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LA SEGURIDAD VIAL COMO COMPORTAMIENTO MORAL
INTRODUCCIÓN
Artículo sobre la Seguridad Vial y la responsabilidad moral del peatón y
conductor como usuarios de la vía pública.
Esta conferencia esta dividida en una breve introducción, y tres partes
principales que se entrelazan: la moral ayer y hoy; el factor humano y la
necesaria intervención de la ley civil y moral como defensa de la vida humana;
en tercer lugar, el factor psicológico, en unión con las cualidades psicofísicas del
conductor.
Para terminar comentaré algunas aportaciones de las nuevas tecnologías
como la neurotécnica y la orientación de la Iglesia Católica en estos campos.
La Seguridad vial como conjunto de normas jurídicas cuyo objetivo
permanente apunta a la protección del transeúnte y conductores, es decir de todo
usuario de la vía pública. Para que estas normas sean realmente efectivas es
necesaria la colaboración de todos los usuarios.
La Seguridad vial es un objetivo permanente de la gestión de tránsito en
las vías públicas, que aglutina todo un conjunto de acciones y tecnologías,
destinadas a disminuir los riesgos de accidentes, minimizar las tasas de
accidentalidad y sus consecuencias.
El fin de este artículo es reflexionar acerca de la obligación que tenemos
de asumir y cumplir las normas legales establecidas, en los Ordenamientos
jurídicos, como miembros de la comunidad nacional e internacional.
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Pretendemos hacer una llamada a nuestra responsabilidad, para perfeccionar
nuestra conciencia moral, que juzga nuestras acciones, lícitas e ilícitas.
Analizaremos los factores de naturaleza física y las posibles anomalías
psíquicas que se dan en el individuo, y que le incitan a un comportamiento
antisocial. También haremos un recorrido por los valores que presenta
actualmente nuestra sociedad, ¿Son los mismos que el usuario del vehículo
privado o público aplica cuando conduce su coche?
Vivimos en una sociedad rápida; que valora la agresividad; una sociedad
individualista que vive al límite, que a su vez, no asume la obligación al
conducir; no valora los límites de velocidad, e ignora la normativa establecida.
En definitiva: No es capaz de recuperar los valores cívicos como la cortesía, la
prudencia, el respeto y la responsabilidad.
Nuestra sociedad esta invadida por la publicidad, somos atacados día a día
por numerosos anuncios, esponsors, campañas, mensajes, banners, cuñas, y un
sin fin de herramientas para convertirnos en el MEJOR COMPRADOR.
Estamos en la sociedad del abuso de las nuevas tecnologías. Los publicistas son
cajas de resonancia, mensajeros de una marca, un producto o un servicio. Pero
también tienen una responsabilidad social y ética que no puede ni debe ser
dejada en el olvido. “Ellos venden, y aunque son los compradores los que
deciden en última instancia” ¿Están por ello exentos de toda responsabilidad?
Una comprador desorientado decide comprar un producto inducido o
incluso engullido por nuestra sociedad, y adquiere elementos que están por
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encima de sus capacidades psicofísicas o económicas, que en algunos casos en
manos irresponsables o condicionadas por su entorno puede hasta llegar a
convertirse en un arma letal.
Para profundizar en la materia, debo comenzar haciendo una reflexión
sobre el fenómeno de la moral social, hoy.
Los principios fundamentales de la ética se refieren a las
proposiciones o criterios doctrinales que orientan toda la moral social.
Tienen carácter teórico, práctico y validez universal. Son teóricos porque
recogen conceptos que desde un análisis filosófico y teológico tratan de
explicar la realidad del hombre y de la sociedad. Son prácticos porque
impulsan a la construcción de un orden social más acorde con la visión
cristiana de la sociedad. Y tienen validez universal en la medida que
expresan pilares del orden moral natural, aunque su formulación pueda
variar según las circunstancias.
La moral atraviesa en determinadas épocas por momentos de mayor
aceptación o de crisis. Pero desde mediados del siglo XX se ha puesto en
cuestión a la vez los comportamientos morales y su legitimación. Han
surgido nuevos problemas comunes a la humanidad que requieren de
nuevos instrumentos teóricos para solucionarlos: igualdad de todos los
hombres, supervivencia de la humanidad, desnivel en el desarrollo de los
países, el destino del desarrollo tecnológico. Todo esto no ha acabado con
la moral; más bien unos comportamientos han desaparecido y han surgido
otros, que conocemos por los medios de comunicación de masas. Todo ello
obliga replantearnos el comportamiento moral social.
En primer lugar, hay un creciente interés por la moral y se han
relanzado actitudes como el “escándalo”, no sólo ante hechos que se
consideran intolerables, sino ante la relatividad de las normas. Surge
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también la actitud de la “indignación”, como reacción más grave que el
escándalo, pues no sólo rechaza la trasgresión sino que reafirma los valores
ofendidos. Junto a estas actitudes que manifiestan la permanencia del
sentimiento moral, la renovación de la moral social es más comprensible, si
se cuenta además con los nuevos movimientos de tipo cultural, económico,
político, social y religioso que han surgido últimamente -siempre que éstos
sean sinceros-. En efecto, la mera presencia de esos movimientos revela ya
que en el mundo reina la injusticia, y confirma a la vez la permanencia del
sentimiento moral y su concreción práctica.
En segundo lugar, para construir la respuesta a la emergente instancia
moral, se puede seguir un camino corto: elaborar una respuesta moral desde
las indicaciones que surgen del mismo interrogante, u otro largo afrontar
toda la problemática de la instancia moral con el objeto de comprenderla,
conociendo su origen e historia.
En la época moderna el lugar de la moral está entre individuo y
sociedad. La moral constituye una instancia crítica enfrente de la sociedad y
del horizonte mundano, en cuanto deja al descubierto las pretensiones
totalizantes; y el lugar de esa instancia crítica es la relación individuosociedad.
El origen actual en la tarea de la construcción de la moral debe
remontarse a la filosofía moderna, principalmente con Kant, donde el sujeto
ocupa la centralidad absoluta, porque se impone a sí mismo la ley moral. La
subjetividad será el lugar de la moral, apareciendo la relación con los otros
como problemática. La complejidad de la época moderna consiste en
observar como el sujeto tiende a ser el centro de la realidad; pero a la
vez esa conquista del sujeto aparece fuertemente comprometida por el
efectivo desarrollo de la sociedad moderna.
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Para construir la moral social es necesario comprender el fenómeno
moral actual y sus raíces. En el fundamento de dicha moral se encontrará, a
su vez, el fundamento de toda la moral y de la moral de la persona que mira
a la sociedad. En el proceso fenomenológico de la experiencia moral en su
vertiente social ha de considerarse los siguientes estadios:
•
En la experiencia moral del hecho social se dan unas implicaciones:
sociales, personales, familiares, institucionales, etc.
•
Se debe considerar seriamente la reconstrucción de las bases de la
convivencia civil.
•
En toda experiencia moral el sujeto quiere ser reconocido como tal.
•
En la experiencia moral el propio sujeto se esfuerza por actualizar
su propio conocimiento íntimo en el reconocimiento de los demás sujetos.
•
En la experiencia moral debe aparecer el compromiso individual y
colectivo y su consecuente responsabilidad.
Estos valores se distancian de los que parece vender, la sociedad
actual, que nos inundan y marcan inevitablemente en nuestro día a día. Hoy
se valora la agresividad, la individualidad, el vivir al límite, se rechaza el
cumplir
obligaciones pero se potencian las reclamaciones, derechos y
deberes se confunden y se olvida su carácter dual de contrapartida. No se
valora, las normativas establecidas para una mejor convivencia. Nuestras
acciones antisociales nos ofenden a nosotros mismos, a la sociedad, a la
naturaleza y para el creyente, a Dios.
Todos tenemos derechos. Derechos que exigen responsabilidad,
civismo, respeto, educación social, responsabilidad moral, a la vez que debe
sirve para colaborar en busca de una sociedad mejor, de otro modelo de
sociedad, donde los valores dominantes no sean la agresividad, la velocidad
y el individualismo, sino una sociedad que reflexione sobre la ética de un
5
consumo responsable y conciencia de las incapacidades y límites
personales.
Las consecuencias sociales que se consideran apropiadas para la
conducta inaceptable varían ampliamente entre las distintas sociedades y
aún dentro de ellas. El castigo a los criminales va desde multas o
humillaciones, hasta el encarcelamiento o exilio. La forma de castigo
apropiado depende de las teorías acerca de su propósito, ya sea para evitar
que el individuo repita el delito o para disuadir a otros de cometerlo, o
simplemente para causar sufrimiento por su propia falta.
El éxito del castigo para detener el delito es difícil de analizar, debido
en parte a las limitaciones éticas de experimentos que asignan diferentes
castigos a los transgresores de las normas y en parte a causa de la dificultad
de mantener otros factores constantes.
En nuestro tiempo, la tecnología está desempeñando un papel
importante en la conducta humana. El gran valor asignado a la nueva
invención tecnológica en muchas partes del mundo ha conducido a la
comunicación y los viajes cada vez más rápidos y baratos, lo cual a su vez
ha dado lugar a la difusión pronta de modas e ideas, comida, música y
formas de recreación. Los libros, las revistas, la radio, la televisión e
Internet describen las maneras de vestir, ganar dinero, encontrar la
felicidad, y casa. De manera implícita también promueven valores,
aspiraciones y prioridades mediante la descripción del comportamiento de
la gente, como niños, padres, maestros, políticos y atletas, y las actitudes
que muestran hacia la violencia, el sexo, las minorías, las funciones de
hombres y mujeres, y la ilegalidad.
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Mostramos esta faceta de la sociedad actual, como base para entender
la necesidad de la intervención de la ley civil y moral, como defensa y
protección de la vida humana.
La relación entre ley civil y ley moral adquieren una nueva actualidad
en los temas relacionados con el derecho fundamental de la vida, por la
tendencia que existe a exigir una legitimación jurídica de los atentados
contra la vida de los demás, reconocido por los Estados a los ciudadanos.
Nos encontramos, seguramente, en la encrucijada de la cuestión, pues el
derecho fundamental de la vida humana y su protección universal es
precisamente el terreno donde típicamente la ley civil y la ley moral se
encuentran.
La comprensión que el sistema jurídico tiene de la relación entre la ley
civil y la ley moral, la forma de entender su propio papel en el entramado
social, esta enmarcada en un contexto ético determinado, que nos toca vivir
en estos tiempos. Las tendencias más relevantes y su influencia superan el
ámbito del tema que nos ocupa, pues traspasa todas las fronteras de la
convivencia social.
Ya en la antigüedad existía una noción unitaria de responsabilidad
que pretendía preservar un equilibrio cósmico. Era a través de la expiación
y de los sacrificios que la responsabilidad se adjudicaba para restablecer
dicho equilibrio. La modernidad por su parte, trajo consigo la separación
del concepto unitario de responsabilidad en distintos tipos de ella: moral,
política, jurídica, y ésta, a su vez, se fragmentó en civil, penal,
administrativa, ambiental, etc. La noción subyacente a todas las formas de
responsabilidad, es quizás la imputabilidad.
7
La imputabilidad surge de la existencia de una decisión de la autoridad
que atribuye una sanción, o de una norma válida que impone un deber.
Como culpabilidad, la responsabilidad emana del incumplimiento
intencional de tales normas. La responsabilidad jurídica no surge de una
imputación arbitraria sino de una norma jurídica, que a diferencia de la
norma moral procede de un organismo del Estado y es coercitiva. Las
normas jurídicas lo son porque imponen deberes de conducta a un sujeto.
El efecto propio en las normas jurídicas es la reacción que el Derecho
tiene respecto del sujeto que viola la norma jurídica, que no es otra que la
representación del querer de todos. La sanción es la respuesta del sistema
jurídico frente a la violación de la norma.
Es sobre todo la responsabilidad moral la que se relaciona con
acciones y el valor moral de las mismas. Es entonces cuando el daño
causado a un individuo o grupo social, o bien a la sociedad entera por
comisión de acciones cometidas, se les imputa la responsabilidad moral al
violador o violadores de estas leyes, independiente de la sanción penal.
En una ética deontológica, lo que determina si algunas acciones son
correctas o incorrectas es si estas tienen un valor intrínseco de juicios
compartidos por los conceptos y las creencias culturales, religiosas y
filosóficas.
Estos conceptos son generalizados o codificados a menudo por una
cultura o un grupo, y sirve así para regular el comportamiento de sus
miembros.
8
De conformidad a tal codificación se le
puede también llamar
moralidad y el grupo puede depender de una amplia conformidad a tales
códigos para su existencia duradera.
Desde el punto de vista de la organización social, la responsabilidad
moral se diferencia de la responsabilidad jurídica por su carácter interno. La
responsabilidad moral se refiere especialmente al carácter de la conducta, es
decir, la conciencia o intención de quien ha actuado, sin importar aspectos
externos, que estos hechos hayan sido descubiertos o sancionados. La
responsabilidad moral ocupa un lugar cada vez más importante en la
opinión pública cuando la adjudicación de la responsabilidad jurídica a
través de los tribunales es insuficiente para cerrar casos como son los
escándalos de atropellos sin condenar en principio, o absoluciones por
delitos de incumplimiento de las normas emergentes de la Dirección
General de Tráfico, que tanto el conductor como el peatón deben aceptar.
Es la misma sociedad la que nos responsabiliza moralmente de
nuestras acciones y nos indica si merecen premios o castigos por nuestra
forma de actuar. A excepción de algunos que creen que la responsabilidad
moral requiere libre albedrío, en otras palabras, la habilidad de tomar
distintas alternativas. Simultáneamente, otro tema de importancia es si los
individuos siempre son moralmente responsables y, de ser así, en que
sentido.
Entendamos que la ley moral marca en la mente humana las notas de
un conocimiento universal. La ley moral trata de un conjunto de verdades
que indican el orden general que deben seguir las acciones humanas. El
hombre, para conocer la moralidad concreta de sus actos, necesita aplicar la
ley moral en todas y cada una de sus acciones, atendiendo a sus peculiares
9
circunstancias: decir la verdad es un principio general que debe aplicarse a
lo que cada uno debe decir o hacer en un caso concreto. Esta aplicación de
la conciencia al acto es lo que llamamos conciencia moral, que es el
juicio de nuestro intelecto práctico, que a partir de la ley moral
dictamina acerca de la bondad o malicia de ese acto determinado.
La conciencia moral no pone en tela de juicio el valor de la ley
moral, sino la adecuación de los actos a esa ley. La conciencia moral no
es autónoma no crea la norma sino que la aplica en cada caso. La
conciencia moral, es de hecho, la que juzga sobre el acto o actos que se
ponen, permitiendo, aconsejando o prohibiendo.
En el desarrollo de los temas sobre la sociedad que venimos analizando y
de los problemas emergentes de ella, hemos expuesto el factor humano
social. Precisamente, es éste uno de los más esenciales que inciden en la
seguridad vial, en el que la Psicología tiene un amplio espacio de
intervención.
El factor humano psicológico es un aspecto que hay que tener en
cuenta en todas las actividades de la persona cuya acción puede implicar
riesgo y puede existir un alto grado de accidentalidad.
Esta área de trabajo es una de las pocas dentro de la Psicología que ya
en sus orígenes aparece regulada por disposición publicada en los boletines
oficiales, que dictadas al amparo del Código de la Circulación, y en
desarrollo de la obligación establecida para la obtención de un permiso de
conducción se requería poseer las debidas aptitudes físicas y psicofísicas,
según los casos. En la actualidad las aptitudes psicofísicas que deben poseer
los conductores de vehículos se recoge en el Reglamento General de
Conductores, y por el cuál se regulan los Centros de reconocimiento
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destinados a verificarlas donde se exponen los deberes y derechos
profesionales, así como la normativa para la emisión del "apto", o no, del
ciudadano.
Consideramos a la persona como un ser que evoluciona a lo largo de
su vida y por tanto sus capacidades psicofísicas van variando; de ahí la
necesidad de la revisión de estas habilidades y capacidades al cabo de un
periodo de tiempo. A continuación se muestra una secuencia de un video
como ejemplo de lo expuesto.
Cualquier actividad de riesgo como puede ser la conducción, debe ser
objeto de una evaluación psicológica en los Centros especializados para
este fin. La intervención de los profesionales debe consolidarse, eliminando
las deficiencias encontradas, constituyendo la base de especialización y
formación de los psicólogos que están trabajando en este ámbito.
Consideramos que se deben coordinar los esfuerzos de todas las
Entidades e Instituciones, profesionales y personas interesadas en la
consecución de la mejora de las condiciones medio-ambientales, técnicas y
humanas, que permitan una conducción más sana y segura, mayor
tolerancia y respeto, y una reafirmación de los principios elementales de la
convivencia y participación social. Debemos luchar contra los fármacos que
destruyen las capacidades psicofísicas del hombre, como lo son el Alcohol
y las Drogas, legales como ilegales. Es nuestro DEBER, leer el prospecto
de cada medicina que ingerimos, ya que algunas pueden producir sueño,
cansancio, o afectar nuestra mente o a la percepción visual.
Somos víctimas de la avalancha de información, sensaciones, deseos,
vivencias,
experiencias,
indicios,
eventos,
cambios,
lecciones,
conocimientos, ¿Cómo nos afecta esta lucha constante por asimilar las
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ingentes cantidades de datos que recibimos por los múltiples y
crecientes medios que nos rodean?
Las nuevas tecnologías nos invaden, y obligan a la existencia de
nuevos campos de estudio significativos, tal y como lo es para nosotros
la neuroética, que regirá en un futuro la manipulación del cerebro. La
neurociencia es un campo nuevo del conocimiento cuya intención es el
estudio y consideración de los beneficios y peligros asociados a la
investigación moderna del cerebro. La neuroética es el conjunto de las
implicaciones sociales, legales y éticas que resultan del tratamiento y la
manipulación de la mente.
Esta manipulación puede parecer por el momento extraña. Las
tecnologías actuales derivadas de la neurociencia, el desarrollo de nuevos y
poderosos fármacos y la utilización de técnicas de resonancia magnética
para la detección y alteración de los estados neuronales del cerebro, están
abriendo nuevas posibilidades. Esta técnica de tratamiento y manipulación
del cerebro y los estados mentales asociados constituyen lo que se conoce
como neurotecnologías, que en su día también de alguna manera puede
afectar al individuo y tener efectos nocivos en cuanto al incumplimiento de
normas.
Entendemos que el establecimiento de una nueva disciplina como es la
neurociencia puede ser en su aplicación, positiva curativa. Sin embargo,
toda vez que el desarrollo de las neurociencias está dando origen a
problemas éticos morales, deben estudiarse a fondo la forma de corregir y
evitar los efectos perjudiciales que han detectado la neuroética.
En este sentido, ya tenemos muestras en lo que se ha acordado
llamar, el neuromárquetin, que es la propaganda de los productos que al
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ser tan intensa, sugestiva y atractiva, nos invita a adquirir ese producto de
marcas concretas: pantalón, camisa, marca de motocicletas, coches de gran
velocidad, con el que se puede jugar a la aventura. Todo esto se puede
pensar que son elucubraciones de nuestra tecnofilia, pero es cierto que el
neuromárquetin ya esta influyendo en todos nosotros.
En la tercera década de este tercer milenio la computadora será tal que
podrá escanear y producirse un registro impreso de cada axón (nervio) y
cada dendrita, con lo cual se podrá tener un “facsímil computarizado” del
cerebro de cualquier persona.
(La dendrita es la prolongación
protoplasmática de la célula nerviosa, que transporta el impulso nervioso
unidireccional hacia el cuerpo celular).
En referencia a la tecnología debemos decir que el progreso técnico ha
adquirido una dimensión impresionante y favorece las relaciones sociales.
Es un don de Dios, pero debe estar subordinado al bien común,
favoreciendo la interdependencia, la solidaridad internacional y el espíritu
de colaboración humana, para que un abuso del desarrollo no se convierta
en un arma contra la humanidad.
A este respecto, la Doctrina Social de la Iglesia nos enseña que las
nuevas tecnologías suponen grandes transformaciones sociales. Los textos
Pontificios atienden a las nuevas tecnologías desde el proceso de
producción económica de bienes y servicios y por su posterior aplicación al
campo de la comunicación y la cultura. En la Encíclica “Laborem
Exercens” las nuevas tecnologías gozan, además, de la posibilidad de abrir
un nuevo futuro para el hombre, cuando éste se dedique a funciones
culturales más altas, una vez superadas las dificultades económicas. Pero
entonces será necesario que las nuevas tecnologías sean compartidas por
todos los hombres y se usen adecuadamente.
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Con la automación (robótica, cibernética), la técnica actual no solo se
potencia la fuerza muscular del hombre sino también su cerebro. Es una
forma avanzada de técnica y de racionalización que compagina el
maquinismo, la división del trabajo, la electrónica y la cibernética. Como
otros procesos, es un fenómeno ambivalente: contribuye al progreso
humano, pero puede subordinar al hombre a las exigencias de la técnica.
Ya, Pío XII la trató de manera primordial señalando que es una actividad
elogiosa, aunque no es la solución definitiva de los problemas del hombre.
El progreso de la automación no puede prevalecer contra la economía o la
vida social. No puede convertir al hombre en un demiurgo, y el orden social
requiere más conocimientos que los puramente técnicos.
Con la generalización de la informática se ha ocasionado una forma de
vida nueva. Las posibilidades que ofrecen las tecnologías provocan un
primer interrogante en torno a su la manipulación y su uso fraudulento. Por
eso, es necesario reafirmar que el hombre y el bien común están por encima
de todas las posibilidades tecnologías. La Encíclica “Laborem exercens”
trata el asunto dentro de la concepción cristiana del trabajo. Las nuevas
tecnologías están incardinadas en el trabajo del hombre; son fruto e
interactúan entre el sujeto y el objeto del trabajo. Sugiere una profunda
reflexión, en cuanto a los medios mecánicos acerca del comportamiento
moral, en cuanto a la responsabilidad, del buen uso de todos los medios,
incluidos los de automoción, que están al uso y servicio del hombre, pero
no al abuso del uso del medio.
Llegados a este punto, me veo obligado a dejar en ustedes una
aportación, y hacer posible una pequeña marca indeleble que nos permita
entre todos lograr nuestro objetivo de defensa de la vida. Para ello y para
concluir a continuación procederé a extraer unas breves conclusiones.
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Conclusiones
Actualmente la industria del automóvil es una de las más prósperas del
mundo, y factura millones de millones cada año. Los automóviles no sólo
son un medio de transporte, recreo, trabajo, sino también en muchos casos,
símbolo de un estatus social, e incluso la proyección de la personalidad de
sus dueños. Aún así y como sabrán ustedes, también se enfrenta a grandes
retos y cambios, en muchos tecnológicos como pueden ser la nuevas
energías y el reto de la producción sostenible, pero también los retos
MORALES y SOCIALES.
La tecnología de la automoción y el transporte está en un buen
momento. Si aceptamos esta afirmación, entonces los altos índices de
accidentes mortales que se registran en todo el mundo podrían ser signo de
que algo no anda bien en quienes los conducen, sin olvidar, por supuesto,
los fallos mecánicos y estructurales como causa importante del porcentaje
total de estos siniestros.
Los gobiernos son conscientes del fuerte impacto de las cifras de
mortalidad vial, razón por la cual permanentemente diseñan campañas de
sensibilización y prevención. Educar para una buena conducción es una
necesidad que se actualiza cada vez que alguien obtiene o renueva el carné
de conducir, o bien, como prevención, para quienes esperan cumplir la edad
reglamentaria para obtenerlo.
Son muchas las campañas de sensibilización que desde la masificación
del automóvil, se han llevado a la práctica en los distintos países; en otras
palabras, los conductores de hoy, ya sea que tengan 18 ó 60 años, han
estado expuestos o han sido receptores de varias de estas campañas en toda
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su vida. Sin embargo, los índices de accidentabilidad vial siguen siendo una
preocupación para la mayoría de los gobiernos y de la sociedad.
¿Por qué ocurre esto?,
¿Por qué los conductores y muchas veces los peatones actúan
irresponsablemente?,
¿Por qué no se respetan las señalizaciones y reglamentos viales?
Entre las diversas posibles respuestas a estos interrogantes,
probablemente el enfoque de los valores es el menos trabajado, aquél que
tiene relación con el uso del automóvil, el transporte y la necesidad de
trasladarnos, el cómo entendemos estos y otros aspectos que se vinculan
con el tema.
En España, existen algunas entidades que están abordando el tema
desde esta perspectiva en un intento por no quedarse en las soluciones
materiales del tema, sino en darle una vuelta más cultural y ética.
En el marco de ese trabajo se señala que en el trasfondo de muchos
accidentes, reside la prisa, la competencia, la necesidad de competir y
ganar, y el individualismo: conducir y olvidarse de los demás. Para
contrarrestarlos, proponen acentuar el valor de la vida como contraparte aún
más valiosa que estas cadenas que atrapan al hombre de hoy.
Así también señalan que esta nueva ética debe pasar por comprender
que el transitar por espacios públicos –viales o peatonales- es una actividad
social en las que tenemos un rol público, por tanto, una responsabilidad en
la que puede estar en juego incluso la propia vida y la de quienes nos
rodean.
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Otro matiz que se sugiere, es asumir que los accidentes no son
accidentales -por casualidad-, sino que ocurren porque alguien hizo o dejó
de hacer algo que debía responsablemente hacer, tanto a nivel de conductas
individuales, como de responsabilidad social, en lo que a diseño estructural
se refiere.
Si bien los automóviles son un medio que permite superar los límites
humanos, la velocidad, la imagen, la potencia, carecen de muchas
habilidades humanas fundamentales a la hora de utilizar calles y carreteras,
como la prudencia, el respeto, la responsabilidad, la amabilidad, la cortesía,
por eso hay que hacer un ejercicio de realismo para no humanizar estas
máquinas y considerarlas en su justo valor como objetos e instrumentos de
transporte.
Y eso, ¿cómo se materializa?
Incorporar este cambio de sentido en la forma de entender esta
problemática, no sólo apunta a una adaptación del lenguaje, sino que tiene
una aplicación material que se traduce, o debiera traducirse en los
reglamentos que rigen la actividad en todos los países por lo menos de la
UE
Por ejemplo, respecto de los requisitos que debe cumplir una persona
para obtener licencia de conducir. Aquí entran desde la edad, hasta las
habilidades psicotécnicas, los conocimientos teóricos y los prácticos
respecto de la conducción y por supuesto, de los reglamentos respectivos.
En este sentido, existe una tendencia creciente en algunos países a
endurecer cada vez más la obtención de este permiso primando su carácter
oficial y de responsabilidad, para garantizar que quienes lo obtengan, estén
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efectivamente bien preparados para asumir la responsabilidad de guiar una
máquina de transporte privado o público.
Animamos a los que están trabajando en esta línea, apunten hacia la
necesidad de incorporar una formación ético-moral que fortalezca el sentido
de civismo y responsabilidad social, en los programas de formación o
capacitación de los conductores, nuevos y antiguos, para formar conciencia
moral de lo que es y debe ser la conducción.
Otro espacio de materialización de esta perspectiva son las campañas
de sensibilización a través de los medios de comunicación, que –
independientemente de los matices contextuales han explorado diversos
recursos, desde el más crudo realismo, hasta un idealismo etéreo y
ambiguo.
Sin entrar en una crítica directa en este caso, las sugerencias están
dirigidas hacia la necesidad de apelar al valor de la vida, sobre el valor de la
prisa, la diversión, la competencia y otros que nos movilizan cuando
estamos detrás del volante
En cuanto a los reglamentos de circulación, podemos sugerir
complementar la actual pedagogía de la sanción, con una pedagogía del
reconocimiento; es decir, no sólo castigar, sino premiar también las buenas
prácticas de conducción.
Siguiendo esta lógica, en España está vigente el carné de conducir con
puntos, el cual registrará –como en las tarjetas de crédito nuestras
sanciones, los puntos a favor o contra del conductor, de acuerdo a las
infracciones que cometa o no, en el período de vigencia del permiso. La
pedagogía del carné incorpora una lógica de funcionamiento, que implica
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un paso adelante en la lucha contra la siniestralidad vial y que, con las
particularidades de cada lugar, ya es vigente en países como Francia,
Luxemburgo, Reino Unido, Italia, Alemania y Brasil.
En algunos países, proyectos como éste, y otros en la misma
dirección han logrado reducir las tétricas cifras de mortalidad que
cada año tiñen de luto los balances viales de gobiernos y familias; sin
embargo, la tarea aún está lejos de concluir.
Para finalizar, deseo sintetizar la aportación de la conferencia en una
frasee:
Las sugerencias están dirigidas hacia la necesidad de apelar al valor de
la vida, sobre el valor de la prisa, la diversión, la competencia y otros que
nos movilizan cuando estamos detrás del volante.
Clemente Martín Muñoz
Profesor de la Universidad Pontifica de Salamanca
Campus de Madrid.
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