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Evolución del Islam después
de Mahoma
A lo largo de los siglos VII y VIII ocurrió la expansión
territorial del islam y durante esas dos centurias y las dos
posteriores se realizaron las cuestiones legislativas y
teológicas básicas del islam ortodoxo. A pesar de que no tan
fundamental como en el cristianismo, en el islam la Teología
es casi tan relevante como el Derecho. Los debates y las
discrepancias teológicas comenzaron muy poco tras el
fallecimiento de Mahoma. El primer enfrentamiento relevante lo
desencadenó el homicidio del tercer califa, Utmán ibn Affan, y
su posible sucesión. Se planteó la cuestión de si un musulmán
seguía siéndolo tras perpetrar pecados graves. Un conjunto
fanático, cuyos miembros fueron llamados jariyíes, sostenía
que la comisión de pecados graves, sin el debido
arrepentimiento, podía llevar incluso a la exclusión del
musulmán (aunque siguiera respetando los restantes artículos
de fe) de la comunidad islámica. Para ellos, las buenas obras,
y no sólo fe, eran fundamentales para el islam. Los jariyíes
aparecieron a considerar impías a casi todas las autoridades
políticas musulmanas y, tras numerosas rebeliones, fueron
borrados. Una facción jariyí más moderada, los ibadíes,
consiguió sobrevivir y pervive en el norte y este de África, y
en algunos países de Oriente Próximo (Siria y Omán).
Los mutazilíes
La traducción de las obras filosóficas griegas al árabe en los
siglos VIII y IX contribuyó a la aparición de la primera
escuela relevante de teología islámica, los mutazilíes, que
recalcaban la razón y la lógica rigurosa. La cuestión de la
relevancia de las buenas obras persistía y los mutazilíes
propugnaban que una persona que cometiera un pecado grave sin
arrepentirse no era un musulmán (muslim) sin embargo tampoco
era un no musulmán (kafir), sino que ocupaba un terreno
intermedio (fasiq). Pero, pusieron el énfasis en la absoluta
unicidad y justicia de Dios. Afirmaban que Dios era pura
esencia sin atributos, puesto que los atributos implicarían
multiplicidad.
La justicia divina precisa del libre albedrío, ya que si el
individuo no fuera libre para tomar la elección entre el bien
y el mal, trofeo y escarmiento serían absurdos. Dios, al ser
perfecto y justo, no puede abstenerse de reequilibrar el bien
y castigar el mal.
Los mutazilíes sostenían que la razón humana sirve para
discernir entre el bien y el mal. La teología de los
mutazilíes fue establecida como credo oficial por el califa
Al-Mamun, sin embargo hacia el siglo X se produjo una
reacción, encabezada por el filósofo Al-Ashari y sus
incondicionales, los asharíes. Negaban el libre albedrío,
considerando este concepto incompatible con el poder
definitivo y la voluntad de Dios. Rechazaban de igual forma
que la razón natural humana pudiera conducir al conocimiento
del bien y del mal, pues las verdades morales son establecidas
por Dios y sólo se pueden conocer a través de la revelación
divina. Los conceptos de Al-Ashari y su escuela fueron
fijándose con tardanza entre los suníes u ortodoxos, y siguen
predominando entre los musulmanes. Pero, la tendencia de los
suníes ha sido soportar y adaptar pequeñas distinciones de
opinión y recalcar el consenso de la comunidad en materia de
doctrina.
Filosofía medieval
Los mutazilíes fueron quizá los primeros musulmanes que
tomaron los métodos filosóficos griegos para difundir sus
ideas. Algunos de sus contrincantes emplearon los mismos
métodos y el debate dio paso al movimiento filosófico
islámico, inspirado en gran medida en la traducción al árabe
de las obras filosóficas y científicas griegas y en su estudio
promovido por el califa Al-Mamun.
El primer filósofo islámico relevante fue Al-Kindi (siglo IX),
que intentó integrar los conceptos de la filosofía griega con
las verdades expuestas del islam, que sopesaba superiores al
razonamiento filosófico. Al igual que los posteriores
filósofos islámicos de este periodo, estuvo influido ante todo
por las obras de Aristóteles y por el neoplatonismo, que
sintetizó en un exclusivo método filosófico. Alfarabí se
transformó en el siglo X en el primer filósofo islámico que
subordinó la manifestación y la ley religiosa a la filosofía.
Sostuvo que la verdad filosófica es idéntica en todo el mundo
y que las numerosas religiones existentes son expresiones
simbólicas de una religión universal ideal.
El erudito persa Avicena está considerado el pensador musulmán
más célebre del siglo XI y, probablemente, de la edad media.
Su obra más relevante fue Kitab ash-Shifa (El libro de la
curación), recopilación de tratados sobre lógica, metafísica,
antropología y ciencias naturales.
En el siglo XI, Avicena consiguió la más sistemática
integración del racionalismo griego y del pensamiento
islámico, aunque fuera a costa de varios artículos de fe
ortodoxos como la convicción en la inmortalidad personal y en
la creación del mundo. Igualmente sostenía que la religión era
filosofía sin embargo con un lenguaje metafórico que la hace
aceptable para las masas, inaptos de comprender las verdades
filosóficas en formulaciones racionales. Estos conceptos
hicieron ataques contra Avicena y contra la filosofía en
general por parte de los pensadores islámicos más ortodoxos, y
especialmente del teólogo Algazel, cuyo libro La destrucción
de los filósofos tuvo mucho que ver con el declive final de la
especulación racionalista en la comunidad islámica. Averroes,
filósofo y médico hispanoárabe del siglo XII, protegió los
conceptos aristotélicos y platónicos contra Algazel y llegó a
ser el filósofo islámico más relevante de la historia de
Occidente gracias a su influencia en la escolástica.
Sufismo
El movimiento espiritual llamado sufismo tuvo su naturaleza en
el siglo VIII, en el momento en que pequeños círculos de
musulmanes compasivos, como reacción ante la creciente
atracción por los bienes terrenales que mostraba la comunidad
islámica, comenzaron a llamar la atención sobre la relevancia
de la vida interior del espíritu y la purificación moral. A lo
largo del siglo IX el sufismo se desarrolló como doctrina
mística, con la comunión directa o incluso una unión de
éxtasis con Dios, como su ideal. Esta aspiración a la unión
mística con Dios violaba el pacto islámico ortodoxo con el
monoteísmo. Por esta razón fue asesinado en Bagdad, en el año
922, el sufí Al-Hallaj, imputado de haber manifestado su
identidad con Dios. Destacados sufistas pretendieron después
conquistar una síntesis entre el sufismo moderado y la
ortodoxia, y en el siglo XI Algazel consiguió insertarlo en el
ámbito de la ortodoxia sunita.
En el siglo XII el sufismo dejó de ser patrimonio de una elite
instruida y se transformó en un complejo movimiento popular
(‘Dios no tiene fin y la palabra del Corán es inagotable’). La
persistencia sufí en el conocimiento y en el amor de Dios
aumentó la persuasión del islam para las masas e hizo posible
su prolongación más allá de Oriente Próximo, arribando a
África y Asia oriental. La hermandad sufí se multiplicó desde
el Atlántico hasta Indonesia; algunas comunidades englobaron
todo mundo islámico y otras fueron regionales o locales. La
grande implantación de estas fraternidades se debió en primera
causa a la aptitud y a la dadivosidad de sus fundadores y
mandatarios, que no sólo atendían las necesidades espirituales
de sus incondicionales sino que igualmente ayudaban a los
indigentes fueran cuales fueran sus convicciones y actuaban
con asiduidad como intermediarios entre el pueblo y los
mandatarios políticos.
Los chiitas
Los chiitas son el exclusivo conjunto disidente de relevancia
con en relación a la ortodoxia suní que sobrevive en el islam.
Surgieron a consecuencia de un tumultuoso enfrentamiento
familiar sobre la sucesión política de Mahoma al fallecimiento
de Alí. Los chiitas aseguraban que gobernar a la comunidad es
un derecho divino de los descendientes del Profeta a través de
su hija Fátima y su marido Alí, quien inaugurara la fase
denominada de los ‘cuatro califas justos’ (658-750). Dentro
del conjunto de los chiitas hay quienes consideran en una
serie de 12 caudillos religiosos infalibles que arranca con el
imán Alí, por lo que a este conjunto igualmente se le conoce
como duodecimanos. El duodécimo y último imán desapareció en
el año 873, y los chiitas aguardan que a su retorno el mundo
se vea presidido por la justicia; teniendo en cuenta que
aseguraban la infalibilidad absoluta de los jefes de la
comunidad, éstos debían ejercerla con autoridad. El imán —de
carácter semidivino— es, por su propia condición, el único
señalado por la luz divina ‘para explicar la ley de Dios’.
Hasta ese momento, incluso el mejor gobernante no tendrá la
legitimidad absoluta. Adicionalmente de los duodecimanos,
otros conjuntos chiitas han sido los zaydíes, los ismailíes o
los nusayríes.