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NEUROGÉNESIS Vicenç Zanón Envejecimiento y Regeneración Neuronal Se asume que tras alcanzar cierta edad no sólo cesa el crecimiento cerebral sino que lentamente, desde nuestra más tierna infancia, empieza a manifestarse una irreparable e irreversible pérdida de células cerebrales. Paralelamente a esta afirmación se añade que las células cerebrales, contrariamente a lo que sucede con otras células corporales, no son susceptibles de regeneración, ni capaces de reproducirse a sí mismas. Esto significa que las células con que contamos en la primera edad constituyen el número máximo de células disponibles. Puesto que estamos condenados, aparentemente, a este lento, pero inapelable declinar, nuestro destino común sería el crepúsculo de las capacidades cerebrales con la edad avanzada. Si a ello añadimos —en algunos casos— el consumo exagerado de alcohol o drogas, por ejemplo, este descenso resulta fulminante (si pensamos en que un simple trago de licor destruye cierta cantidad de células cerebrales, no digamos ya lo que ocurre al consumir éste en gran cantidad). Afortunadamente, en cuanto a la disminución de células cerebrales por la edad, las cosas no resultan ya tan claramente negativas como se pensaba: estudios recientes demuestran que bajo condiciones adecuadas las neuronas pueden regenerarse, reemplazando así el cerebro las células muertas. Ello supone que una estimulación apropiada del cerebro puede ayudar a contrarrestar la pérdida de células que acompaña a la edad. En opinión de la Dra. Marian Diamond «En muchos estudios que mostraban pérdida de neuronas los animales se encontraban aislados (...), Los factores ambientales no fueron tomados en cuenta. En algunos estudios no se consiguió constatar tal pérdida y hemos reproducido con éxito estos estudios». La Dra. Diamond estaba muy interesada en encontrar la fuente de la creencia en la inevitabilidad de la pérdida celular. Tras una exhaustiva búsqueda en la literatura científica, no consiguió encontrar ningún estudio que lo probara de forma concluyente. Posteriormente llevó a cabo estudios propios acerca del tema; observó que: «aunque existe cierta pérdida de células, el decrecimiento más acusado se produce en una etapa temprana de la vida y las pérdidas subsiguientes no son significativas, incluyendo las de la fase final de la vida». Efectuando una comparación, la Dra. Diamond comenta: «Observe, mi palma es el cuerpo celular y mis dedos las dendritas. Con el uso puede mantener estas dendritas extendidas, pero sin estimulación se encogen. Es muy simple: las usa o las pierde... El factor principal (lo que constituye el llamado entorno enriquecido) es la estimulación. Las células nerviosas están diseñadas para recibir estimulación». Concluye que con la estimulación adecuada «existen claras evidencias de que no ocurren cambios estructurales drásticos en el cerebro de los mamíferos al envejecer». El Dr. Clarence Cone, del Laboratorio de Biología Celular y Molecular del Veterans Administration Hospital Center en Hampton, Virginia, descubrió que era posible estimular la regeneración de las neuronas por medio de «cambios electromagnéticos directos a través de la superficie celular». El descubrimiento de Cone, efectuado cuando trabajaba para la NASA, ha sido patentado por ésta y confirmado a su vez por otros laboratorios. Otro hallazgo, éste de importancia capital, proviene de un área completamente inesperada. El zoólogo Fernando Nottebohm, de la Universidad Rockefeller y director del Centro de Investigación Ecológica y Etológica, se había dedicado con su equipo al estudio de los mecanismos neurológicos del gorjeo en los pájaros. Sus investigaciones establecieron la situación de los centros cerebrales de las aves que controlan los sonidos del canto. Sin embargo, estas investigaciones les condujeron al descubrimiento de algo inesperado y de gran significación: comprobaron que el cerebro de un pájaro adulto posee la increíble capacidad de regenerar sus propias células nerviosas, contradiciendo así el dogma clásico que declara que no se forman neuronas pasados los primeros meses de vida. Este golpe al dogma de la no regeneración de la población neuronal puede tener importantes implicaciones para la investigación científica del cerebro. Según opina Nottebohm: «Creo que de todas las cosas que estamos viendo en nuestro trabajo, la más revolucionaria es esta idea de la neurogénesis, en la que nuevas neuronas pueden nacer en un cerebro adulto. Porque hasta ahora ha existido el dogma de que esto simplemente no ocurría». Concretamente, Nottebohm descubrió que un pájaro adulto puede generar hasta 20.000 nuevas neuronas en un solo día. Algo sumamente notable para el minúsculo cerebro de un pájaro si tenemos en cuenta que un ser humano pierde, por término medio, unas 50.000 neuronas diarias. Aun cuando no se haya observado algo semejante en primates o seres humanos, Nottebohm cree que el mismo principio de regeneración neuronal podrá, con el tiempo, ser aplicado a los seres humanos. De esta forma espera poder inducir el crecimiento de nuevas neuronas en casos de lesiones cerebrales. Según Nottebohm: «Si los neurólogos proveen las condiciones correctas pueden estimular el crecimiento de nuevas neuronas y conexiones neurales, así como ampliar la recuperación cerebral en personas con lesiones cerebrales». Nottebohm trabaja actualmente en una importante investigación de objetivos muy ambiciosos: la búsqueda de los factores moleculares que controlan la neurogénesis en los pájaros, con el fin de poderlo utilizar posteriormente en mamíferos superiores y, finalmente, en el ser humano. Posteriormente a la publicación de los primeros trabajos de Nottebohm se ha detectado el fenómeno de la neurogénesis en otros animales. Concretamente se ha informado de su existencia en peces así como en reptiles y ratas, aunque muchos neurólogos son aún reticentes a la aceptación plena de este fenómeno. Nottebohm cree, pese a todo, que para estudiar este y otros fenómenos de índole desconocida hace falta, ante todo, un espíritu libre del dogmatismo rígido: “Los instrumentos para descubrir la neurogénesis en pájaros adultos existían mucho tiempo antes de que hiciéramos nuestro trabajo —comenta—. Cualquier estudiante de posgrado pudo haber inyectado timina radiactiva en el cerebro de un canario adulto y descubrir neuronas recién nacidas. Pero ninguno lo intentó, porque el dogma decía que ese intento sería inútil.» Otro de los objetivos del laboratorio de Nottebohm es el de la identificación de los genes que controlan el nacimiento de nuevas neuronas en el cerebro de los pájaros, y las moléculas mensajeras que ponen en acción a esos genes. Nottebohm supone que en esos genes pueden encontrarse aun en nuestro propio cerebro y que muy probablemente son los que dirigen la neurogénesis, durante nuestro desarrollo embrional. «Nuestra opinión actual es que la neurogénesís en cerebros adultos no es algo que los pájaros inventaron durante su evolución —puntualiza Nottebohm—, sino que la heredaron de los reptiles. Pero los mamíferos, por alguna razón, la han abandonado, o al menos la han desestimado.» Nottebohm explica que el desafío está en reavivar ese potencial genético que reside, quizás, en ciertas células cerebrales. La neurogénisis en los pájaros adultos es casi idéntica a la de los cerebros embrionarios en los mamíferos. En los mamíferos superiores las nuevas neuronas se trasladan desde las cavidades cerebrales donde son engendradas, desplazándose por la estructura de las células gliales, trepando por las fibras de soporte, las cuales conforman una estructura o “armazón» en torno al cual se construye el cerebro de los mamíferos. La diferencia entre aves y mamíferos estriba en que, mientras que en los mamíferos las células gliales retrotraen sus prolongaciones trepadoras una vez que la construcción ha concluido, en los pájaros el «andamiaje» de células gliales permanece, y las nuevas neuronas utilizan las fibras para trasladarse desde el lugar de nacimiento anterior en el cerebro hasta nuevos lugares en distintas zonas cerebrales. Varios miembros del equipo de Nottebohm utilizan actualmente distintas técnicas a fin de identificar las proteínas y enzimas que desencadenan este proceso de nacimiento y migración neuronal. Si estas investigaciones tienen éxito, estas técnicas podrían utilizarse en el ser humano. «Nuestro cerebro puede tener aún el potencial de producir cascadas de nuevas neuronas, si se las expone a los factores moleculares correctos —explica Nottebohm—. El primer paso seria inducir el crecimiento de glía radical y su proceso; entonces, una vez que el andamiaje de fibras hubiera ocupado su puesto, el paso siguiente sería inducir la neurogénesis.»