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INDEPENDENCIA DE ESTADOS UNIDOS
LOS ORÍGENES DE ESTADOS UNIDOS
En el siglo XVIII Inglaterra tenía la colonia más grande del mundo, formada por trece territorios
a lo largo de la costa atlántica.
Se componían de establecimientos ubicados en la desembocadura de un río o en la orilla de
una bahía. Las más antiguas son Virginia (1607) y Massachusetts (1620). La más reciente es
Georgia (1732) bajo el reinado de Jorge II.
Hay tres grupos de establecimientos:
-En función de su género de vida.
-La forma de su sociedad política.
-Sus actividades productivas.
Al norte, Massachusetts, Connecticut, New Hampshire y Rhode Island formaban Nueva
Inglaterra llamada así por John Smith que afirmó que se parecían a Inglaterra. Su economía se
basaba en actividades variadas y remuneradoras. La ganadería y el cultivo de cereales estaban
en manos de pequeños propietarios, en las regiones onduladas y verdes en el interior y las
grandes extensiones de bosques proporcionaron bastantes serrerías. La pesca era esencial en
un litoral recortado y rico en puertos naturales, se estableció un comercio muy activo. La
industrialización contribuyó a elevar el nivel de vida.
Nueva Inglaterra estaba formada por puritanos: el carácter religioso impregnaba el
comportamiento de los habitantes y las manifestaciones de la vida pública. La Iglesia estaba
unida al Estado y quien se apartaba de la Iglesia se apartaba de la sociedad. La tolerancia era
una palabra carente de sentido.
Gran Bretaña tenía con las colonias el llamado pacto colonial, la exclusividad, no quería
industrias, ella las vendía y les compraba a las colonias las materias primas. Había tráfico ilegal
de ron melaza y productos de las islas. Gran Bretaña mandó a cada colonia un gobernador
cuyo sueldo era pagado por la Asamblea Colonial, ellos hacían vista gorda del tráfico ilegal para
poder seguir cobrando.
Boston era el centro. La educación llevaba la impronta religiosa; los primeros colegios, que
llegarían a ser universidades, (Harvard y Yale) fueron creados para formar los futuros ministros
religiosos.
Las cinco colonias del sur: Virginia, Maryland, Carolina del Norte y del Sur y Georgia, formaban
un grupo radicalmente distinto del otro. Eran aristócratas, no tenían interés cultural, gran
parte de la población era negra y no trabajaban al contrario que los puritanos.
La diferencia se basaba en el clima subtropical y en la extensión territorial más grande y en el
carácter más rural. La explotación del suelo se fundamentaba en el sistema de plantación, con
la ayuda de la mano de obra negra, que en la segunda mitad del siglo XVIII era más numerosa
que la población de los colonos. La economía estaba basada sobre algunos productos
tropicales como tabaco, arroz, índigo y algodón, y en la venta de estas cosechas. Los ricos
plantadores, generalmente anglicanos, tenían una vida fácil y formaban una sociedad
aristocrática. Entre los esclavos negros y esta oligarquía había pocos elementos intermedios,
concentrados en las pocas ciudades de la zona como Charlestone.
En la zona central existían cuatro colonias: New Jersey, Nueva York, Delaware y Pennsylvania.
Nueva York al principio era de los holandeses y la llamaron Nueva Amsterdam, pero luego se la
arrebató Carlos II y pasó a llamarse Nueva York por su hermano Jacobo II, el cual tenía el título
de York. Los ingleses llamaban a los holandeses Yankees, pero éste se ha vuelto contra ellos.
Pennsylvania fue fundada por la secta de los Quakers, desidentes pacifistas. La población
contenía representaciones de todas las sectas religiosas y había experimentado un aumento a
lo largo del siglo XVIII. La mayoría trabajaba en la tierra. Se exportaba a Europa trigo y madera.
Las ciudades parecían pueblos grandes, sólo destacaba Filadelfia. De Europa llegaron a estos
puertos centrales, a los que esperaba un gran futuro.
Jurídicamente se podían distinguir tres tipos de colonias:
las colonias reales, que dependían de la Corona;
las colonias de propietarios, que pertenecían en virtud de una concesión real, a un grupo de
propietarios;
las colonias de carta, cuya existencia jurídica tenía su origen en una carta.
Había pocas diferencias; cada colonia tenía una Constitución, pero por encima estaba el pacto
colonial, de exclusividad, que reflejaba las tradiciones parlamentarias y las instituciones
británicas. Existía un gobernador, que era el representante de la Corona y los colonos
propietarios que elegían a sus delegados en la Asamblea, cuyo privilegio esencial era el control
financiero, concretado en el voto de los impuestos necesarios para hacer frente a los gastos
locales. Los dirigentes de las colonias se refugiaban en una sociedad restringida, había sufragio,
debido a lo limitado del régimen representativo (de un 2 a un 8 % de electores, según los
territorios).
Las colonias de América no escapaban a la norma en vigor entre las potencias coloniales. Era
un mercado reservado a la metrópoli, y los colonos no tenían derecho a crear casi ninguna
industria.
Los problemas económicos contribuían a separar las colonias de la metrópoli.
CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN
La Guerra de los Siete Años empezó en Europa entre Austria y Prusia, aliándose las demás
potencias en el bando austríaco.
En las colonias la guerra repercutió de la siguiente manera: como Francia iba en el bando
contrario de Gran Bretaña y los colonos querían los territorios que los franceses tenían en
América, los británicos decidieron dárselos para con su ayuda poder vencer a Francia.
La victoria sobre Francia en la Guerra de los Siete Años fue lo que llevó a la secesión. Tras la
guerra, Gran Bretaña, que atravesaba una situación financiera delicada, decidió que las
colonias soportasen parte de sus cargas.
En 1765, el ministro británico, Greenville, hizo votar al Parlamento unas tasas aduaneras sobre
la melaza y el azúcar de la Antillas que entraban en América. Era un intento de aplicar
sistemáticamente las leyes sobre el comercio colonial y de impedir el contrabando.
Paralelamente al impuesto de timbre (Stamp Act) precisó que todos los actos jurídicos,
públicos y privados, tanto en las colonias como en Gran Bretaña, debían ser transcritos en
papel sellado con timbre del Estado. Estas dos decisiones fueron muy mal acogidas. El derecho
de timbre suscitó un verdadero debate de principio. ¿Tenía derecho el gobierno inglés a
percibir este impuesto? Los colonos sostenían que ningún ciudadano británico debía pagar un
impuesto si no había sido antes aceptado por él o por sus representantes.
El Gobierno de Londres, por su parte, afirmaba que el Parlamento representaba a todos los
súbditos de la Corona. Los americanos consideraban que sólo las Asambleas coloniales estaban
cualificadas para aprobar impuestos en su nombre. Los delegados de nueve colonias se
reunieron en Nueva York para protestar y llegaron al acuerdo de no importar productos
ingleses. Redactaron, además, una declaración de derechos y quejas de América.
La agitación se apoderó de las poblaciones. Unas organizaciones, hijos de la libertad,
incendiaron los depósitos de timbres sin que aún se soñase en América con la separación de la
metrópoli. Las resoluciones del Congreso de Nueva York causaron viva inquietud entre los
comerciantes británicos. Ante la hostilidad del mundo de los negocios, Greenville tuvo que
retirarse, y el Gabinete Whig, bajo la presión de algunos diputados, abolió las tasas no
deseadas. Los colonos triunfaron en este punto, pero el Parlamento no cedió en cuanto al
principio, es decir, en cuanto a su derecho a establecer impuestos a otros colonos.
A partir de junio de 1767, el gabinete británico inició una segunda ofensiva, instituyendo
derechos de aduanas para la entrada en América de algunos productos, el té, el papel, el
vidrio, el plomo y la pintura. La agitación estalló sobre todo en Nueva Inglaterra. Los británicos
boicotearon las mercancías sometidas a impuestos, lo que produjo un descenso de un tercio
del comercio británico. Al cabo de tres años de un conflicto que estaba costando muy caro a
las dos partes, el ministro británico dio marcha atrás por segunda vez, y en 1770 suprimió
todos los impuestos, salvo el del té. La agitación, pareció calmarse, pero esta aparente
tranquilidad estaba a merced de cualquier incidente.
Desde 1773, la situación se agravó, la presencia de tropas enviadas a Massachusetts provocó
en Boston sangrientas manifestaciones. El Gobierno Británico concedió a la Compañía de
Indias el monopolio sobre la venta del té, lo que levantó una ola de descontento entre los
comerciantes del Nuevo Mundo, que temían que esta medida se ampliase a otras mercancías.
El 16 de Diciembre de 1773, en Boston, los hijos de la libertad, disfrazados de indios, tiraron al
mar todo el té traído de Oriente por los navíos de la Compañía de Indias, aprovechando la
pasividad de las autoridades locales. El gobierno británico quiso responder a esta violencia con
una firmeza ejemplar. Cinco leyes arruinaron el comercio del puerto de Boston; además se
enviaron nuevas tropas a América del Norte, al mando del general Gage, y se prohibieron
todas las reuniones públicas.
Con sus medidas, destinadas a dar un escarmiento, los británicos hicieron nacer el sentimiento
de solidaridad entre las trece colonias. Nació un partido patriótico y por sugerencia de
Benjamin Franklin (inventor virginiano de pinzas, gafas bifocales, silla giratoria y pararrayos) se
reunieron en Filadelfia.
Benjamin Franklin
Las posiciones se iban endureciendo. La guerra podía estallar con el menor incidente, sobre
todo si se tiene en cuenta que los partidarios de la conciliación perdían terreno entre la
opinión pública, ganándolo los intransigentes, que querían aprovechar la independencia para
construir una sociedad más democrática. Estos últimos se apoyaban en los periódicos y
panfletos, cuyo papel revolucionario quedó patente por primera vez. Se fue formando entre
estos colonos, una mentalidad revolucionaria, dispuesta a considerar el recurso a la fuerza
como inevitable.
LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
El pretexto para la ruptura, fue el tiroteo de Lexington. El 18 de Abril de 1775, el general Gage,
que mandaba las tropas en Boston, envió una columna a confiscar los depósitos de armas y
municiones establecidos en Concord por los comités revolucionarios. Los patriotas, alertados,
en su mayoría granjeros, recibieron a los soldados a tiros; fue el primer enfrentamiento grave
entre los casacas rojas y los voluntarios americanos. La columna británica tuvo que replegarse
hacia Boston, con gran satisfacción de los americanos. Fue el comienzo de la insurrección
armada.
El Congreso americano, reunido en Filadelfia en Diciembre de 1775 decidió la formación de un
ejército continental mandado por George Washington. Pronto se vio que esta elección había
sido acertada. Washington hijo de un plantador de Virginia fue el partícipe.
George Washington
El Congreso americano apelaba a la justicia del rey de Gran Bretaña pero Jorge III rechazó la
petición del Congreso y envió mercenarios alemanes a ultramar para reforzar sus tropas y
terminar con la resistencia americana. Comenzaba una guerra sin cuartel. La situación
evolucionó rápidamente. La colonia de Virginia, en un acto revolucionario, fue la primera en
proclamar su independencia constituyéndose en república. Se dio una Constitución precedida
de una Declaración de Derechos que deben ser considerados como fundamento y base del
gobierno. Destacaban las ideas de Rosseau, Locke y Montesquieu.
El ejemplo de Virginia terminó con la dudas de otras colonias. El 4 de Julio de 1776, el
Congreso general de Filadelfia proclamó la unión solidaria de las trece colonias y votó la
Declaración de Independencia de los EEUU. de América. Precedida por un preámbulo
redactado por el virginiano Thomas Jefferson, e inspirado en los principios de los filósofos
franceses: Montesquieu y Rosseau, esta célebre declaración reconocía el derecho a la
insurrección. Marcaba un hito en la historia universal.
Entre la población subsistieron algunos elementos legitimistas, algunos prefirieron emigrar a
Canadá o las Antillas antes que sublevarse contra el rey.
Proclamada la independencia había que conquistarla. La guerra fue larga y difícil (cerca de 7
años) y planteó problemas que en ocasiones parecieron insuperables debido a la especial
situación de los insurrectos.
En primer lugar, no tenían un gobierno central. El Congreso, absorto en apasionadas
discusiones, servía de vínculo entre los Estados, pero carecía de poder para dar órdenes a
gobiernos autónomos muy celosos de sus prerrogativas.
En segundo lugar, la situación militar era angustiosa; los colonos sublevados o insurrectos,
unos dos millones, carecían de recursos industriales. No tenían armas, ni municiones, ni
vestidos. Había tropas sin valor militar, mal organizadas. Desde luego, tenían a su frente a un
jefe extraordinario, Washington.
Por último, no tenían marina de guerra. En definitiva, la relación de fuerzas al comienzo del
conflicto parecía muy desventajosa. Sin embargo, hay que tener en cuenta las dificultades de
Gran Bretaña, que acababa de salir de las largas guerras europeas y coloniales de mediado de
siglo y debía combatir lejos de sus bases.
La búsqueda de aliados era una condición “sine qua non” para el éxito. Tenían que inclinarse
hacia Francia, rival marítima de Gran Bretaña. Esto traía consigo un peligro porque las colonias
habían luchado enérgicamente contra Francia durante la guerra de los Siete Años.
Franklin fue recibido en Versalles por el rey de Francia, Luis XVI, conquistando los salones con
su sencillez natural. La opinión pública seguía con simpatía el desarrollo de las ideas de
libertad. El carácter ilustrado de la Declaración de la Independencia entusiasmaba a las élites
intelectuales: se enrolaban voluntarios empujados por un deseo de libertad y por el
sentimiento de que luchaban para construir un mundo nuevo. El marqués de la Fayette (el
héroe de los dos mundos), se enroló con el ejército americano. Sin embargo, Vergennes,
aunque vio que este asunto era una forma excelente para tomarse la esperada y deseada
revancha sobre Gran Bretaña, no quiso comprometerse por el momento, para intentar que
también España se uniese a su política. En un principio, Francia se limitó a una ayuda indirecta,
proporcionando a los colonos las armas y municiones que tanto necesitaban, así como
importantes subsidios.
Este amplio movimiento de simpatía y esta ayuda, no despreciable, no impidieron una serie de
fracasos durante la primera fase de la guerra. En Saratoga los colonos vencieron a las casacas
rojas.
Este hecho marcó un cambio en la guerra que se hizo desde ahí internacional. Los americanos
se habían visto apoyados por las condiciones naturales desfavorables a los británicos (enorme
extensión del campo de operaciones, pocos caminos y muy malos y numerosos ríos y espesos
bosques), pero su tenacidad y la personalidad de su jefe, George Washington, seguían
suscitando admiración. La noticia de la capitulación de Saratoga provocó entusiasmo en
Francia y terminó con las últimas dudas de Vergennes.
La opinión pública francesa se inclinaba por la intervención. El 6 de Febrero de 1778 firmó con
Franklin un tratado de comercio, amistad y de alianza defensiva. Francia reconocía la soberanía
e independencia de las 13 colonias.
Los 15 estados se comprometían a no firmar paces separadas y a no dejar las armas hasta que
no se reconociese la independencia. Diplomáticamente el siguiente trabajo de Vergennes fue
obtener el apoyo de España, cuya potencia militar sobreestimaba. Con el Tratado de Aranjuez
(12 de Abril de 1779), Francia firmaba con España una alianza a cambio de la promesa de
devolverle Menorca, Gibraltar, Florida y las Honduras británicas. Francia estaba dispuesta a
pagar muy caro el apoyo de la monarquía española. Vergennes deseaba crear una gran
coalición contra Gran Bretaña y supo explotar el descontento de las potencias neutrales ante la
actitud de ésta que, con el pretexto de luchar contra el contrabando de guerra, abusaba del
derecho de inspección de buques.
Militarmente, el conflicto que enfrentó a Gran Bretaña, Francia y las 13 colonias, y más tarde
también a España y a Holanda, duró cinco años y tuvo como escenario principal, además de los
Estados Unidos, las Antillas, la costa de la India y todas las razones neurálgicas marítimas y
coloniales.
La caída de Yorktown provocó en Gran Bretaña la dimisión en marzo de 1782 de Lord North,
instrumento de la política personal de Jorge III. Un gabinete, más conciliador, entabló las
negociaciones de paz. En las preliminares del 30 de Noviembre de 1782 Gran Bretaña
reconocía la independencia de las 13 colonias; se fijaba la frontera de norte a sur, en el río
Santa Cruz, los Grandes Lagos y el Mississippi. Los pescadores británicos conservaron el
derecho a pescar en las aguas territoriales de América del Norte.
El Tratado de Versalles de septiembre de 1783 incluye cuatro acuerdos. Un convenio angloamericano confirmando las preliminares de 1782. Un acuerdo anglo-holandés fijando la
restitución recíproca de las conquistas. Un acuerdo anglo-español, que preveía la devolución a
los españoles de Menorca y gran parte de la Florida, cuya frontera quedaba fijada en el
Mississippi, pero los británicos se quedaban con Gibraltar. Y un acuerdo anglo-francés que
hacía algunas concesiones a Francia: devolución de sus establecimientos en el Senegal y
algunas Antillas (Tobago, Santa Lucía). La opinión pública francesa no se mostró muy conforme
con el acuerdo.
DIFICULTADES DE LA INDEPENDENCIA
Tenían que transformar las antiguas colonias en 13 estados y se corría el riesgo de que esta
transformación se produjese en medio del desorden y la anarquía. Desde el punto de vista
militar, las tropas reclutadas en todos los estados, habían admitido la autoridad del general
Washington; pero una vez terminadas las operaciones los antiguos combatientes, que no
habían recibido su paga, amenazaban con marchar hacia Filadelfia. Desde el punto de vista
financiero, era evidente la necesidad de una moneda común a los 13 estados.
La deuda era enorme y había que detener la inflación del papel moneda, que carecía de valor
en el extranjero y no tenía respaldo en numerario. El problema de los impuestos no se había
resuelto: los Estados no querían atender a los gastos de la colectividad. Por último, había que
aclarar la situación de las tierras del Oeste, entre los Apalaches y el Mississippi, habitados por
indios y donde había numerosas discusiones por la delimitación de fronteras.
El congreso continental, puesto en marcha antes de la independencia no tenía autoridad. En la
conferencia de Anápolis en septiembre de 1786 (convocada a petición de Virginia para tratar
problemas económicos y comerciales) propusieron la reunión de una convención de poderes
para reformar los artículos del congreso continental. Tras varios aplazamientos los estados,
excepto Rhode Island, designaron delegados para discutir las posiciones que considerasen
necesarias.
El 25 de mayo de 1787 se reunieron en Filadelfia 55 delegados, destacando los federalistas
Washington y Franklin. Esta asamblea decidió, desde el comienzo de sus trabajos, permanecer
en el más absoluto secreto. No faltaron puntos conflictivos: los delegados de los pequeños
estados se oponían a los de los grandes, y al mismo tiempo, se enfrentaban los partidarios de
una amplia autonomía y los defensores de un poder fuerte. La elección unánime de
Washington para la presidencia de la convención y la presencia de Franklin, inteligente y
conciliador, facilitaron el desarrollo de los trabajos que duraron casi cuatro meses. Los
delegados discutieron y elaboraron, el estatuto de los territorios del Oeste. La ordenanza de
Julio de 1787 declaraba propiedad federal la zona y prohibía en ella la esclavitud.
El conjunto fue dividido en townships de 36 millas, subdivididos en 36 parcelas. Los townships
se agrupaban en territorios. Cada uno de ellos era promovido al rango de Estado cuando
alcanzaba los 60.000 habitantes. Entonces entraba en la Unión y la bandera federal adquiría
una estrella más.
Así se solucionó, con sentido liberal, el problema de la colonización del medio oeste, siendo los
pioneros iguales a los antiguos colonos del este y no sus súbditos.
LA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA
La Declaración de independencia de los Estados Unidos de América del Norte, redactada por
Jefferson, y con claras influencias de Locke y de Rousseau y en la línea de la filosofía del
derecho natural, fue firmada entre el 2 y el 4 de julio de 1776 por 56 miembros del Congreso
Continental reunido en Filadelfia desde el año anterior.
Thomas Jefferson
La declaración expresaba las penalidades sufridas por las colonias bajo el gobierno de la
Corona británica y las declaraba estados libres e independientes. La proclamación de la
independencia supuso la culminación de un proceso político que había comenzado como
protesta contra las restricciones impuestas por la metrópoli al comercio colonial, las
manufacturas y la autonomía política, y que evolucionó hasta convertirse en una lucha
revolucionaria que acabó en la creación de una nueva nación. El 7 de junio de 1776 Richard
Henry Lee, en nombre de los delegados de Virginia en el Congreso Continental, propuso la
disolución de los vínculos que unían a las colonias con Gran Bretaña. Esta propuesta fue
secundada por John Adams de Massachusetts, pero la acción se retrasó hasta el 1 de julio y la
resolución se aprobó al día siguiente. Mientras tanto, un comité (designado el 11 de junio)
formado por los delegados Thomas Jefferson, Benjamin Franklin, John Adams, Roger Sherman
y Robert R. Livingston, estaba preparando una declaración acorde a la resolución de Lee. El 4
de julio fue presentado al Congreso, que añadió algunas correcciones, suprimió apartados
(como el que condenaba la esclavitud), incorporó la resolución de Lee y emitió todo ello como
Declaración de Independencia.
Fue aprobada por el voto unánime de los delegados de doce colonias; los representantes de
Nueva York no votaron porque no estaban autorizados. No obstante, el 9 de julio el Congreso
Provincial de Nueva York concedió su apoyo. El 2 de agosto fue firmado por los 53 miembros
presentes en el acto; los tres ausentes firmaron después. El documento defiende el derecho a
la insurrección de los pueblos sometidos a gobiernos tiránicos en defensa de sus inherentes
derechos a la vida, la libertad, la búsqueda de la felicidad y la igualdad política.
Jorge III
En ella, aparte de las acusaciones vertidas contra el rey Jorge III y su Gobierno, que significan la
mayor parte del documento, se consigna uno de los principios más revolucionarios jamás
escrito anteriormente: "todos los hombres han sido creados iguales". Y estos hombres
"recibieron de su Creador ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la
libertad y la búsqueda de la felicidad; así, para asegurar esos derechos, se han instituido los
gobiernos entre los hombres, derivándose sus justos poderes del consentimiento de los
gobernados; de tal manera que si cualquier forma de gobierno se hace destructiva para esos,
fines es un derecho del pueblo alterarlo o abolirlo, e instituir un nuevo gobierno, basando su
formación en tales principios, y organizando sus poderes de la mejor forma que a su juicio
pueda lograr su seguridad y felicidad".
La Declaración concluía así: "Nosotros, representantes de los Estados Unidos de América,
reunidos en Congreso general, apelando al Juez Supremo del mundo por la rectitud de
nuestras intenciones, en el nombre y por la autoridad del buen pueblo de estas colonias,
declaramos y publicamos solemnemente que estas colonias unidas son y han de ser Estados
libres e independientes; que han sido rotos todos los lazos con la Corona británica y que
cualquier conexión política entre ellas y el Estado de Gran Bretaña es, y debe ser considerado,
totalmente disuelto; y que, como Estados libres e independientes; tienen todo el poder para
declarar la guerra, concluir la paz, concertar alianzas, establecer lazos comerciales, y llevar a
cabo cualquier otro acto que los Estados independientes pueden realizar. Y para apoyar esta
declaración, con la firme confianza en la protección de la Divina Providencia, nosotros
empeñamos nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado honor”.
Actualmente el pergamino se conserva, junto con otros documentos históricos, en la Sala de
Exposiciones del Archivo Nacional de Washington, sellado en una urna de cristal y bronce para
su protección.
NOMBRES Y FUNDACIÓN DE LAS DISTINTAS COLONIAS
NOMBRE
AÑO DE FUNDACIÓN
FUNDADOR
Virginia
1607
London Company
Massachusetts
1620
Puritanos
Maryland
1634
Lord Baltimore
Connecticut
1635
Thomas Hooker
Rhode Island
1636
Roger Williams
Delaware
1638
Peter Minuit y New Sweden Company
New Hampshire
1638
John Wheelwright
Carolina del Norte
1653
Virginianos
Carolina del Sur
1663
Ocho Nobles con un Real Privilegio de
Carlos II
New Jersey
1664
Lord Berkeley y Sir George Carteret
Nueva York
1664
El Duque de York
Pennsylvania
1682
William Penn
Georgia
1732
James Edward Oglethorpe
SÍMBOLOS DE INDEPENDENCIA
La Estatua De La Libertad
Francia regaló a Estados Unidos, como símbolo de la libertad para los oprimidos, la Estatua de
la Libertad, que se encuentra en la ciudad de Nueva York. Este monumento es un regalo hecho
el 4 de julio de 1884, por el pueblo francés al estadounidense, en conmemoración a la alianza
hecha por las dos naciones durante la Revolución Norteamericana.
Fue el historiador francés, Edouard de Laboulaye, quien propuso desde 1865 que su país
hiciera un regalo conmemorativo a los Estados Unidos de América, en ocasión del primer
centenario de la firma de la Declaración de Independencia. Aunque los aliados franceses de
ese tiempo protestaron por la iniciativa, el escultor Frederic-Auguste Bartholdi viajó a tierras
norteamericanas para entrevistarse con las autoridades. Un monumento como el que se
proyectaba tenía un costo demasiado elevado, por lo que se integró una Unión FrancoAmericana para reunir fondos. El costo total de la estatua, que fue de un millón de francos, fue
cubierto en su totalidad por el pueblo francés. Los norteamericanos aportaron los 250 mil
dólares necesarios para el pedestal.
En su mano derecha, en posición elevada, la divinidad representada en la estatua porta una
antorcha iluminada; en su mano izquierda, la tablilla de la ley que lleva inscrita con números
romanos la fecha del 4 de julio de 1776. Además, una cadena rota se encuentra a sus pies. La
Estatua de la Libertad fue constituida en monumento nacional en 1924 y su mantenimiento
está bajo la responsabilidad del National Park Service. La figura está hecha de un armazón de
cobre de 2.4 milímetros de espesor, y su soporte es una plancha de hierro diseñada por
Alexandre-Gustave Eiffel, creador de la Torre Eiffel de París. El proceso de su elaboración
requirió a Bartholdi construir un modelo de tres metros, el cual fue aumentado hasta hacer
una figura de 11 metros de alto dividida en secciones. Cada sección fue posteriormente
aumentada también y al final todas ellas fueron colocadas en su sitio en la estructura central.
La Estatua de la Libertad mide alrededor de 46 metros de altura y pesa 225 toneladas.
El Monte Rushmore
George Washington, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln y Theodore Roosvelt pierden su
mirada en el horizonte del lejano Oeste, a 1.900 metros sobre el nivel del mar, desde la
cúspide del monte Rushmore en Dakota del Sur. Sus efigies colosales, escarbadas en la
montaña en la primera mitad del siglo XX según proyecto del escultor Gutzon Borglum, son
uno de los más populares atractivos turísticos de la cordillera de las Rocosas. La impresión que
el observador se lleva del monte Rushmore no es la que nos dejarían otros escenarios
naturales como las cataratas del Niágara o el Parque Nacional de Yellowstone. No: esas
esculturas gigantescas impresionan por lo que hay en ellas de trabajo humano, de triunfo
sobre la naturaleza. Imaginar a Borglum y a su equipo quitando cientos de toneladas de piedra
a la montaña para imprimirle una forma humana nos indica hasta dónde el artista se esforzó,
valiéndose de la tecnología.
Sin embargo, el monte Rushmore no sólo intenta exaltar el dominio humano sobre la
naturaleza. Es, esencialmente, un símbolo de la nación estadounidense. Las efigies de los
presidentes norteamericanos son un monumento al mito del Destino Manifiesto. Basta
preguntarnos qué tienen en común los mandatarios allí representados. Todos contribuyeron al
crecimiento y desarrollo de su país desde la perspectiva territorial, económica y política.
Washington fomentó intensamente la exploración del entonces desconocido y promisorio
Oeste. Jefferson duplicó el territorio norteamericano con la compra de Luisiana y envió
exploradores para encontrar una ruta al Pacífico, con lo que promovió la colonización del
Oeste y, en última instancia, la obtención de Texas y el enorme territorio que perteneció a
México hasta 1848. Lincoln mantuvo la cohesión de la Unión y Roosevelt construyó el canal de
Panamá, con lo que se cumplió el sueño de contar con una vía comercial interoceánica.
El 4 de julio de 1776
Monarca británico Jorge III
La guerra entre España, Francia y Gran Bretaña por el dominio de América del Norte se
resolvió el 10 de febrero de 1763 con la firma del Tratado de París. Los británicos
obtuvieron todo el territorio francés al norte de los grandes lagos –que actualmente
corresponde a Canadá–, más Luisiana al este del Mississippi, mientras España se
adueñó del territorio ubicado al oeste de este río. Además, la corona española cedió a
los británicos Florida, a cambio de Cuba y Filipinas. Con esto, Francia quedó sin
territorios en América del Norte, salvo por las islas de Saint Pierre y Miquelon frente a
la costa meridional de Terranova. También conservó sus posesiones en las Antillas.
Por lo tanto, en 1763, América del Norte estaba dividida entre Gran Bretaña y España.
Las posesiones de ambas naciones estaban separadas por el río Mississippi. Sólo la zona
noroccidental seguía siendo una tierra de nadie.
En 1763, en la Norteamérica británica había 1.250.000 blancos y más de 250 mil
esclavos, equivalentes al veinte por ciento de la población de Gran Bretaña, aunque el
nuevo territorio era mucho más extenso y rico.
La paz de París contribuyó al desarrollo económico de los colonos. En el norte se
dedicaron al comercio y en el sur a la agricultura. Esta prosperidad fue generando la
aspiración de autogobernarse.
La causa más directa de la independencia fue la política autoritaria y comercialmente
restrictiva del monarca británico Jorge III (1738-1820), que cada cierto tiempo
determinaba la aplicación de nuevos impuestos.
En 1773, a causa de la aplicación de un gravamen sobre el té, se produjeron graves
incidentes en el puerto de Boston. Los colonos, disfrazados de indios pieles rojas,
asaltaron y arrojaron al mar el cargamento de té de tres barcos. El rey proclamó estado
de excepción, se clausuró el puerto de Boston, se redujo el poder político de
Massachusetts y se envío a la metrópoli a los funcionarios responsables del motín, para
ser juzgados. Además, se establecieron nuevas medidas para controlar el comercio y la
distribución de tierras, lo que dificultó la expansión de los colonos.
Los colonos deciden organizarse
Pese a las restricciones impuestas por la Corona británica, las colonias habían
desarrollado gobiernos parlamentarios capaces de organizarse y dirigir movimientos
independentistas.
En octubre de 1774, delegados de las trece colonias se reunieron en el I Congreso de
Filadelfia. Redactaron una Declaración de derechos y decidieron suspender el comercio
con Inglaterra hasta que se eliminaran los impuestos establecidos por Jorge III. Además,
se estableció un gobierno de hecho, la Association.
La resistencia armada se inició el 19 de abril de 1775, cuando las fuerzas británicas
atacaron los almacenes militares de las tropas independentistas en Concord,
Massachusetts. Los colonos vencieron en esa ciudad y en Lexington.
Luego de los enfrentamientos, un II Congreso de Filadelfia acordó su separación de la
Corona británica.
En junio, George Washington fue nombrado comandante de las fuerzas insurgentes.
Este ejército sitió Boston, que once meses después fue evacuada. Los ingleses trataron
de recuperar terreno, pero los independentistas lograron derrotarlos.
El 4 de julio de 1776, el Congreso de Filadelfia aprobó la Declaración de
Independencia, inspirada en las ideas liberales del británico John Locke (1632-1704) y
el francés Montesquieu (1689-1755). El documento fue redactado por Thomas Jefferson
(1743-1826), John Adams y Benjamin Franklin (1706-1790). En esta declaración se
formularon por primera vez los derechos del hombre. Después serviría de modelo para
la revolución francesa.
Tras el triunfo de Saratoga en 1777, Benjamin Franklin se convirtió en el primer
embajador de Estados Unidos en París e inició una campaña a favor de la causa
independentista. El conflicto pasó a ser internacional cuando Francia, en 1778, España,
en 1779, y los Países Bajos, en 1780, decidieron entrar a la guerra en apoyo de los
colonos, con el objeto de debilitar a Gran Bretaña, que siempre había sido su enemigo
tradicional. Aunque mantuvo la neutralidad, Catalina II de Rusia también les dio su
respaldo.
Las fuerzas de los colonos estaban integradas por el ejército y por milicias carentes de
preparación. Estas últimas eran campesinos reclutados por períodos de tres meses. Su
flota era muy reducida frente a la de los británicos.
El apoyo francés y español resultó vital para desafiar el poderío naval y el comercio
británico. La ayuda francesa en el continente, al mando del marqués de Lafayette, y el
programa de instrucción para los combatientes desarrollado por el barón prusiano
Friedrich Wilhelm von Steuben, al servicio de Francia, también fueron muy decisivos.
España envió su ayuda económica y fuerzas militares.
Las tropas británicas fueron vencidas definitivamente en la batalla de Yorktown en
1781. La paz se firmó en Versalles en 1783. Gran Bretaña reconoció la independencia
de sus colonias, que adoptarían el nombre de Estados Unidos de América, y aceptó sus
fronteras, limitando al oeste con el río Mississippi, al norte con Canadá –que se
mantuvo bajo el dominio británico– y al sur con Florida. Francia recuperó Tobago,
Santa Lucía y Senegal, en África. España recobró Florida, algunos territorios de
Honduras y, en el Mediterráneo, Menorca.
La organización del nuevo país
El 17 de septiembre de 1787, la Convención Nacional de Filadelfia aprobó la
Constitución de Estados Unidos, que estableció una república federal. Además, se puso
en práctica la división de poderes en ejecutivo, legislativo y judicial.
El ejecutivo estaba en manos de un presidente elegido cada cuatro años. El primero fue
George Washington (1789-1797). El legislativo sería ejercido por un Congreso
compuesto por dos cámaras: el Senado y la Cámara de representantes. El poder judicial
quedó a cargo de la Corte Suprema, formada por jueces vitalicios, encargados de velar
por el respeto a las leyes constitucionales y a los derechos de los ciudadanos
LA GUERRA DE ESTADOS UNIDOS.
La Guerra de la Independencia de los Estados Unidos fue un conflicto que enfrentó a
las trece colonias estadounidenses en América del Norte con el Reino de Gran Bretaña.
Ocurrió entre 1775 y 1783, finalizando con la firma del Tratado de París.
Durante la guerra, Francia ayudó a los revolucionarios estadounidenses con tropas bajo
el mando del Marqués de La Fayette, mientras que España, lo hizo desde el principio
gracias a Bernardo de Gálvez y de forma abierta a partir de la batalla de Saratoga,
mediante armas, suministros y abriendo un frente en el flanco sur.
Las colonias británicas que se independizaron de Gran Bretaña edificaron el
primer sistema político liberal y democrático, alumbrando una nueva nación,
los Estados Unidos de América, incorporando las nuevas ideas revolucionarias que
propugnaban la igualdad y la libertad. Esta sociedad colonial se formó a partir de
oleadas de colonos inmigrados, y no existían en ella los rasgos característicos del rígido
sistema de clases europeo.
En las colonias del sur (Virginia, las Carolinas y Georgia) se había organizado un
sistema esclavista (con unos 500.000 esclavos negros) que explotaban plantaciones
de tabaco, algodón y azúcar. De este modo, la población estaba compuesta por grandes
y pequeños propietarios y esclavos.
Los antecedentes a la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos se remontan a
la confrontación franco-británica en Norteamérica y a las consecuencias de la Guerra de
los doce Años.
La Guerra de los Doce Años terminó en 1763. El 10 de febrero, el Tratado de París
ponía fin al imperio colonial francés en América del Norte y consolidaba
a Inglaterra como la potencia hegemónica. En frente sólo tenía a España, que controlaba
Nueva Orleans, la ciudad más importante, con unos 10.000 habitantes. Respecto a
Francia, la pérdida territorial no fue sentida como algo catastrófico. Se conservaban
los derechos pesqueros en Terranova y la población católica francófona de recibiría un
trato de respeto. Por otro lado en el Caribe las pérdidas pueden ser compensadas pues la
colonia principal francesa del Caribe, Puerto Príncipe (la española), produce la mitad
del azúcar consumido en todo el mundo, y su comercio con África y las Antillas está en
pleno apogeo.
Respecto a los colonos estadounidenses, la guerra modificó radicalmente el panorama
anterior. Los francófonos católicos de Quebec, tradicionales enemigos de los colonos
estadounidenses de las Trece colonias recibieron un trato de respeto por parte de las
autoridades británicas. Trato que se confirmó en 1774 cuando se dotó a Canadá de un
estatuto particular dentro de las colonias estadounidenses, llevándose sus fronteras hasta
la confluencia del Ohio y el Mississipi. Asimismo su población conserva un derecho
civil propio y la Iglesia Católica es reconocida. Todos estos movimientos fueron mal
aceptados por la población de las Trece colonias.
Aunque las causas de este conflicto fueron fundamentalmente el injusto trato a los
colonos por parte de Gran Bretaña, ya que éstos aportaban riquezas e impuestos a la
metrópoli pero no tenían medios para decidir sobre dichos impuestos, por lo que se
sentían marginados y no representados.
Después del triunfo de Gran Bretaña sobre Francia en la Guerra de los siete Años
(1756-1763) en la que recibió gran ayuda de las colonias económica y militarmente,
dicha colaboración no fue recompensada. Las medidas represivas
del gobierno inglés (producidas tras sublevaciones como el Motín del té de Boston y las
sanciones de las Actas Intolerables) provocaron el inicio de la guerra de independencia.
El descontento se extendió por las Trece Colonias y provocó una manifestación en
Boston en contra de los impuestos que debían pagar por artículos indispensables como
el papel, el vidrio o la pintura. En esta manifestación no hubo ningún altercado y el
reino inglés hizo oídos sordos a las peticiones estadounidenses. Pero los colonos no iban
a consentir que la situación continuara así, con lo que se reunieron junto a varios
miembros de otras poblaciones para urdir una acción más propagandística que la
manifestación. En 1773 los colonos se reunieron en Boston. Del Reino de Gran Bretaña
llegaban tres naves cargadas de cajas que contenían té. Varios miembros de la sociedad
secreta se disfrazaron de indios y fueron nadando hasta alcanzar los tres barcos. Una vez
allí capturaron a sus tripulantes y tiraron la mercancía por la borda. Fue la primera
acción contra la represión de impuestos, lo que puso intranquilos a los británicos.
En 1774 se reunieron por primera vez el Congreso de colonos estadounidenses en contra
de la servidumbre a los británicos y a favor de una patria independiente. Ya se discuten
unas hipotéticas leyes. Pese al clima de enemistad contra los ingleses en las colonias,
todavía había algunos colonos que apoyaban al rey inglés Jorge III, siendo
llamados kings-friends.al final de esta guerra en la que hubo muchos muertos
Los primeros combates
Tropas alemanas que sirvieron con los británicos, llamadas «Hessians» (C. Ziegler, tras
Conrad Gessner, 1799)
El 19 de abril de 1775, soldados ingleses salieron de Boston para impedir la rebelión de
los colonos mediante la toma de un depósito de armas de estos últimos en la vecina
ciudad de Concord. En el poblado de Lexington se enfrentaron a 70 milicianos.
Alguien, nadie sabe quién, abrió fuego, y comenzó de este modo la guerra de
independencia. Los ingleses tomaron Lexington y Concord, pero en su regreso hacia
Boston fueron hostigados por cientos de voluntarios de Massachusetts. Se producen las
primeras bajas de la contienda, ocho soldados colonos. Para junio, 10.000 soldados
coloniales estaban sitiando Boston.
En mayo de 1775, un Segundo Congreso Continental se reunió en Filadelfia y empezó a
asumir las funciones de gobierno nacional. Nombró catorce generales, autorizó la
invasión del Canadá y organizó un ejército de campaña bajo el mando de George
Washington, un hacendado virginiano y veterano de la Guerra Francesa e Indígena.
Consciente de que las colonias sureñas desconfiaban del fanatismo de Massachusetts,
John Adams presionó para que se eligiera a este coronel de la milicia virginiana, que
tenía cuarenta y tres años, como comandante en jefe. Fue una elección inspirada.
Washington, que asistía al Congreso de uniforme, tenía el aspecto adecuado; era alto y
sereno, con un digno aire militar que inspiraba confianza. Como dijo un congresista:
«No era un tipo que actuara alocadamente, que despotricara y jurara, sino alguien
sobrio, firme y calmado».
Se empezaron a reclutar soldados de entre todas las partes de las colonias. Muchos de
ellos eran hombres que vivían del campo o cazadores que eran bravucones y poco
avezados en el combate. En las primeras luchas contra los británicos, George
Washington llegó a decir: «Hemos reclutado un ejército de generales, no obedecen a
nadie».
Al principio, la guerra fue desfavorable para los colonos. En junio de 1775 se produjo
una batalla en la colina Búnker (Bunker Hill), frente a Boston. Los colonos sublevados
se encontraban perfectamente atrincherados. Los británicos asaltan la colina con 2.000
efectivos, pero los colonos no retroceden y resisten y cuando los últimos asaltantes
consiguen llegar a la cima las bajas británicas son de 800. Es una victoria pírrica para
los ingleses y los estadounidenses, además, hicieron circular su versión de los hechos,
que no era otra sino que se habían retirado simplemente por la falta de munición, y no
por el empuje de las casacas rojas.
Travesía del río Delaware
El 2 de julio de 1776, el Congreso finalmente resolvió que: «estas Colonias Unidas son,
y por derecho deben ser, estados libres y soberanos». El 4 de julio de 1776 se reunieron
56 congresistas estadounidenses para aprobar la Declaración de Independencia de
los Estados Unidos, que Thomas Jefferson redactó con la ayuda de otros ciudadanos de
Virginia. Se imprimió papel moneda y se iniciaron relaciones diplomáticas con
potencias extranjeras. En el congreso se encontraban los cuatro hombres de la patria
George Washington, Thomas Jefferson, Benjamín Franklin y John Adams. De los 56
congresistas, 14 murieron durante la guerra. Benjamín Franklin se convierte en el
primer embajador y jefe de los servicios secretos.
La unidad se extendió entonces por las Trece Colonias para luchar contra los británicos.
La declaración presentó una defensa pública de la Guerra de Independencia, incluida
una larga lista de quejas contra el soberano inglés Jorge III. Pero sobre todo, explicó
la filosofía que sustentaba la independencia, proclamando que todos los hombres nacen
iguales, y poseen ciertos derechos inalienables, entre ellos la vida, la libertad y la
búsqueda de la felicidad; que los gobiernos pueden gobernar sólo con el consentimiento
de los gobernados; que cualquier gobierno puede ser disuelto cuando deja de proteger
los derechos del pueblo. Esta teoría política tuvo su origen en el filósofo inglés John
Locke, y ocupa un lugar prominente en la tradición política anglosajona.
Estos hechos convencieron al gobierno británico de que no se enfrentaba simplemente a
una turba de Nueva Inglaterra y barrió casi cualquier objeción que los miembros del
gabinete tuvieran contra la conquista de las colonias. La confirmaron de que Inglaterra
estaba envuelta en una guerra, y no en una simple rebelión, dictó una política militar
dieciochesca convencional, consistente en maniobras y batallas entre ejércitos
organizados.
Este cambio de estrategia forzó a los británicos a evacuar la ciudad de Boston en marzo
de 1776, y transfiriera sus principales fuerzas a Nueva York, cuya población se
presumía era más favorable a la causa de la Corona y que contaba con un puerto
superior y una posición central. En consecuencia, en el verano de 1776, sir William
Howe, que sustituyó a Gage como comandante en jefe del ejército británico en
Norteamérica, arribó al puerto de Nueva York con una fuerza de más de treinta mil
hombres. Howe tenía intención de aislar Nueva Inglaterra de los otros rebeldes y
derrotar al ejército de Washington en una batalla decisiva. Iba a pasar los dos años
siguientes tratando de llevar a cabo este plan.
La guerra naval: combate entre el Constitution y el Guerriere
Según todas las apariencias, un enfrentamiento militar prometía todas las ventajas para
Gran Bretaña, una de las potencias más poderosas de la tierra, con una población de
unos once millones, comparada con los dos millones y medio de colonos, un quinto de
los cuales eran esclavos negros. La armada británica era la mayor del mundo y casi la
mitad de sus buques participaron inicialmente en el conflictocon Norteamérica. El
ejército era una fuerza profesional bien entrenada; en 1778, llegó a tener cerca de
cincuenta mil soldados estacionados solo en Norteamérica, a los cuales se añadieron
más de treinta mil mercenarios alemanes durante la contienda.
Para enfrentarse a ese poder militar, los estadounidenses tenían que empezar de la nada.
El Ejército Continental que crearon tenía menos de cinco mil efectivos permanentes,
complementados por unidades de las milicias estatales de diferentes tamaños. En la
mayoría de casos, unos oficiales inexpertos, no profesionales, servían como jefes
militares. Washington, el comandante en jefe, por ejemplo, solo había sido coronel de
regimiento en la frontera virginiana y tenía poca experiencia en el combate. No sabía
nada de mover grandes masas de soldados y nunca había dirigido un asedio a una
posición fortificada. Muchos de sus oficiales habían salido de las capas medias de
la sociedad: había posaderos convertidos en capitanes y zapateros en coroneles, como
exclamó, asombrado, un oficial francés. Es más, «Sucede con frecuencia que los
estadounidenses preguntan a los oficiales franceses qué oficio tienen en Francia». No es
de extrañar, pues, que la mayoría de los oficiales británicos pensara que el ejército
estadounidenses no era «mas que una banda despreciable de vagabundos, desertores y
ladrones» incapaces de rivalizar con los casacas rojas de Su Majestad. Un general
británico llegó a alardear que con mil granaderos podía «ir de un extremo al otro de
Norteamérica y castrar a todos los hombres, en parte por la fuerza y en parte con un
poco de persuasión».
Sin embargo, estos contrastes eran engañosos, porque las desventajas británicas eran
inmensas desde el principio del conflicto. Gran Bretaña tenía que conducir la guerra
desde el otro lado del Atlántico, a cinco mil kilómetros de distancia, con los
consiguientes problemas de comunicaciones y logística; incluso alimentar
adecuadamente era un problema casi insalvable. Al mismo tiempo, tenía que hacer una
guerra absolutamente diferente a la que cualquier país hubiera librado en el siglo XVIII.
La propia Norteamérica era inconquistable. La enorme extensión del territorio hacía que
las maniobras y operaciones convencionales fueran difíciles y engorrosas.
El carácter local y fragmentario de la autoridad en Norteamérica inhibía
cualquier acción decisiva por parte de los británicos. No había ningún centro neurálgico
con cuya captura se pudiera lograr aplastar la rebelión. Los generales británicos
acabaron por decidir que su principal objetivo debía ser enfrentarse al ejército de
Washington en una batalla, pero, como dijo el comandante en jefe británico no sabían
como hacerlo, «ya que el enemigo se mueve con mucha más celeridad de la que
nosotros somos capaces».
Una de las causas de los resultados negativos de los colonos eran sus mosquetes, ya
anticuados y que solo podían disparar a pocos metros para obtener precisión. Esto llevó
a que se creara un nuevo tipo de arma más eficaz, que fue el fusil modelo Pennsylvania,
de gran precisión desde más de 80 metros. Los colonos en estos primeros combates
lucharon en forma de guerrillas.
Las batallas de Saratoga
Las cosas empezaron a cambiar en octubre de 1775 cuando un ejército británico bajo el
mando del General John Burgoyne se rindió en Saratoga, en el norte del estado de
Nueva York. Este fue el golpe de gracia y propagandístico que necesitaban los colonos
para su independencia. Desde Canadá llegaron indios (dirigidos por Joseph Brant), estos
últimos estaban a favor de los británicos porque los colonos les estaban expropiando sus
tierras cada vez más. La expedición estaba comandada por el general John Burgoyne y
pretendía llegar a Albany. Sin embargo fueron interceptados y tuvieron que presentar
batalla en Freeman, cerca del río Hudson. Aquí estaban los colonos comandados por
Benedict Arnold (que después fue traidor), Horatio Gates y Daniel Morgan. Este último
comandaba a fusileros vestidos con pieles y que eran antiguos cazadores.
El general Burgoyne contaba con 600 mercenarios alemanes (los británicos llegaron a
utilizar hasta 16.000 en toda la guerra) para tomar la granja. El 9 de septiembre Morgan
tiene a sus hombres bien escondidos en un bosque contiguo a la granja y en los trigales
de la misma. Una vez se acercan los mercenarios alemanes, los fusileros salen de sus
escondites y disparan a los enemigos, produciendo gran sorpresa entre estos y
provocando que caigan a decenas. Burgoyne entonces manda otros 600 más, que
también caen. Los británicos retroceden, pero Burgoyne resiste, aunque sin suministros
ni víveres, y consigue poco tiempo después tomar la granja.
Horatio Gates, aunque hombre pesimista, es convencido por Morgan y Arnold para
lanzar un ataque a los británicos. Con los cañones incautados a los británicos
bombardean la granja y consiguen la rendición de Burgoyne. Entre el cañoneo de los
colonos un general británico, Simon Fraser ordenó una carga de caballería totalmente
desesperada, por lo difícil de la situación. Esta carga fue rápidamente neutralizada por
los hombres de Morgan, que consiguieron acabar con el general. Éste, antes de morir,
pidió ser enterrado en el campo de batalla, y para ello varios soldados británicos
se reunieron, lo que llegó a confundir a los colonos. Creyendo que los enemigos se
estaban reorganizando para otro ataque, empezaron a cañonear la zona en que estaban
enterrando a Simon Fraser, y aunque no dieron en el blanco sí produjeron que los que se
esforzaban en la faena fueran salpicados por la arena y el polvo. Al final se le pudo
enterrar entre una lluvia de balas de cañón. Este hecho produjo esta frase de un general
alemán llamado Riedesel:«¡Qué gran entierro para un gran guerrero!
La ayuda extranjera y el final de la guerra
Alentadas por la victoria de Saratoga, Francia y España veían la oportunidad como una
ocasión de oro para lograr la revancha del desastroso Tratado de París de 1763, con el
que concluyó la Guerra de los Siete Años. Así Francia tras unos meses de cierta
vacilación, entró abiertamente en la guerra firmando una alianza en febrero de 1778 con
los colonos. Pese a sus escasas provisiones y limitado adiestramiento, las tropas
coloniales pelearon bien en general, pero podrían haber perdido la guerra si no hubieran
recibido ayuda del erario francés y de la poderosa marina francesa.
Por su parte, España, aunque enseguida ayudó a los rebeldes con dinero, armas y
municiones, se mostró más reacia a la intervención directa, debido al temor de
Floridablanca a las consecuencias de un conflicto armado; incluso aspiró a algo que, de
momento, resultaba una verdadera utopía, la mediación entre los contendientes.
Los objetivos españoles en América eran expulsar a los británicos tanto del golfo
de México como de las orillas del Mississippi y conseguir la desaparición de sus
asentamientos en América Central.
Después de 1778, la lucha se trasladó en gran medida al sur y el conflicto ya había
adquirido un cariz internacional con la entrada de Francia. Un año más tarde la realidad
se impuso España declaró la guerra a Inglaterra, pensando incluso en la posibilidad de
invadir Gran Bretaña mediante el concurso de una armada franco-española, plan que
resultó inviable. Para su entrada abierta en el conflicto el gobierno español había
firmado el llamado Tratado de Aranjuez, acuerdo secreto con Francia sellado en
Aranjuez el 12 de abril de 1779, por el cual España conseguía una serie de concesiones
a cambio de unirse a su aliado en la guerra. Francia prometió su ayuda en la
recuperación de Menorca, Mobile, Pensacola, la bahía de Honduras y la costa de
Campeche y aseguró que no concluiría paz alguna que no supusiera la devolución de
Gibraltar a España. Esto provocó que los británicos tuvieran que desviar a Gibraltar
tropas destinadas en un principio a las colonias.
Los puertos de Toulon y Brest, en Francia, que estaban bloqueados por los británicos,
fueron desbloqueados por la falta de efectivos de los británicos. Con los puertos
atlánticos abiertos, los franceses pudieron llevar tropas a América al mando de La
Fayette, siendo de gran ayuda a los colonos en su guerra.
Más tarde Holanda también se unirá a la coalición formada por España y Francia, con
ambiciones de ganar posiciones por el dominio de los mares.
En 1781, 8.000 soldados británicos al mando del general Charles Cornwallis fueron
rodeados en Yorktown, Virginia, el último reducto, por una flota francesa y un ejército
combinado franco-estadounidenses al mando de George Washington de 16.000
hombres. Tiene lugar así la batalla de Yorktown. Cornwallis se rindió, y poco después
el gobierno británico propuso la paz. Murieron 156 británicos, 52 franceses y 20
colonos estadounidenses, siendo los últimos en caer en la Guerra de la Independencia.
En los restantes frentes entre 1779 y 1781, España sitió Gibraltar, una vez más
infructuosamente, y se iniciaron una serie de campañas en América contra distintos
puntos estratégicos del golfo de México en manos británicas, en la mayor parte de los
casos coronadas por el éxito (Pensacola). Por otro lado, una exitosa expedición a
Menorca permitió la recuperación de la isla en febrero de 1782.El Tratado de París o
Tratado de Versalles se firmó el 3 de septiembre de 1783 entre Gran Bretaña y Estados
Unidos y puso término a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. El
cansancio de los participantes y la evidencia de que la distribución de fuerzas, con el
predominio inglés en el mar, hacía imposible un desenlace militar, que condujo al cese
de las hostilidades.
El tratado de París de 1783 (la Paz de Versalles)

Artículo principal: Tratado de Versalles (1783)
El cansancio de los participantes y la evidencia de que la distribución de fuerzas, con el
predominio inglés en el mar, hacía imposible un desenlace militar, condujo al cese de la
hostilidad.
Firma del Tratado de París, 1783. La delegación británica rehúsa posar.
El Tratado de París se firmó en septiembre de 1783 entre Gran Bretaña, Estados Unidos,
España y Francia. Mediante este tratado:
Se reconocía la independencia de Estados Unidos de América y otorgó a la
nueva nación todo el territorio al norte de Florida, al sur del Canadá y al este del Río
Mississippi. El paralelo 32º se fijaba como frontera norte. Gran Bretaña renunció,
asimismo al valle del Ohio y dio a Estados Unidos plenos poderes sobre la explotación
pesquera de Terranova.

España mantenía los territorios recuperados de Menorca y Florida oriental y occidental.
Por otro lado recuperaba las costas de Nicaragua, Honduras (Costa de los Mosquitos) y
Campeche. Se reconocía la soberanía española sobre la colonia de Providencia y la
inglesa sobre Bahamas. Sin embargo, Gran Bretaña conservaba la estratégica posición
de Gibraltar (Londres se mostró inflexible, ya que el control del Mediterráneo era
impracticable sin la fortaleza de la Roca).

Francia recuperaba algunos enclaves en las Antillas, además de las plazas del río
Senegal en África.

Holanda recibía Sumatra, estando obligada a entregar Negapatam (en la India) a Gran
Bretaña y a reconocer a los ingleses el derecho de navegar libremente por el Índico.

Gran Bretaña mantenía a Canadá bajo su Imperio, a pesar de que los estadounidenses
trataron de exportar a tierras canadienses su revolución.

Finalmente, se acordó el intercambio de prisioneros.
En general los logros alcanzados pueden juzgarse como favorables para España y en
menor medida para Francia a pesar del elevado coste bélico y las pérdidas ocasionadas
por la casi paralización del comercio con América un pesado lastre que gravitaría sobre
la posterior situación económica española. Por otra parte, el triunfo de los rebeldes
estadounidenses sobre Inglaterra no iba a dejar de influir en un futuro próximo sobre las
colonias españolas. Esta influencia vino por distintos caminos: la emulación de lo
realizado por comunidades en similares circunstancias, la solidaridad de los antiguos
colonos con los que aún lo eran, la ayuda de otras potencias interesadas en la
desaparición del imperio colonial hispano, etc. Pero estos aspectos se manifestaron de
un modo claro durante las Guerras napoleónicas.
La nueva constitución
Una vez conquistada la independencia resultó muy complicado poner de acuerdo a todas
las antiguas colonias. En 1787, 55 representantes de las antiguas colonias se reunieron
en Filadelfia con el fin de redactar una constitución. Se creaba así un único gobierno
federal, con un presidente de la república y dos cámaras legislativas (congreso y
senado). Esta constitución estaba inspirada en los principios deigualdad y libertad que
defendían los ilustrados franceses y se configuró como la primera carta magna que
recogía los principios del liberalismo político estableciendo un régimen republicano y
democrático. La independencia y democracia estadounidense causó un notable impacto
en la opinión y la política de Europa. La constitución se divide en siete artículos:
- 1º) Poder Legislativo
- 2º) Poder Ejecutivo
- 3º) Poder Judicial
- 4º) Los poderes del Estado y limites
- 5º) Proceso de enmiendas
- 6º) Poder federal
- 7º) Ratificación
- Preámbulo
La guerra de la independencia de los Estados Unidos ocurrió entre 1775 y 1783,
finalizando con la firma del tratado de París. Durante la guerra, Francia ayudo a los
revolucionarios estadounidenses con tropas bajo el mando del marques de La Fayette,
mientras que España, lo hizo desde el principio gracias a Bernardo de Gálvez y de
forma abierta, a partir de la batalla de Saratoga, mediante armas, abriendo un frente en
el flanco sur. Bernardo de Gálvez y Madrid, vizconde de Galveston actuó al principio
por motu propio, dada su excelente información por la mayor rapidez de los correos que
le llegaron desde la metrópoli y que pusieron en su conocimiento la declaración de
guerra de España al Reino Unido
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