Composición étnica de Argentina
La actual composición étnica de la población de la Argentina es el resultado de la descendencia de la gran ola de inmigración, mayoritariamente italiana y española, sucedida entre 1850 y 1955, que se sumó a la población local cuantitativamente menor que estaba instalada previamente a la independencia de Argentina, integrada por una base indígena originaria, africana inmigrada forzosamente y con una relativamente pequeña población de colonizadores españoles, fuertemente mestizadas entre sí. Desde mediados de siglo XX, la composición étnica estuvo básicamente influenciada por las grandes migraciones internas del campo a la ciudad y del norte hacia el litoral, y la inmigración proveniente de países sudamericanos, principalmente Paraguay y Bolivia. Adicionalmente la Argentina cuenta con considerables minorías étnicas, como las que integran las comunidades alemana, árabe, polaca, judía, armenia, peruana, uruguaya, japonesa, china, y coreana, entre otras.La Argentina es considerada como un «país de inmigración», en el sentido del fuerte impacto que diversas corrientes migratorias han tenido sobre la composición étnica de la población.Diversos estudios genéticos (véase la sección “Investigaciones biológicas” más abajo) concuerdan en términos generales sobre la distribución de haplogrupos entre los componentes de la población, pero difieren ligeramente en las cifras.El mestizaje ha desempeñado un papel en la composición étnica de la población argentina. Es necesario precisar que las corrientes inmigratorias durante la época de la colonia y luego en la época de la gran inmigración ultramarina (1850-1930), estuvieron integradas mayoritariamente por varones solos que se mestizaron en la Argentina con mujeres indígenas o de origen africano o sus descendientes. Varios investigadores sostienen que en este proceso de mestizaje, de una población de inmigrantes varones varias veces superior a la población local, se diluyeron los rasgos genotípicos indígenas y africanos y predominaron los rasgos europeos (rasgos faciales, color de piel, ojos y cabello), que dan ese aspecto físico diferencial a la población argentina, sobre todo en las ciudades y regiones que recibieron mayor inmigración.Esto fue corroborado por el genetista Daniel Corach mediante un estudio que reveló una considerable diferencia en la composición étnica desde la perspectiva de género, al descubrir que el aporte genético vía paterna es 94,1 % europeo, 4,9 % indígena y 0,9 % africano, mientras que el aporte genético vía materna es solo 44,3 % europeo, 53,7 % indígena y 2,0 % africano.Los estudios genéticos indican también que la proporción del componente genético amerindio y africano está creciendo.El proceso de mestización registra una intensidad inusitada en la Argentina, no solo con amplios intercambios sexuales entre las tres grandes ramas étnico-culturales (euroasiáticos, indígenas y africanos), sino también entre las decenas de etnias particulares que integran cada una de esas ramas (italianos, españoles, polacos, árabes, alemanes, irlandeses, franceses, rusos, turcos, ucranianos, británicos, suizos, galeses, croatas, neerlandeses, belgas, checos, libaneses, sirios, judíos, mapuches, diaguitas, collas, guaraníes, bantúes, yorubas, etc.). Territorialmente, la composición genética varía entre las distintas regiones, provincias y ciudades, influenciada en gran medida por las grandes migraciones internas del campo a la ciudad, del norte hacia la región pampeana y hacia la Patagonia desde el resto del país.En el siglo XIX, Argentina estableció una política estatal de integración, intencionalmente orientada a diluir las identidades étnicas particulares. Este hecho ha sido denominado en la cultura nacional con el término «crisol de razas» (equivalente al «melting pot» ―‘crisol de fundición’― estadounidense) y ha sido sostenido de modo más o menos variable por los gobiernos sucesivos, las instituciones educativas y los medios de comunicación más influyentes.Diversos estudiosos han cuestionado la visión tradicional del crisol de razas, considerándola un mito y poniendo de relieve la existencia de una gran brecha étnica y social entre descendientes de europeos y no europeos, en la que aparecen mecanismos de racismo y discriminación étnica, invisibilización y asimilación forzada, presentes en la sociedad argentina.