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OCTAVA PARTE: ESQUILACHE Y LA FRANCIA I. EL REY CARLOS III Y SU PRIMO FRANCÉS La acusación contra los franceses Todo esto pudo haber tras la aseveración del conde d’Ossun, embajador de Luis XV, sobre la implicación de curas, frailes, burguesía y gentes que estaban por encima de la plebe y los artesanos de Madrid, en el motín que aquí tuvo lugar entre el 23 y el 26 de marzo de 1766. Todo esto... y lo que no podía imaginar el buen conde. No preveía desde luego que, horas después, las palmas se le trocarían en lanzas (y que este libro no podría terminar aquí, por lo tanto). El día 28, en efecto, el portugués Ayres de Sà dice en cifra que se sospecha que el motín ha sido impulsado por el cónsul de Francia, Alessandro Beliardi, de acuerdo con el secretario de Estado, Grimaldi, y con otros, cuyos proyectos entorpecía el secretario de Guerra y Hacienda don Leopoldo de Gregorio. El portugués considera este rumor metafísico, o sea falso. Prevé, eso sí, que la influencia de Grimaldi y de los franceses va a ser real en el nuevo Gobierno y que las cosas no irán bien para Portugal1, que al cabo es potencia anglófila y francófoba. El 7 de abril, en cifra también, el conde Roubione insiste en la versión antifrancesa a Carlos Manuel III de Saboya; ha sido Beliardi. Nadie duda de que ha habido un jefe en la rebelión y, con él, varios motores y mucho dinero. La gente odiaba ciertamente a Esquilache. Pero un amigo de confianza ha hecho saber al saboyano que, ante él, cierta persona conocida ha declarado que él mismo y Beliardi, muy influyente en Grimaldi, han tenido parte importante en la sublevación2 . ¿Había sido así? Al menos Esquilache temía a los franceses -añade el propio Roubione-; el secretario cesado de Hacienda y Guerra había asegurado a personas íntimas que no tenía miedo de los españoles, por mucho que lo odiaran, sino de los 1 “Nam falta quem sospeite que este tumulto fosse assoprado pe lo Consul de França de inteligencia com Grimaldi e outros para derrabarem Esquilace que tendo o favor del Rey de Castella embarasaria algumas ideias de Grimaldi. Entendo esta conjetura por metafizica; mas creio que Grimaldi nam sente o queda de Esquilace, que Grimaldi será mais dispotico no Ministerio patrocinado pe la França, e nam o suponho nosso amigo, nem home de bem”: BNL/R/PBA, 636, f. 325. Pormenoriza lo mismo el propio Sà el 24 de abril de 1766; pero ya no lo presenta como única versión: ibidem, 356v-7. Transcribe este último despacho -traduciéndolo al castellano- BUSTOS (1987), 230-1. 2 “Or, Sire, dans tout ceci personne ne doute qu'il n'y ait eû quelque Chef de mise, et sous lui des habiles moteurs, qui s'étant servis de toute sorte de ruses et de beaucoup d'argent, sont parvenus par une fausse frayeur à faire expulser du Ministère un sujet si fort acredité auprès du Maître, qui à la verité étoit en execration du Public; mais qui surtout s'etoit dernierement rendu suspect, aux vuës, que certaine Cour paroit avoir aujourdhui vis-à-vis de celleci. A ce propos V.M. aura la bonté de se rappeller ce que j'ai écrit à Mr. le Comte de Viry dans ma lettre du 24 Febvrier dernier, et lui ajouterai de plus que du depuis mes soupçons à ce sujet, et mes conjectures ont de beaucoup augmenté, tant par les discours, qui ont été faits, que par ce que j'ai eû moi même maintes occasions d'observer, sur quoi il me reste à dire à V.M. qu'un ami de confiance m'a rapporté que dans une certaine maison qu'il m'a nommée, et je connois les sujets qui l'habitent, et ceux qui la frequentent, le Chef en presence d'un tiers lui a confié que lui et l'Abbé Beliardi, Consul de France, qui est un petit furet très intriguant, qui se faure par tout, et qui par son intimité avec le Duc de Choiseul jouë ici tant auprès du Marquis Grimaldi, que du Public, la role d'Ambassadeur, avoient eû bonne part à ce soulevement; [...].” 349 representantes de Luis XV. Estos últimos, explicaba, te consideran enemigo y no paran hasta perderte en cuanto te opones a sus intereses3. Y siete días después: su mismo banquero -el del representante de Saboya-, hombre veraz y acreditado, le ha hablado de la culpabilidad de la Francia. Se dice además que a algunas personas se les advirtió previamente, desde la misma Francia, de lo que iba a suceder4. ¿Más? El 19 de mayo, Roubione nuevamente refiere que, según todos los indicios, si los representantes del monarca francés no han sido los causantes directos, lo han sido de manera indirecta, por medio de emisarios que habrían azuzado contra Esquilache a los ya descontentos del marqués5. Atención a esta acusación, que vale la pena retener. El 8 de abril anterior, ya había transmitido algo parejo el embajador del duque de Módena, Giuseppe Paolucci: los malévolos repetían que el principal fomentador del motín había sido el embajador del rey de Francia y que lo había hecho por indicación de su Corte6. El 10 de abril era el propio embajador d’Ossun quien lo explicaba preocupado al duque de Choiseul: se había extendido entre la gente la especie de que el abate Beliardi y él mismo habían trabajado secretamente y de concierto con el secretario Grimaldi para conseguir la caída de Esquilache. Es absurdo, comenta el bondadoso representante de Francia. Pero se le ha dado mucho crédito a semejante afirmación. Menos mal que, como le ha dicho el propio Beliardi, Carlos III sabe que no es cierto y, además, no dejaría de ser un mérito a los ojos de los españoles7. 3 “[...] il [Esquilache] ne s'est jamais douté par rapport aux Espagnols, et j'ai su qu'il avoit dernierement confié à un de ses amis intimes, qui est le mien depuis longtems, que dans son Ministere il ne craignoit que les françois; car ceux-ci, dit-il, dès que vous n'êtes pas pleinement dans leurs interets ils vous regardent comme leurs Ennemis et n'omettent rien pour vous perdre”: Roubione, 7 de abril de 1766, ASTo/I/L, m. 81. 4 “[...] mon Banquier qui est un homme vrai et accredité dans la Ville m'a confirmé qu'on ne revoque pas en doute parmi ses amis que la France ait eû bonne part à l'emeute, et que le Sieur Sellier Secretaire du Marquis Squillaci, qui a été aussi obligé de se sauver, avoit dit à un de ses amis, que tant lui, que son Principal étoient persuadés que ce coup lui venoit du Ministère de France, et m'a de plus nommé un quelqu'un qui est dernierement venu, je ne me rappelle pas si c'est de Bourdeaux ou de Bayonne, l'avoit assuré qu'on lui avoit parlé à son passage dans une de ces Villes de l'emeute qu'il devoit y avoir à Madrid, ce qui m'est egalement revenu par d'autres canaux, ainsi que d'un autre sujet, qui étant parti de Paris plusieurs jours avant le cas arrivé, le Secretaire d'Espagne l'avoit prevenu entr'autres au moment de son départ, qu'il trouveroit un soulevement en Espagne”: Roubione, 14 de abril de 1766, ibidem. 5 “[...] on a de jour en jour de tres fortes indices et des conjectures plus probables que la France si ce n'est directement, elle y a indirectement contribué par ses Emissaires, qui par ses insinuations contre les Marquis Squillaci aux plus mécontents de ce Ministre, n'ont eû beaucoup de peine à les animer, et à les porter sans paroître à toute sorte d'excés pour obliger à s'en défaire”: Roubione, 19 de mayo de 1766, ibidem. 6 ASMo/CD/E, 83, exp. 2c. 7 MAE/CP/E, 545, f. 269v-270. Siguiendo a Flassan, Historia de la diplomacia, t. V, pág. 430, CRETINEAU-JOLI (1846), 431, afirma aque Choiseul no se entendía (en sus preparativos para expulsar a los jesuitas) con su pariente el marqués (sic) d’Ossun, sino con Beliardi. Según COXE (1815), IV, 348, al principio sí creyó Carlos III en la culpabilidad francesa del motín. Lo da a entender también CRETINEAU-JOLI (1846), 433, repitiendo lo que dice Cristóbal Murr en la Historia de los franceses, t. XXIX, pág. 370: que Carlos III creyó que el motín había sido “obra de alguna intriga estranjera” (sic), pero le disuadieron de ello. 350 Tanucci no se atreve a asegurarlo. Pero repite en su correspondencia privada de abril –incluida la que dirige al duque de Losada, acaso el cortesano más próximo a Carlos III8- que Esquilache había caído en desgracia con los franceses y es que ya se sabía que no había manera de contentarlos; lo querían todo y no pensaban en otra cosa que no fueran sus intereses, a los que aquel que pretendiera ser su amigo no tenía más remedio que sacrificarlo todo: honor, interés, deber y cualquier ley humana y divina9; Esquilache era el único que resistía la rapacidad de Francia y la pretensión de expoliar España y las Dos Sicilias por medio del contrabando y de un comercio completamente desigual; el bueno de Grimaldi, con su educación genovesa, se había conformado (a juicio del toscano) con la mentalidad y las intenciones francesas. Se intentaba lo mismo – supeditarlo todo a los intereses de Francia- con el Pacto de Familia y el afán de lograr que lo aceptara el rey de Nápoles10. Aquel viento de guerra y el Pacto de Familia desde el punto de vista francés ¿Qué fundamento tenía todo esto? Remontémonos a las páginas de este libro en las que hablábamos del pacto de familia suscrito por los representantes de Luis XV y Carlos III en 1761 y de cómo los había llevado a la derrota ante Inglaterra al año siguiente, y de qué modo, en esa guerra, se había fraguado además la amenaza de otra, también contra el Reino Unido y contra Portugal: contra el primero, porque el rey de España se negaba a pagar el rescate de Manila que había concertado el arzobispo y gobernador de las Filipinas con los británicos que la querían saquear; con Portugal, porque, a raíz del tratado de paz de 1763, Carlos III sólo había devuelto a su cuñado la Colonia del Sacramento, sin territorios aledaños ni los que habían ocupado antes los portugueses en la zona del Río Grande de San Pedro. El lector podía haberse preguntado entonces qué postura adoptó Luis XV ante esta situación amenazadora, teniendo en cuenta el pacto de familia que le obligaba ahora a él a ayudar a España en la guerra, si ésta volvía a estallar. En virtud de ese pacto, en efecto, se había comprometido como Carlos III a luchar junto al otro si su aliado era agredido. Las nuevas de la amenaza de conflicto hispanolusoinglés causaron, por lo tanto, cierto miedo en Versalles; aquí no interesaba, de ninguna manera, que volviera a 8 En una de las cartas más explícita y prolijamente antijesuítica, la del 3 de noviembre de 1761 que dirige al duque de Losada, Tanucci acaba pidiéndole perdón por la largura del discurso, “che non si può né si deve fare se non ad un soggetto quale è Vostra Eccellenza prossimo ad un sovrano, e confidente d'un sovrano”: TANUCCI (1988), X, 260. 9 Tanucci a Losada, 22 de abril de 1766, AGS/E, lib. 273, f. 259: “Mi era già accorto, che il povero Squillace cadeva nella disgrazia dei Francesi. Non è possibile contentarli. Tutto vogliono, ne ad altro pensano, che all’interesse loro, al quale, chi vuol esser loro amico deve sagrificare e onore, e interesse, e dovere, e tutte le Leggi umane, e divine.” 10 Tanucci a Cantillana, 26 de abril de 1766, AGS/E, lib. 273, f. 261v-2: “Squjillace cacciato era il solo, che resisteva alla rapacità dei Francesi, e alla pretensione di spogliar la Spagna, e le Sicilie col contrabando, e con un commercio tutto passivo, […]. Il nostro buon Mse. Grimaldi coll’educazione Genovese è assuefatto alle massime stesse dei Francesi di spogliar colle arti del lusso, e col contrabando le Nazioni, che sono ricche per natura, e per natura oziose, como sonno la Spagna, e l’Italia Meridionale.” 351 estallar la guerra en aquellos momentos; tras la guerra de los Siete Años, los franceses habían emprendido los mismos trabajos que ingleses y españoles, sobre todo en lo que concierne a reforzar la escuadra, y eran precisos tiempo y medios para rehacerse, desde luego que con la idea de humillar la Albión. En la cuestión de La Colonia, Choiseul aplaudió siempre la intransigencia española, que al cabo pretendía poner coto a cualquier ampliación de la penetración británica en América. Pero, en el momento oportuno, cuidó también de recordar a Carlos III lo que el monarca nunca había olvidado: que la Corte española distaba poco de Lisboa. No se trataba de evitar el conflicto, sino de ganar horas, meses, a lo menos algún que otro año, desde luego para tornar a guerrear contra Inglaterra en cuanto se pudiera. Este último designio, lo compartían el Cristianísimo (el Très Chrétien) y el Católico sin el menor lugar a dudas. Pero, en las circunstancias concretas de 1763-1766, la guerra les venía tan mal, que el ministro Choiseul llegó a esbozar el propósito de incumplir el tratado de Familia y dejar sola a España si insistía Carlos III en precipitar los acontecimientos11. Fijémonos que esta postura se expresaba al mismo tiempo en que, como vimos también, se intentaba lograr de Carlo Terzo que llevara a su hijo, el rey de Nápoles, a sumarse al propio Pacto de Familia. Y es que los motivos para que el estadista francés obrara así eran ciertamente otros que los estrictamente diplomáticos, en el sentido clásico de la palabra. Porque precisamente contra la idea clásica de lo que era un embajador -un negociador solamente político- se revolvía Choiseul: un embajador recuerda airadamente al de Francia en Madrid, el bueno de d’Ossun, en 1765- está primero y principal para facilitar e impulsar el comercio del país que representa. No era tan sólo un cambio, relativo, de concepción de la diplomacia lo que movía al francés a decir esas cosas. Era un descubrimiento que creía haber hecho y que consideraba capital. En 1761, él mismo había juzgado el pacto de familia entre Carlos III y Luis XV un logro de enorme importancia por lo que suponía contar con la gran potencia española. Y habían sido derrotados. España no tenía la potencia que se esperaba. Entre 1758 y 1763, además, un colaborador íntimo del estadista, el abate Beliardi, conocedor de España, se había ocupado de analizar las posibilidades del comercio francés y las de la economía española y había llegado a la conclusión de que se trataba de una enorme potencia internacional con los pies de barro; su estructura económica no podía competir con la de Francia o Inglaterra. Así que, en 1764, Choiseul había concluido con términos incluso un punto brutales, pero francos, que, a esas alturas, el Pacto de Familia no interesa a Luis XV para nada que no fuera la paz. Sólo interesa, añade expresamente, para aprovecharse de las riquezas españolas mientras dure la paz; porque contiene unos privilegios comerciales recíprocos que, por la mayor fortaleza económica de Francia, es a los franceses a quienes más benefician12. 11 Vid. Choiseul, 16 de diciembre de 1764, MAE/CP/E, vol. 541, f. 275-9. Sobre el Pacto de Familia, DEFOURNEAUX (1969). 12 Choiseul, 16 de diciembre de 1764, MAE/CP/E, vol. 541, f. 275-9. Sobre el contexto comercial hispanofrancés de todo esto, los diversos estudios de SÉE (1925, 1927, 1928). 352 Corría ya por entonces la idea de decadencia que empaparía luego -en el siglo XX- el ser histórico de España. La monarquía española -resumiría Becattini en 1790, en la primera biografía de Carlos III- había alcanzado el cénit de la grandeza con Felipe II, comenzó a declinar con su sucesor, Felipe III, y llegó al culmen del hundimiento cuando murió Carlos II13. Para Choiseul, la España de Carlos III seguía siendo la derrotada en el siglo XVII en Centroeuropa: la España cuya influencia se había eliminado de Francia con la resolución de las guerras civiles de religión un siglo antes. La guerra civil francesa del XVI, en efecto, había tenido uno de sus dos ejes en el partido llamado español, cuya derrota conllevó no sólo el asentamiento dinástico de los Borbones, ni sólo la victoria de los que anteponían el interés de Francia a la recreación de la unidad de la cristiandad, sino también una opción cultural -en pro de toda una Weltanschauung y frente a otra, la de influencia hispana- y, con ello, la imposición de una idea de lo que era la propia España. En las reflexiones que garabatea Choiseul en 1766 cuando responde o instruye al embajador en la Corte española -el conde Pierre-Paul d’Ossun-, rebosa una distorsionada imagen que en realidad tenía más de un siglo: España es un país dominado por frailes, fanático, arabizado, pobre, el mejor destino de cuya economía es abastecer de materias primas a los franceses y comprar los productos de éstos; propietario de un imperio desproporcionado -el de Indias-, el porvenir mas deseable para estos territorios era que los herede el monarca francés, que sí podría defenderlos y explotarlos como se merecían14. La verdad es que, en cuestión económica, Choiseul no manifestaba un deseo quimérico, sino el de que siguiera sucediendo lo que ya sucedía: los españoles exportaban a Francia sobre todo materias primas (lana, cochinilla, sosa, hierro) y compraban de Francia productos terminados (telas principalmente, paños, tejidos de lana y seda, mercería, joyería). La balanza comercial era netamente favorable a los franceses y el déficit hispano se saldaba con plata y oro americano15. Pero es comprensible que los españoles no estuvieran de acuerdo. La visión hispanoitaliana de Francia Era cierto y bien cierto que, en la guerra contra Inglaterra, en 1762, los españoles no habían salvado a los franceses. Pero eso quiere decir que los franceses necesitaban ser salvados. No tenían fuerza marítima y, sin embargo, no querían pelear en tierra, sino en el océano. A España, por lo tanto, le tocaba el esfuerzo por fas y por nefas. 13 “La Monarchia Spagnuola giunta al sommo della grandezza sotto Filippo II Austriaco, cominciò a declinare in potenza su'principj del goberno di Filippo III, e si trovò al colmo della depressione alla morte di Carlo II sul principio del nostro già cadente secolo”: BECATTINI (1790), ii. 14 Es algo semejante a lo que simultáneamente dice el abate Beliardi al poner por escrito sus reflexiones de Comme les Espagnols regardent le commerce des étrangers: Esquilache no se da cuenta de que lo mejor para España sería vender materias primas -que es lo único que posee en abundancia- a los extranjeros: in BNP/M/FR: 10.766, f. 63-70v. Comparad lo que sigue de Beliardi con CAMPOMANES (1988), visión de 1762 más completa que la del italiano pero en la misma línea “protoimperialista”. 15 Vid. Ozanam (1995), 322. 353 Lo decía don Bernardo Tanucci en 1761, siendo miembro de la regencia de Nápoles y todavía consejero -a distancia- del rey Carlos III16: los españoles tendrían que resolver sus problemas y los de los franceses, cuya decadencia marítima no podía hacer impresión alguna a los británicos17. Todo el fracaso militar español consistiría -nada menos que- en dejarse ganar Manila y La Habana en 1762. Esto es: en no haber conseguido parar a los británicos, que en 1759 habían arrebatado a los franceses Quebec, en 1760 Montreal y el Canadá con ella, y aún la Martinica a comienzos de 1762. El pacto de familia de 1761 había respondido al desesperado intento del duque de Choiseul y de Luis XV de contrarrestar la supremacía inglesa en América, que comenzaba a ser peligrosa, como en efecto se comprobó al llegar la paz, en 1763, y perder el Canadá el Cristianísimo y la Florida Carlo Terzo18. Había respondido a eso y a la falta de acierto del monarca español y de Grimaldi, aquél al alinearse junto a Luis XV y éste al respaldar la opción francófila como embajador en Versalles hasta 1763 y secretario de Estado desde esta fecha, aunque firmara el Pacto de Familia su antecesor en este último cargo, el anglófilo Ricardo Wall. Esto no significa que el monarca español confiara totalmente en su primo por los años de la posguerra -éstos de 1765-1766-, por más que la relación entre la familia Borbón de Versalles y los Borbones de Madrid fuera realmente fluida19. Carlos III, Esquilache, Tanucci no dudaban en ponderar “la conocida mala fe de sus nacionales”20, se entiende los de Francia. Distinguían cuidadosamente entre el Rey Cristianísimo y sus súbditos. No cabía dudar de Luis XV -había escrito Tanucci a raíz de la guerra de 1762-, pero otra cosa eran sus vasallos, y en especial los cortesanos, y en particular las mujeres. Todo eran intrigas21: intrigas en el ejército, intrigas en los despachos. No había temor 16 “Li Francesi dunque non voglion fare la guerra di terra, e non possono fare quella di mare”: a Losada, 19 de enero de 1762, TANUCCI (1988), X, 459. 17 “Questa ultima [España] [...] deve fare il suo affare, e quello di Francia, che da sé per la decadenza delle sue forze marittime non può fare alcuna impressione negli animi d'Inghilterra”: a Albertini, 24 de noviembre de 1761, ibidem, 323. 18 Cfr. las diversas perspectivas -mucho más detalladas en el primer caso- de JENNINGS (1988); BATISTA (1992), 115-23; MEYER (1992), 138-40, sobre lo sucedido en la guerra. Acerca del impacto que tuvo en los círculos cercanos a Carlos III la pérdida de Martinica por los franceses a comienzos de 1762, TANUCCI (1990), XI, 83 y passim. Especialmente ibidem, 85, Tanucci a Losada -hombre de la mayor confianza del rey de España-, 27 de abril de 1762: “Prego Dio che [...] presto scorra la truppa spagnola ad impadronirsi d'Oporto, e di Lisbonna, e Ielves, e non siano nella penisola necessari quei monsieurs, che hanno perduta la Martinica con tanta vergogna, con tanta indolenza, e frescura consecutiva. Hanno coloro il peccato, e la disgrazia nell'anima, e nelle ossa, e seco portano il segno dell'ira divina che li vuole disonorati e disfatti. Sono li peccatori del salmista viae eorum tenebrae, et lubricum, et angelus Domini persequens eos. Procuriamo di mescolarci con questa nazione di cabalisti, e di mala intenzione il meno che possiamo, e apriamo gli occhi su quel che trattino con Vienna, e forse ancora con Londra.” 19 Muestra de la frecuencia del carteo entre la familia real española y la francesa, en las referencias que se hacen de envíos de correspondencia al embajador en Versalles, en AHN/E, leg. 6.550. 20 Esquilache a Tanucci, 19 de junio de 1764, ASN/E, fs. 4.886. 21 “Vorrei poter [...] sperar nelle forze, e nella fedele costanza dei Francesi. Non dubito del Re, forse per ora né pur del ministro; ma li esecutori mi fan temere, e quella grande influenza che le donne, e quei 354 del rey, sino pasiones privadas por doquier, incluso en nombre del monarca22. Con razón deseaba el toscano directamente a Carlos III (a quien no expresaba todos sus pensamientos con la claridad con que lo hacía a los consejeros del monarca español) que la Francia fuera constante en el compromiso que habían adquirido con él en virtud del Pacto de Familia y que los franceses se ajustaran debidamente al servicio de su señor con celo, concordia y buenas intenciones, sin cábalas ni pasiones e intereses privados23. Porque esto era lo habitual. Los ingleses habían pecado gravemente contra el rey de España -decía- y contra todo el género humano con aquel propósito manifiesto de hacerse patrones del mundo y dominar todo el comercio. Pero los franceses no les iban a la zaga. No habían hecho lo mismo porque no habían podido. Ambas naciones tenían puestos los ojos en las cuatro partes del mundo (las cuatro entonces conocidas) como objetivo de su rapacidad. Sólo los españoles -escribía el italiano Tanucci al también italiano Esquilache- habían tenido la humanidad de distribuir entre todas las naciones las riquezas de la naturaleza, de las que habían sido los primeros en adueñarse24. En el ejército francés faltaba la subordinación; sus mariscales y tenientes generales se dejaban guiar por la pura avaricia y no por la virtud, la patria o el rey. La cábala, la rapiña, las mujeres y los asentistas habían ocupado el lugar de la honestidad25. A los súbditos del Très Chrétien los movían los propios intereses, el lujo, el dinero, los honores, la prepotencia y la inhumanidad...26. Habían perdido la Martinica de modo vergonzoso, con indolencia y con frescura, a comienzos de 1762, y no dudaron en dejar a los españoles solos en adelante frente a los che colle donne trafficano in quella Corte hanno negli affari. Spesso vedo quel ministro cedere a questa non sana parte della Corte”: a Wall, 15 de septiembre de 1761, apud TANUCCI (1988), X, 118. 22 “[...] il Re [de Francia] e troppo buono. Le donne intrigano nelle parti superiori; intrighi sono nell'esercito; intrighi forse ancora nell'officine; queste ora però sembrano le piú innocenti; è certo che il Re non è temuto, che tutto è pieno di passioni private, e che il fatto dei privati è quello che si fa in tutte le parti del governo, e da per tutto si abusa il nome del Re”: A Losada, 6 de octubre de 1761, ibidem, 184. 23 “Auguro alla M.V., che Londra si ravveda, che la Francia sia costante, che li Francesi si adattino al servizio del padron loro con zelo, concordia, e buona intenzione non guasta dalle cabale, e dalle passioni, e interessi privati”: a Carlos III, 15 de septiembre de 1761, ibidem, 121. 24 “Hanno peccato molto gl'Inglesi contro il Re [de España], e contro tutto il genere umano nella loro crudele intrapresa di farsi dispoticamente padroni, e contro tutte le leggi di tutto il commercio del mondo. Li Francesi, quando è toccato a loro, nulla meno hanno tentato; le loro leggi, le loro dogane, i loro trattati fatti in tempo della loro prepotenza questo dimostrano [...] l'una e l'altra nazione hanno piene tutte le 4 parti del mondo della sua rapacità privativa. Li soli Spagnoli padroni originali delle ricchezze della natura hanno avuto l'umanità di distruibuirle a tutte le nazioni”: carta de 2 de febrero de 1762, ibidem, 501. 25 “[...] il pasato fa credere che [en el ejército francés] manca la subordinazione, e li marescialli di campo, e li tenenti generali pieni della sorda avarizia pensano unicamente ad arricchirsi vilmente e sporcamente, non alla virtú, alla patria, al re. Io nulla spero, ove la cabala, la rapina, le donne, gli assentisti prendono il luogo del valore, e della grandezza dell'animo, e della onestà”: A Cantillana, 13 de marzo de 1762, ibidem, 609. En el mismo sentido, a Esquilache, 15 de junio de 1762, ibidem (1990), XI, 193. 26 “Li Francesi hanno per primo oggetto l'interesse loro, il lusso, il denaro, gli onori cioè la prepotenza e l'inumanità. Dunque si serva, dicono essi, a chi può dar denaro, lusso, onori etc., e tutto il resto, cioè la patria, il re, la virtú, sono nomi e soggetti inutili, e vani”: A Galiani, 13 de marzo de 1762, ibidem (1988), X, 608. 355 británicos, para hablar mal de ellos seguidamente, en cuanto se dibujó la posibilidad de la derrota. Tienen los franceses -sentenciaba el toscano Tanucci en su correspondencia con los consejeros más próximos al rey de España- el pecado y la desgracia en el alma y en los huesos y llevan el signo de la ira divina, que los deja ser gente sin honor. Son añadía aún (entre muchos dicterios semejantes)- los pecadores de quien habló el salmista: Viae eorum tenebrae, et lubricum, et angelus Domini persequens eos. Había que evitar mezclarse con tal nación de cabalistas, llena de malas intenciones, y abrir los ojos ante lo que pudieran negociar a espaldas de Carlos III, con los enemigos de éste, incluido el inglés27. Todo esto, dicho antes de que la pérdida de La Habana y la paz de 1763 vinieran a darle en parte la razón. En 1764 hubo un roce pequeño pero revelador entre los dos países -Francia y España-; dos pilotos franceses habían sido detenidos en Lima y sus mercaderías requisadas, y la razón -estimaba el abate Beliardi al dar cuenta a Choiseul- era que los españoles temían que en Versalles existiese el proyecto de hacer algún establecimiento francés en América, aunque no había tal propósito según el presbítero italiano28 (que, por cierto, no decía la verdad, según vamos a ver). Planes de Francia para España y, sobre todo, las Indias Al fin y al cabo –aventuraba el abate-, los americanos deseaban sacudirse el yugo español, que se les imponía sangrientamente -afirmaba - y para enriquecer a unos pocos peninsulares. Así que había que adelantarse: o se entendían los españoles con los franceses (y esto es lo que pretendía Beliardi) o había que suplantarlos. Beliardi llegaría a diseñar un proyecto para lograr que la América central y Suramérica quedasen bajo el control del rey de Francia tomando pie en la Isla Martinica, Santo Domingo y la Guayana territorios que ya poseía-, más una isla en las Filipinas que permitiera penetrar en China y las Indias orientales. No eran sólo palabras. Carlos III lo sabía: antes de que acabara 1764, ordenó que Arriaga hiciera saber a las autoridades indianas que no se podía aceptar en los puertos 27 Vid. el texto de Tanucci a Losada, 27 de abril de 1762, transcrito supra, en nota, de donde proceden esas expresiones. También, del mismo a Esquilache, 11 de mayo de 1762, apud TANUCCI (1990), XI, 115: “[...] li nostri fratelli francesi hanno fatto quella sporca condotta, per cui ho sempre sospettato che lascerebbon tranquillamente cadere sulle braccia del Re nostro Signore tutta la guerra d'America, e d'Europa.” Al mencionar este último continente se refiere sin duda al propósito de reducir la guerra europea a Portugal, invadida ya por los ejércitos españoles. Del mismo a Losada, 1 de junio de 1762, ibidem, 159: “Li nostri fratelli francesi pensano e dicano che la guerra sarà tutta in Portogallo, hanno la sfacciataggine di dire la loro vergogna. Non può il forte della guerra andare in Portogallo se essi hanno la volontà e il coraggio di far la guerra in Westfalia. Tre mesi fa io diceva questo stesso, sospettando della fede e costanza francese.” En el mismo sentido y el mismo día, a Esquilache, ibidem, 163. Sobre las críticas francesas a España, inmediatamente después, Tanucci a Wall y a Losada, 29 de junio, ibidem, 219 y 222. 28 Cfr. nota de Beliardi, 1 de octubre de 1764; Ossun a Choiseul, 3 de septiembre, Choiseul a Ossun, 4 de septiembre, Grimaldi a Ossun, 6 de octubre, MAE/CP/E, b. 541, f. 61, 64, 74-75 y 135-135v. 356 ningún buque francés que arribara con título del Pacto de Familia; porque no contenía éste ninguna clásula que exceptuase a los súbditos o a las embarcaciones francesas de la prohibición de arribar a Indias29. Habría razones para celar: en 1765, y proyectos aparte, cuando el propio monarca de las Españas decretó la libertad de comercio con las Indias desde los puertos de Santander, Gijón, La Coruña, Sevilla, Málaga, Cartagena, Alicante y Barcelona, Luis XV ordenó que se estudiase en el Bureau de Commerce el texto de la norma; a primera vista, le parecía al duque de Choiseul que se podía aprovechar y convertirla en una apertura de la que se beneficiaran también los productos franceses. El artículo 24 del Pacto de Familia -explicó al embajador d’Ossun- decía que todo género de uno de los países signatarios pagaría en efecto los mismos derechos arancelarios que los del otro. El nuevo decreto español, se creyó por lo tanto, era expresamente contrario al Pacto de Familia; contenía un artículo donde se disponía que las autoridades establecerían los derechos pertinentes sobre cualquier género que procediera del extranjero. Negaba, pues, la igualdad concertada en 1761. D’Ossun responderá que, en realidad, en el Pacto de Familia se había reducido expresamente la aplicación de esa igualdad a Europa y, por tanto, no afectaba a las Indias30. Mas la intención de penetrar en el Nuevo Mundo español quedaba manifiesta. A comienzos de 1766, Beliardi llama la atención del duque de Praslin, secretario de Estado aux affaires etrangères, sobre la preferencia que dan las autoridades aduaneras españolas a las telas de Silesia, cosa que tanto perjudica a las bretonas; eso incluso en Cádiz, donde las telas francesas disfrutan pese a todo de rebajas. Y mucho más y por tanto peor es lo que ocurre en los demás puertos que, en virtud de la ordenanza de libre comercio con América de 1765, han sido habilitados para el tráfico atlántico. El abate italiano estaba a la sazón intentando que se les concedieran en éstos a los tejidos franceses las mismas ventajas de que disfrutaban en Cádiz; pero siempre, explicaba a Praslin, el precio sería ventajoso para las de Silesia. A su juicio había que dar más facilidades internas, en Francia misma, a los fabricantes franceses31. Así se entiende que en esos justos días se planteara también la ocupación de las Malvinas, frente a la costa suramericana, por británicos y franceses32. Lo había pretendido Bougainville en 1764, sin éxito, por la oposición de Carlos III a dejar que se 29 Vid. Cruillas, 8 de junio de 1765, diciendo haber comunicado a todos los puertos de Nueva España esa real orden de Arriaga de 13 de diciembre de 1764, AGI/M, leg. 1507-A, y gobernador de Caracas, 25 de abril de 1765, en el mismo sentido, AGI/C, leg. 368, exp. sin título. 30 Cfr. Choiseul a Ossun, 11 de septiembre de 1765, y Ossun a Choiseul, 25 de septiembre, MAE/CP/E, b. 544, f. 228-229 y 287. 31 Sobre esto, añade, le había presentado una memoria en Versalles, de la que ahora le remitía copia. Cfr. carta de 17 de febrero de 1766, BNP/M/FR: 10.764, f. 428-429. La memoria era del 5 de enero. Sobre las telas bretonas en Cádiz, SÉE (1925). Habla en cambio de las telas de Silesia como escasamente competidoras para las francesas en España ZYLBERBERG (1993), xiii. 32 Sobre las Malvinas, ASV/SS/S, vol. 301, f. 286v-287; MAE/CP/E, vol. 545, f. 335v, 341-346v, 348, 354v-355; BNP/M/FR: 10.769, f. 127-32 (papeles de Beliardi: que no hay pulgas); BERICHTE (1972: III), 196-7 (Rosenberg a Kaunitz, 6 de febrero de 1765: proyecto de un tal Bougainville [ein Franzos namens Bougainville). Sobre el viaje y la personalidad de Bougainville, BERNABEU (1992), 137-151, y BONNICHON (1992), 321-37. Aparte, vid., del propio Beliardi, Projet sur la Jamaïque (1758), BNP/M/FR: 10.770, f. 128-149v. 357 consolidara un primer establecimiento francés, y lo pretenderían al año siguiente los ingleses con un apostadero -Port Egmont- que instalaron en la bahía que los españoles llamaban La Cruzada y que sí prosperó... porque Luis XV optó en su momento -1770por hacer lo que Choiseul sólo había insinuado unos años antes: negarse a secundar a España en la guerra con Inglaterra si llegaba a tener lugar, por más que el Pacto de Familia le tuviera comprometido a lo contrario. Ciertamente, las finanzas del Cristianísimo ya andaban por los suelos, y por los cielos la oposición de los Parlamentos franceses a consentir nuevos impuestos, siendo así que cualquier exigencia económica tenía que aprobarse en ellos. Con todo, tras una larga crisis diplomática, los británicos abandonarían Port Egmont en 1774 y la cuestión de la soberanía quedaría en suspenso33. Eran los mismos días (1766) en que el propio monsieur de Bougainville pensaba en navegar hasta China por el Pacífico y los gobernantes de la Monarquía Católica no sabían cómo evitarlo, por el precedente que supondría y el pretexto que daría a Inglaterra34. Hacía años que Choiseul argüía que, si los españoles optaran por separarse de Francia, perderían mucho más que ellos: sobre todo si los franceses aprovechaban la paz para rehacer su marina y se ponían así en condiciones de organizar con los españoles la defensa de las colonias que le quedaban al monarca español35 (como si hubiera perdido la mayor parte). Y es que soñar costaba poco. También lo relativo a Filipinas interesaba a los franceses por la industria textil: las telas chinas competían con las suyas. Así que había que acabar con el entendimiento directo entre Méjico y Filipinas (“l'interês de la France exigeroit qu'on put affloiblir le commerce direct du Mexique avec les Philippines”, advertía Beliardi36) y para ello nada más fácil que ofrecer a los españoles las colonias de Francia en el Índico –para alcanzar las Filipinas por esta ruta- a cambio de que los navegantes franceses con sus barcos pudieran libremente traficar en Manila, sin necesidad de pedir permiso alguno ni de partir de un puerto español. A la larga, el 33 Sobre este episodio, PETRIE (1971), 138, y GOEBEL (1982), 226 y siguientes. La oposición de los Parlamentos franceses, en ALIMENTO (1995). El nombre de La Cruzada para la bahía de Egmont, en la documentación de 1770 sobre el desalojo de los ingleses que hay en FUE/AC, 28-16 bis. Sobre la toma de posesión en nombre de Su Majestad Británica en 1765 y las características de las islas, BYRON (1769), 95104. Sobre la devolución de las Malvinas a Carlos III en 1767 por mano francesa, BOUGAINVILLE (1921), I, 55-100. 34 Vid. del conde de Fuentes a Choiseul, 27 de octubre de 1766, AHN/E, leg. 6552, exp. Correspondencia del Duque de Choiseul. Los argumentos franceses a favor del viaje, como preparativo para la guerra contra Inglaterra, en carta de Choiseul a Grimaldi, 2 de octubre de 1766, ibidem. Sobre lo mismo, Fuentes a Grimaldi, 8 de agosto, AHN/E, leg. 6.551. 35 Choiseul a Ossun, 20 de diciembre de 1763, resumida por Ossun en respuesta a Choiseul, 2 de enero de 1764, MAE/CP/E, vol. 540, f. 3v-4. Sobre el estado de la marina española, ibidem, vol. 543, f. 107. Sobre el de la francesa, PRITCHARD (1987). También, LUTUN (1994). La situación de las finanzas francesas en 1763-1768 ha de ser revisada no obstante con RILEY (1987, 1996) y VELDE y WEIR (1992). Riley insiste en la escasa importancia que tuvo la guerra de los Siete Años desde el punto de vista económico; no tuvo los efectos tan negativos para Francia que han supuesto otros historiadores. 36 La vieille Espagne, BNP/M/FR: 10.769, f. 311. Toda la memoria, f. 310-2v. Ha de fecharse sin duda entre la paz de 1763 (porque alude a la última guerra) y los comienzos de 1766 (porque se habla de negociar con Esquilache). 358 provecho sería para Francia. Era la gran oferta que procedía hacer al marqués de Esquilache, secretario de Hacienda. La idea formaba parte de un proyecto más ambicioso aún, en relación con Asia. La isla de Francia y la de Borbón, en el Índico, receptoras del paso de ese tráfico hacia el Extremo Oriente, debían unirse estrechamente a las posesiones francesas de América: la Guayana, la isla de Martinica y la parte que le correspondía en Santo Domingo. Aquí tendrían salida, así, las taffias de aquellas islas del Pacífico, que recibirían a cambio, de las americanas, el arroz y las merinas con que los franceses no podían abastecerlos y eran objeto ahora de puro contrabando. En el proyecto de Beliardi y otros arbitristas franceses o de la Corte de Luis XV, la incorporación de las Indias españolas a la corona del Cristianísimo formaba parte de un vasto proyecto comercial, que enlazaba Europa con América, por una parte, y con Extremo Oriente de otra. Las Filipinas españolas cumplían en esta idea una función primordial. Serían la cabeza de puente para penetrar en los mercados chinos. Luego, desde el archipiélago los navegantes se apoyarían en las posesiones francesas indostánicas (que se perdieron para Francia, no obstante, en 1763, en favor de Inglaterra). Podemos ver este espacio en un mapa del Océano Indico, diseñado por Malo de Luque. Desde las Filipinas, las costas malabares y de Coromandel enlazaban con las islas de Francia y de Borbón, situadas al este de Madagascar (según se aprecia en otro mapa del propio Malo de Luque). Esas islas debían servir como punto de arribo y de partida hacia América (hacia la América ya francesa, según esta quimera). Mapas de Malo de Luque (I: 1784). È 359 Por fin, la última etapa antes del continente americano, en ese gran imperio comercial soñado en Francia: la isla de Martinica y la Guayana, además de la parte francesa de la isla de Santo Domingo. A estos enclaves americanos afluirían los productos continentales y los compradores de toda América. Detalle del mapa de Coleti, posterior a 1767. Æ En la Guayana se producía, según el abate italiano, el mejor algodón de América; así que lo que había que conseguir era que unas cuantas familias bengalíes y chinas pasaran a ese territorio y enseñaran a los demás a hilar. Mejor era favorecer esta inmigración que comprar negros, que costaban mucho dinero, apenas se multiplicaban y sólo aportaban brazos. Si los chinos iban a Filipinas hasta que el Rey Católico lo prohibió con más facilidad irían a un territorio francés; “le Gouvernement Espagnol n'est pas susceptible des mêmes douceurs que le Gouvernement François, ni le sole[?] de Manila des mêmes resources qu'on peut trouver dans toute l'étendue de la Guianne”37. Todo lo 37 Le commerce de l'Inde...: BNP/M/FR: 10.769, f. 315. Toda la memoria, f. 314-6v. 360 que había que hacer era dejarles que vivieran en su religión y se rigieran por sus leyes, como se respetaba en Francia a los judíos. 361 II. EL PARIENTE MEDITERRÁNEO Y SUS INQUIETANTES VECINOS Preparativos, pese a todo, militares en Francia Pero, de momento, lo que urgía arreglar era el problema de Manila y de La Colonia y la consiguiente amenaza de guerra con portugueses y británicos. De hecho, y pese a todo, el francés también se aprontaba. Por mucho que pensara -como pensaba ciertamente- en la manera de eludir los compromisos militares del Pacto de Familia si llegaba el fatal momento, Choiseul se daba cuenta de que lo más probable era que Luis XV tuviera que movilizarse a su vez junto a su primo y aliado. Y había que evitar una guerra precipitada cuando todavía no se habían repuesto las fuerzas perdidas en la de 1756-1763. El duque -más que ninguno- era clarividente; a los ingleses les interesaba la guerra tan poco como a Francia, recién salidos como estaban de la que había acabado en 1763: “Les ministres anglais ont plus de peur que nous de la guerre, ils ne la feront pas” -escribía en noviembre de 1765-38. Pero, con los meses y la insistencia de Rochford en exigir el pago del rescate, y las noticias que llegaban de Londres, la seguridad se resquebrajaba. España iba irremediablemente a la guerra con Inglaterra -había escrito ya al francés el abate Beliardi a finales de julio de 176539- y próxima la consideraba asimismo el propio Choiseul horas antes del 23 de marzo de 1766, cuando estalló el motín contra Esquilache40. Además, ciertamente, Carlos III actuaba de forma tan prudente que no le daba excusas a su primo para echarle a él la culpa e inhibirse de la hipotética contienda. En marzo de 1766, muy poco antes del motín, Esquilache precisamente y varios otros cortesanos le habían aconsejado que propusiera a los de Londres que el contencioso de Manila se sometiera al Consejo de Indias y, si no lo aceptaban, al rey mismo de Prusia, aliado antaño del inglés, supuesto que tampoco les parecería bien recurrir a Luis XV. De esa manera, si la sentencia era desfavorable al rey de España, la responsabilidad no sería de Carlo Terzo y si, a pesar de todo, los ingleses querían ir a la guerra, toda Europa sabría que Carlos III había hecho lo imposible para evitarla41. La posición de Prusia no era antiespañola, por fortuna para Carlos III y sus súbditos; el rey prusiano deseaba ante todo la paz –dijo al embajador español en Londres el príncipe heredero de Brunswick al 38 Choiseul a Ossun, 4 de noviembre de 1765, MAE/CP/E, vol. 544, f. 227. 39 Cfr. 28 de julio de 1765, MAE/CP/E, vol. 543, f. 268-76v. Y, como parte de la base de que Francia tendrá que movilizarse junto a España, envía además a Choiseul un plan de guerra. 40 Vid. Choiseul a Grimaldi, 21 de marzo de 1766, exponiendo, por eso, los medios que considera necesario para una guerra francoespañola contra Inglaterra: MAE/CP/E, vol. 545, f. 213-6. Antes, Grimaldi a Magallón, 6 de enero de 1766, decía que el rey estaba contento por la respuesta que había dado Choiseul a los dos preguntas que le había hecho el embajador portugués, una sobre el asunto de Manila y la otra acerca de los límites de Sacramento: AHN/E, leg. 6.550. 41 Cfr. Ossun a Choiseul, 11 de marzo de 1766, ibidem, f. 196-7. Tanucci a Ludolf, 3 de mayo de 1766, en cifra, AGS/E, lib. 273, f. 280v: “Si và a comporre la disputa dei due millione di Manila tra Spagna, e Inghilterra.” 362 comenzar 1766- y no pensaba en aliarse a Inglaterra precisamente porque daba por hecho que ingleses y españoles volverían a guerrear y no quería verse forzado a intervenir42. En tanto, y por si acaso, los preparativos de guerra proseguían, también de parte francesa. Al comenzar 1766 había “general persuasión” en Europa de que la paz entre España y el Reino Unido no podía durar mucho43. De situation critique de l'affaire se habla en París el 20 de marzo de 176644, tres días antes del motín madrileño, y de las fuerzas necesarias para el enfrentamiento armado a los ingleses escribe el duque de Choiseul a Grimaldi el 21 de marzo45. Más tarde, Grimaldi enviaría formalmente a Choiseul un Proyecto de guerra que había preparado en conformidad con Carlos III. El proyecto se remitía a 1768, en que habría acabado la construcción de buques a que se habían entregado las dos monarquías borbónicas; Carlos III contaría con 58 navíos de línea y treinta fragatas, y Luis XV, 66 y cuarenta, respectivamente, más otros catorce de los primeros a lo largo del año que podía durar la lucha. Los ingleses tendrían 120 y ochenta, respectivamente también; de manera que las fuerzas estarían emparejadas. Ahora se trataba de conseguir además que el Reino Unido quedase aislado diplomáticamente, de manera que no se movilizara en su favor príncipe alguno, y que, con ello, no hubiera guerra por tierra, que exigiría, si no, más hombres y dinero (siendo esto último más abundante en Inglaterra que en las Monarquías Catolica y Très Chrétienne) 46. Estratégicamente, el plan sería como sigue: Carlos III colocaría en el Ferrol 34 navíos de línea (de ellos, treinta armados permanentemente) y doce fragatas. Habría además, en el hinterland de aquel puerto, en Galicia, veinte mil hombres de Infantería, Caballería y Dragones, con todo lo necesario para embarcarse camino de ultramar; un tren de artillería y las municiones precisas. Al sur de la península, en Cádiz, aguardarían catorce barcos de línea (de ellos, doce armados en todo momento) con ocho fragatas y, en el entorno, ocho mil hombres de tropa dispuestos a embarcar. 42 Vid. a Grimaldi, 28 de enero de 1766, AHN/E, leg. 4271, caja 2. 43 En este sentido, el embajador español en Londres a Grimaldi, 28 de enero de 1766, AHN/E, leg. 4271, caja 2. 44 Magallon a Choiseul, 20 de marzo de 1766, comunicándole la respuesta de Carlos III a los ingleses sobre el asunto de Manila: ibidem, f. 210. 45 Vid. ibidem, f. 213-6. 46 Vid. Grimaldi al conde de Fuentes, 28 de noviembre de 1766, AHN/E, leg. 6552, exp. Papeles indiferentes…, fajo Proyectos de Guerra = Año de 1766. Las cifras de barcos franceses no coinciden con las que daba Choiseul a Grimaldi en una carta sin fecha aneja a otra de Grimaldi a Magallón de 2 de abril de 1766 (AHN/E, leg. 6.550, Correspondencia de oficio… hasta últimos de Diciembre de este año), en que decía que Luis XV tenía 62 barcos de línea, de los que cuarenta podían hacerse a la mar en tres meses y los otros 22 en seis, y que contaría además, en 1769, con otros dieciocho que estaban construyéndose. Había que prever las operaciones, añadía, para este último año, 1769. 363 Al este, en la Cartagena mediterránea, otros siete de línea (de ellos armados cinco) con algunos chebeques y fragatas, y tropa a proporción. Los tres navíos españoles restantes partirían, al comenzar la guerra, hacia el Pacífico, donde se les uniría el Peruano -construido donde indicaba su nombre-, a no ser que se prefiriera poner los cuatro barcos en las Malvinas para impedir el ingreso de buques británicos en la Mar del Sur. Aparte, se enviarían cuatro batallones más a La Habana cuando estallase la contienda. Esto respecto a las fuerzas españolas. Respecto a las francesas, habría cuarenta barcos de línea, armados de continuo, en el puerto de Brest, o sea en la Bretaña, con veinte fragatas y, en la costa, 40.000 hombres preparados para embarcar, más artillería gruesa y de campaña para una expedición como Dios manda. En el Mediterráneo, en Tolón, habría otros doce buques franceses de línea con diez fragatas y doce mil hombres con todo lo preciso para el embarque. Al comenzar la guerra, Luis XV enviaría además otros dieciséis de línea y diez fragatas a América, preferiblemente a Puerto Rico; si no, a Martinica o al cap Tiberon (¿el cabo Tiburón, en el arranque oriental del istmo de Panamá?), en todo caso en un lugar au vent de la Jamaïque. La razón de preferir Puerto Rico era su mayor salubridad, la seguridad del puerto y el sentido de los vientos que dominaban aquí. Al tiempo, y a ese mismo lugar, Luis XV enviaría ocho mil hombres para pelear en tierra. Y aún le quedarían doce barcos de línea en reserva. Se entiende que los navíos y la tropa francesa y española enviada a América tendría la misión de defender este continente y sus islas. Lo mismo ocurriría con lo emplazado en Cádiz. Pero lo de Brest y El Ferrol amenazaría con invadir Inglaterra si llegaba el caso, y lo de Cartagena y Tolón, contra Gibraltar y Mahón, que eran inglesas en aquellos momentos47. Pero Luis XV y Choiseul aún querían ir más despacio y diferían la ruptura de las hostilidades hasta 1769 ó incluso 1770, cuando la Armada pudiera llegar a ochenta barcos...48 Política italiana, guerras y matrimonios No había pleno acuerdo, por tanto. Y la razón no era de mera táctica, sino de interés respectivo: Carlo Terzo no terminaba de asumir el papel de pariente pobre49, sino que 47 Cfr. 29 de Noviembre de 1766.= A = Proyecto del Ministerio de España (1766), AHN/E, leg. 6552, exp. Papeles indiferentes…, fajo Proyectos de Guerra = Año de 1766. Vid. ANEJO V. 48 Vid. B.= 1766.= Memoire du Ministere de la Marine de France, AHN/E, leg. 6552, exp. Papeles indiferentes… Es la respuesta al proyecto español de 29 de Noviembre de 1766..., cit. supra. Ibidem, hay una nueva Memoria.= del Ministerio de Francia remitida al de España en 1767..., con nuevos planteamientos. Vid. ANEJO V. 49 Quizá porque, como advertía el conde d'Ossun al duque de Choiseul, España no era un país tan pobre como el duque creía: cfr. 31 de diciembre de 1764, MAE/CP/E, vol. 541, f. 360v-1. 364 comenzaba a recoger, visiblemente, los frutos de la semilla itálica sembrada con paciencia por su madre, Isabel Farnesio (que languidecía por entonces -1765-1766- en el palacio de La Granja, al otro lado de la sierra que cierra por el norte la estepa de Madrid). Cundía ya la idea de que la decadencia de España era cosa pasada: después de una guerra atrocísima, que duró catorce años -la de Sucesión de principios de siglo, escribiría Becattini-, la monarquía española había quedado desmembrada. Pero Felipe V, el primer Borbón, e Isabel Farnesio habían sabido recuperar para ella el peso que tenía en la balanza política europea de siglos anteriores; España había vuelto a ser una aliada con muchos pretendientes. Cierto que la lenta agonía de Fernando VI la había dejado luego inactiva durante cierto tiempo. Pero se habían equivocado quienes se apresuraron a afirmar que no tenía fuerza marítima ni terrestre, artes ni ciencia, navegación ni comercio. Carlos III había sabido corregir los defectos, reformar el ejército, reforzar la marina, perfeccionar la navegación, impulsar el comercio y mejorar los más heterogéneos aspectos de la vida española. La decadencia había acabado50. La entronización de los Borbones en España a comienzos de siglo y el carácter patrimonial de los Reinos y de las relaciones diplomáticas habían alineado a los españoles con los Borbón franceses desde que comenzara el siglo XVIII y terminó la guerra de Sucesión, y ese entendimiento se había reforzado además con la firma de los primeros Pactos de Familia, en 1733 y 1743, en virtud de los cuales las tropas españolas habían secundado a las de Francia en los campos de batalla de Europa. Pero las habían secundado en beneficio propio también: los Borbones de Aranjuez habían sacado en cada caso tajada con paciencia y habilidad. Y de manera inquietante para los Borbones franceses. Desde el primer momento, por lo pronto, habían procurado los españoles reducir el espacio que los alejaba de sus recientes enemigos, los Habsburgo, a quienes despojaran del trono peninsular en la guerra de Sucesión con que había empezado el siglo, y hubo incluso momentos en que parecieron dispuestos a entenderse con los ingleses y los lusitanos. En 1725, los dos plenipotenciarios de los dos contendientes de otrora, el rey Felipe V de Borbón y el emperador Carlos VI de Austria, habían firmado ya un tratado de paz y de alianza y otro 50 “Dopo una guerra atrocissima di 14 anni restò smembrata sotto Filippo V primo Re dell'Augusta Casa di Borbone, ma aderendo egli a'consiglio di Elisabetta Farnese, mercè la saggia amministrazione del primo Ministro Sig. di Patigno, tornò a dare un gran peso nella bilancia politica d'Europa, e la di lei alleanza venne con avidità desiderata e ricercata dall'altre Corti.- Il lungo stato di languore di Ferdinando VI la lasciò per alquanto tempo nell'inazione, ma non è però, come incautamente si è preteso da alcuni inscienti oratori, che restata fosse senza forze marittime, e terrestri, senz'arti, senza scienze, senza navigazione e senza commercio. Questo è un mentire troppo goffamente, ed un volere imporre al pubblico imparziale. Carlo III asceso a quel trono, prese in considerazione i difetti che trovò nella costituzione, si accinse a togliergli o minorargli a norma delle circostanze, a far prendere un nuovo aspetto alle milizie di terra, aumentar la marina, perfezionar la nautica, dilatare il commercio e stabilir nuove leggi per la maggior felicità de'popoli sulle traccie già trovate, e su quelle indicategli dalla saggia accortissima genitrice”: BECATTINI (1790), ii-iii. Es interesante observar, asumida enteramente para el Reino de Nápoles, la idea de la decadencia del siglo XVII, superada por Carlo de Borbone, también en la publicística antipiamontesa del XIX. Por ejemplo, la obra firmada por X. (1862) que se menciona en la bibliografía final. 365 de comercio que suscitaron de inmediato, en otras Cortes europeas, el temor a que se gestara con ello una nueva preponderancia en el orden internacional, preponderancia concretamente hispanoaustriaca, como la derrotada a mediados del siglo XVII en el centro de Europa. Franceses, ingleses, holandeses y prusianos incluso suscribieron en ese mismo año una alianza defensiva que hiciera contrapeso a la suscrita en Madrid y Viena51. Para el futuro Carlos III fue fundamental, además, un segundo tratado suscrito en Viena, en 1731, por el cual Carlos VI de Austria definitivamente aceptó la cesión de los Ducados de Parma y Plasencia al primogénito de Isabel Farnesio52. No era una concesión gratuita: como Farnesio y Médici, Isabel se consideraba heredera de Parma y Plasencia y de Toscana para el caso de que las respectivas dinastías reinantes carecieran de sucesión masculina, y así se le había reconocido a su hijo -futuro Carlo Terzo- en el tratado de Londres de 1718, aunque fuera añadiendo una cláusula que no satisfizo a la reina Isabel: la de que, en adelante, fueran considerados los Ducados como feudos del Sacro Imperio, siendo como eran hasta entonces territorios libres (Toscana), feudos de la Sede Apostólica (Parma) o de la propia España (Siena)53. Quedaron por lo demás intactos los derechos del infante don Carlos sobre Toscana como legítimo heredero de los Médici54. Enseguida, y como consecuencia del primer Pacto de Familia (1733), soldados españoles volvieron a intervenir en Italia contra los austriacos, durante una nueva guerra de sucesión -la de la corona polaca- y ya con el empeño declarado de recuperar la soberanía española, solo que con la casa de Borbón y en detrimento de la de Austria55. Para el trono de Polonia, el francés Luis XV apoyaba al príncipe Estanislao Leszczyñski frente al candidato de Rusia -Augusto III de Sajonia- y Felipe V vio la oportunidad de ampliar la presencia en Italia de los hijos habidos con Isabel Farnesio. Lucharon, pues, y eso condujo a un nuevo tratado vienés, suscrito en 1735, por el cual el infante don Carlos cambió Parma y Plasencia y los derechos sucesorios sobre Toscana por el Reino de Nápoles, que el infante había recorrido victoriosamente durante la guerra56. 51 Cfr. BECATTINI (1790), 18. Sobre los temores franceses, ibidem, 15. 52 Vid. ibidem, 22-9. En ASP/CCB (VI): 14, fasc. 2, hay una extensa Relación de los más remarcables succesos ocurridos en el viage del Señor Infante Don Carlos desde que salió de Sevilla, hasta que llegó a Pisa, en 1731, redactada sin firma y sin foliar (tiene 35 ff.), otra relación -continuación probablementesobre la recepción en Pisa y abundante documentación acerca de aspectos protocolarios y organizativos del viaje y primeras providencias, casi todo de 1731 y 1732. Ibidem y en ASP/CCB (VIII): 45, un muy interesante ceremonial de recepción de embajadores y diversos aspectos organizativos de la Real Casa. Sobre la repercursión europea del primer tratado de Viena (1725), MATTONE (1992), 45. 53 Cfr. Becattini (1790), 9-12. 54 Sobre las expectativas suscitadas ya por el tratado de 1731 en Toscana, ante la posibilidad de que fuera entronizado un duque ajeno a los Habsburgo, ibidem, 32 y siguientes. 55 En este sentido, ibidem, 68-71. Sobre esta guerra en conjunto, SULTON (1980). 56 En 1735 por tanto, no en 1736 pese al título del fascículo a que remito en una nota anterior. Ibidem (ASP/CCB [VI]: 14, fasc. 2), abundante documentación sobre este viaje de 1735. Sobre los preliminares firmados en Viena, BECATTINI (1790), 74-5. En ellos, también la sustitución de Poniatonski por Augusto de Sajonia -aliado ya de los Borbón españoles- en Polonia. El propio BECATTINI (1790), 85, advierte que, pese al acuerdo dicho -que suscribieron los representantes de Felipe V y Carlos VI- el futuro Carlos III se 366 La solución de 1735 ya suscitó mayor zozobra en la Corte francesa, sobre todo porque, además, Isabel Farnesio pretendía redondear la paz con el matrimonio entre su hijo y Mariana de Austria, segundogénita del emperador Carlos VI, y, ya que no fue así -porque le pareció a éste demasiado comprometido el casorio de una hija con el hijo del que había sido su enemigo principal-, el propio emperador desvió la petición hacia el vástago de un pariente, su sobrina María Amalia, hija de Augusto III de Sajonia, rey ya de Polonia y esposo de la primogénita del difunto emperador José I, que era hermano de Carlos VI. Tanto desasosegó en Francia este avío, que se inició el proceso que llevaría en 1747 al enlace de Luis, delfín francés, con otra hija de Augusto III, la infanta María Josefa57. “La Corte di Francia non mostrava gran piacere dell'ingrandimento del Ramo Borbonico Spagnuolo”, comentaría Becattini58. Ante la sucesión austriaca, el propio Felipe V había pretendido hacer valer sus mejores derechos como descendiente del emperador Maximiliano II, suegro de Felipe II. “Riusciva in vero un grande sconcerto per gli affari di Europa il vedere un ramo della Casa di Borbone pretendere tutta l'eredità del Casato Austriaco.” Para entonces, el segundo Pacto de Familia (1743) ya había provocado una nueva intervención de tropas peninsulares, ésta vez en la tercera guerra de sucesión del siglo XVIII -la de la propia Austria-, y, ahora en virtud del tratado de Aquisgrán (1748), también Parma y Plasencia quedaron asignados a un Borbón farnesino, el infante don Felipe, que era hermano menor del rey Carlos de Nápoles. Y, en el caso de España y Austria, no sólo se firmó una alianza defensiva en 1752, sino que la cordialidad aún estuvo al pie de perpetuarse con el enlace del rey Fernando VI y la infanta María Cristina, hija de la emperatriz María Teresa, matrimonio que se comenzó a negociar, sin embargo, en los últimos meses de la vida del rey español59. Algunos años antes, hacia 175060, ya se había empezado a hablar de un doble matrimonio que uniera definitivamente las dos casas, siquiera fuera por la vía de Nápoles: el de la segundogénita de Carlo Terzo con el segundogénito de María Teresa de Austria y el del cuarto hijo de aquél y heredero de Nápoles con otra hija de la emperatriz. Serían, ciertamente, los enlaces de María Luisa de Borbón y Pietro Leopoldo de Toscana reservó, “como erede legittimo più prossimo, e come figlio adottivo di Gio. Gastone e dell'Elettrice, le sue pretensioni all'immensa e preziosa suppellettile della Casa de' Medici, e ai beni allodiali della medesima, facendo tanto a Firenze che a Vienna le opportune proteste de' suoi diritti.” Protestas que se renovarían cada año hasta 1761, cuando se concertó el matrimonio entre el duque Leopoldo y la infanta española María Luisa. Sobre el reinado italiano de Carlos de Borbón, ACTON (1957), FALZONE (1964), GLEIJESES (1976), PINTO (1985) entre otros. La bibliografía al respecto es muy amplia. 57 Vid. OLIVEROS (1953). La interpretación del matrimonio con María Amalia de Sajonia como desvío de Carlos VI, en BECATTINI (1790), 105-6. 58 Hablando de 1742: loc. cit. (1790), 122. Lo que sigue, ibidem, 120. 59 Sobre los trabajos de Sebastiâo José de Carvalho en pro del acercamiento entre austriacos y españoles en 1744-49, RIBEIRO (1965). Sobre el intento de casamiento, MARÍN LÓPEZ (1958). 60 Según BECATTINI (1790), 179. Sobre las relaciones hispanoaustriacas bajo Carlos III, KLEINMANN (1967); en su vertiente americana, el mismo autor (1968). 367 -concertado definitiva y formalmente en 1764- y de Fernando de Borbón y María Cristina de Austria, consumado este último ya en 176861. En 1759 moría Fernando VI, y Carlos III ocupó el trono de España. Pero dejó en el Reino napolitano a su hijo Fernando, niño, custodiado por una regencia cuyos miembros consultaban de hecho al monarca español las decisiones principales62. De hecho y, en parte, de derecho, porque Carlos III se había reservado expresamente las decisiones de política internacional relativas a Nápoles y les había entregado a los regentes unas Istruzioni para que supieran cómo debían gobernar en todos los campos63. Esquilache, por cierto, no fue ajeno a esta continuidad, ni siquiera en lo que le concernía a él mismo. No sólo dejó bien situados a varios de sus antiguos oficiales de la Secretaría de Guerra, Hacienda, Marina y Comercio, sino que, al frente de la Hacienda, para sustituirlo a él, logró que el rey pusiera a un deudo suyo, Giulio Cesare d’Andrea, a quien don Leopoldo Di Gregorio dejó además un Piano d’Azienda conforme al cual debía gobernar. La temprana muerte de d’Andrea estropearía ciertamente esos planes; lo sucedió en la 61 La infanta María Luisa de Borbón llegó a Cartagena, camino de Italia, el 22 de junio de 1765, según Gazeta de Madrid, 9 de julio, y a Génova el 17 de julio (esto último, en el Mercurio histórico y político, C LXXX [agosto de 1765], 353. Su boda con el archiduque Pietro Leopoldo tuvo lugar el 6 de agosto de 1765 en Innsbruck: cfr. Gazeta de Madrid, 27 de agosto, pág. 277. La muerte del padre de Pietro Leopoldo, el emperador Francisco de Lorena, fue casi inmediata: vid. Mercurio histórico y político, CLXXX (septiembre de 1765), 65 y siguientes. Sobre la necesidad de acelerar el matrimonio de Fernando de Borbó´n y María Cristina de Austria, Tanucci a Carlos III, 7 de octubre de 1766, MANCUZZI (1969), 344. 62 El tono de superioridad no deja lugar a dudas: “Acompaño a V. E. -escribe Esquilache a Tanucci en mayo de 1764- las facturas y conocimientos de tres carguías de trigo que don Simón de Arragorri, y por disposición mía le ha hecho dirigir [...], quedando ahora [...] se sirva V. E. providenciar que al arribo se recoja el trigo, y después de reducido en harina se venda al Mercado en la forma avisada, haciendo sucesivamente entregar su producto a ese don Francisco María Berio por cuenta del Real Giro”. Calcula que, puesto en Nápoles, saldrá el que va de Londres a 44'31 reales y los dos que proceden de Rotterdam a 39'3 y 38'14: Esquilache a Tanucci, 8 de mayo de 1764, ASN/E, fs. 4.886. Y unos días después: “[...] a medida que le vaya entrando [en Nápoles el trigo], puede V. E. servirse de providenciar que se pase a ese don Francesco Maria Berio por cuenta de la Real Dirección del Giro, según lo tengo insinuado en otra anterior, prefiniendo [sic] yo con esta fecha al mismo Berio el destino que ha de darle”: Esquilache a Tanucci, 22 de mayo de 1764, ibidem. La respuesta de Tanucci a Esquilache, 12 de junio, ibidem: que así lo hará. Semanas después, Esquilache escribe a Tanucci por orden de Carlos III que no ponga impedimento a que los capuchinos obedezcan a los que son sus superiores aunque residan fuera de Nápoles y Tanucci ha prometido cumplirlo: cfr. Pallavicini a Torrigiani, 21 de agosto de 1764, ASV/SS/S, b. 292, f. 57. Parece haberse dado con todo, muy al principio, un amago de independencia de criterio, si es cierto lo que escribía Carlo di Firmian el 26 de febrero de 1760: que, según parecía, se estaba gestando un acuerdo entre la emperatriz María Teresa y la regencia de Nápoles; que lo negociaba Tanucci y que se oponían los del gobierno de Madrid; “il vero motivo sarà stato la gelosi[a?] che egli ha supranudrito[?] verso il marchese di Squillace, ed avrà egli serato[?] che Squillace per mezzo della Regina e dell Duchessa di Castro Pignero[?] si...”: ASMi/PE, cart. 88. Componían la regencia de Nápoles Bernardo Tanucci, Stefano Reggio e Gravina -principe de Iaci e de Camporiorito-, Domenico Cattaneo -príncipe de Sannicandro-, Domenico di Sangro -capitán general del ejército napolitano-, Giuseppe Ardore, Michele Reggio -capitán general de la Marina-, Lelio Carafa marqués de Arienzo-, Pietro Bologna e Reggio -príncipe de Camporeale y presidente de la Giunta di Sicilia- y Giovanni Fogliani d'Aragona, habitualmente ausente por ser al tiempo virrey de la propia Sicilia: cfr. MAGIORINI: “Introduzione” a TANUCCI (1988), X, 13. 63 En este sentido, MAIORINI (1991), 267. 368 Secretaría don Giovanni Ascenzio De Goyzueta, que ya era otra cosa, aunque no se puede decir que le fuera ajeno. Además, el Piano presentó dificultades y dio lugar a una fuerte controversia interna y a acusaciones mutuas, entre los gobernantes de Nápoles, que salpicaron al secretario de Hacienda de España64. En 1765, por otra parte, murió don Felipe65 -aquel duque de Parma, hermano de Carlos III-, y al heredero, niño de trece años, otro Fernando, su sobrino -que le pidió permiso de inmediato al rey de España para consultarle cuando lo juzgara preciso (más: para escribirle con ocasión de todos los correos a fin de que le sirviera de padre66, según hemos visto)-, lo nombró Carlo Terzo infante de España -miembro de la familia real española- y caballero de la orden de Santiago con las encomiendas que tenía el duque muerto: la Mayor de Castilla y las de la Alhambra y Solana, Aledo y Totana y Caravaca. También dije que hacía ya tiempo que la hermana de Fernando, María Luisa de Parma, se había comprometido con el príncipe de Asturias, futuro Carlos IV, para casarse ese mismo año, 1765. Las relaciones entre las dos familias eran tales, que a Carlos III le sorprendió saber que, en el testamento de su hermano, no se le encomendaba a él la tutoría y administración del Ducado mientras Fernando fuera niño, sino al que era secretario de Hacienda y Estado, François-Guillaume-Léon du Tillot. Es probable que el nombramiento del duque niño como infante fuera una forma de salvar la distancia interpuesta por esa circunstancia, que ciertamente contrarió al monarca español67. Pero se trataba de una única pieza en una política matrimonial relativamente compleja y principalmente itálica: en 1764, la emperatriz María Teresa de Austria, sabedora de los amores -surgidos por medio de un retrato68- que propiciaba el rey de España entre el príncipe de Asturias y la sobrina parmesana, hizo saber sinceramente al monarca español que su hijo José -el rey de Roma- bebía los vientos por la lozana María Luisa y le pidió el favor de renunciar a pretenderla para el príncipe Carlos. Pero el rey español le respondió correctamente que no, sobre todo por razones de afecto. (“Er schreibe diese Prinzessin und heisse sie seine Tochter und diese ihn ihren Vater”, explicaba el embajador de María Teresa69.) Y eso a pesar de que, meses atrás, se había 64 Vid. MAIORINI (1991), 135 y 326 y siguentes. Sobre lo mismo, a Iaci, 27 de enero de 1761, TANUCCI (1985), IX, 334-5. 65 La noticia de la muerte, en Roubione, 29 de julio de 1765, ASTo/I/L, m. 81; Rosenberg a Kaunitz, misma fecha BERICHTE (1972: III), 270, y Pallavicini, 30 de julio, ASV/SS/S, 294, f. 43. 66 Cfr. Fernando a Carlos III, 28 de julio de 1765, ASP/CB/S: 29/152, fasc. 1765. La noticia de los catorce años de Fernando de Parma y la consiguiente declaración de su mayoría de edad, en Mercurio histórico y político, CLXXX (septiembre de 1765), 18. 67 Vid. Lebzeltern a Kaunitz, 5 y 12 de agosto de 1765, BERICHTE (1972: III), 272-3 y 275. Pallavicini, 30 de julio, ASV/SS/S, 294, f. 44: además influye la situación económica del duque niño, que no era bueno; Carlos III pasaba a su hermano una pensión de 70.000 pezzi y se esperaba que la mantuviera con su sobrino. 68 En la documentación de ASP/CB/S: 29/152, arriba citada, hay quejas sobre la calidad de los retratos que se envían recíprocamente entre ambas Cortes. 69 A Kaunitz, 25 de mayo de 1764, BERICHTE (1972: III), 86. Vid. la correspondencia entre los dos monarcas en MAE/CP/E, vol. 540, f. 322-4 y 354-5. La carta de Carlos III es de 2 de junio de 1764. Sobre lo mismo, Rosenberg a Kaunitz, 30 de enero (que Carlos III se inclinaba por que el rey de Roma casara 369 hablado de casar al rey de Roma con una Orleáns, y don Jerónimo de Grimaldi había hecho saber al conde Rosenberg -el embajador del Imperio- que no era una familia que se llevara bien con los Borbón y que podía ser, por tanto, una manera de alejar Austria de España y Francia. Los austriacos buscaron todavía la influencia de la reina madre, Isabel Farnesio, por medio de su confesor, el jesuita Esteban Bramieri, para que Carlos III renunciara a ser suegro de la moza ducal de Parma e incluso se amagó con la posibilidad de que el rey de Roma casara con una portuguesa70. Pero todo fue inútil. Carlos III replicó con otra oferta, la de su hija mayor, la infanta María Josefa, que el rey de Roma no aceptó71. Bajo la tutela del rey español, se gestaría sin embargo el enlace entre su sobrino carnal Fernando de Borbón, ahora duque de Parma, Plasencia y Guastalla, y otra hija de María Teresa de Austria, María Amelia. Contraerían matrimonio en 1769. Suficiente todo esto para alarmar aún más a Luis XV y Choiseul. Dentro de un orden, desde luego. Porque Carlos III ponía buen cuidado en no ir más allá. Por aquellos días, se había replanteado por enésima vez el asunto de Córcega -el de su irredento independentismo- y el monarca español no había entrado al trapo. Las rebeliones autonomistas -cuando no por completo independentistas- se habían sucedido en la isla durante la primera mitad del siglo. Para encabezar la de 1755, los conspiradores habían llamado a Pasquale Paoli, que era un militar ilustrado que se había formado en Nápoles con Carlos VII (futuro Carlo Terzo); su familia había mantenido la llama independentista durante mucho tiempo y se había refugiado por eso en el Reino meridional. De regreso a la isla, Paoli había sido nombrado general de la nación en rebeldía y, en el mismo año 1755, había reformado la administración militar y civil, introducido un régimen estrictamente constitucional -con división de poderes y asamblea de representantes elegidos democráticamente- e hizo frente a las tropas genovesas (porque era a Génova a quien correspondía la soberanía sobre la isla en aquellos momentos). Faltos de fuerza suficiente, y en relaciones óptimas con el rey español, al comenzar 1764 los genoveses habían pedido a Carlos III que interviniera y se hiciera cargo de la defensa de la isla. Temían principalmente que los ingleses aprovecharan para adueñarse de ella. Pero Choiseul hizo saber a Grimaldi, por medio de d’Ossun, y con una infanta de la casa de Sajonia, por la que sentía predilección) de 1764, BERICHTE (1972: III), 26-7. Las negociaciones formales para que Carlos III cediera, y su fracaso, del mismo al mismo, 25 de mayo y 7 de junio de 1764, ibidem, 84-90 y 91-2. Príncipe de Rosenberg-Orsini era Franz Xaver Wolf: vid. FERNáN-NúÑEZ (1898), II, 304. 70 Vid. Rosenberg a Kaunitz, 25 de mayo de 1765, BERICHTE (1972: III), 87: “Bei der Königin was es die Frage, ob ich mich ihres geheimen Secretarii [marqués de Gamoneda] oder ihres Beichtvaters [Esteban Bremieri] bedienen sollte, worüber ich mich für den letzten entschlossen, einerseits, weil der Königin Secretarius ein sehr einfältiges, hoffärtiges und schlechter Subjectum ist, anderenorts, weil ich auf einen Jesuiten zählen zu können glaube, wenn es die Frage ist, zu verhindern, dass eine portugiesische Prinzessin den Hass wider diesen Orden nach Wien bringe.” Sobre lo mismo, del mismo al mismo, 31 de julio (también se habla de una princesa de Módena) y 28 de septiembre, ibidem, 104-6, 113-4 y 132-5. Finalmente, se firman las capitulaciones matrimoniales entre los representantes de Parma y España: del mismo al mismo, 15 de octubre, ibidem, 151. 71 Vid. Rosenberg a Kaunitz, 18 de noviembre de 1764, ibidem, 156-8. Por lo cual la solución que se dio al cabo -al elegir a María Josefa de Baviera- disgustó a Carlos III tanto como alegró a Grimaldi y Esquilache: cfr. del mismo al mismo, 3 de diciembre, ibidem, 171. 370 por tanto a Carlos III, que Luis XV tenía interés en intervenir; que iba a enviar inmediatamente un cuerpo secreto. Y el rey de España se inhibió72. Justo cuando estalló el motín de Madrid, en marzo de 1766, lo que preocupaba ya no era esto, sino que los franceses tampoco parecían dispuestos a continuar en Córcega, guarneciéndola, y se temía en Génova que la república corsa de Pasquale Paoli terminase por conseguir el reconocimiento de los demás, con el perjuicio que ello podía acarrear para los intereses económicos precisamente genoveses73. España en la Europa de 1766 Ya se ve con todo esto que los problemas y ambiciones de galos y españoles no se ceñían a las Indias, sino que concernían asimismo al resto de Europa. Concretamente, en el sistema de alianzas de que formaban parte ambos también estaba inmersa la Europa central y oriental. En 1756, durante la guerra de los Siete Años, el prusiano Federico II había ocupado Sajonia y había obligado a Augusto III de Sajonia -elector del Ducado y a la vez rey de Polonia, además de suegro de Carlos III- a abandonar el electorado, acogerse a Varsovia y entrar en guerra junto a franceses, austriacos y rusos contra prusianos e ingleses. Y el principal empeño del monarca sajón había sido conseguir que su yerno español lo apoyara en la esfera internacional, entrando en guerra junto a Francia -como hizo ciertamente- y logrando que en las negociaciones de la paz, supuesta la victoria, obligara a los prusianos no sólo a restituirle el Ducado de Sajonia, sino a cederle la Silesia como compensación por lo sufrido74. No ocurrió así, entre otras cosas porque la guerra se perdió, como vimos. En 1763, además, murió Augusto III y volvió a plantearse la cuestión sucesoria en aquel Reino, monarquía electiva como es sabido. Como en el Sacro Imperio, todos los miembros del parlamento polaco tenían derecho de veto cuando alegaban que una proposición, la que fuere, era de carácter religioso. La forma de ejercerlo era desde luego distinta. En el Imperio Germano, cuando llegaba esa ocasión, se dividía el parlamento en un corpus catholicorum y un corpus evangelicorum, votaban independientemente y la decisión final dependía completamente de que se llegase a un acuerdo; en tanto que el parlamento polaco quedaba sin capacidad de seguir adelante cuando alguien esgrimía el liberum veto. En la práctica, tanto aquí como allí, la viabilidad del gobierno dependía de que unos y otros transigieran. Pero el uso que se 72 Cfr. Ossun a Choiseul, 8 de marzo y 2 de abril de 1764, MAE/CP/E, vol. 540, f. 186v-188 y 227v, y Rosenberg a Kaunitz, 15 de marzo, BERICHTE (1972: III), 40 ( = VELÁZQUEZ [1963], 22). Vid. real orden comunicada por Esquilache a todos los directores generales de Rentas para que no se admitan barcos corsos ni se haga comercio con Córcega, AHN/FC/MºH/SG, lib. 8.023, f. 129-30. Sobre la inclinación personal de Carlos III hacia la república de Génova, BERICHTE (1972: III), 115. Sobre el afán francés en asegurarse la colaboración española en las relaciones con la república de Génova, Choiseul al conde de Fuentes, 6 de julio de 1766, y de éste a aquél, 4 de agosto, sobre San Remo, AHN/E, leg. 6552, exp. Correspondencia del Duque de Choiseul. 73 En este sentido, Zoagli, 25 de febrero y 4 de marzo de 1766, ASG/AS: b. 2.480. Sobre la revolución corsa véanse sobre todo las obras de THRASHER (1970), HALL (1971), CARRINGTON (1973), VENTURI (1974a y b, 1976). 74 Sobre todo esto, DEFOURNEAUX (1969), passim. Una revisión de las relaciones internacionales europeas hasta 1763, VINATIER (1996). 371 hizo del recurso en cuestión fue muy distinto: en el Imperio, y en los 143 años en que estuvo en vigor el derecho de veto que daba lugar a la separación en los dos corpora -la llamada itio in partes-, sólo se recurrió a ello nueve veces: una vez por iniciativa tomada en el corpus catholicorum y ocho en el corpus evangelicorum. En Polonia, y únicamente durante el tiempo en que reinaron los soberanos de Sajonia, que, fue entre 1697 y 1763, de las veintiocho dietas que se reunieron veintitrés fueron frustradas por el liberum veto75. La gobernabilidad de Polonia había pasado a depender, así, del apoyo exterior con que contara el rey o las facciones respectivas. Apoyo que no excluía las armas. El propio suegro de Carlos III, Augusto III, había debido la corona a la invasión rusa de 1733. Él mismo y otros soberanos de su propia familia que le precedieron habían pretendido hacer hereditario el trono e iniciar de este modo el camino hacia una monarquía más fuerte. Pero también en este caso habían sido decisivas las fuerzas exteriores. Que lo impidieron. Se temía en San Petersburgo que una monarquía polacosajona fuerte redujera excesivamente el papel de Rusia en el este de Europa. Entre otras cosas, rusos y polacos reivindicaban para sí la Livonia. Y tampoco fue ajena a esa frustración la Francia borbónica. Así que, en 1763, antes de que muriera Augusto III, la zarina Catalina II movió un cuerpo de ejército hacia Smolensko, advirtió expresamente al rey mentado que atacaría si hacía el menor movimiento para atraer otra potencia en su apoyo y, de hecho, acabó por mandar a su representante en Varsovia que exigiera una satisfacción del rey sajón por supuestas persecuciones sufridas por los amigos de Rusia. A Augusto III no le cupo la menor duda de lo que se iba a hacer, dejó Polonia y falleció en el exilio. En 1764 estalló la guerra civil. En abril, el prusiano y la rusa firmaban un tratado por el que se oponían a cualquier candidato que intentara hacer hereditario el Reino o gobernarlo como rey absoluto. No, ciertamente, porque rechazaran el gobierno absoluto en sí (que era lo que ellos ejercían en sus respectivas naciones), sino porque su propia capacidad de intervenir en el Reino polaco dependía de que la constitución política de éste continuara poniendo el poder en manos de la Dieta. De hecho, no sólo Prusia y Rusia eran Reinos absolutistas, sino que -al tiempo en que defendían como vemos la permanencia de los poderes de la Dieta polaca- sus respectivos príncipes no pensaban en ella para imponer ese mismo criterio76, sino que apoyaban personalmente la candidatura del noble Poniatonski77. 75 Cfr. ARETIN (1996), 135, y MÜLLER (1983), 115 y siguientes, con las salvedades que hace este último autor sobre la “perversión” del liberum veto, que de facto, dice, no tenía el alcance que solemos atribuirle. 76 “Sembra ormai tolto il veto al Re di Prussia ed egli dichiarato per Puniatovsky -escribía por esos días el italiano Bernardo Tanucci-. E sembra la Russia volerlo senza dieta. Manca que ella dia l'investidura”: a Calabritto, 8 de mayo de 1764, apud TANUCCI (1994), XIII, 295. 77 Empleamos la grafía habitual en la España de la época: vid. BARRIO (1991), 806-7 y passim, de quien tomamos, de otra parte, algunos de los detalles precedentes. 372 No así Luis XV, cuyos intereses se habían reorientado hacia la casa de Sajonia en virtud de aquel casamiento entre María Josefa, hija de Augusto III, y el delfín francés, el príncipe Luís, que moriría sin embargo en 176578. Ante la nueva crisis polaca, el monarca español no dudo en ofrecer su respaldo al francés y a la emperatriz María Teresa, comprometida desde antiguo a favor de una candidatura sajona. En abril de 1765, el papa Clemente XIII llegó a exhortar a Carlo Terzo a que reconociera a Poniatonski, como un paso para lograr la unión de los príncipes católicos, y el rey no sólo se negó, sino que lo hizo cuestión propia: tenía el deber -le dijo- de apoyar a los soberanos del Imperio y de Francia y, además, los derechos de la casa de Sajonia y “el honor vulnerado de mi familia”: el de los caballeros polacos perseguidos por rechazar al candidato ruso79. Todo esto -añadía en la carta dirigida al pontífice, que iba fechada el 7 de mayo- debía hallar mejor cabida en el ánimo del papa, que las insinuaciones de un príncipe que, aunque católico, tenía menos méritos ante la Iglesia y era apoyado por soberanos protestantes (lo era el de Prusia) “contra los esfuerzos de los más devotos hijos de la Silla de San Pedro”. Carlos III no dijo, pero sin duda estaba en el ánimo de uno y otro, que los méritos de Poniatonski parecían tener mucho que ver con el hecho de haber sido amante de la zarina Catalina II. “[...] omnia vincit amor e la Russia vuol Poniatonski”, sentenciaba Bernardo Tanucci80. Todavía en el otoño de 1766, escribía el obispo de Cracovia a los príncipes católicos, incluidos la emperatriz María Teresa, Carlos III y Luis XV, pidiéndoles protección para la religión católica en Polonia; en la Dieta polaca, se había presentado un proyecto de rehabilitación de los disidentes que interpretaba como contraria a ello81. 78 Vid. Grimaldi a Magallón, 3 de enero de 1766, AHN/E, leg. 6.550, y Carlos III a Luis XV, 24 de marzo de 1766, condoliéndose por la muerte del rey de Polonia (sin duda Estanislao Leszczyñski): MAE/CP/E, vol. 545, f. 219. Lo mismo, Zoagli, 18 de marzo de 1766, ASG/AS: b. 2.480: se han declarado tres semanas de luto en la Corte española. Sobre la llegada a España de la noticia de la muerte del rey de Polonia -el anterior y propiamente dicho- y la del delfín francés, respectivamente Rosenberg a Kaunitz y Lebzeltern al mismo, 18 de junio de 1764 y 30 de diciembre de 1765, BERICHTE (1972: III), 94 y 312. De nuevo sobre ésta última, ibidem, 315: del mismo al mismo, 4 de enero de 1766. 79 Alude también a que “aquel Primado” (el de Polonia) debe una satisfacción ante la Corte francesa por el escandaloso lance que tuvo con el marqués de Paulmy. La carta, de 7 de mayo de 1765, en ASV/SS/S, b. 293, f. 128-9. La del pontífice, dice llevaba fecha de 3 de abril de 1765. Sobre el incidente entre el primado y el representante francés, Rosenberg a Kaunitz, 10 de julio de 1764, BERICHTE (1972: III), 100, y BARRIO (1991), 818. Sobre la repercusión en la Corte española de la cuestión polaca, Rosenberg a Kaunitz, 9 de enero de 1764 (noticia del fallecimiento de Augusto de Sajonia y del sentimiento de Carlos III, que lo había conocido en Italia y con quien tenía gran amistad), 2, sobre todo 9 y 11 de marzo, 15 y 29 de abril, 11 de junio, BERICHTE (1972: III), 8-9, 201, 207-10, 215, 226-7, 234-6, 249. Sobre la postura de la emperatriz María Teresa, Kaunitz a Rosenberg, 16 de enero, VELÁZQUEZ (1963), 36-8. Más sobre lo mismo (retirada del embajador español en Varsovia y afán de Carlos III de llegar a un acuerdo con franceses y austriacos en el asunto de Polonia), Rosenberg a Kaunitz, 10, 23 y 30 de julio, BERICHTE (1972: III), 101, 102-3 y 103 respectivamente. La noticia de la elección de Poniatonski, ibidem, 149: del mismo al mismo, 1 de octubre de 1764. Sobre la actitud de la Santa Sede, WOLFF (1988). 80 Y cita BARRIO (1991), 807. 81 Vid. Choiseul, 26 de octubre de 1766, con extractos de dos cartas suyas a Berenger, 5 y 13 de octubre, y otra de Luis XV al obispo de Cracovia, 11 de octubre, AHN/E, leg. 6552, exp. Correspondencia del Duque de Choiseul. 373 El problema se superó cuando el francés optó por transigir y por reconocer al protegido de la zarina. Las espadas, no obstante, siguieron en alto. Con la mutación del sistema europeo de alianzas que había tenido lugar en 1755-1756, los Habsburgo se habían desvinculado de los ingleses y podía decirse que desde entonces mantenían un vínculo indirecto -sólo desde el punto de vista jurídico- con Carlos III. En virtud de la cadena de acuerdos que formaron los tratados francoaustriacos de Versalles suscritos en 1756 y 1757 y el pacto de familia hispanofrancés de 1761, los tres monarcas lucharon juntos contra Inglaterra durante la guerra de los Siete Años, si bien los austriacos se negaron a continuar la pelea en América, que les pillaba lejos en millas e intereses82. El entendimiento entre los monarcas del Imperio, Francia y España no había sido en realidad sino réplica de la alianza angloprusiana de 1756. Para esta fecha, se había quebrado la inteligencia austrobritánica. Durante la primera mitad del siglo XVIII, se había desarrollado el poder de los duques de Prusia -reyes desde 1700- a expensas de las prerrogativas de los emperadores de la casa de Austria. Desde la guerra de sucesión a la corona de España, a comienzos de la centuria, los ingleses habían buscado la alianza de los Habsburgo frente al bloque Borbón que se formó en el occidente de Europa. Pero en 1756, por el tratado de Westminster, el prusiano Federico II había garantizado al inglés Jorge II el respeto a su soberanía sobre el territorio de Hannover -patrimonio germano de la casa reinante en Inglaterra- a cambio de que los británicos se comprometieran a permanecer al margen ante un hipotético enfrentamiento entre Prusia y Rusia. Casi a la vez, y como réplica, austriacos y franceses, franceses y rusos habían firmado sendos acuerdos defensivos, que sin embargo no habían dejado satisfecha a la emperatriz Habsburgo. El entendimiento entre la zarina Catalina II y el rey Federico II de Prusia culminaría por lo demás con la alianza defensiva que suscribieron en la primavera de 176483. En Austria se deseaba la formación de lo que se llamaba -antes de nacer- la Triple Alianza mediante la adhesión española al pacto francoaustriaco de 1756. Que el monarca español no quería suscribir sin embargo. Bien que lo quiso Kaunitz, el canciller del Imperio. Pero no lo logró, ni con Fernando VI ni con Carlos III, a cuyo secretario de Estado insistía sobre esto al comenzar 1764 el embajador imperial, conde Rosenberg. Grimaldi prefería un tratado entre Su Majestad Imperial y la Católica, y ceñido además a la defensa de los respectivos territorios en Italia. Si la emperatriz no estaba dispuesta a apoyar a Carlos III en la defensa de América (y era verdad que no quería), tampoco el Rey Católico la apoyaría en la defensa de Hungría frente a los turcos. Se mantenía en la línea -creía Kaunitz- de no querer complicaciones con las cuestiones alemanas, sin darse cuenta de que la situación había cambiado; la paz de 1763 había empeorado la defensa de América, al haber cedido Luis XV a los ingleses todas sus posesiones en aquel continente; todas las miras británicas iban ahora hacia la parte española de América; al Rey Católico no le sobraban los aliados y a los austriacos no les interesaba un acuerdo bilateral con el que nada habían de ganar y daría lugar en 82 Vid. PALACIO (1950), OZANAM (1961). 83 Vid. Rosenberg a Kaunitz, 10 de julio de 1764, BERICHTE (1972: III), 100. Sobre la alianza angloprusiana, SCHWEIZER (1989). 374 cambio a que los españoles intentaran lograr nuevas ventajas a trueque del derecho de segundogenitura que tenía de antiguo su monarca sobre el Ducado de Toscana84. Durante los primeros meses de 1764, decimos, el embajador Rosenberg insistía inútilmente ante Grimaldi para que el rey de España efectuara sin más una accession al tratado austrofrancés de 1756. En abril de 1764, Carlos III por su parte llegó a proponer a la emperatriz un texto concreto de acuerdo diplomático en ese sentido, pero en virtud del cual unos y otros se comprometían a ayudarse mutuamente con hombres y navíos o con su equivalente en dinero en cualquier parte del mundo donde fueran atacados por cualquier potencia europea. Adjetivo geográfico este último que sin embargo se entendió (y era de hecho) como excluyente del Imperio Otomano. Resultaba, de esta manera, que Carlos III no quería comprometerse en la defensa -de Hungría principalmente- frente a los turcos, al tiempo en que intentaba concitar a los austriacos frente a los ataques ingleses que pudieran darse en América. Kaunitz se lo comunicó a María Teresa, desaconsejándole que aceptara, y en efecto no se aceptó. Por eso preocupaban, en el inmediato verano, las noticias que circularon acerca de una posible reconstrucción de la antigua alianza entre Viena y Londres, “per quanto stravagante possa essere un tale nuova diametralmente opposta al sistema attuale delle cose” -explicaba al duque de Módena su representante ante Carlos III85-. Los británicos, ciertamente, habían invitado a los austriacos a reconstruir la antigua alianza, anterior a 1756. Eran los días (1764) en que acusaba Pitt al Gobierno de Londres de carecer de aliados y sistema (una vez caducado -en 1762- el entendimiento que se había conseguido con los prusianos en 1756). Un acuerdo entre Viena y Londres podía interesar a la emperatriz María Teresa de Austria precisamente como forma de impedir que volviera a fraguar el entendimiento prusobritánico, como el de 1756, y, además, para reforzar indirectamente la presencia de los Habsburgo en el asunto polaco, frenando también de este modo los afanes expansivos del rey de Prusia86. Claro que esta posibilidad no pasó jamás de rumor ni de amago y que también los hubo de signo contrario: sobre el reforzamiento de los vínculos entre el Imperio y Carlo 84 Cfr. Kaunitz a Rosenberg, 16 de enero de 1764, VELÁZQUEZ (1963), 32-3, y Rosenberg a Kaunitz, 15 de marzo, BERICHTE (1972: III), 37-9 ( = VELÁZQUEZ [1963], 20-2). Sobre la personalidad de Kaunitz en la historiografía más reciente, incluida la referida a la política internacional consecuente al cambio de alianzas, TRAMPUS (1998). 85 Paolucci, 28 de agosto de 1764, ASMo/CD/E, b. 83, 2-a. En realidad, Rosenberg ya había dado a Grimaldi todas las seguridades precisas sobre el rechazo austriaco de las insinuaciones británicas: vid. Rosenberg a Kaunitz, 15 de marzo, BERICHTE (1972: III), 44 ( = VELÁZQUEZ [1963], 26); aunque aprovechó los temores para insistir en la necesidad de que Carlos III se adhiriera a la alianza francoaustriaca de 1756: en ese sentido, el mismo al mismo, 26 de marzo, BERICHTE (1972: III), 50-1 ( = VELÁZQUEZ [1963], 39). Siguen las negociaciones en los meses siguientes (vid. BERICHTE [1972: III], passim, especialmente 66-8: proyecto -comunicado por Grimaldi- de acuerdo de adhesión española al tratado de 1756, que es el que cito arriba). De ibidem se desprende que Rosenberg creía que esta propuesta española era más gravosa aún para María Teresa porque el pacto de familia de 1761 excluía las Indias de la obligación de apoyo defensivo por parte del rey de Francia. No era así. Se reanudan y vuelven a interrumpir las negociaciones: vid. Rosenberg a Kaunitz, 31 de julio y 28 de septiembre de 1764, ibidem, 108-13 y 135-8. 86 La situación, desde el punto de vista británico, en H. M. SCOTT (1976). Sobre la inversión de alianzas, SCHLENKE (1963). Sobre el fracaso -en 1762- de la alianza angloprusiana, SCHWEIZER (1989). La guerra de los Siete Años, desde éste y los demás puntos de vista, ANDERSON (2000). 375 Terzo87. Pero en aquellos meses se hablaba de ello con temor. No sería la última vez en que la preocupación, precisamente, por los asuntos de Austria influyera de forma decisiva en lo que se acordara en relación con asuntos de España y de sus Indias, jesuitas incluidos...88 En octubre de 1765, en el Mercurio histórico y político español se transcribía una correspondencia de Londres que no dejaba dudas sobre el carácter multilateral y la complejidad que, en suma, tenían los problemas internacionales de España y las demás potencias europeas en aquella sazón: “aunque [los británicos] vivimos en paz con Francia, no se piensa respectivamente sino en fortificarse, conservar amigos, y adquirir otros nuevos. Desde la conclusión del Pacto de Familia, formado durante la guerra entre todos los Soberanos de la Sangre de Borbón, para no hacer efecto hasta la Paz, se sabía que durante ésta se ocuparían los Políticos de Europa por una parte en fortificar el Pacto, y por otra en debilitarle lo posible, y oponerle alianzas capaces de contrarrestarle. Era natural que los enemigos de Francia, de España, y de todos los Príncipes de esta Familia pusiesen la mira en las Potencias del Norte.” Ingleses y rusos acababan, por eso, de renovar el tratado comercial vigente y se barruntaba que podía haber algo más. “[...] si los Príncipes de que hablamos, y sus Aliados no reconocen al nuevo Rey de Polonia, sino con la condición de no socorrer a sus contrarios; si, a pesar de la revolución que sucede en Suecia89, la mantiene Francia en su alianza, como se alega; y si, como también se alega, persevera la Corte de Dinamarca en sus particulares disposiciones a favor de la de Versalles, sin embargo de sus conexiones con la de S. Petersburgo, y con Nosotros [los británicos], habría mucho que hacer. “El Pacto [de Familia] será siempre de un peso extraordinario: si no hay habilidad es capaz de vencer... Y si, aunque Nosotros aseguremos Portugal, empleando todas nuestras fuerzas, a fin de preservar este Reino de una desgracia igual a aquella de que estuvo para ser víctima en la última guerra, y de que sólo pudimos librarle tomando la Havana, que España se aplica diariamente a hacer inconquistable para en adelante: si cediendo, decimos Nosotros, al temor que pueden inspirarle [al portugués] los Españoles más poderosos que él, y que están a la puerta, se nos escapara Portugal”90. 87 Vid. ASV/SS/S, b. 265, f. 381, sobre la posibilidad de un tratado de comercio hispanoaustriaco para fomentarlo por los puertos de Trieste y Liorna, a propuesta de Viena. 88 Claro es que en estas relaciones era Esquilache pieza marginal... salvo en lo que atañía las finanzas, como era la dote de la infanta y archiduquesa María Luisa; en 1764, el embajador austriaco había pedido a Grimaldi que se satisficiera ya la primera parte y Esquilache se negó. Vid. Rosenberg a Kaunitz, 31 de julio y 27 de agosto de 1764, BERICHTE (1972: III), 116-7 y 122-3. Sobre la resolución del problema, del mismo al mismo, 28 de septiembre, con copia de las órdenes de pago de Esquilache a Leonarde de Güemes y a José de Sentmanat, 10 de septiembre, ibidem, 138 y 145-6. 89 Se refiere sin duda a las reformas constitucionales que se discutían a la sazón en su Dieta. Sobre lo que siguió, VENTURI (1978), 281-342. A enmarcar en NORDMANN (1971). 90 Pág. 130-1. En el original no hay punto y aparte. 376 La relación compensatoria de las economías de España e Italia En el marco europeo, lo que predominaba según vimos para los españoles era la atención de Carlos III por Italia; atención que, aparte anhelos personales de quien había sido duque en Parma y rey en Nápoles, tenía buena lógica por sí sola. La capacidad de compensación entre las dos penínsulas por medio de la mar se ponía también de manifiesto en aquellos días, y en relación precisamente con el estallido del motín de Esquilache en marzo de 1766. La mar era, primero, el camino mejor para que dos penínsulas trigueras se compensaran las cosechas; la de 1764 había sido especialmente dura en Sicilia y en Nápoles, se habló de verdadera hambre y, por encargo de unos u otros, no pocos comerciantes españoles se dedicaron a buscar cereal para aquella ciudad en la propia España y en otros países; en la primavera, y como resultado del encargo que hizo Esquilache expresamente al intendente de Cataluña, el barcelonés don Luis Escolá anunciaba que reorientaría hacia Nápoles nueve carguíos que esperaba de la propia Italia, del Adriático91; desde Madrid hacía gestiones semejantes sobre Londres y Rotterdam don Simón de Aragorri, y don Luigi Martínez de Beltrán desde Génova pero en relación con España; Martínez de Beltrán, que era tesorero del rey en aquella república italiana, remitió trigo a Nápoles desde la propia Génova y Marsella92. Para abril de 1764 ya habían arribado 28.000 túmulos procedentes de España, entre ellos 4.763 fanegas embarcadas en Cádiz, todo esto por real orden y providencias de Esquilache93, que siguió procurando lo mismo en los meses siguientes, inmediatamente antes e inmediatamente después de la recolección94. 91 Cfr. Esquilache a Tanucci, 10 de abril de 1764, ASN/E, fs. 4.886. El intendente era a la sazón don Juan Felipe de Castaños. Sobre esta crisis de abastecimiento, VENTURI (1973) (que apenas presta atención a la aportación triguera española, aunque sí a las fuentes documentales españolas), ANES (1987), 76-80, y BARRIO (1994). Sobre los diversos aspectos de las relaciones entre España y Sicilia en el siglo XVIII, MESSINA (1986). 92 Vid. facturas y notas sobre esto, 4 de mayo de 1764, ASN/E, fs. 4.886. El cargo de Beltrán, in ASP/CB/S: 29/152, fasc. 1766. In ASN/E, fs. 4.881 (Grani di Marsiglia = dal 1764 al 1773), documentación relacionada -toda ella- con abastecimientos venidos de Marsella entre las fechas que se indican. E ibidem, fs. 4.883 (Grani di Spagna = Ottle 1766 al 1773 = Carteggi con D. Giuseppe Pucci, e D. Lorenzo [Gómez de] la Vega = 1765 a tutto Settemle 1766), todo sobre el pleito sobre el trigo de Marsella enviado a Nápoles. 93 Tanucci a Esquilache, 24 de abril de 1764, ASN/E, fs. 4.886. Ibidem hay una Nota de' Grani arrivati in Napoli per tutto il di 8 Maggio e per conto del Re Cattolico nostro Signore. 94 Esquilache en persona notifica a Tanucci en mayo que, asimismo por orden del rey y con medios financieros facilitados por el monarca, ha dirigido trigo de diferentes partes “para socorro de esa capital”: 22 de mayo de 1764, ibidem. Exactamente la misma frase, el mismo al mismo, 21 de agosto siguiente, ibidem. Antes, el mismo al mismo, 14 de mayo, le dice que le envía cien lastes de trigo desde Amsterdam, en el navío “Señora Angela Margarita”, al mando del capitán Gaspar Reneman; se lo había encargado el propio Esquilache a Aragorri. Le dice a Tanucci que lo haga harina. Luego, durante la primera semana de julio, le ha enviado nueve barcos de trigo procedentes de La Rochela, Inglaterra, Amsterdam y Rotterdam: cfr. el mismo al mismo, 10 de julio, ibidem. El 30 de julio Tanucci le escribe a Esquilache sobre la forma de pagar 70.000 túmulos de trigo que éste le ha enviado “d'ordine di S.M.C. a mia disposizioni”: la expresión, en la minuta de una carta de Tanucci a Esquilache, 14 de agosto, ibidem. Esquilache a Tanucci, 4 de septiembre, ibidem: acusa recibo de la anterior. El mismo al mismo, 21 de agosto, ibidem, le habla de trigo enviado antes del 14 de agosto. 377 No era una innovación del ministro italiano; sin necesidad de saber que era Sicilia el segundo granero hispano ya en la época romana95, nada más llegar a España con Carlos III había comenzado don Leopoldo de Gregorio a recurrir a su isla de origen para resolver los problemas de abastecimiento que se le plantearon; lo había hecho ya en 1761, y de manera expeditiva que ilustra sobre los modos de actuar. En junio de aquel año, cuando el patrón napolitano Giuseppe Espósito fondeó en Barcelona con su polaca cargada de trigo, camino de Cartagena o Alicante, y en compañía de otra del mismo origen y de un navío de guerra español que se llamaba el Septentrión, se encontró una misiva del secretario de Hacienda en la que le ordenaba que lo llevase a Málaga96. De manera que en 1765-1766, cuando fueron los españoles los amenazados por la escasez, que se hallaría en la base de los motines e inquietudes que tendrían en el ministro italiano la cabeza de turco, el camino volvió a invertirse. Al menos desde junio de 1765, Esquilache comisionó a su cusino Antonio de Gregorio, marqués de Gregorio, que residía en Palermo, a fin de que adquiriera grano en Sicilia para España; y Carlos III a su propio hijo, el rey de Nápoles, para que dispusiera lo propio; el rey Fernando IV adelantó hasta 120.000 ducados con ese fin y en unos pocos meses97. Y aparte actuaron los comerciantes y cargadores por su cuenta, como solían hacerlo: cargando trigo allí donde abundaba y cruzando el Mediterráneo en busca de un lugar donde hiciera falta98. 95 Sobre las relaciones comerciales entre ambos países y los demás del Mediterráneo e Inglaterra en el siglo XVIII, LO SARDO (1989), especialmente 317-9. 96 Cfr. Rango a Tanucci, 27 de junio de 1761, ASN/E, fs. 2.445. Don Agustín Rango era el cónsul de Nápoles en Barcelona: vid. la remisión de la correspondiente patente a su favor, 17 de abril de 1757, ibidem. En el nombramiento debió intervenir Esquilache, a quien de hecho Rango agradece la mediación, 26 de marzo de 1757, ibidem. Noticia de su muerte, ibidem, Carlo Ferrari a Tanucci, 27 de agosto de 1763. 97 Que equivalían a cien mil pesos fuertes castellanos y que se envían a Sicilia para realizar los pagos; el banquero Spinelli hace lo mismo con Antonio de Gregorio, por orden de Esquilache y por una cantidad desde luego menor. Vid. Antonio de Gregorio a Spinelli, 30 de agosto y 3 de septiembre de 1765 (que Esquilache le ha dicho por carta de 30 de julio que ha dado orden a Spinelli de que le facilite dinero a fin de comprar trigo para la Corte de España); Spinelli a Fernando IV de Nápoles, 6 de octubre (que, con real carta de 7 de septiembre, expedida en la Secretaría de Estado de España, se le dice que se envían 120.000 ducados al virrey de Sicilia, marqués de Togliani, quien debe dar parte al príncipe de San Nicandro, y que, por otro lado, por carta del 17 de septiembre, Esquilache le ha advertido expresamente que no debe dar a esos fondos ningún fin que no sea el dispuesto, por lo cual no puede cumplir los deseos del rey); el príncipe de San Nicandro a Tanucci, 4 de marzo de 1766, ASN/E, fs. 4.886. En esta última, el de San Nicandro le dice que ha encargado al presidente de la cámara, don César Cappola, que forme cuenta sobre el cambio, a moneda napolitana, de los cien mil pesos enviados de la Corte de España en equivalencia de los 120.000 ducados que el rey de Nápoles adelantó para comprar granos para España. Quizá se refiere a esto la noticia que da Vega a Tanucci, 18 de agosto de 1766, ibidem, fs. 4.883, de que de Cádiz va a ir a Nápoles un navío de guerra con dinero. Ibidem, fs. 2.510, según Paniza a Tanucci, 29 de enero de 1765, había llegado a Málaga una barca de Playa Romana con trigo; así que el flujo ya había recomenzado. Ibidem, fs. 4.856, relaciones semanales o mensuales de barcos llegados a los puertos del Reino de Nápoles con abastecimientos, entre 1737 y 1767. 98 En septiembre llegaron por lo menos cinco buques cargados de trigo a Cartagena, proceden de Chaca (sic), Giurgente (sic) y Catania: cfr. Paniza a Tanucci, 1 de octubre de 1765, ASN/E, fs. 2.510. Al acabar enero de 1766, se acercó a Cádiz una tartana sorrentina con cebada: Paniza a Tanucci, 28 de enero de 1766, ibidem. Dice que ha tocado el 25 el puerto de Cartagena. Y al acabar febrero, a Cartagena, una polaca, de Sorrento también, con grano procedente asimismo de Giurgente y Sciaca para la provisión de 378 Se nos descubre así el comienzo del hilo que encuentra en la península española, en los puertos de la carrera que une Cartagena, Alicante y Valencia con Madrid; carreras por donde abundarían las protestas durante el año vegetal 1765-1766. Era la ruta por donde se arrastraban las carretas con el trigo italiano, camino de la villa de San Clemente, que era entonces un punto cercano a la confluencia de los caminos que llegaban de Murcia y de Valencia, este último hacia Madrid, y donde el grano quedaba almacenado en espera de que la Corte -es decir Esquilache- lo requiriese. A él -al ministro italiano- y al intendente gobernador del depósito de San Clemente acudirían de hecho los pueblos del entorno en demanda de grano durante el otoño e invierno inmediatamente anterior al estallido del motín de Madrid99. Lo vimos al detalle. La amenaza norteafricana: el corso Ahora bien, el tráfico triguero se servía principalmente de la mar. Y esto era, a la vez, una ventaja y un peligro: una ventaja porque unos y otros –ítalos y españolespodían buscar trigo en otras partes. Por los años de que aquí hablamos abundaba concretamente el de Zelanda, Inglaterra y Francia, de cuyos puertos -La Rochela, Amsterdam, Rotterdam y alguno británico- partían los barcos que lo internaban en el Mediterráneo; en septiembre de 1766, por ejemplo, cuando el intendente de Valencia quiso cumplir aquella orden de enviar a Nápoles 50.000 fanegas, tropezó con que en Alicante, de donde había de partir, sólo había dos barcos holandeses que pudieran llevarlas y estaban ya contratados para conducir frutos del país por cuenta del comercio100. la Marina española: Paniza a Tanucci, 1 de marzo de 1766, ibidem. Y otra polaca, veneciana ésta, con trigo que enseguida requisaron las autoridades: cfr. STIFFONI (1984), 85. Se basa en documentos del 4 y 11 de marzo de 1766. El primero de abril, lo que entra en Cartagena, a borde de La pietà, una martigana procitana (sic), es leñamen para la construcción: Paniza a Tanucci, 26 de abril de 1766, ASN/E, fs. 2.510. En 1768, la cosecha vuelve a ser mala y el cónsul de Nápoles en Cádiz prevé que en el próximo invierno los españoles tendrán que recurrir “a los trigos extranjeros navegados”: Schiacchi a Tanucci, 29 de julio de 1768, ASN/E, fs. 2.788. En septiembre, en efecto, lo que resuelve el abastecimiento de la ciudad, que comenzaba a escasear, es la llegada de dos barcos de Génova y otros tantos de Sicilia con trigo a la Bahía: cfr. Schiachi a Tanucci, 23 de septiembre de 1768, ibidem. Y otros dos de Sicilia a comienzos de octubre, “non ostante la proibizione”, uno con 11.000 fanegas: cfr. Schiachi a Tanucci, 7 de octubre de 1768. Al acabar noviembre y comenzar diciembre, en efecto, en seis días tan sólo, entran en la Bahía seis barcos con 30.000 fanegas: dos de Sicilia, uno de Cerdeña y los demás de Levante: cfr. Schiachi a Tanucci, 2 de diciembre de 1768, ibidem. En enero, el día 24, calcula él mismo que en los últimos ocho o diez, han llegado otras 100.000, esta vez las más de Sicilia y el resto de Levante y Cerdeña: Schiaci a Tanucci, 24 de enero de 1769, ibidem. Michele Paniza (Panisa en un primer documento) era napolitano, cónsul de Nápoles en Cartagena y residente en esta ciudad: vid. la minuta de su patente de nombramiento, 25 de septiembre de 1760, ASN/E, fs. 2.510. En realidad ejercía desde hacía años. 99 Sobre todo 100 Cfr. esto, AHN/C, leg. 6.774, passim. Múzquiz a Tanucci, 9 de septiembre de 1766, ASN/E, fs. 4.886. 379 El uso de la mar no era siquiera ajeno al propio tráfico interior de la Península. En 1767, por ejemplo, los de Cádiz sacarían trigo de las tierras de Burgos y Palencia por los puertos de Santander, Castro y Bilbao, y de Galicia en 1768101. Y aparte estaba el de Levante102 (como en España se llamaban las costas otomanas del Mare nostrum) y el del Mogreb. Que era, por paradoja en este caso, a la vez una amenaza y pieza principal, también compensatoria pero al tiempo enemiga, del enorme granero constituido en torno al Mar Mediterráneo. Era el peligro de que hablábamos. Se trataba de una amenaza porque la enemistad secular, que tenía razones religiosas, entre muslimes y cristianos perduraba de forma virulenta en pleno siglo XVIII. Traducida en el corso, constituía un peligro constante para los que navegaban entre las dos penínsulas. Las noticias de ese tenor se repetían en las costas y el asunto inquietaba de continuo, a lo menos a gobernantes, mercaderes y gentes de la ribera de la mar, y eso por más que algunos ya pensaran que se trataba de una amenaza decadente, sin la vitalidad que había tenido en el siglo anterior. Los años de que hablamos no fueron excepción; en 1760, el mismísimo comisario de Guerra y ministro de la Real Hacienda de una plaza norteafricana don Pablo Robledo había sido apresado por corsarios argelinos en las costas de Málaga, en ruta hacia la Corte103; al año siguiente, un marino de Sorrento, Francesco Scarpato, que conducía cebada de Sicilia a España a cargo de la Real Provisión, también lo fue -”da mori”, dice el informador; de “barbareschi”, resume el lector del documento diplomático104- pocos días antes de que dos barcos catalanes cayeran en manos argelinas105 y que los jabeques de la armada española hicieran presa de un pinco argelino frente a Barcelona106. 101 Cfr. Schiachi a Tanucci, 2 de dicienbre de 1768, ASN/E, fs. 2.788. 102 Vid. supra. 103Vid. Esquilache a don Francisco Herrera, 23 de enero de 1760, AHN/FC/MºH/SG, lib. 10.797, f. 5050v. Sobre el corso español inmediatamente anterior, OTERO (1999). 104 Aludo a las líneas de resumen que se leen en varios de los documentos que cito. En este caso, Rango a Tanucci, 1 de agosto de 1761, ASN/E, fs. 2.445. La cabada era para la Real Provisión; así que Scarpato se había dirigido a la Corte española para solicitar la real piedad y que, de real orden, se le pague el precio, que eran 600 pezzi. Antes, en 1760, se informaba desde Milán que se estaba constituyendo un ejército de tierra y mar en Cataluña y que se decía que no tenía como objetivo Argel, según se aseguraba, sino la conservación de los presidios de Toscana: Krentzlin, 26 de marzo de 1760, ASMi/PE, cart. 133, exp. 1760. Una visión de conjunto del problema de corsarios, cautivos y renegados, BUNES (1992), 204-88. El punto de vista de los cautivos -de éstas y de épocas anteriores- también en BENNASSAR (1990), FONTENAY (1988), NORDMAN (1986), entre otros. Sobre las actividades redentoristas de algunas órdenes religiosas, ANDALOUSIES (1993), 61-72; LOURIDO (1993), 81-92. Sobre la percepción europea de lo mogrebí, THOMSON (1987). Por cierto que ibidem, 13 y siguientes, se habla de una acepción de Barbary, Barbarie, barbaresche, como derivado de bárbaros, que tiene poco que ver con la filología actual. Acerca de la actividad también corsaria de los cristianos y de sus consecuencias humanas, BONO (1993), especialmente desde la pág. 43. 105 Cfr. Rango a Tanucci, 8 de agosto de 1761, ASN/E, fs. 2.445. La tripulación se salvó. 106 Cfr. Rango a Tanucci, 11 de julio de 1761, ibidem. 380 Esto en el verano. En octubre, y en la mar catalana de Calella, dos marticanas (sic), la Madonna del Monte y la San Antonio, propiedades de los Scotto de la isla de Prócida, que llevaban esparto de Cartagena hacia su patria, consiguieron huir de un pinco y de una barca grande que parecían berberiscas; lograron acercarse a la costa y la presencia de tropas y de paisanos preparados para la lucha debieron disuadir a los corsarios. Quienes, no obstante, apresaron una tartaneta catalana que no tuvo tiempo para escapar107. En junio de 1762, el cónsul de Nápoles en Barcelona ve “questa costa infetta da corsari algerini”; acababa de registrarse un encuentro entre buques corsarios y barcos de la armada española108. Poco tiempo después, corsarios argelinos atrapaban al patrón sorrentino Gaetano Romano y a la tripulación de su barco109 y, desde dos jabeques y una gran barca, corsarios argelinos atacaban aquel mismo navío de Francesco Cafiero, de Sorrento, cuando navegaba de Málaga a Barcelona; aunque logró refugiarse en Villajoyosa, donde los de un sciabbecchetto ibicenco plantaron cara con éxito a las siete galeotas argelinas que pretendían penetrar110. En febrero del año siguiente, 1763, el capitán Antonio Barceló, que mandaba desde el año anterior la real escuadra que patrullaba en esas costas, y que había salido de Cartagena, apresó dos jabeques de diez cañones con 97 tripulantes111 y, en junio, una galeota maltesa que los moros habían cogido en 1762 y armado en corso112. Por entonces debió caer en manos de los saletinos -que también tenían parte en este comercio- la tartana napolitana Jesús y María113. No eran siempre las presas fáciles, ni incruentos estos sucesos. Cuando los del navío San Francisco andaban cerca de la isla de Ibiza, en las Baleares y octubre de 1763, se encontraron con cinco jabeques grandes y un jabequín, argelinos todos, y el combate duró desde las dos de la tarde hasta el anochecer; el cristiano tuvo dos de ellos arrumbados hasta seis veces, uno por cada lado; algunos atacantes moros lograron saltar a él, pero les costó la vida (“como que inmediatamente estuvieron sin cabeza”, contaba el cónsul genovés en la isla). Dos jabeques se habían ido a pique y el jabequín salió definitivamente malparado del primer arrumbaje, mientras que el San Francisco quedaba algo maltratado de su obra muerta, parte del jaciamen y todo el velamen inservible y quemado por la fusilería y la metralla; “[...] en muchos siglos no se verá 107 Cfr. Rango a Tanucci, 24 de octubre de 1761, ibidem. Dice que sucedió el 17 de octubre; los patrones de las marticanas eran Porfirio y Vicenzo Scotto respectivamente, y los propietarios, respectivamente también, Nicolás y Domingo Scotto. 108 Rango 109 Cfr. a Tanucci, 26 de junio de 1762, ibidem. Rango a Tanucci, 24 de julio de 1762, ibidem. 110 Informe sin firma, 4 de septiembre de 1762, ibidem. 111 Informe, 12 de febrero de 1763, ibidem. 112 Informe, 16 de junio de 1763, ibidem. 113 Vid. infra lo que decimos de la liberación de sus tripulantes en 1766 y la Nota de los gastos ocasionados para el Real Servizio..., partida correspondiente al 11 de abril de 1766, ASN/E, fs. 2.788. 381 función más gloriosa, pues un número tan corto de gente como el de la tripulación del navío triunfó libertándose del poder de pasados de 200 que se presume serían los de los 6 buques”114. Poco antes de que mediara 1764, don Vicente Pignatelli, comandante de una de las divisiones de jabeques que patrullaban por mandato de Carlos III, avistaría y perseguiría un pinco moresco hasta el puerto de Tetuán, donde éste se refugió. Pignatelli lanzó las lanchas a la mar, entró en la rada y, pese al fuego del castillo y a la presencia de otras muchas embarcaciones, logró incendiar el pinco sin pérdida propia115. Durante buena parte del año 1765, una pequeña flota española de jabeques se mantuvo “corseando” bajo enseña real a fin de vigilar las costas catalanas y valencianas y conseguir que reinara la paz, aunque fuera por el temor116. Pero no paró el asunto por eso. En abril, los de dos buques corsarios españoles lograron quemar dos galeotas del Reino de Salé en el golfo de Tetuán117. En agosto, no obstante, en el golfo de Valencia, el pinco sorrentino Madonna della Misericordia118, que patroneaba Domingo Caffierro y navegaba por cuenta de la Real Hacienda, fue atacado por un pinco argelino con catorce cañones; lucharon y, tras seis horas de combate, los argelinos huyeron y el italiano se acogió a la rada de Cartagena. En noviembre, el pinco sorrentino volvió a ser atacado, esta vez por un jabeque y otro pinco corsario, barbaresco también, de nuevo cerca de Valencia, cuando porteaba esparto de Mazarrón a Portoferraio y, en esta ocasión, la tripulación se echó al agua, en dos lanchas, abandonando el cargamento y el buque119. Algo antes, los de la una galera española habían liberado una tartana napolitana apresada por argelinos120. Por esos mismos días, argelinos también habían capturado un 114 Sebastián Sora al príncipe de la república de Génova, 20 de octubre de 1763, ASG/AS: b. 2.674. Sobre lo mismo, Bartolomé Tur, 6 de enero de 1764, ibidem. El primero dice que se trata del navío San Francisco de Paula y su capitán don Domingo Castellino, que pasaba de Mallorca a Ibiza; el segundo habla no obstante del San Francisco Xavier y don Domingo Castelín o Castelini y que iba de Ibiza a Cádiz. 115 Cfr. Paolucci, 10 de julio de 1764, ASMo/CD/E, b. 83, 2-a. Dice que la noticia llegó a la Corte el 26 de junio. 116 Vid. sobre ellos Paniza a Tanucci, 27 de abril y 27 de agosto de 1765, ASN/E, fs. 2.510. Antes, mediado el año 1764, se suscitó cierta expectación por la salida de Cádiz de una pequeña escuadra formada por dos barcos de línea, dos fragatas, dos jabeques y varios barcos menores con el fin de destruir las fortificaciones supuestamente construidas en Mogador: cfr. Ossun a Choiseul, 27 de agosto de 1764, MAE/CP/E, vol. 541, f. 55-55v. Pero no se hizo nada porque la noticia era falsa: cfr. del mismo, 6 de septiembre, ibidem, f. 77v. 117 Cfr. Panizza a Tanucci, 27 de abril de 1765, ASN/E, fs. 2.510. 118 Dice Virgen de la Misericordia, entiendo que traduciéndolo del italiano, por lo que se verá; el encuentro tuvo lugar el 18: Paniza a Tanucci, 27 de agosto de 1765, ibidem. En el informe sobre el ataque que volvió a padecer el 11 de noviembre, que cito a continuación, se dice que era una “polaca a tre albori” y la transcripción del apellido del patrón es Caffiero. 119 Mombelli a Tanucci, 30 de noviembre de 1765, ASN/E, fs. 2.445. Dice que ocurrió el día 11 y, de otra parte, lo que leo es Portoterrajo. 120 Cfr. Mercurio histórico y político..., septiembre de 1765, pág. 19. 382 pingue español, cuyos tripulantes, no obstante, consiguieron ponerse a salvo121. Y, en septiembre y en aguas de Ibiza, se había librado otra breve batalla entre otro pinco y tres galeotas españolas, dos de las cuales quedaron muy dañadas, en tanto que el comandante de la tercera, Albornoz, conseguía apresar el pinco; “ha fatto molto pena a S.M.”, escribe pese a todo el representante del duque de Módena122. Estamos ya en los días de la escasez de 1765-1766, cuando los mercaderes intentaban abastecer España con trigo de Sicilia, cruzando desde luego la mar. El 13 de noviembre, en Cartagena, se desarrollaba la escena que nos describe el cónsul napolitano, que debió presenciarla: por la mañana, cuenta, un jabeque argelino se había atrevido a situarse frente a la ciudad, tan cerca de la boca de aquel notable puerto natural, que le pudieron hacer fuego desde los fortines que albergaban los montes que rodean la rada. Los argelinos, pese a todo, apresaron un navío canario cargado de vino. Pero los vigilantes españoles -suponemos que los que se encargaban de la cadena de torres que con ese fin jalonaban la costa sudoriental del Mediterráneo (como lo estaba la de las Dos Sicilias123), torres de las que aún quedan rastros- habían avisado a los de los dos jabeques correos de Orán, que llevaban por comandante al conde Vicente Pignatelli, “y en la misma [mañana] del día 13 tuvo la fortuna de rendirle al moro, el que hizo una defensa grandiosa, y tuvo la fortuna el Sr. Pignately de echarlo a pique, y tomar 32 moros, y los demás, hasta el número de 80, fenecieron y, habiendo allegado [sic] el día 14, a las 4 de la tarde, quedan haciendo su cuarentena”124. En enero de 1766 serían el capitán de fragata don Antonio Barceló y la tripulación de sus dos jabeques quienes rendirían dos pingues argelinos, uno con ochenta hombres y el otro con setenta y seis, y eso después de una batalla que había dejado muchos cadáveres mogrebíes y sólo uno español125. En 1765, también Luis XV había hecho armar dos jabeques para corretear por las costas de Barbarie y, también en enero de 1766, los tripulantes de uno de ellos consiguieron librar a un súbdito español (un esclave espagnol) que iba a bordo de un navío inglés camino del Levante mediterráneo, donde había de ser vendido por cuenta 121 Ibidem, pág. 22. 122 Paolucci, 24 de septiembre de 1765, ASMo/CD/E, b. 83, 2-b. 123 Vid. MAIORINI (1991), 294. 124 Paniza a Tanucci, 16 de noviembre de 1765, ASN/E, fs. 2.510. Otros detalles del encuentro, en la Gazeta de Madrid, 10 de diciembre de 1765, pág. 400: los tripulantes del barco argelino eran 72; los supervivientes, 31; la presa era valenciana; hubo muchos heridos de parte española. Junto a Pignatelli, iba el teniente de fragata Juan Quintano. 125 El 25 de enero: cfr. Mercurio histórico y político, CLXXX (febrero de 1766), pág. 218-9. Se refiere a dos barcos argelinos que capturaron una saetía catalana, en cuya defensa salieron sin embargo con éxito dos jabeques mallorquinos, LLABRÉS (1972). En 1767, frente a Vinaroz, dos embarcaciones de Prócida que llevaban también esparto cargado en Cartagena, la cartegana (sic) Santissima Trinità y aquella marticana o martigana la Madonna del Monte, de los Scotto, que había escapado en 1761, caían en manos de una galeota corsaria argelina; la tripulación se salvó; los barcos no: cfr. Cutitta a Tanucci, 12 de septiembre de 1767, ASN/E, fs. 2.445. El patrón de la primera era Michele Pipe, el propietario de la segunda Christoforo Scotto di Vettima. 383 de un moro de Argel que lo había embarcado con ese fin126. Nueve meses después, el 21 de octubre, un navío catalán de 28 toneladas comandado por Felipe Llinas, de San Feliú, era apresado cerca de Bagnols por corsarios de Barbarie, se suponía que argelinos127. El norte de Africa, asunto nacional e internacional Todo esto también tenía que ver con las demás relaciones internacionales a que nos hemos referido y añadía un renglón diferenciador a la actitud del rey de España respecto a los monarcas y demás gobernantes de las riberas de la mar, incluidos los cristianos de Italia y Francia. No era lo mismo alinearse con Austria o contra Austria, por ejemplo, desde Londres que desde una península que no podía estar tranquila de lo que sucediera a sus espaldas, si miraba hacia Europa. Además, el rey de España, como el de Portugal, retenía algunas plazas norteafricanas, conseguidas las más en los siglos XV y XVI, cuya soberanía se le disputaba, unas veces por verdadero irredentismo, las más por estrategia; plazas que eran de hecho las más asequibles para los asaltantes, por su aislamiento, y a las veces las más amenazadoras, por su proximidad a los centros de poder de Marruecos y Argel. En 1708, así, los otomanos, que mantenían el supremo poder político sobre el norte de Africa, excluido Marruecos, habían reconquistado Orán aprovechando la distracción de los españoles por la guerra de Sucesión; pero la ciudad había tornado al rey de España en 1732 y permanecería durante todo el XVIII como una preocupación peculiar, que también se mezcló con los problemas de la carestía de los abastos de 1765-1766. Primero, por su defensa: al empezar 1765, corría por la Península la nueva, falsa, de que la plaza había sido tomada por los moros; se sabía de antemano que i mori maquinaban algo contra Orán128 y al parecer lo habían efectuado con éxito. No era así. Pero además, en esos mismos días de los comienzos del invierno, ya contaba con pocas provisiones, entre ellas muy poco grano; el 10 de enero había llegado a Cartagena un jabeque despachado por el gobernador de aquella plaza para el de ésta, con grandes pliegos en los que demandaba “a toda priesa socorro de víveres por no tener absolutamente qué comer ni beber”. Los continuos temporales que se venían padeciendo en aquellas costas habían impedido un abastecimiento normal. A las pocas horas se le había enviado ayuda con escolta129; pero no había podido llegar aún a finales de enero. 126 El duque de Choiseul a don Fernando de Magallón, 24 de enero de 1766, AHN/E, leg. 6552, exp. Correspondencia del Duque de Choiseul. Sobre su devolución a España, Magallón a Choiseul, 29 de enero, ibidem. 127 Vid. carta sin remitente (seguramente el conde de Fuentes) a Choiseul, 1 de diciembre de 1766, AHN/E, leg. 6552, exp. Correspondencia del Duque de Choiseul. Sobre las gestiones del cónsul francés en Argel para librarlo, por haber sido preso en aguas francesas contra lo convenido entre el rey de Francia y el bey de Argel, Choiseul, 9 de diciembre, ibidem. 128 Cfr. Paolucci, 29 de enero de 1765, ASMo/CD/E, b. 83, 2-b. 129 Paniza a Tanucci, 12 de enero de 1765, ASN/E, fs. 2.510. 384 El tiempo continuaba impidiéndolo; hacía ya dos meses que los barcos no podían acercarse a las costas de Africa130. Y problemas parejos -y coetáneos- habría con Ceuta al año siguiente131. Aparte -siempre- el corso, que también se imponía al tráfico. En marzo de 1760, el nuevo vicario de Orán había pasado a esta ciudad con unos padres misioneros, haciendo la travesía sin protección de los del Rey, y fueron tales los sustos y peligros que sufrieron, que no se atrevían a volver. Además, al arribar a Almarza, les habían contado que se había mantenido hasta esa misma noche, en las cercanías, un navío de moros de cincuenta cañones, que había marchado con un barco longo catalán como presa y, que si no hubiera sido por eso, mal lo habrían contado132. Claro está que las implicaciones diplomáticas de la enemistad que daba lugar a un fenómeno como el corso no se reducían a las relaciones bilaterales, entre una y otra ribera de la mar: entre moros y cristianos en último caso; la rivalidad interesaba también a los demás enemigos de aquéllos y éstos y a cuantos navegaban por los mismos mares; los gobernantes del Reino Unido, por lo pronto, encontraban en ello una forma más de hostigar a los españoles y por eso dejaban que Gibraltar y Mahón -bajo jurisdicción británica desde 1708- sirvieran como bases de aprovisionamiento a los norteafricanos. Muy poco antes de que estallara el motín contra Esquilache, se daría, según dijimos, justamente esa circunstancia: en Gibraltar se refugió un navío argelino que había apresado un buque español y el asunto acentuó peligrosamente las diferencias entre ambas monarquías133. Y a la inversa. En 1765, los marinos franceses mandados a Larache habían apresado una nave danesa que se encontraba surta allí, con veinte cañones de bronce, pólvora y otras municiones cuyo comercio con los príncipes enemigos estaba prohibido; la habían llevado a un puerto francés134. 130 Cfr. Paolucci, 29 de enero de 1765, ASMo/CD/E, b. 83, 2-b. Puede tener que ver con la barca con víveres para Orán que había llegado sin embargo a Cartagena, según parece desprenderse de Paniza: a Tanucci, 29 de enero de 1765, ASN/E, fs. 2.510. Sobre lo español en Orán, SáNCHEZ DONCEL (1991). 131 Y vimos ya en “La búsqueda de la justicia en Andalucía: Dieciocho siglos olvidados”: in S. GARA ARACIL et al.: La doctrina social de la Iglesia, en el I Centenario de la Encíclica “Rerum Novarum”, Jaén, Seminario Diocesano, 1993, pág. 107 y 116-8. 132 Cfr. copia de carta sin firma, a Arriaga, Toledo, 22 de abril de 1760, ADT/CCT., leg. 4, carp. 15 (Secretarías de Gobierno Real [1755-1771]), exp. Secretarios de Estado & = 1760. 133 Vid. Lebzeltern a Kaunitz, 17 de marzo de 1766, BERICHTE (1972: III), 335. Antes, en información fechada en Cádiz el 3 de diciembre de 1765, la Gazette de France daba noticia de dos corsarios argelinos que se habían acogido a la rada de Gibraltar por el viento reinante. Un ejemplo de aprovisionamiento en Corfú de jabeques tripolinos que luego abordan un buque napolitano, en STIFFONI (1984), 85-6. Lo de Gibraltar y Mahón, en ANDERSON (1956). 134 Zoagli, 9 de julio de 1765, ASG/AS: b. 2.480. Ibidem, él mismo, el 23 de julio, dice que hay una relación impresa en Cádiz acerca de la empresa francesa contra los saletinos. Sobre estos éxitos de la escuadra francesa en el norte de Africa habla también Paolucci, 16 de julio de 1765, ASMo/CD/E, 83. Todavía diez años después -y en fechas aún mucho más lejanas de las de nuestro asunto-, en 1775, se hablará de una escuadra española de más de cuatrocientos buques armada contra las costas de África y para hacer el corso, con la enseña del rey: vid. ASG/AS: b. 2.673, 2. 385 Incluso había quien pensaba que los judíos, los franceses, los ingleses y últimamente los toscanos fomentaban el corso barbaresco y eran los primeros interesados en que anduviesen bien armados135. Por su parte, los vénetos habían puesto a salvo su propia navegación suscribiendo en 1764 sendos tratados con los mandatarios de las Regencias de Trípoli, Túnez y Argel. Cuya noticia, en 1764 aún, desagradó notablemente en la Corte de España, porque reforzaba la posición de Venecia en el Mediterráneo y debilitaba la de Nápoles (en esos días objeto preferente de los intereses del monarca español, lo sabemos) al permitir a los corsarios mogrebíes remontar el Adriático y hostigar con impunidad los navíos de las Dos Sicilias136. Como en efecto ocurriría. Al filo del tránsito del año 1765 a 1766, dos jabeques de Trípoli, que se habían refugiado malparados en la isla de Corfú, entonces véneta, por la borrasca, toparon al salir con una polaca napolitana y la apresaron; hubieron de acudir en defensa de ésta dos fragatas vénetas, una de las cuales acompañó a la polaca hasta Pulla. Y no fue un hecho aislado. “Esta irregular conducta de los tripolinos y frecuente violación de sus tratados -escribe el embajador de España ante el dogo al comenzar 1766- tiene muy disgustados a estos señores”137. De hecho, el secretario de Estado español, Grimaldi, protestó por lo sucedido y los vénetos advirtieron que las acciones de corso en el Adriático solían ser (lo era la citada) de tripolitanos y no argelinos ni de Túnez y que, si éstos hicieran algo, la República se entendería obligada a restituir138. Tampoco los de Argel habían sacado escaso fruto de su acuerdo con Venecia: mediado 1764, declararon la guerra al gran duque de Toscana y, por ende, a todo lo que guardara relación con su familia, los Habsburgo; el cónsul imperial hubo de abandonar Argel para refugiarse en España mientras saqueaban su casa, y la emperatriz María 135 Lo dice Tanucci a Ludolf, 27 de diciembre de 1761, apud TANUCCI (1988), X, 398. 136 Cfr. Rosenberg a Kaunitz, 15 de marzo, 14 de mayo, 31 de julio, 18 de noviembre y 31 de diciembre de 1764, BERICHTE (1972: III), 40-1, 75-6, 115-6, 162-3 y 176-7 (el primero, traducido en VELÁZQUEZ [1963], 22-3); Paolucci, 31 de julio y 9 de octubre, ASMo/CD/E, 83, 2-a; Pallavicini a Torrigiani, 28 de agosto de 1764, ASV/SS/S, b. 292, f. 67-7v, y Ossun, 10 de septiembre, MAE/CP/E, vol. 541, f. 82v. Mediado 1765 se hablaba de que los vénetos iban a concluir un tratado de paz con Salé: cfr. Mercurio histórico y político..., septiembre de 1765, pág. 19. 137 Apud STIFFONI (1984), 86. Pallavicini a Torrigiani, 11 de septiembre de 1764, ASV/SS/S, b. 292, f. 97-7v: en efecto, hay graves dificultades para los buques napolitanos en el Adriático por los piratas berberiscos. 138 Y que, si hacía falta, revisarían los tratados en lo concerniente a permitir el acarreo de municiones de guerra por parte de los barcos vénetos a puertos argelinos o tunecinos: cfr. Pallavicini a Torrigiani, 13 de noviembre de 1764, ASV/SS/S, b. 292, f. 226-7. Del mismo al mismo, 28 de agosto de 1764, ibidem, f. 67-7v: Grimaldi está muy contrario, hasta el punto de que algunos se plantean si los españoles declararán la guerra a Venecia; el nuncio no lo cree. Lo que es posible es que Carlos III se aproxime a la Puerta para obligar a los vénetos a romper los tratados; aunque, en rigor, lo único efectivo que puede hacer el rey de España es dificultar el comercio de Venecia con sus propios Reinos. Del mismo al mismo, 30 de octubre: Grimaldi ha hablado seriamente al embajador de Venecia sobre el asunto; el discurso ha producido conmoción en la propia Venecia: ibidem, f. 213-3. Venecia tiene ya convenio con Argel, Túnez y Marruecos, se lee en el Mercurio histórico y político de enero de 1766 (CLXXX, pág. 44). 386 Teresa de Austria respondió proponiendo a Carlos III la formación de una liga contra la Regencia argelina, en la que debería entrar también, se pensaba, el rey de Francia, aliado de ambos. Pero se disputaba por los mismos días la sucesión al trono de Polonia y en los medios diplomáticos españoles se comentaba que lo lógico era que los tres -austriacos, españoles y franceses- se unieran para resolver todas estas cosas y no sólo una139. Además, Luis XV no aceptó; era una de las ideas más romanesques que había oído jamás -comentó Choiseul140-: que los austriacos les invitaran a hacer la guerra en África después de haberse negado a hacerla en América. Así que el rey de España optó por arreglarlo por su cuenta, aprovechando la muy buena disposición reinante en el más occidental de los Sultanatos, Marruecos. Ya le tenía dicho a Carlos III su consejero Bernardo Tanucci que había pocas cosas tan importantes para España y Nápoles como hacer la paz con los mogrebíes: ni Hércules ni héroe alguno de la antigüedad merecería tanto honor cuanta gloría obtendría el rey de España si lograse domar y amansar la regencia de Barbería. Era un sueño pensar que españoles e italianos pudieran navegar por el Mediterráneo con la libertad con que lo hacían holandeses, franceses, ingleses, daneses, suecos y toscanos. Por mucho menor daño que el que sufrían España y Nápoles, los romanos habían suspendido cualquier otra guerra y pelearon contra los piratas. En ella adquirió Pompeyo su gloria...141 Primero lo intentaron -Tanucci mismo y el monarca español- ante el sultán de Turquía. Siendo Carlos VII de Nápoles, ya había negociado con la Puerta unas capitulaciones que se aceptaron en 1740142. Pero las negociaciones formales españolas comenzaron en 1761 y fracasaron en 1764. Empezaron con muy bien pie pero la guerra de los Siete Años se metió por medio; en el mismo año 1761 el sultán firmó un tratado de paz con el rey de Prusia, y decir Prusia en aquel momento era decir Inglaterra, del mismo modo que decir Rusia era decir Francia y esto equivalía a decir España. Turcos y rusos andaban enzarzados en las reivindicaciones balcánicas que acabarían también en guerra antes de que terminara el siglo. Para España no habría tratado con Turquía hasta 1782143. 139 Cfr. Ossun, 4 de octubre de 1764, MAE/CP/E, vol. 541, f. 128. Grimaldi recordaría de hecho a Ossun que en 1754 habían sido los de la Corte de Versalles quienes solicitaron vivamente en la Corte española la formación de una liga contra los argelinos: cfr. Ossun, 5 de noviembre, ibidem, f. 202v. Sobre un posible plan para destruir Argel, Rosenberg a Kaunitz, 22 de octubre y 18 de noviembre, BERICHTE (1972: III), 153, 155-6, 159-160. 140 A Ossun, 22 de octubre de 1764, MAE/CP/E, vol. 541, f. 173. 141 “Non sarà né Ercole, né alcuno eroe o vero o favoloso dell'antichità che meriti tanto onore quanta gloria si acquisterà il Re se [...] penserà o a domare, o a mansuefare le reggenze di Barberia. Sicché li Spagnuoli, e noi Italiani possiamo navigare nel Mediterraneo colla sicurezza, colla quale vi navigano e Inglesi, e Olandesi, e Francesi, e Svezzesi, e Danesi, e Toscani. Per molto minor danno di quello che siamo soffrendo, li Romani sospesero tutt'altra guerra, e fecero la guerra piratica, che a Pompeo fé tanto onore, per avere spento, e distrutto tutti quegli assasini del mare che avevano infestato tutto il Mediterraneo come ora fanno gli Affricani”: Tanucci a Esquilache, 29 de septiembre de 1761, apud TANUCCI (1988), X, 164-5. 142 Esto último, en WINDLER (1999), 749. 143 Vid. sobre todo esto Lepore (1943), 100-59. También, Sánchez Doncel (1991), 274. 387 Y, si no lo hubo para España, no le iría mejor a Nápoles. Carlos III se oponía a que la Regencia de Nápoles concluyera tratados de paz por su cuenta con las Regencias africanas para terminar con el corso, y eso por razones económicas, políticas y religiosas, incluida la oposición a ello del papa144. Tenían que ir los dos juntos, padre e hijo, Carlo Terzo y Fernando III de Sicilia y IV de Nápoles También hubo británicos que pretendieron entorpecer las relaciones de España con Marruecos, cuyo comercio con Europa monopolizaban. Pretendían además establecerse en las costas del Sáhara, donde los pescadores canarios solían secar el pescado. “La Inglaterra -se comentó en la Corte española- [...] se ha apoderado de todos los ramos del comercio del mundo, y [...], con todo, mira con celos que cualquier otra nación tenga un barco de pescar”145. Pero, en este caso, la iniciativa de acercarse a Carlos III la había tomado el sultán, Sîdî Muhammad ben 'Abd Allâh, y no sirvió de nada aquella oposición. El nuevo monarca buscaba el desarrollo del país sobre la base de unas actividades propiamente productivas; procuraba, así, fomentar la producción agrícola y su comercio, especialmente con España. Y no por mera economía; soñaba con que se le aceptara y reconociera como califa de Occidente, réplica del de Oriente -el sultán de Constantinopla-. Su antecesor en el trono ya había suscrito un tratado de amistad con los daneses en 1753 y él mismo había comenzado a desarrollar una política de acercamiento de gran importancia. Se había concretado en sendos tratados de paz con el Reino Unido (1760), Suecia (1763) y Venecia (1765). De hecho, en 1765 fue el sultán Muhammad III quien se adelantó a ofrecer al monarca español un canje de cautivos que debía ser el comienzo del acercamiento que llevaría al tratado de 1767. Pedía el canje y además el respeto para los talbes musulmanes -sus predicadores- y la posibilidad de que uno de ellos pasara al arsenal de La Carraca a atender espiritualmente a los demás. A esto último el rey Carlos III le dijo que no, sintiéndolo mucho. Con todo, a este lado del Estrecho, en España, había también porción de comerciantes de los puertos mediterráneos hartos de sacrificar dinero y hombres por el dichoso corso, y había un instrumento mediador ideal, los misioneros franciscanos que andaban por Marruecos. Así que se entablaron negociaciones y los primeros frutos se consiguieron enseguida146. Durante el año 1765, en las cancillerías europeas se habló insistentemente de la aproximación entre los dos monarcas de los dos lados del Estrecho; no había aún tratado de paz -comentaba no sin razón, en octubre, el embajador genovés en la Corte española- pero algunos creían que sí y, en todo caso, ambos reyes 144 Cfr. MAIORINI (1991), 288-90. 145 Instrucciones diplomáticas de Carlos III al P. Bartolomé Girón de la Concepción, 22 de octubre de 1765, apud LOURIDO (1974), 149. 146 Sobre los episodios de las relaciones hispanomarroquíes de aquellos años, LEPORE (1943), RUIZ ORSATTI (1944), RODRíGUEZ CASADO (1946), PALACIO (1951) (pág. 671-3, oposición inglesa), FERNáNDEZ GAYTáN (1973) y especialmente ARRIBAS (1975-1989) y LOURIDO (1970, 1974 -donde se explica el incidente de la libertad de predicación del Islam por medio de un talbe que iría a La Carraca-, 1978, 1989, 1994). Mediado 1764, los franceses negociaban también con los marroquíes, hasta el punto de que el embajador Ossun temía que eso sentara mal a los españoles, porque así los corsarios de Marruecos tendrían más puertos adonde acogerse: a Choiseul, 27 de agosto de 1764, MAE/CP/E, vol. 541, f. 54-54v. 388 habían dado orden a sus respectivos vasallos de que no se atacara barco alguno con pabellón del otro; el sultán, además, había liberado a los cautivos españoles y el español había correspondido con lo mismo147. Al comenzar diciembre, el mismísimo marqués de Esquilache había hecho saber a las autoridades pertinentes de la Península que los buques españoles serían admitidos en adelante al comercio en los puertos marroquíes y que valía la pena aprovechar la circunstancia148. Se había concertado además la concesión de ventajas especiales a los españoles que acudieran a mercadear al puerto de Mogador. Y una tregua por cinco años. Esta última noticia llegaría precisamente en marzo de 1766, en la vigilia del motín de Madrid, con el arribo al puerto de Cádiz de los cautivos liberados por el sultán. Se habían embarcado en Larache en el mismo buque que llevó a los libertados por Carlos III149. También se hablaba de que se negociaba con otras regencias barbaresche. Pero era menos verosímil150 y sobre todo no tendría la patencia de aquella tregua con Marruecos. Todo esto (la aproximación a Marruecos y, en general, el afán de entenderse con los súbditos del sultán) tuvo a su vez efectos sobre las relaciones con las demás potencias europeas. Como vimos, el español –heredero y todo de don Pelayo- no creía oportuno guerrear contra la Puerta y eso afectaba a los austriacos, que querían recuperar el pedazo de Hungría que todavía continuaba -como otros territorios- en manos de los turcos; no 147 Cfr. Zoagli, 28 de octubre de 1765, ASG/AS: b. 2.480. Pallavicini a Torrigiani, 19 de noviembre: las relaciones con Marruecos sólo se dirigen a hacer posible la compra de trigo, por la escasez del mismo que hay en España y por lo gravoso para el erario real que es el abasto de Madrid; no hay, pues, tratado. También se dice que se negocia con Argel por medio del cónsul de Venecia, a quien el bey ha enviado a España con muchos cautivos cristianos para canjearlos por turchi. Antes de partir de Argel, el cónsul escribió a Esquilache, que se lo comunicó a Carlos III. Éste pidió que esperase, por falta de tiempo para responder, pero cuando llegó esta indicación el cónsul ya se encontraba en camino. Se espera su arribo. Esquilache ha dicho a Pallavicini que este viaje sólo servirá para el canje de cautivos: ASV/SS/S, b. 294, f. 201-2v. Dice en cambio que parece que se ha concluido el tratado de paz con Marruecos, Paolucci, 22 de octubre, ASMo/CD/E, b. 83, 2-b. Por su parte, el torinés Roubione afirmaba sin más el 18 de noviembre (ASTo/I/L, m. 81) que el bey de Argel había acudido al cónsul de Venecia para lograr un acercamiento a España y que el consul había llegado a Cádiz. En el Mercurio histórico y político de enero de 1766 (CLXXX, pág. 39) se daba sin embargo la noticia de que el bey de Argel había dado marcha atrás, no se sabía por qué. Sobre el acercamiento de los saletinos al rey de España, BERICHTE (1972: III), 296: Lebzeltern a Kaunitz, 24 de octubre de 1765. Todavía el 4 de febrero de 1766, Pallavicini escribe a Torrigiani que le ha dicho Esquilache que no se ha firmado ni se piensa firmar tratado alguno con el sultán de Marruecos, por más que haya habido un canje de cautivos y que él haya escrito al asistente de Andalucía sobre comercio (se trata de la carta a Larumbe que se cita en nota siguiente). El cónsul de Venecia en Argel, por otro lado, no había hecho por fin el anunciado viaje, al saber que Carlos III no quería que lo llevara a cabo: ASV/SS/S, b. 301, f. 46v-7. Esto último, que la negociación con Argel había sido totalmente accrochée por carta de Esquilache, de orden del rey, al cónsul de Venecia, in Roubione, 3 de febrero de 1766, ASTo/I/L, m. 81. Sobre la oferta de un armisticio por parte de los argelinos a Carlos III ya hablaba Rosenberg a Kaunitz, 25 de febrero de 1765, BERICHTE (1972: III), 200. Insiste en ello el 2 de diciembre: ibidem, 304. 148 Esquilache a Larumbe, intendente de Andalucía, 3 de diciembre de 1765, copia in ASG/AS: b. 2.480, y ASV/SS/S, b. 301, f. 49. 149 Vid. Schiacchi a Tanucci, 11 de abril de 1766, ASN/E, fs. 2.788. Digo marzo y no abril porque, cuando escribe esta carta el cónsul de Nápoles, los libertos ya han pasado la cuarentena y acaban de desembarcar, antesdeayer. 150 Paolucci, 22 de octubre de 1765, ASMo/CD/E, 83, 2-b. 389 deseaban -lo sabemos- implicarse en la defensa de América; pero tampoco renunciaban a la alianza con España frente a los prusianos e ingleses, incluso frente a Rusia y Constantinopla. 390 III. EL TRIGO, EL CONTRABANDO Y ESQUILACHE El trigo de Marsella y la definición final del Pacto de Familia, sin Nápoles El intercambio de cereales entre las dos penínsulas del occidente mediterráneo había tenido otras consecuencias molestas para Esquilache. En la época -”per questo Regno funesta e memorabile”151- de 1764, para hacer frente a la hambruna y a la salud en la ciudad de Nápoles, don Bernardo Tanucci había encargado trigo, entre tantos, al cónsul en Marsella, Francesco Hombrados152; pero el que le enviaron los comerciantes marselleses se concertó a precios abusivos y llegó tarde y en parte podrido, de manera que el magistrado napolitano del Comercio lo rechazó y varios cargamentos fueron arrojados al agua. Ya al mediar 1764, Tanucci se negó a pagar, por lo tanto, y, cuando llegaron las letras de pago, ordenó devolverlas153. La avaricia y la penuria -escribía en 151 Consulta del Magistrato di Commercio di Napoli sulla Sentenza della Giunta di Commercio di Madrid nella Causa Frumentaria, tra la fidelissima Città di Napoli con alguni Negozianti di Marsiglia, s. l., s. d., s. f. Un ejemplar de este impreso, en ASN/E, fs. 4.883. Noticia de la enorme hambre que a la sazón se padecía en Nápoles, de Ossun, 7 de mayo de 1764, MAE/CP/E, vol. 540, f. 292v. Sobre esta hambruna en general, VENTURI (1973) y BARRIO (1994). 152 Vid. Tanucci a Cantillana, 7 de abril de 1764, apud TANUCCI (1994), XIII, 216: Hombrados ya tiene trigo dispuesto para mandarle pero esperaba que se le autorizara la extracción. 153 Cfr. Ossun a Choiseul, 2 de agosto de 1764, y Praslin a Ossun, 3 de agosto, MAE/CP/E, vol. 541, f. 3, y vol. 540, f. 521-3 respectivamente. Copia de la correspondiente memoria y de los reparos de Tanucci, ibidem, vol. 540, f. 545-553. Unas semanas antes, el propio magistrado del Comercio de Nápoles hará arrojar a la mar dos cargas de trigo que envía el comerciante genovés Luigi Martínez de Beltrán, que era uno de los abastecedores a quien Tanucci había acudido y de quien se habían recibido en efecto otras importantes cantidades de grano de Génova y Marsella: cfr. Tanucci a Esquilache, 12 de junio de 1764, apud TANUCCI (1994), XIII, 382. Minuta de esta carta, en ASN/E, fs. 4.886. Tanucci, sin embargo, ya había hablado de lo sucedido a Galiani en 28 de abril de 1764: los granos enviados por orden de Carlos III por Mr. La Borde son inservibles, “fracidi, puzzolenti e voti come fondacci di magazzini e scarti della copiosa contratazione di grani che in contrabando han fatto li negozianti di Marsiglia a vista del nostro console”: apud TANUCCI (1994), XIII, 268. Además son carísimos: ibidem, 268, a Cantillana, mismo día. Y el 22 de mayo a Esquilache: en el Tribunale del Commercio se ha acordado certificar la procedencia de recusar siete mil túmulos de trigo de Marsella, enviados por orden de Carlos III por medio del propio Esquilache, y también trigo de Génova: ividem, 336-7. Sobre lo estropeado del grano venido de Francia y concretamente de Marsella, Tanucci a Galiani, 26 de mayo, ibidem, 341. El marsellés La Borde ha engañado a los napolitanos: los granos que ha enviado por encargo de Carlos III son de pésima calidad y ni los molineros ni los horneros los quieren: a Galiani y a Cantillana, 9 de junio, ibidem, 374-5. Hay copia de varias órdenes de pago dirigidas a Tanucci, como ministro de Estado, por Beltrán, fecha 28 de abril de 1764, ASN/E, fs. 4.886. Más sobre las letras libradas por Hombrados sobre Tanucci, BNP/M/FR: 10.764, f. 422: Beliardi a Praslin, 13 de enero de 1766. Habla de ello también el embajador de Génova en España, Batta Zoagli, en sus despachos a sus Serenisimi Signori: así en el de 4 de junio de 1765, en relación con el pleito con Bagnasco, sobre el que las autoridades genovesas quieren diga a Esquilache que el gobierno español no tiene por qué entrometerse. A Beltrán le ha insinuado Esquilache que llegue a un arreglo (composición) con Bagnasco. Por una carta adjunta, sin fecha ni firma, se ve que es el asunto de los dos carguíos arrojados en Nápoles: cfr. ASG/AS: b. 2.480. De todos modos, los del gobierno de Génova ya se declaraban conscientes de que, como esperaban, Esquilache estaba bien dispuesto hacia ellos: vid. en ese sentido Giambatto, 7 de enero de 1760, ibidem: 2.479A. 391 mayo privadamente- han producido una diabólica conspiración en los comerciantes de Génova, Liorna y Marsella154. Para esas fechas, con el abastecimiento conseguido y la proximidad de la cosecha, que se prometía abundante, ya no era necesario importar más155. Pero llegaba, y malo. En un principio pareció que el problema radicaba en que la Hacienda de don Fernando de Borbón (III de Sicilia y IV de Nápoles) no podía hacer frente a las deudas. Y en parte así ocurría. De Bolonia y de Austria habían llegado otras partidas y tampoco querían pagarlas y, de la propia Marsella, habían venido a Nápoles legumbres que se recibieron por buenas, se distribuyeron y se consumieron, pese a lo cual, asegurando que no se había encargado sino trigo, tampoco se pagaron, como primera providencia156. Luego, sí, las deudas austriacas se cancelaron157. También los ingleses les habían llevado grano que hubieron de arrojar al mar y sin embargo lo pagaron158. Pero no el trigo de Marsella que hemos visto arrojado al agua. El embajador de Francia en las Dos Sicilias no tardó en salir en defensa de sus compatriotas con “empeños y protestas”159. Al principio, Carlos III, puntualmente informado por Tanucci desde mayo de 1764, dio por buena la decisión de los napolitanos y afeó la actitud del embajador francés por defender lo indefendible. Pero las quejas de las casas comerciales marsellesas se hicieron angustiosas y Tanucci dio en buscar todo género de salidas para dejar el asunto inconcluso; no podía rechazar un procedimiento jurídico, si es que llegaba a haber denuncia, pero podía dilatarlo, y esto con la seguridad de que el problema no iba a pasar de ahí, porque enemistarse con el Reino de Nápoles era, para Francia, ganarse la enemistad del rey de España. El duque de Choiseul llegaría a decir que, en último término, el encargo del trigo se había hecho por medio del embajador español ante Luis XV, por orden de su rey, y que, por tanto, el monarca español era en definitiva su garante160. 154 A Orsini, 12 de mayo de 1764, apud TANUCCI (1994), XIII, 308. 155 En este sentido, a Losada, 15 de mayo de 1764, ibidem, 312. 156 Cfr. Pallavicini, 22 de octubre de 1765, ASV/SS/S, b. 265, f. 550-1v, y Beliardi a Praslin, 16 de enero de 1766, BNP/M/FR: 10.764, f. 422v. 157 Vid. Ossun, 22 de octubre de 1764: también hay problemas para el pago del trigo de Viena; pero éste se pagará seguro: MAE/CP/E, vol. 541, f. 168-170. Ossun, 10 de junio de 1765, da ya la noticia a Choiseul de que Tanucci ha pagado 12.000 ducados a los señores Brentano, de Viena, por el trigo que le vendieron: ibidem, vol. 543, f. 90-92v. En cuanto al de Bolonia, según Pallavicini, 22 de octubre de 1765, el comerciante boloñés Lorenzo Conti había acudido a Carlos III para que se le pagara; pero el rey español había respondido que no era cosa suya. El nuncio en España ha pedido no obstante al monarca que arbitre también esto, como va a hacer con el trigo de Marsella. Hay otro pleito paralelo con Trieste (¿el del trigo austriaco?), que va a ser arbitrado en Londres: ASV/SS/S, b. 265, f. 550-1v. Sobre el punto de vista austriaco en el asunto del trigo para Nápoles, Rosenberg a Kaunitz, 8 de octubre y 18 de noviembre de 1764, 28 de enero de 1765, BERICHTE (1972: III), 150, 158-9, 186 (Carlos III se muestra contrariado por el desacuerdo entre Viena y Nápoles). 158 Cfr. Choiseul, 22 de octubre de 1764, MAE/CP/E, vol. 541, f. 172. 159 Esquilache a Tanucci, 19 de junio de 1764, ASN/E, fs. 4.886. 160 Cfr. Choiseul a Ossun, 22 de octubre de 1764, MAE/CP/E, vol. 541, f. 171v-172. Aunque lo sabía antes vía Nápoles, Carlos III fue informado del asunto por Ossun por indicación de Choiseul, como dice a éste haberlo hecho en despacho del 2 de agosto de 1764, ibidem, f. 3. Desde entonces la negociación la 392 No se trataba sin embargo de exigir el pago de España, sino de obligar a Carlos III a que influyera con mayor eficacia. Al fin y al cabo, el rey de Nápoles era su hijo y, si no tenía dinero -argüía Choiseul privadamente-, lo natural es que se lo prestara su padre161. El monarca español propuso que ambas partes nombrasen sendos comisionados que a su vez negociaran un acuerdo. Pero, a finales de 1764, Tanucci dio un quiebro a la cuestión y pidió un arbitraje, que acabó por corresponder al propio rey de España. De esa manera, según se observó en Francia, demostraba su probidad a Carlo Terzo, ganaba tiempo, retrasaba el pago -siempre a sabiendas de que los negociantes marselleses estaban arruinados- y eludía la responsabilidad ante Nápoles, fuera cual fuese la sentencia162. Cuando el abate Beliardi llegó a Madrid por lo que veremos, en junio de 1765, nombrado cónsul general de Luis XV en la Corte española, Carlos III acababa de resolver el dilema encargando del arbitraje a la Junta de Comercio de Madrid. De la que, por cierto, era presidente nato el secretario de Hacienda: es decir Esquilache163. Beliardi ya no tenía sólo que renegociar, por lo tanto, el artículo 24 del lleva Ossun ante Grimaldi, quien le explica que va a elevar al rey una memoria para remitir a Tanucci; pero que la respuesta de éste llevará cuarenta y dos días, y esto pese a que el ministro español sabe que la situación de los comerciantes es crítica (cfr. Ossun a Praslin, 6 de agosto, ibidem, f. 21-21v); Choiseul responde a Ossun, 13 de agosto, que está seguro de que Carlos III no hará nada. Además, Grimaldi es muy favorable a Tanucci (ibidem, f. 30-31v). Tanucci haría llegar su memoria a Choiseul por medio del marqués de Castillana: la respuesta del francés a Tanucci, adjunta a Choiseul, 29 de septiembre de 1764, ibidem, f. 193v. 161 A Ossun, 13 de agosto de 1764, ibidem, f. 31. 162 Cfr. Ossun a Choiseul, 13 de mayo de 1765, y Choiseul a Ossun, 28 de mayo, MAE/CP/E, vol. 543, f. 19-21v y 54-54v. Tanucci había pedido que en las Cortes de Francia y Nápoles se nombraran sendos árbitros que no deberían ser ni franceses ni napolitanos. Carlos III comentó sin embargo que, tratándose de dos monarcas que eran parientes, tampoco debían ser extranjeros y propuso dos napolitanos concretos, por una parte, y al propio Choiseul por la de Francia: cfr. Ossun, 10 de diciembre de 1764, ibidem, vol. 541, f. 264. Choiseul, en cambio, propondría que el juicio se efectuara en Madrid, pero que hiciera de juez algún negociante inglés u holandés establecido en España: minuta a Ossun, 28 de mayo de 1765, y de Ossun a Grimaldi, 8 de junio, ibidem, vol. 543, f. 54 y 87. Ossun comunica a Choiseul, no obstante, el 10 de junio, que Carlos III ha decidido que lo juzguen los de la Junta de Comercio de Madrid, para lo cual se hará venir al cónsul Hombrados, de Nápoles a Madrid, con todos los papeles. Grimaldi se lo ha comunicado ya a Ossun y le ha sugerido que se envíe a la Corte española a algún negociante francés interesado en el negocio para que traiga todos los documentos oportunos: ibidem, f. 90-92v. Ossun mismo a Choiseul, 14 de octubre: llegan los negociadores marselleses a la Corte española: ibidem, vol. 544, f. 161-3v. 163 Cfr. Beliardi a Praslin, 30 de diciembre de 1765, MAE/CP/E, vol. 544, f. 364v. Y ha encargado del caso al mejor abogado de Madrid: Beliardi a Praslin, 13 de enero de 1766, BNP/M/FR: 10.764, f. 422. Ossun a Choiseul, 13 de enero de 1766: Carlos III ha ordenado que los de la Junta de Comercio resuelvan ya: MAE/CP/E, vol. 545, f. 24-6. El encargo lo había hecho, en efecto, el día anterior, 12 de enero, según consta en la Consulta del Magistrato di Commercio di Napoli mencionada supra. Los comerciantes de Marsella que enviaron legumbres quieren llevar el asunto independientemente del de los del trigo; es un error a juicio de Beliardi: a Praslin, 16 de enero de 1766, BNP/M/FR: 10.764, f. 422v. Beliardi a Praslin, 27 de enero: el asunto se ha detenido por la muerte del marqués de Murillo la semana pasada. Los de la Junta de Comercio han pedido rey que nombre otro comisario adjunto (para que sigan siendo dos) y Esquilache les ha respondido que, si las partes lo piden, se designará. Que mientras tanto siga actuando la Junta tal como está: ibidem, f. 426-6v. Del mismo al mismo, 17 de febrero: el señor Darragorry (sic) ha renunciado voluntariamente a la comisión que se le había dado para que fuera uno de los jueces del asunto del trigo de Marsella. Ossun 393 Pacto de Familia -que era a lo que venía por lo que hemos de ver- y convencer al secretario de Estado don Jerónimo Grimaldi y Carlos III de que lo mejor que podían hacer era conformarse en un todo con Francia. Había de conseguir, además, que el asunto del trigo de Marsella tuviera una solución favorable y pronta. Pronta no fue; favorable sí164. Mas, para entonces, se había disipado una principal esperanza de Luis XV y sus adictos, y era que el pacto de familia de 1761 lo suscribiera el rey de Nápoles. Carlos III y él habían previsto la posibilidad de que se adhiriera el Borbón napolitano165, hijo del rey de España, que en 1761 -cuando el tratado se firmóacababa de quedar como monarca de las Dos Sicilias aunque en minoridad. No hay que olvidar que, al dejar este Reino en 1759, el monarca español había dicho expresamente que, durante la menor edad de su hijo, las relaciones exteriores napolitanas continuaría gobernándolas él. Al comenzar 1762, Tanucci, miembro de la Regencia de Nápoles, había llegado a enviar al embajador de Fernando IV ante el rey de España plenos poderes, autenticados por el propio Consejo de Regencia, para que se pudiera gestionar la incorporación de Nápoles al pacto en cuestión166. Pero bien sabía el mismo Tanucci -ya entonces- cómo eludir el compromiso: la inclusión del Borbón de Nápoles en el pacto exigiría entre otras cosas que el Cristianísimo aboliera todas las cortapisas que frenaban la penetración comercial de Nápoles en Francia. Y no le interesaba167. El asunto (que hemos de ver) de las visitas a los navíos franceses en Nápoles y las de los navíos napolitanos en Francia prefiere que no se nombre otro adjunto y que sean los miembros habituales de la Junta de Comercio los que vean la cuestión: ibidem, f. 429v. Ossun a Choiseul, 10 de marzo, el asunto sigue con lentitud, aunque los de la Junta han comenzado ya a actuar formalmente. Praslin a Beliardi, 17 de marzo: sabe que Grimaldi les ha comunicado ya la respuesta del tribunal de Nápoles sobre el asunto de las legumbres de Marsella: MAE/CP/E, vol. 545, f. 176v y 205 respectivamente. El punto de vista napolitano de estos primeros meses de 1766, en ASN/E, b. 4.886: así, dos cartas sin firma ni destinatario, de la misma mano, 25 de febrero y 4 de marzo de 1766: Esquilache ha presentado a Carlos III el memorial napolitano y el rey le ha dado a entender que no quiere mostrar signo alguno de parcialidad. Uno de los miembros de la Junta de Comercio, Cepeda, ha dicho que por eso, aunque tiene claro que la razón está del lado de Nápoles, no ha querido hacer ninguna manifestación. Más referencias al asunto del trigo de Marsella en cartas de Tanucci a Grimaldi, 22 de abril de 1766; a Cattolica, 9 de abril (teme por el asunto del trigo al haberse ido Esquilache); a Ludolf, 3 de mayo (la caída del duque de Praslin y la retirada de Dusfort de la embajada de Luis XV en Lisboa facilitará el arreglo), AGS/E, lib. 273, f. 247v, 266v, 280v respectivamente. 164 Vid. Consulta... cit. supra y ASN/E, fs. 4.883, passim. La Consulta la hace el rey de Nápoles al Magistrato di Commercio en relación con el fallo de la Junta de Madrid. Sobre el asunto del trigo de Marsella, hay documentación muy pormenorizada en AGS/E, leg. 5897 y 5898. 165 Vid. LEONI (1973), 401-2. FERNáN-NúÑEZ (1898), I, 161, dice que se convidó a entrar en el pacto a los monarcas de Nápoles y Parma pero que rehusaron para no enfrentarse a Inglaterra. 166 Vid. Tanucci a Cattolica, 2 de febrero de 1762, apud TANUCCI (1988), X, 496-8: “direte al sig. Wall avete ricevuto il potere, e l'ordine di stare alla sua disposizione riguardo all'accessione che al trattato e patto di famiglia deve fare S.M. Siciliana.” Sobre este asunto, LOLLINI (1983, 1987). 167 En este sentido -entiendo-, Tanucci a Albertini, 9 de marzo de 1762, ibidem, 597: “le Sicilie, per mettere in pratica il patto di famiglia colli Francesi, avranno bisogno di un trattato difficilissimo, perché li stessi Francesi dovranno disfare molte leggi loro, le quali non credo che vorranno disfare perché perderebbero molto piú di quel che guadagnerebero colla uguaglianza.” 394 no fue ajeno al fracaso de las negociaciones168. Desde 1764, ya tenían todos muy claro que en los napolitanos -esto es: Tanucci- no había la menor intención de sumarse al pacto169. El regente italiano no tenía buen concepto del Cristianísimo y sus ministros, pero lo tenía aún peor de sus súbditos: Dios quiera -escribía algún tiempo atrás, en diferente coyuntura- que, con buena fe, la Francia sea española por una vez, igual que ha sido austriaca. Él, ciertamente, no lo esperaba. Lo sería si acaso Luis XV, a lo mejor también su primer ministro. Pero esto no bastaba para que lo fuera la Francia. Los franceses no defendían más que sus intereses privados y sus pasiones, a las que sacrificaban hasta los amigos del rey y al propio monarca. Lo habían hecho siempre. Y lo peor era que, en Francia, por interés privado había que entender también las opiniones, los partidos, las muestras de ingenio, las modas...170 Con el Pacto de Familia, sólo pretendían Luis XV y sus ministros aprovecharse de España y de Nápoles. Bastaba recordar cómo, sin pacto, el entonces infante don Carlos de Borbón había llegado a ser príncipe en Italia y luego a cambiar la Toscana y Parma por las Dos Sicilias y dejar al final en Parma otro infante y un hijo en Nápoles, mientras el Très Chrétien, también sin Pacto de Familia, lograba la Lorena, y, por el contrario, con pacto, el propio Carlos III y Luis XV habían perdido una guerra, territorios y, al cabo, decoro171. 168 Vid. MAIORINI (1991), 272-3. 169 Vid. MAE/CP/E, vol. 540, f. 143-4, y vol. 545, f. 166v: en esta última ocasión -una conversación entre Beliardi y Grimaldi- éste había dicho al cónsul de Francia que Tanucci quería mantener en Nápoles la visita arbitraria a los barcos franceses, contra los deseos de Carlos III, arguyendo no sin razón que los franceses la practicaban con los napolitanos. Y Beliardi había comentado que en el Pacto de Familia se había asegurado también para éstos el trato de nación más favorecida por parte de los demás signatarios, pero que el rey de Nápoles no había dado aún su aquiescencia al pacto y que no podía por tanto exigirse su cumplimiento a los franceses: cfr. Beliardi a Praslin, 3 de marzo de 1766. Más sobre la visita a los barcos franceses en Nápoles, de Ossun a Choiseul, 24 de marzo, ibidem, vol. 545, f. 220-2. El asunto no estaba aún decidido en 1763, cuando se planteó el problema de las visitas a los barcos, de que más adelante se habla. Se había efectuado una de estas visitas a un buque francés, surto en Nápoles, y el representante de Francia, M. Dusfort alegó ante Tanucci que eso era contrario al Pacto de Familia, en tanto que Tanucci replicaba que es que su soberano no se había adherido a ese pacto: cfr. Pallavicini, 30 de agosto de 1763, ASV/SS/S, b. 265, f. 213-6. En 1761, Wall ya había pedido a Tanucci que le sugiriese lo que le pareciera oportuno para la adhesión del rey de Nápoles al Pacto y Tanucci le respondió con un largo comentario en el que concluía que lo mejor era esperar la mayoría de edad del monarca: vid. carta de 3 de noviembre de 1761, apud TANUCCI (1988), X, 267. Sobre la personalidad de Tanucci, la bibliografía es amplísima. Remito a la colección de estudios dirigidos por AJELLO y D'ADDIO (1987). 170 “Dio voglia, che la Francia con buona fede sia una volta spagnuola, come è stata austriaca. Io non lo spero. Lo sarà il Re, lo sarà forse anche il primo Ministro, ma questo non basta, perché lo sia la Francia. Li Francesi son pieni de' privati loro interessi, e passioni, alle quali sacrificano e gli amici del Re, e il Re, e questo fanno sempre; il peggio è che per interessi privati in Francia si devono intendere anche le opinioni, li partiti, le gare d'ingegno, di mode ecc. Tutto commuove, e tutto guasta”: a Galiani, 22 de agosto de 1761, apud TANUCCI (1988), X, 36. 171 “Senza questa alleanza teatrale il Re Cattolico venne un Infante di Spagna Sovrano in Italia. Senza questa la Francia acquistò la Lorena. Il Re permutò la Toscana, e Parna colle Sicilie. Senza questa venne in Parma un altro Infante. Senza questa ha potuto il Re Cattolico disporre delle Sicilie in un suo Ca[hay un borrón]to. Appena è venuta fuora questa benedetta alleanza, si è fatta l’infelice guerra di 395 “Vostra Eccellenza si ricordi -había advertido el propio Tanucci al hispano Losada, tan cercano a Carlos III, ya en 1761, temiendo en este caso las iras de Inglaterra contra Nápoles- che le Sicilie sono il culo della casa Borbone, come li Francesi chiaman Avignone il culo del Papa perché volendo nerbare il Papa si sfogano su quello Stato"172. El problema del contrabando, en las relaciones entre Francia y España Por otra parte, había surgido un obstáculo nuevo e importante entre franceses y españoles: un obstáculo que, además, apuntaba contra la línea de flotación de aquel imperialismo singular que pretendía Choiseul cuando decía que España sólo le interesaba para vender manufacturas, comprar materias primas y heredar América. El contrabando. El contrabando estaba paradójicamente tutelado por los tratados internacionales vigentes con España. Respecto al Reino Unido, el de Utrecht, en 1713, había asumido lo que ya se acordara en 1667, fecha en la cual se había dispuesto que, si se descubría que algún navegante británico transportaba mercaderías fraudulentas, sólo se le confiscarían esos bienes y se le dejaría en paz, salvo que intentase sacar oro o plata, en cuyo caso caería sobre él todo el peso de la ley. Lo que se acordó en 1713, precisando el sistema, era que los capitanes de los navíos mercantes que entraran en algún puerto español tenían veinticuatro horas para entregar dos declaraciones o inventarios de las mercaderías que llevaran con el propósito de descargarlas allí; un inventario iría al rector o comisario de Aduanas y el otro al juez del Contrabando, y los capitanes no abrirían las bodegas de aquellos barcos hasta que se les diera licencia para hacerlo o fueran visitados (era lo que daba en llamarse visita de fondeo). Pero ésta era comedida: sólo podían subir a bordo tres personas -oficiales reales o de Aduanas- y únicamente para vigilar que lo que se descargaba pagaba derechos, y de manera que, si se descubría alguna mercancía fraudulenta, porque fuera de género prohibido o porque no hubiese pagado los impuestos correspondientes, se le daban al capitán del barco ocho días hábiles (desde el comienzo de la descarga, no desde el instante en que se descubriera el fraude) para que regulara la situación o saliera del puerto con toda su carga salvo esos bienes descubiertos. O sea que no perdían nada –los marinos- por intentar el contrabando, porque siempre se les daba la posibilidad de enderezar la situación, si eran descubiertos. Todo esto para los navíos. Porque las embarcaciones menores o de simple cubierta debían ser visitadas y registradas en los puertos en cuanto llegasen, según dispuso el rey Felipe V por real cédula de 23 de diciembre de 1716. Portogallo, dell’Havana, del Canadà, di Capobreton, e la Francia, e la Spagna hanno infinitamente perduto di Stati, e di decoro”: Tanucci a Cantillana, 26 de abril de 1766, AGS/E, lib. 273, f. 262-2v. 172 Carta de 29 de septiembre de 1761, ibidem, 160. Insiste en la misma figura a Cattolica, 29 de abril de 1766, AGS/E, lib. 273, f. 266: Nápoles y Palermo, en peligro de bombardeo inglés si el rey de Nápoles se adhiere al Pacto de Familia, “saranno ai nemici della Casa Borbone quel culo, che li Francesi chiamano Avignone del Papa”. Sobre lo sucedido después, MAIORINI (1991), 279: el 10 de mayo de 1766, Grimaldi ordenó que se suspendieran las visitas aduaneras, que se concluyera la incorporación de Nápoles al Pacto de Familia, quedando en suspenso el artículo 24, y que se firmara el tratado de comercio franconapolitano. Pero Tanucci respondió que el rey ya había tomado las providencias necesarias. 396 Todo ello, en fin, para ingleses, franceses y holandeses; no para los demás, que no disfrutaban de privilegio alguno173. Pero el tiempo había añadido el abuso, y aquellos ocho días de plazo (que ya eran sumamente generosos) para modificar las declaraciones si se encontraba fraude en los navíos se solieron contar desde que se descubría el entuerto. En cuanto a las embarcaciones menores, se las trataba igual que a las grandes. Y aún había extranjeros que no pertenecían a las naciones dichas que se hacían tratar de la misma manera. Así que una de las cosas que había hecho Esquilache en 1760, unos meses después de llegar a España, después de una luna de miel con los comerciantes franceses, había sido acabar con aquello: el 16 de diciembre de 1759, cuatro días después de su nombramiento como secretario de Hacienda, había dispuesto que a los comerciantes de esa nación instalados en Cádiz se les dejase transportar géneros por tierra, desde Francia, como si lo hicieran por mar, satisfaciendo los mismos derechos174, y en la primavera de 1760 los autorizó a transbordar en los puertos de Santander y La Coruña, como se hacía hasta entonces en Cádiz, lo que llevasen a sus posesiones de América175. Pero después la cosa cambió y, por real decreto de 14 de diciembre de 1760 y cédula del Consejo de Hacienda del día 17, se recordó cuál era el texto estricto de los tratados de 1667 y 1713 y se detalló todavía más el proceso de la visita de fondeo, además de restringirlo a las tres naciones de marras. Y no sólo esto: se introdujo además lo que daría en llamarse la visita arbitraria, que consistía en que, cuando se encontrasen en la costa bastimentos menores que pudieran llevar tabaco o sal a distancia de una o dos leguas y se recelara que respondieran a la intención de defraudar, podrían visitarlo y proceder contra sus patrones, maestres y marineros con arreglo a la legislación española. Esto, con los súbditos de las potencias que hubieran publicado en sus dominios una orden pareja176. Es decir Francia. Desde 1760, las embarcaciones francesas fueron registradas de esta nueva manera. Aparte, al comenzar 1761, el administrador general de la Aduana de Alicante había hecho ver a Esquilache que no podía poner a bordo de cualesquiera bastimentos, de los que arribaban al puerto, los tres ministros que estipulaban las normas que acababan de recordarse; porque, como no le sobraban ministros, dejaba sin resguardo las puertas de mar y tierra. Y el secretario de Hacienda le respondió -a él y a todos los administradores generales de Rentas y a los del Tabaco (principal objeto de contrabando)- que sólo se pusieran en las embarcaciones mayores, con más de una cubierta, y únicamente si se 173 Cfr. NRLE, l. 12, t. 8, l. 9, y Plan de Convention concerté entre les Courts de France et d'Espagne pour l'intelligence de l'article 24. du Pacte de Famille et autres points relativs à la navigation des deux nations: BNP/M/FR: 10.766, f. 175-8v. Respecto a los barcos franceses, nunca habían sido visitados hasta 1760, y eso en virtud del tratado de 1649 y de los artículos 10, 14 y 15 del de los Pirineos (1659). 174 Cfr. real orden de 16 de diciembre de 1759, AHN/FC/MºH/SG, libro 802, f. 146-7. 175 Vid. Esquilache a los directores generales de Rentas, mayo de 1760, AHN/FC/MºH/SG, lib. 8.021, f. 286-9. En cambio, en los transbordos que hicieran los franceses en puertos españoles y que procedieran de presas hechas en los mares de Europa, habrían de pagar derechos como si depositasen los géneros en almacenes, contra lo que había pedido el embajador de Luis XV: vid. Esquilache a los directores generales de Rentas, 10 de julio de 1760, ibidem, 312-5. 176Cfr. NRLE, l. 12, t. 8, l. 9. 397 trataba de barcos mercantes de aquellas tres naciones (Inglaterra, Francia y Holanda), no si eran moscovitas, imperiales, prusianos, dinamarqueses, napolitanos, venecianos, genoveses, sardos, raguseos, malteses, toscanos o de cualquier otra potencia177. En estos otros casos se entendía que no había privilegio alguno y que podían ser visitados en cuanto arribasen. De inmediato, los capitanes y patrones de aquellos tres países empezaron a negarse a aceptar la presencia de los tres guardas veinticuatro horas después del arribo, cuando ya debían haber manifestado lo que llevaban, y Esquilache no transigió: en marzo de 1761 volvió a recordar lo que se había estipulado en 1713; siempre que llegara una embarcación francesa, holandesa o británica de más de una cubierta a un puerto español, se les darían veinticuatro horas para declarar lo que llevaban, hecho lo cual se pondrían los tres ministros; de manera que, si querían descargar mercancías, tendrían que ponerlo de manifiesto ante el administrador de la Aduana y, al cabo de ocho días, se les haría visita de fondeo para ver si llevaban más de lo que habían manifestado. Si el barco no era de alguna de esas tres naciones, o si, siendo de una de ellas o de cualquier otra, tenía una sola cubierta, sería visitado sin más, “y si en las francesas se hallara tabaco o sal, se proceda a secuestrar el barco”. Igual si era buque corsario que si era particular178. En agosto de 1761, las estipulaciones del Pacto de Familia no resolvieron el asunto; fueron sus cláusulas, sí, de apariencia más tolerante: sencillamente, los súbditos de uno y otro Reino, España y Francia -y los napolitanos si se adhería su rey-, gozarían en los respectivos puertos de Europa exactamente de los mismos derechos y privilegios que correspondieran a los nacionales. Por otro lado, en cada uno de los dos Reinos (de los tres, si Nápoles se sumaba) se reconocía al otro la cualidad de nación más favorecida en el ámbito comercial179. Como esta última condición se había otorgado ya en Utrecht a 177 Esquilache a los directores generales de Rentas y a los administradores generales de la del Tabaco, 30 de enero de 1761, AHN/FC/MºH/SG, lib. 8.022, f. 17-7v. 178 Real orden de 25 de marzo de 1761, AHN/FC/MºH/SG, lib. 8.022, f. 59-60. Por orden de Esquilache de 17 de febrero de 1764 se advirtió que, si no había tres guardas para poner en los barcos ingleses, franceses y holandeses, se contrataran temporeros, como se hacía en Cádiz: ibidem, lib. 8.023, f. 41. 179 El texto del artículo 24, en la versión francesa, era éste (apud BNP/M/FR: 10.767, 342-2v): “Les sujets des hautes parties contractantes seront traités, rélativement au commerce et aux impositions dans chacun des deux Royaumes en Europe, comme les propres sujets du Pays où ils aborderont ou résideront; de sorte que le Pavillon Espagnol joüira en France les mêmes droits et prérogatives que le Pavillon François, et pareillement que le Pavillon François sera traité en Espagne avec le même faveur que le Pavillon Espagnol. Les sujets des deux Monarchies, en déclarant leurs marchandises, payeront les mêmes droits qui seront payés par les nationaux. L'importation et l'exportation leur sera également libre comme aux sujets naturels, et il n'y aura de droits à payer de part et d'autre, que ceux qui seront perçus sur les propres sujets du Souverain, ni de matières sujetés à confiscation que celles qui seront prohibées aux mationaux eux-mêmes, et pour ce qui régarde ces objets tous traités, conventions ou engagements anteriurs entre les deux Monarchies ne jouira en Espagne non plus qu'en France d'aucun privilège plus avantageux que celuy des deux nations. On observera les mêmes regles en France et en Espagne à l'égard du Pavillon et des sujets du Roy des deux Siciles et Sa Majesté Sicilienne les sera réciproquement observés à l'égard du Pavillon et des sujets des Couronnes de France et d'Espagne.” Ibidem, f. 280-3, copia del artículo 11, sobre comercio, del tratado de 30 de abril de 1745 entre los representantes de Francia, España, Nápoles y Génova. 398 Eliminado: . ingleses y holandeses por Felipe V de España y, a los primeros, se lo había tenido que ratificar Carlo Terzo por el tratado de 1763, que sancionó la convención comercial anglohispana entonces existente180, sobre el papel los tres países -el Reino Unido, Holanda, Francia- se hallaban en las mismas condiciones en cuanto concernía a las relaciones económicas con España, y los franceses, además, gozaban de la equiparación con los propios hispanos (y viceversa), cierto que únicamente en la España europea. Pero de hecho no era así. Respecto a los ingleses, las autoridades españolas oscilaban entre dos polos opuestos que sin embargo conducían igualmente a la benevolencia; por un lado, Inglaterra era un enemigo a batir, tarde o temprano, y, si se le toleraba, era porque existía la conciencia de que los ejércitos españoles no estaban aún en condiciones de volver a la guerra. Pero, por esto mismo, la actitud era benevolente, en cierto modo permisiva, en asuntos de contrabando. Por otra parte, el comercio inglés se desarrollaba con grandes capitales, que permitían fletar grandes barcos, arriesgar cargamentos prohibidos de cierta envergadura y, como aseguraría el embajador Pierre-Paul d’Ossun, comprar con oro suficiente a los aduaneros hispanos. Al propio duque de Choiseul le parecía ver que, entre los españoles, se prefería el trato comercial con los ingleses, antes que con los súbditos del rey de Francia181. En los últimos años, pese a ello, la colonia francesa en España se había hecho muy numerosa; Beliardi la estimaba en casi cien mil individuos182; de los cuales, los muchos que se dedicaban al comercio eran gente de capital reducido, en comparación con el que procedía de Inglaterra; aquéllos no tenían capacidad para grandes negocios y estaban demasiado en contacto -añadía Beliardi- con los españoles y excesivamente empeñados -confesaba- en buscar la manera de contrabandear, sobre todo por el Pirineos y más aún por las costas mediterráneas. Conforme a las mismas fuentes, las dos terceras o las cuatro quintas partes de la navegación francesa relacionada con España se hacían, a diferencia de la inglesa, en barcos pequeños, cuyo escaso calado les permitía acercarse más a las costas y desembarcar la mercancía fraudulenta, de acuerdo con gentes españolas o de la colonia francesa. Los ingleses, con sus navíos enormes, no podían hacer una cosa semejante; lo cual no significa que no cometieran fraudes, sino que los hacían de otra forma: organizados en pocas pero muy ricas casas de comercio, gastaban poco en fomentar las ventas y todo lo necesario, en cambio, en perseguir y hacer que se castigara a los intendentes, administradores y oficiales de justicia que les supervisaban más de lo deseado. 180 Sobre esto último, Abregé du Commerce étranger en Espagne, BNP/M/FR: 10.768, f. 568. 181 A Ossun, 4 de diciembre de 1764, MAE/CP/E, vol. 541, f. 249-50. En elmismo sentido, Beliardi, Abregé du Commerce... cit. supra, BNP/M/FR: 10.768, f. 567v, referido a las mercancías. 182 Cfr. Comme les Espagnols regardent le commerce des étrangers, BNP/M/FR: 10.766, f. 65v, y Abregé du Commerce..., ibidem: 10.768, f. 569. 399 “Ils depensent plus pour une operation de cette espece que pour corrompre un homme en place” -afirmaba Beliardi183-. El artículo principal del comercio fraudulento de los franceses en España era el tabaco, que llevaban de Génova a Gibraltar y viceversa, en tanto que los españoles contrabandeaban en Francia sobre todo con la sal y el tabaco de la propia Francia: lo cargaban en Bretaña o Dunquerque, que tenían puertos libres, y lo introducían en el propio territorio francés por otros caminos. “[...] ha llegado a tanto -se lee en un informe de 1768- que se entran en el mismo río de Sena y se vienen a favorecer el contrabando hasta dentro de París”, aparte de inundar la Normandía y restantes costas184. O sea que aquel comportamiento de los franceses en España se correspondía con el que los contrabandistas españoles tenían en las costas francesas, por lo general con barcos mayores, y con el de los propios franceses en las napolitanas. Se trataba, en otras palabras, de un contrabando netamente Borbón pero recíproco, saliendo peor parados los napolitanos porque eran los más débiles. No era en esto en lo que consistía todo el comercio francohispano, es verdad: el tráfico legal no sólo era mayor, sino que revestía importancia in crescendo. Francia era en realidad el principal abastecedor de España, por delante del Reino Unido. Según los datos reunidos por Beliardi, al puerto de Burdeos habían arribado entre 1736 y 1745 sesenta y nueve navíos procedentes de España, que desplazaban 3.942 toneladas. En el decenio siguiente, 1746-1755, ya habían sido 109 con 5.644 toneladas, y 797 con 65.109 entre 1756 y 1765185. Pero nada justificaba el contrabando. Cuando Esquilache llegó a España -no se olvide-, venía con la experiencia napolitana; así que no tardó -desde el mismo año 1760 y especialmente desde el acabamiento de la guerra en 1763- en poner manos a la obra para que no ocurriera lo que ocurría allí, en su tierra de origen: que los franceses hacían lo que querían. Se comenzó por ordenar a las autoridades de la armada que, en igualdad de condiciones, se prefirieran los fletes españoles, tanto si iban destinados a los propios puertos de España como si se orientaban a los de otras potencias186 -lo cual contradecía la igualdad de trato reconocida a los franceses en el texto del Pacto de Familia recién firmado, al que Esquilache no parecía tener afición187- y, además, adoptó aquella medida de introducir la llamada visita de fondeo allí donde y con quienes hubiera caído en desuso, y esto de 183 Abregé du Commerce..., BNP/M/FR: 10.768, f. 567v-8. 184 BNP/M/FR 10.764, 185 f. 431v-2. Cfr. BNP/M/FR: 10.766. Otras estimaciones hablan de 819 barcos con 66.608 toneladas en 1756- 1765. 186 Por orden de Arriaga de 10 de septiembre de 1763. Contra ella, Memoire francesa apud MAE/CP/E, vol. 540, f. 163-167. 187 Era contrario a él según FERRER (1856), II, 8. 400 manera que, de hecho, en los años siguientes, los barcos ingleses y holandeses visitados en los puertos de la España mediterránea fueron bastante menos que los franceses188. Claro que dependía de la proporción respectiva de los que arribaran. Pero nada tan grave como la visita arbitraria, de que ya hemos hablado189. Como se sabía que, por la pequeñez de su calado, los barcos franceses podían descargar en la costa lo que no consiguieran introducir por los puertos, cosa que no cabía temer de los grandes navíos ingleses, en alguna ocasión se les seguía a aquéllos hasta obligarlos a abandonar el intento o descubrirlos en plena faena. Y, en tales casos, no era infrecuente que, lejos de darles aquellos ocho días hábiles para regular la situación, o la libertad, se requisara no sólo la mercancía fraudulenta sino todo lo demás y se retuviera barco y tripulación, envolviendo el asunto en un proceso más o menos largo. Era ésta al menos la impresión que daban en su Corte los cónsules franceses con sus quejas continuas. Los cónsules, es cierto -decía Beliardi en 1766 hablando en realidad de los españoles-, eran proclives a quejarse por encima de cualquier otra consideración y, en el caso de los de Francia, no era fácil saber cuál llegaba a ser realmente el número y la envergadura de ese tipo de encuentros y visitas190. Pero bastaba que se dieran para que, primero, cundiese entre los navegantes franceses el temor y se redujera por tanto la navegación y, segundo, Choiseul se convenciera de que no sólo era celo fiscal, sino malevolencia política lo que había detrás de ese comportamiento de Esquilache, secretario de Hacienda del monarca español191. La primera reflexión puede parecer paradójica; si se temía que se redujera la navegación porque aumentaban los controles, tenía que ser -necesariamente- porque gran parte de esa navegación se dirigía en efecto al contrabando. Y es que era esto exactamente lo que sucedía: el embajador d’Ossun, al cabo diplomático imbuido en principios morales estrictos, relativamente desinteresado del comercio y devoto además 188 Entre 1760 y abril de 1764, fueron sometidos a visita de fondeo en los puertos de España 407 buques franceses, 361 ingleses y 322 holandeses, según el Releve... conservado en MAE/CP/E, vol. 540, f. 402. Relaciones nominales anejas, f. 403-441v. Un ejemplar impreso del decreto de 17 de diciembre de 1760, en BNP/M/FR: 10.766, f. 339-44. 189 Vid. Beliardi a Ossun, 18 de enero de 1764, MAE/CP/E, vol. 540, f. 35-36v. 190 En la Corte francesa se creía que el español Arriaga había llegado a decir que los cónsules franceses eran sujetos peligrosos porque elaboraban informes muy detallados: nota sin firma, posiblemente de Beliardi, MAE/CP/E, vol. 540, f. 82-3. 191 El 16 de abril de 1763, diez franceses habían elevado una representación a Praslin sobre las vejaciones que sufrían en el comercio con Madrid por parte de los administradores de las aduanas españolas, y porque el cónsul de Francia, M. Bertellet, no los protegía. Praslin se lo remitió a Beliardi el 29 de mayo y Beliardi acusó recibo el 20 de junio y elaboró seguidamente -fechándolo el 22 de junio- un Projet de Répresentation a faire a Mr. le Marqs de Squilace: el acuse de recibo y el Projet, en BNP/M/FR: 10.764, f. 334-40v. Sobre las visitas arbitrarias y de fondeo, MAE/CP/E, vol. 540, f. 5-5v (Ossun a Esquilache, 2 de enero de 1764), 26-27v, 42-43v, 64-71v, 84-84v, 89-89v, 98-107v, 111-114v, 119-119v, 122, 127-134, 140-1, 142-145v, 163-189, 195-209v, 213-214v, 218v, 220..., esto sólo durante los meses de enero a abril de 1764 y aparte de los lugares que se citan más adelante. Por otro lado, el asunto se reanudó en mayo: vid. Ossun, 21 de mayo de 1764, ibidem, f. 334 y siguientes. 401 de Carlos III, ante quien ya había representado al rey de Francia en la Corte de Nápoles, arguyó honradamente a Choiseul que él hacía lo que podía para defender a los franceses que se veían envueltos en los lances portuarios con las autoridades españolas; pero que el problema estribaba en que muchos de ellos eran indefendibles porque realmente iban a defraudar y contrabandear192. Y Esquilache estaba seguro -se permitió añadir don Leopoldo de Gregorio en alguna ocasión, en conversación con Beliardi193- de que no era el contrabando lo que quería impulsar el ministro de Francia. Lo que quería impulsar el ministro de Francia –le respondió Choiseul por boca de Beliardi- era la marina de guerra. Y aquí venía el colmo de los colmos: el contrabando venía a ser -en la argumentación del duque y del abate- un favor que los franceses hacían a los españoles. Para enfrentarse en el futuro a Inglaterra, eran precisos buenos matelots y ninguna manera más barata y mejor de formarlos y mantenerlos, que dejarlos campar por sus respetos en la ancha mar mientras hubiera paz (dado -apostrofaba el cónsul general de la Francia con sabiduría escolástica- que “cette Marine etoit en temps de paix un être de Raison”). No se trataba de tolerar el contrabando, por supuesto, sino de buscar otra fórmula en virtud de la cual aquellas pobres gentes pudieran continuar dedicadas a esa feble marinería que les permitía simplemente sostener a sus mujeres y a sus hijos... contrabandeando. Malo era el contrabando pero peor era matar el vivero de hombres que permitiría por fin al rey de España, unido al de Francia, derrotar a la Albión. Así, textualmente: “[...] que si le contrebande etoit une vehicule pour multiplier l'espece des matelots [...], un homme d'État devoit regarder la contrebande comme une mauvaise chose qui produisoit un très bon effet [...]” -llegó a decir Beliardi al siciliano Esquilache apelando a su vanidad de presunto estadista-194. Claro que el duque de Choiseul no quería tener una marina a costa de Su Majestad Católica -volvió a advertir Beliardi en la conversación, muy importante, que mantuvo con don Leopoldo de Gregorio el 19 de enero de 1766-; pero los medios de evitarlo tenían que ser otros195. Y no decía cuáles. 192 Cfr. Ossun, 17 y 31 de diciembre de 1764 y 14 de enero de 1765 (en este último caso, adjuntando varias cartas de Esquilache y de otros remitentes sobre acciones concretas de contrabando por parte de inviduos de Francia), MAE/CP/E, vol. 541, f. 287-7v y 346v, y vol. 542, f. 39-48v respectivamente. 193 Vid. Beliardi a Praslin, 20 de enero de 1766, BNP/M/FR: 10.764, f. 423v. 194 Ibidem, f. 424-4v. Mientras ambas coronas gastaban cantidades prodigiosas para mantener los ejércitos de tierra -había añadido el abate en la conversación que mantuvo con Esquilache el 19 de enero, que era lo que resumía en el despacho del día 20-, no gastaban ni un sol en el mantenimiento de los matelots. Los cuales, de hecho, vivían de la pesca y de la marina mercante, en la que había gracias a ello entre sesenta y ochenta mil buenos marineros dispuestos para el servicio de la escuadra en tiempos de guerra. Vivían sólo para sobrevivir con sus mujeres e hijos, en la mayor pobreza. Sobre las condiciones económicas de los marinos franceses de la época, CABANTOUS (1991), passim. 195 O más bien explicaba que el problema de las visitas arbitrarias y de fondeo no estaba en la visita en sí, sino en que se apresaba al capitán y l'equipager, se detenía el barco y y se requisaban todas las mercancías que hubiera, fraudulentas o no. Además, había chargeurs que no defraudaban ni contrabandeaban a quienes se obligaba sin embargo, por medio de largos procesos, a demostrar que sus mercancías no estaban comprendidas entre las culpables. Mientras tanto, los barcos permanecían en los puertos españoles y el capitán y los tripulantes perdían los salarios y las pacotilles que les correspondían. 402 Ni hacía falta que los dijera si se tenían en cuenta sus ideas sobre la economía y el papel futuro de España. Al cabo, lo que -como veíamos- achacaría a Esquilache el abate Beliardi era precisamente que, aunque estaba persuadido de que España no podría tener manufacturas mientras sus campos continuaran sin habitantes ni labradores, no se decidía a favorecer la venta de materias primas al extranjero. Al contrario, entorpecía cuanto podía196 la exportación de seda, lana, sosa, aceites, piastras y juncos -así de heterogénea era la relación-, sin los cuales las fábricas francesas no podían pasar; había rehusado toda suerte de justicia a los representantes de Francia cuando reclamaron su protección frente a las actuaciones de la compañía de los Gremios Mayores de Madrid que consiguieron detener enteramente la venta de tejidos franceses; en fin, su primer acto de gobierno había consistido en ordenar a todos los oficiales del ejército que se vistieran únicamente con telas españolas; todos los acuerdos habidos para liquidar las deudas del rey Felipe V se habían dirigido a excluir a los acreedores franceses... ¿A dónde íbamos a parar? La renegociación del artículo 24 del Pacto de Familia Como secretario de Estado que era, el receptor directo de las quejas francesas contra la visita arbitraria no fue don Leopoldo sino Grimaldi. Pues bien, la discusión entre Choiseul y Grimaldi (con la mediación de los embajadores respectivos y con intervenciones del duque de Praslin, secretario de Estado de Luis XV, y el marqués de Esquilache como secretario de Hacienda de Carlos III), se prolongó durante meses sin solución, una vez terminada la guerra de 1762-63197. Cada protesta del embajador 196 Exactamente: “il a cependant marque beaucoup d'éloignement pour les exportations des...”: Comme les Espagnols regardent le commerce des étrangers, BNP/M/FR: 10.766, f. 64. Lo que sigue, ibidem, f. 64-64v, y Abregé du Commerce..., ibidem: 10.768, f. 566v-7. 197 Pallavicini, 30 de agosto de 1763: el problema de las visitas arbitrarias se ha planteado en España y en Nápoles; aquí, Tanucci ha alegado que su soberano no se ha sumado al Pacto de Familia, que era lo que alegaban los franceses para mostrar lo improcedente de ese uso. En cuanto a España, d'Ossun ha obtenido, por medio de Wall, que se suspendan las visitas mientras no se aclara debidamente la cuestión; pero se ha publicafdo otra orden en el sentido de que continúen haciéndose: ASV/SS/S, b. 265, f. 214-7. Esta última orden no la he localizado; si en cambio, la anterior, comunicada por Esquilache a los directos generales de Rentas, 15 de agosto, en el sentido de que la Corte de Versalles había recurrido contra la visita arbitraria, aduciendo el artículo 24 del Pacto de Familia y con arreglo a real cédula de 17 de diciembre de 1760, y que se había decidido no visitar de esa forma los barcos franceses hasta que no se aclarase el sentido del artículo 24: la real orden, en AHN/FC/MºH/SG, lib. 8.022, f. 550-1. Más adelante, Ossun a Esquilache, 2 de enero de 1764, sobre una visita arbitraria hecha en Cartagena a un navío francés, del que Esquilache le respondió (20 de enero) se supo que contrabandeaba con tabaco: MAE/CP/E, vol. 540, f. 6-8v y 44-48 respectivamente. Respecto a la preferencia dada a los fletes españoles, vid. ibidem, f. 264 y siguientes. En el asunto de las visitas arbitrarias, la primera respuesta escrita de España fue la memoria entregada por Grimaldi a Ossun el 14 de junio de 1764: vid. nota sin firma ni fecha, posiblemente de Beliardi, ibidem, f. 476. Más pilotes franceses han sido apresados y requisadas sus mercancías meses después: Ossun a Choiseul, 3 de septiembre, ibidem, vol. 541, f. 64. Sobre lo mismo, de éste a aquél, ibidem, f. 745. Sobre un buque varado en Cartagena y los problemas diplomáticos subsiguientes, ibidem, f. 236-7 y 336-44, y Rosenberg a Kaunitz, 31 de diciembre de 1764, BERICHTE (1972: III), 175-6. Choiseul a los intendentes de las provincias marítimas de la Francia, 15 de diciembre: que se respete la plena libertad de exportación de grano hacia España, tanto en barcos franceses como en navíos españoles, de acuerdo con el Pacto de Familia: MAE/CP/E, vol. 541, f. 270-1v. La situación comercial del 403 francés, que insistía naturalmente en los aspectos jurídicos, que eran los que favorecían su postura contra la visita arbitraria y demás, era replicada por Esquilache con el relato de los hechos concretos que habían dado lugar a la intervención o que se habían comprobado gracias a ella, o con la prueba de que los aduaneros españoles se reducían a dar el mismo trato a los franceses que a ingleses y holandeses. Durante el año 1764, la sensación de imposibilidad de llegar a un entendimiento, sobre todo con el impertérrito secretario hispanoítalo de Hacienda, fue creciendo en la embajada de Luis XV y en el propio Versalles; finalmente, aquí cundió la convicción de que d’Ossun no secundaba bien las instrucciones de la Corte de Versalles, sin duda por su formación clásica y su benevolencia hacia el rey de España, y fue entonces cuando se optó por enviar al abate Beliardi, hechura de Choiseul. Alessandro Beliardi, un presbítero cuarentón de nación italiana, había servido al rey de España en los años cuarenta y cincuenta, principalmente con el embajador ante el Santo Padre, el cardenal Portocarrero; luego había pasado a la Península, donde ejerció funciones oficiales que terminaron de introducirlo en el mundo español pero que lo llevaron paradójicamente al servicio de Francia; es posible que, por aquellos años, sirviera de informador de los asuntos españoles al embajador francés y que de esa forma acabara por convertirse en uno de los representantes de Luis XV. Desde 1757 desempeñaba en la Corte española el cargo de cónsul general de Francia para el comercio y la navegación, un puesto que se había hecho permanente desde comienzos de siglo. El título de abbé le venía del nombramiento -y las anejas rentas- con que le había favorecido Luis XV, por obra de Choiseul, de abad de Saint-Florent. Durante la contienda de 1762-63, en realidad desde 1758, Beliardi había permanecido en la Península recabando información sobre la economía hispana y las posibilidades francesas de introducirse más en ella, y fruto de eso fue un conjunto importante de informes y memorias que llegaron a Choiseul y Praslin durante aquellos años, especialmente desde 1763198. Al acabar la guerra, fue llamado a la Corte francesa y allí permaneció hasta abril de 1765, cuando, cansados de insistir al embajador d’Ossun en lo que debía aducir para lograr que terminasen las dificultades en la navegación -sobre todo la dichosa visita arbitraria-, Choiseul y Praslin acordaron enviar otra vez a Beliardi a España para que fuese él quien negociara una adecuación más estricta de la política internacional de Carlos III a la de Francia y que renegociara el Mediterráneo también se ha hecho difícil para los franceses por la creciente competencia, sobre todo de mallorquines e ibicencos, que viven de eso, y por el corso. Esa es la raíz de la multitud de quejas de los cónsules franceses en España sobre los males que padecen sus representados: nota adjunta a Ossun, 17 de diciembre, ibidem, f. 298-304. Ossun, consecuentemente, ordena a todos los cónsules que en adelante le escriban a él: oficio del 19 de diciembre, ibidem, f. 308-8v. En Choiseul, 1 de enero de 1765, ibidem, vol. 542, f. 7-10, memoria sobre la situación del comercio entre Francia y España. La letra es la de Beliardi. Ossun a Choiseul, mayo de 1765 (seguramente entre el 7 y el 10): así que se ha acordado reconocer a los españoles la exención de derechos en los puertos de Francia, como si fueran nationaux, y en cambio los españoles no ceden en nada y reducen las exenciones que conceden a los franceses a las ya concedidas a ingleses y holandeses en virtud del tratado de Utrecht...: ibidem, vol. 543, f. 12-5. Choiseul a Ossun, 10 de mayo: es que precisamente lo que han de conseguir Beliardi y él, trabajando a una, es que se arregle esa situación y se interprete debidamente el Pacto de Familia: ibidem, f. 16-16v (copia, en BNP/M/FR: 10.766, f. 7-7v). 198 Y que se conservan en BNP/M/FR: 10.764-70 y 13.417-9. Detalle de esos informes y de la gestión de Beliardi, in MURET (1903), CARO (1965), OZANAM (1969). 404 artículo 24 del Pacto de Familia, que era el que permitía tácitamente esas visitas a los buques franceses199 (amén de resolver el problema del trigo de Marsella). Beliardi llegó a Madrid en junio de 1765 con tono de proponérselas felices y sencillas, a juzgar por sus cartas. No tardó sin embargo en enterarse de que se las había con un ministro empecinado en que se cumpliera la ley, llamado Esquilache. Don Leopoldo de Gregorio era el primero y gran obstáculo: don Jerónimo de Grimaldi -dice d’Ossun a finales de junio de 1765- tiene buena voluntad, pero nuestra negociación depende enteramente del voto de aquél200. De quien está d'Ossun muy descontento201. 199 Ossun a Choiseul, 6 de mayo de 1765: espera la llegada de Beliardi con instrucciones de cómo negociar: MAE/CP/E, vol. 543, f. 7-8. Según correspondencia de París, de 6 de mayo, en la Gazeta de Madrid, 21 de mayo, pág. 167, Beliardi se despidió del rey de Francia el 27 de abril de 1765 para pasar a España. Choiseul a Ossun, 7 de mayo: en realidad, y aparte de aclarar la interpretación del artículo 24 del Pacto de Familia, hay dos asuntos pendientes: con Esquilache, la'Haire de Cartagena y, con Grimaldi, la restitución mutua de criminales y los derechos a pagar por el ganado que los españoles facilitan a los franceses en Santo Domingo: MAE/CP/E, vol. 543, f. 9-10. Con lo primero se refiere al buque varado en Cartagena, del que se ha hecho mención en nota previa. El 20 de mayo, Ossun remite a Choiseul un proyecto de convención sobre devolución de criminales. En cuanto al barco varado en Cartagena, ha presentado a Esquilache un memorial y se le ha asegurado que se le devolverán los lingotes de oro y plata y las sumas que retiene el gobernador de la plaza; se puede dar por terminada esta discusión: ibidem, f. 36-9. Se aclara luego (Beliardi a Choiseul, 17 de junio de 1765, ibidem, f. 119-20) que el barco llevaba piastras de contrabando. Memoria sobre el abastecimiento de sal a Asturias y Galicia, ibidem, f. 26-30v. Copia de Esquilache a Ossun, 28 de mayo de 1765: el administrador general de la aduana de Valencia ha cobrado un siete por ciento de habilitación por azúcar procedente de las colonias francesas; Ossun ha protestado y Esquilache le ha dado la razón, de forma que ha ordenado que no se cobre ese derecho y que se cumpla puntualmente la orden de 9 de junio de 1762 en virtud de la cual se había eximido a los franceses del pago de ese impuesto (cfr. ibidem, f. 55-55v), si bien los directores generales de rentas y el administrador general de la aduana de Valencia han respondido al secretario de Hacienda que jamás han dejado de cumplir la orden de 1762: cfr. Esquilache a Ossun, 14 de junio, ibidem, f. 104-4v. Con todo -advierte Ossun a Choiseul, 3 de junio (ibidem, f. 61-62v)- Esquilache ha adoptado esa resolución -de recordar la exención de derechos sobre el azúcar- quince meses después de que se le pidiera. Y además (Ossun a Esquilache, 6 de julio, ibidem, f. 185-7) sí se cobraba ese derecho a los franceses. Esquilache a Ossun, 21 de julio: desde ahora se les cobrará lo mismo que a los españoles y en paz: ibidem, f. 237-7v). Por otra parte, y en esos mismos días, el director de la Tanerie Royale de Bayona protesta ante d'Ossun (copia del escrito, sin fecha, y del consiguiente de Ossun a Esquilache, ibidem, f. 58-58v y 59-60 respectivamente) porque los cueros franceses enviados a España, sobre todo por Cádiz, se gravaban mucho más que los ingleses e irlandeses y esto iba contra el espíritu del Pacto de Familia, artículo 4. Un nuevo roce, por cierto hurto habido en Barcelona: de Esquilache a Ossun, 11 de junio, ibidem, f. 97-101v. Beliardi, 17 de junio: va a comenzar la negociación sobre el comercio hispanofrancés y la interpretación del Pacto de Familia; Grimaldi -a quien se ve muy bien dispuesto- se reserva la parte política; pero el comercio y la navegación dependen de Esquilache. Ha hablado también con éste, a quien han encontrado asimismo en buena disposición: ibidem, f. 116-8. 200 Ossun a Choiseul, 20 de junio de 1765, ibidem, f. 124v-5. Sobre un problema diplomático planteado de forma simultánea -el del nombramiento de embajador de Carlos III en Versalles en persona que sea grata en Francia (y no, por lo tanto, en Masserano)-, Ossun a Choiseul, 24 de junio, ibidem, f. 130-6v. Problemas con pescadores catalanes: ibidem, vol. 544, f. 243-4. Hay interesantes referencias a esto en las cartas de Grimaldi a Magallón, 3 de febrero de 1766, AHN/E, leg. 6.550; Choiseul a Magallón, 8 de febrero de 1766; Magallón a Praslin, 5 de junio; del mismo a Choiseul, 12 de junio, y Choiseul al conde 405 Grimaldi había sido en su momento, ciertamente, uno de los principales promotores del Pacto de Familia. Pero ninguno de los dos -opinaba Beliardi-, ni Grimaldi ni Esquilache, movería siquiera un dedo en favor de nada que les pudiera acarrear la acusación de que sacrificaban los intereses españoles en favor de los extranjeros. (Los dos -no hay que olvidarlo- eran italianos.) Grimaldi contaba a su favor con que le bastaría respetar el sistema de relaciones en vigor entre España y Francia. Siendo como era secretario de Estado, no tenía necesidad en entrar en detalles y cuidaría mucho de no contrariar a los de una nación, España, cuyos prejuicios no tendría tiempo para cambiar. Pero Esquilache, como secretario de Hacienda y de Guerra, ése sí tenía que comprometerse y lo había hecho decididamente en contra de los intereses de Francia por no enfrentarse a los que consideraba intereses de España. Ya hablamos de sus medidas de gobierno en ese sentido. Pues bien, concluía Beliardi que toda su conducta se reducía a hacer la corte a los españoles, de quienes sabía que no podían sufrir a ningún extranjero, ni su comercio202. El segundo gran obstáculo, la sombra que proyectaba desde Nápoles don Bernardo Tanucci, cabeza de la Regencia que había dejado allí Carlos III para la minoridad de su hijo203. No les cabía duda de que andaba detrás de todo y de que, en su caso, podía hablarse de verdadera malevolencia hacia Francia204. Si Esquilache se empeñaba en celar, cayera quien cayese, por los derechos de la Hacienda de su rey y señor, Carlos III, en Bernardo Tanucci, al cabo estadista, éste sí, se creía descubrir ni más ni menos que el empeño de arruinar el comercio marítimo francés, al menos en el Mediterráneo. También en Nápoles se había planteado el asunto de la visita tiempo atrás y Tanucci se había pronunciado claramente por la necesidad de llegar a un acuerdo que contemplase la posibilidad de la visita recíproca y no la recíproca inmunidad como pretendían los representantes franceses. Cualquier otra opción era injusta al entender del toscano; si Luis XV no lo entendía, era que sus ministros no le informaban bien y resultaba preferible dejar las cosas como estaban205. de Fuentes, 29 de junio (esta última con informe prolijo del intendente de Provenza, fecha 9 de junio), AHN/E, leg. 6552, exp. Correspondencia del Duque de Choiseul. 201 Según Roubione, 5 de agosto de 1765, ASTo/I/L, m. 81. 202 “Toute cette conduite se reduit à faire la Cour aux Espagnols qui [...] ne peuvent souffrir des Etrangers, ni leur commerce”: Comme les Espagnols regardent le commerce des étrangers, BNP/M/FR: 10.766, f. 64-4v. 203 Jefe de la regencia y primer ministro lo llama Beliardi en carta a Praslin, 13 de enero de 1766, BNP/M/FR: 10.764, f. 421-1v. BECATTINI (1790), 200, dice que “facea la figura di primo Ministro”, siendo en realidad secretario de Estado, y que formaban la regencia con él el príncipe de San Nicandro, Ajo, don Antonio del Río -como secretario de Guerra y Marina- y Carlo de Marco -de Gracia y Justicia-. Sobre la relación de Carlos III y Tanucci, hay una rica correspondencia, reiteradamente empleada por los historiadores de estas cosas y publicada en parte (en TANUCCI [1980-1994] y MINCUZZI [1969]). 204 De la mauvais volonté de Tanucci hablaba ya Choiseul a Ossun, 28 de mayo de 1765, MAE/CP/E, vol. 543, f. 54. Sobre el inicio de la relación entre el entonces infante Carlos y Bernardo Tanucci, BECATTINI (1790), 38. 205 En este sentido, Tanucci a Cantillana, 12 de mayo de 1764, apud TANUCCI (1994), XIII, 305-6. Simultáneamente, se discutía lo mismo con los ingleses, que también querían el privilegio de no ser visitados en los puertos de Nápoles: vid. ibidem, 363 y 368, Tanucci a Cattolica y a Carlos III, a ambos el 5 de junio. Sobre este planteamiento del asunto de las visitas en 1763, MAIORINI (1991), 275. Dice que 406 Y la boda de María Luisa de Parma con el príncipe de Asturias, su primo hermano, no había hecho más que arrojar leña al fuego; la moza ducal era inculta, a juicio del embajador d’Ossun, pero no era sólo eso: marido y mujer se habían rodeado de enemigos de Francia; a ambos príncipes los habían formado dos jesuitas alemanes que, suponía, no los habrían predispuesto a favor de Francia y, ahora, hasta los ayudantes de cámara206 de los principescos esposos eran napolitanos malintencionados hacia la nación de Luis XV. Y no sólo hacia ésta, sino hacia todos los extranjeros que no fueran de las Sicilias207. Porque, digámoslo del todo con Beliardi208, el punto de partida estaba en la xenofobia española. Xenofobia, primero, comercial, y sobre todo francofobia. Creían los españoles según él que el comercio con Francia en particular y con los extranjeros en general era la ruina del Estado. A lo cual se añadía la avidez de los gobernantes. Los intendentes y los administradores de Aduanas se lanzaban literalmente sobre los mercaderes galos; la primera medida que adoptaron intendentes, alcaldes y gobernadores españoles, una vez concluido el pacto de familia de 1761, fue hacer la leva de todos los obreros, negociantes, criados y demás particulares franceses para obligarlos a incorporarse a la milicia. Ciertamente, los franceses instalados en España con ese fin habían puesto casas muy ricas y desdeñaban lo español, “vivant dans l'aisance et à la française et condannant les moeurs et les usages des Espagnols.” Así que todos los españoles eran antifranceses: “Grands, petits, marchands, gens de Robbe et de plume, tout est peuple à cet égard.” La ignorancia no dejaba a los españoles ni siquiera reflexionar sobre el bien que le había hecho la Francia al darle un príncipe de su sangre...209 Delicioso, si es que se lo creía. Esquilache, primer Empecinado Ad intra, tensiones no faltaban. Mientras Esquilache ganaba poder, no cesaba de hablarse, contradictoriamente, de la inminencia de su cese; el crítico principal del Tratado de Límites y gran aliado de Versalles, el marqués de la Ensenada, había sido Carlos III llegó a exigir a los regentes de Nápoles que suspendieran la aplicación del decreto de 1760 sobre las visitas a las embarcaciones menores. 206 Valets y garçons de chambre, dice Ossun a Choiseul, 27 de mayo de 1765, MAE/CP/E, vol. 543, f. 47. 207 En realidad, no dice de las Sicilias, como digo yo por evitar repeticiones cacofónicas, sino “à l'exception des napolitains”: Ossun a Choiseul, 22 de julio de 1765, ibidem, f. 251. 208 En Comme les Espagnols regardent le commerce des étrangers, BNP/M/FR: 10.766, f. 63-3v. 209 “[...] l'ignorance de ce peuple ne lui permet pas de réfléchir que la France a fait le bonheur de l'Espagne depuis qu'elle lui a donné un Prince de son sang.” 407 llamado nuevamente a la Corte por Carlos III en el mismo año 1760210 y, mediado 1765, se hablaba de la posibilidad de que sustituyera al bailío Julián de Arriaga en la Secretaría de Marina211, que había sido su fuerte en su época de gobierno bajo Fernando VI. Siendo pésimo el estado de la marina -resumía Beliardi unos meses después-, no había posibilidad de remedio mientras faltara una buena cabeza212. Pero no todos lo veían así ni presumían un futuro benévolo para Ensenada. Fue premonitorio lo que se lee en una sátira que corrió por la Corte fechada en enero de 1765, puesto en su boca: Dos sustos la fortuna me ha dado, y creo me voy ya preparando para el tercero. Pero me alienta que soy solo, y mis cuitas en mí se quedan213. La verdad es que el regreso del marqués de la Ensenada a la Corte no había sido ajeno a don Leopoldo de Gregorio, a quien sabemos conocía y con quien tenía trato, probablemente anudado con fuerza en la época en que ambos se ocupaban de abastecer los ejércitos españoles que andaban por Italia al mando del entonces infante don Carlos, entre 1733 y 1736. En 1759, nada más llegar a España el nuevo monarca, el riojano había escrito a Esquilache para que intercediera ante el rey para que le permitiese presentarse ante él. Era una forma de pedir que le levantase el destierro que le había impuesto Fernando VI. En el primer momento –diciembre-, el secretario de Hacienda le respondió que Carlo Terzo prefería esperar algún tiempo antes de resolver. Luego vinieron los veintiún caballos que el de La Ensenada envió de regalo al rey (algo que Tanucci consideró ostentoso y, al cabo, vejatorio para el monarca) y, el 6 de mayo de 210 Noticia de su regreso a la Corte, en la minuta de Carlo di Firmian, 24 de marzo de 1760, ASMi/PE, cart. 88. Según se desprende de RODRÍGUEZ VILLA (1878), 282-3, Ensenada debió de escribir a Esquilache en diciembre de 1759 para que le pidiera al nuevo rey que le dejase ir a besarle las manos; el 28 de diciembre, Esquilache le respondió que el monarca le había dicho que dejara pasar algún tiempo y se lo recordara después. Por fin, en la Gaceta de Madrid del 13 de mayo de 1760, apareció el decreto levantando el destierro. Debió saberlo antes, sin embargo, porque el 6 de mayo –dice Rodríguez Villaestaba ya en Madrid. DANVILA (1893), III, 19, dice que Carlos III le levantó el destierro el 18 de mayo de 1760. Sin embargo, en los “Sucesos de la vida del Marqués de la Ensenada”, anónimo que se conserva en BNM, ms. 3790 (Colección de varios manuscritos), pág. 49-51, se copian varias versiones de la supuesta real orden que, por mano de Esquilache, habría dirigido Carlos III a Ensenada levantándole el destierro y todas llevan fecha de 15 de mayo. Por otra parte, ibidem, 51, se copia el texto de la Gaceta de Madrid, 13 de mayo de 1760, donde se daba la noticia. Todavía ibidem, 52-3, se recogen los rumores que corrieron entonces sobre cómo lo consiguió: unos lo atribuían a su amistad con don Mateo Vanquero, platero que abastecía de joyas a la familia real y que habría intercedido ante el duque de Losada y la duquesa de Castropiñano, dama de la reina; otros hablaban de la influencia del embajador de Francia. 211 Cfr. Roubione, 5 de agosto de 1765, ASTo/I/L, m. 81. 212 Cfr. resumen de carta de Beliardi a Choiseul, 17 de febrero de 1766, BNP/M/FR: 10.767, f. 418. 213 Parejas soñadas, y escritas a un amigo a Sebilla por Don Deboto Quisás Ademisoy, 10 de enero de 1765, FUE/AC, 23/4. 408 1760, el antiguo ministro de Fernando VI estaba en Madrid y, el 21, besaba por primera vez la mano de Carlos III214. Que en 1765 se rumorease, por tanto, su vuelta al Gobierno no era cosa estentórea. Pero es que, exactamente el 5 de agosto de ese mismo año, después de cuatro de retiro en sus tierras, había reaparecido también en la Corte el duque de Alba, a quien se consideraba anglófilo, francófobo y principal responsable de la caída de Ensenada en 1754. Su retorno había hecho a más de uno -comentaba el embajador Roubione- une très forte impression215 y, como se acababa de recibir la noticia de la muerte del hermano del rey y duque de Parma216, se habló enseguida de si uno de ellos dos -el De la Ensenada o el De Alba- o algún aristócrata -como el príncipe Masserano- sería el regente del Ducado durante la minoridad del sucesor...217 O Carlos III quería contar con todos, o todos se disputaban el favor del nuevo monarca. Alessandro Beliardi intentó abrir camino a su negociación del artículo 24 sumido en este mar de confusiones. Primero -en junio aún de 1765- fue el portavoz el conde d’Ossun. Quien de entrada notó en el italiano Esquilache una reserva que parecía revelar que no tenía muchos deseos de negociar (“une reserve qui paroissoit indiquer en general, ou une mediocre envie de traitter, ou la crainte de s'engager dans une negociation, qui le conduiroit peut-être plus loin qu'il ne vouloit”218). El embajador francés intentó convencerlo de que el enemigo real era Inglaterra, tanto en la política como en el comercio, y que, por tanto, también había que ponerse de acuerdo en asuntos comerciales para vencer al inglés, y tuvo ciertamente la impresión de que Esquilache le escuchaba con atención y buena voluntad. Pero habría que ver lo que ocurría en adelante. Las bodas principescas -de María Luisa de Parma y el de Asturias- interrumpieron la gestión hasta mediar septiembre de 1765219. La impaciencia in crescendo comenzaba a ser perceptible en el embajador francés: d'Ossun ya no ocultaba sus preferencias por el marqués de la Ensenada, que andaba nuevamente por la Corte, como hemos dicho, y cuyas calidades, decía, no podía desaprovechar Carlo Terzo, aunque hiciera sombra a Esquilache. En cuanto a éste, no escondía d'Ossun su descontento por su manera de actuar ni tampoco por la confianza de que, a pesar de ello, disfrutaba ante el rey. Todo el mundo lo detestaba menos Carlos III: 214 Cfr. GÓMEZ URDÁÑEZ (1996), 171. SALVÁ (s.d.), 84, habla de treinta caballos andaluces y veinticuatro escopetas de los mejores artífices antiguos y modernos. 215 Cfr. Roubione, 5 de agosto de 1765, ASTo/I/L, m. 81. 216 Vid. Roubione al conde de Viry, 24 de julio de 1765, ibidem. 217 Cfr. Roubione, 12 de agosto de 1765, ibidem. 218 Esto, ya en la primera conversación -entiendo que sobre el artículo 24 del Pacto de Familia-, comenta Ossun a Choiseul, 20 de junio de 1765: MAE/CP/E, vol. 543, f. 124v-5. 219 Ossun a Choiseul, 16 de septiembre de 1765: celebradas las bodas del príncipe de Asturias, la atención vuelve a centrarse en las negociaciones de Beliardi. Del mismo al mismo, 14 de octubre: detalles de la gestión: ibidem, vol. 544, f. 67-72 y 155-61. 409 “quoique generalement hai et detesté, [il] n'a pas dechû de son credit aprés du Roi”220. Ha hablado assez fortement al secretario de Hacienda y reanudará la conversación comunica a Choiseul en noviembre de 1765221. Llegaba la hora de Beliardi... En diciembre, el marqués de Esquilache insinuó no obstante al d’Ossun que no podría recibir al cónsul y abbé ni reanudar por tanto la negociación mientras la Corte no regresara al Pardo, cabe Madrid222. Y, cuando al fin lo hizo -pasado el día de Reyes-, fue en aquella ocasión del 19 de enero de 1766 en que el secretario de Hacienda se las tuvo tiesas con Beliardi: de entrada le expresó abiertamente el deseo de reforzar las relaciones con Francia por los medios que fueren y le insistió en que su propia y personal gestión había sido decisiva durante la guerra de 1762 porque aseguró a Carlo Terzo que no le faltaría dinero mientras creyera conveniente guerrear junto al Cristianísimo223. Respecto a la visita a los barcos franceses, también quería llegar a un acuerdo, tanto para acabar de una vez con las disputas continuas que habían comenzado en su época de Nápoles y seguían ahora en España, como para obligar a los ingleses, con el ejemplo, a ajustarse a lo mismo. Pero le dijo aquello de que estaba seguro de que le Ministre de France no pretendía proteger el contrabando. Y no veía mejor medio que tener a los comerciantes continuamente atemorizados con la amenaza de sufrir visitas a bordo. Sobre esta base, trataría de llegar a un acuerdo acerca de todo lo demás que interesaba al Cristianísimo, incluso dando la 220 Roubione (que atribuye esa manera de pensar al embajador de Francia), 5 de agosto de 1765, ASTo/I/L, m. 81. 221 El 25 de noviembre de 1765: MAE/CP/E, vol. 544, f. 234. Antes, Choiseul a Ossun, 28 de octubre: lo que ahora pretende Esquilache es peor que lo se ha hecho hasta ahora: cfr. ibidem, 210-1. 222 Cfr. Ossun a Choiseul, 19 de diciembre de 1765, ibidem, f. 335v-6. Antes, Choiseul a Ossun, 11 de noviembre: ante el decreto español de libertad de comercio desde todos los puertos españoles con América, Luis XV ha ordenado que le pase a los del Bureau du Commerce para que informen si, como cree, el decreto es expresamente contrario al artículo 24 del Pacto de Familia: en el nuevo decreto se habla de los derechos que se cargarán sobre todo género procedente del extranjero, siendo así que en el artículo 24 se dice que todo género de cualquiera de los dos países que pactan pagará en el otro los mismos derechos que los de éste. Sin embargo, Ossun a Choiseul, 25 de noviembre: duda de que el artículo 24 sea aplicable a la liberación del comercio con América, siendo así que se dice expresamente en el mismo que sólo se refiere al ámbito europeo: ibidem, f. 228-9 y 287 respectivamente. Beliardi a Praslin, 9 de enero de 1766: queda enterado de que los cónsules y vicecónsules de Francia se quejan de que los españoles han puesto unos derechos que jamás han pesado sobre el comercio francés: BNP/M/FR: 10.764, f. 419-9v. En todo caso (del mismo al mismo y mismo día, en escrito distinto del anterior: MAE/CP/E, vol. 545, f. 21), la Corte acaba de partir para El Pardo; así que las negociaciones recomenzarán enseguida con Esquilache. Ossun a Choiseul, 13 de enero: lo mismo; por fin van a reanudarse: MAE/CP/E, vol. 545, f. 24-6. A Beliardi (que se lo dice al duque de Praslin, 16 de enero, BNP/M/FR: 10.764, f. 422) Esquilache llega a citarlo incluso para el próximo domingo a fin de conferenciar y le ha prometido discutir todos los domingos que haga falta sobre la negociación aprovechando el viaje de vuelta del Pardo a Madrid. Del mismo al mismo, 20 de enero (ibidem, 423-3v). En efecto, mantienen una primera conversación el 19 de enero de 1766. 223 BNP/M/FR: 10.764, f. 423: “qu'il avoit été le principal auteur de la dernière guerre entre l'Espagne et l'Anglaterre, puisque outre la necessité qu'il en avoit fait entrevoir à S.M.C. il l'avoit assuré qu'il ne manqueoit pas de fonds, pour continuer la guerre tout le temps qu'elle jugeroit à propos.” 410 preferencia a la Francia, aunque evitando desde luego que con ello se molestaran los enemigos. O sea lo imposible. Beliardi le respondió con cierta altanería, si no con sorna: estaba seguro de ses lumières; pero dudaba mucho de que los ingleses estuvieran dispuestos a llegar a un acuerdo en virtud del cual disminuyeran los privilegios de que disfrutaban gracias al tratado de Utrecht. Y, desgraciadamente, españoles y franceses juntos no eran aún lo suficientemente fuertes como para imponerles otras leyes. Por supuesto que Choiseul estaba deseoso de acabar con el contrabando, pero por otro medio. Fue entonces cuando dijo que lo primero que ambos monarcas necesitaban era una marina pujante y que, si era el único modo de tener marineros bien preparados y sin coste, bueno sería el contrabando. Además -añadió-, lo malo no eran las visitas, sino que a los visitados y acusados se les quitaba todo y, aunque fueran inocentes, tenían que demostrarlo ante los tribunales en un proceso que era siempre largo y costoso. Esquilache le replicó que los barcos genoveses, ragosois, daneses, suecos y hamburgueses también eran sometidos a las visitas arbitrarias y que sin embargo no habían dejado de frecuentar los puertos de España. Que exageraba. A lo que Beliardi le respondió que aquellos pobres marineros no eran desde luego la muestra mejor de lo que era la marina francesa, pero que tenían derecho a que se les protegiera como a cualquier francés. Pues no ha habido ningún castigo para los franceses que han sido sorprendidos en contrabando -objetó don Leopoldo-. Beliardi: bastante es ya que hayan perdido sus efectos. Y se levantaron para ir a diner224. En los días siguientes, la situación no mejoró; Esquilache volvió a detener las gestiones; con mucha frecuencia invitaba a diner a Beliardi, cada vez que se llegaba éste a El Pardo, pero siempre le decía que tenía demasiadas cosas que hacer para seguir hablando. Es decir que una cosa era comer y otra negociar y el De Gregorio no entendía de almuerzos de trabajo. A finales de enero de 1766, el cónsul de la Francia optó por redactar una memoria escrita, no sin prever que ni por este medio le atendiera, ni hubiera otra salida que la de suspender las conversaciones y esperar que vinieran mejores tiempos. Premonitorio: “[S]'il persiste à ne vouloir traitter que sous la condition de consentir à la visite arbitraire, je crois, Monseigneur, que plutot d'admettre une pratique destructive de notre navigation il conviendroit mieux de suspender cette negotiation pour la reprendre dans les circonstances plus favorables” –escribe el abate a Praslin-225. 224 Ibidem, f. 423-5v. No lo traduzco. Podría ser igualmente cena que almuerzo en este caso. 225 Beliardi a Praslin, 27 de enero de 1766, ibidem, f. 426v. Ossun también había escrito a Choiseul el 20 de enero de 1766 (MAE/CP/E, vol. 545, f. 51) que, en efecto, Beliardi había tenido una primera conversación con Esquilache y que continuarían hablando. Pero Beliardi explicó a Choiseul ese mismo 411 Y eso a pesar de que la razón de la Francia le parecía evidente (“[c'est un] article qui me paroit reduit á la dernière evidence” -comentaba al propio Praslin echando otra vez mano de sus recursos escolásticos-) y de la franqueza y buena fe con que ellos procedían, como correspondía a dos potencias amigas que se deseaban el bien recíprocamente226. Total, lo único que querían era que los pobres matelots pudieran hacer su agosto y entrenarse para servir en su momento contra Inglaterra, y así de francamente, como vimos, se lo habían dicho a Esquilache... De todas formas, “je suive M. Squilace”, anota en un resumen de lo que escribe al duque de Choiseul el 3 de febrero...227 aunque no ha perdido de vista al francófilo día (ibidem, f. 53-4) que, pese a lo hablado en la entrevista, Grimaldi creía que no habría forma de convencer a Esquilache de que no se haciera la visita a los barcos franceses. Beliardi a Praslin, 20 de enero (otra), sobre lo mismo y las relaciones entre Esquilache y Francia (ibidem, f. 55-9v). Sabemos, de otra parte, que el mismo día, el propio Beliardi escribió acerca de la entrevista al abbé Frischman, entonces al servicio del duque de Orleáns: vid. BNP/M/FR: 10.767, f. 416v. En aquella misma carta del 27 de enero de 1766 (BNP/M/FR: 10.764, f. 426-7v), Beliardi explica a Praslin que ha ido todos los días de la semana pasada al Pardo y ha cenado constantement con Esquilache, pero que el secretario de Hacienda ha estado tan ocupado todos los días que no ha podido citarlo para tener la segunda conferencia de negociación propiamente dicha. Así que Beliardi ha optado por redactar una memoria sobre la visita arbitraria y los medios que Luis XV propone para evitar que sus navegantes abusen del pabellón de Francia, todo según las instrucciones que el propio Praslin y Choiseul le han dado. No encuentro la memoria; pero debió de ser la misma (o decir lo mismo) que arguyó luego, nada más cesar Esquilache, en el Plan de Convention concerté entre les Courts de France et d'Espagne pour l'intelligence de l'article 24. du Pacte de Famille et autres points relativs à la navigation des deux nations: BNP/M/FR: 10.766, f. 170-192. Se dice en suma en él que la visita arbitraria de restringirá a “los botes, lanchas, chalupas o otras [sic] de la misma naturalesa”: ibidem, f. 181. Por otro lado, sabemos que el 27 de enero de 1766 también escribió a Choiseul: vid. BNP/M/FR: 10.767, f. 417 acerca de su conversación con Grimaldi y de los trabajos que hacían los españoles para guarnecer mejor América. El 17 de febrero de 1766, Ossun escribe a Choiseul que Esquilache sigue obstinado (MAE/CP/E, vol. 545, f. 104v-5v). Sobre lo mismo, Beliardi a Praslin, 24 de febrero, y Ossun a Choiseul, 18 de febrero: ibidem, f. 140-3v y 152-152v respectivamente. Por otra parte, y en un escrito más del 20 de enero de 1766 (BNP/M/FR: 10.764, f. 425v-6), Beliardi hace saber a Praslin que Grimaldi ha hecho saber a d'Ossun -por orden de Carlos III, transmitida al primero de oficio por Arriaga- que el monarca ha dispuesto que los pescadores franceses tengan plena reciprocidad de trato. No volverá a ocurrir lo de Barcelona. Espera que el problema quede resuelto y concluido así. “Ce Ministre [Grimaldi] n'à pas peu contribué au succès d'un arrangement qui otant toute prevention nationale va etablir entre les matelots des deux nations une amitié qui ne les ferons plus regarder comme etrangers sur les cottes de deux Royaumes.” En realidad, advierte Beliardi a Praslin, 3 de febrero, eso beneficia ante todo a los pescadores provenzales, de un lado, y a los catalanes del otro: ibidem, f. 427. 226 Literal: Beliardi a Praslin, 3 de febrero de 1766, ibidem, f. 427. Ibidem, 428-8v: del mismo al mismo, 17 de febrero: el viernes pasado Esquilache le dijo en El Pardo que había leido la memoria y que no le convencía; Beliardi le respondió que lo sentía pero que le pedía audiencia para debatirlo. Le dijo que este fin de semana. Luego almorzó con él y seguidamente pasó a ver a Grimaldi para darle cuenta de la respuesta de su colega de gobierno. El sábado a la mañana, otra vez ha ido Beliardi al Pardo; Grimaldi ha leido una copia de la memoria en su presencia; él le ha pedido que la apoye. Volverá mañana al dichoso Pardo. De BNP/M/FR: 10.767, f. 418 (resumen de Beliardi a Choiseul, 17 de febrero), se desprende que Grimaldi había había dado a leer la memoria al marqués de Llanos. Ibidem: 10.764, f. 428v-9, del mismo al mismo, el mismo día: el día 5 le envió (a Praslin) copia de la memoria en cuestión. También el 17 de febrero de 1766, Beliardi a Frischman, según resumen de BNP/M/FR: 10.767, f. 418. 227 Ibidem, f. 417v. 412 marqués de la Ensenada228, en quien sabemos piensan como ministro ideal para Carlos III. Esquilache, ¿un suicidio político?: la actitud equívoca de Grimaldi Al acabar febrero de 1766, el secretario de Estado, don Jerónimo de Grimaldi, aún daría la razón a los franceses (en una cruel maniobra que arrojaba todo el peso de la responsabilidad sobre su compañero de gobierno): las autoridades españolas -dijo a Beliardi y a d’Ossun- no tienen derecho alguno a hacer no ya la visita arbitraria, sino la de fondeo. Hasta 1760 a nadie se le había ocurrido someter los barcos de Francia a los reglamentos que estaban en vigor para los holandeses e ingleses; fue De Gregorio, interpretando el Pacto de Familia à sa fantaisie, quien introdujo la novedad. Grimaldi mismo se lo había hecho saber así al mismo Esquilache y al rey. En la conversación a la que pertenece este parlamento, creyó oportuno advertirle Beliardi que Francia nunca consentiría la visita arbitraria. Grimaldi está de acuerdo. Pero Esquilache -dice- va a insistir en que, en tal caso, los franceses no tienen ni siquiera que sujetarse a las mismas leyes que los españoles. Acaba de ocurrir lo mismo en Nápoles: Carlos III había ordenado a los regentes de este Reino que suspendieran las visitas arbitrarias que también hacían a los franceses, y Tanucci le ha replicado que, en los puertos de Francia, hay orden de visitar los barcos napolitanos y que cree el monarca hijo del monarca español que es su deber hacer lo recíproco229. Esto dijo Grimaldi a Beliardi. La realidad había sido la contraria: antes de terminar 1765, Tanucci había sugerido ciertamente a Carlos III (a quien daba cuenta puntual del ejercicio del gobierno de Nápoles y de quien recibía órdenes al respecto) que se debía proceder a la visita arbitraria de los barcos franceses en vista de que se hacía lo propio con los napolitanos en los puertos de Francia. Había que reducir a su justo punto añadió, como si concerniera a Nápoles- el artículo 24 del Pacto de Familia, “che fu steso con tanta insidia”230. Pero fue Carlo Terzo quien tomó la decisión de que se hicieran las visitas y así se lo ordenó al propio Tanucci231. No sólo eran tratados con asprezza e rigore ostile los navíos napolitanos en los puertos franceses, sino que además se les confiscaba hasta las mercancías más inocentes, como podían ser los pañuelos de seda. Había que pagarles con la misma 228 Vid. minuta de Beliardi al abbé de Frischman con ofrecimiento de vino para mads La Dauphine de parte del marqués de la Ensenada, ibidem, f. 418. 229 Cfr. Beliardi a Praslin, 3 de marzo de 1766, resumiendo una conversación mantenida con Grimaldi el viernes pasado: MAE/CP/E, vol. 545. f. 163-166v. En la correspondencia de Tanucci, la primera mención del problema que encuentro está en carta del mismo a Esquilache, 15 de junio de 1762: “Mi rallegro che nei porti di Spagna si siano accomodati alla visita; seguiremo l'esempio”: apud TANUCCI (1990), 193. 230 A Carlos III, 24 de diciembre de 1764, apud MINCUZZI (1969), 297. 231 Se desprende de Tanucci al propio Carlos III, 4 de febrero de 1766, ibidem, 303. 413 moneda232. Muy avanzado febrero de 1766, los navegantes galos tomarían la decisión de abandonar el puerto de Nápoles hacia Civitavecchia antes que sufrir la visita233. Tanucci estaba indignado con todo esto y se lo transmitió al rey de España234. A quien no exculpaba el secretario Grimaldi era a su paisano Esquilache. Horas después de la entrevista con Beliardi, ya comenzado marzo de 1766, Grimaldi mismo da aún un paso adelante en lo que empieza a ser un cerco al De Gregorio: dice al conde d’Ossun que, en efecto, lo ha hablado con el rey, en vista de que Esquilache no cedía, y que Carlos III da la razón a los franceses en la interpretación del artículo 24 y ha decidido poner fin al asunto, convencido de que además no puede dar a los súbditos de su primo peor trato comercial que el que se da a los enemigos de ambos -ingleses y holandeses-. Que ha ordenado a Esquilache que no se obstine en ello y que además desea que se concluya pronto el necesario acuerdo con Nápoles, para que se incorpore su hijo al Pacto de Familia y se terminen los altercados et les tracasseries sobre navegación y comercio. Don Jerónimo de Grimaldi se ha portado muy bien -comenta el embajador-. “Ce ministre a bien voulu s'exposer au ressentiment de son confrère”235. Alessandro Beliardi y Pierre-Paul d’Ossun mismo se dirigen, por tanto, a hablar con Esquilache el 9 de marzo de 1766. Se les adivina ufanos. El siciliano empieza por disculparse de no haber comprendido bien la cuestión hasta ese momento; creía que el deseo de los franceses era negociar un nuevo tratado de comercio y, como los ingleses tenían derecho -por los pactos de Utrecht- a recibir el trato de nación más favorecida, le parecía conveniente introducir lo de la arbitraria; porque cualquier cosa que se concediera a unos había de concederse a aquellos otros. Pero, si se trataba sólo de aclarar el artículo 24, no había ningún problema; no tenía sentido exigir ese género de visita a los franceses siendo así que no se les exigía a ingleses ni a holandeses. Todo quedaba reducido, por tanto, a la visita de fondeo, que estaba estipulada también en los tratados de comercio con estos dos otros países. Lo único... que, como los marinos de los barcos pequeños abusaban tan frecuentemente de la exención de la visita, resultaba necesario exceptuar de ella –de la exención- a los buques de un sólo puente. Y les recordó una vez más el sinnúmero de problemas de esa naturaleza a los que tuvo que hacer frente cuando era secretario de Hacienda de Nápoles. Fue, es obvio, el más impenitente y firme -¿y cínico?-, al menos divertido modo de decirles que el rey Carlos III y él se ponían la Francia por montera. Porque la mayoría de los barcos franceses eran, precisamente, de un solo puente. Inútil que, en la conversación, d’Ossun le replicara que el comercio francés con Nápoles y Levante se hacía justamente con barcos de una sola couverture y que la condición que les ponía equivalía a someter a la visita arbitraria las cuatro quintas partes 232 Cfr. Tanucci a Carlos III, 18 de febrero de 1766, ibidem, 305. 233 Vid. Tanucci 234 Vid. 22 235 Ossun a Carlos III, 25 de febrero de 1766, ibidem, 306. de abril de 1766, ibidem, 314-5. a Choiseul, 10 de marzo de 1766, MAE/CP/E, vol. 545. f. 172-3v. 414 de la navegación francesa con España. Incluso las fragatas eran buques de un solo puente... Bien lo sabía Esquilache. Así que transige: se refiere tan sólo a los barcos que los napolitanos llaman martingane, navíos de una capacidad de carga no superior a las treinta o cuarenta toneladas y con tan poco calado, que entran en todas partes y se aproximan sin dificultad a las costas. Son el vehículo habitual, les explica, para meter sal, tabaco y demás contrabandos. Así que lo mejor será que en vez de hablar de barcos de un puente, hablen de un límite de toneladas, por debajo del cual se efectuará la visita arbitraria. Desconcertados, d'Ossun y Beliardi le responden que no tienen instrucciones para aceptar esta propuesta y que lo necesitarían por escrito a fin de hacer la consulta adecuada a sus superiores. Se la dará, les ofrece Esquilache, la semana que viene236. Antes de recibirla, sin embargo, el duque de Choiseul les informa de lo que consideran nueva prueba palmaria de la mala fe de Tanucci: el rey de Nápoles ha ordenado que se haga visita a todos los barcos mercantes que arriben a sus puertos sin distinción de pabellones; parece haber olvidado que existe una convención, suscrita en 1763 entre representantes de los tres países -Nápoles, Francia, España- en virtud de la cual renunciaron de manera recíproca a visitar los barcos de los otros dos. Así que se ha dispuesto que en los puertos franceses se haga lo mismo con los napolitanos. La mala voluntad de Tanucci le ha conducido incluso a impedir que los barcos franceses surtos a la sazón en puertos de las Dos Sicilias sean abastecidos del pan y el agua necesarios para hacerse a la vela. Han tenido que facilitárselos los ingleses237. A todo esto, Alessandro Beliardi ha dejado de conservar copia de sus despachos consulares el 17 de febrero de 1766; no reanudará su copiador hasta septiembre. Y no por falta de papel238. Por un mero resumen, sabemos que, de su propia mano -advirtiéndolo así, explícitamente, en la anotación-, había escrito a Choiseul el 24 de febrero “pour la façon de penser sur M. de Squilace” y que, en otra del mismo 24, había informado al duque acerca de la sublevación que se dice ha ocurrido en la Puebla de los Angeles, en la Nueva España239. El resumen de la correspondencia del abate sigue el día 3 de marzo: “`A M. le duc de Choiseul sur la continuation des propos au sujet d'un changement dans les finances, 236 Cfr. Beliardi a Praslin, 10 de marzo de 1766, ibidem, f. 178-181. 237 Choiseul a Ossun, 11 de marzo de 1766, ibidem, f. 192-2v. 238 BNP/M/FR: 10.764 se interrumpe, así, en el folio 429v. Desde el 430 hay documentación de 1768. Pero la copia de la correspondencia se reanuda en BNP/M/FR: 10.766. El primer despacho fechado, de los copiados aquí, data del 27 de septiembre. Lo que sí tenemos de esos meses intermedios -entre febrero y septiembre de 1766- son dos relaciones de las cartas enviadas por Beliardi, que abarcan desde el 21 de octubre de 1761 al 29 de diciembre de 1766 y desde el 28 de octubre de 1765 al 2 de febrero de 1767. La primera es un Relevé de ma Correspondence avec les Ministres de France, en tanto la segunda se referie a todo tipo de corresponsales, incluidos los propios ministros. A estas relaciones pertenecen todas las citas hechas hasta aquí o en adelante que están comprendidas en BNP/M/FR: 10.767, f. 389-428v. 239 Ibidem, f. 418. Sigue el resumen: “idée de M. de Grimaldi sur Galvez; s'il faut que nous l'aidions [...]”. Fueron tres cartas, las tres para Choiseul y las tres del 24 de febrero de 1766. 415 “- autre sur M. le Comte de las Casas. “`A M. le duc de Praslin deux depeches une sur la conference avec M. de Grimaldi. L'autre pour luy remettre deux reponses de M. de Squilace. “`A M. Partyet pour luy remettre un memoire de M. le Comte de las Casas. “`A M. de la Fontaine que sa creance ne peut pas étre exigée. “`A M. l'abbé de Frischman doute sur une pretendu confession à Chantlouys”240. Acabamos de ver que la última conversación con Esquilache la mantienen d’Ossun y él el 9 de marzo de 1766. Al relatársela, habla además Beliardi al duque de Choiseul y al abbé Frischman de los bruits de guerre que se escuchan a la sazón241 –sin duda por los asuntos de Sacramento y Manila- y, unos días después242, de las contrariedades del embajador Rochford, de los efectos del Pacto de Familia y del malestar que ha causado en España la orden de echar de Francia a los napolitanos. Esto el 17 de marzo. El 23, estalla el motín de Madrid y los amotinados piden y consiguen el cese y el exilio del secretario de Hacienda. Semanas después, pasado el verano de 1766, cuando el abbé Beliardi elabore el Plan de Convention concerté entre les Courts de France et d'Espagne pour l'intelligence de l'article 24. du Pacte de Famille et autres points relativs à la navigation des deux nations, escribirá además unas Reflexions sur le plan de convention cy dessus donde podrá leerse lo que sigue: La visita arbitraria fue impuesta por el rey de España en 1760; el ex ministro Esquilache le había presentado esta cuestión como algo fundamental para el sostenimiento de las finanzas reales, razón por la cual hubo que vencer sus prejuicios con delicadeza243. Y unos días más tarde: el marqués de Esquilache veía aquel asunto como una trampa que los franceses querían tender a sus aduaneros y había dado unas impresiones muy desfavorables a Su Majestad Católica. Era una suerte que hubiera sido reemplazado por Múzquiz, cuyo amor a la unión de las dos Coronas -la francesa y la hispana- igualaba las lumières con las que había entrado en el ministerio244. Múzquiz les parecía -a Beliardi y d’Ossun- el hombre ideal. Verdes las habían segado. Pero ésta es otra historia. 240 Ibidem, f. 418v. 241 Ibidem, f. 418v y 419. El mismo día, también escribe a Praslin sobre la entrevista. 242 El 17 de marzo de 1766, a Praslin y Choiseul: ibidem, f. 419. También, el mismo día, a Frischman. Antes, el día 3, ya había escrito a los dos primeros que mencionamos: vid. ibidem. 243 “[...] et le ministère passé luy avoit répresenté cet objet comme très important pour le soutien de ses finances; il a fallu attaquer avez delicatesse ces prejugés”: BNP/M/FR: 10.766, f. 196. 244 “M. le Marquis de Squilace l'avoi regardé comme un piège que nous voulions tendre à ses douaners, et il en avoit donné des impressions très défavorables à S.M.C. Il à été hereux que que ce Ministre à été remplacé par M. Muzquiz, dont l'amour pour l'union des deux Couronnes égale les lumières avec lesquelles ils en entré dans le ministère”: Beliardi a Praslin, 27 de septiembre de 1766, ibidem, f. 206. 416