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Prólogo Han pasado ya dos décadas desde que Aníbal Quijano publicara su ensayo “colonialidad y modernidad/racionalidad”, en la revista limeña Perú Indígena. Desde ese entonces, el vocablo de apertura de su célebre artículo, se ha convertido paulatinamente en una de las categorías más mentadas en el debate latinoamericano contemporáneo, tanto en el campo académico como fuera de él. Un conjunto cada vez mayor de investigadores, ensayistas, movimientos y organizaciones sociales, han comenzado a reflexionar en torno a la categoría en cuestión y los fenómenos histórico-estructurales a los que hace referencia. Ya desde fines del siglo pasado, académicos y activistas de gran valor, comenzaron a involucrarse en la visualización y crítica de la cuestión de la colonialidad, en tanto modalidad preponderante de la estructuración del poder en América Latina. En la actualidad, un número significativo de publicaciones, encuentros e incluso líneas de investigación, se han abierto hacia los derroteros del análisis de la colonialidad, formando las bases de un ambicioso proyecto. La perspectiva descolonial, no es ya un debate exclusivo del espacio latinoamericano, pues cada vez es más referenciada y estudiada en otros lugares de producción epistémica y de praxis. Como todo fenómeno que procura la subversión del poder dentro de ciertos órdenes estructurales del capitalismo colonial/moderno, esta difusión regional y global de la perspectiva está sujeta a riesgos. Uno de los más acuciantes es que en la esquina de la historia, esta expansión creciente convierta a la descolonialidad en moda (o peor aún, en canon), y se banalicen por lo mismo, los elementos críticos y emancipadores que ella contiene. Y que finalmente, ésta disonancia descolonial sea absorbida por el concierto del poder y su colonialidad. En definitiva, el poder es la “banda sonora” de la sociedad, que movida por distintas armonías y compases, danza empero alrededor de esos ritmos concertados por la dominación, la explotación y el conflicto. Por ende, dar cuenta de la colonialidad (en sus distintas acepciones) es inmiscuirse en los laberintos de la historia latinoamericana, y transitar por los lóbregos corredores de la desigualdad y la exclusión. Problemáticas, que suelen resultar incómodas para ciertas tradiciones dentro de las ciencias sociales y en general, para los músicos y compositores del sistema. Estudiar la colonialidad, implica pues, sentar una posición que suele ir más allá de la teoría y que procura asumir la responsabilidad de nuestro trabajo como investigadores, docentes, profesionales, actores políticos: sujetos todas/os que habitamos este espacio/tiempo llamado América Latina. Los trabajos reunidos en este número especial, tienen la valía de adentrarse en el análisis de la colonialidad y de aceptar sus retos. Representan parte del esfuerzo de investigadores que actualmente tratan de poner en juego las elaboraciones teóricas “descoloniales” con particulares problemáticas de estudio, asumiendo el doble reto que este esfuerzo conlleva: por un lado, introducir los debates en torno a la colonialidad en el reticente espacio académico, y en segundo lugar, pensar la colonialidad como una fuerza activa en procesos socioculturales específicos. No por casualidad una publicación como Kula, que está estimulando y difundiendo nuevas voces en el campo de las ciencias sociales, se atreve a inmiscuirse en estos debates. Al final, toda nueva generación de investigadores, está en la obligación de pensar, cuestionar, criticar y procurar la superación, de las categorías conceptuales y los esquemas analíticos que ha recibido de sus antecesores. Los “antropólogos/as del atlántico sur”, estamos especialmente convocados a afrontar estas obligaciones. Pablo Quintero