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BUENOS AIRES, ESCENARIO DEL DEBATE MUNDIAL DEL COMERCIO Por primera vez, la OMC se
reunirá en América Latina; por qué es importante para la Argentina ser sede de una reunión clave
para la gobernanza global de los negocios internacionales Pocas instituciones globales toman
decisiones con carácter vinculante para sus miembros. Una de ellas es la Organización Mundial del
Comercio (OMC). En este organismo los países acuerdan, o no, el nivel de desarrollo que quieren
lograr para sus economías sobre la base de una mayor integración comercial consensuada. El
último gran consenso tuvo lugar hace semanas nomás: el acuerdo de facilitación del comercio
(AFC). Su principal beneficiario no son las países, sino sus pymes, gracias al compromiso vinculante
de reducción de tiempos en aduana y, por ende, de costos: hasta un 20%. Costos y tiempos tienen
un peso específico mayor en las pymes. La OMC oficia además de tribunal global donde los países
solucionan las controversias comerciales. Allí también la Argentina es un país activo, tanto como
demandante (en contra de la Unión Europea, por el biodiésel, por ejemplo, con dictamen
favorable para el país) y como demandado (tuvo que desarticular las unilaterales DJAI luego de
múltiples protestas de todo el mundo). La OMC tiene reuniones periódicas, las ministeriales. Por
primera vez habrá una “ministerial” en América Latina. Y será Buenos Aires la sede, en diciembre
próximo. Junto con la reunión del G-20 de 2018 (en este caso, son los presidentes los actores
excluyentes), la Argentina da un paso adelante. Buenos Aires será nuevamente sede de un evento
global y foco de atracción y atención que no puede ser desaprovechado.
A instancias de uno de los principales think tanks del comercio internacional en el país, la
Fundación ICBC, conducido por Félix Peña, la directora del Centro de Comercio Internacional (ITC,
en inglés), Arancha González, anticipó el nivel de gravitación que tendrá este encuentro en Buenos
Aires. El ITC es una creación de la OMC y las Naciones Unidas que entrena en comercio exterior a
los países en desarrollo. Con sede en Ginebra, Suiza, es el centro global de internacionalización de
negocios de pequeñas y medianas empresas de todo el mundo. González fue funcionaria en
Bruselas de la Unión Europea y conoce como pocos la burocracia de la OMC, luego de haber sido
jefa de gabinete del anterior director general de la OMC, Pascal Lamy. “¿Por qué es importante
esta ministerial en Buenos Aires? Porque la OMC atraviesa un cuestionamiento sobre su esencia a
manos de un país que cree que hay demasiada transferencia de su soberanía comercial y la quiere
recuperar en áreas donde, justamente, no gana”, resumió González, en referencia al Estados
Unidos de Trump. El Departamento de Comercio de los Estados Unidos (USTR) consagró el lema
“America first”, que cuestiona el sistema global gobernado por reglas (“sobre las que siempre es
bueno reflexionar”, agregó González) que están por encima de la voluntad del gobierno de Trump.
Tanto González como Peña advirtieron que lo relevante es preocuparse “por los fundamentos
cuestionados” de la OMC, y su impacto en las pymes. “Son el 95% de la economía (y responsables
del 60% del empleo global) y para ellas la OMC es esencial porque es la garantía de reglas de juego
claras, de transparencia y de reducción de costos. Pero la OMC nunca trató el tema de las pymes
como algo específico”, dijo González, al repasar la necesidad de su inclusión permanente en la
agenda global. González no dejó de destacar el momento propicio de estas reuniones en la
Argentina que, asimismo, fue “lí- der” en otro hecho global: lograr que Naciones Unidas creara el
“Día internacional de las pymes”, el 26 de junio, a instancias de la delegación nacional. En sintonía,
la reciente sanción de la ley de pymes y de acceso al crédito son un reconocimiento local de la
importancia que tiene este actor en la economía. Junto con la realidad de las pymes, González
señaló dos factores adicionales a los que la OMC debería privilegiar: el comercio electrónico y la
mujer empresaria. “El comercio electrónico también es algo fundamental para las pymes porque
elimina la intermediación y agiliza procesos reduciendo costos. Hasta ahora el comercio exterior
no se preguntó por cómo compatibilizar sus reglas con el comercio electrónico cuando crece muy
rápido el mercado de transferencia de datos. Hay muchas reglas locales, y la OMC debe
actualizarse”, manifestó la directora del ITC. En relación con la mujer empresaria, subrayó que
“enfrenta muchas más dificultades: sobre 170 países, hay al menos uno que tiene alguna
legislación que la discrimina en comercio exterior”. Peña enfatizó un punto de la agenda
estructural: la conectividad y el crecimiento de las clases medias urbanas y las multinacionales de
nicho. A propósito, González advirtió sobre la necesidad de “cambiar la narrativa” y dejar de
describir al comercio exterior “con los parámetros del siglo 19”. “La producción hoy está
fragmentada. No hay que producir todo para ser competitivos: lo que importa es el valor que se
agrega en cada nicho. El agregado de valor no es una característica que depende de un país, el
tamaño de su economía o su posición geográfica: cada vez más importa la capacidad empresaria”,
destacó. En su diálogo con Peña, ante un auditorio de 100 personas, quedó claro la necesidad de
“actualizar” los marcos conceptuales: se sigue hablando en la actualidad de aumentar las barreras
a las importaciones para proteger una industria propia y promover sus exportaciones, ignorando la
noción de cadena. Esta visión antigua es como un perro que se muerde la cola: el efecto que tiene
frenar las importaciones es disminuir la calidad de las exportaciones. “Hay que dejar de hablar de
déficit comercial y empezar a hablar de competitividad y valor agregado”, coincidieron los
especialistas. Con la certeza de que las medidas en frontera no resuelven nada, dos puntos clave le
quedan a la Argentina por resolver: su educación para potenciar la capacidad empresaria, y el
factor laboral. González citó datos escuchados en el Foro Económico Mundial, realizado hace 10
días en Buenos Aires: “Dentro de 10 a 15 años, la tecnología destruirá entre 40 y 80% de los
trabajos. No son las importaciones, es la tecnología”, puntualizó, tras reforzar la idea de que “el
proteccionismo no protege el empleo”. Respecto de la tecnología, indicó que su evolución hoy da
pequeños pasos: el salto que viene será más rápido y de mayor proporción. La relación entre
tecnología y pérdida de fuentes de trabajo provocó fuerte descontento en la distribución d los
costos y beneficios de la globalización, cuestionamiento manifestado en la victoria de Trump en
Estados Unidos y en el Brexit, en la Unión Europea. Pero la distribución “no se arregla
nacionalizando ganancias y exportando las pérdidas porque no es sustentable. Y es imposible si
todos hacen lo mismo”, finalizó Gonzàlez