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MENSAJE A NUESTRO PUEBLO
CONSOLIDAR LA NACIÓN PARAGUAYA COMO FAMILIA
“Si una nación está con luchas internas, esa nación no podrá mantenerse en pie. Y si una familia está
con divisiones internas, esa familia no podrá subsistir.” (Mc 3,24-25).
Los Obispos del Paraguay, reunidos en Asamblea Plenaria Ordinaria, hemos reflexionado sobre algunos
temas importantes de la realidad social y eclesial del país, a la luz del Evangelio y de la Doctrina Social de la
Iglesia, invocando al Espíritu Santo que la conduce siempre en la verdad (Cfr. Jn 17,17).
Este año dedicado al matrimonio y la familia nos invita a entrar en profunda sintonía con el Año de la
Fe, cuyo inicio está previsto para octubre del presente año. Jesucristo como Hijo de Dios y nuestro Salvador,
ha asumido la realidad de toda familia con su misión educadora en la fe, la esperanza y el amor, pues, en
Nazaret, su “crecimiento y desarrollo estuvo lleno de sabiduría, y la gracia de Dios permanecía con Él” (Lc
2, 40).
1. Visión de la realidad social, económica y política
Si bien muchos de los problemas sociales, económicos y políticos los hemos tratado en la Carta Pastoral
sobre el Bicentenario, volvemos a indicarlos como tareas aún pendientes en su solución.
La Reforma Agraria y el desarrollo integral son una necesidad urgente para el país. Continúa el
desequilibrio entre unos pocos que detentan mucha riqueza y el resto de la población en condiciones de
pobreza y hasta de miseria. El modelo de producción agroexportador que sigue imponiéndose cada vez
más en el país no ha llegado a beneficiar equitativamente al resto de la población. Los asentamientos
humanos improvisados se encuentran insatisfechos en sus necesidades básicas. No basta con la
distribución de las tierras sino hay que fortalecer el apoyo a un desarrollo integral. La falta de trabajo y
de igualdad de oportunidades lleva a muchos a la delincuencia creando inseguridad ciudadana.
La Iglesia Católica siempre ha sostenido que la tierra es un don de Dios para todos y es dentro de esta
visión del bien común que se deben buscar las soluciones a los enfrentamientos y las tensiones en el
ámbito rural con el respeto y la puesta en práctica de las leyes vigentes.
En este punto, reafirmamos cuanto ya se dijo anteriormente. Se debe propiciar una política de Desarrollo
Rural Integral, es decir, una preparación adecuada para el autosustento y crecimiento económico de la
familia que requiere apoyo técnico, crediticio, y comercialización de sus productos.
No se ha logrado superar hasta hoy los vicios de nuestra cultura política como son por ejemplo el
patrimonialismo, el prebendarismo y el clientelismo. Tampoco se ha podido construir un sistema social y
económicamente equitativo mientras se constatan cada vez más desplazados y nuevas migraciones a
otros países.
Persisten los casos de corrupción e impunidad en los tres Poderes del Estado, pese a las promesas y
denuncias.
Muchos de los legisladores, actúan según los intereses de grupos, desentendiéndose del bien común.
Por ejemplo, hasta el momento no se ha aprobado el Impuesto a la Renta Personal.
Algunos medios masivos de comunicación, con frecuencia son dependientes y difusores de intereses
comerciales y/o políticos.
Ante las nuevas tecnologías de comunicación, hace falta que las familias tomen su rol de educadoras
de sus hijos precautelándolos de frustraciones en el proceso de la maduración de su personalidad integral
debido al uso inadecuado de estos medios de comunicación.
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El relativismo constituye un fenómeno englobante, pues corroe los valores humanos fundamentales. Se
pretende instalar un modelo de sociedad secularizada, desplazando verdades absolutas y al mismo Dios.
Nos preocupa el aumento del consumo y la dependencia de drogas y del alcohol. Hay que apoyar con
mayor fuerza los esfuerzos para sacar a la luz los rostros de los narcotraficantes. El tráfico, venta y
consumo de drogas es un gran negocio para pocos y una enorme desgracia para muchos. En efecto,
“Consecuencia de ello es el gran número de personas, en su mayoría niños y jóvenes, que ahora se
encuentran esclavizados y viviendo en situaciones muy precarias, que recurren a la droga para calmar su
hambre y para escapar de la cruel y desesperanzadora realidad en la que viven.” (DA 424)
Estas situaciones tienen su raíz en el individualismo y el interés sectario descuidando el bien común de
la Nación como familia paraguaya. Es urgente y necesario buscar el consenso entre los diversos actores
y sectores sociales, económicos y políticos por el bien común. La búsqueda y edificación del bien
común es responsabilidad de todas las personas y de todos los actores sociales, pero es sobre todo
competencia del Estado, porque el bien común es la razón de ser de la autoridad política (Cfr. CDSI,
168).
2. Visión de la realidad eclesial
Como Pastores compartimos con los fieles cristianos nuestras preocupaciones también en relación a la
evangelización.
Hay un creciente número de católicos que viven en uniones de hecho, sin llegar al matrimonio. El divorcio se ha
convertido en un azote social. El turismo sexual y la prostitución de adolescentes, la tendencia a presentar la
homosexualidad como opción sexual libre, y a equipararla a las parejas heterosexuales de uniones estables, la
pérdida de la fe y del sentido religioso de la vida, el abandono de la comunidad católica para ir detrás de otros
credos, la descomposición de las familias que viven al margen de la moral y de la Iglesia, son verdaderas
amenazas a nuestra pastoral familiar.
El matrimonio como fundamento de la familia está siendo atacado por nuevas ideologías relativistas,
desvalorizándolo como sacramento y práctica religiosa e impidiendo el crecimiento en los valores humanos y
cristianos de los niños.
Igualmente constamos la falta de fe cristiana, especialmente en muchas familias católicas y el desconocimiento y
la no vivencia de la Palabra de Dios. La “Lectura Orante” de la Palabra de Dios todavía no es fuente de
espiritualidad para nuestras familias y jóvenes.
Hay escasez de sacerdotes y disminución de vocaciones sacerdotales y consagradas. Hay poca motivación en las
familias para ofrecer a Dios sus hijos y acompañarlos vocacionalmente. Si afirmamos que nuestro país es
eminentemente católico, ¿cómo es que hay tan pocos sacerdotes y religiosas, inclusive pocos misioneros y
misioneras para otras naciones más necesitadas de evangelización? ¿Por qué no surgen vocaciones entre los
jóvenes de Confirmación, en los Movimientos Juveniles, en los colegios católicos y en las abundantes parroquias
de todo el país? (Cfr. Juan Pablo II, visita ad Limina, octubre de 1994).
Ante los escándalos de abusos sexuales, otra posible causa de reducción de vocaciones, nos sentimos llamados a
hacer frente a estos problemas mediante la defensa de los menores y adultos vulnerables, haciendo que la Iglesia
Católica, con sus programas adecuados para ello, sea protagonista en esta materia.
Un gran desafío es el anuncio del “Año de la Fe” para que toda la Iglesia Católica viva intensamente su encuentro
con Jesucristo y para que nuestras familias sean ayudadas a ser verdaderas “Iglesias Domésticas” educando a sus
hijos en la formación religiosa y cristiana.
También nos preocupa la necesidad de mayor formación y acompañamiento pastoral dado a los catequistas para
poder responder a los desafíos que amenazan la educación de la fe católica.
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3. El matrimonio y el sacramento del matrimonio
Queremos citar la Carta Pastoral de los Obispos escrita en 1963, en el Capítulo I, que sigue teniendo hoy
un profundo eco y permanente actualidad.
“El árbol de la familia hinca sus raíces en el amor”. Tiene su punto de partida en el encuentro amoroso
del hombre y de la mujer. Ese amor, por naturaleza, tiene en si misma una exigencia de unidad total y de
intimidad exclusiva, y es doblemente fecundo y creador. Enriquece al hombre y a la mujer mediante la
vida común y la intimidad compartida, y tiende a la fecundidad biológica.
Por otra parte, la unidad que reclama el amor tiende a ser, por su misma naturaleza psicológica,
permanente y duradera. El amor auténtico no es provisorio y retractable en el tiempo. Lleva en si mismo
un voto de eternidad.
El matrimonio no es más que el amor mutuamente consentido entre el hombre y la mujer, hecho
contrato, institución y sacramento. Así resulta comprensible la definición tradicional del matrimonio
como “comunidad de vida y de sexo, permanentemente y legalmente constituida entre el hombre y la
mujer”.
Así resultan comprensibles también los fines que la doctrina de la Iglesia le atribuye: la procreación y la
educación de los hijos, según el pensar de Cristo y de su Iglesia; y el enriquecimiento personal y
recíproco de los esposos por medio de la vida en común y la intimidad compartida.
El matrimonio como sacramento: El matrimonio no es un “hecho” meramente humano y natural.
Tiene también, a los ojos de la Iglesia, una dimensión religiosa y sobrenatural.
Cristo lo ha restaurado y elevado al nivel de un sacramento, es decir, es un signo sensible y eficaz de la
gracia. Como el agua del bautismo simboliza y opera nuestra purificación y regeneración espiritual
mediante nuestra configuración a la muerte y a la resurrección de Cristo, el matrimonio representa la
intimidad, la estabilidad y la fecundidad de la unión de Cristo con su Iglesia, la actualiza de una manera
sensible y opera la participación mística de los esposos en el misterio inefable de esa unión.
De hecho, ninguna aleación material y ningún vínculo humano de amistad o de camaradería podría
expresar más adecuadamente en el matrimonio la intimidad y la estabilidad propias de la unión de Cristo
con su Iglesia.
Por eso, dice San Pablo en su carta a los Efesios: “Es éste un misterio muy grande, pues lo refiero a
Cristo y a la Iglesia” (5, 32). Y recomienda a los maridos que amen a sus mujeres “como Cristo amó a la
Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5, 25).
La sacramentalidad del matrimonio transfigura las relaciones conyugales convirtiendo el amor mutuo de
los esposos en caridad teologal, en fuente de gracia, santidad y de gracias sacramentales propias de la
condición conyugal, que constituyen el esplendor sobrenatural del matrimonio cristiano.
En síntesis: gracias a su estructura sacramental, la misión del matrimonio cristiano, será la de representar
a los ojos de todos la fidelidad y la intimidad del amor de Cristo a su Iglesia.
En definitiva, sólo el amor puede ser imagen del Amor” (fin de la citación).
4. Conclusión
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El tiempo de cuaresma en este año, nos invita a reflexionar más detenidamente sobre las realidades
emergentes de nuestro país y las de nuestra Iglesia Católica para convertirlas en oración, acercamiento a
Dios y a las necesidades del prójimo.
El ayuno nos fortalecerá el acrecentamiento de nuestra fe en Cristo Solidario y la limosna hará que
sintamos el gran desafío de la solidaridad, de la búsqueda de la equidad y del bien común en nuestra
Patria y en nuestra Iglesia. En su mensaje de cuaresma del año 2012, el Papa Benedicto XVI, dice,
citando a Pablo VI, que el mundo está enfermo.
En efecto, el Papa Benedicto señala: “Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como
la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba
que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos
en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre
los hombres y entre los pueblos» (Carta Encíclica, Populorum Progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).
En este orden, los actores sociales y políticos, en especial los católicos, deben converger, en una mayoría
significativa, en torno a algunos valores y objetivos centrales que permitan trazar un camino hacia un
proyecto país coherente que transforme las condiciones actuales de vida, en una sociedad más justa. (Cfr.
Carta Pastoral por el Bicentenario)
Es urgente aprender a trabajar juntos mediante el diálogo y una amplia participación, para consensuar y
comprometerse con la Reforma Agraria, la aprobación del Impuesto a la Renta Personal, el respeto
irrestricto a las leyes del país. Esto exige una agenda de prioridades que permita atender los problemas
estructurales que impiden el logro de un verdadero desarrollo, con oportunidades de una vida digna y
plena para todos los habitantes de la República.
Llamamos a los tres Poderes del Estado, a los líderes políticos, a las fuerzas de la sociedad civil, a los
medios de comunicación, a contribuir decididamente y a poner todo su empeño para la construcción de
la Justicia y de la Paz.
Por nuestra parte, como Iglesia Católica, seguiremos profundizando en el marco de la nueva
evangelización, de la Misión Continental Permanente y del Trienio de la familia, para fortalecer el tejido
moral y social de la Nación, aportando así ciudadanos y cristianos comprometidos con la construcción de
un Paraguay más justo, fraterno y solidario con su cultura abierta a Dios. Subrayamos en este año
dedicado a la Familia nuestra prioridad pastoral que debe ser la reflexión sobre el sacramento del
matrimonio y su difusión como base de la familia y de la Nación.
Encomendamos esta misión a nuestra Madre Santísima, la Virgen de Caacupé, a San Roque González de
Santa Cruz y compañeros mártires,
Invocamos la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo para todas las familias y para la Nación
paraguaya.
Asunción, 16 de marzo de 2012.
LOS OBISPOS DEL PARAGUAY
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