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EN BUSCA DEL VERDADERO AMOR
Autora: Briggith Daniela Rojas Barrero
Grado 1001
Era un día opaco, triste, como uno de esos que pasa el tiempo y ni cuentas te das. Un día como
cualquier otro en la vida de Diana, una joven dama, elegante y bella. Era una de esas mujeres que
no pasan desapercibidas. Con esos ojos grandes, negros y brillantes se podía ver profundamente
cierta tristeza y sin importar cuánto esos pequeños y rosados labios demostraran felicidad, su
deslumbrante mirada demostraba lo contrario.
Alejandro su marido, trabaja día y noche para satisfacer las necesidades que tuviesen. Ese hombre
para ella, era quien algún día, la había hecho sentir especial, que con pequeños detalles había
ganado su corazón, quien decía, no encontrar la manera perfecta de describirle su amor; para él,
ella era la mujer más bella, la que le había dado una esperanza a su vida, era su anhelo, su vida.
Pero el tiempo pasa y las relaciones se agotan…
Pasando el tiempo desde entonces, todo fue cambiando…
Una noche, a las 12:35, Diana aún despierta entre la tristeza y la oscuridad, veía borrosamente y con
dificultad a través de la ventana, la gran luna llena. El tiempo seguía pasando tras la espera de su
amado, cada vez más la oscuridad se apoderaba de la habitación, mientras mil pensamientos
dominaban a Diana. Entra la oscuridad, sobre su bello rostro, unas gotas se deslizaban lentamente,
de repente un pequeño ruido y cierta parte de una breve sombra captaron su atención,-¡es él! pensó
ella. Diana aún sin saber cómo expresarle la falta de amor que sentía, lentamente levantó su
mirada… con un suspiro de lamento… y sin una sola palabra, recibió a Alejandro.
Él asombrado tras haber pasado entre la oscuridad, sentada en la cama vio a Diana con sus ojos
iluminados, perdidos en llanto, apoderados de tristeza y una gran angustia anónima.
- Dime, ¿Qué te pasó?, ¡si tú no eres así!, dijo Alejandro con poco interés y sinceridad.
…Con vos entrecortada y susurrando entre sollozos, Diana decía…
-¡totalmente ilusionada! Una mirada…un pequeño contacto de labios…un roce cerca de mí… un
simple suspiro… cambiaba mi mundo… lo decía todo…me enamoraba… me demostraba.
No completamente interesado y ya cansado, Alejandro la ignoró y cómodamente entre sábanas
descansó. Aunque por algunos instantes Diana creyó sentirse entendida, luego de ver la actitud de
Alejandro, nuevamente cada poro de su rostro se encontraba mojado. Totalmente la habitación
oscura y entre neblina, intentó contener su tristeza y sin desearlo poco a poco se quedó dormida.
Con sus ojos hinchados, al despertar se dio cuenta de que todo seguía igual, el lento tiempo, los
opacos días, la falta de amor, sin importar lo que hubiese pasado la anterior y casi infinita noche.
Pasaron los meses y tras noches de desesperación y angustia, Diana sintió que no podía aguantar
más, tenía sentimientos muertos, el peso del tiempo, los recuerdos y el llanto le doblaba la edad,
por eso intento hablar nuevamente con Alejandro.
Llegando la noche, Diana pensaba si estaría siempre al lado de Alejandro, o si él intentaría cambiar
cuando la escuchara, o si le iba a demostrar amor, o si por el contrario ya no sentía amor, o si alguien
más sería el amor de su vida. Sin lugar a dudas poco a poco perdió la esperanza, pero aun así se
tomó la molestia de hablar nuevamente con Alejandro. Esa noche duró horas despierta, enojada
logró que Alejandro también lo estuviera. Diana tan resignada y menos preocupada de lo que
Alejandro hiciera o pensara, platicaba, lenta, fría y más calmadamente. Entre la poca iluminación de
una vela, sus pensamientos, emociones y sentimientos hacia el problema. Con bostezos y suspiros
Alejandro demostraba su cansancio y poca preocupación, por lo cual Diana, no pudo contener más
su ira y lanzó un gran grito. Alejandro demostró interés esporádico y luego de unos minutos se
durmió.
Al día siguiente, tras una casi infinita noche, Diana despertó muy decidida de lo que haría.
Lentamente pasaban las horas. Poco a poco el sol se iba escondiendo. Con maletas listas, Diana
mantenía la esperanza de ser capaz de esconder las heridas que le afectaban al pensar que cada día
amaba aún más a Alejandro, su corazón no tenía en cuenta el sufrimiento por él estaba pasando.
Sin importarle que pasara, decía en voz baja continuamente-“si estoy loca es cosa mía”… supo que
todo el tiempo, tuvo un amor hipotético, más confusa no pudo estar ese atardecer que llevó consigo
a la huida sagaz.
Alejandro al llegar en la noche, notó la ausencia de Diana, pensó que era otra idea de ella para llamar
su atención pero al entrar en la habitación vio una pequeña hoja que decía…
¡ADIOS!
UN PLACER COINCIDIR EN ESTA VIDA.
Ahí con una mano en su corazón destrozado, supo que Diana no volvería. Se lamentó y quiso
devolver el tiempo para escucharla, entenderla. Quería corregir sus errores o quizás en pasar tan
solo un día con ella, darle aunque sea un abrazo al llegar de su trabajo y también un beso de
despedida, escuchar su voz, su risa, y caminando por la vida comprendió que lo importante no es lo
que tenemos, sino, a quien tenemos.