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CHALCATZINGO: SITIO ARQUEOLÓGICO Y PAISAJE RITUAL El sitio arqueológico de Chalcatzingo se localiza en un espacio geográfico privilegiado desde épocas remotas, considerando que dentro de su paisaje se aprecia una de las montañas sagradas más importantes para los asentamientos del altiplano central: el volcán Popocatepetl. Al mismo tiempo está circunscrito por tres grandes macizos de roca denominados cerros Jantetelco, Delgado y Ancho. El paisaje dominado desde las faldas de los cerros Delgado Y Ancho nos permite imaginar la apreciación que debieron tener los antiguos pobladores de estas tierras, desde los orígenes de la civilización en esta región particular de Mesoamérica. Por lo tanto, es de suma importancia relacionar los hallazgos arqueológicos —identificados desde las primeras exploraciones en 1932 hasta los más recientes descubrimientos— con el paisaje donde se desarrollo e interactuó el grupo humano creador de fieles formas y abstractas representaciones de los elementos naturales que los rodearon por milenios. Mediante la interpretación de datos como: las pinturas rupestres exhibidas al interior de pequeñas cuevas, abrigos rocosos o peñascos a lo largo de las profundas barrancas, los relieves grabados en la roca (tanto en el cerro como en rocas exentas), y la arquitectura en los diferentes momentos de ocupación en el sitio; en asociación con eventos naturales como la lluvia, la fertilidad, el movimiento, es posible generar una explicación viable para la relación hombrenaturaleza. Entonces Chalcatzingo es considerado como un lugar de culto y un espacio que reúne elementos básicos de la cosmovisión en el mundo prehispánico: la montaña, la cueva y el agua. Es importante referir la asociación de la arquitectura como representación de los cerros en relación con la lluvia, la cueva y la fertilidad, prestando atención al conjunto ceremonial de Chalcatzingo. La montaña sagrada es concebida por los antiguos pobladores de Mesoamérica como tal, a partir de la asociación que hacen de los fenómenos naturales con el comportamiento social de un grupo humano determinado, en este caso los pobladores de Chalcatzingo. Considerada como sagrada por contener el agua en su interior y porque en su cumbre se engendran las nubes portadoras de las lluvias, desde la cosmovisión mexica los cerros retenían durante la estación seca el agua en su interior, para soltarla de nuevo en tiempo de lluvias (Broda, 1991: 478). Así podemos imaginar las montañas de Chalcatzingo como cerros de los mantenimientos al contener el liquido vital y propiciar la lluvia. Cuando el hombre se apropia del paisaje natural transformándolo en paisaje cultural, convierte su entorno en escenario para el trabajo y el culto, imprimiéndole sacralidad a los elementos naturales como montañas, manantiales, cuevas, barrancas, lluvia, animales y plantas (Rivas Castro, 2001:269-270) que le permiten entender el ciclo de la vida, su propia vida y estancia armónica dentro del ambiente que lo circunda. El respeto al entorno físico se da desde tiempos remotos debido a lo inexplicable que eran los eventos naturales tales como la formación de nubes que desprendían lluvia, los rayos, el sol y sus efectos sobre la vida y transformación de cualquier ser vivo como plantas, animales y el mismo hombre. Esto propició la búsqueda de explicaciones mediante la asociación de los elementos y eventos de la naturaleza con seres sobrenaturales, desde las primeras representaciones totémicas hasta las más elaboradas religiones. En este caso, desde época prehispánica se creía que las plantas y animales así como los elementos físicos que componen el entorno natural eran morada de los dioses o poseían una sustancia sagrada (Broda, 1991: 464). Por lo tanto, el culto prehispánico tenía un estrecho vínculo con la observación de la naturaleza, intentando explicarla a través de determinados acontecimientos como la lluvia y su asociación con seres sobrenaturales que fungen como intermediarios entre el hombre prehispánico común y los eventos naturales que propician tanto la vida (la creación) como la destrucción. Así la importancia de la montaña o cerro como centro generador de sucesos naturales que propician la vida es irrefutable. Otro elemento, casi siempre ligado a la montaña, es la cueva. Esta se asocia directamente con los cerros por formar parte de sus entrañas y ser el lugar donde se genera la vida. Doris Heyden afirma que en época prehispánica la cueva simbolizaba el vientre de la Madre Tierra de donde nacen todos los hombres y a donde van a morir, es decir, el lugar de origen y procedencia de los antepasados. Las cuevas se han considerado como punto de origen de los hombres, de los dioses, como entrada al inframundo y como fuente de agua, liquido vital asociado al surgimiento de la vida en todo sentido (Heyden, 1991:501). Asimismo los cerros unen todos los planos cósmicos: cielo, tierra e inframundo y sirven como medio para estar en contacto con las entidades sobrenaturales que residen en los diferentes estratos del universo (Gómez, 2004: 257). Por lo tanto, la connotación religiosa que se le atribuye al sitio de Chalcatzingo, se remonta al uso de los espacios, desde las simples representaciones lineales de formas geométricas y animales representados mediante la pintura rupestre en abrigos rocosos y pequeñas cuevas localizadas en el cerro Delgado, pasando por los relieves o petrograbados asociados a una arquitectura incipiente de basamentos alargados y pequeñas unidades residenciales, hasta los basamentos piramidales que constituyeron la base de templos desde el periodo clásico hasta el posclásico. La acción de representar los elementos naturales que fundamentan la cosmovisión fue cambiando, así en épocas posteriores —además de representar eventos como la lluvia, la cueva, plantas y animales míticos— se comenzó a representar propiamente a la montaña sagrada mediante la edificación de basamentos piramidales y templos. Constituido así el centro ceremonial de Chalcatzingo por dos templos y un juego de pelota como principales edificaciones que delimitan una plaza. De igual forma, el entorno físico consta de un par de cerros, dos bajadas de agua o barranquillas, un ojo de agua y varias terrazas que conforman un espacio abierto. En cuanto al entorno simbólico, en el cerro Ancho se resguardan grabados antiguos y en el cerro Delgado pinturas, mediante los cuales quedaron mitificados y sacralizados ambos cerros. Sin duda, se conservó un respeto por los elementos iconográficos plasmados en la roca, puesto que sustentan la cosmovisión mediante la realización de rituales y representación de la lluvia y de seres míticos. Así nos encontramos frente a un espacio natural y social modificado por el hombre para el uso ritual, que a través del tiempo puede ser y ha sido considerado como un verdadero santuario. La cueva en Chalcatzingo. Vista desde el interior de un abrigo rocoso en el cerro Delgado