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Transcript
FRIEDRICH NIETZSCHE
(1844-1900)
1. Contexto histórico, cultural y filosófico.
Federico Guillermo Nietzsche nació en Röcken (Sajonia, norte
de Alemania), hijo de un pastor de la iglesia luterana. Su vida
transcurrió desde el 15 de octubre de 1844 hasta el 25 de agosto de
1900, fecha en la que murió en Weimar, víctima de una apoplejía1. A lo
largo de buena parte de su existencia sufrió de fuertes dolores de
cabeza, problemas en los ojos y otras enfermedades que culminaron a
finales del año 1888 en un estado de demencia esquizofrénica, de la que
no se recuperará hasta su muerte. Esto hace que su período
intelectualmente fecundo haya que situarlo desde 1871 hasta 1888.
Entre 1869 y 1879, vivirá en Basilea como profesor de filología clásica
FRIEDRICH NIETZSCHE
en la universidad, cargo que ocupó sin haberse graduado como Doctor.
Si Marx es un pensador que participa plenamente en algunos
hechos trascendentales del siglo XIX, Federico Nietzsche fue ajeno a la mayoría de los
grandes movimientos políticos, no así intelectuales, de su tiempo; de ahí que, a pesar de su
escaso activismo político, si hubiera que buscar un portavoz de fin del siglo XIX, sería
Nietzsche el que mejor podría asumir ese papel.
La segunda mitad del siglo XIX es la época de las revoluciones burguesas que darán
lugar a la creación de los grandes Estados nacionales europeos. También el movimiento
obrero tiene algunos momentos de importancia, como la fundación de la Primera
internacional en 1864 o el surgimiento de la Comuna de París, en 1870.
Hasta la I Guerra Mundial (1914-1918) tiene lugar un enorme aumento de la
población alemana, a la vez que se va consolidando la segunda revolución industrial,
caracterizada por el uso y aplicación de la electricidad a los procesos de fabricación industrial,
y por la complejidad de la maquinaria puesta en práctica. La mejora de las comunicaciones y
la concentración de los focos de producción en lugares de mayor riqueza y población
terminarán por convertir a Alemania en la potencia hegemónica de la Europa continental.
Nietzsche verá aún cuerdo la creación del Imperio Alemán bajo lemas políticos tales como
«el derecho de la fuerza» y «el apetito del poder».
«Yo no soy un hombre, soy dinamita», dejó escrito Nietzsche en su libro Ecce homo.
Si lo más representativo de una época es lo que podemos denominar su cultura, la dinamita de
Nietzsche va dirigida, en nombre de la vida, contra una cultura decadente, vieja y aburrida
que, según su criterio, dominaba la sociedad en la que vivió. Frente a esta cultura, Nietzsche
hará su propia propuesta formulada en la llamada «cultura del superhombre». Occidente ha
estado siempre dominado por un afán racional que ha primado los enfoques científicos2, en
1
La apoplejía es una enfermedad que consiste en una suspensión súbita y brusca de todo el funcionamiento
cerebral, con pérdida absoluta del conocimiento y de la movilidad voluntaria, conservando, sin embargo, la
respiración y la circulación sanguínea.
2
El XIX es el siglo de la fe ciega en la ciencia y en la técnica como instrumentos de dominación de la naturaleza
y de liberación del hombre, como última consecuencia de la fe en la razón que se inició en el Renacimiento, muy
lejos todavía de la toma de conciencia a la que asistimos hoy sobre la destrucción masiva y acelerada de la
Nietzsche
Filosofía II
nombre de los cuales se ha atentado contra cualesquiera otras formas de vida y de
interpretación de la realidad. Nietzsche toma conciencia de que tal mentalidad ha dado ya de
sí todo lo que cabía esperar y cree llegado el momento de que afloren la creación, el arte, lo
lúdico, lo dionisíaco, ... frente a lo apolíneo, mortecino y dominante. En pocas palabras: ha
llegado la hora de la «alternativa vitalista» e «irracionalista» como reacción frente a la
prepotencia de la razón científica.
Los filósofos vitalistas se declaran defensores de la "vida" como la realidad radical
del hombre, englobando en "vida" además de lo biológico, lo cultural y lo psicológico no
racional (es decir, los instintos, los deseos y pasiones, lo inconsciente), lo que les lleva al
"irracionalismo". No niegan la existencia de la razón sino su predominio o exclusividad al
definir al hombre tal como se ha hecho históricamente, y de lo que son buenos ejemplos
Platón, Aristóteles, o Descartes, por citar solo algunos filósofos. Para los vitalistas hay
formas de conocer (la intuición, la inspiración poética, etc.) y de actuar que escapan al
"logos"; además, el conocimiento racional no es el más adecuado para aprehender la realidad
porque ésta no tiene una estructura racional.
De forma paralela, aparecen una serie de artistas que también quieren romper con la
cultura establecida, una cultura que consideran decadente y aburrida. Renace el modelo del
bohemio, aquel que renuncia a vivir conforme a los valores dominantes de la sociedad, que se
considera más allá del bien y del mal y que busca experiencias nuevas (ya sea en las drogas,
las relaciones homosexuales, etc., ....) con el afán de provocar y de que su propia vida sea una
obra de arte, como afirma uno de sus representantes más genuinos: Oscar Wilde. Este
ambiente cultural queda también plasmado en los cuadros y dibujos de Degás y de Toulouse
Lautrec. A su vez, es la época en la que, influenciado por los descubrimientos de la física en
el campo de la luz, comienza el impresionismo pictórico como una corriente que también
quiere romper con la tradición anterior.
Desde el punto de vista filosófico, cabe destacar algunas influencias destacables en el
«pensamiento vitalista e irracionalista» de Nietzsche:
1. La gran fuente de la filosofía nietzscheana la constituye la relectura del pensamiento
griego, y en especial de los autores trágicos, en los que Nietzsche constata la
contraposición entre el ideal apolíneo (la racionalidad normativa) y el ideal dionisiaco
(el impulso perturbador del orden normativo, que desea el retorno al uno primordial lo originario- de donde procede todo ordenamiento racional). Nietzsche constata que
ese «pathos trágico», que se encuentra aún presente en la filosofía de Heráclito de
Éfeso (pensador que Nietzsche respetó durante toda su vida) la filosofía occidental lo
abandonó muy pronto: concretamente con la obra del gran «traidor»: Sócrates, quien
decididamente optó por el ideal apolíneo, en detrimento del dionisiaco.
2. También influye en Nietzsche, I. Kant (1724-1804), que es el punto de referencia de
todos los autores germánicos posteriores. En Nietzsche influye el Kant que critica con
rigor las pretensiones racionales de la metafísica, no el que luego acepta un nuevo
planteamiento de la moral y de la religión, aunque sea sobre unas bases más
autónomas e interiorizadas.
3. Otro precedente claro será el filósofo Schopenhäuer (1788-1860), que denunció la
autosuficiencia de la razón para explicar la realidad (incluido el hombre), porque la
esencia de lo real es la "voluntad de existir", el deseo ciego de perdurar. El mundo es
"tendencia o impulso" ciego que se objetiva espacio-temporalmente en una pluralidad
de objetos, que son manifestaciones fenoménicas (apariencias) de la Voluntad
Universal originaria; por lo tanto, lo que describe la razón (los objetos) no son la
naturaleza y de los efectos negativos para la propia especie humana. Esta actitud ante el saber científico se va a
extender al estudio de la sociedad y de la historia. Exponentes de esta extensión son entre otros Marx y
Augusto Comte.
2
Filosofía II
Nietzsche
verdadera realidad sino solo su "apariencia". Es atribuible también a Schopenhäuer el
papel predominante concedido al arte y la radical desconfianza en la idea ilustrada de
progreso.
4. También es notable la influencia que sobre Nietzsche ejerció el artista Richard
Wagner, a través de su poesía y su música. Al principio Nietzsche ve en Wagner el
modelo de creador de un arte al servicio de una nueva humanidad en la que se restaura
el pathos trágico de la antigüedad. Pero más tarde Nietzsche verá en Wagner una
nueva forma de la vieja cultura, sintiéndose intelectualmente traicionado y rompiendo
sus relaciones con él. En 1888 Nietzsche escribe El caso Wagner, en donde dice que
su música ha dejado de ser la «flauta de Dionisos», para convertirse en un fenómeno
más de la decadencia occidental.
5. El vitalismo surge, por otro lado, influenciado por el auge que en el siglo XIX tomó
la Biología con nombres tan importantes como Lamarck, Darwin, Mendel, Pasteur,
etc. con nuevas teorías sobre la vida y su evolución. Desde la biología, ciencia
emergente en el XIX frente al predominio absoluto de la física en el siglo XVIII,
surgen nuevos modos y temas para la reflexión filosófica centrados en el instinto, la
evolución de las especies, la supervivencia del más fuerte, etc.
Dentro de este contexto hay que entender a nuestro filósofo que representa, según
algunos estudiosos, el pensamiento más radical y profundo de la segunda mitad del XIX, y de
una vasta influencia en el siglo XX. Si Hegel es la culminación de la tradición filosófica
racionalista de Occidente, Nietzsche sería su gran crítico a la vez que un nuevo comienzo.
Junto con Marx ("infraestructura") y Freud ("inconsciente"), forma la terna de
desenmascaradores de la cultura occidental. Es un pensador sugestivo por los temas que toca
(crítica de la moral, "muerte de Dios", afirmación de la vida, nihilismo), y oscuro por la
manera de expresarse mediante aforismos y metáforas, lo que le convierte en opinión de uno
de sus mejores estudiosos, Eugen Fink, en un filósofo enmascarado, de cuyo verdadero
pensamiento conocemos muy poco, y por lo mismo muy interpretable.
El crepúsculo de los ídolos, también traducido como El ocaso de los ídolos, es
subtitulado por Nietzsche Cómo se filosofa con el martillo. Escrita en 1888, su última etapa
de lucidez, la más prolífica y fecunda, es casi el ocaso consciente del propio autor;
recordemos que, meses más tarde, después de una crisis en la que pierde la consciencia, ya
apenas volverá a hablar, hasta su muerte, en 1900. La crítica nietzscheana a la tradición
occidental es demoledora, y se dirige a todos los campos: la ciencia positivista, las religiones
judaica y cristiana, la moral socrática y la filosofía tradicional. Pues bien, este escrito, casi un
testamento, contiene la mayor parte de ese ácido pensamiento antifilosófico, como suscribe él
mismo un poco más tarde en su libro Ecce homo, también de 1888:
"Fue escrito en tan pocos días que no me atrevo a decir su número. Es el libro excepcional por
excelencia: no hay nada más sustancioso, independiente, revolucionario y maligno. Si alguien
quiere hacerse, en brevedad, una idea de cómo, delante de mí, todo estaba boca abajo, que
comience por leer este escrito. Lo que el título refiere como 'ídolos' es, simplemente, lo que hasta
ahora ha sido llamado verdad. Ocaso de los ídolos quiere decir: fin de la vieja verdad".
La vieja verdad a la que se refiere el texto es la de la metafísica socrático-platónica,
aunque perviva en su modo cartesiano o kantiano, y la de la ontología occidental, que
encorseta el devenir en conceptos universales sobre el ser, parapetados tras la aparente
objetividad de un lenguaje que sólo oculta el miedo acérrimo a vivir y la falta de arrojo para
padecer esta vida.
3
Filosofía II
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La estructura de la obra es típicamente nietzscheana: sus apenas ciento cincuenta páginas
están divididas en una docena de artículos, de extensión semejante al seleccionado para su
comentario3, con un par de salvedades, situadas al comienzo y el final del libro.
El género literario de esta obra es el aforismo. Los aforismos no son sentencias
totalmente aisladas, independientes unas de otras, sino que hay una cierta continuidad, una
cierta unidad de conjunto entre todas ellas. Intenta "decir con diez frases lo que otros dicen en
un libro, o lo que otros no dicen ni en un libro".
Nietzsche se resiste a utilizar los tecnicismos propios de la filosofía occidental y acude
profusamente a las metáforas, lo que dota al estilo del filósofo de esa riqueza lírica que lo
hace tan atractivo para neófitos, a la vez que oscuro y futurible ... El artículo seleccionado
para su comentario, "La 'razón' en la filosofía", se enmarca en esta línea. Discurre por seis
fragmentos, simplemente numerados. En el primero, tras calificar la idiosincrasia propia de
filósofos como una ausencia de sentido histórico, pone el nombre de Heráclito, con
veneración, a un lado de la turba filosófica. En los siguientes párrafos, se opone a la
separación que hace la filosofía entre lo real y lo aparente, ya que "el mundo 'aparente' es el
único: el 'mundo verdadero' no es más que un añadido mentiroso". Dado que los filósofos
también confunden principio y fin, debido a que la metafísica del lenguaje vuelve fetichista a
la conciencia, la derivación de la abstracción a partir de lo concreto finalizará condensando
"un punto de vista tan esencial y nuevo en cuatro tesis", sus archiconocidas cuatro tesis acerca
del error sobre el ser.
2. La crítica a la tradición judeocristiana y al platonismo.
La obra de Nietzsche tiene dos objetivos diferenciados que van intercalándose a lo
largo de su producción. Por un lado, su crítica al pensamiento precedente, y en general, a los
elementos más fundamentales de la cultura occidental: su concepto de razón y su moral. Es
lo que Nietzsche llamó expresivamente «la filosofía que dice no», es decir, la parte crítica de
su filosofía. Por otra parte, Nietzsche dedicó también muchos esfuerzos a explicar cuál es su
visión del mundo y cómo debía ser el hombre correspondiente a ella. A esto lo denominó «la
filosofía que dice sí», la parte positiva de su filosofía. En este primer apartado nos referiremos
a las cuestiones críticas.
2.1. Valoración de la «cultura presocrática».
Nietzsche fue profesor de filología4 en Basilea (centrando su docencia en el mundo
griego) antes que filósofo. Para el historiador de la filosofía, el pensamiento griego empieza
a ser especialmente relevante a partir del siglo V antes de Cristo, con la reflexión socrática, y
después de él, con los grandes sistemas de Platón y Aristóteles. Sin embargo, para el filólogo,
muchas de las grandes obras dignas de elogio se escriben antes: Homero, Hesíodo, los
grandes poetas (Píndaro, Safo,...) y los trágicos griegos (Esquilo y Sófocles).
La reflexión socrático-platónica se presenta como el momento del tránsito de una
cultura centrada en valores estéticos a una cultura dirigida por los valores racionales, o lo que
es lo mismo, de una educación dirigida por los poetas a una educación de la que van a
ocuparse los sofistas.
Hasta Nietzsche, todos los historiadores habían descrito ese paso como un hecho
fundamental y positivo para la cultura: el arte perdía su antiguo predominio dando paso a la
razón y, como productos de ella, a la filosofía y a la ciencia. De la subjetividad del arte
3
El texto seleccionado para su lectura y comentario es: NIETZSCHE, “La razón en la filosofía” en Crepúsculo de
los ídolos, Madrid, Alianza editorial.
4
Estudio de la lengua y las obras literarias.
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pasamos a la objetividad racional. Este momento es el paso definitivo del mito al logos: la
salida de la Caverna para vivir «a plena luz» (de la razón).
Nietzsche va a ser el primero en poner seriamente en duda que este paso haya sido
positivo. Este paso sería positivo si se demostrara que la razón conecta más directamente con
la realidad de lo que lo hace el arte. Toda la cultura postsocrática ha entendido eso como una
cuestión evidente: entre las explicaciones posibles de un hecho se elige siempre como más
verdadera la más racional, porque se supone que lo que está más fundado en la razón es lo
más seguro. Aunque esta tesis se va a mantener a lo largo de todo el pensamiento moderno,
ciertas reflexiones epistemológicas (Hume y Kant, principalmente) conducen a la conclusión
de que nuestro conocimiento está limitado a nuestra experiencia, con lo cual la realidad sigue
siendo tan misteriosa y enigmática como la percibían los prefilósofos. Schopenhauer, tras leer
a estos autores, concluyó en una postura claramente irracionalista: los objetos de la razón no
tienen nada que ver con las cosas reales; es más, la razón es como un velo que impide el
conocimiento de la realidad.... Si esto es así (y Nietzsche sigue a Schopenhauer en este punto)
el tránsito del mito al logos es el paso de la verdad del arte a la mentira de la razón.
¿Por qué afirma Nietzsche que la cultura de la Grecia Arcaica (anterior al siglo V a.
C.), basada en el arte, es superior a la cultura de la Grecia Clásica, basada en el predominio de
la racionalidad? Porque, según él, los artistas griegos de la antigüedad supieron captar las dos
dimensiones fundamentales de la realidad, sin ocultarse ninguna de ellas, dimensiones que
este pueblo expresó de forma mítica con el culto a dos dioses: Apolo y Dionisos.
Apolo, uno de los dioses más venerado por los griegos y al que edificaron numerosos
templos, expresaba, según Nietzsche, un modo de estar ante el mundo, que los griegos
identificaban con la defensa de los valores del individuo: la mesura, el orden, el autocontrol,
el sometimiento de nuestra vida al uso de la razón,... así como una concepción de la
realidad: consideración del mundo como una totalidad ordenada, bella, luminosa y racional.
Frente a lo apolíneo, los griegos opusieron lo dionisiaco, representado con la figura del dios
Dionisos, dios del vino, de las fiestas báquicas presididas por el exceso y la embriaguez, la
confusión orgiástica,... que expresaba también un modo de estar ante el mundo: la
irracionalidad, la pérdida de la individualidad, la embriaguez, la desmesura, el desorden, el
descontrol,... así como una concepción de la realidad: el mundo como una totalidad caótica,
sin orden, irracional, oscura,... La auténtica grandeza del mundo griego arcaico estribaba en
no ocultar esta dimensión de la realidad, en armonizar ambos principios, y en considerar
incluso que lo dionisiaco era la auténtica verdad, la auténtica realidad, porque en el culto a
Dionisos el individuo humano va más allá de su individualidad y se reintegra con su origen,
con la naturaleza básica de todos los seres.
Si lo dionisiaco es lo originario ¿por qué surge de él lo apolíneo? Para Nietzsche es
fruto de la autodefensa de la vida. Si el individuo se entregara con plenitud a lo dionisiaco, si
sólo buscara el placer inmediato, su vida se acabaría pronto, consumida por sus pasiones. Por
eso la vida debe buscar un freno a la apetencia del deseo de placer y para ello fabrica su
propio antídoto: lo apolíneo, que tiene su origen en la vida (lo dionisiaco), en la necesidad que
tiene el hombre de sentirse más cómodo en un mundo hostil, en la necesidad de hacer más
soportable (y más larga, por tanto) su existencia.
2.2. La filosofía que dice «NO»:
La crítica a la «cultura occidental» y a la dialéctica.
A los ojos de Nietzsche Sócrates aparece como el gran traidor, ya que con él se lleva a
cabo la inversión de los valores: lo apolíneo pasa a ser considerado como lo originario y
verdadero y lo dionisiaco como lo irreal y falso, como un exceso propio de los que no saben
5
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vivir de forma racional, algo excusable en el pueblo inculto, pero inapropiado a los hombres
de altura. La vida moral pasa por el autocontrol, y el saber por la definición racional.
¿Por qué obra Sócrates de este modo? ¿Por qué destruye el equilibrio entre el
desenfreno dionisiaco y el control apolíneo? Para Nietzsche, la causa es sencilla: Sócrates es
incapaz de aceptar las crudas manifestaciones de la vida como la muerte, la vejez, el cambio,
la procreación,... en las que ella se expresa tal como es. Le gustaban más los valores de su
razón y cambió lo real por lo verdadero. En resumen, según Nietzsche, Sócrates ya no es un
griego sino el fundador de la cultura occidental judeocristiana, una cultura de la
decadencia5, que es incapaz de aceptar la realidad en toda su crudeza. Sócrates es el prototipo
de hombre débil que prefiere vivir con las ilusiones y mentiras de sus sueños porque no es
capaz de asumir la realidad. Este desprecio por la verdadera realidad (el mundo dionisiaco),
inaugurado por Sócrates, culmina en la distinción platónica entre el Mundo de las Ideas
(mundo verdadero y perfecto, dotado de realidad plena) y el mundo de los sentidos (mundo
cambiante y caduco, con una realidad solamente aparente).
Por esa inversión (lo aparente, lo inventado es lo real; lo real es aparente), la cultura
occidental está viciada desde su origen. Es una cultura racional y dogmática y, por eso, es
decadente, porque se opone a la vida, a los instintos, empeñada en instaurar la racionalidad a
toda costa. Nietzsche hace una crítica radical a toda la cultura europea y a todos los mundos
inventados: mundo racional, mundo moral y mundo religioso.
A/ Crítica a la metafísica y a la dialéctica
(como modo supremo de acceso a la verdad).
“Todo lo que los filósofos han venido manejando
desde hace milenios son momias conceptuales, de
sus manos no salió nada vivo ni real”
La dialéctica es el método que sigue la razón para comprender la realidad mediante
conceptos, que presumiblemente la «atrapan» y la comprenden tal como es. Se trata, por
tanto, de un modo de reducción de la realidad (continuo y constante devenir) a la inteligencia,
a la racionalidad; es decir, se trata del método propio de la mentalidad socrático-platónica,
que consagra el idealismo, la invención de otro mundo
hecho a nuestra imagen y semejanza y que nos permite vivir
con cierto reposo, seguridad y calma, mundo que es
calificado como real y verdadero. Es esta valoración (el
Mundo de las Ideas es el real, mientras que el de los sentidos
es irreal, aparente) la que hace de la dialéctica socráticoplatónica (que es la mentalidad de occidente) una
mentalidad decadente y de resentimiento hacia la vida.
La ontología tradicional es estática porque considera
al ser como algo fijo e inmutable; además, ese ser no se deja
ver como es en este mundo donde todo es apariencia y
falsedad de los sentidos. Por esta razón, el filósofo dogmático
se dedica a indagar, a especular por encima del movimiento
del mundo, porque lo que sea el ser no lo podemos estudiar
en el torbellino del ir y venir de esta vida, ya que ésta es para
él causa de error.
5
La decadencia del espíritu griego antiguo supuso el triunfo de lo apolíneo sobre lo único real, según Nietzsche,
lo dionisiaco.
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Nietzsche
Esta separación entre ser real y ser aparente es un juicio valorativo6 sobre la vida,
concretamente negativo, porque se pone más peso específico en el Mundo de las Ideas. Más
no existe esta separación entre ser real y ser aparente, sino el devenir constante del “ser
creando y destruyendo el mundo”. El filósofo ha provocado una inversión: el mundo real, el
mundo del devenir y de la muerte se convierte en el mundo aparente (dada su imposibilidad
para aprehenderlo) y el mundo estático y, por tanto muerto, se convierte en el mundo real.
Pero éste no es más que un mundo inventado por el miedo al devenir.
El filósofo, a través de conceptos y categorías estáticos, ha creído aprehender la
realidad (unidad, causalidad, identidad,…), pero estas categorías no proceden de la lógica sino
de la necesidad que tiene el hombre de sobrevivir en un mundo donde todo es devenir.
Estamos necesitados del error de las categorías7 de la razón porque gracias a ellas el hombre
puede vivir con cierto “reposo, seguridad y calma”.
Nietzsche pone en duda que los conceptos aprehendan la verdadera realidad del ser,
que es devenir y cambio continuo. Las categorías son ficciones convencionales con fines de
designación más nunca de aclaración. Nietzsche considera a la razón como un egipcíaco8:
al intentar retener la eterna y cambiante mutabilidad de las cosas y el constante fluir de la
naturaleza mediante los conceptos, expresa el movimiento de manera tan ridícula como lo
hacen las pinturas del Antiguo Egipto. Al «momificar» las cosas mediante conceptos, el
hombre las hace cercanas a su razón, a su modo de concebirlas, pero con ello destruye y
pierde la realidad verdadera inmovilizándola…
¡El artista de la Grecia arcaica estaba más en contacto con la auténtica realidad que el
filósofo racional! …
B/ Crítica a la moral.
Para Nietzsche, el principal error de la moral tradicional es su antinaturalidad. Es
aquella moral que en virtud de normas, leyes, imperativos y decálogos se opone a los instintos
primordiales de la vida. La base filosófica de esta moral antinatural es el platonismo: el
Mundo de las Ideas sirve de más allá cristiano, convirtiéndose en metafísica cristiana. El
centro de gravedad de estas ideas se pone, no en esta vida, sino en la otra, en el hombre
“celeste” y, por tanto, hay una evasión del mundo real.
Nietzsche distingue, influido quizás por las tesis evolucionistas, dos tipos de hombres:
el fuerte y el débil. El débil siente miedo ante la nobleza y fuerza de su contrincante, pero
todavía le quedan fuerzas para producir lo que Nietzsche llama “ajuste de cuentas histórico”
y crean a Dios como un ideal basado en el resentimiento9 y la venganza contra los poderosos.
6
Nietzsche critica la tradición racionalista occidental su intención valorativa: inventar otro mundo no tiene
sentido si no se pretende que sea mejor que éste que pisamos, lo cual es propio de una actitud de resentimiento
hacia la vida. Es decir, la función propia de la razón occidental no es pensar la realidad sino valorarla.
7
La teoría del conocimiento de Kant nos revela que no podemos conocer la realidad tal y como ésta es en sí
misma (el noúmeno), sino una representación de esa realidad en la que el sujeto que conoce impone unas formas
necesarias que amoldan el objeto de la experiencia a nuestra razón. Nietzsche se lleva las manos a la cabeza y se
escandaliza con el conformismo que muestra Kant ante semejante descubrimiento. ¡De modo que conocer algo
es imponerle una forma que de suyo no le pertenece, o sea, imponerle una mentira!;… ¡Y el de Köningsberg se
queda tan tranquilo! La teoría del conocimiento de Kant nos presenta, paradójicamente, el orden mentiroso de las
categorías como la “Lógica de la Verdad”… Dicho claramente: Kant llama verdad a lo que claramente es una
mentira. Este amor por la mentira, que nace con Sócrates y que ratifica toda la cultura occidental (incluido el
propio Kant), es un signo ineludible de su debilidad, de su falta de fuerza para enfrentarse a lo real, … de su
“cristianismo”.
8
Es un calificativo que Nietzsche dedica a la razón, porque, según él, inmoviliza y distorsiona lo real. Al buscar
lo universal, fija y destruye la esencia cambiante del mundo.
9
En Nietzsche, el resentimiento es la vivencia de los esclavos morales, de los débiles, consistente en el recelo y
el miedo a la corporeidad, a la vida y a los valores de la tierra. Es el sentimiento que les mueve a inventarse un
7
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De esta manera se produce la inversión de los valores: no la fuerza y la valentía, sino la
compasión y la misericordia, el sacrificio, valores en los que se ve la prevalencia de los
instintos de decadencia sobre los de superación. Partiendo de estos dos tipos de hombres,
distingue dos tipos de moral:

Moral de los señores: es una moral caballeresca, propia de los espíritus elevados, la
que ama y dice sí a la vida, el poder, la grandeza, el placer,… Es la moral del
superhombre, del que quiere la muerte de Dios. Se trata de una moral superior, activa
(creadora de valores), propia de individuos superiores (aristócratas morales).

Moral de los esclavos: es la inversión de los valores, el dolor, la pequeñez, la
humildad, la resignación, la paciencia,… No crea estos valores sino que se los encuentra
ya dados, por eso es pasiva. Esta moral encarna todos los valores de la negatividad y
condena los valores de la vida. Se trata de la moral de los débiles, de aquellos cuyo
resentimiento les obliga a echar mano de la astucia10 para ocultar su debilidad afirmando
la existencia de “otro mundo” y de “otros valores”. Se trata de una inteligencia puesta al
servicio de la debilidad, del temor a la vida. En definitiva, representa la subversión de los
valores que nace con el judaísmo y que hereda y consolida el cristianismo.
Si hacemos un cuadro comparativo de ambas morales, resultaría lo siguiente:
Moral de los señores
Dice sí a la vida
Voluntad de jerarquía, de diferencia
Sentido de la tierra (amor fati)
Vitalidad, actividad
Ama la “muerte de Dios”
Crea valores
Valores: amor propio (querer), pasión,
orgullo.
Moral de los esclavos
Niega la vida
Voluntad de igualdad
Espiritualismo (resentimiento)
Astucia
Ama y teme a Dios
Se encuentra los valores ya dados
Valores: compasión, respeto al deber,
humildad.
Establecida esta distinción, Nietzsche examina la historia de la cultura occidental y
constata un creciente ascenso de los valores de los débiles. Los débiles han tenido fuerza para
imponer su criterio a los fuertes. Para comprender la inversión respecto a los conceptos de
“bueno” y “malo” es necesario acudir al espíritu histórico, concretamente a la etimología.
Nietzsche analizó el vocablo “malo” (schlecht) que significó originariamente “el simple”, el
hombre vulgar y bajo. En cambio, el concepto “bueno” (gut) se refería al hombre de rango
superior, al noble, al poderoso, al señor. Las valoraciones brotaban de una manera de ser, de
una forma de hallarse en la vida y en la sociedad.
C/ Crítica a la religión cristiana.
Toda religión nace del miedo, de la angustias, de las necesidades, de la impotencia que
siente el hombre en sí mismo, por eso, ninguna religión ha contenido jamás alguna verdad.
Nietzsche responsabiliza a la casta sacerdotal, degeneración y, más tarde antítesis de la casta
caballeresca y aristocrática. Los hábitos de aquélla son contrarios a los de ésta. Los
sacerdotes, en su debilidad, se dedican a incubar ideas y sentimientos, de ahí su neurastenia.
Pero el remedio que inventan para curar su enfermedad es peor que la enfermedad misma: los
Mundo Objetivo y Bueno, y la tabla de valores tradicionales característica del cristianismo y de toda la cultura
occidental.
10
Astucia: habilidad para engañar o evitar el engaño o para lograr artificiosamente cualquier fin.
8
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sacerdotes inventan la religión, inventan la metafísica hostil a los sentidos, inventan “el otro
mundo”.
Con ello, el hombre se ha convertido en un animal interesante, con ello el alma humana se
ha vuelto profunda y malvada. Así aparece la maldad por primera vez, frente a la anterior
malicia. La fuente de la nueva valoración será el resentimiento y la sed de venganza de los
sacerdotes. A partir de esta venganza se produce la inversión de los valores y lo que antes era
bueno ahora es malo y viceversa. Esta inversión es llevada a cabo por el pueblo sacerdotal por
excelencia, el pueblo judío, y el cristianismo es heredero de esta inversión. Por esta razón, el
cristianismo no es la religión del amor, sino del odio más profundo contra los buenos, es
decir, contra los nobles, poderosos y veraces. Esta desvaloración producida por el invento de
un mundo ideal supone:

El extravío más fuerte de los instintos, que lleva a inventarse otro mundo y
despreciar éste.

Sólo fomenta valores mezquinos como el sacrificio, la humildad que son
sentimientos del rebaño. Es el enemigo mortal del superhombre.

Habla del pecado que es un atentado contra la vida ya que pervierte la vida
desde su raíz.
2. La filosofía que dice «SÍ»:
la alternativa a la «cultura socrático-platónica».
«Nihilismo», «Voluntad de poder» y «Superhombre»
Todo lo que hemos dicho hasta ahora forma parte de «la filosofía que dice no», es
decir, de los engaños que el hombre ha ido haciéndose a lo largo de la cultura occidental. Esta
filosofía crítica reclama una filosofía positiva que explique como es la verdadera realidad.
2.1. El Nihilismo y sus formas.
El nihilismo no es una doctrina filosófica concreta, sino un movimiento histórico
peculiar que describe el destino de la cultura occidental, inaugurada por Sócrates. El
nihilismo toma como objeto lo sucedido con la verdad del mundo suprasensible: se ha
revelado como una mentira, como una pura nada. La frase «Dios ha muerto», acuñada por
Nietzsche, nos revela la esencia de este pensamiento sobre la historia de Occidente.
2.1.1. La frase de Nietzsche: «Dios ha muerto».
«Los dioses han muerto (...) de risa al oír decir a
uno de ellos que él era el único dios».
NIETZSCHE. Así habló Zaratustra.
Cuando Nietzsche se refiere a Dios se refiere al Dios de la religión, particularmente
del cristianismo, pero también a todo aquello que puede sustituirle, porque en realidad Dios
no es una entidad sino una figura del pensamiento11 que representa lo Absoluto. Dios es la
idea que expresa la realidad absoluta, la realidad que se presenta como la Verdad y el Bien,
como el ámbito objetivo que sirve de fundamento a la existencia y le da UN sentido. Todo
aquello que sirve a los hombres para dar un sentido a la vida, pero que sin embargo se pone
fuera de la vida, es semejante a Dios.
11
Nietzsche considera, igual que Marx, que Dios no crea al hombre, sino que es el hombre el que crea a Dios.
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Nietzsche
El que ha muerto es el Dios monoteísta, el Dios moral de las contraposiciones
metafísicas entre bien y mal, mundo real y mundo aparente... Afirmar que «Dios ha muerto»
es afirmar que los valores supremos se desmoronan, que pierden su valor, que lo que había
sido puesto como «ser verdadero» se convierte en «nada»; es afirmar que estamos perdidos,
sin brújula, ... en el «desierto de la historia». Se trata de una experiencia radical de la finitud,
el convencimiento de la absoluta inconsistencia de la existencia, la falta de respuesta a la
pregunta ¿para qué? ... En definitiva, la «muerte de Dios» significa el fin de toda creencia12
en un sentido de la vida.
¿Por qué se ha producido tal acontecimiento? Nietzsche está lejos de pretender
presentar la muerte de Dios como consecuencia (efecto o resultado) de su propia crítica a la
cultura occidental. El autor del Zaratustra se presenta como notario que levanta acta de un
hecho histórico del que es testigo pero no protagonista: a Dios lo han matado sus creadores en
los que poco a poco, desde el empirismo y sobre todo tras de la Ilustración 13, ha ido ocupando
un papel más secundario frente al hombre, hasta acabar siendo nada.
En este sentido, como decíamos más arriba, el nihilismo es la lógica de occidente, el
desenlace de toda la cultura occidental.
2.1.2. Las formas de Nihilismo.
Ahora bien, el nihilismo que trae consigo la «muerte de Dios» puede revestir dos
formas:
A) Nihilismo negativo. Este sentido o significado del nihilismo en Nietzsche se
refiere a la actitud de aquellos que han matado a Dios, pero que siguen presos de la
mentalidad propia de la cultura occidental. En su obra Así habló Zaratustra Nietzsche
representa esta forma de manifestarse el espíritu con la figura del camello, símbolo de la
aceptación resignada de las mayores cargas. Se puede ser nihilista negativo de dos maneras:
1. REACTIVO: La muerte de Dios implica que todos los valores son relativos y parciales.
Dicho en lenguaje nietzscheano, la muerte de Dios supone la desvalorización de todos
los valores. Los que se han desembarazado de Dios, pero proponen valores
alternativos con carácter universal son nihilistas, pero en sentido negativo-reactivo:
aún expresan odio, resentimiento y negación de la vida: son unos decadentes.
2. PASIVO: El nihilista pasivo no cree en ningún valor, porque cree que todo valor es
posible sólo si Dios existe, y Dios no existe porque ha muerto. Es un hombre que está
convencido de que la vida está vacía, carente de sentido. Se trata de aquellos que han
renunciado a Dios, pero a duras penas, de forma negativa, porque le gustaría que
existiese. Siguen expresando resentimiento contra la vida, resentimiento que
manifiestan en la desesperación, la inacción, la renuncia al deseo, el suicidio, ... Son
débiles pesimistas resignados que se levantan contra la vida y solo buscan sufrir lo
menos posible.
B) Nihilismo positivo (o activo). Se trata de aquel que, tras la «muerte de Dios»,
no intenta encontrar «sustitutos de Dios», ni se lamenta por haberse desenmascarado la
12
Cuando Nietzsche predica la muerte de Dios, no quiere decir que Dios haya existido y después haya muerto
(un absurdo). Nietzsche nunca creyó en la existencia de Dios. Esta tesis señala simplemente que la creencia en
Dios ha muerto.
13
El concepto de razón que tiene la Ilustración es el de una razón secularizada que va alejándose de Dios.
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Nietzsche
mentira de su existencia. Es el negador de la negación de la vida, aquel que acepta la muerte
de Dios y combate (critica) el nihilismo negativo en sus dos versiones14.
Así pues, aunque el nihilismo genere pesimismo, también puede generar fortaleza,
ganas de vivir, aceptando con plena alegría la realidad tal como es. En su obra Así habló
Zaratustra representa esta figura del espíritu con la metáfora del león (por su agresividad y su
capacidad destructiva). Este nihilismo es una fase necesaria para la aparición de un nuevo
momento en la historia de la cultura: el reencuentro con el «sentido de la tierra», la aparición
de una «nueva moral» y de un «nuevo hombre»: el superhombre.
2.2. La «Voluntad de poder» (alternativa a la dialéctica).
«¿Queréis un nombre para este mundo? ¿Una solución para todos
los enigmas? ¿Una luz también para vosotros, los más ocultos, los
más fuertes, los más impávidos, los más de media noche? ¡Este
mundo es la voluntad de poder, y nada más! ¡Y también vosotros
mismos sois esa voluntad de poder, y nada más!»
El concepto central de su obra El nacimiento de la tragedia griega en el espíritu de la
música es la noción de vida como principio último que se encuentra debajo de todos los seres
individuales: la realidad es vida. Nietzsche considera a la vida como una fuerza premoral
(ajena a toda idea de lo bueno y lo malo) que subsiste utilizando y eliminando a los
individuos, que son puros medios -incluido el hombre-, para su realización. La realidad, el
ser, es fundamentalmente vida, y la vida es, según Nietzsche, voluntad de poder:
«Donde vi un ser vivo, allí encontré voluntad de poder… sólo allí donde hay vida
hay voluntad. Pero no simplemente voluntad de vivir (como diría
Schopenhäuer)… sino voluntad de dominio…»
Es decir, vistas desde dentro todas las cosas (incluido el ser humano) no son más que
expresión o manifestación de un fondo primordial que pugna por existir y por existir
siendo más. Con ello expresa Nietzsche el principio que rige la vida como totalidad: el ser, la
realidad, la vida, no son más que deseo de acrecentarse más, de superar todas las dificultades,
de perpetuarse en el tiempo... ¡la vida es voluntad de poder! La voluntad de poder es la
explicación del mecanismo básico de la vida.
Esta nueva ontología que entiende que el ser, la realidad es devenir porque siempre se
está haciendo, porque siempre está por hacerse, se enfrenta a la ontología estática que veía
una apariencia en el devenir, en el cambio. La realidad es un incesante fluir de múltiples
formas. Esta multiplicidad se convierte en “apariencia” cuando lo que se nos muestra en una
perspectiva (la racional, la conceptual) se fija o impone, a través de la costumbre, como lo
único verdadero, con el consiguiente menosprecio de todas las demás perspectivas,
igualmente reales.
Si las categorías, los conceptos, no nos sirven para acercarnos a la realidad múltiple y
cambiante, ¿qué otro medio tenemos para hablar del ser? Contra la petrificación que el
devenir sufre al quedar fijado en una categoría, Nietzsche exalta el poder de la imaginación
metafórica que posee el hombre. La metáfora es considerada como una verdadera perspectiva
de la realidad alejada del dogmatismo platónico, porque se mantiene abierta al mundo al ser la
expresión de una vivencia original, única e individualizada. Toda palabra se convierte en
concepto justamente cuando deja de servir para expresar dicha experiencia y se utiliza para
representar una multiplicidad de cosas o realidades individuales que, rigurosamente hablando,
nunca son idénticas. Por lo tanto, los conceptos, las categorías, es decir, lo que se ha
14
Es decir, también es nihilista la filosofía que intenta mostrar cómo los valores dominantes son una pura nada,
una invención; la filosofía nietzscheana es nihilista en este sentido.
11
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Nietzsche
considerado la verdad, no son más que un conjunto de generalizaciones, de ilusiones, que el
uso y la costumbre han ido imponiendo y cuya naturaleza (metafórica) hemos olvidado:
«metáforas ya olvidadas que han perdido su fuerza sensible, monedas que han perdido
su imagen y que ahora entran en consideración como metal, no como tales monedas»
Así pues, los conceptos son ficciones convencionales con capacidad de designación
más nunca de aclaración.
Con esta «concepción de la realidad», Nietzsche da un salto más allá del dualismo
Apolo-Dionisos. Lo apolíneo es parte de lo dionisiaco que para subsistir se manifiesta a través
de él. La voluntad de poder necesita de los individuos para manifestarse y les hace creer en su
individualidad. El error socrático consiste en poner la apariencia (lo apolíneo) bajo la forma
de la verdad y juzgar esta última (lo dionisiaco, que es la verdadera realidad) por aquélla.
2.3. La transvaloración moral y el ideal del «Superhombre».
La muerte de Dios provoca la desvalorización de todos los valores cristianos. Pero el
hombre no puede vivir sin valores. Por tanto, la nueva transvaloración, tras la inversión moral
de los cristianos, se propone superar la moral occidental, moral de renuncia y resentimiento
hacia la vida, mediante una «nueva tabla»15 en la que estén situados los valores que supongan
un sí radical a la vida. Se trata de volver a una moral de señores, de espíritus libres.
Según Nietzsche, pese a que la cultura europea se ha vuelto atea, ha dejado intactos los
valores del cristianismo. La compasión, el respeto al deber, el igualitarismo, la humildad, ...
todos esos valores emanados del Crucificado no sólo siguen vigentes, sino que se han visto
reforzados con argumentos pretendidamente racionales. Nietzsche cree que ya es hora de que
saquemos las consecuencias que se siguen de esa muerte de Dios en forma de transvaloración
de los valores. Los fuertes deben aprovechar el vacío dejado por Dios para ocupar su lugar,
triturar los valores cristianos y crear otros nuevos. ¿Qué valores son ésos? Aquellos que surjan
de poner cabeza abajo la ética cristiana. La moral cristiana es un invento de sacerdotes
alejados de las mujeres y de toda alegría corporal, que pergeñan una moral espiritual adecuada
para su vida de impotentes. A esto es a lo que Nietzsche llama resentimiento, porque el
sacerdote cristiano no se conforma con renunciar él a los goces de la vida, sino que acusa de
inmoralidad a quienes se atreven a vivir los placeres que ellos no saben disfrutar. Es una
moral de enfermos, débiles, blandos, ... que quieren envenenar la vida feliz que llevan los
fuertes, a base de reproches en forma de leyes éticas generales sancionadas por un Dios que
les garantiza que enviará al infierno a todos cuantos se atrevan a vivir una vida elevada.
Nietzsche propone asumir la muerte de Dios y volver a poner en pie la moral de los señores,
dándole la vuelta a los valores cristianos: orgullo, frente a humildad; pasión (querer), frente a
deber; amor propio, frente a compasión; diferencialismo, frente a igualitarismo; sentido de la
tierra, frente a espiritualismo. El sentido de la tierra es la pasión de los fuertes, su amor por
la carne, por lo efímero y transitorio de este mundo, su afirmación de todos los momentos que
tiene la vida, incluidos los más dolorosos, una afirmación hasta la exasperación, una
afirmación que nos lleva al Eterno Retorno, aquello que Nietzsche consideró el núcleo de su
mensaje y que expuso en la que para él fue su obra más querida: Así habló Zaratustra.
¿En qué consiste básicamente el Eterno Retorno? Según Nietzsche, el mundo es un
conjunto de fuerzas finitas que se combinan de modos diversos a lo largo de un tiempo
infinito. El número de combinaciones es enorme, incalculable, pero ciertamente finito. Así,
resulta que el eterno retorno es la repetición de los mismos acontecimientos en los mismos
individuos. Frente a la concepción pesimista que se deja arrastrar por el fluir de una vida que
15
Queda claro, pues, que Nietzsche se nos presenta como un inmoralista respecto a la moral establecida, pero no
es un pensador amoral, puesto que defiende la existencia de una moral natural: «la moral de señores».
12
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Nietzsche
se repite hasta la eternidad, el pensamiento de Nietzsche implica hacer de cada uno de los
instantes de nuestra vida el mejor de los instantes, puesto que los vamos a vivir eternamente.
Por lo tanto, hemos de tener sumo cuidado con nuestras decisiones, porque lo que hagamos es
infinitamente denso: lo volveremos a vivir una y otra vez. No se trata de decir «sólo se vive
una vez, así que hay que gozar»; ahora el asunto es más grave: «cada instante he de repetirlo
infinitas veces, así que he de convertirlo en algo digno de ser eterno».
La nueva moral basada en un deseo apasionado de vivir sin imposiciones ajenas a la
vida misma, exige la superación del hombre por lo que Nietzsche llama el superhombre:
aquel que ha superado el anhelo de Dios y el miedo a la nada. Nietzsche, más que un
catálogo de virtudes concretas, hace referencia a las disposiciones que promueven el espíritu
libre (el superhombre):
1. La dureza interior. La grandeza del hombre se mide por la capacidad que éste tenga para
soportar el dolor y la posibilidad de aguantar la soledad. Sólo quien no teme al dolor ni a
la soledad puede convertirse en un espíritu libre.
2. No someterse a ninguna autoridad humana. El punto de partida de la moral no es el «tú
debes» kantiano, sino el «yo quiero».
3. Estar fuera del círculo del temor y de la dialéctica bien-mal. Se trata de recuperar la
inocencia y de tener en cuenta que, fuera del juicio humano, la vida no actúa ni bien ni
mal, sino que simplemente se deja llevar por su propio poder. Para Nietzsche, como ya
hemos apuntado más arriba, el odio y resentimiento contra la vida que implican las
construcciones racionales y la moral tiene un claro motivo: el miedo a asumir la propia
condición de seres finitos y caducos. Por eso, este estadio superior implica «aceptar la
vida como venga», que Nietzsche bautiza como amor fati. El único que es capaz de jugar
con el mundo, fuera de todo temor y de las clasificaciones morales es el niño, y por eso,
tras el camello (nihilista negativo) y el león (nihilista activo), representa el último estadio
de la transformación del hombre en superhombre en su libro Así habló Zaratustra.
El superhombre cumple las características con las que hemos descrito el espíritu libre:
como el camello, es capaz de vivir en el dolor y en la soledad; como el león se enfrenta a todo
deber exterior a él; como el niño, se atreve a decir sí al libre juego de la vida, que lo ha de
aniquilar. El niño representa al hombre que sabe de la inocencia del devenir, que inventa
valores, que toma la vida como juego, como afirmación, es el sí radical al mundo dionisiaco.
Es la metáfora del hombre del futuro, del superhombre. Oigamos al propio Nietzsche en su
obra Así habló Zaratustra:
«Mas ahora decidme, hermanos míos: ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el
león haya podido hacer? ¿Para qué, pues, habría de convertirse en niño el león carnicero? Sí,
hermanos míos, para el juego divino del crear se necesita un santo decir “sí”: el espíritu lucha
ahora por su voluntad propia, el que se retiró del mundo conquista ahora su mundo»
El ideal del superhombre pretende, en resumidas cuentas, abarcar la meta más
profunda que se ha pedido a un hombre: no ser más que hombre, o, como dice Nietzsche,
permanecer fiel al «sentido de la tierra», que es la pasión de los fuertes, como decíamos
más arriba. Sólo quien demuestre no temer, solo quien no anhele ninguna forma disfrazada de
trascendencia, será verdaderamente libre, dueño de sí mismo, y por tanto, habrá dado el salto
definitivo más allá del hombre. Es un ser sin miedo, que se atreve a reír frente a todo lo
tremendo en sentido físico (el dolor y la muerte) y espiritual (la desesperanza y el nihilismo).
Por tanto, el superhombre no se puede identificar con una clase social con privilegios
(la aristocracia, por ejemplo) que le puedan venir por la tradición o que descansen en su poder
social, ni con un grupo definido biológicamente (una raza, por ejemplo). A éste lo
conoceremos por su «fidelidad al sentido de la tierra». Oigamos nuevamente a Nietzsche:
13
Nietzsche
«Escuchad y os diré lo que es el superhombre. El superhombre es el sentido de la tierra. Que
vuestra voluntad diga: sea el superhombre el sentido de la tierra.. ¡Yo os conjuro, hermanos
míos, a que permanezcáis fieles al sentido de la tierra y no prestéis fe a los que os hablan de
esperanzas ultraterrenas! Son destiladores de veneno, conscientes o inconscientes. Son
despreciadores de la vida; llevan dentro de sí el germen de la muerte y están ellos mismos
envenenados. La Tierra está cansada de ellos: ¡muéranse pues de una vez!»
14
Filosofía II
Filosofía II
Nietzsche
F. NIETZSCHE. Crepúsculo de los ídolos. Madrid, Alianza, págs. 45-59.
1) GUÍA DE LECTURA DE LOS PÁRRAFOS SELECCIONADOS:
LA «RAZÓN» EN LA FILOSOFÍA
1
Crítica al aspecto ontológico de la metafísica. Nietzsche critica la creación de categorías (que no son más que momias
del conocimiento) como un medio para aquietar el devenir incesante de la realidad.
Los filósofos han negado el devenir afirmando la quietud; han negado la pluralidad afirmando la unidad; ... En
una palabra, han negado el conocimiento sensitivo por considerarlo engañoso, porque nos ofrece una realidad que no
queremos asumir porque no permanece. Y así se acaba negando la realidad, negando al cuerpo y afirmando otra
realidad donde habitan los conceptos o categorías (fijos y permanentes).
2
Para Nietzsche, el único filósofo que no falseaba la realidad fue Heráclito. Ya dijimos que el único punto de
coincidencia entre Parménides y Heráclito es que ambos son racionalistas (Heráclito también renegaba de los
sentidos), porque mantienen que la razón es la única que puede desentrañar lo que en realidad son las cosas. Pero lo
que capta la razón era distinto para ambos:
 Para Parménides capta la quietud: el devenir es mera ficción, mera apariencia.
 Para Heráclito la realidad es puro devenir, cambio y multiplicidad.
Para Nietzsche los sentidos no nos engañan, nos engañamos nosotros mismo al interpretarlos. Nosotros, por
nuestra inseguridad, por el miedo, transformamos su testimonio en mentira.
3
La ciencia ha rescatado del rincón ignominioso a los sentidos, valorándolos como los órganos que necesita para
capturar la realidad. Todo lo demás es metafísicamente no-ciencia. Hay otras ciencias que no necesitan de los sentidos:
la lógica y la matemática.
4
Los conceptos surgen de una experiencia originaria, única, irrepetible. De esa experiencia surge una metáfora
(totalmente abierta, con posibilidad de admitir distintas interpretaciones); cuando se olvida el origen metafórico, esa
experiencia se convierte en algo inamovible: se petrifica en el concepto. Pero la realidad no se puede petrificar,
encerrar, capturar, ... Por lo que los conceptos acaban siendo vacíos. Lo último, por tanto, son los conceptos y, de entre
ellos, el concepto de Dios.
Dios surge del miedo, de la impotencia que siente el hombre en sí mismo. Por eso, ninguna religión ha contenido
jamás una verdad. Y Dios, lo último, lo superior, no puede provenir de lo inferior, el hombre, así que, se acaba
convirtiendo en lo primero, en la causa primera. Todas las cosas superiores tiene que tener una procedencia distinta, no
pueden proceder del mundo cambiante, por lo tanto, proceden del mundo superior, el mundo inteligible.
Los inventores de la religión son enfermos mentales y crean un remedio que es peor que la enfermedad misma.
5
Estamos necesitados del error de las categorías porque en ellas encontramos seguridad y reposo. El lenguaje (como
producto de la razón) es el responsable de que permanezcamos en el error, de la misma manera que el «ojo» parece ver
el verdadero movimiento de los planetas y no es más que una ilusión.
Nietzsche realiza un recorrido histórico de cómo aparece el lenguaje y cómo se produce la categorización de la
realidad:
 La génesis del lenguaje es la misma génesis del hombre. El lenguaje se convierte en un fetiche (algo digno
de adoración).
 Consciencia del yo como causa y como sustancia.
 Del concepto «yo» surge el concepto «ser» (en el sentido tradicional del término).
 RACIONALISMO: el criterio de certeza es el sujeto utilizando las categorías (palabras sólo) de la razón.
Concluyeron que las categorías (únicas) no pueden surgir de la experiencia (múltiple).
El hombre (su alma, lo más importante) ha habitado en otro mundo (alusión al mundo inteligible de Platón) y en
ese contemplamos la verdad.
Nietzsche afirma que no hay otro mundo ni otra verdad más que ésta. Las categorías no son más que palabras
persuasivas, engañadoras palabras. La más persuasiva, la más grande y más engañadora es «Dios». Mientras sigamos
confiando en la gramática, la idea de Dios permanecerá.
6
Cuatro tesis que sintetizan su crítica a la invención de otro mundo y la calificación de éste como mundo aparente:
1. Las razones que los filósofos aducen para tachar a este mundo de aparente son las que justifican su realidad.
2. Los calificativos asignados al ser son los que designan al no-ser, y por oposición al mundo real se construye el
mundo verdadero (Falso: sólo es una ilusión óptica).
3. La invención de otro mundo es fruto del sinsentido, del empequeñecimiento, de la huida de la vida, de una
venganza contra la vida.
4. La división de la realidad en dos mundos es síntoma de decadencia. Alusión a las formas dionisíacas: actitud de
los griegos (antes de la tradición socrática y platónica) en la que lejos de rechazar y darle la espalda a la vida, se
funde con la vida, con todo su dramatismo y toda su desesperación, pero también con toda su grandeza.
15
Filosofía II
Nietzsche
2) EL TEXTO:
La «razón» en la filosofía
1
¿Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en los
filósofos?... Por ejemplo, su falta de sentido histórico, su odio a
la noción misma de devenir, su egipticismo. Ellos creen otorgar
un honor a una cosa cuando la deshistorizan, sub specie aeterni
[desde la perspectiva de lo eterno], -cuando hacen de ella una
momia. Todo lo que los filósofos han venido manejando desde
hace milenios fueron momias conceptuales; de sus manos no
salió vivo nada real. Matan, rellenan de paja, esos señores
idólatras de los conceptos, cuando adoran, -se vuelven
mortalmente peligrosos para todo, cuando adoran. La muerte, el
cambio, la vejez, así como la procreación y el crecimiento son
para ellos objeciones, -incluso refutaciones. Lo que es no
deviene; lo que deviene no es... Ahora bien, todos ellos creen,
incluso con desesperación, en lo que es. Más como no pueden
apoderarse de ello, buscan razones de por qué se les retiene.
«Tiene que haber una ilusión, un engaño en el hecho de que no
percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador? -«Lo
tenemos, gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos,
que también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan
acerca del mundo verdadero. Moraleja: deshacerse del engaño
de los sentidos, del devenir, de la historia [Historie], de la
mentira, -la historia no es más que fe en los sentidos, fe en la
mentira. Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe a los
sentidos, a todo el resto de la humanidad: todo él es «pueblo».
¡Ser filósofo, ser momia, representar el monótono-teísmo con
una mímica de sepulturero! - ¡Y, sobre todo, fuera el cuerpo,
esa lamentable idée fixe [idea fija] de los sentidos!, ¡sujeto a
todos los errores de la lógica que existen, refutado, incluso
imposible, aun cuando es lo bastante insolente para
comportarse como si fuera real! ...»
2
Pongo a un lado, con gran reverencia, el nombre de
Heráclito. Mientras que el resto del pueblo de los filósofos
rechazaba el testimonio de los sentidos porque éstos mostraban
pluralidad y modificación, él rechazó su testimonio porque
mostraban las cosas como si tuviesen duración y unidad.
También Heráclito fue injusto con los sentidos. Estos no
mienten ni del modo como creen los eleatas ni del modo como
creía él, -no mienten de ninguna manera. Lo que nosotros
hacemos de su testimonio, eso es lo que introduce la mentira,
por ejemplo la mentira de la unidad, la mentira de la coseidad,
de la sustancia, de la duración... La «razón» es la causa de que
nosotros falseemos el testimonio de los sentidos. Mostrando el
devenir, el perecer, el cambio, los sentidos no mienten... Pero
16
ANOTACIONES:
Filosofía II
Nietzsche
Heráclito tendrá eternamente razón al decir que el ser es una
ficción vacía. El mundo «aparente» es el único: el «mundo
verdadero» no es más que un añadido mentiroso...
3
-¡Y qué sutiles instrumentos de observación tenemos en
nuestros sentidos! Esa nariz, por ejemplo, de la que ningún
filósofo ha hablado todavía con veneración y gratitud, es hasta
este momento incluso el más delicado de los instrumentos que
están a nuestra disposición: es capaz de registrar incluso
diferencias mínimas de movimiento que ni siquiera el
espectroscopio registra. Hoy nosotros poseemos ciencia
exactamente en la medida en que nos hemos decidido a aceptar
el testimonio de los sentidos, -en que hemos aprendido a seguir
aguzándolos, armándolos, pensándolos hasta el final. El resto
es un aborto y todavía-no-ciencia: quiero decir, metafísica,
teología, psicología, teoría del conocimiento. O ciencia formal,
teoría de los signos: como la lógica, y esa lógica aplicada, la
matemática. En ellas la realidad no llega a aparecer, ni siquiera
como problema; y tampoco como la cuestión de qué valor tiene
en general ese convencionalismo de signos que es la lógica.
4
La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos
peligrosa: consiste en confundir lo último y lo primero. Ponen
al comienzo, como comienzo, lo que viene al final -¡por
desgracia!, ¡pues no debería siquiera venir!- los «conceptos
supremos», es decir, los conceptos más generales, los más
vacíos, el último humo de la realidad que se evapora. Esto es,
una vez más, sólo expresión de su modo de venerar: a lo
superior no le es lícito provenir de lo inferior, no le es lícito
provenir de nada... Moraleja: todo lo que es de primer rango
tiene que ser causa sui [causa de sí mismo]. El proceder de algo
distinto es considerado como una objeción, como algo que pone
en entredicho el valor. Todos los valores supremos son de
primer rango, ninguno de los conceptos supremos, lo existente,
lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto -ninguno
de ellos puede haber devenido, por consiguiente tiene que ser
causa sui. Mas ninguna de esas cosas puede ser tampoco
desigual una de otra, no puede estar en contradicción consigo
misma... Con esto tienen los filósofos su estupendo concepto
«Dios» ... Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto
como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum
[ente realísimo] ... ¡Que la humanidad haya tenido que tomar en
serio las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores de
telarañas! - ¡Y lo ha pagado caro! ...
5
-Contrapongamos a esto, por fin, el modo tan distinto
como nosotros (-digo nosotros por cortesía...) vemos el
problema del error y de la apariencia. En otro tiempo se tomaba
17
Filosofía II
Nietzsche
la modificación, el cambio, el devenir en general como prueba
de apariencia, como signo de que ahí tiene que haber algo que
nos induce a error. Hoy, a la inversa, en la exacta medida en
que el prejuicio de la razón nos fuerza a asignar unidad,
identidad, duración, sustancia, causa, coseidad, ser, nos vemos
en cierto modo cogidos en el error, necesitados al error; aun
cuando, basándonos en una verificación rigurosa, dentro de
nosotros estemos muy seguros de que es ahí donde está el error.
Ocurre con esto lo mismo que con los movimientos de una gran
constelación: en éstos el error tiene como abogado permanente
a nuestro ojo, allí a nuestro lenguaje. Por su génesis el lenguaje
pertenece a la época de la forma más rudimentaria de
psicología: penetramos en un fetichismo grosero cuando
adquirimos consciencia de los presupuestos básicos de la
metafísica del lenguaje, dicho con claridad: de la razón. Ese
fetichismo ve en todas partes agentes y acciones: cree que la
voluntad es la causa en general, cree en el «yo», cree que el yo
es un ser, que el yo es una sustancia, y proyecta sobre todas las
cosas la creencia en la sustancia-yo -así es como crea el
concepto «cosa» ... El ser es añadido con el pensamiento, es
introducido subrepticiamente en todas partes como causa; del
concepto «yo» es del que se sigue, como derivado, el concepto
«ser» ... Al comienzo está ese grande y funesto error de que la
voluntad es algo que produce efectos, -de que la voluntad es
una facultad... Hoy sabemos que no es más que una palabra...
Mucho más tarde, en un mundo mil veces más ilustrado, llegó a
la consciencia de los filósofos, para su sorpresa, la seguridad,
la certeza subjetiva en el manejo de las categorías de la razón:
ellos sacaron la conclusión de que esas categorías no podían
proceder de la empiria, -la empiria entera, decían, está, en
efecto, en contradicción con ellas. ¿De dónde proceden, pues? Y tanto en India como en Grecia se cometió el mismo error:
«nosotros tenemos que haber habitado ya alguna vez en un
mundo más alto (-en lugar de en un mundo mucho más bajo:
(¡lo cual habría sido la verdad!), nosotros tenemos que haber
sido divinos, ¡pues poseemos la razón!»... De hecho, hasta
ahora nada ha tenido una fuerza persuasiva más ingenua que el
error acerca del ser, tal como fue formulado, por ejemplo, por
los eleatas: ¡ese error tiene en favor suyo, en efecto, cada
palabra, cada frase que nosotros pronunciamos! -También los
adversarios de los eleatas sucumbieron a la seducción de su
concepto de ser: entre otros Demócrito, cuando inventó su
átomo... La «razón» en el lenguaje: ¡oh, qué vieja hembra
engañadora! Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios
porque continuamos creyendo en la gramática...
6
Se me estará agradecido si condenso un conocimiento
tan esencial, tan nuevo, en cuatro tesis: así facilito la
comprensión, así provoco la contradicción.
18
Filosofía II
Nietzsche
Primera tesis. Las razones por las que «este» mundo ha
sido calificado de aparente fundamentan, antes bien, su
realidad, -otra especie distinta de realidad es absolutamente
indemostrable.
Segunda tesis. Los signos distintivos que han sido
asignados al «ser verdadero» de las cosas son los signos
distintivos del no-ser, de la nada, -a base de ponerlo en
contradicción con el mundo real es como se ha construido el
«mundo verdadero»: un mundo aparente de hecho, en cuanto es
meramente una ilusión óptico-moral.
Tercera tesis. Inventar fábulas acerca de «otro» mundo
distinto de éste no tiene sentido, presuponiendo que no domine
en nosotros un instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de
recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza
de la vida con la fantasmagoría de «otra» vida distinta de ésta,
«mejor» que ésta.
Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo
«verdadero» y en un mundo «aparente», ya sea al modo del
cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia, un
cristiano alevoso), es únicamente una sugestión de la
décadence, -un síntoma de vida descendente... El hecho de que
el artista estime más la apariencia que la realidad no constituye
una objeción contra esta tesis. Pues «la apariencia» significa
aquí la realidad una vez más, sólo que seleccionada, reforzada,
corregida... El artista trágico no es un pesimista, -dice
precisamente sí incluso a todo lo problemático y terrible, es
dionisiaco ...
3) DEFINICIÓN DE TÉRMINOS O EXPRESIONES:
Idiosincrasia. El término idiosincrasia viene de dos palabras griegas, “idios” y “synkrasis”,
que significan propio y temperamento, respectivamente. Por lo tanto, se trata del
temperamento o manera de ser propia y peculiar que caracteriza a un individuo o una
colectividad. Nietzsche utiliza este término en un sentido despectivo: se trata de aquello que
hace de los filósofos unos idiotas, unos estúpidos, unos decadentes… unos degenerados. En
este capítulo, “La razón en la filosofía”, Nietzsche expone las dos peculiaridades de los
filósofos. En primer lugar, su odio a la noción de devenir, con la consiguiente invención de
“otro mundo” en el que las cosas no cambian, un mundo ilusorio construido con los cadáveres
momificados de la única y auténtica realidad cambiante. Por otro lado, también es
peculiaridad en los filósofos cambiar lo primero por lo último, “invertir los valores”,
transmutar lo real en lo aparente y lo inventado e ilusorio en lo real y verdadero. Se trata de
una actitud fetichista y mezquina de adoración y amor al espejismo y la mentira que nace del
miedo a lo real… del miedo a la muerte.
Resentimiento. En Nietzsche, el resentimiento es la vivencia de los esclavos morales, de
los débiles, consistente en el recelo y el miedo a la corporeidad, a la vida y a los valores de la
tierra. Es el sentimiento interno de odio y venganza reprimidos ante la propia debilidad e
impotencia que les mueve a inventarse un Mundo Objetivo y Bueno, y la tabla de valores
tradicionales característica del cristianismo y de toda la cultura occidental. En definitiva se
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Nietzsche
Filosofía II
trata de la reacción del hombre débil frente al superior que provoca lo que Nietzsche
denomina el “ajuste de cuentas histórico”.
“Causa sui” / “Ens realissimun” / “Dios”. “Causa sui” es una expresión de la filosofía
escolástica que significa “causa de sí mismo”. Tomás de Aquino la usa en la 2ª vía para
demostrar la existencia de Dios. En ella el Aquinate afirma que todos los seres de este mundo
tienen una causa. Retrocediendo en la cadena de causas, tiene que haber una PRIMERA CAUSA
que no sea causada por otra cosa, es decir, que sea causa sui. Esta causa se llama Dios (el
único ser que tiene en sí mismo su propia causa). “Ens realissimun” es también una expresión
de la filosofía escolástica medieval que significa “ente realísimo”, el ser más real. Se trata de
un concepto al que se llega desde la distinción tomista entre “ser necesario” y “ser
contingente” usada en su 3ª vía para demostrar la existencia de Dios. Tomás de Aquino
mantiene que todos los seres de este mundo son contingentes porque, aunque existen, podrían
no existir, es decir, podrían no ser reales. Esto implica que el mundo en algún momento no
existió. ¿De dónde surgió? ¿De la nada? No, de la nada nada sale. Por lo tanto, debe existir un
SER NECESARIO, es decir, un ser que existe y es imposible que no exista (es decir, es imposible
que no sea real). A este ser se le llama Dios, el ser Perfecto y, por lo tanto, necesario.
Egipticismo. Se trata de la idiosincrasia propia de los filósofos consistente en matar y
petrificar la realidad plural y cambiante, momificándola mediante los conceptos racionales en
los que pretenden encerrar “encerrar la esencia” (universal y fija) de todo lo que existe. Se
trata de una actitud ridícula y mentirosa que nace del resentimiento y fruto del miedo al
devenir que provoca en los hombres débiles el “testimonio de los sentidos”: a saber, que la
realidad es un flujo continuo de creación y destrucción de entes en los que la vida se expresa.
Devenir. Este término viene a significar “llegar a ser”, “ir siendo”. Con “devenir” Nietzsche
pretende expresar el modo de ser de la realidad, una realidad que continuamente está
creándose y destruyéndose, una realidad considerada “aterradora” para el hombre débil,
porque no se deja atrapar, porque es imprevisible e impredecible. Es el río heracliteano que
fluye continuamente y que impide bañarse en las mismas aguas. Por su concepción de la
realidad, Heráclito es salvado del martillo Nietzscheano.
Frente a la noción misma de DEVENIR, los filósofos han creado otra: el SER, la esencia, lo real
de las cosas frente a la “apariencia” cambiante y devenida. El ser es lo quieto, lo predecible y
lo que nos proporciona seguridad en medio de este caos que es la vida. El devenir es el río y el
ser los diques que pretenden contenerlo y que son continuamente burlados porque el agua
busca caminos para seguir siendo río.
Ser / “Realidad” / “Esencia” (y términos similares). El término ser para Nietzsche no es
más que una ficción creada por la vanidad de la razón y por la gramática. Tradicionalmente, el
ser de las cosas es lo quieto, lo permanente y, por tanto, lo cognoscible. Para Nietzsche todas
las categorías metafísicas (sustancia, ser, esencia, unidad, coseidad,…) son puras invenciones
para encontrar en ellas el reposo y la regularidad que no encuentra en el único mundo
existente, el que ofrecen los sentidos. El ser, un “concepto supremo” en principio vacío, se
carga de valor ontológico y se convierte en la realidad en “lo que es” (Idea); y así, se va
creando la oposición con el no ser, lo que cambia (lo aparente, falso, sensible). La creación y
valoración de esos conceptos no es más que un síntoma de decadencia y resentimiento ante la
vida.
Testimonio de los sentidos. Lo que los sentidos nos dicen, nos informan de la realidad.
La facultad de los sentidos ha sido vilipendiada a lo largo de la historia del pensamiento
occidental. Para Nietzsche, cuando el hombre débil se enfrenta a la realidad, la imagen que
recibe (cambio, decrepitud y muerte) no se corresponde con la imagen racional (unidad,
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Nietzsche
eternidad, esencia). ¿Dónde está el engañador? En los sentidos. Por esa razón se descalifica el
conocimiento sensible, porque incomoda, disgusta. Los sentidos nos ofrecen lo que hay, no
nos engañan de ningún modo. Se engaña el hombre débil cuando no cree lo que dicen sus
sentidos, lo que “le grita” su cuerpo. Es precisamente el testimonio de los sentidos el que
provoca el “mecanismo de defensa” de la negación de esta realidad y la invención de una
mentira fraguada “en el interior de la caverna de Platón”.
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