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1740 - 1748: GUERRA DE SUCESIÓN AUSTRIACA
En 1740, murió Carlos VI, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Según los términos
establecidos en la Pragmática Sanción, luego ratificados por el rey Luís XV de Francia e incluidos
en el Tratado de Viena – 1738 -, la heredera del trono germano sería su hija, la archiduquesa María
Teresa I de Austria, junto a su esposo, el duque Francisco III de Lorena. Así, Carlos VI se aseguraba
la continuidad de la dinastía Habsburgo al frente del imperio.
Sin embargo, algunos otros miembros de la nobleza germana, integrantes de la Casa de
Habsburgo, efectuaron sus reclamos ante la sucesión de Carlos VI, ya que ellos también tenían
derechos que los acreditaban como legítimos aspirantes a la corona imperial. Por ese motivo, el
elector de Baviera, Carlos Alberto, y el elector de Sajonia, Federico Augusto II, también conocido
como el rey Augusto III de Polonia, exigieron el trono del imperio, ya que eran yernos del
antecesor de Carlos VI, el emperador José I.
Esta problemática fue desatada, entre otras cuestiones, por la manera en que el Sacro Imperio
Romano Germánico llevaba a cabo su administración.
Durante gran parte de su existencia, la unidad territorial del imperio se valió, sobre todo, en la
línea sucesoria dinástica, en este caso, con eje en la Casa de Habsburgo. En el caso que los
germanos hubiesen conformado una entidad nacional, cuya estructura sostuviese la estabilidad
imperial, inconvenientes con éste se hubiesen evitado.
En ese momento, María Teresa quedó al frente de una situación casi insostenible. Dejando de
lado la disputa por la sucesión imperial, cuestión para nada menor, la archiduquesa debía llevar
adelante la administración de sus dominios en plena decadencia de los mismos.
Además, su padre no le había dejado colaboradores apropiados para asegurarle la estabilidad del
imperio, ya que los militares y consejeros más aptos para el momento se encontraban
encarcelados o muertos.
Ante ello, la economía imperial estaba destruida, lo que ocasionó las protestas de Austria y
Bohemia. Asimismo, el ejército imperial se encontraba desmembrado y sin recursos para
combatir, a raíz de las derrotas sufridas en las últimas campañas militares. Por su parte, el reino
de Hungría, que formaba parte del imperio, sobrevivía a costa de los excesos a los que incurrían
con el financiamiento de los Habsburgo.
EL REINO DE HUNGRÍA.
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A esto, hay que agregarle que Baviera respaldaba los reclamos de los otros aspirantes a la
corona imperial. Mientras que, el reino de Prusia, liderado por Federico II, cada vez más
fortalecido económica y militarmente, empezó a exigirle a María Teresa la anexión de la región
de Silesia, a cambio de su apoyo en la disputa por la sucesión.
En tanto, al ver la revuelta por la que atravesaba el Sacro Imperio Romano Germánico, el rey
Felipe V de España manifestó sus ansias de apoderarse del Milanesado.
A su vez, Luís XV de Francia tomó la decisión de intervenir en el conflicto, a fin de debilitar el
poder de la Casa de Habsburgo en Europa, pese a la advertencia de actuar con prudencia por
parte de su consejero, el cardenal Fleury.
Para ello, Francia contaría con el apoyo de los otros miembros reales de la dinastía Borbón, que
eran el rey de España y el rey Carlos VIII de Nápoles.
De realizar una exitosa campaña militar, Luís XV y los borbones lograrían el control de las zonas
costeras del Canal de la Mancha y, con ello, la supremacía indiscutida en Europa continental.
Por su parte, la potencia naval indiscutida, Inglaterra, junto a las Provincias Unidas de los Países
Bajos, deseaban que la situación en Europa se mantuviese estable, ya que, así, no se entorpecía
su crecimiento.
En ese contexto, Baviera, Bohemia, Francia, España, Sajonia, Prusia y Nápoles se pusieron a favor
del pedido de Carlos Alberto de Baviera, mientras que Austria, Inglaterra, las Provincias Unidas
de los Países Bajos, Rusia y Sajonia se volcaron hacia la voluntad de María Teresa I.
Pero, antes de que algún aspirante pudiese ser coronado en el imperio, Federico II
de Prusia invadió Silesia, dando origen a la Guerra de Sucesión Austríaca.
EL PRIMER GRAN CHOQUE DE LA
GUERRA DE SUCESIÓN AUSTRÍACA.
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ASCENSO Y CAIDA DE CARLOS VII
Los prusianos empezaron la guerra en soledad, venciendo a las tropas imperiales en las primeras
batallas. Luego, el ejército de Francia ingresó al territorio germano y reforzó las fuerzas de
Federico II, por lo que su poderío creció notablemente.
Ante este incontenible avance, ya que el imperio no contaba con los recursos necesarios para
hacer frente a una campaña bélica, María Teresa I decidió pactar un acuerdo con Prusia.
En 1742, Prusia y el Sacro Imperio Romano Germánico firmaron el Tratado de Breslau, acabando
así con la Primera Guerra de Silesia. Mediante este documento, el imperio le entregó a Federico II
la mayor parte del territorio de Silesia, quedándose sólo con el control de una pequeña porción
del mismo.
TERRITORIO DE SILESIA.
CARLOS VII.
Simultáneamente, mientras María Teresa I defendía las posesiones de la Casa de Habsburgo,
Carlos Alberto de Baviera continuaba reuniendo título para poder obtener la corona imperial.
En 1741, Carlos Alberto ingresó a Praga, por medio de la ocupación de Bohemia, donde fue
coronado rey. Finalmente, a comienzos de 1742, el elector de Baviera y rey de Bohemia, con el
respaldo de Francia, consiguió ser nombrado emperador, Carlos VII.
Por ese entonces, las flotas de España e Inglaterra se encontraban combatiendo en América, por
algunas posesiones en las islas del Caribe. Sin embargo, en 1742, la Guerra del rey Jorge – Luchas
por el predominio de la comercialización de esclavos en la región - se estancó, ya que ambos reino
decidieron centrar sus objetivos bélicos en Europa.
En 1743, con el auxilio de soldados rusos, las tropas austríacas tomaron el control sobre
Baviera y Bohemia. Así, los bávaros se rindieron, aunque, durante los meses siguientes,
Francia, España y Nápoles firmaron el Segundo Pacto de Familia, donde se
comprometieron a conquistar los Países Bajos Austríacos y los terrenos imperiales en
Italia. En respuesta a ello, Austria, Inglaterra y el reino de Cerdeña se unieron bajo el
Tratado de Worns.
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En Italia, los borbónicos tuvieron algunas victorias que alentaron su avance sobre el terreno.
Sin embargo, poco después, sus enemigos repelieron su ofensiva, desbaratando sus
intenciones de controlar la península.
Mientras tanto, en los Países Bajos Austríacos, los franceses tampoco pudieron tomar los
territorios que habían buscado, ya que las fuerzas inglesas y austríacas demostraron su
superioridad en batalla.
En 1744, Federico II de Prusia, lejos de querer ingresar en alguno de los bandos de la contienda,
se mostraba preocupado.
La recuperación militar de Austria podría poner en riesgo, a futuro, su conquista de gran parte de
Silesia. Por ello, el rey de Prusia decidió emprender una ofensiva sobre el imperio, a fin de
dominar completamente el terreno restante.
Así, se dio inicio a la Segunda Guerra de Silesia. Primeramente, los prusianos invadieron
Bohemia, donde lograron una serie de victoria ante los soldados imperiales.
En el transcurso de las hostilidades, murió el emperador Carlos VII, quien fue reemplazado por el
duque Francisco de Lorena, que se proclamó Francisco I.
FEDERICO II DE PRUSIA.
Meses más tarde, en 1745, ante la evidente superioridad militar prusiana,
Federico II y María Teresa I empezaron a entablar las negociaciones de paz, que
derivaron en la firma del Tratado de Dresde. Allí, Prusia se quedó con la totalidad
del territorio de Silesia. A cambio de ello, Federico II reconoció a Francisco I como
emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
En el transcurso de las hostilidades,
murió el emperador Carlos VII, quien
fue reemplazado por el duque
Francisco de Lorena, que se proclamó
Francisco I.
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ULTIMOS AÑOS DEL CONFLICTO
Por ese entonces, el problema de la sucesión del trono imperial ya estaba resuelto. A la muerte de
Carlos VII, Francisco I, esposo de María Teresa I, asumió la corona, sin que ningún otro miembro
de la Casa de Habsburgo repudiase su ascenso. Igualmente, las hostilidades continuaron, tanto
en Europa como en los mares.
Paralelamente, desde 1744, se produjo un enfrentamiento entre ingleses y franceses, que tuvo
como escenario a las posesiones coloniales de ambos en India. Este conflicto se denominó
Primera Guerra de Carnatic. Para ese entonces, en la mayor parte de los frentes de combate, la
guerra se había estabilizado, dado que ninguno de los dos bandos podía obtener la ventaja en
alguno de éstos.
Sin embargo, esta tendencia se revirtió en Flandes, región ubicada en la frontera entre Francia y
el Sacro Imperio Romano Germánico. Allí, desde 1745, Sajonia y Francia vencieron
sistemáticamente a las fuerzas imperiales, inglesas y neerlandesas, obteniendo fácilmente el
dominio de la región.
Pese a que los enfrentamientos en Flandes se extendieron hasta 1747, y las luchas en el Caribe y
en India persistieron hasta el fin de la guerra, en 1745, distintos mandatarios europeos habían
emprendido tratados de paz. En primer lugar, Federico II de Prusia logró que Augusto III de
Polonia, quien a su vez era elector de Sajonia, reconociese su dominio sobre Silesia. Luego,
Federico II consiguió que los ingleses lo admitieran como dueño de esos terrenos y, también,
Prusia evitó que Inglaterra le diera al imperio su apoyo económico para recuperar Silesia.
Entre tanto, el rey Felipe V de España murió en 1746, siendo reemplazado por su hijo, Fernando
VI. Desde el inicio de su reinado, Fernando VI llevó adelante una política de neutralidad hacia
Francia – Rompió el Segundo Pacto de Familia – e Inglaterra – Realizó algunas concesiones en su
disputa en el Caribe, donde arribaron a la paz -, con la cual acercó mucho sus posiciones.
Finalmente, en 1748, la Guerra de Sucesión Austríaca, y todos los conflictos que había
englobado, acabaron con la firma del Tratado de Aquisgrán. Los reinos que se suscribieron al
pacto ratificaron que la mayor parte de los territorios conquistados en la contienda fueran
devueltos a sus dominadores originales, restableciendo el orden político de 1440.
CARLOS MANUEL II DE SABOYA.
Por su parte, Prusia quedó con la posesión de Silesia, hecho que agigantó aún
más su estado de potencia emergente. A su vez, Francia no ganó ningún
territorio en Europa, aunque consiguió que Inglaterra le cediese algunos
terrenos en Canadá. Por su parte, los ingleses lograron recuperar sus tierras en
India, mientras que fueron derrotados en el Caribe. A pesar de ello, España
realizó algunas concesiones que permitieron su acercamiento, además de una
derrota más digna.
En tanto, a la pérdida de Silesia, el Sacro Imperio Romano Germánico debió
otorgarle a España el dominio de los ducados de Parma, Guastalla y Piacenza.
Además, el rey Carlos Manuel II de Saboya recibió una parte de Lombardía.
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