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Transcript
"El mundo parece abocado a una nueva crisis parecida a la de 2008. Los precios del
petróleo caen con fuerza, arrastrando a todas las bolsas mundiales. La baja demanda de
crudo es consecuencia de una débil situación económica mundial, especialmente
en China, que tras años de estímulos está cerca de colapsar completamente llevándose
por delante el todavía incipiente crecimiento de las economías europeas y del resto del
mundo desarrollado".
Éste es el relato de terror económico más escuchado actualmente. ¿Qué tiene de cierto?
¿Cómo de relacionado está el precio del petróleo y el crecimiento económico mundial?
¿Es sostenible el precio del barril de crudo en estos niveles? Veamos estos puntos por
separado.
¿Estamos ante lo que podría ser el nuevo 2008? La respuesta es un rotundo no. De
hecho, casi estamos en una situación contraria a la acaecida entonces. En 2008, se
agotaba una fase expansiva de la economía mundial, la gran acumulación de capital fijo en
economías desarrolladas tuvo su contraparte en una infrainversión en commodities o capital
circulante. Surgieron patrones de especialización no sostenibles, con un claro cuello de
botella en el mercado de materias primas, incapaz de surtir la gran acumulación de
proyectos más capital intensivos.
Cuando los desequilibrios se hicieron patentes, el precio de las materias primas terminó
explotando (en plena recesión económica mundial). Losflujos de capital se movieron
desde las economías desarrolladas hacia las emergentes, típicamente productoras de
materias primas. El desorbitado precio de estas materias primas fomentó su búsqueda y
producción en todo el mundo.
Actualmente, nos encontramos justo en la situación contraria a la de 2008: más que cuello
de botella en materias primas, tenemos sobrecapacidad instalada. Entre 2009 y 2015, la
producción de petróleo ha crecido lo mismo que entre 1998 y 2009. Es decir, en los 6
últimos años ha crecido en la misma proporción que en los 11 anteriores.
Fuente: International Energy Agency; US Energy Information Administration.
Adicionalmente, un petróleo o materias primas baratas, más que abortar el crecimiento
económico, tienen el potencial de impulsarlo, sobre todo en aquellas industrias que utilizan
dichas commodities como insumos.
Es decir, todos aquellos países (normalmente desarrollados) cuyas empresas utilizan
materias primas para realizar cualquier otro proceso productivo están viendo cómo sus
costes se abaratan de manera drástica. Nótese que la situación es exactamente la inversa
que en 2008, donde el coste creciente de las materias primas ahogaba rentabilidades de
las industrias que utilizaban dichos insumos.
En definitiva, una recesión tipo 2008 ni está ni se le espera. La situación es justo la
contraria. Los países desarrollados se encuentran en fase expansiva (y los bajos precios
de materias primas apuntalan el crecimiento más que evitarlo) y los productores de
materias primas en fase contractiva.
Esto no quiere decir que la situación actual no esté exenta de dificultades. Los flujos de
crédito internacionales que fueron a proporcionar financiación a las inversiones
relacionadas con commodities pueden sufrir importantes impagos y generar tensiones
financieras a nivel mundial, o incluso varios de los países exportadores de materias
primas pueden llegar a desestabilizar políticamente una región (principalmente, aquéllos
cuyos ingresos fiscales derivan de las ganancias del petróleo).
El petróleo subirá a medio plazo
La otra gran pregunta que pretendemos contestar es, ¿puede mantenerse mucho
tiempo el precio del petróleo en los niveles actuales? A largo plazo no, pero en el
corto plazo aún podría quedar algo de tiempo hasta que remonte. A menos de 30$ el barril,
tan solo Arabia Saudita, Irán, Iraq y Kuwait tienen alguna ganancia, y a este precio la
oferta de petróleo se queda en menos de 20 millones de barriles al día frente a los
aproximadamente 95 millones de barriles día que es la demanda actual.
Fuente: Alliance Bernstein, octubre 2014
Dicho lo cual, muchos productores de petróleo se cubren con algún derivado ante cambios
en el precio. Normalmente, estos contratos tienen una duración que rara vez supera los
dos años. Si tenemos en cuenta que la gran bajada en los precios se produce desde
finales de 2014, podríamos pensar que hasta finales de 2016 hay productores que
siguen cubriendo sus pérdidas operativas con la ganancia del derivado contratado.
Por otro lado, incluso los países que técnicamente pueden soportar el precio inferior a 30$
tienen graves dificultades para afrontarlo políticamente. Es el caso, por ejemplo, de Arabia
Saudita, que sufre actualmente una grave crisis fiscal por gasto comprometido con
anterioridad por su gobierno. Simplemente, el excedente del todavía rentable petróleo
saudí no es suficiente para cubrir los gastos operativos de su gobierno.
Tenemos también la situación China como factor determinante en la demanda de
petróleo. Aquí tenemos que diferenciar entre demanda esperada y la efectiva.
La demanda efectiva no se ha frenado los últimos años. De hecho, cierra 2015 con
un crecimiento de un 6,6% en términos interanuales, el mayor crecimiento desde el año
2010.
Fuente: International Energy Agency
Tema diferente es la demanda esperada. Las expectativas sobre la economía China no
son en general buenas y hacen que la demanda esperada sea menor y los especuladores
tomen desde ya posiciones bajistas. Sin embargo, y como venimos mencionando
repetidamente enlos informes de UFM Market Trends, el riesgo de recesión chino es mucho
menor del que descuenta el mercado, siendo los movimientos de su mercado de valores poco
significativos de la situación subyacente de la economía real.
En definitiva, ni por el lado de la oferta de petróleo, que difícilmente puede soportar a
largo plazo estos precios, ni por el lado de la demanda de China, que parece no
ralentizarse, esperamos un precio cercano a 30$. Por otro lado, tampoco esperamos
una subida a niveles anteriores al primer desplome, ya que la enorme cantidad de
inversiones que se han hecho durante los últimos años en este mercado hace que exista
una fuerte capacidad instalada en el sector que permite absorber aumentos de demanda
sin un gran movimiento en el precio.
Daniel Fernández Méndez es director de UFM Market Trends y profesor de la Universidad
Francisco Marroquín. Si quiere profundizar sobre éste y otros temas económicos suscríbase a los
informes de UFM Market Trends.
"Cuando cuatro tipos fuera del sistema descubren que los grandes bancos, los medios de
comunicación y el gobierno se niegan a reconocer el colapso de la economía, tienen una
idea: La gran apuesta… pero sus inversiones de riesgo les conducen al lado oscuro de la
banca moderna, donde deben poner en duda todo y a todos".
Ésta es la sinopsis que Paramount, su productora, ofrece de La gran apuesta, la adaptación
al cine del título homónimo de Michael Lewis (The big short, en inglés) que este viernes
llega a las pantallas españolas.
Algunos de los carteles que decoran las paradas de autobús refuerzan la idea de que
estamos ante la historia de unos tipos normales enfrentados a los gigantes de las finanzas:
"Si no puedes acabar con los bancos, hazles pagar". Y en parte tienen razón. Se trata de
la historia real de unos cuantos outsiders que entre 2005 y 2006 apostaron contra el
mercado más sólido que imaginarse pudiera en aquel momento, el de los títulos
hipotecarios norteamericanos.
La película es imprescindible para el aficionado a la economía pero también puede ser
muy interesante para el lego en la materia. Como el libro en el que se basa, contiene una
muy buena explicación sobre cuál fue el origen de la crisis subprime. Y transmite unas
cuantas enseñanzas muy importantes. Sin embargo, no es fácil prever qué pensará el
espectador medio. Lo más probable es que salga de la sala pensando que todo el sistema
está podrido, que el capitalismo sólo sirve a los ricos, que todo lo que ocurrió antes de
2008 no fue más que una estafa o que siempre ganan los mismos… No deberían. La gran
apuesta, como todas las buenas obras, tiene muchas lecturas. Pero hay una serie de
lecciones que un espectador atento no debería desechar:
- Todos quieren ganar dinero, los buenos y los malos. La diferencia entre unos y otros es quién
tenía razón en la apuesta. El relato que se ha impuesto sobre esta crisis apunta a que era todo
cuestión de unos desalmados que no veían más allá de sus bonus. Pero la codicia no se inventó en el
año 2005, para colocar activos subprime a incautos, ni desapareció con Lehman Brothers ni existe
sólo en el sector bancario. Para entender lo que ocurrió, hay que mirar un poco más allá de las
explicaciones facilonas.
- ¿Estafa?: las imágenes de trabajadores de Lehman Brothers saliendo de su puesto de trabajo o las
de los responsables de Goldman Sachs o Morgan Stanley desesperados, mientras intentaban
recomprar las opciones que habían colocado en el mercado, son la mejor prueba de que no hubo un
engaño deliberado. En España, hay directivos encausados por las preferentes que compraron (y
perdieron) miles de euros de su patrimonio personal en este activo. En EEUU, fueron las grandes
firmas las que más pérdidas sufrieron. Una de ellas (Lehman) desapareció.
En la primera parte de la película, cuando los protagonistas acuden a Wall Street en busca de
vehículos de inversión que les permitan apostar contra los bonos hipotecarios, se ríen de ellos, les
llaman locos e incluso les advierten de que están haciendo una locura. Todo el mundo estaba
convencido de que las subprime eran un negociazo y que el mercado de la vivienda nunca
quebraría.¿Estupidez? Mucha. ¿Codicia? Bastante. ¿Ignorancia en tipos que se creían más listos que
nadie y se embolsaban bonus de millones de dólares al año? A porrillo.¿Falta de información al
cliente? Seguro. ¿Engaño deliberado? No demasiado. ¿Conspiración de unos pocos para forrarse a
costa del resto? Pues tampoco parece.
- El pez grande… no, no se come al chico. En esta historia, como otras miles de veces, son los
más listos los que ganan, no los más grandes. El capitalismo es así (al menos hasta que llega el
séptimo de caballería del Gobierno a ayudar a los abusones). Lehman, Goldman, Merrill: los
nombres de los verdaderos pringados son mucho más conocidos que los de los protegonistas de
Michael Lewis.
- "Esta gente sólo quiere una casa". Una frase que va al fondo de la cuestión. El mercado de
derivados se multiplicó alrededor de lo que muchos creyeron que era el sueño americano: el derecho
de todo ciudadano a tener una casa. Y no un derecho en abstracto (a comprarla) sino concreto (a que
alguien le prestara el dinero sí o sí). Pero como explicó en su momento Milton Friedman, "los
almuerzos gratis no existen".Si alguien se compra una casa y luego no la puede pagar, alguien
perderá el dinero que se otorgó por ese préstamo. Por cierto, que los mismos que ahora claman
contra los bancos por no dar crédito a pymes y familias, les señalan por las subprime. ¿En qué
quedamos? ¿Tienen que prestar más a todos sin mirar mucho sus credenciales o son malos por
prestar demasiado a gente que luego no podrá pagar?
- "¿Cuáles son tus incentivos?". La pregunta de la analista de Standard & Poor's refleja una de
las claves de la película. Quizás ella se refiriera sólo al bonus anual, pero en realidad es lo que
explica el comportamiento de todos los implicados. Y no hablamos sólo de incentivos monetarios
(como a veces erróneamente se cree) aunque estos sean muy importantes. Seguir el camino que
marcan las piedrecitas de los incentivos es más costoso que buscar un culpable fácil (los ricos, los
bancos, los políticos...) pero el final suele estar mucho más cerca de la verdad.
Por ejemplo, en el caso de las tres grandes agencias de calificación, como S&P, los incentivos los
marcaba una legislación que prácticamente obligaba a todos los que quisieran emitir deuda a pasar
por su ventanilla. Cuando creas un oligopolio, incluso con la mejor de las intenciones, te pasa lo que
te pasa, porque los incentivos son perversos. El cliente de las agencias deja de ser el que compra la
deuda (quiere saber cómo de fiable es esa deuda) y pasa a ser el que emite esa deuda (quiere
colocarla y que le den buena nota). Cuando a la empleada de S&P le preguntan por qué le daban
calificación Triple A a bonos de los que no sabían nada, explica que los emisores eran sus clientes:
"Y si no lo hiciéramos nosotros, sólo habrían tenido que cruzar la calle" para que otra de las agencias
lo hiciera...
- El fin del mundo: la expresión se repite un par de veces en la película. El desastre es tan enorme
que parece capaz de llevarse por delante el sistema capitalista. Nadie sabe realmente el tamaño del
agujero. Pero incluso a pesar de lo mal que se hicieron las cosas y a pesar de todos los perjudicados,
que fueron muchos, el mundo siguió creciendo año tras año. Sólo en 2009, los cálculos oficiales
hablan de un crecimiento global nulo. Desde entonces, el PIB mundial se ha incrementado por
encima del 3% año a año y también EEUU es bastante más rico ahora que en 2007.
- "Fundamentales". Ésta es la gran lección que debería aprender el inversor aficionado. En
realidad, la trama de la película gira en torno a esta palabra. Esta historia trata de una lucha desigual,
pero en la que los que llevan las de ganar son los que aparentan ser más débiles. Como explica uno
de los protagonistas cuando empiezan las primeras señales del colapso "todo el mundo está mirando
para otro lado", "ni ellos mismos saben lo que están haciendo", "han dejado de mirar al mercado", no
conocen los "fundamentales" de los activos que manejan…
Mientras unos invierten basándose en "modelos" o en complejas estructuras financieras, los otros
simplemente se preguntan qué están asegurando esos seguros, cuál es el colateral que respalda un
CDO, qué activos hay detrás de cada derivado. ¿Y saben una cosa? Los que tienen razón son los que
hacen las preguntas sencillas, incluso simples: ¿Cuánto vale de verdad eso que me quieres
vender? Como dijo en su momento Warren Buffett (por cierto, al que aluden en la película): "El
riesgo proviene de no saber lo que se está haciendo". No lo olvide nunca cuando en su banco, su
gestora o su cuñado le asegure que tiene una oportunidad buenísima para que invierta su dinero. Si
no lo entiende, no será tan buena.
- ¿Capitalismo salvaje? Todo el mundo sabe cómo acabó aquello. Algunos bancos quebraron,
un puñado de entidades fueron rescatadas, los políticos norteamericanos montaron unas cuantas
reuniones en el Senado para señalar con el dedo acusador a los directivos de las grandes entidades,
millones de personas perdieron sus casas y la economía estadounidense entró en su recesión más
importante desde los años 30. Son los excesos del capitalismo, pensarán algunos. Pero, cuidado,
antes de acabar con el sistema, quizás sería el momento de preguntarse qué hacía el Gobierno
mientras tanto.
La clave la da el personaje de Steve Carell, casi al final de la película, cuando dice que sabían que
pasase lo que pasase ellos no perderían, "allí estaría el contribuyente" para pagar la cuenta. Y tenían
razón. Todos aquellos banqueros que tomaron arriesgadísimas apuestas en productos que ni siquiera
ellos entendían, tenían el peor de los incentivos (de nuevo, esa palabra): el convencimiento de que
los políticos utilizarían el dinero de otros para salvar a sus entidades. No es cierto, como se apunta,
que no hubiera consecuencias: hubo multas millonarias, entidades quebradas que desaparecieron,
muy pocos de los consejeros de los bancos mantuvieron sus puestos o sueldos... Y un apunte: la
mayoría de los clientes de las entidades que más perdieron no eran precisamente clase media.
Muchos de los que compraban derivados de Lehman eran millonarios (también del sector
financiero). Como dicen los americanos, aquella burbuja fue un epic fail, pero se llevó por delante a
muchos de los que la gestaron.
Tampoco es verdad que estemos ante una actividad desregulada. Pocos sectores hay más
controlados, tienen más agencias gubernamentales vigilando (también la SEC aparece en la película,
aunque tangencialmente) y más normativas que el financiero. Viendo a losbrokers de Goldman
vender derivados que no sabían qué contenían, es lógico indignarse, pero aquello estaba muy lejos
de ser "capitalismo salvaje", signifique lo que signifique esa expresión.