo
tanto ¡me has amado y me amarás siempre! ... Aunque yo no existía todavía, Tú ya me amabas, oh buen
Dios, ¡me has llamado de la nada a la existencia! ...
Para mí has creado los cielos tachonados de estrellas, para mí, la tierra, los mares, las montañas, los ríos y
muchas, muchas cosas bellas que están sobre la tierra ...
Pero esto no es suficiente para mostrarme que me amas con tanta ternura, has bajado de las más
hermosas delicias del paraíso a la tierra fangosa y llena de lágrimas, has llevado una vida en medio de la
pobreza, de las privaciones y sufrimientos; y, finalmente, despreciado y ridiculizado, quisiste ser suspendido
entre los tormentos en un patíbulo junto a dos ladrones ... ¡Oh Dios de amor, me has redimido en este
modo tan terrible, pero generoso! ...
¿Quién se atrevería a suponer? ...
Pero, sin embargo, Tú no te acontentaste con esto, sino que sabiendo que transcurrirían 19 siglos desde el
momento en que fueron derramadas estas demostraciones de Tu amor y que yo sólo ahora aparecería en
esta tierra, ¡quisiste hacerte cargo de esto! Tu Corazón no quiso que yo me alimentara sólo de los
recuerdos de tu inmenso amor. Te quedaste en esta tierra miserable en el Santísimo y Admirable
Sacramento del altar y ahora vienes a mí y te unes fuertemente a mí como Alimento ... Ya ahora fluye Tu
Sangre en mi sangre, Tu alma oh Dios encarnado, penetra mi alma, le da fuerza y nutre ...
¡Qué milagros! ¿Quién se atrevería a suponer? ...
¿Qué podrías haberme dado todavía, oh Dios, después de haberte ofrecido a mí en propiedad? ...
Tu corazón, ardiendo de amor por mí, te sugirió otro don, ¡sí, otro don! ...
Tú nos mandaste ser como niños, si queremos entrar en el reino de los cielos [cf. Mt 18: 3]. Tú sabes bien
que un niño necesita una madre: Tú mismo has establecido esta ley de amor. Tu bondad y tu misericordia,
por lo tanto, han creado para nosotros una Madre, la personificación de Tu bondad y de Tu amor infinito y
de la cruz en el Gólgota, ofreciste Ella a nosotros y nosotros a Ella ... Además la hiciste Dispensadora y
Mediadora de todas Tus gracias: A Ella Tú no le niegas nada, y Ella no es capaz de rechazar a nadie ...
¿Quién, entonces, podrá ser condenado? ¿Quién no va a alcanzar el paraíso?" (EK 1145)
También la Inmaculada es expresión del amor misericordioso de Dios. Él no se limita a salvar a la
humanidad en Cristo Jesús, sino también le da una madre con la cual relacionarse en cada acontecimientos
de su vida. En esta oración, el mártir de Auschwitz expresa a la Trinidad su gratitud por el don de la Virgen
María. En esta oración se percibe a un Dios - Trinidad, grande, infinito, omnipotente, altísimo, que
igualmente San Maximiliano lo siente cercano, unido a su corazón. Le habla a Dios con infinita confianza y
con espíritu de abandono, reconociendo al mismo tiempo su altura y grandeza. La intención es alabar y
adorar a Dios: estamos ante una oración que bendice a la Trinidad y que no pide favores. Se reconoce
pequeño ante la omnipotencia de Dios, exalta su obra de salvación, el amor por la humanidad y el camino
de la santidad del hombre, expresando su adoración por el don de la Inmaculada, de la cual destaca su
obra de perfecta colaboradora en el plan divino de la salvación. Dejemos este valioso texto para la
reflexión.
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Te adoro, oh Padre nuestro celestial, porque pusiste en el seno purísimo de María a tu
único Hijo.
Te adoro, oh Hijo de Dios, porque te dignaste entrar en Su seno y te convertiste en
verdadero, real Hijo Suyo.
Te adoro, oh Espíritu Santo, porque te dignaste formar en Su seno inmaculado el Cuerpo
del Hijo de Dios.
Te adoro, oh Santísima Trinidad, oh Dios uno en la Santísima Trinidad, por haber elevado a
la Inmaculada en modo tan divino.
Y no dejaré nunca, cada día, apenas despertado del sueño de adorarte humildemente, oh
Dios Trinidad, con el rostro en tierra, repitiendo tres veces: gloria al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén
(EK 1305).
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