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Ser y devenir, apariencia y realidad o "verdad". En la filosofía de Nietzsche hay auténticas rupturas con respecto a toda la filosofía anterior. La principal es el apoyo a la tesis de Heráclito y haber llevado su tesis fundamental mucho más allá. Así pues para Nietzsche el ser, en oposición al devenir y en unión a la verdad no es que sea derrotado, si no que no es. Las cosas no son. Y sin embargo hasta en el lenguaje decimos la palabra es, el verbo ser un verbo que no se corresponde con nada en la naturaleza, un verbo falso pues. A continuación explicaremos las siguientes cuestiones: ¿qué es y por qué el ser? ¿Qué es la verdad y la realidad, si es que son algo? ¿En qué se relacionan el devenir y la apariencia? El ser para Nietzsche no es, nada puede ser algo, pues ser implica realidad y realidad implica que algo pueda estar fijo. Así, como dice Nietzsche, los filósofos-momia inventaron un sistema para hacer que las cosas fueran. Y este sistema fue inventarse una realidad, ajena a este mundo donde poder analizar las cosas. Sin embargo esta "realidad" era falsa, no existe, es una pura invención. Luego las cosas no son, nunca han sido. Las cosa devienen las cosas tienen una apariencia dependiendo del momento y la perspectiva. Las cosas no son iguales, de ahí la afirmación de Heráclito: no puedes bañarte dos veces en el mismo río. Ese río cambia. Una vez descubierto el engaño de Sócrates podemos saber que no existe la verdad, que la verdad necesita que las cosas sean y como intuitivamente y con evidencia podemos ver que las cosas no son, tampoco habrá verdad. Y si no hay verdad no hay Dios. Dios es la luz y la verdad. Pero la verdad no existe y además la evidencia, para Nietzsche, muestra que Dios no existe. Y si no hay Dios Nietzsche, al igual que Dostoievski afirma que no hay moral, pero al contrario que éste, Nietzsche aprovecha la "inexistencia" de Dios para suprimir la moral. Por tanto podemos deducir que el asunto que aquí se trata no es un tema baladí si no que es el sostén de la cultura occidental, que despierta ahora sabiendo que esa verdad, esa moral, no eran más que imaginaciones, símbolos primitivos provocados por la ignorancia. Además si buscamos la causa de este engaño masivo, la podemos encontrar en el lenguaje. Es imposible vivir sin utilizar el verbo ser, sin apreciar que el lenguaje está preparado para la formulación de verdades absolutas. Al respecto del poder del lenguaje hay una obra muy interesante, el libro 1984 de George Orwell. En ella se explica como al eliminar palabras del lenguaje se evita que la población pueda pensar en ellas, pues no sabe cómo hacerlo. En conclusión se puede afirmar que estos hechos no son más que la continúa disyuntiva entre ser y parecer, entre el movimiento el devenir y la realidad de este mundo plasmada en otro fijo, el de la verdad. Sin embargo esta vez parece que se ha logrado, por parte de Nietzsche, convencer a la sociedad de la relatividad de la verdad, de su inexistencia como valor absoluto. Algunos autores afirman que la prueba de que Nietzsche tenía razón está en la propia filosofía que lleva milenios buscando la verdad sin encontrarla, con resultados diferentes dependiendo de quién lo intentara. Eso demostraría que no hay verdad, sino hermenéutica, interpretaciones. Y normalmente hay que tener en cuenta que para Nietzsche Sócrates no interpretó la realidad, sino que no pudiendo asumir su inexistencia creó un mundo paralelo, imaginario e inalcanzable donde, según él, estaría la verdad de las cosas o al menos las cosas en sí. A partir de este momento se puede considerar que la realidad, la verdad y las conclusiones que de su estudio se extraen (Dios, moral, ética...) son falsas puesto que la premisa es falsa. Al no haber realidad las cosas son aprehendidas por intuiciones, no por razonamientos. Nietzsche pretende ser el último razonador, pretende el advenimiento de una nueva especie el superhombre que permita la vida natural, sin las ataduras de la esclavitud de la moral judeocristiana. En definitiva, pretende el nihilismo activo. Esto es complicado de contestar sin usar la razón pero usándola se ve que sí que es posible de contestar aunque quizás aun no ha surgido ningún autor con la suficiente capacidad pues ese tipo de ser humano no es muy común. Vitalismo, decadencia y Dios en la civilización occidental. En primer lugar, hay que destacar uno de los rasgos principales del pensamiento de Nietzsche para poder comprender por qué critica a la civilización occidental. Nietzsche se basa en la vida, y esta como voluntad de poder. Una vez tenemos claro que lo principal en el pensamiento de Nietzsche es la vida, habrá que destacar cuál es el tipo de vida que le parece más adecuado, y cuál un insulto mismo a la vida. Para Nietzsche toda vida se rige por voluntad de poder, que se encuentra presente en todos los hombres de forma natural. ¿Por qué decimos que Nietzsche es vitalista? Si sabemos que la vida se vive con voluntad de poder, afirmaremos que nuestra forma de actuar será acorde con nuestra vida; a la hora de tomar decisiones nos guiaremos por las consecuencias que esta decisión tiene en nuestra vida. Esto es el vitalismo, el actuar en pro de nuestra vida y voluntad de poder. Ahora que ya sabemos que el vitalismo es fundamental en el pensamiento de Nietzsche, ¿qué pasa con los que actúan siguiendo unas reglas morales preestablecidas y gregarias? -Que son los descendentes. Ser un descendente implica llevar una vida de decadencia regida por una moral de esclavos, cristiana en algunos casos. Esta vida decadente se caracteriza por negar la vida, siendo así propia del cristianismo y de la civilización occidental. Podemos afirmar, pues, que para Nietzsche existe una estrecha relación con la presencia de Dios en Occidente y su propia decadencia. La decadencia, como ya hemos dicho, niega la vida, negando así los instintos y el devenir. Hay una razón para que los decadentes nieguen el devenir, y esta es el miedo, miedo a que la única verdad sea la no-verdad, miedo al señor que vive su propia vida, por esto son decadentes; el negarse a vivir su propia vida con su propia moral y perspectivas hace que entren en decadencia. En contraposición a los decadentes y la moral de esclavos, están los ascendentes y la moral de señores; estas personas viven su vida en solitario, con sus propios valores y ejerciendo la voluntad de poder, sin preocuparse por buscar una verdad, simplemente si esta verdad es buena o mala para su vida. Entonces, ¿si los decadentes viven su propia moral de esclavos en contra a la de los señores, que tienen de malo? Para descubrir el origen del problema de los decadentes y la civilización occidental, es necesario que utilicemos el método genealógico y nos transportemos al pasado, al momento en el que se produjo la transmutación de los valores. Este proceso comienza con los primeros filósofos, que deciden que el devenir no existe, el miedo a no conocer, les lleva a inventarse ultramundos ficticios que menosprecian los sentidos en un intento paralizar el movimiento, lo que para Nietzsche equivale a momificar la vida. El cristianismo toma estos valores y crea una moral, el verdadero problema es que ¡la declaran única y verdadera! Es decir, el miedo a la voluntad de poder ha llevado a ciertas personas (decadentes) a crear e imponer una moral de esclavos, tratando de eliminar el devenir de las cosas e imponiendo así una única verdad, creando el arma más malvada de todas al servicio de la razón: el lenguaje. Con el lenguaje lo que consiguen los decadentes es solidificar la razón y el ser, desplazando la vida ascendente y la voluntad de poder a la mediocridad. Hagamos un paréntesis y describamos a los cristianos y a la influencia de Dios en la vida de Occidente. Conocer los valores cristianos nos permitirá entender mejor la opinión de Nietzsche sobre el futuro de Occidente. El grave problema de los cristianos, según el filósofo, aparte de negar la vida, es el de intentar imponer sus verdades, lo que hasta cierto punto han conseguido. Los cristianos niegan tres cosas fundamentalmente: la tierra, la menosprecian diciendo que es un paso para llegar al paraíso; la vida, pues la niegan rotundamente; y el cuerpo, ya que desprecian los instintos. Con esto han creado en el señor un sentimiento de culpabilidad y arrepentimiento. Sin embargo, no han conseguido eliminar los sentidos. Por tanto, ¿dónde nos encontramos? Nos encontramos en una civilización en la que Dios ha muerto, los sentimientos comienzan a recobrar la importancia perdida, mientras la cultura de los viejos valores muere poco a poco, pues una cultura con cimientos decadentes, tarde o temprano acaba cayendo. El proceso ha comenzado con el nihilismo pasivo. Los enfermos terminales de esta cultura van estando cada vez más muertos, más parecidos a la nada. ¡Esto sólo significa la muerte de Dios! Pero necesitamos un nihilismo activo que permita superar esa etapa. En conclusión, para Nietzsche, el vitalismo y la voluntad de poder son los valores que conforman al ser humano; utilizarlos de forma decadente o ascendente depende de cada uno. Pero como nos dice la historia, la vida decadente, caracterizada por la moral cristiana y Dios en el fondo, acabará sucumbiendo a la enfermedad, levantándose así los nuevos hombres ascendentes para la destrucción definitiva de la sociedad occidental y para recomenzar la historia, triunfando la vida y la creación frente al sometimiento y la negación de los instintos. Una nueva vida artísticamente concebida. Moral, decadencia, y racionalidad en el pensamiento de Nietzsche. (Hasta 5 puntos) En la obra de Nietzsche “El Crepúsculo de los ídolos” se tratan temas relacionados con la moral, la decadencia y la racionalidad, características que Nietzsche otorga y critica a una cultura occidental. “El Crepúsculo de los ídolos” tiene como objetivo fundamental dar a conocer que la cultura occidental se encuentra en decadencia (crepúsculo) al creer en unos valores absolutos (ídolos) que son fruto de la razón como instrumento para alcanzar la verdad que tiene su origen en el pensamiento socrático y platónico. Nietzsche al darse cuenta de esta situación de enfermedad de la cultura occidental propone como solución acelerar el proceso. La crítica a la cultura occidental realizada por el filosofo alemán se basa en una crítica a la razón mediante el método genealógico por el cual Nietzsche busca un momento en el tiempo en el que nuestra cultura se ha equivocado y por alguna razón a ha elegido a la razón. Ese momento concreto es el paso del mito al logos en el cual el hombre deja de utilizar fábulas y mitos para explicar los fenómenos que ocurren a nuestro alrededor y pasa a explicarlos por medio de la razón buscando una demostración experimental y racional de las cosas. Al elegir el hombre a la razón, ha hecho una elección entre los pensamientos presocráticos de Heráclito y Parménides. Heráclito se identifica con el cambio y el devenir y Parménides con el ser y lo inmutable. De esta manera la sociedad construye mediante el criterio de Parménides “el ser es” (was ist) y utiliza la razón como medio para alcanzar el verdadero conocimiento. La crítica que Nietzsche establece se basa en esta elección porque elegido la razón por miedo al cambio y por la seguridad de sentirnos cómodos porque el devenir, el cambio, lo mutable; conlleva problemas. La sociedad occidental ha realizado con el uso de la razón un ultramundo que no existe, es falso y por tanto es un mito, no ha habido ningún paso del mito al logos, todo es mentira. Nietzsche se da cuenta de esta situación de decadencia, de esta enfermedad y decide solucionarla acelerando su proceso de decadencia mediante la creación de espíritus libres que sean capaces de crear ellos mismos unos valores y no someterse a unos valores impuestos por la sociedad democrática o por la religión. Nietzsche concibe como natural aquello que se identifica con el cuerpo, con la salud y con los instintos. Es la voluntad de poder la que se muestra como una energía vital que lleva al hombre a potenciar sus instintos y sus pasiones, autoafirmarse y ser capaz de crear unos valores propios. La voluntad de poder se caracteriza por su inconsciencia y ese resultado de las pasiones y fuerzas del cuerpo, de ser peculiar al actuar según unas características fisiológicas, según parámetros como la edad, de ser diversa en sus manifestaciones y distintas en sus expresiones según el cuerpo de cada persona; en ser carente de finalidad externa y no buscar el placer ni la felicidad que son secundarias, sino de autoafirmarnos; de ser espontánea al actuar según le dicta el cuerpo y al establecer una razón o negar un ridículo según como eres corporalmente; es previa a la razón, la razón es un instrumento de la voluntad de poder. La voluntad de poder es una pluralidad de fuerzas corporales que llevan a auto formarnos. Según este planteamiento se identifico el cuerpo, la salud, los instintos y la voluntad de poder con la vida, es el vitalismo de Nietzsche que solo busca que el hombre viva según sus instintos y sus pasiones y no utilice la razón. “El que piensa no vive, y el que vive no piensa”. Según la forma en la que utilicemos nuestros instintos y de cómo sea nuestra visión ante el dolor, se pueden identificar dos formas de vida: • Una ascendente es aquella que busca superarse, que es capaz de crear sus propios valores, que no se humilla, que utiliza el dolor como una fuerza más para actuar porque también forma parte de la vida y que reconduce sus instintos y no lucha contra ellos sino que busca autoafirmarse . Se identifica con la salud y el placer como victoria. • Una vida descendente, que en contraposición con la anterior, es aquella que muestra decadencia, que se humilla y se somete, que lucha contra los instintos y que intenta evitar el dolor o aliviarlo cuando este aparezca. Esta es la vida que Nietzsche critica y tacha de enferma al concebir el placer como algo malo y venenoso. Este individuo no es capaz de crear unos valores, le falta voluntad de poder pero no es culpable, su situación es fruto de la jerarquía de la naturaleza. Esa vida decadente y absurda, según el postulado de Nietzsche, se identifica totalmente con la moral a la que Nietzsche le niega los valores absolutos del bien y del mal e identifica ese bien con la salud corporal y ese mal con la enfermedad. Esto se debe a la contraposición entre los filósofos momia y el pensamiento nietzscheano. Los filósofos momia son aquellos que creen en los conceptos abstractos que son fruto de la razón que para Nietzsche no es sino un mecanismo de defensa que no habla de la realidad sino de nosotros mismos y se representa mediante la metafísica del lenguaje. Estos filósofos momia, que están representados por Platón, identifican el mundo verdadero con el de las ideas y los conocimientos abstractos que es el inmutable (Parménides) y otro falso y cambiante que es el sensible (Heráclito). Nietzsche en cambio dice que el mundo de las ideas es una fábula y que el mundo sensible es en realidad un mundo experimentado y el único que existe. Lo llama experimentado, porque para él, el mundo no se puede conocer sino que solo lo podemos experimentar mediante los impulsos, las vivencias y el aparato sensorial. De esta manera niega a la razón como instrumento de conocer la verdad y explica su perspectivismo por el cual la verdad absoluta no existe sino que cada uno experimenta unos hechos de los que saca su perspectiva que depende de la voluntad de poder y esta de su fisiología. La moral es criticada por Nietzsche por su antivitalismo (odio a la vida, al cuerpo y mundo negando su voluntad de poder), su intelectualismo (al creer en que por medio de la razón podemos conocer lo bueno y al realizar muchas veces, virtud, seremos felices) y su dogmatismo(al crear valores absolutos que no son verdad y encima se pretenden imponer a todos). Podemos diferenciar dos tipos de moral: Una moral de esclavos, que es aquella que se expresa mediante un comportamiento gregario de una mayoría contraria a los nobles (arios) creando unos valores absolutos (razón, verdad, progreso,…) que intenta imponer a todos incluso a los señores. Este es un símbolo de decadencia porque estos valores y esta moral se identifican con la vida descendente. Han transmutado con los valores que un día pusieron los señores, capaces de crear sus propios valores mediante la voluntad de poder que es creativa, individual y espontánea. Nietzsche realiza una crítica a la cultura occidental, especialmente al uso de la razón, a la moral, a la democracia (moral sin Dios) y a las religiones, especialmente a la cristiana por su espíritu de sumisión. Nietzsche pretende que los señores capaces de formar unos valores pasen de un nihilismo pasivo (camello) en el que se dan cuenta de la decadencia de la sociedad, a un nihilismo activo (león) que rompe con todos los valores de la cultura occidental pero está lleno de ira y no es capaz de ejercer su libertad a finalmente el Ubermensch (niño) que solo pretende disfrutar y no tiene prejuicios para crear nuevos valores acelerando el proceso de decadencia de la cultura occidental superando a una sociedad que no es capaz de pasar este proceso al negar su voluntad de poder. La moral, la filosofía, el uso de la razón y esa negación de la voluntad de poder de la cultura occidental representan síntomas decadencia. Mundo verdadero, historia y razón en Nietzsche. Nietzsche asume el papel de terminar, una por una, con las columnas donde se asienta nuestra cultura occidental, una cultura que se cree autosatisfecha, poseedora de la verdad y que fundamenta leyes en conceptos universales y razonables. Pero él encuentra un error. Su método genealógico le lleva a los inicios de nuestra cultura y en ella encuentra un error de base: la creación de un mundo, un metamundo donde nuestra débil conciencia y nuestra cansada y fatigada vida descanse, la negación del devenir, de la experiencia sensible, unido a ese miedo a las consecuencias que ello conlleva. Los filósofos han tenido un papel muy importante en esta falacia en la que se asienta nuestra cultura. El paso del “mito” al “logos” fue simplemente otra creación de un mito. Cada filósofo creaba su propia metafísica, cambiaban el lugar donde escondían la verdad pero lo que realmente hacían era negar la experiencia del devenir, la experiencia del cambio. Creaban mundos verdaderos donde asentar nuestra conciencia, donde simplificaban la realidad para poder abarcarla y conocerla, un consuelo de los débiles, otorgan un valor superior a lo inmutable. Para ellos el ser es y no deviene, el devenir no es. Para la creación metafísica de estos mundos, para que los filósofos se impongan a los fuertes, tienen de su parte a la razón y a la imaginación. El valor que da Nietzsche a la razón es ínfimo. Para él, es una forma basta de nuestro inconsciente y está condicionada a nuestras necesidades y a su tiempo, no al revés. Esto explica que los filósofos-momia estaban condicionados por su época, momento y su cuerpo. Si coincidían en algo era coincidencia fisiológica. La razón será la herramienta, síntoma decadente, en la creación de la metafísica. Ella y sus hijos (la Moral, la Justicia, etc.) no son más que un claro ejemplo de la cultura reactiva de occidente, del miedo al devenir y al poderoso, una imposición de los débiles a los fuertes, de los esclavos a los señores. El primer ejemplo será Sócrates, el primer caso “histórico” que por el uso de la razón someterá a los nobles de su época, inventará el intelectualismo ético y abanderará el ideal del sabio, donde el conocimiento lleve a la virtud y, de ella, a la felicidad. Después aparecerá Platón y momificará la realidad, inventará el mundo de las Ideas y otorgará a la Idea de Bien un lugar privilegiado, el objetivo a alcanzar. Saltando a las religiones, aparecerá Descartes, culmen de la decadencia racional, la negación de los sentidos, su degradación más absoluta. Tras él, Kant. Sus imposiciones morales harán que sea negado por Nietzsche, así como por su división de la realidad. Luego el positivismo, su idea de conocer la realidad por la ciencia. La crítica nietzscheana rompe con todo esto, nos anuncia la llegada del nihilismo, no creer en nada objetivamente, la gente se va dando cuenta de que sus ídolos son de barro, frágiles, que adoran un error que se ha ido arrastrando, magnificando, a lo largo de la historia. La necesidad de naturalizar la vida, aceptar una postura vitalista, devolver a los sentidos a su lugar, negar los imperativos de una sociedad, aniquilar todo vestigio, toda sombra del error y comenzar de nuevo, su postura del superhombre. Su crítica a la metafísica y a la cultura occidental, el error arrastrado durante toda la historia, culpa de unos filósofos que no supieron afrontar la realidad, le dieron un fin, un sentido, crearon objetivos a alcanzar, la desnaturalizaron, la momificaron por miedo al devenir -una manifestación de poder débil, gregaria-, controlar a los fuertes. Una cultura que no es más que la transmutación de los valores, la negación de la ley de la naturaleza más antigua: la ley del más fuerte, de la supervivencia, que se convierte en el rechazo del pueblo que se impone por la razón y sus criaturas. Crítica del concepto de Dios. El nihilismo. “¡Dios ha muerto y nosotros somos quienes lo hemos matado!” Nietzsche afirma que Dios es una mentira creada por los hombres de espíritu débil, que aterrados ante la dura realidad, prefieren cobijarse bajo el manto artificial pero reconfortante de un ser supremo que les guía. (Aquí se separan los caminos de los hombres: ¿quieres paz espiritual y felicidad?, cree; ¿quieres ser un apóstol de la verdad?, entonces busca”) Esta aceptación supone una negación a la voluntad de poder del hombre, que los débiles en vista de sus lánguidas fuerzas y su incapacidad para afrontar los avatares e interrogantes de la vida inventan (“la fuerza del espíritu se expresaría por la cantidad de ’verdad’ que fuera capaz de soportar”), y a partir de la cual, construyen una realidad transmundana en la que prima el orden y es causa de nuestro mundo, siendo este en calidad de efecto también ordenado, y por ende, cognoscible (Sócrates, Platón, Descartes, Cristianismo). De este orden deriva el conocimiento y la moral, conceptos que para el autor alemán son una falacia puesto que presuponen el no-devenir de las cosas así como la igualdad entre las personas. La moral determina además qué es lo bueno y qué es lo malo, convierte dos conceptos -cuyo significado es meramente relacional (“bueno para”, “malo para”), es decir que por sí mismos no indican nada-, en realidades absolutas e universales lo bueno en sí, lo malo en sí, al estilo platónico y monista. Por otro lado, son los esclavos, que aún poseyendo una débil voluntad de poder hallan en el rebaño una fuerza considerable, los que imponen sus valores al conjunto de la humanidad, dándose entonces una trasmutación de los valores. En el nuevo orden de valores que adoptará Occidente la losa de la conciencia y la moral ahogarán las tentativas de los espíritus fuertes de ejercer su voluntad de poder, diezmando así su naturaleza que devendrá débil y sumisa. Es entonces cuando la humildad, el remordimiento, la compasión, en definitiva todos los rasgos definitorios de la clase esclava, apoyados en la idea de un Ser Supremo que, como afirma el autor, juzga y condena, y solo es capaz de un amor condicionado. De no responder a su voluntad, toma venganza contra aquel que se le opone. Estas ideas se han impuesto en nuestra cultura occidental. Nietzsche, por eso rechaza las religiones, por su carácter antivital y lo que esto conlleva en contra de la espontaneidad y la fuerza instintiva. Entre todas las religiones detesta con más fuerza las monoteístas, puesto que están fundadas en el monopolio de un solo Dios y una sola doctrina, y dirigirá contra el cristianismo la mayoría de sus diatribas (“la concepción cristiana de Dios [...] es una de las más corruptas alcanzadas sobre la tierra;”) Nietzsche considera la fe como una sumisión de la razón, producto de un pronunciamiento débil y equivocado de la voluntad, pues no se puede aceptar racionalmente un ser que no es ni claro ni distinto, y por tanto que no es objeto de conocimiento. Por otro lado, como ya hemos dicho anteriormente, Nietzsche niega el carácter absoluto del concepto “bueno” y “malo”, y por consiguiente niega la moral. Él sentencia que cada cosa es buena o mala en función de la perspectiva con que se vea. Es decir, depende de muchos factores, siendo el más importante el factor de la voluntad. Si un hombre quiere matar a otro porque le apetece, y además considera que la acción le va a reportar un beneficio, no hay impedimento fisiológico que se lo impida, y por tanto ¿por qué no hacerlo? Es el impulso irracional, el acto no sopesado ni licuado por la moral, el “moralmente” correcto, puesto que se legitima por la voluntad del individuo. En definitiva, si no existe un Dios Supremo que esté por encima de mí y estipule las normas del juego, más bien conocidas como moral, seré autónomo de hacer aquello que quiera. La moral no existe como valor absoluto, pero cada uno por su cuenta puede crearse su propia escala de valores, totalmente autónoma y para nada heterónoma. Nietzsche sentencia que Occidente está despertando de un dilatado letargo en el que la falta de rigor y la deslealtad a la veracidad han sido patrón de conducta (“¡qué importan el buen corazón, la firmeza o el genio cuando el hombre que posee estas virtudes tolera en sí mismo la tibieza de sentimientos respecto a la fe y al juicio, sin que la exigencia de certeza sea para él el más profundo de los deseos y la más íntima de las necesidades...!). Paradójicamente será la herencia de la moral la que impulse el pensamiento occidental hacía el rechazo de la gran mentira, Dios y la moral, puesto que ella es la que ha parido la virtud y ciencia del amor por la verdad. (“Zaratustra creó ese error, el más fatal de todos, la moral; en consecuencia, también él tiene que ser el primero en reconocerlo.(…)Su doctrina, y sólo ella, considera la veracidad como virtud suprema - esto significa lo contrario de la cobardía del "idealista": que, frente a la realidad, huye; La autosuperación de la moral por veracidad, la autosuperación del moralista en su antítesis -en mí- es lo que significa en mi boca el nombre Zaratustra”). Conscientes entonces los hombres del engaño al que han sido sometidos durante siglos, y viendo derrumbarse los pilares fundamentales de su sociedad, primero Dios y luego inevitablemente la moral, se encontrarán con una realidad desoladora. Desorientado y angustiado, Occidente se hallará inundado de dudas, sin unos por qué, sin ningún sentido. Tras el oasis-espejismo de la Antigua Tradición, la visión del páramo-real debilitará a los individuos, hijos huérfanos de una sociedad sin tradición ni cultura. El nihilismo, es decir, la negación de todos los antiguos ídolos será la consecuencia, y la nada de valores su realidad más patente. (“viene el tiempo en que será necesario pagar por haber sido cristianos durante dos milenios: perderemos el centro de gravedad que nos permitía vivir,- no sabremos por un tiempo ni por dónde salir ni hacia dónde ir”.) Frente a este nihilismo pasivo, contrapone Nietzsche un nihilismo activo. Según dice, los viejos valores no caen por si solos sino que son hundidos por la voluntad de poder de aquellos que los niegan. Una vez derruido el antiguo orden, liberado el hombre de las patochadas cristianas y de los dioses menores de la ilustración: la razón, la democracia, la igualdad, el ser humano estará capacitado para generar por sí mismo, desde sus vísceras, desde el instinto, su nueva escala de valores. Este nuevo hombre capaz de rechazar y destruir lo impuesto en su día por los débiles, y de generar con autonomía su propia moral es el superhombre, que en lenguaje darwiniano sería considerado el siguiente eslabón en la evolución mono-hombre. Para explicar el autor alemán la transición desde el nihilismo pasivo al activo, utiliza la metáfora de la triple metamorfosis que se explica en otro lugar. El vitalismo. La voluntad de poder y el superhombre. Nietzsche sufrió como enfermo durante muchas ocasiones en su vida. Y sin embargo, o quizá por eso, fue vitalista convencido. Schopenhauer influyó ciertamente en Nietzsche. Schopenhauer había postulado la voluntad de vivir como la fuerza que impulsaba a todos los seres vivos a explayarse en su existencia. Vivir y autoafirmarse eran los grandes impulsos del hombre pero ni la ascesis ni la experiencia estética que proponía Schopenhauer como soluciones para frenar esa violencia convencieron a Nietzsche. Él propone más bien, la voluntad de poder que es mucho más que la simple voluntad de vivir. La voluntad de poder es la voluntad de imponerse sobre el resto de los seres que le rodean. Todos los seres vivos la experimentan y el hombre es, para Nietzsche, un animal más, con ese instinto poderoso y vital. Pero esa fuerza vital es corporal fundamentalmente y, sin embargo Nietzsche "denuncia" el error según él de interpretar ese vitalismo en clave espiritual. Esa energía vital del hombre interpretada de forma espiritual,-equivocadamente para Nietzsche-, le permitirá establecer jerarquías entre personas mediante diversas construcciones como son el conocimiento, la moral, la religión o la política, por ejemplo. No todos los hombres desarrollan el conocimiento de la misma manera y ello da lugar a esa jerarquía entre sabios e ignorantes. Con la moral ocurre otro tanto puesto que ello da lugar a otra jerarquía entre "buenos" y "malos". Y lo mismo con la religión que para Nietzsche es otro modo mucho más "inteligente" de separar los "elegidos", que serían los sacerdotes de cualquier religión y los seguidores obedientes de la misma. Y con la política se podría también separar a los triunfadores encumbrados reyes o presidentes y los ciudadanos de a pie. Pero esas diversas maneras de ejercer la voluntad de poder son para Nietzsche formas viciadas de organización social jerarquizada porque lo que ha dado lugar a esas divisiones no ha sido la fuerza vital, sino la inteligencia, la razón que son instrumentos de los débiles - esclavos - plebeyos que se rebelan contra su suerte y dan la vuelta "indebidamente" a lo "normal" que sería que los fuertes dominaran a los débiles. Esa es llamada por Nietzsche la trasmutación de los valores primera a la que opone una segunda transvaloración para devolver a los ricos - fuertes - nobles su "derecho natural". (Ponemos derecho natural entre comillas porque el sentido que le da Nietzsche no es claramente el habitual que le darían los naturalistas). El ejemplo de encarnación especial de esa voluntad de poder sería el superhombre. El hombre ha de dejar paso al superhombre que encarna todo ese vitalismo corporal y esa fuerza arrolladora que se impone necesariamente, libre ya de toda atadura moral. Más allá del bien y del mal no solo es un título de una obra de Nietzsche, es claramente la expresión de la vida del superhombre que no puede experimentar deber moral alguno, ni tiene por qué seguir religión alguna. Está por encima de todo. Su fuerza es su moral, sus actos son "buenos" porque son actos del superhombre y se imponen por su propia fuerza. Nadie ha de estar por encima de él; sus obras ya son bellas porque son las obras del superhombre. El superhombre ha convertido su vida en obra de arte. Solo haremos unas preguntas entre otras posibles: el superhombre ¿es una profecía de Nietzsche que se cumplirá algún día? ¿Es otra metáfora brillante de las muchas que ha formulado? ¿Podrían coexistir a la vez muchos superhombres? Crítica de la racionalidad decadente. Nietzsche cuando critica a la razón a la vez arremete contra la cultura occidental porque esta se fundamenta en ella. Para Nietzsche el intelectualismo occidental descansa en que: razón= virtud= felicidad. Este es el "dogma" impuesto en la cultura occidental con el que Nietzsche no está de acuerdo y ataca ferozmente. Por tanto, para Nietzsche, razón no es igual a virtud y esta tampoco es igual a felicidad. Contra esa ciega confianza se centrará la crítica de Nietzsche y contra esa sociedad que para él se encuentra en una decadencia. “El Crepúsculo de los ídolos”, título de su obra, tiene como objetivo fundamental dar a conocer que la cultura occidental se encuentra en decadencia (crepúsculo) al creer en unos valores absolutos (ídolos) que son fruto de la razón como instrumento para alcanzar la verdad que tiene su origen en el pensamiento socrático - platónico. Nietzsche al atribuir esta situación de enfermedad a la cultura occidental propone como solución acelerar el proceso. La crítica a la cultura occidental realizada por el filosofo alemán se basa en una crítica a la razón mediante el método genealógico por el cual Nietzsche busca el momento preciso en el tiempo en el que nuestra cultura se ha equivocado y por qué motivo se dejó llevar por la razón. Ese momento concreto es el paso del mito al logos en el cual el hombre quiere abandonar las fábulas y mitos para explicar los fenómenos que ocurren a nuestro alrededor y pasa a explicarlos por medio de la razón buscando una demostración experimental y racional de las cosas. Al elegir el hombre a la razón, curiosamente utiliza a la misma razón como medio para alcanzar el verdadero conocimiento. Es la propia razón eligiéndose a sí misma. Nietzsche piensa que el hombre se ha refugiado en la razón por miedo al cambio y por la seguridad de sentirnos cómodos, seguros, porque el devenir, el cambio, lo mutable; conlleva muchos problemas. El hombre occidental habría inventado, con el uso de la razón, un "ultramundo" que para Nietzsche no existe, es falso y por tanto es un mito, no ha habido ningún paso del mito al logos, sino de un mito a otro “mito” que es la razón y la ciencia. Para Nietzsche esta situación provocará la decadencia de occidente. La cultura occidental está enferma y moribunda y nuestro autor decide acelerar ese proceso de decadencia rematándola mediante la creación de espíritus libres. Nietzsche, como Heráclito, apuesta por el devenir de las cosas y no por la razón. Los hombres buscan la razón desde el principio, como muchos filósofos, para entender la vida. Tienen miedo de no saber y prefieren fabular un "ultramundo" donde viven engañados. Esto significa que como los hombres tienen miedo a que no exista una verdad, una razón, un porqué de las cosas, las crean para satisfacerse. Dicho de otro modo, los esclavos – débiles usando de la razón, se han apoderado de la sociedad, avergonzando a los nobles - fuertes de serlo y, por consiguiente, negando la vida y el devenir. El miedo al cambio y al movimiento, a lo real, les ha llevado a levantar una sociedad falsa que ha corrido un velo sobre el devenir y lo ha sustentado todo en la razón. La razón. La piedra angular de Occidente niega todo lo que para Nietzsche es real. Desde el movimiento, "todo fluye nada permanece" única realidad, hasta la percepción sensorial, "el sentir" que es uno de los postulados nietzscheanos. Para Nietzsche la razón es uno de esos ídolos a los que adora la cultura occidental que se encuentra en un crepúsculo, en decadencia cercano a un nihilismo pasivo. Nietzsche, en contraposición con Sócrates, no le otorga a la razón ningún valor de conocimiento de la verdad sino que la razón ha sido y es un instrumento que ha ayudado a la cultura occidental a estar seguros y cómodos evitando el devenir (el cambio). La razón es un instrumento eficaz de defensa pero no de conocimiento porque nos habla de nosotros mismos y no de la realidad. Crítica de Nietzsche a los grandes conceptos de la metafísica. Todo el pensamiento del filósofo alemán es un homenaje a la vida, a la voluntad de vivir la vida con todas su fuerza, con todas las pasiones que implica y que no se le pueden quitar sin traicionarla. Hay que vivir el espíritu dionisíaco de goce de todo lo que tenemos, de deseo de contemplar la vida como una obra de arte creativo, de la que nada se puede conocer, solamente vivir intensamente. Podría decirse que si quieres vivir, no pienses o, al contrario, si piensas, no vives. La metafísica desarrollada por casi todos los filósofos anteriores suponía un abandono del concepto de vida para adentrarse en supuestas `realidades´. Términos metafísicos como coseidad, sustancia, esencia, ser no son alcanzables para el sujeto, como ya había señalado el empirismo, y de algún modo Kant, sencillamente porque no cabe ningún conocimiento que los pueda abarcar, porque apartan al hombre sano de la voluntad de vivir y le obligan a la racionalidad, auténtica enfermedad que padece la cultura occidental. El mundo racional que pretende ser verdadero es una fábula a los ojos de Nietzsche. El hombre es un fabulador pero los filósofos racionales han pretendido fraudulentamente que su fábula no era tal, sino la misma realidad. No existe ningún conocimiento, ni ningún intelecto capaz de alcanzar estos conceptos metafísicos porque son pura invención que el hombre ha hecho para olvidar el caos del mundo en el que vive (todo fluye, que decía Heráclito) para refugiarse en otro que le sirva de vía de escape de éste. El hombre de la cultura occidental ha olvidado que esos términos, esos conceptos de los que tanto han discutido al parecer inútilmente los filósofos del pasado, son para Nietzsche puras metáforas de las que se ha olvidado que lo son: palabras vacías de significado que filósofos como Sócrates, Platón, Descartes, Kant, entre otros, han ido llenando de mentiras. Incluso el cristianismo, aunque por otros fines de corte religioso, habría propuesto sus metáforas para crear en el hombre el concepto de ser superior, de un mundo que es perfecto y que se alcanza apartándose de éste, con cierto platonismo de fondo. Por otro lado, la afirmación del caos basado en la realidad del movimiento al modo de Heráclito, como hemos señalado antes, implica el final de la metafísica, porque nada hay que pueda ser demostrado como ser porque sencillamente lo que hay es el no-ser, el devenir. De este modo, Nietzsche nos devuelve a la clásica controversia de Heráclito con Parménides quedándose con el primero. Ahora la apariencia es precisamente el “ser”. Es uno de los aforismos de Nietzsche, una de sus proposiciones ingeniosas sin argumentación, que el lenguaje- filosofía a martillazos se encarga de imponer. El término metafísica, el estudio de lo-que-hay-más-allá-de-la-física, es algo que Nietzsche atribuye al síndrome de la loca razón, de querer estudiar grandes conceptos abstractos que no ayudan a que el hombre pueda vivir sino que le engañan en supuestas realidades trascendentes. Así el hombre se hace desgraciado porque deseando ansiosamente vivir se le obliga a seguir ciertas obligaciones. Esta crítica a los conceptos de la metafísica, en algún sentido, puede interpretarse como el tópico de que la ignorancia es la felicidad del hombre, cuestión que ya Rousseau parece plantear. De esta manera, el hombre ya no necesita ni quiere conocer lo que le rodea, ya no sigue la línea de lo apolíneo de lo recto y el modelo, ya no busca la armonía de las formas, de las sustancias, apartándose así también de la ciencia. Tampoco Nietzsche respeta la ciencia. La ciencia es vista por el pensador alemán como una fábula con apariencia de realidad, como el último baluarte de realidad que le queda. Así pues el escepticismo de Nietzsche, sin ciencia, sin filosofía y por supuesto sin ética universal que valga, queda el hombre vitalista abierto a las pasiones y a todo lo que la vida quiera ofrecer dentro de su bello caos. Sin verdad, sin logos, solo queda el Mito, una vida que se habrá de interpretar como obra de arte, como creación bella.