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EL CAMPO MEXICANO HOY. Por: Víctor M. Quintana S. 1. El ajuste estructural y la apertura comercial en el campo mexicano. Desde la mitad de los años treinta hasta mediados de los sesentas el campo mexicano fue la plataforma del desarrollo nacional. Produjo alimentos baratos para la ciudad y materias primas para la industria en continua expansión. A pesar de que los precios rurales se sacrificaban a favor del sector industrial, la agricultura mexicana conoció tasas de crecimiento anuales superiores al 6%. Dos factores, sobre todo, influyen en el agotamiento de ese modelo, ya en 1965: la subvaloración de los productos agrícolas, es decir, la enorme transferencia de recursos del sector agropecuario a otros sectores de la economía. Y la manipulación política de los campesinos. Porque el campo produjo muchos granos básicos, pero también muchos votos. Y en el manejo del campesinado como masa de maniobra del PRI a través de la CNC se fincaron también la corrupción, el control y sofocamiento de cualquier esfuerzo de organización campesina independiente. Los gobiernos de Echeverría y López Portillo intentaron relanzar la agricultura nacional. Le inyectaron enormes recursos e hicieron repuntar un poco la producción y el crecimiento. Sin embargo, con un canal viciado de raíz: todo lo que los regímenes corporativos priístas hicieran por el campo iría fatalmente marcado por la demagogia, el acarreo, y el privilegio de la producción de capital político sobre los alimentos y materias primas. El punto de quiebre en el proceso de la agricultura mexicana es 1982 En agosto de ese año, aprovechando la declaración de quiebra de México hecha por el Secretario de Hacienda, Silva Herzog, se impone a México el Primer Paquete de Medidas de Ajuste Estructural.. La imposición corre a cargo del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Se le llama a este trío “El Consenso de Washington”. Las medidas de ajuste de la economía impuestas por el trío anterior son bien recibidas por la generación de tecnócratas educados en las universidades norteamericanas precisamente para que aplicaran estas políticas de ajuste. Así, desde 1982, se liberan los precios de los insumos agrícolas: energéticos, fertilizantes, maquinaria. Se controlan los precios de garantía y se empieza a reducir la inversión y el gasto gubernamentales en apoyos, extensión e investigación agrícolas. Al mismo tiempo, comienza a abrirse la economía nacional a las importaciones agroalimentarias del extranjero con el ingreso de México al GATT en 1986. Es el ingreso de la agricultura mexicana a la globalización. Esta es la primera generación de medidas de ajuste estructural en el campo. Al llegar Carlos Salinas al poder en 1988, se inicia la segunda generación de medidas de ajuste estructural de la economía. La postura del salinismo en agricultura la resume bien uno de sus altos representantes al decir: “En el campo mexicano sobran muchos millones de campesinos, pues su contribución al producto interno bruto es muy desproporcionada con su participación en el total poblacional. Por lo tanto, de 25 millones hay que reducir la población a unos 5 millones”.Con eso todo estaba dicho. Salinas continúa reduciendo los apoyos al campo a la vez que controla los precios de garantía y reduce el número de productos que cuentan con ellos. Pero su estrategia hacia el campo se centra en dos políticas: privatización de la propiedad agraria y negociación de un tratado de libre comercio con los Estados Unidos. La primera la logra imponiendo una Contrarreforma Agraria. Desde 1992 y con el apoyo de los diputados del PRI y del PAN, las tierras ejidales se pueden enajenar y las compañías por acciones pueden poseer propiedades rurales. El resultado de esta apuesta salinista es el fracaso: actualmente ni el uno por ciento de la inversión extranjera directa que llega a México se dirige hacia la agricultura. La segunda política desemboca en la firma y entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en 1994. Ocho años después el Secretario de Agricultura, Javier Usabiaga, reconoce que “estuvo mal negociado”, que no se defendió adecuadamente al sector agropecuario. Pero en aquellos momentos el inicio de la integración económica (selectiva) con los Estados Unidos tuvo el consenso de todos quienes se fueron de boca con el salinismo La rebelión del EZLN en Chiapas, el mismo minuto que entra en vigor el TLCAN, anuncia y denuncia los estragos que producirá en México su entrada plena a la globalización excluyente. A partir de 1995, el presidente Ernesto Zedillo continúa la guerra contra la agricultura nacional. Desaparece los pocos precios de garantía que quedaban, continúa con la apertura comercial, tolera las importaciones más allá de los cupos permitidos, sigue reduciendo el presupuesto agrícola y cierra la Conasupo. Con ella acabó con el último mecanismo de regulación de precios en el campo y con la institución que manejaba la reserva estratégica de alimentos en el país. Fox asume el poder en el año 2000 con la promesa y la gran expectativa popular de cambio de régimen. Sin embargo, su política económica, específicamente, la agroalimentaria, continúa la estrategia de privilegiar la exportación de hortalizas y productos tropicales, de importar granos baratos y seguir reduciendo el presupuesto y los subsidios para la agricultura nacional. No es sino por la presión del movimiento “El campo no aguanta más” a fines de 2002 y a principios de 2003 que el gobierno federal empieza a incrementar el presupuesto en agricultura a partir de aquel año, tendencia que continúa con el gobierno de Felipe Calderón. Sin embargo, los aumentos presupuestales en lo productivo se concentran en los grandes productores y en los estados más ricos; y una buena parte del incremento se va a los programas meramente asistenciales dirigidos a las zonas en extrema pobreza. 2. Los efectos destructivos del ajuste estructural; El ajuste estructural y la apertura comercial han destruido la economía, la sociedad y los recursos naturales del medio rural mexicano. Así nos lo revelan los siguientes datos: Estancamiento económico del sector agropecuario El crecimiento agropecuario apenas alcanzó una tasa media de 1.5% anual en el periodo 1983-2007, inferior al crecimiento demográfico. Durante los gobiernos del PAN, durante de 2000 a 2011 el PIB sectorial creció sólo un 1.54% promedio anual, y en los últimos seis años, es decir durante el gobierno de Felipe Calderón fue de 1.1%, contra 2.1% y 1.86% de crecimiento de la economía en su totalidad en los mismos períodos, respectivamente. La participación del sector agropecuario en el PIB nacional se ha ido disminuyendo: 3.57% en 2000; 3.55 en 2006 y 3.39% en 2011. Según un estudio Secretaría de Agricultura realizado por la FAO a petición de la y publicado apenas a principios de mayo de 2013, la agricultura mexicana en los últimos diez años ha estado muy por debajo del conjunto de países de América Latina, a excepción de Colombia, Cuba y Haití. Según el propio estudio la productividad de la agricultura mexicana prácticamente ha estado estancada desde 1990 y la productividad en el maíz es más baja que la de Estados Unidos, China, Brasil y Sudáfrica, este último, es de los pocos países que producen maíz blanco para la exportación. Pérdida de la soberanía alimentaria nacional: las importaciones agroalimentarias brincaron de mil 790 millones de dólares en 1982, a 15 mil 984.5 millones de dólares en 2006 y 25 mil millones en 2008 y sobrepasarán los 30 mil millones en 2012. Nuestros índices de cobertura del consumo nacional aparente de los alimentos básicos con importaciones han escalado de manera impresionante al punto que en 2011 importamos el 46% de los alimentos que consumimos, cuando al entrar en vigor el TLCAN importábamos el 24%. En el año 2011 por cada dólar que ingresó al país por concepto de alimentos que exportamos, tuvimos que enviar 4.50 dólares al extranjero para comprar alimentos Desde el inicio del TLCAN el saldo de la balanza comercial agroalimentaria con el extranjero tiene un déficit de más de 45 mil millones de dólares, casi el doble del presupuesto anual de todos los programas federales orientados al campo. Crisis de la producción nacional de maíz. El alimento básico del pueblo de México y principal cultivo industrial, mismo en el que fuimos autosuficientes muchas décadas, ahora lo importamos crecientemente, hasta llegar a comprar al extranjero uno de cada cuatro kilos que consumimos. En 1991 importamos 1.5 millones de toneladas de maíz con un valor de 180 millones de dólares; en 2011, 9.5 millones de toneladas por tres mil millones de dólares, en ese lapso, compramos maíz al extranjero por 18 mil 460 millones de dólares. Caída de la producción nacional de oleaginosas y otros granos básicos. Entre 1990-92 y 2009-11 se redujo en un 40% el área sembrada de oleaginosas, por ejemplo la de soya se redujo de 324 mil a 167 mil hectáreas. Las importaciones de arroz en 1991 cubrían el 25% del consumo nacional, en 2011 llegaron a significar el 85% de dicho consumo. No es extraño pues en 1990 se sembraron en México 120 mil hectáreas de arroz y en 2011, sólo 37 mil hectáreas. La producción nacional de trigo se mantiene prácticamente la misma desde 1990 hasta 2011: 3.8 millones de toneladas. Y el frijol, segundo alimento básico de los mexicanos que en 1990 se sembraba en 2.1 millones de hectáreas, en 2009-2011 bajó a 1.6 millones de hectáreas. En donde se ha incrementado la superficie sembrada es en sorgo y granos forrajeros, como la avena, dada una progresiva “ganaderización” del campo y cambios en la dieta de los mexicanos que ahora consumen más carne. Reducción de la producción agroalimentaria per cápita. el PIB agropecuario y forestal en el trienio 2001-2003 resultó 11.1% inferior al observado en el trienio 1980-1982. En kilogramos per cápita, la producción de los ocho principales granos se redujo 10.8% en el mismo lapso; la producción per cápita de carnes rojas disminuyó 30.2%; la de litros de leche per cápita se redujo 7.9%. Caída del crédito y seguro agropecuario. El crédito al sector agropecuario, forestal y pesquero, como proporción del crédito total, disminuyó de 6.5%, en 1994 a 1.4% en 2007 y solo atiende a 2.6% de la Unidades de Producción Rural en el país. Deterioro del valor de los productos del campo: entre 1990 y 2005: hubo una caída en términos reales que se le pagan al productor de entre 44 y 67% de los precios del maíz, soya, trigo, algodón, arroz, carne, cerdo y pollo. Incremento de la obesidad y del sobrepeso.Según el Journal of Occupational and Environmental Health (Revista de Salud Ocupacional y Ambiental), señala que el incremento de obesidad y sobrepeso en México –12 por ciento entre 2000 y 2006– coincide con la aplicación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte . Durante ese lapso se incrementó en el país el consumo de productos procesados, bebidas gaseosas y otros alimentos con altos niveles de grasa y azúcar, mientras cada vez más empresas estadunidenses aumentaron su presencia en toda la gama de producción y procesamiento, así como en restaurantes y en la venta de comida con la cual transformaron el ambiente de alimento y con ello provocaron un incremento en las tasas de obesidad. Depauperización de las familias en el campo. La caída de la rentabilidad afecta severamente el ingreso de las familias rurales. En octubre de 2011 el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social declaró que el 55.7 % de la población, 63 millones de personas, padece inseguridad alimentaria, de estos 28 millones padecen pobreza por hambre y de ellos 20 millones viven en áreas rurales. Emigración: según la Secretaría del Trabajo desde 1994 han dejado el campo un millón 780 mil personas. Y la Sedesol reconoce que cada día sale del medio rural un promedio de 600 campesinos. Narcotráfico y violencia: Una de las opciones diferentes a la emigración que tienen los campesinos es el cultivo de enervantes: en 2002, ya había100 mil hectáreas dedicadas a ello en las zonas rurales del país. La penetración de la delincuencia organizada acarrea una grave situación de la violencia en el medio rural. Las luchas entre los diferentes grupos de narcotraficantes, las adicciones y la acción de las fuerzas del orden han incrementado exponencialmente la violencia en el campo mexicano. Desgarramiento del tejido social: se da una drástica reducción demográfica en el agro. Al emigrar hombres y jóvenes, tanto mujeres como varones, las familias se van desintegrando. Esto debilita también a las redes sociales que las comunidades rurales han venido construyendo desde hace mucho tiempo y que, de alguna manera, les brindaban una protección ante el despojo y la explotación. Deterioro ambiental: El desastre ambiental en el campo ha crecido, con ineludibles y costosos impactos en las ciudades y para el desarrollo económico nacional. De los 196 millones de hectáreas con que cuenta México, 64 por ciento están degradadas, principalmente por erosión hídrica y eólica. Anualmente se pierde la utilidad agrícola de unas 10 mil hectáreas en las mejores tierras irrigadas, por causa de la acumulación de sales. Ello acumula ya una superficie de 425 mil hectáreas que han dejado de ser útiles para la producción agrícola intensiva. . Concentración de la riqueza La producción de alimentos en México sufre un sesgo a favor de los grandes productores y comercializadores. El dato más contundente es que el subsidio del Procampo que debiera orientarse a dinamizar a los campesinos pobres y medios a producir más y mejores alimentos, es acaparado por los grandes agricultores. El 10% más rico de los productores concentra el 45% de este subsidio y el 80% del programa “ingreso objetivo” de SAGARPA, el 60% de los subsidios para la energía y el agua. En seis estados del norte de la república se concentra, además, el 60% del Procampo, por ejemplo los agricultores de Tamaulipas reciben 17 veces más recursos que los de Oaxaca. Hay una grave amenaza para la producción de alimentos en el país en un contexto internacional en el que el precio de la comida se incrementa sostenidamente. Dicha amenaza radica en que las grandes explotaciones mineras a cielo abierto, las explotaciones forestales, o los proyectos de mega represas ocupan grandes superficies y desplazan a importantes núcleos de población productores de alimentos.