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NOEL SHETH AVAT¯ARA HINDÚ COMPARACIÓN Y ENCARNACIÓN CRISTIANA: UNA Estudio comparativo de dos conceptos muy importantes, el de avat¯ara y el de encarnación, tal como se conciben en el hinduismo y en el cristianismo, en el que se presentan sus principales similitudes y diferencias. Las semejanzas con otras tradiciones ayudan a apreciar con mayor la amplitud el significado de creencias y prácticas propias; y las diferencias arrojan luz sobre lo característico de cada tradición. Finalmente, la correlación y distinción pueden servir de inspiración para preguntar cosas que se dan por supuestas; igualmente, pueden proporcionar el beneficio de una fecundación intercultural como resultado de un diálogo interreligioso. Hindu Avat¯ara and Christian Incarnation: A Comparison, Vidyayoti 67 (2003)181193 y 285-302 EL DESARROLLO DE LA DOCTRINA EN EL HINDUISMO Derivado de ava, bajo y de tr, cruzar, un avat¯ara es generalmente un «descenso» de una divinidad, o parte de una divinidad, o de algún otro ser supra-humano en una forma manifiesta. Un ser humano extraordinario también puede ser llamado avat¯ara (pero secundario). La doctrina avat¯ara es típica del vaisnavismo. Normalmente se habla de avat¯aras de Visnu o de otro asociado a él, por ejemplo Krsna. Aunque encontremos avat¯aras en el saivismo y saktismo, no son universalmente aceptados en estas dos tradiciones. También se encuentran referencias a avat¯aras de otras divinidades, por ejemplo de Surya, así como de sabios, demonios y otros. La primera formulación de la doctrina avat¯ara (aunque la palabra es más tardía) se encuentra en el Bhagavad-Gîtâ, que seguramente fue escrito durante el siglo II a.C. En los versículos tan frecuentemente citados del Bhagavad-Gîtâ (4. 5-9) se dice que aunque Krsna sea ingénito e inmutable, se convierte libremente en criatura en diferentes épocas, por su propia voluntad (es decir, a diferencia de aquellos que nacen como resultado de su karma). Y lo hace con el fin de proteger a los buenos, destruir a los perversos, restablecer la justicia (dharma) y liberar de la reencarnación a sus seguidores. Krsna viene también a enseñar los caminos de salvación, que es lo que principalmente hace en el Bhagavad-Gîtâ. La forma del avat¯ara es real Del texto del Bhagavad-Gîtâ podemos concluir, en primer lugar, que la forma del avat¯ara es real y no una mera apariencia. Aunque Krsna sea ingénito e inmutable, llega a ser (4.6,8), emana él mismo (4.7), tiene diferentes nacimientos (4.5) y vuelve a tomar o asume una forma humana o cuerpo (9.11). En otras palabras, aunque Krsna sea eterno e inmutable en tanto que ser divino, produce su cuerpo avat¯ara en la forma de un ser humano. De ahí resulta natural concluir que la forma humana de Krsna es un cuerpo real y no un cuerpo ilusorio. En segundo lugar, tendríamos que deducir que el cuerpo de Krsna es imperfecto, ya que llega a ser recurriendo a una naturaleza material (4.6). Ésta está compuesta de tres gunas y por tanto su forma tiene que ser imperfecta, porque aunque las tres gunas se pueden considerar «perfectas» en la medida que siguen su propia naturaleza, son imperfectas en comparación con formas superiores de ser, así como la materia, por su naturaleza, es imperfecta comparada con el espíritu, el cual es más perfecto; o como las criaturas son imperfectas en contraste con Dios, que es lo más perfecto. Ya que el cuerpo de Krsna está hecho de naturaleza material imperfecta, podemos deducir que el Bhagavad-Gîtâ da a entender que tiene un cuerpo imperfecto. Su cuerpo humano queda limitado por su naturaleza material, que es llamada su naturaleza inferior (7.4-5). De esta manera Krsna es realmente divino y realmente humano y, por lo tanto, imperfecto como un humano. Más tarde los vaisnavitas desarrollaron la idea de una «materia pura» que constituiría el cuerpo o forma avat¯ara. En el Bhagavad-Gîtâ, Krsna, a quien también se llama Visnu, es el que desciende como avat¯ara. Sin embargo, en algunos ulteriores desarrollos es a menudo considerado como uno de los muchos descendimientos de Visnu. Entre diferentes listas, hay una estándar de diez avat¯aras: el Pez, la Tortuga, el Cerdo, el Hombre-León, el enano, Parasurâma, Râma, Krsna, el Buddha y Kalkin. Krsna y también a veces Rama y el Hombre-León son plenamente avat¯aras, en los cuales todos los poderes de Visnu están presentes, mientras que los otros son llamadosavat¯aras parciales. El propósito general de un avat¯ara consiste en restablecer la justicia destruyendo a los malvados y protegiendo a los buenos. No obstante, hay también otros objetivos. Por ejemplo, uno puede venir para enseñar un aspecto particular del conocimiento, otro puede inducir al error a los malvados, otro puede anunciar la era dorada como si fuera un mesías, etc. Algunos de los que descienden ayudan a los devotos a practicar varias formas de devoción amorosa, incluso sometiéndose ellos mismos a los devotos. De todas maneras, no todo avat¯ara viene para garantizar la salvación última. Clasificaciones y clases de avat¯aras Entre los que descienden hay incluso aquellos que son partes del cuerpo de Visnu o de sus ornamentos. De hecho, para algunos, toda criatura es un avat¯ara. El Pâñcarâtra clasifica los avat¯ara de la manera siguiente: 1) Directos ava- t¯aras, los primeros, que proceden directamente de Dios; 2) Extasiados o poseídos avat¯aras, que son criaturas animadas en las que Dios entra según su forma o poder); 3) Agrupados u ordenados avat¯aras, con funciones cósmicas, de supervisión o salvíficas, respectivamente; 4) Controlador interno avat¯ara, que es Dios inspirándonos desde nuestro interior; y 5) el culto avat¯ara a saber: un descenso de Visnu en una imagen consagrada dedicada al culto. Diversas escuelas aceptan básicamente estos diferentes tipos de avat¯aras con modificaciones menores El vaisnavismo bengalí y algunas otras escuelas sustituyen a Visnu por Krsna, que es la fuente de todo avat¯ara (avat¯arin). El vaisnavismo bengalí categoriza los avat¯aras de Krsna de la siguiente manera: (1) Purusavat¯ara, que es el primer avat¯ara y aparece como Sankarsana, Pradyumna y Aniruddha; (2) Gunavat¯aras, es decir, la triada de Brahmâ, Visnu y Siva que presiden a las gunas rajas, sattva y tamas respectivamente; (3) Lîlava-t¯aras, que son generalmente las mejor conocidas; y (4) Kalpa-Manvantara y Yuga-avat¯aras, que descienden durante los periodos cósmicos llamados Kalpas . Entre los que descienden, los hay que toman la forma de animales, de cuerpo que es en parte animal y en parte humano y de seres humanos, tanto hombres como mujeres – por ejemplo la avat¯ara femenina Mohini–. De todas maneras, hay también avat¯aras que tienen forma de plantas, por ejemplo, el tortuoso árbol mango en el bosque de Dandaka, y de piedras, por ejemplo, la piedra sâlagrâma. Relacionada con la creencia en avat¯aras está también la idea de vibhûtis, es decir, las manifestaciones de Dios en diferentes cualidades y aspectos de la vida humana. Generalmente estas cualidades o aspectos son los primeros o mejores de su clase, por ejemplo la vida en las criaturas, la fragancia en la tierra, el coraje en los humanos, la luna entre las estrellas, el Himalaya entre las montañas, etc. Pero a veces Dios se manifiesta también en el deseo y en el juego de dados. Varios fundadores y santos de las sectas Vaisnava se consideran también avat¯aras. Por ejemplo, Nimbârka es el descendiente de Sudarsana Cakra o disco de Krsna y Râdhâ. El Âlvâr Tiruppân es el avat¯ara de Srivatsa de Visnu (el rizo del pelo de su pecho), Ântâl es el descendiente de Laksmi (la mujer de Visnu o sakti), mientras que otros Âlvârs son avat¯aras de los servidores de Visnu en su cielo eterno Vaikuntha. Alakiya Manavâla es considerado como un avat¯ara de Râmâjuna. En tiempos modernos, hay un número considerable de individuos que son considerados como avat¯aras por sus seguidores, por ejemplo, Ramakrishna y Aurobindo, entre muchos otros. Es interesante destacar que Mira Richard o la Madre de Pondicherry, que nació en París de padres egipcios, es considerada también como una avat¯ara. Meher Baba, de origen zoroastriano, se refería a sí misma como una descendiente y afirmaba haber sido Cristo. Satya Sai Baba afirma ser un avat¯ara de Jesucristo así como de Shirdi Sai Baba. Seguidores hindúes europeos no-vaisnavitas han propuesto varias teorías en relación con los avat¯aras. 1) Visnuización: un ava-t¯ara particular era considerado originariamente no como una forma de Visnu, sino como «visnuizado» ulteriormente. Por ejemplo, en textos más antiguos el pez es mencionado sólo como pez sin conexión con ninguna divinidad; con posterioridad es asociado con Prajâpati, y sólo más tarde considerado un avat¯ara de Visnu. 2) Apoteosis: el avat¯ara en cuestión era inicialmente un héroe que posteriormente fue divinizado. Por ejemplo, se afirma que Râma es descrito sólo como héroe en las partes antiguas (libros 2-6) de Râmâyana, pero considerado como divino en las partes ulteriores (libros 1 y 7). (3) Personalidad compuesta: por ejemplo, se supone que Krsna, el niño Dios, el amante adolescente y el héroe adulto son tres Krsnas diferentes que ulteriormente se combinan en una personalidad compuesta. Diría que incluso si estas teorías fuesen verdaderas, un vaisnavita podría afirmar que ha habido una evolución en la comprensión humana de la divinidad de los ava-t¯aras de Visnu, de la misma manera que la trinidad cristiana se conoció sólo en los tiempos del NT. El hecho de que la existencia de la Trinidad fuese comprendida sólo más tarde no significa que la Trinidad no existiera por toda la eternidad. De forma parecida, los discípulos de Jesús tomaron conciencia de la divinidad de Jesús sólo después de su resurrección (Lc 24; Jn 20,9). EL DESARROLLO DE LA DOCTRINA EN EL CRISTIANISMO Del NT a la unión hipostática Para el cristianismo la palabra «encarnación» significa «hacerse carne»: la palabra se hizo carne (Jn 1, 14). Los cristianos creen que el Logos o la Palabra, la segunda persona de la Trinidad, toma forma humana. La encarnación hace referencia tanto al acto por el cual Dios se convierte en ser humano como al resultado de este acto, es decir, la permanente unión de las naturalezas divina y humana en la única persona de la Palabra. El NT no usa conceptos estáticos, metafísicos, para explicar el misterio de la encarnación; más bien comprende la encarnación en términos de un movimiento dinámico. En su carta a los Filipenses (2, 6-11), Pablo habla primero de la preexistencia de la Palabra, después del vaciamiento (kenosis) de sí mismo al convertirse en un ser humano y, finalmente, de su exaltación en la resurrección. Tenemos aquí una cristología que empieza arriba, desciende al nivel del ser humano para ascender otra vez al plano divino. Por otra parte, en los Hechos de los Apóstoles, tenemos una cristología desde abajo, que empieza por la vida humana de Jesucristo y asciende hacia la glorificación (por ejemplo: Hch 2,22-36; 5,30-32; 10,36-43). Mientras que el NT se centra en el aspecto funcional de Cristo, concentrando la atención en su vida y sus actividades redentoras, la iglesia en tiempos antiguos y en la alta edad media adoptó una visión metafísica, intentando comprender su ser. Desarrolló primeramente la cristología centrada en el Logos-Sarx (Palabra-Carne) que brotó con los apologetas y llegó a su pleno florecimiento con la escuela de Alejandría. En esta cristología generalmente se pone el énfasis en la Palabra divina, mientras que la humanidad de Cristo aparece como un instrumento pasivo. Se dice en general que la humanidad de Cristo consiste sólo en el cuerpo o, si incluye un alma humana, ésta última no tiene importancia teológica. Así la escuela de Alejandría defendió la unidad de la Persona de Cristo pero tendió a infravalorar la humanidad de Cristo. La escuela de Antioquía desarrolló el esquema cristológico del Logos-Anthropos (Palabra-ser humano). Este modelo destaca la plena humanidad de Cristo, tanto del cuerpo como del alma. La tendencia, sin embargo, era considerar la humanidad de Cristo como subsistiendo en ella misma, de manera que sólo se mantenía una unidad accidental o moral entre la Palabra y la humanidad de Cristo. Los antioquenos, por consiguiente, conservaron la dualidad de las dos naturalezas de Cristo, pero no mantuvieron suficientemente la unidad de Cristo. El concilio de Calcedonia (año 451) sintetizó estas dos tendencias dialécticas de las escuelas de Alejandría y Antioquía. Estableció que en Cristo hay dos naturalezas, divina y humana, unidas en una sola Persona (hypostasis). La corriente principal del cristianismo rechaza una unión moral o accidental de las dos naturalezas en una naturaleza divina-humana. Su naturaleza humana tiene tanto un cuerpo humano como un alma humana, pero hay sólo un sujeto, una Persona, la Palabra. Esta unión de las naturalezas divina y humana subsistiendo en la única Persona de la Palabra es conocida como unión hipostática. Otro Concilio, el tercer Concilio de Constantinopla (año 681), definió que en Cristo hay dos voluntades y dos operaciones, divina y humana. Implicaciones y consecuencias de la unión hipostática Hay unas cuantas implicaciones o consecuencias de esta unión hipostática, aceptadas por la Iglesia Católica: 1) La filiación divina del Jesús humano es aceptada; el Jesús humano es el verdadero hijo de Dios y no meramente un hijo adoptivo. 2) Jesús puede ser objeto de culto en su forma humana puesto que está hipostáticamente unido a la Palabra. 3) Se pueden atribuir a Cristo en tanto que ser humano aquellos predicados propios de su naturaleza divina y en tanto que divino aquellos que son propios de su naturaleza humana. Por ejemplo, se puede decir que «Dios sufrió y murió» o que «Jesús es creador», ya que sólo hay una Persona o sujeto; pero no se puede decir « la divinidad murió» o «la humanidad de Cristo es creadora». 4) Debido a su íntima unión con la Palabra, en la que subsiste, la naturaleza humana de Jesús es de iure y no sólo de facto santa y sin pecado. Por esto es adorable; es adorado no por sí mismo, meramente como carne, sino por estar unido a la Palabra. En función de sus orientaciones alejandrinas o antioquenas los teólogos reaccionaron de maneras diferentes a estas enseñanzas oficiales de la Iglesia Católica. Y siguen haciéndolo. Por ejemplo, discuten cuestiones como: 1) Dado el hecho de la unión hipostática, ¿cómo pueden exactamente dos naturalezas (divina y humana) estar unidas en un solo ser? 2) ¿Cómo puede Dios mantenerse sin cambio alguno y a la vez estar sujeto al dolor y a la muerte? 3) En relación con la autoconciencia y el conocimiento de Jesús, ¿tiene un ego psicológico humano (diferente del ego metafísico del Logos) a parte del ego divino? ¿Tuvo visión beatífica? ¿Poseyó ciencia infusa? ¿Llegó al conocimiento como lo hacen normalmente los seres humanos? 4) Con relación a la voluntad humana de Jesús, ¿cómo puede ser congruente la libertad de Jesús con su inocencia? Aunque fuera puro, ¿ejerció la tentación algún tipo de atracción en él? 5) Con relación a las actuaciones humanas y divinas de Jesús, ¿cómo actúa la naturaleza divina a través de la humanidad de Cristo? ¿Ejerce su humanidad una causalidad moral o es un mero instrumento? También se ha discutido sobre la necesidad de la encarnación: algunos, como Agustín y Tomás de Aquino, mantenían que si los seres humanos no hubieran pecado, no hubiera habido encarnación. Otros, como Ireneo y Duns Escoto, afirman que la encarnación era parte del plan divino incluso antes de que el pecado llegara al mundo: Cristo tenía que ser la gloria que coronara la creación. Reinterpretaciones de la unión hipostática La teología escolástica católica medieval separó la cristología de la soteriología, concentrándose más en el ser de Cristo que en su vida y su obra salvífica. Los teólogos protestantes, por otra parte, mostraron más interés por las implicaciones religiosas, éticas e históricas de la encarnación que por discusiones metafísicas. También en tiempos modernos, muchos teólogos católicos no ponen ya énfasis en una cristología totalmente esencialista, sino que la relacionan con la historia de la salvación y, de esta manera, recobran la aproximación dinámica funcional al NT. Sin adoptar las formas radicales de las teorías kenóticas protestantes del siglo diecinueve, que descansaban en la noción de vaciamiento (kenosis, ver Flp 2,7) de la divinidad de Jesús, teólogos más recientes, tanto católicos como protestantes, han propuesto formas más flexibles para interpretar la kenosis. Poniendo la atención en el Jesús histórico, la unión hipostática se reinterpreta hoy en día en términos relacionales y trinitarios. A diferencia de la época medieval, la relación de Jesús con su Padre es más importante que la relación de su humanidad con su divinidad. La unión hipostática es interpretada como una unión que empieza con la encarnación pero que constitutivamente sigue con la vida de Jesús hasta su resurrección, que es la plenitud y la confirmación de quién era Jesús antes de la resurrección. La palabra se hizo un ser humano y tuvo una historia humana. La relación intratrinitaria o la auto-participación del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo queda revelada y realizada en la forma de una criatura en el Hijo encarnado, que recibe y llega a ofrecer su ser en obediencia y amor. De esta manera, las naturalezas divina y humana se explican como dos relaciones. La divinidad de Jesús se expresa por su unidad con Dios, y su humanidad se expresa por su relación con su Padre. A parte de tratar de los temas de la autoconciencia, conocimiento y libertad de Jesús, los teólogos modernos han ampliado los horizontes de la cristología para incluir también el papel de Jesús en la liberación de los oprimidos por estructuras sociales injustas (teología política y de la liberación); su relevancia para con la ecología (eco-teología); su unión con Dios como ser humano (cristología antropológica); su relación con el cosmos (cristología cosmológica); su relación con el Espíritu Santo, abierta a todos y que actúa en los corazones de la gente (cristología pneumatológica); su relación positiva con el judaísmo (en oposición a las interpretaciones antisemitas del pasado); y su papel como Salvador en el contexto del pluralismo religioso (diálogo interreligioso). Otras comprensiones de Jesucristo en la tradición cristiana Hemos trazado el desarrollo de la doctrina de la encarnación en la forma más difundida en el cristianismo. La noción básica es que aunque Cristo, la Palabra eterna, se hace carne, es decir, ser humano, no pierde por esto su divinidad (Jn 1,14-18); es una persona tan divina como humana. Mencionaremos ahora muy brevemente otras formas de comprender a Jesucristo en la tradición cristiana. Se podrían categorizar convenientemente en tres grupos: 1.- Concepciones que desafían o reducen la humanidad plena de Jesús. (a) Gnosticismo. De acuerdo con el gnosticismo, hay un dualismo radical entre la materia y el espíritu; y la materia es mala. De acuerdo con esto, Dios no puede asumir un cuerpo humano. (b) Docetismo. Cristo es divino, tiene sólo la apariencia humana. Esto resulta similar a la comprensión Advaita de los avat¯aras. (c) Apolinarismo. Cristo es humano, pero no tiene un alma humana. (d) Monofisismo. Antes de la encarnación había dos naturalezas, divina y humana, pero después de la encarnación queda sólo una naturaleza divina, ya que la humana queda absorbida en la naturaleza divina. (e) Monoteletismo. Cristo tiene sólo una voluntad, divina; no tiene voluntad humana. (f) Monoenergismo. Hay sólo una acción en Cristo, la divina; no tiene una actuación humana. 2. Doctrinas que niegan la divinidad de Cristo. (a) Ebionismo. Cristo no existía previamente y no es divino. (b) Arrianismo. Cristo tiene una dignidad humana superior a todos los otros, pero es una criatura subordinada a la divinidad. 3.- Concepciones que no mantienen la unión hipostática. (a) Adopcionismo. Por naturaleza Jesús era únicamente humano, pero a partir de su bautismo fue adoptado como Hijo de Dios. Por lo tanto, la naturaleza humana de Cristo no tiene su fundamento en la segunda Persona de la Trinidad. (b) La concepción hábito. La palabra asumió forma humana como si de un vestido de tratase. (c). La doctrina assumptus homo. La Palabra asumió una naturaleza humana completa y por lo tanto también una persona humana. Las líneas principales del encuentro del cristianismo con estas diferentes concepciones ayudaron a clarificar y a refinar su propia comprensión del misterio de la encarnación. Vemos pues que algunas cristologías han puesto énfasis en la dimensión divina por encima de la humana, en cambio otras han destacado lo humano más que lo divino, una tercera vía ha aceptado tan sólo una unidad moral o accidental de las dos naturalezas y la corriente principal del cristianismo ha intentado mantener una tensión equilibrada y creativa entre los dos polos de la humanidad y de la divinidad, unidos hipostáticamente en la Persona de la Palabra. Para la finalidad de nuestro estudio comparativo, nos concentraremos en esta doctrina básica que expresa la corriente principal del cristianismo. COMPARACIÓN Similitudes Tanto el avat¯ara como la encarnación son inmanentes, pero a la vez transcendentes y libres. No están sujetos a las leyes de la naturaleza como lo están los seres humanos. Su entrada en el mundo generalmente es milagrosa, acompañada por signos extraordinarios. Revelan el amor y la preocupación personal de Dios y ponen de relieve la devoción amorosa (bhakti) más que el conocimiento (jñâna). En ambos casos, el descenso de Dios permite a los seres humanos ascender a Dios. Los seres humanos quedan realzados a una divinidad superior; quedan divinizados en el hinduismo y son adoptados como hijos de Dios en el cristianismo. Ambas concepciones conceden importancia al mundo y justifican una implicación sin egoísmos en el mundo, más que la renuncia a éste. En el Gîtâ (3. 19-25) Krsna nos exhorta no sólo a tomar distancia, sino también a estar implicados en el mundo y a trabajar por el bienestar de la gente. Krsna ha sido interpretado no sólo como aquél que garantiza la salvación más allá del mundo, sino también como aquél que enseña el arte de la política. En la India moderna, gente como Tilak y Gandhi se inspiraron en el Gîtâ para trabajar por la libertad política así como por la mejora de los pobres y de los oprimidos. De manera parecida, la vida de Râma es un modelo e inspiración para los que desean propiciar el reino de Râma – el reino de paz, justicia y amor. En el NT (Jn 5,17; Mt 20,28 [Mc 10,45]) también Jesús está preocupado no sólo por el mundo por venir sino también por el establecimiento de un reino de justicia, paz y amor en este mundo. Proclama que los pobres son benditos (Lc 6,20). Es amigo de cobradores de impuestos y de pecadores (Mt 11,19 [Lc 7,34]) y cura a parias, incluyendo los leprosos (Lc 7,22). Teólogos de la liberación han llamado la atención sobre este aspecto de la vida y la obra de Jesús. Quieren superar la pobreza, la desigualdad, la opresión y la injusticia y promover el reino de Dios aquí en la tierra. Avat¯ara y Cristo: interpretaciones abusivas En este contexto vale la pena destacar que, en algunos casos, el avat¯ara y Cristo han sido utilizados de manera indebida o abusiva por gente con intereses creados. Desde un punto de vista socio-religioso, algunos avat¯aras han sido interpretados como los que expresan la superioridad o dominación o acción opresiva de un grupo sobre otro. Por ejemplo, la historia del avat¯ara Vâmana (enano) se ha interpretado como la dominación de la raza aria sobre la raza dravidiana, representada por Bali, que es relegado a los mundos inferiores. El conflicto entre Râma y Râvana se ha interpretado también en un sentido racial, aquél representando a los arios y éste a los dravidianos. Tanto es así que en lugar de celebrar Râma-lîlâ (la alegre y agradecida conmemoración y reescenificación de las maravillosas hazañas de Râma) algunos grupos dravidianos, especialmente en el Tamil Nadu, celebran Râvana-lîlâ glorificando sus hazañas heroicas y quemando la esfinge de Râma. Los Brahamanes se representan como superiores a los Ksatriyas en la historia del Brahaman Parasurâma, que en venganza extermina a todos los hombres de la clase Ksatriya veintiuna veces. De todas maneras, en la historia Râma, el incidente de la superioridad de Râma en relación a Parasurâma curvando el arco de Visnu se podría entender como que sugiere la superioridad de los Ksatriyas sobre los Brahamanes. En el caso del avat¯ara Buddha, los hindúes son representados como religiosamente superiores a los budistas. También en la historia de la Cristiandad, se ha vinculado a Cristo con conquistas militares, colonizaciones, destrucción de culturas, persecuciones e intolerancia para con otras religiones. «Cristo Rey» ha sido también asociado con los intereses de los ricos y poderosos, que explotan a los pobres y desamparados. En una carta abierta a Juan Pablo II, cuando visitó Perú, representantes de diferentes movimientos indígenas escribieron lo siguiente: “Juan Pablo II: Nosotros, los andinos e indios americanos, hemos decidido aprovechar su visita para devolverle su Biblia, ya que en quinientos años no nos ha traído amor, paz o justicia. Le rogamos que se lleve su Biblia y que la devuelva a nuestros opresores, ya que ellos, más que nosotros, necesitan sus lecciones morales. Desde la llegada de Cristóbal Colón siempre se ha impuesto por la fuerza a América latina una cultura, una lengua, una religión y unos valores que pertenecen a Europa. La Biblia llegó hasta nosotros como una parte de la transformación colonial impuesta. Fue el arma ideológica de aquél asalto colonialista. La espada española que atacó y asesinó a los indios de día, de noche se convertía en la cruz que atacaba su alma.” La solución a este problema, naturalmente, no consiste en tirar por la ventana la Biblia o las Escrituras hindúes, sino en separar lo que es esencial y perenne de lo que es accidental y culturalmente condicionado. Dándonos cuenta de que la religión puede y ha sido manipulada, lo que necesitamos es reinterpretar la Biblia y los textos hindúes en un sentido liberador. Diferencias Aunque hay diferencias, los dos conceptos deavat¯ara y encarnación no son tan antitéticos como podría parecer a primera vista. Las distinciones no son siempre tajantes; antes bien son a menudo diferencias matizadas. Como veremos las variaciones se deben a las diferentes cosmovisiones de las dos tradiciones. Muchos avat¯aras, una encarnación. Matices. Hay muchos y repetidos ava-t¯aras, mientras que Cristo sólo se da una vez. Esto es congruente con las respectivas cosmovisiones cíclicas y lineales de las dos tradiciones. En el hinduismo hay ciclos de evolución y de disolución, por esta razón en el seno de esta cosmovisión tiene sentido que los avat¯aras vengan una y otra vez en épocas diferentes. Pero en el cristianismo el mundo es creado una sola vez y se mueve de manera linear hacia un objetivo final, por esta razón tiene sentido que la encarnación tenga lugar una vez por todas. Asimismo, el cristianismo no cree en la reencarnación: uno tiene sólo una oportunidad, una vida. En cambio el hinduismo cree en la reencarnación. La distinción básica entre la única encarnación frente a diversos y repetidos avat¯aras necesita ser matizada con más precisión. También en el AT encontramos referencias a diversas teofanías, a Dios manifestándose Él mismo a gente, por ejemplo, en forma de fuego, de columna de fuego, etc. pero éstas no se consideran como encarnaciones. En segundo lugar, el Cristo resucitado se manifiesta también a sus discípulos, pero no se trata una nueva encarnación. En tercer lugar, en el Cristianismo se habla de la segunda venida de Cristo, es decir, el regreso de Cristo en la gloria para juzgar el mundo, para castigar a los malvados y recompensar a los justos. Hoy en día, no se da mucho protagonismo a la segunda venida pero forma parte aún de la enseñanza oficial del Cristianismo. L. Berkhof, refiriéndose a Hch 1,11, destaca que la segunda venida de Cristo no será meramente una plena manifestación de su poder espiritual, sino un regreso real, en persona, en su cuerpo físico, que será visible. Esta segunda venida de Cristo, pues, es en un cierto sentido, similar al regreso de un avat¯ara. De todas maneras, difiere también de la teoría general de los sucesivos avat¯aras, puesto que no se trata de una nueva encarnación sino del mismo idéntico Cristo volviendo en la gloria, al final del mundo. En otras palabras, una vez la segunda Persona (la Palabra) de la Trinidad tiene una naturaleza humana, no abandona esta naturaleza humana, aunque sea glorificado en su segunda venida. Por otra parte, una vez los avat¯aras han cumplido los propósitos por que han descendido, abandonan sus cuerpos y regresan a su forma original (Visnu). No obstante, hay excepciones. Por ejemplo, en el vaisnavismo bengalí los avat¯aras son eternos; esto es, el avat¯ara siempre tiene aquella forma y nunca la abandona. Aun así, hay una diferencia: hay diferentes avat¯aras eternos en el vaisnavismo bengalí, mientras que en el cristianismo sólo hay una encarnación eterna. Samuel Rayan menciona también la presencia de Cristo en los corazones humanos y la continuación de su actividad en el mundo a través del Espíritu. Con anterioridad V. Chakkarai había afirmado más contundentemente que «el Espíritu de Jesús se encarna una y otra vez en el corazón de los hombres... Dios habita en los hombres... no sólo con ellos, sino en ellos». Si bien es verdad que, en el cristianismo, Cristo está presente en el pueblo y en el mundo, especialmente a través de su Espíritu, esta presencia no es la misma que su presencia física y corporal. Por otra parte, en el vaisnavismo bengalí, Krsna, que es la fuente de los avat¯aras, se encuentra eternamente presente no sólo en su cielo eterno, sino también en las tierras de los diferentes universos. Tomás de Aquino: ¿diversas y repetidas encarnaciones como posibilidad? En el contexto de la comprensión vaisnavita de los avat¯aras, es muy interesante destacar las opiniones de Tomás de Aquino. Éste sostiene que, aunque de hecho sólo hay una encarnación y que es más propio de la Segunda Persona, antes que de las dos otras Personas, encarnarse, si Dios quisiese, las otras dos persones se hubieran podido encarnar (cfr. Summa Theologica 3ª.3, también para lo que sigue). Es también posible para las tres Personas de la Trinidad asumir juntas la misma naturaleza humana. Además, destaca que es posible para una Persona Trinitaria asumir más de una naturaleza humana. De esta manera parecería que la segunda Persona se podría encarnar otra vez. Aunque afirma que no sería conveniente para la Segunda Persona encarnarse en todos los seres humanos, podríamos concluir que no excluye la posibilidad de que Dios se encarnase en todos los seres humanos. De acuerdo con Tomás de Aquino, es apropiado para la naturaleza humana el hecho de ser asumido por Dios. En el caso de la naturaleza angélica no sería tan conveniente, aunque es posible también que la naturaleza angélica sea asumida por Dios. No obstante, la criaturas no racionales no tienen la aptitud de ser asumidas por Dios. Esta deficiencia de parte de las criaturas no racionales, no obstante, no disminuye el poder de Dios de asumir tales naturalezas. Esto querría decir que, estrictamente hablando, los animales, las plantas e incluso las cosas inanimadas no tienen que quedar completamente excluidas. El hecho de que Tomás de Aquino acepte diversas y repetidas encarnaciones, al menos como posibilidad, si no como realidad, aproxima el concepto cristiano de encarnación al concepto hindú. Algunos teólogos también hablan de la posibilidad de otra encarnación en algunos universos para nosotros desconocidos, o incluso en otros planetas dentro de nuestro universo si están habitados por seres inteligentes. ¿Un solo avat¯ara? Por lo que respecta al hinduis-mo, hay una cierta proporción de singularidad implícita en la creencia en uno u otro avat¯ara considerado como Ser Supremo (por ejemplo Krna o Râma), y también en la tradición, entre algunos hindúes, de sólo un avat¯ara apareciendo en cada era o yuga. Uno podría pensar que la repetición frecuente de avat¯aras y especialmente la extensión del concepto a cada criatura puede mermar el significado teológico de la doctrina, pero sirve también para destacar la providencia de Dios y su divina presencia en todas las criaturas. Esto tiene que ser considerado conjuntamente con la visión cósmica, opuesta a la cosmovisión lineal, histórica y antropocéntrica del cristianismo. En la visión cósmica, todo está impregnado por la divinidad, y así percibimos repetidamente y en diferentes momentos las manifestaciones divinas. En el cristianismo, por otra parte, el énfasis se pone en la transcendencia divina y, por esta razón, se subraya el carácter único de la intervención de Cristo, que es el único mediador. Avat¯aras y encarnación: realidad y perfección Los avat¯aras vaisnava y la encarnación cristiana son reales. Pero, mientras los primeros son perfectos, ésta es imperfecta. En el vaisnavismo los avat¯aras son reales y absolutamente perfectos, mientras que en el cristianismo Cristo es también real, pero imperfecto; es decir tiene imperfecciones humanas, excepto el pecado. En contraste con el Advaita, los teólogos vaisnavitas sostienen que los avat¯aras son reales. Algunos teólogos cristianos en India han afirmado que en el hinduismo los avat¯aras no son reales. Algunos también han considerado que las formas avat¯aras hindúes son aparentes, como la encarnación en el docetismo. Concluyen erróneamente que, ya que los avat¯aras no son defectuosos, son apariciones irreales. Esto no es verdad en el caso del vaisnavismo pero es aplicable, por ejemplo, a la tradición Advaita. Râmânuja y otros vaisnavitas sostienen que los avat¯aras son reales. Râmânuja menciona explícitamente la realidad (satyatva, yâthâtmya) del nacimiento y del cuerpo de Krsna. La corriente principal del cristianismo considera a Cristo como realmente humano, pero hay una diferencia. De acuerdo con los vaisnavitas, aunque los avat¯aras sean reales, no tienen defectos, ya que es imposible para Dios ser imperfecto. Esto forma parte del misterio de la encarnación en el cristianismo: cómo Dios puede ser a la vez perfecto (en tanto que divino) e imperfecto (en tanto que humano). Hemos visto más arriba que en el Gîtâ, el avat¯ara tiene que ser imperfecto, ya que su cuerpo está hecho de materia natural imperfecta. No obstante, esta limitación no es plenamente idéntica a la de los seres humanos ordinarios, ya que Krsna, a diferencia de los humanos, no está sujeto al Karma y recuerda sus nacimientos pasados; en otras palabras, mantiene su trascendencia y su libertad tal y como Cristo lo hace. De todas maneras, a diferencia del caso de Cristo, la identidad divina de Krsna no está unida hipostáticamente con la materia natural, ya que en el hinduismo no hay unión substancial entre la naturaleza espiritual (purusa) y la material (prakrti). Por esta razón, la unión con la materia natural «no es hipostática, sino manifestativa o como máximo instrumental». Además, Krsna asume la naturaleza material (prakrti), pero no tiene alma humana como es el caso de Cristo. Evidentemente, dado que en la concepción hindú no hay una unión sustancial entre purusa y prakrti ni en el caso de seres humanos ordinarios, no se puede esperar tampoco que una tal unión se dé entre el divino purusa de Krsna y prakrti. Por otra parte, esta prakrti en el Gîtâ, paradójicamente, no está tan inconexa con Krsna como lo está en el caso de seres humanos ordinarios ya que ella, conjuntamente con las almas, es parte de Krsna incluso antes de que se convierta en ava-t¯ara. En la teología vaisnavita posterior, las formas o los cuerpos de los avat¯aras están hechos de «pura materia» (suddha-sattva), que consiste en seis gunas perfectas o transcendentales, no de materia prakrtic, que consiste en las tres gunas imperfectas. Esta idea de «pura materia» (suddha-sattva) parece haber tenido su origen en la tradición Pâñcarâtra, que llegó a su apogeo entre los años 600 y 800 d. JC. Desde el momento que los avat¯aras consisten en «pura materia» es que son perfectos. Por otra parte, Cristo está sujeto al hambre, a la sed, al sufrimiento etc. ya que no tiene sólo la naturaleza divina sino también la imperfecta naturaleza humana. En efecto, hay que subrayar que, en el cristianismo, Cristo trae la redención no sólo a través de su encarnación sino también a través de su sufrimiento y su muerte y, naturalmente, a través de su resurrección. El poder eficaz de salvación de Jesús depende de la encarnación, se revela en su doctrina y en sus actos y es llevado a la plenitud en su muerte y resurrección. Mientras que toda la vida de Jesús es salvífica, la culminación [de este poder] es el misterio Pascual, su muerte y resurrección. Una vez puesta la actividad salvífica de Cristo en perspectiva, subrayo que, en contraste con la concepción del avat¯ara y en contraste con muchas otras religiones, Cristo es un salvador que sufre. La «locura de la cruz» o el «escándalo de la cruz» son específicamente cristianos. Jesucristo, divino y humano, perfecto e imperfecto El misterio de la encarnación consiste específicamente en cómo la misma persona puede ser a la vez divina y humana, perfecta e imperfecta. Tendríamos que destacar que textos hindúes antiguos como Râmâyana parecen describir de una manera muy realista la experiencia humana avat¯ara, por ejemplo, el dolor de la separación que siente Râma con respecto a Sitâ. De todas maneras, textos posteriores, y especialmente los de los teólogos vaisnavitas, afirman que el hambre, la sed, el dolor etc., en el caso de avat¯aras, son sólo apariencias; generan devoción amorosa en los devotos pero no son reales. De ahí que cuando Krsna pida leche, por ejemplo, no se deba a que esté hambriento, sino para ayudar a su madre Yasodâ a tener la experiencia de un amor maternal hacia él. De forma parecida, la muerte de Krsna, narrada por ejemplo en el Mausalaparvan del Mahâbhârata, es justificada hábilmente por parte de algunos textos posteriores y de algunos comentaristas. Por ejemplo, Vâdirâja, en su glosa de 16.8.31, que alude a la cremación del cuerpo de Krsna, afirma categóricamente que, antes de subir al cielo, Krsna creó un cuerpo artificial con el fin de engañar a la gente, ya que su cuerpo real no podía ser quemado. En la narración de la muerte de Krsna como resultado de haber sido equivocadamente abatido por Jarâ («Edad Antigua»), el Visnu Purâna y más aún el Bhagavatha Purâna muestran cómo Krsna controla completamente la situación. Bhagavatha Purâna 11.31.6 explícitamente afirma que Krsna entró en su propia estancia sin quemar su cuerpo. Diferentes comentaristas, en su explicación de la Bhagavatha Purâna 11.30 y 31 se esfuerzan por mostrar que Krsna no murió. En el caso de Cristo, no obstante, debería destacarse que, a pesar de sus imperfecciones, no tiene la tara del pecado (Hb 4, 15). Además, a diferencia de los hombres, es capaz de hacer milagros tanto en referencia a sí mismo como a otros. Después de su resurrección no está ya sujeto a las necesidades humanas, aunque retenga su naturaleza humana. En la teología católica, María, la Madre de Jesús, es concebida sin pecado original aunque sea una criatura, un ser humano; ella es real, pero no tiene el defecto del pecado original. Estos ejemplos ayudarían a los cristianos a apreciar la doctrina de los vaisnavitas que los avat¯aras son reales pero no tienen ninguna mácula. Así como Cristo puede ser real y a pesar de ello no tener ciertos defectos, ¿por qué no se podría concebir un Dios que tuviese una forma encarnada real y que a pesar de ello estuviese libre, no sólo de pecado, sino también de toda imperfección? Por esta razón podemos decir que incluso en el cristianismo es concebible la existencia de una encarnación que, como en el hinduismo, tenga una forma real pero sin que por ello tenga defectos. De todas maneras, el hecho es que, de acuerdo con el cristianismo, Cristo tiene imperfecciones. Esta verdad, en un cierto sentido, permite que los devotos se sientan más próximos a Cristo, que ha compartido la debilidad de su naturaleza humana (Hb 4,15): «y ha habitado entre nosotros» (Jo 1,14). La distinción entre real e histórico En este contexto de «real y perfecto» versus «real e imperfecto», tenemos que distinguir entre «real» e «histórico». Un ser histórico está sujeto al tiempo. De ahí que para los teístas, Dios, como tal, sea real pero no sea histórico. Los no hindúes puede que consideren algunos avat¯aras como míticos y otros, como Râma o Krsna o, especialmente, Gautama Buddha y otros como avat¯aras históricos. De todas maneras, con independencia de lo que diga la historia secular de estos seres «históricos», para los teólogos vaisnavitas son todos reales pero no históricos; esto es, no están sujetos a imperfecciones como el tiempo, el hambre, la sed, etc. En este sentido, para un judío, Yahvéh es real pero no histórico; y para un cristiano, la primera persona y la tercera persona de la Trinidad son reales pero no históricas, mientras que Cristo es tan real como histórico. Es importante tener en cuenta esta distinción, porque cuando los cristianos preguntan si Krsna es histórico, parece a veces que se esconda una suposición en la misma pregunta, esto es: que Cristo es histórico y por lo tanto real, mientras que Krsna no es histórico y por lo tanto no real. De hecho, preguntar si Krsna es histórico es una pregunta sin sentido para un vaisnavita: para un avat¯ara es simplemente imposible ser histórico. Según los vaisnavitas los avat¯aras se manifiestan realmente a sí mismos en momentos y en lugares definidos y realmente llevan a cabo diferentes actos, pero no todas sus acciones pueden ser tomadas en un sentido literal. Por ejemplo, ya hemos visto cómo es hábilmente justificada la muerte de Krsna. Quisiera subrayar que la comprensión hindú de que el avat¯ara no tiene defectos está también asociada a la idea de un ser humano que esencialmente sólo es espíritu o alma. Pero un ser humano no es sólo alma y cuerpo; es sólo a través de la ignorancia (avidyâ) que el alma queda asociada a un cuerpo. En el hinduismo, el alma misma no tiene ni principio ni final, y no obstante, según las escuelas teístas, comparada con Dios es limitada; no puede sufrir hambre, sed, etc. Experimenta estas debilidades sólo a raíz de su falsa identificación con el cuerpo. En el cristianismo, por otra parte, un ser humano es a la vez alma y cuerpo; la materia es una parte esencial del ser humano. En este sentido se da mucha más importancia a la materia que en el hinduismo. Por esta razón, el cristianismo no tiene ningún inconveniente en admitir las imperfecciones de Cristo, que es humano, aunque divino. De manera parecida, en el hinduismo, si los avat¯ara fuesen limitados, sería debido al hecho de que su ser está ligado por sus actos pasados (karman), basados en la ignorancia (avidyâ). De esta manera vemos que hasta cierto punto son nuestras presuposiciones las que determinan nuestras ideas. Incluso un avat¯ara parcial es perfecto. En este contexto sería conveniente destacar que mientras en el vaisnavismo hay avat¯aras parciales y completos, Cristo no ha sido nunca concebido como una encarnación parcial. En el vaisnavismo tenemos no sólo avat¯aras parciales, tenemos también descendimientos de partes de Dios o incluso de las armas de Dios. En el cristianismo algo así es impensable. A. J. Appasamy piensa que la razón es que un Espíritu no puede estar dividido en secciones – sólo las cosas físicas pueden ser divididas en partes diferentes– mientras que Julius Lipner, refiriéndose al teólogo cristiano Hebblethwaite, opina que podría ser debido a que la intervención única e irrepetible de la encarnación es la única manifestación humana de Dios. Incluso cuando en la eucaristía se fragmenta la sagrada forma, la totalidad de Cristo está presente en cada una de las partes. La revelación completa y plena no se puede fragmentar. En el caso de un Arcavat¯ara, es decir, un descendimiento de Visnu en la imagen consagrada dedicada al culto (arcâ), se puede concluir que mientras Visnu entra en la imagen con un cuerpo divino hecho de una perfecta «materia pura» (suddha-sattva), la imagen misma sigue siendo materia imperfecta (prakrti). Notemos, por cierto, que la presencia de Jesucristo en la eucaristía no es considerada una encarnación. Referencia a la salvación Los avat¯aras tienen diferentes propósitos y, a diferencia de la encarnación, no todo avat¯ara es garantía de salvación última. Algunos avat¯ara vienen sólo a salvar a un devoto de una dificultad particular; por ejemplo Narasimha (Hombre-León) salva a su devoto Prahlâda de la persecución y, una vez hecho esto, Visnu abandona su forma de Hombre-León. La teoría común es que el Buddha avat¯ara viene a engañar a los malvados que hay en el budismo. De forma similar, el descendiente Mohinî engaña a los demonios. En el caso de Cristo, por otra parte, especialmente dado el hecho de que no hay más que una sola encarnación, el propósito es primariamente, si no exclusivamente, la salvación última. En este contexto, Joseph Neuner pone de relieve enérgica y repetidamente la diferencia radical entre la actividad salvífica de la encarnación y de los avat¯aras. Cristo salva asumiendo la naturaleza humana finita, que es condicionada por el tiempo, la historia y el sufrimiento. Los avat¯aras, por el contrario, no están sujetos de ninguna manera a la naturaleza finita, a sus penas y a sus limitaciones. En términos hindúes, Cristo adopta el prakrti imperfecto. A diferencia del avat¯ara, Cristo salva precisamente a través de la Cruz; el Salvador sufriente pertenece a lo específico del cristianismo. Esta diferencia fundamental depende, naturalmente, de las distintas cosmovisiones de las dos tradiciones. Para un hinduista es imposible que Dios se haga imperfecto. Más aún, dado que las almas no están realmente en contacto con cuerpos materiales –su aparente contacto con cuerpos es debido a su ignorancia– no hay ninguna necesidad de que el avat¯ara omnisciente y perfecto asuma un cuerpo hecho de prakrti imperfecto; antes bien, el avat¯ara asume un cuerpo que consiste en «pura materia» perfecta (suddha-sattva). Neuner destaca también que mientras los avat¯aras liberan al hombre del mundo, a diferencia de Cristo no redimen ni transforman materialmente el mundo. El universo continúa moviéndose en su proceso cíclico, pero no es elevado a una nueva orientación y plenitud en Dios. La historia no tiene fin y no se le da un sentido o destino último. Prakrti no queda transfigurado – no hay una resurrección del cuerpo material; sólo las almas quedan salvadas. Es verdad que en el hinduismo la defectuosa materia prakrti no es redimida o resucitada, especialmente porque no forma parte de la esencia de los seres humanos, que esencialmente son sólo espíritus. Por otra parte, para diferentes escuelas del hinduismo el prakrti imperfecto es también una parte o aspecto de Dios. Rayan nos recuerda que, de acuerdo con Râmânuja, no sólo las almas, sino también el mundo es el cuerpo de Dios y que en el cristianismo no hay matrimonio después de la resurrección. También destaca que necesitamos clarificar plenamente el sentido cristiano de la creencia que no sólo la humanidad, sino también el mundo ha sido transformado y redimido por Cristo. En este contexto, podemos destacar que el avat¯ara Boar (varâha) salva la tierra oprimida, que sin duda es personificada, y que esta historia es interpretada como una nueva creación. En efecto, los relatos de los avat¯aras pez y tortuga son también interpretados como relatos de creación. Naturalmente no queda expresamente afirmado que esta creación o re-creación sea también una transformación en el sentido de llevar a un estado superior la creación anterior. Sea como fuere, resulta evidente que las diferentes aproximaciones del cristianismo y el hinduismo a la redención del mundo material están relacionadas con sus diferentes cosmovisiones lineales o cíclicas. A parte de tener funciones salvíficas, los Vyûhavat¯aras (los descensos agrupados) juegan también un papel cósmico y vigilante. De forma parecida, el avat¯ara Antaryâmin (Controlador Interno) actúa como un inspirador entre la gente y el Ârcavat¯ara es concebido para el culto. En tiempos recientes, teólogos de la liberación han destacado también que Cristo viene no sólo a garantizar la salvación última, sino también para contribuir a aportar justicia y verdadera libertad al mundo. En este contexto, los avat¯aras hindúes se muestran más liberadores, capaces de restablecer la justicia (dharma), a menudo por procedimientos violentos, como podemos ver, por ejemplo, en las muchas gestas no sólo de Krsna y Râma, sino también de otros avat¯aras. Es interesante destacar que mientras los avat¯ara a menudo son violentos el hinduismo presenta aspectos del ideal de la no violencia (ahimsâ) para los humanos y, hasta tiempos recientes, el hinduismo ha tenido una tradición generalmente pacífica y tolerante. A la inversa, mientras el cristianismo tradicionalmente ha sido muy intolerante, violento y exclusivista en su aproximación a las otras religiones, su fundador es descrito en el NT en gran parte como no violento. Algunos han insistido en que Cristo vino a salvar a los pecadores, mientras que los avat¯aras vienen a destruir a los malvados. De todas maneras esto no significa que los avat¯aras no salven a aquellos que se hayan extraviado; incluso una persona especialmente perversa puede encontrar paz en la devoción. También en el cristianismo un pecador que no esté arrepentido es condenado. Nótese que en los textos posteriores Krsna y Râma también otorgan salvación matando a aquellos que los odian. Además, muchos hindúes creen que el inmoral se puede eventualmente salvar, incluso después de diferentes nacimientos, aunque algunos, como Madhva, sostienen que ciertas almas nunca se salvarán, ya que son malvadas por naturaleza. Más aun, hay que destacar que los cristianos creen que Cristo, en su segunda venida, destruirá a sus enemigos. Por otra parte, algunas actividades de avat¯aras pueden parecer no éticas, y algunas de las acciones de Râma, y especialmente de Krsna, han sido a menudo criticadas. De todas maneras, textos posteriores y especialmente los comentaristas, se esfuerzan en justificarlo. En este contexto podría referirme nuevamente a las diferentes cosmovisiones en relación con el problema del mal. En la tradición bhakti, Dios, en un cierto sentido, es también responsable del mal. El mal es algo positivo y si Dios no fuera en cierto sentido responsable de ello, significaría que hay algo independiente de Dios que Dios no controla. De todas maneras, Dios tiene el anugraha-sakti (el poder de la gracia), a través del cual otorga gracia a sus seguidores; tiene también el âvarana-sakti (el poder de esconderse) gracias al cual induce a error a la gente. Por otra parte, el cristianismo tradicionalmente ha sostenido que el mal no es algo positivo; es la privación del bien y Dios no es responsable de él. Estas son las principales diferencias entre avat¯ara y encarnación. Uno podría encontrar más diferencias; por ejemplo, un avat¯ara manifiesta al Absoluto, generalmente Visnu, que es, naturalmente, un Dios-Creador personal, mientras que la Encarnación (Cristo) revela a la Trinidad. CONCLUSIÓN Compatibilidad entre los conceptos de avat¯ara y encarnación En primer lugar, nuestro estudio comparativo ha mostrado que los conceptos de avat¯ara y de encarnación no son incompatibles, como pueda parecer a muchos a primera vista. Hemos puesto ya de relieve algunas similitudes. Pero incluso las diferencias no son siempre tan profundas sino más bien matizadas. Aunque haya diferentes avat¯aras, cada uno de los cuales desciende repetidamente, mientras que la encarnación ocurre sólo una vez, no por esto no existe la posibilidad de diferentes encarnaciones, no sólo en nuestra tierra, sino también en otro planeta o en otro universo, por no mencionar la actualidad de la resurrección de Cristo manifestándose a si mismo a pueblos diferentes, o también la futura segunda venida de Cristo. Comparado con el vaisnavismo posterior, la comprensión del Gîtâ es más próxima a la del cristianismo, en la medida que Krsna tiene un cuerpo imperfecto hecho de prakrti. De todas maneras, en el Gîtâ la unión de prakrti con la divinidad de Krsna o Visnu no es como la unión hipostática en el cristianismo, ni tampoco tiene Krsna un alma humana. Cristo asume una débil naturaleza humana junto con sus imperfecciones; esto permite que sus seguidores estén más cerca de él, ya que comparte con ellos su condición. Por otra parte, las repetidas manifestaciones de los avat¯aras también dan pruebas de la providencia amorosa de Dios. Además, hay aún una cierta carga de unicidad en los avat¯aras en el hecho de que se manifiestan en épocas separadas o yugas. Estos son algunos de los elementos que, aunque diferentes en algunos aspectos, reducen el abismo entre los dos conceptos de avat¯ara y de encarnación. Diferencias debidas a cosmosvisiones Segundo, las diferencias entre las dos doctrinas son debidas a sus diferentes cosmovisiones. Tiene sentido tener muchos y repetidos avat¯aras en una cosmovisión cíclica y, de forma parecida, uno ve la congruencia de comprender la encarnación como hecho que tiene lugar una vez por todas en una cosmovisión lineal. Esta comprensión ayuda a cada tradición a apreciar a la otra y a considerarla a la vez en la propia perspectiva. Hemos visto también que, aunque tanto la encarnación como los avat¯aras son reales, la encarnación es imperfecta mientras que los avat¯aras son perfectos. Esto está vinculado con las respectivas cosmovisiones: en el hinduismo la materia y el espíritu están unidos sólo debido al karma y a la ignorancia, mientras que en el cristianismo el alma humana es sustancialmente relativa a la materia y, por lo tanto, sería menos difícil admitir defectos en Cristo, ya que la materia no esta tan alienada del espíritu. De todas maneras, otra vez en este punto, la diferencia no es tan importante como pueda parecer inicialmente, ya que Cristo no tiene pecado y, después de la resurrección, no está ya sujeto a las necesidades humanas. Por parte hindú, en algunas escuelas, la materia es una parte o aspecto de Dios. Esto da a la materia alguna importancia ya que no es algo ajeno a Dios. Podemos también recordar en este contexto la distinción significativa entre «real» e «histórico»: lo que es histórico puede ser real, pero lo que es real no necesariamente es histórico. Las implicaciones de esta distinción son importantes. Hemos destacado que a veces la práctica no siempre está en consonancia con la teoría. Por ejemplo, el cristianismo paradójicamente no toma suficientemente en serio la humanidad del indefenso niño Jesús, aunque esto sería congruente con la comprensión de la encarnación. Por otra parte, el hinduismo practica el amor paternal (vâtsalya) hacia los niños Râma o Krsna, que son plenamente divinos y perfectos. Mientras que diversos avat¯aras son frecuentemente violentos, la religión hindú generalmente alaba la virtud de la no violencia. Por otra parte, los seguidores de Jesús, que fue en gran parte no violento, han desencadenado una tremenda dosis de violencia en el mundo. Las religiones teístas creen que Dios está presente en el universo de diversas maneras. Primeramente, Dios está presente en todas partes. Esta omnipresencia es una presencia general, espiritual. De todas maneras, Dios se presenta también de otras maneras. La gente experimenta una presencia especial de Dios en lugares sagrados y en momentos de conmemoración de hechos sagrados. La presencia de Cristo en la Eucaristía y la permanencia del Arcâvatâra en la imagen sagrada son otras formas de Dios haciéndose presente. Dios está también presente en nuestros corazones, especialmente como Espíritu Santo en el cristianismo y como Antaryâmin en el hinduismo. Pero si consideramos la presencia de Dios en los avat¯aras y en la encarnación descubrimos que el modo de manifestación es diferente. En el cristianismo el énfasis se pone en la «presencia histórica», mientras que la manifestación en el hinduismo es «ahistórica». En ambos casos hay una manifestación real, una presencia real, pero la manera de manifestarse es diferente. Cada tipo de presencia tiene también diferentes implicaciones. Cada una de estas visiones insiste en un aspecto o en una forma de la presencia de Dios. Cada una tiene sus ventajas y sus inconvenientes y, de esta manera, los dos puntos de vista se pueden complementar mutuamente. La presencia de similitudes en las dos tradiciones ayuda a confirmar y a fortalecer cada tradición. Para las dos supone un impulso ver cómo la otra tradición religiosocultural habla también de la especial presencia de Dios en el mundo, destacando, por ejemplo, la implicación en el mundo más que la huida del mundo. En segundo lugar, a parte de hacer posible una mejor comprensión de la otra religión, la comparación contribuye también a que cada tradición tenga una mayor comprensión de si misma. Cristianos e hindúes pueden considerar como evidentes sus respectivas cosmovisiones, la lineal o circular, quizás ni siquiera dándose cuenta de ello. Sólo cuando encuentran una comprensión diferente de la realidad, empiezan a investigar sus propias presuposiciones y, al hacerlo, comprenden de una manera más profunda el significado y el sentido de su propia cosmovisión. Empiezan a ver también cómo los diferentes elementos en sus tradiciones se dan en su cosmovisión y adquieren sentido en el seno de esta cosmovisión. A través de este mutuo encuentro, cristianos e hindúes comprenden más profundamente las razones por las que hay muchos y repetidos avat¯aras y por qué sólo hay una encarnación en el cristianismo. Complementariedad En tercer lugar, los dos puntos de vista pueden complementarse. Esto puede ocurrir en dos sentidos. Primero, el hecho de que la otra tradición esté también haciendo algo que es característico de la propia tradición puede incitar a uno a comprender las implicaciones de la propia doctrina y a traducirlo en una praxis con sentido. Así, por ejemplo, la percepción de que los hindúes toman al niño Krsna o Râma más en serio puede ser un incentivo para los cristianos para prestar más atención a las implicaciones derivadas del hecho de que Cristo asuma una naturaleza humana débil e imperfecta. En este caso, Navidad sería un tiempo ideal para que los cristianos practicasen un amor paternal (vâtsalya) hacia el niño Jesús y, de esta manera, enriqueciesen su relación con Dios a través de una forma de devoción que prácticamente no existe en el cristianismo. De forma parecida, el sentido cósmico y la proximidad a la naturaleza en el hinduismo podrían inspirar a los cristianos a explorar más profundamente la redención del mundo material, ya que forma parte de la comprensión cristiana de Cristo, en el sentido de que éste asume la naturaleza humana, que incluye la materia. Aunque el ideal de trabajar para la prosperidad del mundo esté presente en el hinduismo, la implementación actual de este ideal de servicio a la sociedad no está tan extendido como en el cristianismo. Esta comprensión puede suponer un impulso adicional para el hinduismo para redescubrir el valor de la prosperidad social y, de esta manera, cumplir la enseñanza de Krsna y establecer el reino de Râma (Râma-râjya). El segundo tipo de complementariedad tiene lugar gracias al contraste de cosmovisiones. Las cristologías contemporáneas ponen justamente de relieve todo lo que implica que Dios se haga hombre, por ejemplo, el crecimiento de Cristo en conocimiento o la progresiva comprensión de su misión. Haciendo esto, sacan inspiración de la experiencia original de los discípulos de Cristo, tal y como ésta queda articulada en el NT. De todas maneras, en el caso de algunas interpretaciones modernas de Cristo, el péndulo parece oscilar un poco excesivamente en esta dirección. En tal escenario, la doctrina hindú del avat¯ara puede significar un correctivo saludable a un componente histórico sobredimensionado de algunas cristologías contemporáneas. Por otra parte, la convicción cristiana puede contribuir a que el hinduismo adquiera un sentido más profundo de la historia y del compromiso con el mundo. La asunción, por parte de Cristo, de una naturaleza humana débil supone ciertamente una inspiración para trabajar para el progreso del desarrollo humano. Los hinduistas pueden encontrar apoyo en las doctrinas de diferentes escuelas según las cuales la materia es el cuerpo de Dios o una parte o aspecto de Dios y, de esta manera, tomar más en serio la materia, el progreso y el desarrollo humano. Al mismo tiempo, el fuerte acento en el restablecimiento de la justicia en los relatos avat¯ara puede dar un mayor empuje a los teólogos cristianos de la liberación en su intento de descubrir los elementos liberadores de la encarnación de Cristo (y también de su segunda venida), así como ayudar a los pobres y oprimidos a luchar por sus derechos. Por otra parte, el énfasis específico que se pone en el cristianismo en el Salvador que sufre puede ser una inspiración para el hinduismo a la hora de descubrir los valores redentores y curativos del autosufrimiento, que tendría que ser distinguido de la práctica del ascetismo. Este último es para el bien de la persona que hace penitencia, mientras que el concepto de autosufrimiento es para provocar la conversión y sanar a otro. Mahatma Gandhi integró esta comprensión cristiana del sufrimiento en su teoría y práctica de la no-violencia (ahimsâ). En este encuentro de dos tradiciones hay también la posibilidad de que, cuando una tradición intenta asimilar elementos de la otra tradición, estos elementos originales se someten a una transformación y adquieren un nuevo sentido y significado. Quizás éste es el camino que debe tomar el futuro diálogo interreligioso entre dos tradiciones. Tradujo y condensó: IGNASI BOADA