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Bioartefactos: funciones intendidas y funciones evolutivas
[Funciones evolutivas y funciones intendidas en los bioartefactos]
Los bioartefactos tienen rasgos cuyas funciones resultan tanto de mecanismos
naturales como de acciones intencionales humanas. La naturaleza hibrida anteriormente
mencionada obliga a pensar entonces en dos clases de funciones asignables en este
ambito propio de los bioartefactos. Como bien indica Cuevas (----), los bioartefactos
tienen funciones intencionales derivadas del diseño y uso (como cualquier artefacto), y
poseen también funciones biológicas, como cualquier otro organismo. Un bioartefacto
será distinto de un organismo biológico fundamentalmente porque su existencia en el
mundo depende de nuestra producción y uso. Debe destacarse que en los casos de
rasgos que han sido intencionalmente seleccionados, la funcionalidad no se desvanece
sino que se transforma. Es decir, la selección logra cambiar las funciones de algunos
rasgos funcionales, tal como sucede en el caso de la raza Holstein de vaca, que produce
más leche que el resto. La función de las ubres de la vaca antes delproceso selectivo era
sencillamente brindar alimento a su descendencia. Una vez establecido el proceso
selectivo, su función está dirigida por metas humanas: se trata de producir grandes
cantidades de leche para cosumo humano.1
Por un lado, su naturaleza biológica puede describirse desde la perspectiva funcionalista
no intencional, pero debido a su naturaleza artefactual desarrollan funciones
intencionalmente orientadas.
-en el campo biológico, así como en el no biológico, las funciones artefactuales
deberían incluir funciones INTENDIDAS (efectos que han sido claramente anticipadas
y han sido obetneidos como resultado de intervenciones concienemente planificadas) y
funciones NO-INTENDIDAS (EFECTOS no anticipados que han sido obtenidos al fin
de una serie de intervenciones orientadas al corto plazo)
Lewens (---) ha denominado “modelo artefactual” al vocabulario que las
ciencias biológicas utilizan para describir los organismos que estudian. Las clases
naturales domesticadas (plantas y animales) constituyen casos en los que se puede
aplicar legítimamente el modelo artefactual dado que hay complejidad biológica,
despliegue evolutivo y agentes intencionales que seleccionan rasgos.2
En un sentido similar, Lewens (----) comprende este cambio de función a partir de la disinción entre
funciones evolutivas y funciones intendidas. se han dado cambios genotipicos que dan lugar a una
manifestacion fenotipica funcional muy especial (estos cambios podrían consdierarse malfunciones si no
se tuviera en cuenta la selección artif y su relacion con humanos, de hecho estas vacas si no fueran
ordeñadas con cierta frecuencia podrían morir) pero esta no es una malfunción dado que ese rasgo es
escogido para ser reproducido. -función propia de ubre Holstein es producir grandes cantidades de leche.
Otra cuestion que se desprende de aquí es si pueden atribuirse tambien en este ambito funciones “propias”
y funciones “sistemicas” a los distintos traits de los organismos. Una lectura que afirma esta posiblidad
podria esgrimir la idea de que la función propia de un bioartefacto es el motivo por el cual se seleccionó
artificialmente un cierto rasgo o una cierta clase de ejemplares de una especie (animal o vegetal). Pero
esta es una cuestion que claramente excede la propuesta de esta seccion.
2
Se cubren así las dos condiciones sugeridas por Lewens para que pueda aplicarse coherentemente un
“modelo artefactual”: (a) hay selección de rasgos; y (b) hay entes con una complejidad media en la que
pueden distinguirse partes.
1
Aquello que se revela en la estructura de estas entidades es la diferencia entre las
funciones intendidas o intencionadas (intended functions) y las funciones evolutivas.
Las primeras no explican el makeup del artefacto sino las acciones del diseñador en el
nivel del objeto individual; las funciones evolutivas, en cambio, refieren a un fenómeno
de nivel poblacional. Como argumenta Lewens, cuando se asignan funciones unitarias a
los componentes u órganos de los bioartefactos (contrariando de este modo el
deflacionismo), lo que se tiene en mente son los problemas de diseño que enfrentaron
sus diseñadores. De la estructura física de la vaca se puede inferir el efecto buscado por
el diseñador (por ejemplo, que produzca mayor cantidad de leche). Luego, sin embargo,
podemos llegar a descubrir que, en realidad, ese desarrollo había sido impulsado sólo
por la selección natural, sin ninguna intervención humana.3
***Bioartefactos implican una selección intencional de adaptaciones o traits en ciertos
organismos. Esto desafía la idea de Mc Laughlin (2003: 145). Este último autor sostiene
que la razón por la cual las adaptaciones tienen funciones no es porque ellas contrubyan
a la performance de la función del roganismo para algún sistema externo o que lo
incluya sino más bien porque ellas son utiles para el organismo. No son buenas para los
beneficiarios externos de las funciones de los organismos sino para los organismos en sí
mismos. La vaca lechera y sus ubres poseen funciones artefactuales
Aquí es donde la analogía entre artefactos y organismos se derrumba. La teleología del
organismo es interna. En el caso del organismo, no hay necesidad de que haya un agente
exterior relevante. El organismo puede ser el agente relevante para las funciones de sus
partes. Un organismo generado espontáneamente no necesita ser encontrado por
nosotros a fin de que sus partes tengan funciones –se puede encontrar a sí mismo y a sus
partes-. Las funciones de sus rasgos o adaptaciones no son relativas a otro observador
más que a sí mismo.
Pero, se puede contraargumentar, un organismo artificialmente seleccionado durante
siglos tiene funciones “dependientes de intención”, se trata de objetos ID en el sentido
de Baker, ya no de meras clases naturales. En este sentido acotado al carácter de sus
funciones, los bioartefactos son productos intencionales de agentes humanos tanto como
una mesa o una computadora.
En realidad, podría decirse que los organismos seleccionados intencionalmente
conservan funciones de ambos tipos, viven para sí y viven para los humanos que los
crían. Quizás podría afirmarse que se trata de dos miradas diferentes que “constituyen”
dos objetos diferentes: podemos ver y estudiar a las vacas lecheras como cualquier otro
animal, pero también la podemos ver como artefacto.
En su crítica a Baker, Preston menciona un caso de la intervención humana no
intencional como productora de artefactos [citar]. Se trata de las primeras intervenciones
humanas para seleccionar el trigo, hace aproximadamente 10.000 años [ver]. En el caso
de las plantas silvestres, las semillas de la espiga se diseminan fácilmente cuando se
toda su reservorio. Si bien esto es bueno para la difusión de la especie, dificulta la
Pese a este cambio, la función de las ubres permanece idéntica, aunque ahora atribuimos sólo una
función biológica (o evolutiva) en lugar de una función intendida. De modo que el problema que aquí se
abre es esta indeterminación del rasgo en cuanto a su génesis. Es decir, la interpretación de funciones en
cuanto intendidas o evolutivas es un problema de difícil resolución en la medida en que siempre cabe la
posibilidad de descubrir que aquel rasgo que imaginábamos había sido producido por los domesticadores
humanos estaba en realidad impulsado por la selección natural.
3
actividad de recolección de semillas para el cultivo. Se cree que los primeros
agricultores de este cereal seleccionaron los ejemplares que, debido a una mutación
relativamente corriente, no se dispersaban tan fácilmente. La selección no fue al parecer
intencional sino resultado de la propia práctica de cultivo, en la que se usaban las
semillas más a mano. El resultado es la selección de plantas con una cualidad
determinada (semillas que no se diseminaban). La cuestión es que Preston ilustra con
esto un modo de intervención que resulta en: 1) selección de ejemplares; 2)
transformación y domesticación de una especie; 3) producto humano vital. En ningún
momento interviene la intencionalidad para elegir el rasgo resultante. ¿Invalida este
ejemplo la tesis de que la intencionalidad juega un papel para determinar el carácter
artefactual de determinados seres vivos?
Creemos que no, por las siguientes razones. Ante todo, Preston aborda el ejemplo en un
punto arbitrario, luego de que se han producido ya una variedad de acciones humanas
claramente intencionales: selección de una especie en detrimento de otras para cultivo,
realización de diversos actos intencionales específicos propios de la tarea del cultivo,
incluyendo recolección de semillas, etc. De este modo, en términos generales o básicos,
el producto resultante (el trigo con algunos rasgos no silvestres) no deja de ser un
producto intencional. No es el producto de una acción natural “ciega” sino de
intervenciones humanas dirigidas en alguna dirección específica.
Ante esto, es natural señalar que estamos hablando de si el rasgo en cuestión (relevante
para el futuro de la especie domesticada) ha sido intendido o no, y Preston enfatiza
justamente que no. Así, el producto “final” se define en parte mediante ese rasgo no
intendido. ¿Qué se puede responder desde una óptica intencionalista? Primero, que las
intervenciones humanas trabajan siempre, y más en el caso de las clases vivientes, sobre
un producto complejo que posee leyes propias y cierta autonomía vital. Así, la
intervención intendida tiene siempre resultados “colaterales”.
Lo importante que es que estos resultados pueden resignificarse. Como muy bien
argumenta Preston en otro trabajo (Cognition and Tool Use…), la propia inclusión en
un contexto de “para qué” es suficiente para transforma un objeto natural en un
artefacto. A pesar de su anti-intencionalismo, sus propias consideraciones
heideggerianas acerca del entorno cultural, definido intencionalmente (“esto sirve para
esto”), avalan nuestro punto de vista.
Volviendo al caso del trigo, entonces, no podemos decir que la intervención humana
original no intencional cree un artefacto. En rigor, hasta que no haya acción intencional,
el artefacto trigo no posee el rasgo de retener las semillas de “modo artefactual” sino de
modo natural, o, más precisamente, como efectos colaterales de una serie de acciones
intencionales independientes (las diversas tareas de cultivar trigo). Ciertamente, los
efectos reales son los mismos, pero no los rasgos artefactuales, que dependen pues de la
intención y de un reconocimiento de la intención. Como indica Preston al referirse a
otros ejemplos, el objeto, visto desde su materialidad, puede ser el mismo, pero adquiere
rasgos artefactuales al entrar en una red cultural, que, diríamos en contra de Preston, es
una red intencional (aunque sea colectiva, histórica y en parte inconsciente).