Download Explorar el Duelo
Document related concepts
no text concepts found
Transcript
Explorar el Duelo Hay momentos en la vida donde es necesario sentir el duelo. A pesar de toda evidencia tenemos la tendencia de olvidar que somos mortales y que nuestros seres queridos son mortales. Algunos de nosotros podemos pensar que no sentimos el duelo, porque no hemos perdido a nadie. A menudo pensamos que el duelo o la aflicción es una tristeza momentánea, la pérdida de alguien querido. Pero es mucho más que ésto. Todos nosotros tenemos un dolor por explorar, la aflicción de estar incompletos, de no tener lo que deseamos, la pérdida de la fe, la pérdida de las relaciones, la desesperación por no tener el control. El duelo no es simplemente un estado mental. El duelo es un proceso que pasa por fases donde soltar y rendirse. El duelo nos enfrenta cara a cara con todas las emociones suprimidas como el miedo, la ira, el odio, los celos, y cualquier otra cosa que bloqueó nuestra entrada al corazón. A veces pensamos que tenemos que deshacernos de nuestra ira y nuestro resentimiento para poder experimentar el duelo. Tenemos que entender que nuestra ira es el duelo, nuestro resentimiento es el duelo, nuestro miedo es el duelo. El duelo es una manera de completar los temas pendientes. Todos arrastramos temas pendientes. Nuestro duelo puede manifestarse como auto crítica, miedo, resentimiento, ira, y muy a menudo CULPA. Esperamos que el duelo sea algo especial que nos golpea en ocasiones especiales. Pero cuando entramos en el duelo, nos damos cuenta de que es un proceso, que siempre hemos conocido. En los momentos de aflicción intensa y pérdida redescubrimos el dolor que siempre hemos acarreado, la aflicción cotidiana que habita e inhibe nuestra vida. A menudo experimentamos esta aflicción cotidiana como una incomodidad, un remordimiento. El remordimiento por aquello que hicimos y por aquello que no hicimos. El duelo siempre viene acompañado de una profunda sensación de aislamiento y separación. Es una reducción cotidiana de la percepción, que nos permite recibir muy poco de la vida. 1 Nuestro duelo es nuestro miedo a la pérdida, nuestro miedo a la muerte y a lo desconocido. A un nivel más sutil, podemos ver la tendencia que tiene nuestra mente a juzgar, a agarrarse, a rechazar, como aspectos de la aflicción. Nuestra aflicción cotidiana es la sensación de estar separados de nosotros mismos, de los demás y del mundo. Notamos que estamos viviendo un poco alejados del momento presente. La pena profunda se puede trabajar y tenemos que reconocer su existencia, incluso si aparece disfrazada. Como en cualquier tipo de sanación, el primer paso para trabajar con la pena profunda consiste en aceptar su existencia. Cuando rechazamos algo, no podemos dejarlo ir. En realidad, cuando sentimos nuestra aflicción ya no estamos tan ciegos de nuestra ceguera. A menudo es el dolor en nuestro cuerpo lo que nos lleva a explorar nuestra aflicción. Mientras conectamos con el malestar en nuestro cuerpo, los recuerdos de las heridas pasadas surgirán y nos atravesarán. Quizás la aflicción más profunda que acarreamos en nuestro corazón es el dolor por estar separados de nuestro corazón. Si no reconocemos ahora nuestra nostalgia de Dios, vamos a estar siempre buscando en otros sitios para nuestra sanación. Nuestro hogar es el corazón, nuestra naturaleza auténtica. Dios es “justo esto”, el espacio amplio de nuestra verdadera naturaleza, el corazón del momento. Quizás, si podemos abrirnos a nuestra aflicción “común y corriente”, las pequeñas pérdidas en nuestra vida cotidiana, podamos hacer espacio para las grandes pérdidas, cuando sucedan, porque éstas sucederán. Entrar en el duelo es un viaje de compasión. Quizás no hay otro proceso que pueda sanar nuestro pasado tan profundamente, como atravesar el duelo por lo que sucedió y por lo que no sucedió. Atravesar el duelo aclara el camino para que la vida vuelva a entrar. Reconocemos que no necesitamos cambiar nada, sólo añadimos compasión y conciencia a nuestra experiencia tal y como es. Atravesar el duelo es un proceso, no es un estado, sucede a lo largo del tiempo, y sucede en fases. 2 La primera fase del duelo es la experiencia de estar separado de nuestros seres queridos, o la experiencia de la ausencia de algo que estaba ahí antes y ya no está. Reconocemos donde hemos “pensado” a esa persona, en lugar de sentirla. Cuando perdemos a un ser querido, nos entristecemos por la pérdida de conexión con nosotros mismos. Sentimos la disolución de un “gesto”, una forma específica de ser que incluye al otro. Cuando una persona cercana se va, un gesto, una forma de ser que tiene que ver con el otro tiene que morir en nuestro interior antes de que estemos listos para recibir más vida. Normalmente, esto es un proceso doloroso, pero si nos mantenemos con ello, aparecerá una nueva vitalidad. Una de mis pacientes perdió a su marido y me dijo: “antes solía pensar por dos, ahora tengo que pensar sólo por mí misma”. En la segunda fase del duelo, podemos hacernos amigos de nuestra aflicción. Así comienza la sanación de la pena profunda, donde liberamos el pasado y nos abrimos a un nuevo comienzo. Cuando la mente se ancla en el corazón, ya no nos sentimos tan separados, sino que reconocemos lo conectados que siempre hemos estado y que siempre estaremos. Un nuevo gesto surge, una nueva forma de ser, una nueva oportunidad. La aflicción nos enseña que podemos comenzar a vivir ahora con las lágrimas, la rabia, el resentimiento, y después cuando los dejemos ir, la gracia. La aflicción nos enseña a dejar nuestros asuntos resueltos ahora, a despertar ahora. A veces es una cuestión de tomar una respiración en cada momento mientras las oleadas de aflicción y pérdida te atraviesan y limpian. Kabir dice: Si tú no te rompes la ropa mientras estás vivo, ¿piensas que los fantasmas lo harán después? La idea de que el alma se fundirá con el éxtasis simplemente porque el cuerpo está podrido es todo una fantasía. Lo que nos encontramos ahora es lo que nos encontraremos después Si tú no encuentras nada ahora simplemente acabarás con un apartamento vacío en la Ciudad de la Muerte. Si haces el amor con la divinidad ahora, en la próxima vida tendrás la cara del deseo satisfecho. 3 El duelo reconoce lo impermanente. La comunidad de Thich Nhat Han’h practica una meditación del abrazo, que dice así: “Te quiero, se que morirás y se que yo moriré”. Respiremos ahora, lloremos ahora, amemos ahora mientras celebramos la vida tal y como es. 4