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El Desembarco de Normandía
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Matanzas y Manipulaciones Capitalistas
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30/10/2009
Felipe Beroiza
2° E
“Bueno, antes de empezar debo reconocer que esto no es más que una improvisación, debido a lo
dejado que estado en cuanto al estudio últimamente, pero, en fin, aquí vamos”.
Las clases dominantes (públicas o secretas) no reparan ni repararan en gastos cuando se trata de
organizar espectáculos que hagan que los explotados y oprimidos olviden la realidad. Ya en la
Antigua Roma, los emperadores sabían que a la plebe había que proporcionarle pan y circo
(panem et circenses). Y cuando escaseaba el pan se otorgaba más circo. En el mundo Cristiano los
Oropeles tenían el mismo objetivo. Pero también entonces, como con los juegos circenses, no solo
se trataba de proporcionar a los oprimidos una pequeña gota de diversión para que olvidaran su
triste situación. También se trataba de alabanzas de la omnipotencia y la gran bondad de las
autoridades del momento.
En eso la burguesía no ha inventado nada. Ha desarrollado y sofisticado ese tipo de espectáculos
con los medios que le dan tanto la experiencia de las antiguas clases exploradoras como el
dominio de la ciencia y la tecnología que la sociedad capitalista le ha permitido.
Esto es todos los días gracias especialmente a la televisión, el pueblo disfruta de toda clase de
“Reallity Shows”, torneos deportivos y demás celebraciones fastuosas de la sociedad actual. Un
solo ejemplo antes de continuar, las bodas principescas ¡varios siglos después de que se
derrocaran a los gobiernos monárquicos! Y cuando el calendario se presta para estos “grandes
acontecimientos históricos para, no tan solo llenarle la cabeza a la gente de la mayor cantidad de
estupideces y falsas lecciones sobre esos sucesos. El 60 aniversario del desembarco aliado es solo
un nuevo ejemplo de todo esto, uno muy significativo por cierto.
Todos los periodistas en el “acontecimiento” lo han podido constatar: las ceremonias del 60
aniversario del desembarco han sobrepasado en fabulosidad, en participación de
“personalidades”, en “cobertura mediática” y en “fervor popular” las del cincuentenario.
Ha sido una paradoja que los mismos periodistas han intentado comprender. Las explicaciones
han sido muy variadas y algunas hasta sorprendentes: seria porque estas ceremonias nos
permitirían sellar la amistad recobrada entre Estados Unidos y Francia tras el enfado por la guerra
de Irak ; o también porque era la última vez que participarían los sobrevivientes de aquel
episodio de la historia, esos pobres ancianitos cubiertos de medallas que una vez en sus vidas (de
minero en los Apalaches) recibirían la gratitud universal siendo considerados como invitados de
honor.
Los comunistas no celebran el desembarco aliado, como lo harían por la Comuna de París de 1871,
o la Revolución de Octubre de 1917. Les incumbe, si, pero solo para recordar la verdad de los
hechos, para oponerse a la ola de mentiras burguesas, un pequeño por llamarlo “dique” que
pueda servir a la pequeña minoría que hoy en día los pueda oír.
La Mayor Operación Militar de la Historia
Nunca antes del 6 de Junio de 1944, a pesar de las múltiples guerras habidas, había realizado la
especie humana una operación militar de la envergadura del desembarco aliado en Normandía.
6.939 navíos atravesaron el canal de la Mancha la noche del 5 y 6 de Junio, de los cuales: 1.213
eran Buques de guerra, 4.126 barcos de desembarco, 736 de servicio y 864 de mercancías. Por
encima de semejante armada 11.590 aviones cruzaron los cielos, los cuales: 5.050eran cazas,
5.110 bombarderos, 2.310 aviones de transporte, 2.600 planeadores y 700 aviones de
reconocimiento. En cuanto a efectivos fueron: 132.715 hombres que desembarcaron el “Día D”,
además de los 15.000 estadounidenses y 7.000 ingleses lanzados en paracaídas tras las líneas
enemigas desde 2.395 aviones.
A pesar de la magnitud, esas cifras distan mucho de dar un pleno significado a la amplitud militar
de la operación Antes ya del desembarco, los dragaminas habían limpiado cinco inmensos pasillos
para permitir el paso de la armada aliada. El desembarco, por sí mismo, para lo único que debía
servir era para establecer una cabeza de puente que permitiera desembarcar tropas y medios
materiales en cantidades mucho más importantes. Y fue así como en menos de un mes, un millón
y medio de soldados aliados fueron desembarcados con todo su equipo, especialmente decenas
de miles de vehículos blindados.
Para todo esto se movilizaron medios materiales y humanos descomunales. Para que los buques
pudieran descargar la carga y los pasajeros, los aliados necesitaban un puerto en aguas profundas
como el de Cherburgo o Le Havre. Pero como estas dos ciudades no habían sido tomadas aun se
fabrico pieza a pieza frente a las dos pequeñas poblaciones de Arromanches y Saint-Laurent, dos
puertos artificiales trayendo desde Inglaterra cientos de encofrados flotantes de hormigón que
después serían sumergidos para que sirvieran de diques y de muelles (la operación Mulberry).
Durante algunas semanas, Arromanches fue el mayor puerto del mundo antes de pasar el relevo a
Cherburgo, ciudad tomada por los Aliados un mes después del desembarco y cuyo tráfico duplicó
entonces el del puerto de Nueva York en 1939. En fin, a partir del 12 de agosto, los Aliados podrían
empezar a usar PLUTO (Pipe Line Under The Ocean), un oleoducto submarino para el
aprovisionamiento en carburante entre la isla de Wight y Cherburgo.
Esos medios materiales y humanos descomunales son ya de por sí un símbolo patente de lo que se
ha convertido el sistema capitalista, un sistema que traga para la destrucción cantidades
fenomenales de medios tecnológicos y de trabajo humano. Pero además de lo desmesurado hay
que recordar, sobre todo, que la operación “Neptuno” (nombre secreto del desembarco en
Normandía), era en realidad la preparación de una de las mayores matanzas de la historia. A lo
largo de las costas de Normandía pueden verse esas interminables filas de cruces blancas testigos
del cruel tributo que pagó toda una generación de jóvenes norteamericanos, ingleses,
canadienses, alemanes, etc. Con apenas 16 años algunos de ellos. Pero estos cementerios
militares no cuentan los civiles, mujeres, niños y ancianos muertos durante las batallas que, en
algunos casos, son casi tantos como la de los soldados caídos en combate.
“La batalla de Normandía, durante la cual las tropas alemanas intentaron impedir a las tropas
aliadas pisar Francia y luego penetrar tierra adentro, terminó con cientos de miles de muertos en
total. ¿Donde está la tan anhelada “gloria” en todo esto?. Yo no la veo, ¿quién puede o podría
decir que la hay?”
Las verdades que la Burguesía quiere ocultar
Los discursos y los comentarios de los medios burgueses no ocultan esos datos ni mucho menos.
Da incluso la impresión de que los comentaristas los exageran cuando evocan la terrible carnicería
de aquel verano de 1944. Es, sin embargo, en la interpretación de los hechos donde está la
mentira.
Los soldados que desembarcaron el 6 de junio de 1944 y los días siguientes se presentan como los
de la “libertad” y de la “civilización”. Eso fue lo que les dijeron antes del Desembarco para
convencerlos de dar sus vidas, fue lo que dijeron a las madres de aquellos a los que la muerte se
llevó tan jóvenes. Eso que los políticos usan sin ni siquiera sentir una pisca de empatía. Un solo
ejemplo: el 6 de Junio del 2004 fueron a las playas normandas los Bush, Blair, Putin, Schröder,
Chirac, entre otros. Y los comentaristas añadían: “¿dónde estaríamos ahora si esos soldados no
hubieran hecho esos terribles sacrificios? ¡Estaríamos bajo la bota del nazismo! “. Ahí queda todo
dicho, aquella carnicería, por muy espantosa que fuera, fue un “mal necesario” para “salvar a la
civilización y la democracia”.
Ante tales patrañas, unánimemente compartidas por todos, y que hacen suyas prácticamente
todas las fuerzas políticas, es indispensable reafirmar unas cuantas verdades elementales.
La primera verdad es que no hubo en la Segunda Guerra mundial un “campo de la democracia”
contra un “campo del totalitarismo”, a no ser que se siga considerando que Stalin era un gran
campeón de democracia. En aquel entonces era lo que pretendían los partidos llamados
“comunistas”, y los demás partidos tampoco hacían grandes esfuerzos por desmentirlos. Los
verdaderos comunistas, por su parte, denunciaban desde hacía años el régimen estalinista,
sepulturero de la revolución de Octubre de 1917 y la punta de lanza de la contrarrevolución
mundial.
La verdad, en la Segunda Guerra Mundial hubo igual que en la Primera, dos campos
imperialistas que se peleaban por los mercados, las materias primas y las áreas de influencia en el
mundo.
Y si Alemania, como en la Primera Guerra Mundial, apareció como la potencia agresora, “la
causante de la guerra”, fue porque era la peor dotada en el reparto del pastel imperialista tras el
tratado de Versalles con el que concluyó la primera carnicería imperialista. Este tratado que
agravó más todavía, el reparto que ya le era desfavorable antes de 1914 a causa de su llegada “con
retraso” al ruedo imperialista (países pequeños como Holanda o Bélgica poseían un imperio
colonial mayor que el de Alemania).
Segunda verdad: a pesar de todos los discursos sobre “la defensa de la civilización”, eso era lo
que menos preocupaba a los dirigentes aliados, que revelaron entonces una barbarie comparable
a la de los países del Eje. No solo nos referimos aquí al Gulag estaliniano, comparable a los campos
nazis. Pero no voy a pasar todos los crímenes y actos de barbarie perpetrados por esos valerosos
“defensores de la civilización”. Solo nos basta recordar que durante la propia Segunda Guerra
mundial, e incluso antes de la llegada al poder de los nazis, esos países habían “exportado” su
“civilización” hacia las colonias no sólo con la cruz sino y sobre todo con la espada, las bombas y
las ametralladoras, por no mencionar los gases asfixiantes y la tortura. Cosas que nosotros los
latínos no deberíamos olvidar tan fácilmente, a pesar que la mayoría de las personas sobre todo
en este país prefiere creerse esas estupideces de la descendencia real de ciertas familias chilenas.
Cosa que de solo oírlas me provocan nauseas y lástima porque nuestra sociedad está demasiado
influenciada por todo y todos.
En cuanto a las pruebas indiscutibles de la “civilización” de que hicieron gala los Aliados durante la
Segunda Guerra Mundial, debemos recordar algunas de sus “heroicidades”. Las primeras que se
me vienen a la mente son, claro está, los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y el 9 de
Agosto de 1945 en donde se empleó por primera y única vez en la historia el arma atómica que
mató en un segundo a más de cien mil civiles y a otros cien mil más en los meses y años siguientes
en un sufrimiento indescriptible e inconcebible.
El terrible balance de los bombardeos no solo se debió al uso de esa arma nueva y poco conocida
para ese entonces. Pero prefiero mostrar estas cifras para que se pueda asimilar siquiera algo este
espanto.
-
Bombardeos de Hamburgo, julio de 1943: 50.000 MUERTOS.
Bombardeo de Tokio en marzo de 1945: 80.000 MUERTOS.
Bombardeo de Dresde, 13 y 14 de febrero de 1945: 250.000 MUERTOS.
Este último bombardeo es muy significativo. En Dresde no había ni concentración militar, ni
objetivo económico o industrial alguno. Había sobre todo refugiados procedentes de otras
ciudades que ya habían sido arrasadas. La guerra estaba ya ganada por los Aliados. Pero para éstos
se trataba entonces de provocar el terror en la población alemana, especialmente entre los
obreros, para que ni por asomo les viniera la idea de repetir lo que habían realizado al final de la
Primera Guerra Mundial, o sea, lanzarse al combate revolucionario para echar abajo el
capitalismo.
En el juicio de Núremberg de después de la guerra se juzgó a los “criminales de guerra” nazis. En
realidad lo que los condenó no fue tanto la multitud de sus crímenes sino el pertenecer al campo
de los vencidos. Pues, si no, a su lado había que haber colocado a Churchill y a Truman, principales
responsables de las masacres mencionadas anteriormente.
Bueno, hay que afirmar una última verdad contra el argumento de que “la humanidad hubiera
vivido con sufrimientos mucho peores si los Aliados no hubieran acudido a liberar Europa”.
En primer lugar, rehacer la historia suele ser un ejercicio inútil. Es mucho más útil comprender
por qué la historia fue por tal camino y no por otro. Como en el caso que nos ocupa, (“si los
Aliados hubieran perdido la guerra… bla bla bla”), ese ejercicio lo practican, en general, quienes
quieren justificar el orden existente, que sería, al fin y al cabo, el “menos malo” (“La Democracia
es la peor forma de gobierno exceptuando a todas las demás”, como decía Churchill).
La victoria de la “democracia” y de la “civilización” en la Segunda Guerra mundial no acabó, ni
mucho menos, con la barbarie del mundo capitalista. Desde 1945, ha habido tantas víctimas de la
guerra como durante las dos guerras mundiales juntas. Además, el mantenimiento de un modo de
producción, el capitalismo, le ha costado a la humanidad la continuación, y hoy la agravación, de
toda clase de calamidades de lo más mortífero (hambres, epidemias, catástrofes “naturales” cuyas
consecuencias dramáticas podrían eliminarse, etc.).
Eso sin olvidar que el sistema capitalista, al perpetuarse, está amenazando el futuro de la propia
especie humana al destruir de manera irreversible el entorno e ir preparando nuevas catástrofes
naturales, especialmente las climáticas, con unas consecuencias aterradoras. Si el sistema
capitalista ha podido sobrevivir durante más de medio siglo tras la Segunda Guerra Mundial, ha
sido porque la “victoria de la democracia” significó una terrible derrota para la clase obrera; una
derrota ideológica que vino a rematar la contrarrevolución que se abatió sobre ella tras el fracaso
de la oleada revolucionaria de los años 1917-1923.
Porque la burguesía, sobre todo gracias a todos sus partidos supuestamente “obreros”, logró
hacer creer a los obreros de los principales países capitalistas, especialmente los de las grandes
concentraciones industriales de Europa occidental, que la victoria de la Democracia era “su
victoria”, de tal modo que los obreros no entablaron ningún combate revolucionario ni durante ni
al final de la Segunda Guerra Mundial como sí lo habían hecho en la Primera.
En otras palabras, la “victoria” de la “Democracia”, y en particular ese Desembarco tan glorificado
estos días, dio un respiro al capitalismo decadente, permitiéndole proseguir durante más de
medio siglo su curso catastrófico y bestial.
Esta es una verdad que no dirá ningún medio de comunicación por las consecuencias que les
traería. Muy al contrario, el celo tan agudo con el que todos los poderosos de este mundo y sus
secuaces han celebrado ese “gran momento de la Libertad” ha estado a la altura de la nueva
inquietud que la clase dominante empieza a vivir ante la perspectiva de una reanudación de los
combates de la clase obrera a medida que el capitalismo siga dando cada día más la prueba de la
quiebra histórica del sistema y de la necesidad de echarlo abajo cuanto antes.
Esta es, justamente, otra de las ricas enseñanzas que la operación “Neptuno” y “Overlord” aportan
a la clase obrera: los grandes dotes de la burguesía para hacer que sus mentiras disipen
momentáneamente la tristeza de muchas personas atrapadas en su sistema que solo los beneficia
y beneficiara siempre si no se hace algo pronto a estos BASTARDOS que lo único que hacen con la
gente es ocuparla como combustible para sus autos lujosos, su calefacción y muchas otras cosas
que no son nada más que sustitutos para su infinita ambición.
La sarta de mentiras
En la Conferencia de Teherán, que reunió a los principales dirigentes aliados en Diciembre de
1943, Churchill dijo a Stalin : “En tiempos de guerra la verdad es tan valiosa que siempre debería
estar protegida por una sarta de mentiras”. La verdad es que semejante afirmación no es ninguna
novedad. En el siglo VI antes de nuestra era, el estratega chino Sunzi definía así las principales
reglas del arte de la guerra: “Imponer su voluntad al adversario, obligarle a dispersarse, empezar
fuerte para ir reduciendo después, actuar en secreto para conocer perfectamente al adversario,
mentir porque todo acto de guerra está basado en el engaño” (El Arte de la guerra). Para
garantizar el éxito de la mayor operación militar de la historia, la operación “Neptuno”, era
necesario poner en marcha una campaña de mistificación de una amplitud sin precedentes. Su
contraseña era “Fortitude” y su objetivo inducir al error a los dirigentes alemanes en el momento
del desembarco. De su diseño se encargó la Sección de control de Londres (LCS), un ente secreto
creado por Churchill en el que colaboraban los principales responsables de las agencias de
información inglesas y americanas. No vamos a enumerar ahora todos los medios que emplearon
para engañar al estado mayor alemán, solo citaremos los más significativos.
La evolución de la guerra durante la primera mitad del año 1944 hizo que los dirigentes alemanes
comprendieran que los aliados podían abrir un frente en Europa Occidental. En otras palabras que
iban a desembarcar en esa zona. Es más, los Aliados sabían que no podían engañar a su adversario.
Por tanto la cuestión clave era escoger el momento y lugar preciso del desembarco utilizando esos
“medios especiales” (como les llamaban los británicos) para hacer creer al enemigo que sería
antes del 6 de junio de 1944 y no en las playas normandas. En teoría se podía hacer en cualquier
sitio entre el golfo de Vizcaya y Noruega (es decir en una línea de varios miles de kilómetros). Sin
embargo ya que los Aliados habían instalado lo esencial de su dispositivo militar en Inglaterra,
parecía lógico que el desembarco fuera en algún sitio de la costa entre Bretaña y Holanda. Hitler
estaba convencido de que sería en el Paso de Calais, ya que es donde está más cerca la costa
inglesa del continente y donde los cazas ingleses –cuyo radio de acción era limitado- podrían
participar en los combates.
Los Aliados, gracias a sus servicios de inteligencia, sabían lo que los alemanes pensaban, por eso el
objetivo central de “Fortitude” era que siguiesen pensando lo mismo el mayor tiempo posible,
incluso después del desembarco en Normandía que debía pasar por una operación de distracción
que preparase el verdadero desembarco en el Paso de Calais. De hecho, Hitler siguió esperándolo
y por eso se negó a enviar a Normandía los enormes medios militares con los que contaba en sus
bases del norte de Francia y Bélgica. Cuando se dio cuenta del engaño era demasiado tarde: los
Aliados habían logrado desembarcar suficientes medios humanos y materiales para librar la batalla
de Normandía y comenzar la ofensiva, hacia París primero y luego hacia la propia Alemania.
Los Aliados no escatimaron medios para engañar a su adversario. Incluso los más rocambolescos,
así un actor de segunda en la vida civil, protagonizó en mayo de 1944 el papel de su vida al hacerse
pasar por el mariscal Montgomery (el militar inglés más prestigioso de la Segunda Guerra mundial
y jefe de las operaciones del desembarco), al ser su doble casi perfecto y con unos retoques de
maquillaje realizados por especialistas, el falso “Monty”, se dejó caer por Gibraltar antes de volver
a Argel con el objetivo de inducir que el desembarco aliado sería en el sur de Francia (lo que
finalmente ocurrió el 15 de Agosto) como precursor del desembarco en el Noroeste (1).
Hay un montón de episodios de este tipo, aunque quizá no tan folclóricos. Sin embargo lo más
decisivo para convencer a los dirigentes alemanes de que el desembarco sería en el Paso de Calais
fue la creación del FUSAG (primer cuerpo de ejército americano) comandado por Patton uno de
los militares americanos de alto rango más reputado que fue a instalarse en el sureste de
Inglaterra, es decir frente al Paso de Calais. Lo especial de este cuerpo de ejército formado por un
millón de hombres es que era totalmente ficticio. Lo que los aviones de reconocimiento alemán
habían fotografiado eran en realidad lanchas hinchables, aviones de madera, barracones de
cartón, etc, y los mensajes radiados que emitía ese complejo militar eran la voz de actores de
confianza americanos y canadienses (2).
Entre los medios empleados para reforzar la convicción alemana sobre el desembarco en el norte
de Francia, destacan algunos por el cinismo del que es capaz la clase dominante. Así agentes de la
«Francia libre» que trabajaban para los británicos fueron enviados para sabotear los cañones
alemanes que defendían esa parte de la costa, lo que no sabían es que en realidad se les enviaba
para que los capturase la Gestapo y que cuando fueran torturados comunicasen esa información
“sensible” que creían cierta (3).
Lo más impresionante de los “medios especiales” empleados por ambos campos durante la
Segunda Guerra Mundial, especialmente por los Aliados, es el increíble maquiavelismo desplegado
para engañar al enemigo. Uno de los capítulos del libro La guerra secreta, de Anthony Cave Brown,
que cuenta las operaciones de intoxicación en la Segunda Guerra mundial se titula, no por
casualidad, “Fortitude Norte, las estratagemas maquiavélicas”.
El gobierno norteamericano durante mucho tiempo se ha ocupado en silenciarlas (mediante el
memorándum del 28 de agosto de 1945 el presidente Truman prohibió que se divulgara cualquier
información al respecto). A las esferas dirigentes de la clase dominante no les interesa para nada
que se sospeche el grado de maquiavelismo del que son capaces, sobre todo en un periodo
histórico en que la guerra es un hecho permanente. A fin de cuentas si una estrategia no se ha
desenmascarado, aún puede emplearse. De hecho el ataque japonés a la base naval de Pearl
Harbor, en diciembre de 1941, había sido algo buscado y favorecido por los dirigentes ingleses y
americanos para “convencer” a la población americana y a sectores de la burguesía que eran
hostiles a que Estados Unidos entrara en la guerra. Las autoridades americanas han negado
sistemáticamente esa realidad (envuelta siempre en una “sarta de mentiras”). Esa mentira de
Pearl Harbor sigue siendo útil hoy día como se ha podido comprobar con el ataque contra las
Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001, ya que es más que probable que los servicios del
estado norteamericano “dejasen hacer” a Al Qaeda para preparar la guerra de Irak (4).
La clase obrera no debe hacerse la más mínima ilusión: la clase dominante no dudará en emplear
contra los explotados el mismo maquiavelismo del que hace gala cuando va a la guerra. De hecho
alcanza sus más altas cotas de sofisticación cuando se trata de mistificar a la clase obrera, pues en
ese caso lo que está en juego no es una cuestión de supremacía militar sino una cuestión de vida o
muerte. Más aún que en la guerra entre fracciones nacionales de de la clase burguesa, en la guerra
de clases que libra la burguesía contra el proletariado le es a ésa necesario “proteger la verdad con
una sarta de mentiras”.
Los oropeles de la celebración del desembarco del 6 de Junio se han retirado, pero la clase obrera
no debe olvidar jamás las verdaderas lecciones de esos acontecimientos:
– el capitalismo decadente no puede acabar con las guerras, solo puede acumular ruinas sobre
ruinas sembrando la muerte a gran escala;
– la burguesía esta dispuesta a las mayores infamias y mentiras para preservar su dominio sobre la
sociedad;
– para el proletariado sería suicida subestimar la inteligencia de la clase explotadora y su
capacidad para poner en pie las mistificaciones más sofisticadas para mantener sus privilegios.
Fabienne
1) A este nivel hay que señalar igualmente la operación "Carne picada" ("Mincemeat") para hacer
creer al estado mayor alemán que el desembarco en Sicilia de julio de 1943 solo era una maniobra
de distracción para tapar un desembarco a mayor escala en Grecia y Cerdeña. Para ello hicieron
aparecer cerca de las costas españolas el cadáver del supuesto Mayor William Martin, que nunca
existió, con documentos que acreditaban la patraña urdida por los Aliados. Las autoridades
franquistas habían devuelto a los ingleses dichos documentos, eso sí una vez fotografiados para
los servicios secretos alemanes. La operación "Mincemeat", junto a otras maniobras similares
lograron plenamente su objetivo ya que Hitler mandó a su flamante oficial superior Rommel a
Atenas para dirigir personalmente un operativo que nunca se puso en acción.
(2) La FUSAG se completaba con el 4º ejército británico, con 350 000 hombres, con base en Escocia
que supuestamente preparaba el desembarco en Noruega, también ficticio. Lo cual no impidió que
al comienzo del desembarco en Normandía se desplazase hacía el sur para unirse al FUSAG para
un futuro desembarco en el Paso de Calais…
(3) Este episodio poco glorioso de los "Medios especiales" lo cuenta en clave de novela el escritor
y periodista americano Larry Collins en su libro "Fortitude". Evidentemente este episodio no es el
único en el que se ve el cinismo de los dirigentes Aliados. Vale la pena recordar el desembarco ee
el 19 de Agosto de 1942. Esta operación puso en suelo francés a 5000 soldados canadienses y
2000 británicos con el único objetivo de medir "en vivo" la capacidad de defensa de Alemania y
obtener información sobre los problemas con lo que se encontraría el verdadero Desembarco.
Eran plenamente conscientes de que para eso enviaban a todos esos jóvenes soldados a una
muerte segura.
(4) Sobre esto ver el artículo de la Revista internacional nº 108 "Pearl Harbor 1941, las 'Torres
Gemelas' 2001, El maquiavelismo de la burguesía". A todos esos que critican nuestros artículos en
los que evidenciamos el maquiavelismo de la clase dominante so pretexto de que no es capaz de
hacer semejantes cosas, les aconsejamos que lean La guerra secreta o por lo menos El espía que
vino del frío escrito por el ex agente secreto John Le Carré. Son dos excelentes remedios contra la
ingenuidad de la que hacen gala nuestros detractores.