Download Carta del Obispo de Bilbao en defensa del trabajo decente

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En defensa de un trabajo decente, porque la persona es lo primero
Ante la celebración del 28 de abril y el 1º de mayo 2017
Mario Iceta Gabicagogeascoa - Obispo de Bilbao
Queridos hermanos y hermanas:
Se celebran próximamente dos fechas de especial significación para el mundo del trabajo: el
28 de abril, la Jornada Mundial de la Seguridad y la Salud laboral y el 1º de mayo, Día
Internacional de los trabajadores, festividad de San José Obrero. Días que hablan de poner
en el centro de la economía, de las relaciones laborales, de la construcción del mundo y de
la sociedad a la persona, de manera especial a los más desfavorecidos, como exigencia de la
justicia social. Fechas que instan a la solidaridad, a sumar esfuerzos en la construcción de la
Casa Común, a ser familia humana, a la defensa de un trabajo decente, con derechos, a la
medida del ser humano.
Destacar algunos datos1: A pesar que las cifras macroeconómicas dicen que se está saliendo
de la crisis, la desigualdad crece. Las diferencias salariares entre grandes directivos y
trabajadores aumentan exponencialmente. El mes de marzo finalizaba con 138.157
personas desempleadas en la CAV, 78.274 en Bizkaia. En el Estado 3,7 millones. Las mujeres,
los jóvenes, las personas migrantes y los mayores de 55 años son los más afectados. El 95%
de los nuevos empleos tiene carácter temporal. En 2016, 40 personas fallecieron en la CAV a
consecuencia de un accidente laboral.
Como insiste el Papa Francisco: “Ante el actual desarrollo de la economía y la dificultad que
atraviesa la actividad laboral, es necesario reafirmar que el trabajo es una realidad esencial
para la sociedad, para las familias y para los individuos. El trabajo, en efecto, concierne
directamente a la persona, su vida, su libertad y su felicidad. El valor principal del trabajo es
el bien de la persona humana, porque la realiza como tal, con sus actitudes y capacidades
intelectivas, creativas y manuales. De aquí deriva que el trabajo no tiene solamente una
finalidad económica y de ganancia, sino sobre todo una finalidad que implica al hombre y
su dignidad. La dignidad del hombre está vinculada al trabajo… Y si falta el trabajo se
lastima esta dignidad.” (P. Francisco en Terni 20.3.2014).
1Otras
cifras que tampoco podemos olvidar: 8 personas poseen la misma riqueza que 3.600 millones.
En el mundo 201 millones de personas están desempleadas. Las prestaciones por desempleo las
perciben el 55,5% de las personas afectadas. En Euskadi: 360.000 trabajadores tienen pendiente la
renovación de su convenio laboral; 49.900 hogares tienen a todos sus miembros desempleados. Son
perceptores de la RGI 63.769 unidades familiares, de las cuales el 20% la perciben aún con un trabajo,
por no alcanzar el SMI (707,6 €.).
Hoy el trabajo sigue siendo la clave, quizá la clave esencial, como decía San Juan Pablo II de
la cuestión social. El trabajo humano es medio imprescindible de realización personal de la
vocación propia y reconocimiento de la sagrada dignidad de la persona. Mediante el trabajo
se construye la vida social, política, se ordena la vida al bien común, se responde a las
exigencias de justicia y caridad que la comunión fraterna pide de todos y cada una de las
personas, contribuyendo al Plan de Dios para la humanidad. Es desde aquí desde donde la
defensa de un trabajo decente necesita ocupar un lugar preferente en la vida de las
organizaciones sociales, sindicales, políticas, empresariales, también en la iglesia, tal como
dice Benedicto XVI en “Caritas in Veritate”, sumando en esa “coalición mundial a favor del
trabajo decente” (nº63).
En esta línea conviene recordar algunas insistencias de la Carta Pastoral “Una economía al
servicio de las personas” que los Obispos de las Diócesis Vascas hacíamos pública en 2011:
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“Es imprescindible, por tanto, reflexionar sobre la noción misma de progreso y
desarrollo para evaluar su práctica actual y reorientarla de manera positiva” (nº23)
“El momento actual exige que cada persona y de cada asociación o instancia social o
pública, asuma una doble responsabilidad: la de afrontar las consecuencias de la
crisis y su salida, buscando el bien común y prestando especial cuidado a los más
débiles; y la de construir nuestra economía y nuestra vida social sobre las bases
éticas sólidas” (nº35)
“Se hace necesario que nuestras administraciones sigan trabajando por mantener e
incluso aumentar la partida dedicada al conjunto del gasto social. Este gasto es
concreción de la redistribución de la riqueza y exigencia básica de la de la justicia y el
bien común. Sin ingresos fiscales suficientes se compromete dicho gasto, cuya
importancia actual es crítica para evitar la exclusión social de los más
afectados”(nº39)
Finalizábamos con una llamada: “a todas las personas de buena voluntad, agentes e
instituciones sociales y administraciones públicas para que busquen de manera conjunta y
solidaria una salida a la crisis, construyan unas bases éticas firmes para el desarrollo de
nuestra sociedad, promuevan el empleo digno y se esfuercen por defender a los más
débiles y golpeados por la crisis, como exigencia y prueba de la justicia social” (nº40). Hay
ejemplos e iniciativas que ya lo están haciendo posible: empresas de inserción, proyectos
que hablan de una economía social y solidaria, banca ética…
Qué como Iglesia, nos sintamos comprometidos por el trabajo decente, al servicio de
nuestros hermanos y hermanas, de su intrínseca dignidad de hijos e hijas de Dios, que urge
a trabajar con misericordia por la justicia, impulsando la solidaridad a favor de los hombres y
mujeres del mundo obrero y del trabajo, en especial de quienes más sufren.
+ Mario Iceta Gabicagogeascoa - Obispo de Bilbao