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TOMO 4 - Capítulo 11: El mundo Helenístico
Las grandes monarquías ...
El Egipto Lágida
La sociedad Helenística
Conclusión
La lucha por Macedonia y el dominio de Grecia
La estabilización en el continente tardó aún más en llegar que en Oriente. Indudablemente, el trono de Macedonia fue el más disputado de todos, puesto que los griegos aceptaban
mal la dominación macedonia, permitiendo así a los competidores intrigar sin descanso.
Desde el anuncio de la muerte de Alejandro, un primer alzamiento llevó a la Guerra Lamiaca: en torno a Atenas y a los etolios se constituyó una confederación de pueblos y
Ciudades autónomas en la que Demóstenes vivió su hora de gloria al vincular a esta causa
a numerosas Ciudades, y en la que Leóstenes, un jefe ateniense de mercenarios, puso sus
tropas a su servicio gracias al dinero de Hárpalo. Con todo, una serie de rápidos éxitos fue
seguida por fracasos: muerte de Leóstenes, llegada de refuerzos para Antípatro, derrota
de la flota ateniense en Amorgos y derrota en Cranón, en Tesalia. Así, los macedonios se
negaron a un pacto global y fueron separando a los aliados de Atenas. Era el final de la Liga
de Corinto: cada Ciudad fue directamente sometida a Macedonia. Por su parte, Atenas
tuvo que pagar, aceptar una guarnición macedónica en el Pireo, entregar a los jefes de la
revuelta y aceptar un régimen oligárquico y timocrático.
Una serie de rápidos
éxitos fue seguida por
fracasos: muerte de
Leóstenes, llegada de
refuerzos para Antípatro, derrota de la flota
ateniense en Amorgos y
derrota en Cranón, en
Tesalia.
Demóstenes.
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La sociedad Helenística
Conclusión
Los años siguientes estuvieron ocupados por las rivalidades entre Casandro y Poliperconte y, luego, entre Casandro y los Lágidas o los Antígónidas. El macedonio
quería ocupar el país bajo una fuerte actividad militar, tratando de ocupar ciudadelas que eran los grilletes de Grecia e implementando regímenes oligárquicos filomacedónios, de los que el más conocido fue el de Atenas desde el 317 a. C.
La estrella de Vergina, símbolo de la
monarquía Macedonia.
Con todo, una nueva constitución rebajó a 1.000 dracmas el nivel censitario, pero impuso un epimeleta del rey en la Ciudad, siendo “elegido” el peripatético Demetrio de Falero, discípulo de Teofastro. Así,
durante diez años, se esforzaría por dirigir la Ciudad de acuerdo
con el ideal aristotélico del jefe moderado con el cual no dejó
gobernar a la multitud ni tomó medidas extremas. Con todo,
redujo los gastos públicos mediante abolición de los misthoi y
suprimió las liturgias, además de imponer leyes antisuntuarias y morales para frenar la evolución de las costumbres y
suprimir toda ostentación de lujo, fuente de irritación para
los pobres. Además, atrajo a las escuelas filosóficas y fomentó las letras. En suma, la Ciudad estuvo tranquila y gobernada
para mayor bienestar de la clase acomodada. No obstante, un
delirio entusiástico acogió, en el 307 a. C., a Demetrio Poliorcetes
cuando liberó a Atenas de la tutela de Casandro. De esta manera,
los atenienses multiplicaron las muestras de fervor religioso a su
respecto luego de que Poliorcetes ampliara sus miras al Istmo de Corinto
y mantuviera en jaque a Casandro. Desde entonces Atenas conservaría un régimen
democrático, más o menos moderado.
A la muerte de Casandro hacia el 297 a. C., Poliorcetes se impuso como rey de Macedonia.
Discutido por los macedonios y expulsado por una coalición entre Pirro de Epiro y Lisímaco, no dejó como herencia a su hijo Antígono Gónatas, sino sólo sus pretensiones al trono
y algunas plazas fuertes. Así, este discípulo de los estoicos necesitó mucha tenacidad,
capacidad militar y suerte contra los gálatas y aptitud para no seguir el comportamiento
despótico e inmoral de su padre para recuperar definitivamente un reino en el 276 a. C.
Sin embargo, desde el 267 o el 266 a. C., una coalición de la mayoría de los Estados griegos declaró la guerra al rey. De hecho, en el decreto ateniense, debido a Cremónides, se
aprecian todos los temas del ideal patriótico del siglo IV. La guerra, llamada Cremonídica,
se saldó con un fracaso doloroso y definitivo: fue el fin del espíritu cívico de los atenienses
y su papel histórico devino en un carácter nulo.
Con todo, Antígono Gónatas iba a chocar, durante todo su reinado, con dos potencias
cuya importancia no dejó de crecer: la Confederación Etolia que, apoyada en Delfos, cortaba Grecia en dos e intervenía en el Egeo, y la Liga Aquea a la que un nuevo jefe, Arato de
Sición, transformó en un instrumento de dominio del Peloponeso desde el 251 a. C. Ahora
bien, estas ligas tenían intereses contradictorios. Así, en el 244 a. C., los etolios respondieron a la llamada de Elea y acabaron por controlar, además, a los arcadios y mesenios.
Los reyes de Macedonia entonces aprovecharon esta situación para montar un complejo
sistema de alianzas, sobre todo luego de que a ello se añadiera el problema espartano.
Únicamente la intervención romana pudo poner fin a esos conflictos permanentes, destruyendo a las potencias implicadas.
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Mientras que las Ciudades griegas del continente caían en una dependencia que hizo perder
a su vida cívica cualquier dinamismo creador, únicamente Esparta se salvó de tan grave situación, gracias en parte a las corrientes revolucionarias que la atravesaron. Así, tres nombres las
simbolizan: Agis IV y Cleómenes III, durante el siglo III, y Nabis, en el II. Esparta no reconoció
nunca una dominación exterior y los reyes de macedonia no insistieron. No obstante, quedó
minorada en su poderío por el auge aqueo y amenazada por el empuje etolio en Arcadia, hacia el 244 a. C. Agis IV, uno de los dos reyes, aprovechó la energía exigida por tal situación para introducir
por la fuerzas las reformas reclamadas por un número
creciente de desclasados, víctimas de una oligarquía
cada vez más rica y restringida. De esta manera, apeló a las instituciones atribuidas a Licurgo, aunque no
se atrevió a llegar hasta el final ni tocó las tierras. De
hecho, en el 241 a. C. cayó bajo los golpes de sus
adversarios, esta vez dirigidos por el otro rey, Leónidas II. Con todo, desde el 235 a. C., el hijo de éste,
Cleómenes III, retomó por su cuenta el programa de
reformas y lo acentuó. Por ello eliminó a los éforos y
a su colega regio, confiscó a los ricos 4.000 kleroi que
repartió entre los periecos transformados en ciudadanos, y reorganizó el ejército con una falange de tipo
macedónico. Parece ser que sus motivaciones fueron
más militares que sociales, por lo que enseguida se
inició una ofensiva contra los aqueos. El nuevo ejército y la propaganda revolucionaria entonces hicieron
maravillas, requiriéndose la llegada de Antígono Dosón para obligar a los espartanos a retirarse del Istmo.
Con todo, en el 222 a. C., fue invadida Laconia: era
la muerte de la potencia espartana. Cleómenes se vio
obligado a la hiuda aunque, al parecer, sus reformas
no fueron abolidas.
Agis IV.
Ahora bien, Esparta siguió siendo presa de alteraciones continuas. Hacia el 207-206 a. C., conoció por
primera vez la tiranía bajo el reinado de Nabis. Aunque no era una amenaza para los romanos, más bien
lo era para la tranquilidad de la Liga Aquea. Una vez
más, los objetivos militares animaron un movimiento
que apelaba a Licurgo y que tomó audaces medidas:
ciudadanía para los periecos y manumisión de esclavos, quizás con integración en el cuerpo cívico mediante el expediente de casarlos con mujeres e hijos
de proscriptos. Esta voluntad de devolver a Esparta
las bases demográficas que habían sido su fuerza implicó conflictos con los aqueos, luego con los romanos y, finalmente, con todo el mundo. Sin embargo,
Nabis fue asesinado en el 192 a. C y Esparta brilló
con ello por última vez.
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Por entonces, el dinamismo
se hallaba en las Ligas, que
conocieron una expansión
sin precedentes. Su organización federal así implicaba grandes variaciones en
cuanto a extensión, según
las adhesiones y las defecciones, y de cuya unidad se
basaba cada vez más en la
guerra hecha en común para
acrecerse o para resistirse a
los soberanos.
En la aquea se era, a un tiempo, ciudadano del koinón
y de la propia Ciudad, pero
sin disfrutar de ventajas especiales en las restantes Ciudades de la Liga. La asamblea federal era censitaria y
la asamblea, representativa
de las Ciudades, mientras
que en Etolia era primaria.
Los magistrados y el consejo
federal llevaban la dirección
de la Liga pero, no obstante
el testimonio de Polibio, no
Signos Eqgipcios.
tenemos ninguna seguridad
sobre sus modalidades de
funcionamiento. Los límites del poder federal eran bastante cortos ya que en cuanto se
extendía el marco territorial, la confederación se trocaba en una simple liga militar y perdía
en cohesión. Así, la Liga Aquea, por un tiempo, dominó todo el Peloponeso, salvo Laconia,
y los etolios se impusieron a toda la Grecia central, a excepción de Beocia y el Ática, y a la
parte occidental del Peloponeso.
Ahora bien, un Estado marginal surgió de un pasado oscuro: el Epiro. Tres pueblos ocupaban la región: molosos, caones y tesprotos. Los molosos tenían organización monárquica
e impusieron a los demás su supremacía a fines del siglo IV; sin embargo, en los textos no
aparece ningún “rey de los epirotas”. Pirro se impuso como un jefe notable y su reinado
destacó por dos series de intervenciones: en Magna Grecia y en Sicilia, en donde fue reconocido como hegemón de una vasta alianza de Ciudades griegas contra Roma y, luego,
contra Cartago. De hecho, obtuvo brillantes éxitos, pero renunció a lograr de las divididas
Ciudades griegas una actitud coherente y volvió a Epiro en el 275 a. C.
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Conclusión
Con todo, no dejó de intentar anexiones, sobre todo contra macedonia, política emprendida por su hijo Alejandro II. En el 232 a. C., la monarquía eácida desapareció,
siendo sustituida por un koinón cuya historia se vinculó, cada vez más, a los asuntos
ilirios y romanos. Así las cosas, a medida que avanza la investigación sobre el Estado
epirota ser van descubriendo instituciones parejas con las de los Estados griegos.
Los romanos así se impondrán a una Grecia
siempre profundamente
dividida y a la que no
lograrán estabilizar los
sistemas monárquicos
o federales, haciéndoles
perder una parte de su
esencia.
Moneda de Antígono II Gónatas.
A modo de balance, entonces el mundo político se muestra profundamente transformado
por la aparición de los Estados helenísticos. Con todo, es mayor la permanencia en la Magna Grecia, en donde los intentos tiránicos y monárquicos dependen, a un tiempo, de una
mentalidad griega tradicional. Los romanos así se impondrán a una Grecia siempre profundamente dividida y a la que no lograrán estabilizar los sistemas monárquicos o federales,
haciéndoles perder una parte de su esencia. No obstante, al contemplar la civilización de
este mundo helenístico, hay que anotar que la influencia psicológica, moral, intelectual,
religiosa y artística de la Grecia de las Ciudades siguió siendo predominante, y en donde la
propia economía no escapa de ese marco.
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