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MARCO TEÓRICO DE LA GERENCIA SOCIAL
Por:
HERNANDO ZABALA SALAZAR
1. INTERVENCIÓN E INVERSIÓN SOCIAL
La Gerencia Social se ve indisolublemente ligada a la problemática del desarrollo,
esto es, se puede argumentar y sustentar sólo en relación con las preocupaciones y
fenómenos del desarrollo, en todas sus manifestaciones. La Gerencia Social tiene
como propósito principal contribuir al desarrollo de potencialidades y a la solución de
necesidades de diferentes grupos humanos, a fin de que alcancen nuevos niveles
de bienestar y se generen verdaderos factores de desarrollo humano.
El Desarrollo, en su integralidad, se alcanza en la medida que el territorio y sus
expresiones socioeconómicos cumplan con la cuádruple condición de crecimiento,
bienestar, sustentabilidad y autodinamismo. El “piso” social le da coherencia a tales
condiciones ya que ningún avance económico será sustentable sin su permanente
presencia.
Por desarrollo se entiende el proceso coherente, integrador y armónico donde todos
los actores sociales públicos y privados se construyen como sujetos capaces de
articular esfuerzos, voluntades, poderes, con miras a gestionar sus propias
transformaciones. En congruencia con los aportes teóricos de los últimos tiempos,
podrá entenderse, entonces, como un proceso encaminado a aumentar las opciones
y oportunidades de las personas y las colectividades, procurando el bienestar
general.
La Gerencia Social, por tanto, tiene efectos multiplicadores sobre el desarrollo, en la
medida en que contribuya efectivamente a generar acumulados sociales que lo
sustenten, cuando se hayan dirigido racionalmente las inversiones sociales. Esto es,
las inversiones sociales deben estar destinadas, principalmente, a mejorar y ampliar
el capital social, coadyuvando con el perfeccionamiento de las instituciones, creando
nuevas formas y espacios organizacionales, generando redes comunitarias y
potenciando su cultura.
De modo que la inversión social no puede ser un simple paliativo y debe ser operada
con eficiencia. La inversión social, pues, implica una determinada intervención social.
Una intervención social es aquella acción social que reúna las siguientes cuatro
características:
1) Que se realice de manera formal u organizada. Esto la diferencia de la acción
espontánea y simplemente solidaria o del apoyo familiar o de la iniciativa informal de
una comunidad.
2) Que responda a necesidades sociales, implicando un reconocimiento de las
mismas y de las formas como han de resolverse de manera continua y no parcial.
3) Que tenga como propósito primario lograr la autonomía e integración de las
personas en su entorno social. Ello exige participación de los sujetos de la
intervención, en la planeación, la ejecución y el control.
4) Que aspire a una legitimación pública o social, ya que las necesidades a resolver
son asuntos públicos y sociales que suscitan expectativas en las instancias estatales
o entre la opinión pública.
De ahí que intervención social comprende un amplio abanico de iniciativas y
actividades que se realizan en diferente escala: institucional, comunitaria, local,
microregional, regional, nacional o internacional. Este concepto engloba los
denominados servicios sociales, los cuales deben entenderse como una gama de
prestaciones o actividades en las que se brinda ayuda o apoyo para la cobertura de
carencias y el desarrollo de potencialidades en lo que tiene que ver con la autonomía
personal y la integración comunitaria y social en general (Fontova: Tercer sector e
intervención social. Madrid, PPC, 2005, 138 p. Pg. 23).
Pero no necesariamente la intervención social se limita a los llamados servicios
sociales. Existen muchísimas iniciativas que son fronterizas con el servicio social
pero que pueden ser consideradas intervenciones sociales, sobre todo en el campo
de acciones sociosanitarias, socioeducativas, sociolaborales y socioculturales. Así
mismo, encajan en la definición de intervención social todas las actividades
corporativas desarrolladas por las empresas en ejercicio de su responsabilidad
social.
En todo caso, la intervención social es un proceso de larga tradición pero de
creciente desarrollo en las sociedades actuales, en la medida en que hay que
garantizar el bien común que paulatinamente van abandonando los gobiernos con el
desmonte del Estado benefactor.
2. LA RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL
El concepto de responsabilidad social empresarial ha alcanzado amplia e importante
significación en el entorno empresarial de finales del siglo XX y comienzos del siglo
XXI, sobre todo como consecuencia de la exigencia que se le hace desde los
organismos multilaterales y los movimientos sociales a la gran empresa para que
contribuya con sus recursos a eliminar las consecuencias de la aplicación de
irresponsables políticas neoliberales en todos los países.
El concepto tuvo sus orígenes en la propia obra clásica de la economía. Adam Smith
fue quien estableció el principio de la función social de la empresa y otros autores del
siglo XIX introdujeron la idea de responsabilidad empresarial en términos de
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generosidad y altruismo. Pero es John M. Keynes quien sostiene que los
empresarios deben ser responsables de la generación de empleo y el otorgamiento
de remuneraciones que aumenten el ingreso de los trabajadores, oponiéndose a la
maximización de la utilidad mediante la disminución del empleo y el salario bajo.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, surgen en Estados Unidos una gran cantidad
de empresas que manifestaron sus preocupaciones por el entorno y constituyeron
programas sociales diversos. En los años setenta aparece el concepto de balance
social como una innovación de la Organización Rockefeller. Muy pronto el Gobierno
Norteamericano (1986) recomendaría a las empresas que contribuyeran con un 2%
de sus ingresos netos antes de impuestos para sostener entidades sin ánimo y hacer
seguimiento a las intervenciones sociales de éstas. David Rockefeller ya había
sostenido la tesis que el viejo principio de la maximización de utilidades debía
evolucionar hacia el de que la propiedad conlleva ciertas obligaciones sociales. En
los años noventa, Peter Drucker, en diferentes textos, pero especialmente en La
sociedad postcapitalista, sostiene que las entidades sin ánimo de lucro, por el éxito
alcanzado en los últimos lustros, reemplazarían necesariamente a cualquier otra
organización en la producción de servicios sociales, ya que para comienzos de esta
década en los Estados Unidos representaban casi un 25% del PIB y se habían
constituido en uno de los mayores empleadores.
En Colombia, el concepto responsabilidad social se ve agregado a los desarrollos
normativos. A finales de los cincuenta, la ley establecía la deducción de impuestos
en el 100% de las donaciones entregadas por las empresas. Se crearon en los
siguientes treinta años gran cantidad de entidades sin ánimo de lucro apoyadas o
como apéndices de la empresa privada. Finalmente, la Constitución Política de 1991,
en su artículo 59, mantiene el principio de que “la propiedad es una función social
que implica obligaciones”.
El concepto de responsabilidad social, imbricado en prácticas empresariales
concretas, ha evolucionado desde los conceptos religiosos de la caridad o cívicopolíticos de beneficencia, filantropía y solidaridad hacia la adopción de una posición
ética, consistente en el compromiso libre y activo de resolver los problemas de la
sociedad y construirla como una comunidad democrática, sustentable y solidaria.
Se ha sostenido entonces que para la empresa la ética de los negocios va más allá
del cumplimiento de las leyes, porque es su obligación generar crecimiento
económico con calidad y sustentabilidad en el largo plazo, haciendo un
reconocimiento de la dignidad humana. Por eso algunas organizaciones
empresariales han adoptado la responsabilidad social como el derecho que se tiene
de comprometerse activamente con la sociedad, el desarrollo territorial y el medio
ambiente.
De ahí que la responsabilidad social va más allá del cumplimiento de las normas y
leyes, dando por supuesto su respeto. La legislación laboral y las normativas
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relacionadas con el medio ambiente aunque son su punto de partida, no son
estrictamente componentes de la responsabilidad social, ya que ellas son
obligaciones que cualquier organización empresarial debe cumplir. Esto es, la
responsabilidad social son un conjunto de prácticas, estrategias y sistemas de
gestión que persiguen un nuevo equilibrio entre las dimensiones económica, social y
ambiental. La responsabilidad social, entonces, involucra la calidad de vida del
trabajador, el medio ambiente, la comunidad en donde se encuentra instalada la
empresa, la comercialización responsable y la ética empresarial.
Leonardo Schvarstein realiza un análisis del concepto desde el entendimiento de la
palabra responsabilidad en su acepción inglesa. Responsibility se referirá a todo
aquello por lo cual uno se siente internamente responsable, e involucra el juzgarse a
sí mismo, mientras que accountability alude a la rendición de cuentas o a las
consecuencias que uno debe hacer o acometer frente a otro u otros por una
obligación o compromiso asumido. El primer caso corresponde en general a la esfera
privada o íntima de nuestras vidas, mientras que el segundo se da en la esfera
pública. En otros casos, ambos términos son las dos caras de una misma moneda,
una que pone de relieve la dimensión interna del concepto, y la otra su dimensión
externa. Yo me siento responsable por la salud y la educación de mis hijos, y
también el Estado me hace responsable por ello. Debo rendir cuentas y puedo ser
sancionado si no cumplo con tal obligación.
La palabra social por su parte, tal como se ha señalado en otra parte de este módulo,
se refiere a un concepto trascendente e interdependiente de los seres humanos, que
hace alusión a nuestra condición de seres sociales por excelencia.
Estas consideraciones hacen necesario que el concepto de responsabilidad social se
entienda en las dimensiones de lo interno y lo externo. En el primer caso, se trata de
que la organización adquiera unas obligaciones con sus integrantes y principales
stakeholders, independientemente de la norma. En el segundo caso, se trata de
obligaciones que debe cumplir como responsabilidad definida en la norma o para
rendir cuentas a alguien que tiene la autoridad para exigir dicha responsabilidad, tal
como es el caso de los compromisos laborales y medio ambientales. A dicha
diferencia se le puede aplicar la distinción establecida filosóficamente entre conducta
moral y conducta ética.
En este sentido, toda organización que de cumplimiento a la ley en cuanto a sus
obligaciones, se puede considerar socialmente responsable pero ha de entenderse
que su incumplimiento configura un delito sancionable. Pero, la voluntad de una
organización de ir más allá de lo estrictamente obligatoria se convierte en una
conducta ética que supone una libre elección del sujeto, hace de ella una
organización con responsabilidad social.
Pero el ejercicio de la responsabilidad social implica para las organizaciones dejar en
claro las consecuencias de sus acciones sobre los grupos de interés, sean internos o
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externos. El cumplimiento de esta responsabilidad social, implica, pues, desarrollar
un proceso de gestión social responsable que permita determinar, implementar y
evaluar la capacidad de la organización para anticipar, responder y manejar los
temas y problemas que surgen de las diversas demandas y expectativas sociales de
cada uno de los grupos de interés
La responsabilidad social empresarial, pues, ha de entenderse como el nivel más alto
de la responsabilidad empresarial que manifiesta una conducta ética con sus grupos
de interés. Toda organización empresarial asume diferentes responsabilidades, de
acuerdo con el gráfico adjunto.
RESPONSABIILIDAD
FIILANTRÓPICA
RESPONSABIILIDAD ÉTICA
RESPONSABIILIDAD LEGAL
RESPONSABIILIDAD ECONÓMICA
3. EL CONTROL SOCIAL
El control es una etapa fundamental del proceso de la administración. Aunque en una
organización empresarial se cuente con excelente planes, una adecuada y una
dirección eficiente, el ejecutivo no podrá verificar cuál es la situación real de la
organización si no existe un mecanismo que se cerciore e informe si los hechos van
de acuerdo con los objetivos.
El concepto de control es muy general y puede ser utilizado en el contexto
organizacional para evaluar el desempeño general frente a un plan estratégico. Sin
embargo, es aceptada la tesis de que controlar es verificar si todo ocurre de
conformidad con el plan adoptado, con las instrucciones emitidas y con lo principios y
normas establecidas. Tiene como fin señalar las debilidades y errores a fin de
rectificarlos e impedir que se produzcan nuevamente.
El control se emplea para:
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a) Crear mejor calidad: Las fallas del proceso se detectan y el proceso se corrige
para eliminar los errores.
b) Enfrentar el cambio: Sirve a los gerentes para responder a las amenazas o las
oportunidades de todo ello, porque ayuda a detectar los cambios que están
afectando los productos y los servicios de sus organizaciones.
c) Producir ciclos más rápidos: Se identifican fallas en los ciclos de desarrollo y
oportunidad de entrega de los productos y servicios a los clientes.
d) Agregar valor: Con frecuencia, el valor agregado adopta una nueva forma cuando
se aplican procedimientos de control.
e) Facilitar la delegación y el trabajo en equipo: La tendencia contemporánea hacia
la administración participativa también aumenta la necesidad de delegar autoridad
y de fomentar que los empleados trabajen juntos en equipo. El proceso de control
permite que el gerente controle el avance de los empleados, sin entorpecer su
creatividad o participación en el trabajo.
La gerencia social debe avanzar en la preparación e implantación de modelos que
garanticen a los grupos de interés la plena transparencia y control sobre la marcha
de los programas sociales, para lo cual es necesario avanzar en la construcción de
indicadores precisos y claros de cumplimiento real de metas. Esto se logra a través
del control social.
En cualquier caso, el control social aparece en todas las sociedades como un medio
de fortalecimiento y supervivencia del grupo. El control social es el conjunto de
prácticas, actitudes y valores destinados a mantener el orden establecido en las
sociedades. Aunque veces el control social se realiza por medios coactivos o
violentos, el control social también incluye formas no específicamente coactivas,
como los prejuicios, los valores y las creencias.
El Control Social es el derecho y deber que tiene toda persona (especialmente los
beneficiarios de programas de gestión provenientes del Estado), considerado
individual o colectivamente, para prevenir, racionalizar, proponer, acompañar,
sancionar, vigilar y controlar la gestión social, sus resultados e impactos. El control
social se puede entender también como una forma de autorregulación social.
El Control Social surge como posibilidad participativa de los stakeholders en torno a
los programas sociales de la empresa, por tanto:
a) Conlleva comportamiento ético por parte de quienes lo implementan.
b) Constituye una nueva forma de interlocución entre organización empresarial y
sujetos de intervención.
c) Permite una racional y coherente utilización de los recursos de inversión social.
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De su lado, el ejercicio del control social genera comportamientos colectivos que
promueven una representación real de las comunidades destinatarias de la gestión
social, un desarrollo de capacidades de seguimiento a la administración y ejecución
cabal de la gestión, así como conocimiento, acompañamiento y vigilancia de a la
forma en que la empresa realiza sus acciones sociales.
4. PROBLEMAS DE LA GERENCIA SOCIAL
Como es obvio, las dinámicas de la gestión social, en la medida en que se expresan
en términos de desarrollo de dinámicas sociales que complementan la función
rentable –en unos casos- o constituyen el centro de la gestión en sentido general –en
otros casos- presuponen dificultades de toda índole.
Mucha parte de la literatura contemporánea sobre la gestión social analiza y debate
las problemáticas con las que se encuentran los gestores sociales. Bernardo
Kliksberg, en América Latina, en uno de sus estudios (“Hacia una gerencia social
eficiente: algunas cuestiones claves”), parte de considerar que la Gerencia Social
debe estar encaminada a la adaptabilidad de la diversidad de los temas sociales, al
análisis sistemático del entorno, al trabajo interdisciplinario, a la descentralización, a
la participación, a la creación de redes y al fomento del control social, esto es, a un
conjunto de situaciones para las cuales deben estar preparados especialmente los
gestores.
Una relación de problemas analizados por Kliksberg, son:

El sentido de la inversión social: Esta no debe entenderse como un simple
esfuerzo asistencialista. Tampoco un gasto en consumo. Debe administrarse con
eficiencia a fin de que produzca capital humano y capital social, cuya acumulación
es insustituible para un desarrollo sostenido. De ahí que sea necesario construir
una gerencia de excelencia en el campo social.

La optimización de esfuerzos: Es propósito de la gerencia social optimizar el
rendimiento de los esfuerzos de los actores sociales en el enfrentamiento del
déficit social, y el mejoramiento del funcionamiento y resultados de la inversión en
capital humano y capital social. Por ello es necesario asumir una actitud
heurística para: explorar la realidad, prestar atención a las particularidades de
ésta, tener en cuenta las experiencias comparadas, construir conocimientos a
través del ensayo y error, así como reajustar continuamente los marcos de
referencia en función de los hechos.

La temporalidad: Los objetivos sociales sólo se alcanzan en el mediano y largo
plazo. Se trata de metas múltiples y, en diversos casos, heterogéneas. Además,
hay metaobjetivos, que van más allá de los objetivos fijados, mediante los cuales
se busca que los programas contribuyan a crear condiciones de
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autosostenimiento, es decir, que la comunidad asistida experimente en el proceso
un crecimiento significativo en sus propias capacidades para continuarlos. Este
metaobjetivo condiciona y enmarca las metas usuales. En la realidad suelen
darse programas que cumplen los objetivos operativos trazados, pero que
después de un período de haber finalizado la cooperación prestada, fracasan
finalmente porque no ha habido un aporte real a su auto sustentabilidad.

La cooperación interinstitucional: En el desarrollo de las dinámicas sociales de
amplitud
intervienen
múltiples
actores;
pueden
intervenir
agentes
gubernamentales diversos, empresas, organizaciones no gubernamentales,
sectores de la sociedad civil y las organizaciones de las comunidades asistidas.
Los programas sociales son por naturaleza implícita o explícitamente
interorganizacionales. Así se produce una interdependencia básica entre los
actores participantes y, por tanto, hay que gestionar conjuntamente.

Campo de fuerzas: Los gerentes sociales deben alcanzar metas organizacionales
en medio de presiones de diferente índole. Gestionan en el marco de un “campo
de fuerzas”. Están obligados a satisfacer las expectativas amplias y de largo
plazo de sus superiores y subordinados.

Participación: Alcanzar efectividad y metas de autosustentación en programas
sociales requiere crear espacios favorables a la participación activa de la
comunidad asistida, lo que es una exigencia organizacional básica.

Control: El monitoreo y la evaluación en la ejecución de programas sociales
requiere un abordaje técnico particular, para medir el grado de cumplimiento de
impactos y resultados. Estos sistemas de medición deben de estar funcionando
en “tiempo real”, para que sus productos puedan ser incorporados a la toma de
decisiones gerencial.

Información: Los programas sociales deben dar cuenta permanente sobre la
marcha y resultados de su gestión. La “transparencia” debe ser “activa” y debe
garantizar la escrupulosidad de la operación.
En síntesis, la gerencia de las dinámicas sociales plantea requerimientos muy
importantes en términos de capacidad de respuesta y flexibilidad. Esto es, en la
práctica cotidiana debe enfrentar “singularidades” como las enunciadas.
5. FORMACIÓN Y MANTENIMIENTO DEL CAPITAL SOCIAL
El referente teórico más clásico indica que el capital social representa el conjunto de
recursos o activos acumulados, construidos cultural, territorial e históricamente, a
partir de relaciones y vínculos que establecen los individuos. Se considera que estos
recursos, utilizados por las personas, los grupos y las colectividades para la creación
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de redes sociales, son culturalmente construidos, en tanto obedecen a un conjunto
de valores, costumbres, sicologías, ideas y otros elementos compartidos que hacen
parte de la identidad de las personas. También puede decirse que son recursos que
obedecen a una construcción territorial, ya que sus efectos se contextualizan en
ámbitos de planificación y de desarrollo regional. De modo que el capital social
puede ser fortalecido y reconstruido solo si existen las manifestaciones de confianza
y reciprocidad entre quienes comparten un lugar. Puede decirse igualmente que
dichos recursos son construidos históricamente, en la medida en que su formación y
presencia concreta se ven influenciadas por condiciones socioeconómicas, políticas
y culturales, identificadas en contextos espacio temporales determinados.
El capital social se ve fortalecido en comunidades humanas concretas, debido a la
existencia de una diversidad de elementos culturales propios de ellas, al hecho de
compartir un espacio determinado y a que su establecimiento es el producto de un
proceso histórico generalmente de larga duración. De esta manera los valores que
sustentan las prácticas de capital social son transmitidos de generación en
generación en procesos de socialización comunitaria y aprendizaje colectivo, en los
cuales se da el intercambio de experiencias y de conocimientos. Ese acumulado
social se produce por efecto de la asociatividad, mediante la cual los acumulados
económicos no son más que el resultado histórico de los procesos organizativos de
la comunidad y se constituyen en mecanismos que sostienen la cohesión social.
Estos acumulados –pretéritos y presentes- se han producido por intermedio de una
acción conciente de gestión social que se genera en el interior de los grupos sociales
que encuentran en su semejanza la palanca suficiente para romper las barreras de
sus carencias y fragilidades.
Mediante una adecuada gestión, la comunidad crea y ejecuta los proyectos de
desarrollo y se hace consciente y participante a través de asociaciones, las que a su
vez son -en esencia- capital social representado en forma de acumulados sociales
nacidos principalmente de la confianza, la reciprocidad y el compromiso de los
ciudadanos, que se unen a través de la conformación de las mencionadas formas
asociativas.
Las argumentaciones anteriores permiten afirmar que la dimensión socio económica
del capital social se centra en los procesos de formación, ordenamiento y
mantenimiento de las organizaciones sociales, las cuales pueden asumirse mediante
variadas tipologías, entre las cuales se destacan las gremiales, corporaciones,
sindicatos y asociaciones de profesionales y por oficios, entidades de economía
solidaria, empresas autogestionarias y organizaciones de base comunitaria; es decir,
es un proceso que se encuentra circunscrito a la capacidad de asociatividad de las
personas, pudiéndose hablar incluso, en este sentido, de un capital social civil, que
hace referencia a las relaciones entre los ciudadanos, que está basado en esquemas
de horizontalidad y se manifiesta directamente en formas de asociatividad y
participación; este capital marca diferencia con el denominado capital social civil que
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está referido a las relaciones entre los ciudadanos y la autoridad y por consiguiente
inscrito en un esquema vertical y jerárquico.
Ahora bien, los procesos de asociatividad cumplen otros roles en las dinámicas
sociales que refuerzan la construcción y mantenimiento del capital social. En primer
lugar, si se toma en cuenta que dichas acciones organizativas se establecen sobre el
principio de la autogestión, ello permite proponerse objetivos de largo plazo para que
las comunidades asuman de una manera directa las iniciativas de desarrollo grupal y
local que redundan, necesariamente, en mejoramiento de la calidad de vida y
desarrollo humano, dando cabida a lo que se ha denominado “ser dueños de su
propio destino”. De otro lado, la asociatividad hace posible que los diferentes
esfuerzos de inversión social (manifestados en recursos económicos e
institucionales, en capacidades de trabajo material e intelectual, en tiempo
disponible, etc.), realizados por agentes externos o por las propias comunidades
interesadas, se efectúen tomando en cuenta prácticas participativas de
reconocimiento de la realidad o de evaluación de las acciones, lo que contribuye a
una mayor racionalidad y eficiencia de dichos recursos y al logro de una toma de
decisiones basada en iniciativas que nazcan o estén definidas u orientadas por el
interés común o la búsqueda del bien común.
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