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1. Conflictos de la Guerra Fría Lea acerca de Castro y la Guerra Fría. Divida la clase en tres grupos para representar un debate simulado que podría haber ocurrido en las Naciones Unidas durante la Guerra Fría sobre el tema de cómo se involucraron los Estados Unidos y Cuba en conflictos en el exterior. El primer grupo, representando al gobierno de los EE.UU., deberá preparar una breve presentación (de cinco a diez minutos) para las Naciones Unidas que critique el apoyo cubano a los movimientos comunistas alrededor del mundo. El segundo grupo, representando al gobierno cubano, deberá preparar una presentación para las Naciones Unidas criticando la participación de los Estados Unidos en conflictos alrededor del mundo. Cada grupo deberá usar un mapa para mostrar los lugares mencionados en su presentación. El tercer grupo representará a los miembros de las Naciones Unidas. Después de escuchar ambas presentaciones, deberán redactar una resolución que responda a los asuntos planteados durante las presentaciones, es decir, que exprese el punto de vista de la O.N.U. acerca de la forma en que se involucraron los Estados Unidos o Cuba en conflictos en el exterior. ¿Cuál presentación le pareció más convincente a los miembros de la O.N.U.? Castro y la Guerra Fría La historia de la vida de Fidel Castro no es la historia del líder de una nación subdesarrollada luchando por sobrevivir frente a la feroz oposición de los Estados Unidos. Durante cuatro décadas, Castro intencionalmente se mantuvo en medio del peligroso juego que los Estados Unidos, la Unión Soviética y en algunas ocasiones la China, jugaron por mantener la preeminencia política en el Tercer Mundo. Al hábilmente manipular las oportunidades que la Guerra Fría le aportó a Cuba, Fidel se las arregló para convertir a su isla en una plataforma de lanzamiento desde donde pudo proyectar su liderazgo a través del mundo entero. La protección soviética El galanteo de Castro con la Unión Soviética comenzó poco después de la revolución, con una visita que hizo a La Habana el Viceministro soviético Anastas Mikoyan. Al enfrentarse a los Estados Unidos, Fidel sabía que para poder sobrevivir necesitaba de la protección soviética. Los soviéticos, que jugaban un juego cauteloso, no pudieron dejar pasar la oportunidad de ganar un punto de apoyo en el hemisferio occidental, a noventa millas de los Estados Unidos. Al final de la visita de Mikoyan, los soviéticos accedieron a comprarle azúcar a Cuba a cambio de petróleo soviético. Los Estados Unidos, desde ya preocupados con la retórica anti-americanista de Castro, vieron el acuerdo como una traición y le solicitaron a las compañías americanas en Cuba que no refinaran el crudo soviético. Las relaciones comenzaron a entrar en declive, hasta su ruptura final en enero de 1961. La crisis nuclear En diciembre de 1961, apenas unos meses después de que EE. UU. promoviera la invasión de los exiliados en la Bahía de Cochinos, Fidel Castro se declaró a sí mismo un marxista-leninista, obligando así a la Unión Soviética a brindarle protección a la nueva y vulnerable nación socialista. Poco después también solicitaría de ellos armas, consejeros e incluso soldados. Los soviéticos, sin embargo, le propusieron una forma de defensa diferente: misiles balísticos de medio alcance. Castro estuvo de acuerdo. Cuando en octubre de 1962 aviones espías norteamericanos U-2 fotografiaron los sitios en donde se encontraban los misiles en Cuba, el mundo estuvo al borde de una confrontación nuclear. A medida que las tensiones de la Crisis de los Misiles se intensificaron, Castro le escribió al líder soviético Nikita Khrushchev instándolo a que usara los misiles y sacrificara a Cuba si lo consideraba necesario. El líder soviético, Khrushchev, sin que Castro tuviera conocimiento de ello y sin consultárselo, en aquel momento ya había llegado a un acuerdo con el presidente John F. Kennedy para retirar los misiles. El líder cubano se enteró de la noticia por conducto de un amigo, el director del periódico Revolución, Carlos Franqui, y se enfureció al descubrir que la Unión Soviética iba a tratar a Cuba tal como Estados Unidos lo había hecho: como una isla insignificante en la mitad del mar Caribe. Guerra secreta Al final, Castro resultó el ganador. El presidente Kennedy le aseguró a Khrushchev que Estados Unidos no invadiría a Cuba. La revolución cubana, sin embargo, continuó enfrentando amenazas, a medida que una guerra secreta por parte de los EE.UU. llamada en código la Operación Mongoose proseguía. Y el embargo económico impuesto por los EE.UU. en 1961 no disminuía. Comprometido con la revolución mundial Castro se había comprometido ardientemente a crear su propio mundo revolucionario y a combatir el imperialismo en donde quiera que fuere y cuando la oportunidad se le presentara: en África, Asia, América Latina, el Medio Oriente. "Cualquier movimiento revolucionario, en cualquier rincón del mundo, puede contar con la ayuda de los combatientes cubanos", le dijo él a una audiencia de líderes revolucionarios del Tercer Mundo, a comienzos de 1966. Cuando sus objetivos revolucionarios chocaron con aquellos de su benefactor soviético, él, sin embargo, prosiguió con ellos. Castro llegó a ser conocido como "la víbora en nuestro pecho", entre los oficiales del Kremlin. Derrota y traición La revolución de carácter mundial que Castro tenía en mente lo eludió. Sus ejércitos guerrilleros fueron derrotados por la contrainsurgencia de los EE.UU. y traicionados por los partidos comunistas que regían los soviéticos alrededor del mundo. Más conmovedoramente aún, en Bolivia, el Che Guevara, el instrumento principal de Castro para lograr una revolución a escala mundial, se encontró con la muerte en 1967. Buenos vecinos A comienzos de 1970, a medida que la Guerra Fría alcanzaba una disminución en las tensiones, Fidel Castro, siguiendo la línea soviética, comenzó a suavizar su propia retórica antagonística en contra de los Estados Unidos. "Somos vecinos," le dijo en 1974 a la reportera Barbara Walters, "y debemos hacer el esfuerzo por llevarnos bien". Por esa época, algunos oficiales cubanos y estadounidenses tuvieron reuniones secretas en el aeropuerto de La Guardia y en el Hotel Pierre para tratar de buscar una reconciliación. Cuando en 1975 el Secretario de Estado Henry Kissinger anunció que EE.UU. estaba listo para "comenzar una nueva relación", las dos naciones se hallaban a punto de llegar a un acuerdo. La decisión de Castro Luego, quince años después del triunfo de la revolución cubana, Fidel Castro tomó la decisión quizás más importante de su vida, aquella que determinaría el futuro de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos hasta entrado el siglo XXI. En 1974-75, justo cuando la normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba parecía ser algo inminente, Fidel Castro vio una oportunidad para reavivar una revolución de carácter internacional. Angola Después de ser colonia portuguesa durante cinco siglos, Angola, un país del oeste de África, se encontraba listo para obtener su independencia en noviembre de 1975. Puesto que tres grupos distintos se mostraron dispuestos a gobernarla, el país estaba al borde de la guerra civil. Cuba, por su parte, le había estado prestando apoyo al Movimiento para la Independencia de Angola (MPLA) desde la década de los sesenta y el líder marxista Agostinho Neto, al que apoyaban los cubanos, tenía lazos cercanos con La Habana. Castro entonces tuvo que escoger entre intervenir en Angola o preocuparse por enmendar las relaciones con Estados Unidos. El 7 de noviembre de 1975, él personalmente se encargó de supervisar la partida del transporte por vía aérea que llevaría tropas cubanas especiales a Luanda, la capital de Angola, seguidas de dos barcos de pasajeros que llevaban tropas regulares al campo de batalla. Cuando Cuba tomó la iniciativa, Moscú siguió prestándole su apoyo. "Ellos han tomado una decisión, que en efecto, y lo digo en un sentido estrictamente literal, ha imposibilitado cualquier adelanto en nuestras relaciones con Cuba", dijo el presidente Gerald Ford. Afganistán Angola puso a Castro en el escenario mundial. En palabras del analista cubano William Leogrande, "la intervención cubana en Angola identificó a Cuba como un país dispuesto a tomar riesgos, a poner sus propios intereses en juego y a provocar una confrontación con los Estados Unidos con tal de apoyar los movimientos de liberación nacional en África". Basándose en la fuerza de su desbordante popularidad en África, Castro es elegido líder del Movimiento de Países No Alineados en septiembre de 1979. Ese mismo octubre viaja a Nueva York para pronunciar un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el cual demanda una redistribución internacional de la riqueza y de los ingresos que esté a favor de los países pobres del mundo. "Esos meses del otoño de 1979 constituyeron el apogeo de su poderío", observó después el analista de la CIA Brian Lattell. "¿Cómo se puede ser un aliado leal y confiable de los soviéticos, aceptar cerca de $6 mil millones en asistencia soviética anualmente, y ser al mismo tiempo el líder de las naciones no alineadas? Bueno, Castro fue capaz de realizar este exquisito y aparentemente imposible acto de malabarismo". Sin embargo, el día de Año Nuevo de 1980, la Unión Soviética invadió a Afganistán, una nación no alineada, y la política exterior de Castro recibió un golpe devastador. América Latina El presidente Ronald Reagan llegó a la presidencia con la determinación de combatir la expansión del comunismo, empezando por lugares cercanos a casa. La victoria de los sandinistas en 1979 había representado un gran triunfo para Fidel Castro. Un régimen de izquierda, leal a Cuba, era el punto de apoyo que él había estado buscando desde los años sesenta. Ahora, él podía prestarle apoyo a una creciente insurrección en países tan cercanos como El Salvador y Guatemala. En 1980, adquirió otro aliado más, Maurice Bishop, en Granada, otra isla del Caribe. La administración de Reagan se puso a la ofensiva. Reagan apretó el embargo económico de los EE.UU., financió a los contras para librar la guerra con los sandinistas de Nicaragua, invadió a Granada en 1983 y lanzó una campaña para sacar a la luz la situación de los derechos humanos en Cuba. Castro, a su vez, puso a Cuba en un estado de alerta, al llamar a la administración de Reagan "una camarilla de reaccionarios extremistas", que habían emprendido "una abierta incitación a la guerra al seguir una política exterior fascista". Reagan contuvo los avances de Castro en el hemisferio norte. Pero una vez más, serían las grandes potencias las que habrían de determinar el destino de Fidel Castro. El final de la Guerra Fría En 1985, el líder soviético Mikhail Gorbachev lanzó el glasnost y la perestroika, unas reformas económicas y políticas diseñadas para salvar el comunismo y revivir la economía de la Unión Soviética. Castro rechazó las reformas de Gorbachev, las cuáles para él "representaban una amenaza contra los principios fundamentales del socialismo". Pero incluso las reformas de Gorbachev no sirvieron para salvar al comunismo y, en 1991, la Unión Soviética se desplomó. Para Castro, esto constituyó un golpe enorme. "Hablar del desplome de la Unión Soviética equivale a decir que el sol ya no brillará", dijo. Y el sol se apagó. Castro perdió más de $6 mil millones en asistencia económica anual. El mundo socialista, el mundo al cuál él había escogido adherirse, había llegado a su fin. "Como un hombre en una carrera de caballos, él había apostado todo su dinero a un sólo caballo". Y como lo ha dicho Ricardo Bofill, un crítico de Cuba, "apostó al caballo equivocado". www.pbs.org/wgbh/amex/castro/esp_peopleevents/e_coldwar.html