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Mensaje a la comunidad pesquera del puerto de Mar del Plata Fiesta de San Salvador, 27 de enero de 2013 Queridos hermanos y hermanas de la comunidad pesquera del puerto de Mar del Plata: Como todos los años, en medio de la fiesta de los pescadores, se ha renovado la hermosa tradición de llevar en procesión por las calles del puerto la venerada imagen del Sagrado Corazón de Jesús, conocida como San Salvador. La misma imagen presidió también la procesión náutica que hemos realizado, implorando la bendición divina sobre el mar del cual vive la comunidad pesquera y que moviliza la economía de la región y del país. Se trata de una fiesta de hondo contenido humano y de claro sentido cristiano y católico. Se viene repitiendo desde hace ochenta y cinco años y nos hace reflexionar. Fue concebida por el P. José Dutto en 1928, y en 1935 San Luis Orione la honró con su presencia. Este origen cristiano debe también hoy seguir inspirando la búsqueda de soluciones a los problemas que presenta la variada y compleja actividad pesquera y portuaria. La intención del P. Dutto fue profundamente cristiana y plenamente humana, al proponerse promover la cultura del trabajo y defender la dignidad del trabajador. En su tiempo, según sus propias palabras, él quiso “orientar cristianamente a una clase de honestos trabajadores engañados y explotados”. Sé muy bien que el problema del puerto es complejo, entre otras cosas por la diversidad de actores, que viven situaciones muy diferentes según la escala social y el rol que les cabe. Como obispo no puedo brindarles soluciones técnicas sino principios que animan en su búsqueda. Por eso, invito a todos los actores que componen la comunidad portuaria a tener en cuenta algunas verdades fundamentales. Ante todo, deseo hablarles de la dignidad del trabajo y del trabajador. Los padres y abuelos de muchos de ustedes, han sido ejemplos sobresalientes de la cultura del trabajo y sus testimonios son faros cuyas luces siguen iluminando el camino a seguir. Junto con el trabajo aportaron un arraigado sentido de familia, la voluntad de brindar educación a sus hijos, la resistencia ante las dificultades y la ayuda solidaria, Todos estos valores, fortalecidos por la fe en Dios, hicieron grande nuestra patria. No deben perder vigencia tampoco en nuestros días, si de verdad queremos ser nación y no un conjunto de habitantes que se enfrentan por intereses egoístas. La intención del P. Dutto coincide con la doctrina social de la Iglesia, según la cual el trabajo y el capital son complementarios, pero el trabajo tiene prioridad sobre el capital (cf CDSI n. 277). Desde nuestra fe cristiana entendemos que “cada trabajador es la mano de Cristo que continúa creando y haciendo el bien” (San Ambrosio, citado en CDSI n.265). Si la cultura ambiente nos inclina al individualismo, debemos pensar que nadie alcanza la salvación si no es en armonía solidaria con todos y en particular con aquellos que resultan excluidos como resultado de opciones egoístas. El principio de dar prioridad al bien común sobre el bien particular debe presidir la relación de todos los actores en la gran familia portuaria. En un documento de noviembre de 2007, decíamos los obispos: “Nadie puede pensar que el engrandecimiento del país sea fruto del crecimiento de un solo sector, aislado del resto” (Punto 15). Al contrario, “cuando priman los intereses particulares sobre el bien común o cuando el afán de dominio se impone por encima del diálogo y la justicia, se menoscaba la dignidad de las personas e indefectiblemente crece la pobreza en sus diversas manifestaciones” (Punto 11). Otro principio básico, de gran importancia, lo constituye la preservación del recurso. El mar es un recurso que la Providencia de Dios nos ha regalado. Pero con toda humildad me animo a pedir que seamos celosos guardianes de los bienes que el Creador ha puesto en nuestras manos para su felicidad y la de sus hijos. La Iglesia, en su Compendio de la Doctrina Social, nos dice: “La programación del desarrollo económico debe considerar atentamente ‘la necesidad de respetar la integridad y los ritmos de la naturaleza’, porque los recursos naturales son limitados y algunos no son renovables. (…). Una actividad que respete el medio ambiente no buscará únicamente el objetivo del máximo beneficio, porque la protección ambiental no puede asegurarse sólo en base al cálculo financiero de costos y beneficios” (CDSI n.470). Dada la trascendencia que tiene el puerto de Mar del Plata, por ser el más importante puerto pesquero del país, a la luz de los acontecimientos del año pasado, ante todos los actores expreso mi deseo de que todos entendamos que tenemos derechos y obligaciones, y que cualquier solución que se intente debe estar presidida por la voluntad de tender a la paz y a la amistad social. Entre las diversas causas de la crisis portuaria, aunque no la única, varios dirigentes empresariales y sindicales han coincidido en señalar el factor político. Por esta razón, pedimos a Dios que ilumine a las autoridades para que apoyen, ayuden y puedan resolver los problemas de la actividad pesquera, en la atenta escucha de justos reclamos. Esto no significa que todo el peso de los conflictos recaiga sobre un único factor. Recibimos con satisfacción las prometidas obras de dragado de los canales de acceso al puerto, que potenciarán notablemente su uso, junto con la creación de tantos puestos de trabajo para las familias que más lo necesitan. Dirijo una palabra de afecto a las esposas de los trabajadores del mar, que en la ausencia de sus maridos trabajan a la par en tareas exigentes para llevar adelante el hogar y educar a los hijos. Que el Señor las bendiga. Bien sabemos que este trabajo, noble pero riesgoso, ha costado muchas vidas de trabajadores que nunca han podido regresar. Por ellos elevamos una oración sincera a Cristo Salvador, que ejerció este mismo oficio, a fin de que Él los admita en su gloria y dé verdadero consuelo a sus familiares que por siempre sentirán su ausencia. Con mi cordial bendición para todos. + ANTONIO MARINO Obispo de Mar del Plata 2