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BASES BIOLOGICAS DEL COMPORTAMIENTO HUMANO
Introducción
Durante muchos siglos se pensó que los procesos o estados mentales, tales como
el pensamiento o la conciencia, los sentimientos o la memoria, eran atributos de
una substancia de naturaleza espiritual separada del cuerpo material. Esta
concepción “dualista” de la naturaleza humana fue cuestionada por las modernas
corrientes psicológicas al procurar aplicar la metodología y los criterios de las
ciencias experimentales al estudio del comportamiento humano. A consecuencia
de ello se ha arribado en nuestros días a un amplio reconocimiento de la
imposibilidad de desligar los procesos psíquicos o mentales del funcionamiento del
sistema nervioso. No hay pensamientos, sentimientos o recuerdos, cuya
realización no implique la activación de algún área del cerebro. Aunque podamos
distinguir los procesos estrictamente fisiológicos como, por ejemplo, un impulso
nervioso, de un proceso psíquico, como por ejemplo un recuerdo o un sentimiento
de tristeza, nadie parece poner en cuestión que el sistema nervioso central – en
especial el cerebro, su órgano principal – es el “lugar” donde ocurren los procesos
psíquicos.
No se puede dejar de tener en cuenta que el ser humano es una especie animal
que ha surgido de un largo proceso evolutivo. De allí que muchas de sus
características sean compartidas con otras especies, sobre todo con los llamados
mamíferos superiores; y, por otra parte, también presente características
novedosas, resultado precisamente de dicha evolución. Es en el contexto de estas
semejanzas y diferencias respecto de las otras especies que la psicología también
puede encontrar información muy valiosa para explicar las peculiaridades del
comportamiento humano.
Sobre todas estas cuestiones trabajaremos a lo largo de esta unidad denominada
“Bases biológicas del comportamiento humano”. Comenzaremos analizando el
proceso evolutivo que dio origen a la especie humana, prestando especial
atención al último tramo durante el cual ocurrieron las transformaciones
desarrolladas por los antiguos primates, hasta llegar al homo sapiens sapiens, es
decir, una especie animal capaz de desarrollar una inteligencia simbólica,
comunicarse a través de un lenguaje articulado, transformar la naturaleza, crear y
transmitir formas culturales y de organización social.
Seguidamente presentaremos una descripción esquemática del sistema nervioso:
las características y el funcionamiento de sus células –las neuronas–, veremos las
partes que lo componen y su relación con los diferentes procesos psíquicos y el
comportamiento humano en general.
Finalmente propondremos dos textos para comentar: uno que trata sobre los
aspectos innatos y adquiridos de un tipo de comportamiento como es la
agresividad, y otro que compara el comportamiento de los humanos y el del resto
de las especies animales, especialmente en lo que concierne a su vida emocional.
1. Evolución de las especies y hominización [1]
1.1 El origen de la vida
Las primera formas de vida se originaron hace unos 3.500 millones de años con la
formación de los primeros micro-organismos de constitución simple. ¿Pero cómo
llegaron a formarse estos primeros seres vivos? ¿En qué consiste este fenómeno
que denominamos vida? Los organismos vivos están constituidos por los mismos
elementos químicos que integran toda la materia, aunque los más característicos
de la materia viva son, entre otros, el carbono, el nitrógeno, el oxígeno y el
hidrógeno. ¿Entonces cuál es la diferencia entre un trozo de materia inerte e
insensible y un organismo vivo? La diferencia no está en los elementos que los
componen, sino en su proporción y la manera como se combinan.
La vida constituye un grado de complejidad diferente a la de la materia inorgánica;
hay que entender la vida como un estadio de combinación de los elementos
químicos que permite la sensibilidad, la reproducción y el intercambio de materia
con el medio. Es el resultado natural y seguramente previsible de un proceso
fisicoquímico de reestructuración molecular que tuvo lugar un millar de millones de
años después de la formación de la Tierra.
Efectivamente, las primeras formas de vida van ligadas a las condiciones
ambientales y atmosféricas del planeta Tierra. Estas condiciones no son nada
extraordinarias y es probable que se hayan repetido en otros lugares del Universo.
Cuando, a partir de sucesivas síntesis moleculares, apareció la primera forma de
vida, probablemente se reprodujo rápidamente por el planeta. Los primeros
organismos –que debían ser extraordinariamente simples– se fueron haciendo
más complejos progresivamente hasta constituir las primeras células dotadas de
núcleo.
En un comienzo, cada célula aislada realizaba todas las funciones vitales.
Después aparecieron los organismos pluricelulares, en los cuales cada célula o
grupo de células se fue especializando en una función concreta. Con el paso del
tiempo –y a través del proceso evolutivo– se ha llegado a formas vivas más
complejas, como por ejemplo las plantas con flores o los mamíferos.
A medida que fueron surgiendo formas de materia viva, las condiciones
atmosféricas de la Tierra se modificaban a causa de la actividad de estos
organismos. Es el caso de la aparición del oxígeno atmosférico generado por la
actividad de organismos unicelulares primitivos. Un efecto importante de la
presencia de oxígeno en la atmósfera fue la aparición de una capa de ozono a
gran altura, la cual protege la Tierra de las radiaciones ultravioletas del Sol.
El camino desde la primera molécula orgánica con capacidad de reproducirse
hasta el ser humano ha sido largo, de unos 3.500 millones de años (entre el 80 y
el 90 % de la edad de la Tierra). Durante este tiempo, la mayor parte de
organismos ha vivido en el agua. Tan sólo en los últimos 400 o 500 millones de
años algunos organismos abandonaron la vida acuática y comenzaron a
adaptarse a la tierra. La mayor parte de este tiempo, la Tierra estuvo dominada
por la presencia de reptiles. Los mamíferos aparecieron hace aproximadamente
150 milllones de años; los primeros homínidos aparecieron hace entre 5 y 7
millones de años, y la especie humana actual hace unos 100.000 años que existe.
La civilización actual tiene sólo unos cuantos miles de años.
1.2 Origen y evolución de los humanos. El proceso de hominización
Los organismos vivos son sistemas complejos que tienen la propiedad de
reproducirse. Los caracteres y las propiedades de un organismo pasan a otro
gracias a la información contenida en el ADN (ácido desoxirribonucleico) del
núcleo de las células germinales. El ADN de todos los organismos vivos está
integrado por cadenas muy largas de macromoléculas denominadas nucleótidos,
que son de cuatro tipos diferentes, lo cual evidencia que todos los seres vivos
tienen el mismo origen. La información contenida al ADN, denominada, código
genético, está determinada por el orden de los nucleótidos. En la transmisión del
código genético hay de tanto en tanto algunas variaciones o errores de copia, que
repercutirán en los caracteres del individuo sucesor. Estos errores de copia
causan cambios en el orden de los nucleótidos, es decir, cambios en el código
genético. Estas variaciones imprevistas se denominan mutaciones. Cuando una
mutación provoca un cambio que favorece la adaptación del individuo a su medio,
se mantiene continua reproduciéndose en los sucesores; cuando la mutación crea
una desventaja en el organismo, causa la desaparición de éste y, por tanto, de la
mutación no favorable. El medio natural es el que selecciona las mutaciones que
favorecen al organismo. Resumiendo, las mutaciones y la selección natural son
los mecanismos de la evolución.
Los organismos sexuales tienen información genética de cada progenitor. Así la
variabilidad dentro de la especie es muy superior y, por tanto, favorece el cambio
genético y aumenta la posibilidad de individuos mejor adaptados. Seguramente
por esto la mayoría de seres vivos se reproducen sexualmente: la sexualidad fue
el gran invento por medio del cual los organismos alcanzaron una mayor variedad
genética y aumentaron las posibilidades de supervivencia. A la larga, la selección
natural –que actúa sobre esta variación intra-específica– favorece los organismos
más preparados para sobrevivir en las condiciones del medio. Del conjunto de
organismos vivos, aquellos que más nos interesan son los humanos. Se trata de
animales especialmente ingeniosos que han encontrado formas de adaptarse a los
medios más diversos sin estar preparados biológicamente, y así superaron los
mecanismos de la evolución natural.
El conocimiento sobre el origen y la evolución de los seres humanos es aún muy
fragmentario, incierto y abierto a controversias que en la actualidad están muy
lejos de resolverse. No obstante, a grandes rasgos podríamos describir esta
evolución de la siguiente manera:
Los humanos provenimos de una rama de los primates que, a través de una serie
de transformaciones que sólo conocemos por los fósiles, desarrollaron las
características biológicas del humano actual. El proceso que enlaza los primeros
primates con el homo sapiens-sapiens es de aproximadamente 70 millones de
años, lo cual representa una pequeñísima parte del tiempo que tardó la vida en
desarrollarse en el planeta.
Durante el período denominado Mioceno, hace unos 15 millones de años, tuvo
lugar una gran sequía y, de rebote, un retroceso de los bosques. Un gran número
de primates arborícolas tuvo que descender a tierra y vivir en zonas descubiertas,
donde estaban a merced de los depredadores. Aquellos primates, que millones de
años después incorporaron en su código genético la posición erecta o vertical, son
los que sobrevivieron en la línea de los humanos. En efecto, la posición erecta les
permitía ver de lejos y, al caminar sobre las piernas, liberar las manos para
desarrollar otros trabajos. Pronto se convirtieron en cazadores y se acostumbraron
comer de todo.
Hace entre 5 y 7 millones de años los primeros homínidos, denominados
australopitecus, ya presentaban, pues, la innovación fundamental que les
distinguía de sus parientes más próximos: la postura erecta sobre las piernas o
bipedestación. Esta innovación fue fundamental para la evolución de nuestra línea,
ya que millones de años después en las especies descendentes, las manos
liberadas resultaron verdaderas piezas de precisión, capaces de fabricar todo tipo
de utensilios. Al mismo tiempo, la progresiva reducción de la mandíbula se
acompañó de la expansión de la caja craneana y el desarrollo del cerebro.
En este sentido, seguramente una rama de los australopitecus más primitivos, el
australopitecus gracilis, derivó hace unos 2 millones de años hacia el primer
representante del género Homo, el Homo habilis. Éste se denomina así porque
está asociado a la fabricación de herramientas de piedra que aplicaba a la caza
social y a la actividad posterior de troceado de las presas capturadas.
Probablemente la técnica de cazar en grupo y el uso de herramientas apropiadas
han sido determinantes para la supervivencia de los antepasados de los humanos.
El hecho de concebir y realizar instrumentos que tienen una utilidad posterior,
llevar a cabo actividades colectivas –como por ejemplo, la caza social– y
conservar y transmitir el cúmulo cultural de sus habilidades presupone que el
Homo habilis disponía de un cerebro muy complejo, capaz de elaborar formas
primitivas de pensamiento y de comunicación.
El paso decisivo en la hominización, sin embargo, fue el surgimiento del lenguaje,
seguramente como un medio de comunicación progresivamente flexible, al
servicio de una mejor coordinación de la caza social. El origen del lenguaje no se
puede establecer con exactitud. Desde los gritos de los primeros homínidos hasta
la diferenciación y especialización de los sonidos –que es una característica del
lenguaje articulado– transcurrió un largo período de tiempo.
La evolució del Homo habilis condujo a la aprición, hace aproximadamente 1,5
millones de años, del Homo erectus que, desde sus orígenes africanos, se
extendió por Asia y Europa. El Homo erectus conocía la manera de encender
fuego, conservarlo y utilizarlo.
El Homo sapiens no tiene una antigüedad superior a los 400.000 años. En Europa
aparecieron hace aproximadamente 200.000 años y son conocidos como
Neandertales. Conservaban algunos rasgos físicos primitivos, pero desarrollaron
una notable cultura (por ejemplo, fueron los primeros en enterrar a los muertos).
Hace unos 100.000 años aparece en África una nueva forma de Homo sapiens, el
Homo sapiens sapiens, a la cual pertenecemos todos los humanos actuales. Los
Homo sapiens sapiens desplazaron rápidamente a los neandertales y llegaron a
América y Australia, tierras que, hasta entonces, los homínidos nunca habían
pisado. Los Homo sapiens sapiens se diferencian de los precedentes por una
reducción de las mandíbulas y los dientes, un cambio en la forma del cráneo, el
enderezamiento de la frente y una barbilla prominente. Éste es el humano que
desarrolla un lenguaje abstracto como el nuestro, convive en sociedades de
cazadores y pescadores muy estructurados, fabrica herramientas y utensilios muy
especializados y con una gran precisión, practica el culto a los muertos y es capaz
de crear formas artísticas de gran belleza y expresividad. Evidentemente, el
hombre del paleolítico superior no disponía, ni mucho menos, del bagaje cultural
del hombre moderno. Biológicamente, sin embargo, era idéntico a nosotros.
A partir de un cierto nivel cultural, conseguido hace unos 10.000 años, nuestro
antepasados comenzaron a manipular profundamente el medio, por disponer de
manera continuada de los recursos útiles para cubrir sus necesidades. Se trat de
la revolución neolítica, caracterizada por una progresiva sedentarización, el cultivo
de plantas –seleccionadas según su calidad– y la domesticación de animales.
Estos cambios proporcionaron a los humanos la clave del crecimiento
demográfico, el nacimiento de las ciudades, el comercio y el intercambio cultural.
Así surgieron las primeras grandes civilizaciones. Con el neolítico, la humanidad
entra en los tiempos modernos.
Resumiendo, estos son los rasgos fundamentales del proceso de hominización:
1. Las modificaciones corporales relacionadas con la configuración de la pelvis y
las piernas para caminar; la configuración de las manos, que permite manipular y
fabricar utensilios; la reducción de la mandíbula; el crecimiento de la capacidad del
cráneo y el consiguiente desarrollo del cerebro.
2. La fabricación y el uso sistemático de herramientas, las cuales fueron usadas
por el ser humano para su subsistencia.
3. La aparición y el desarrollo del lenguaje y la inteligencia abstractiva y, por tanto,
de todo aquello que va asociado: la conciencia reflexiva, la imaginación, el
razonamiento…
4. El desarrollo de formas de relación social específicamente humanas, basades
en una intensa actitud cooperativa y en vínculos de tipo culturales.
No podemos olvidar, sin embargo, que somos productos de millones de años de
evolución de la vida sobre la Tierra. Hemos sido capaces de crear una cultura muy
rica y compleja, pero esto no niega nuestro origen y nuestra condición de
animales.
2. Bases fisiológicas: El sistema nervioso
2.1 El tejido nervioso: la neurona
La unidad básica del sistema nervioso es la neurona, una célula especializada
que transmite mensajes o impulsos nerviosos a otras neuronas, glándulas y
músculos. Las neuronas encierran el secreto del funcionamiento del cerebro y,
en consecuencia, de la naturaleza de la conciencia humana. Conocemos el papel que cumplen en la transmisión de los impulsos nerviosos, y también sabemos
cómo funcionan algunos circuitos neuronales, pero todavía queda mucho por
descubrir sobre el funcionamiento de la memoria, la emoción y el pensamiento,
procesos todos ellos mucho más complejos.
Los diferentes tipos de neuronas del sistema nervioso varían enormemente en
tamaño y forma, pero todas tienen ciertas características comunes. Del cuerpo
celular o soma, salen unas proyecciones denominadas dendritas (de la palabra
griega dendron, que significa «árbol»), que reciben los impulsos nerviosos de las
neuronas adyacentes. El axón es un tubo estrecho que se extiende desde el
soma y que transmite estos mensajes a otras neuronas (o a músculos y
glándulas). En el extremo, el axón se divide en un determinado número de
pequeñas ramificaciones que terminan en unos pequeños botones llamados
terminaciones sinápticas.
El botón terminal no toca la neurona adyacente, sino que hay un ligero espacio
entre estos botones y el cuerpo celular o las dendritas de la neurona receptora.
Esta unión se denomina sinapsis, y el espacio en sí se denomina espacio
sináptico. Cuando un impulso nervioso viaja a través del axón y llega a los
botones terminales, provoca la secreción de un neurotransmisor, una sustancia
química que se difunde a través del espacio sináptico y estimula a la siguiente
neurona, transmitiendo así el impulso de una neurona a otra. Los axones de
muchas neuronas forman sinapsis en las dendritas y el cuerpo celular de una
única neurona.
Aunque las neuronas poseen estas características comunes, varían mucho en
tamaño y forma. Una neurona de la médula espinal puede tener un axón de 1 ó 2
metros de longitud, que vaya desde el final de la médula a los músculos del dedo
gordo del pie; una neurona cerebral puede cubrir tan sólo unas pocas milésimas
de centímetro.
Las neuronas se clasifican en tres categorías, dependiendo de su función
general. Las neuronas sensoriales transmiten los impulsos recibidos por los
receptores al sistema nervioso central. Los receptores son células especializadas
que se encuentran en los órganos sensoriales, los músculos, la piel y las
articulaciones, los que detectan los cambios físicos o químicos y traducen estos
hechos en impulsos que viajan a lo largo de las neuronas sensoriales. Las
neuronas motoras generan señales originadas en el cerebro o la médula espinal
que van a los músculos y a las glándulas. Las interneuronas reciben las señales
de las neuronas sensoriales y envían los impulsos a otras interneuronas o a las
neuronas motoras. Las interneuronas se encuentran únicamente en el cerebro,
los ojos y la médula espinal.
Un nervio es un paquete de axones elongados que comprenden cientos o
miles de neuronas. Un único nervio puede estar compuesto de axones tanto de
neuronas sensoriales como motoras. En general, los cuerpos de las neuronas
se agrupan en el sistema nervioso formando grupos. En el cerebro y en la
médula espinal, un grupo de cuerpos neuronales recibe el nombre de núcleo.
Cuando un grupo de cuerpos neuronales que se encuentra fuera del cerebro o
de la médula espinal se llama ganglio.
Además de las neuronas, el sistema nervioso cuenta con un gran número de
células no neuronales, llamadas células de glía, y que están intercaladas entre
-y a menudo alrededor- las neuronas. Las células de glía son más numerosas
que las neuronas en una proporción de 9 a 1 y ocupan más de la mitad del volumen del cerebro. El nombre de glía, derivado de la palabra griega
«pegamento», sugiere una de sus funciones, en concreto, el mantener a las
neuronas en su sitio. Además, proveen de nutrientes a las neuronas, parecen
«mantener el orden» en el cerebro recogiendo y «empaquetando» los
productos de desecho, y fagocitando las neuronas muertas y las sustancias
extrañas, manteniendo así la capacidad de transmisión de impulsos de las
neuronas. De esta forma, las células gliales actúan asistiendo a las neuronas
en su función, al igual que el entrenador de un equipo de fútbol, que mantiene a
los jugadores hidratados a lo largo del juego.
2.2 El impulso nervioso
La información recorre la neurona en forma de un impulso nervioso llamado
potencial de acción: un impulso electroquímico que viaja del cuerpo celular al
extremo del axón. Cada potencial de acción es el resultado de movimientos de
moléculas eléctricamente cargadas, conocidas como iones. La velocidad del
potencial de acción en su viaje por el axón puede variar desde 3 a 300
kilómetros por hora, dependiendo del diámetro del axón; los más grandes
suelen ser los más rápidos. La velocidad también depende de si el axón está
cubierto de una capa de mielina. Esta capa se compone de células gliales especializadas que envuelven al axón, una tras otra, dejando pequeños
espacios entre. Estos pequeños espacios se llaman nódulos de Ranvier. La
capa de mielina se presenta especialmente en las zonas donde la transmisión
rápida del potencial de acción es crítica, como por ejemplo, en los axones que
estimulan
los
músculos
esqueléticos.
En
la
esclerosis
múltiple,
una
enfermedad cuyos síntomas aparecen entre los 16 y los 30 años, el sistema
inmune ataca y destruye las capas de mielina del organismo, provocando
graves disfunciones motoras.
2.3 Los neurotransmisores
Se han identificado más de 70 neurotransmisores distintos, y seguramente se
descubrirán
más.
Obviamente,
resulta
imposible
explicar
todos
los
neurotransmisores del sistema nervioso en este capítulo. En cambio, nos
centraremos en unos pocos que influyen en la conducta.
ACETILCOLINA: La acetilcolina está presente en muchas sinapsis del sistema
nervioso. Normalmente, es excitadora pero también puede actuar como inhibidora, dependiendo del tipo de molécula receptora que se encuentre en la
membrana de la neurona postsináptica. La acetilcolina está presente
particularmente en un área del prosencéfalo llamada hipocampo, que juega un
papel fundamental en la formación de nuevos recuerdos. Este neurotransmisor
es un elemento clave en la enfermedad de Alzheimer, un trastorno devastador
que afecta a muchas personas mayores, causando alteraciones en la memoria
y en otras funciones cognitivas. En los pacientes con Alzheimer, las neuronas
del prosencéfalo productoras de acetilcolina se degeneran y sintetizan menos
neurotransmisor. Cuanta menos acetilcolina se produce, más severas son las
pérdidas de memoria.
NOREPINEFRINA: La norepinefrina es un neurotransmisor del tipo de las
monoaminas. Es producida en su mayor parte por neuronas del troncoencéfalo.
La cocaína y las anfetaminas prolongan la acción de la norepinefrina,
ralentizando su reabsorción. Debido a este retardo, las neuronas receptoras se
activan durante un periodo más largo de tiempo, lo que produce los efectos
psicoestimulantes de estas sustancias. Por el contrario, el litio aumenta la
reabsorción de la norepinefrina, lo que deprime el ánimo de la persona. Cualquier sustancia que provoque un aumento o disminución de la norepinefrina en
el cerebro está relacionada con la excitación o depresión del estado de ánimo.
DOPAMINA: La dopamina, también una monoamina, es químicamente muy
similar a la norepinefrina. La liberación de dopamina en ciertas áreas del
cerebro produce intensas sensaciones de placer, y actualmente se está
investigando el papel de la dopamina en el desarrollo de las adicciones. La
existencia de demasiada dopamina en determinadas regiones cerebrales puede
causar esquizofrenia, y una cantidad insuficiente en otras áreas puede
degenerar en la enfermedad de Parkinson. Los fármacos utilizados para tratar la
esquizofrenia, como la clorpromazina o la clozapina, bloquean los receptores de la
dopamina. Por el contrario, la L-dopa, un fármaco que se receta normalmente para
tratar la enfermedad de Parkinson, aumenta los niveles de dopamina en el
cerebro.
SEROTONINA: La serotonina es otra monoamina. A1 igual que la norepinefrina,
la serotonina juega un papel fundamental en la regulación del estado de ánimo.
Por ejemplo, se han asociado unos bajos niveles de serotonina con sentimientos
depresivos. Los inhibidores de la reabsorción de serotonina son antidepresivos
que aumentan los niveles de serotonina en el cerebro, bloqueando su reabsorción
en las neuronas. El Prozac, Zoloft y Paxil, fármacos que se prescriben para tratar
la depresión, son inhibidores de la reabsorción de serotonina. Puesto que la
serotonina también es importante para la regulación del sueño y el apetito,
también se utiliza en el tratamiento de la bulimia, que es un trastorno alimentario.
2.4 Organización del sistema nervioso
Todas
las
partes
del
sistema
nervioso
están
interrelacionadas
pero
tradicionalmente se considera dividido en dos partes fundamentales. El
sistema nervioso central incluye todas las neuronas del cerebro y de la
médula espinal. El sistema nervioso periférico está constituido por los nervios
que conectan el cerebro y la médula espinal con las demás partes del cuerpo.
El sistema nervioso periférico se divide asimismo en el sistema somático, que
lleva y trae mensajes de los receptores sensoriales, los músculos y la superficie
corporal, y el sistema autónomo, que se comunica con los órganos internos y
las glándulas.
Los nervios
sensoriales del sistema somático transmiten información sobre la estimulación
externa de la piel, músculos y articulaciones al sistema nervioso central. Así es
como nos enteramos del dolor, la presión y los cambios de temperatura. Los
nervios motores del sistema somático llevan impulsos desde el sistema
nervioso central a los músculos, en donde inician la acción. Todos los músculos
que movemos voluntariamente, así como los ajustes involuntarios de la postura
y el equilibrio, están controlados por estos nervios. Los nervios del sistema
autónomo van y vienen de los órganos internos, regulando procesos como la
respiración, el ritmo cardiaco y la digestión. El sistema autónomo y su papel
primordial en la emoción se verán más adelante en este capítulo.
La mayoría de las fibras nerviosas que conectan las distintas partes del cuerpo
con el cerebro se unen en la médula espinal, en donde las vértebras de la espina dorsal las protegen. La médula espinal es extremadamente compacta; tan
sólo tiene el diámetro del dedo meñique. Algunos de los reflejos estímulo -respuesta más sencillos se ejecutan en el nivel de la médula espinal. Un ejemplo
de ello es el reflejo de la rótula. Al golpear el tendón de la rodilla, los músculos
insertados en él se estiran; una señal se transmite desde las células
sensoriales del músculo, a través de las neuronas sensoriales, y llega a la
médula espinal. Allí, las neuronas sensoriales hacen sinapsis directamente con
las neuronas motoras. Éstas transmiten entonces impulsos de vuelta al mismo
músculo, haciendo que éste se contraiga y que la pierna se extienda. Aunque
esta respuesta pueda darse únicamente en la médula espinal sin necesidad de
recibir ningún input del cerebro, también puede verse afectada por mensajes de
centros nerviosos superiores. Por ejemplo, si apretamos las manos justo antes
de recibir el golpe en la rodilla, el movimiento de extensión quedará exagerado;
y si imaginamos que la rodilla no puede moverse justo antes de que el médico
golpee el tendón, es posible inhibir el reflejo.
ORGANIZACIÓN DEL CEREBRO
Según MacLean, se puede considerar el cerebro humano como configurado en
tres capas concéntricas: (1) el núcleo central, que regula nuestras acciones
más primitivas, muy importantes para la supervivencia (2) el sistema límbico,
que controla nuestras emociones y (3) el cerebro, que regula nuestros procesos
intelectuales superiores. Utilizaremos el marco organizativo de MacLean para
explicar las estructuras del cerebro y sus respectivas funciones.
a) El núcleo central o tronco encefálico está compuesto por cinco
estructuras: el bulbo raquídeo, el cerebelo, el tálamo, el hipotálamo y la
formación reticular. Controla los actos involuntarios como la tos o el estornudo,
así como algunas acciones «primitivas» que están bajo control voluntario como
la respiración, el vómito, el sueño, el apetito y la sed, la regulación de la
temperatura y la conducta sexual.
b) El sistema límbico se encuentra alrededor del núcleo central del cerebro e
íntimamente interconectado con el hipotálamo. Es una serie de estructuras que
parecen imponer controles adicionales sobre algunas de las conductas instintivas
reguladas por el hipotálamo y el tronco encefálico. Los animales que poseen un
sistema límbico rudimentario, como los peces o los reptiles, se alimentan,
atacan, huyen y se reproducen mediante conductas estereotipadas. En los
mamíferos, el sistema límbico parece inhibir algunos de estos patrones
instintivos y permite al organismo ser más flexible y adaptarse mejor a los
cambios del entorno.
El sistema límbico también participa en la conducta emocional. La amígdala, una
estructura con forma almendrada en el interior del cerebro, resulta esencial en
las emociones, tales como el miedo. Por ejemplo, los monos con lesión en la
amígdala demuestran una marcada reducción del miedo. Los humanos que
sufren este tipo de lesiones no reconocen las expresiones faciales de temor y
son incapaces de aprender nuevas respuestas al miedo.
c) El cerebro está más desarrollado en los humanos que en cualquier otro
organismo. La capa externa del cerebro, se denomina corteza cerebral (o
simplemente cortex), de la palabra latina que significa «corteza». La corteza
de un cerebro preservado es gris porque está constituida en su mayor parte
por cuerpos neuronales y fibras sin mielina, de ahí el término substancia gris.
El interior del cerebro, por debajo de la corteza, está formado mayoritariamente por axones mielinizados y tiene un aspecto blanco (también
llamada substancia blanca).
Cada uno de los sistemas sensoriales envía información a áreas específicas
de la corteza. Las respuestas motoras, o los movimientos de las partes del
cuerpo, se controlan por una de las áreas del cortex. El resto de la corteza,
que no es ni sensorial ni motora, consiste en áreas de asociación. Estas áreas
ocupan la mayor parte de la corteza en los humanos y participan en la
memoria, el pensamiento y el lenguaje.
El cerebro está compuesto de dos hemisferios, derecho e izquierdo, que están
conectados entre sí por medio del cuerpo calloso. Son básicamente
simétricos, con una profunda división entre ellos que va de delante a atrás.
Así, nos referimos a los hemisferios derecho e izquierdo. Cada hemisferio
está dividido en cuatro lóbulos –frontal, parietal, occipital y temporal –,
amplias regiones de la corteza cerebral que desempeñan diversas funciones.
Describir el cerebro en términos de tres estructuras concéntricas – el núcleo
central, el sistema límbico y el cerebro – no significa que estas estructuras sean
independientes. Son más bien el análogo de una red de ordenadores
interrelacionados. Cada una tiene unas funciones especializadas, pero deben
trabajar en combinación para obtener la mayor eficacia.
SISTEMA
NERVIOSO AUTÓNOMO
El sistema nervioso periférico se divide en dos: el sistema somático y el
sistema autónomo. El sistema somático controla los músculos esqueléticos y
recibe información de la piel, los músculos y de varios receptores sensoriales.
El sistema autónomo controla las glándulas y los músculos lisos, incluyendo el
corazón, los vasos sanguíneos y las paredes del estómago y los intestinos.
Estos músculos se denominan «lisos» porque ése es su aspecto bajo un
microscopio. (Los músculos esqueléticos, por el contrario, tienen un aspecto
estriado.) El sistema nervioso autónomo toma su nombre del hecho de que
muchas de las actividades que controla, como la digestión y la circulación,
son autónomas o autorreguladas, y se mantienen incluso cuando el sujeto
está dormido o inconsciente.
El sistema nervioso autónomo se divide en dos ramas, la simpática y la
parasimpática, cuyas acciones son, por lo general, antagonistas. El sistema
nervioso simpático se activa normalmente durante los momentos intensos de
alerta, y el sistema nervioso parasimpático que se asocia con el resto de las
actividades. Por ejemplo, el sistema parasimpático contrae la pupila del ojo,
estimula el flujo de saliva y disminuye el ritmo cardiaco; el sistema simpático
tiene, en cada caso, el efecto contrario. El equilibrio entre ambos sistemas
mantiene el estado normal del organismo (entre la excitación extrema y la
placidez vegetativa).
La rama simpática tiende a actuar como una unidad. En un momento de
excitación emocional, aumenta la frecuencia cardiaca, dilata las arterias de los
músculos esqueléticos y del corazón, cierra las arterias de la piel y de los
órganos de la digestión y produce transpiración, todo ello de forma
simultánea. También activa ciertas glándulas endocrinas para segregar
hormonas que aumenten aún más el nivel de alerta.
En oposición al sistema simpático, la rama parasimpática tiende a actuar
sobre un órgano cada vez. Es dominante durante los periodos de inactivid ad,
participa en la digestión y, en general, mantiene las funciones que preservan y
protegen los recursos corporales. Por ejemplo, un ritmo cardiaco y una respiración lentos, mantenidos por el sistema nervioso parasimpático, requieren
mucha menos energía que la frecuencia cardiaca rápida y la respiración
agitada, que son consecuencia de la activación del sistema nervioso
simpático.
A pesar de que ambos sistemas suelen ser antagonistas, hay algunas
excepciones. El sistema simpático es dominante durante episodios de temor y
excitación, por ejemplo, pero una respuesta parasimpática al temor muy
común es una descarga involuntaria de la vejiga o del intestino. Otro ejemplo
es el acto sexual completo en el varón, que requiere la erección (para simpático), seguido de la eyaculación (simpático).