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Ciento cuatro años
de antropología mexicana
Luis Vázquez León*
Introducción
Si convenimos en considerar al año de 1910 como el inicio de la antropología profesionaliza-
da en México –dado que entonces se fundó la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología
Americanas–, entonces pretender ofrecer una visión de conjunto de esta ciencia social implica referirse a más de un siglo de prácticas e ideas de diversa índole, en que lo mismo puede haber fundación de instituciones que rupturas, escándalos, cotidianidad, producción de obras clave y una
inmensa cantidad de literatura que en realidad hace normal la actividad en conjunto, e incluso la
constitución de unas comunidades virtuales –asociaciones, congresos, redes, entre otras– que se
sobreponen a los conflictos más profundos.
En lo que sigue no intento hacer un recuento histórico pormenorizado de un siglo de avances
y retrocesos, sino más bien reflexionar, tal como hemos venido haciendo varios autores (Vázquez, 2002; Giglia, Garma y De Teresa: 2007; Krotz y De Teresa: 2012), sobre qué ha sido, sobre
qué es y sobre qué será la antropología tras un siglo de existencia.
En sus orígenes, la profesionalización de esta ciencia social coincidió con una escuela que desapareció. No obstante que se trató de un esfuerzo incipiente por internacionalizarse, más tarde
este intento fallido fue relevado hasta la fecha por una escuela de orientación nacional. Más aún,
después han sobrevivido, en forma casi simultánea, una treintena de nuevas escuelas, institutos,
colegios y un centro de investigaciones. Eso haría pensar, de modo complaciente, que el futuro
de esta disciplina se encuentra plenamente asegurado. Y deberíamos celebrarlo. Pero antes de
instalarnos en un área de seguridad y confort ontológicos, habría que recordar que venimos
de un fracaso inicial y que la mayor institución antropológica en México, el Instituto Nacional de
Antropología e Historia, con 950 investigadores en su planta, vive en continuas dudas sobre su
persistencia. Y que ellos no son los únicos. En los momentos en que escribo, el Sistema Nacional
de Investigadores (sni), que constituye el sostén de la élite científica mexicana, se halla en revisión
por parte del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) a raíz de la creciente percepción de la ineficacia del juicio o evaluación de pares en el que descansa su membresía. Algunas
medidas correctivas ya han sido tomadas, aunque cabe preguntarse si habrá más en el futuro.
Tal vez haya llegado el momento de hacer un balance provisional de ese siglo de antropología,
si vislumbramos una renovación relevante. La orientación nacional o internacional es una disyuntiva básica, pero hay otras pendientes, como la gubernamental o la académica, o aquélla otra de
sobrevalorarnos de modo comunitario cuando la exigencia puede estar fuera de la profesión.
*
16
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Unidad Occidente ([email protected])
La antropología gubernamental,
¿sobreseída por la académica?
A la postre, los dos conflictos referidos indujeron a
crear nuevas instituciones y escuelas, que representa la
parte más positiva de su desenlace. Del inah se despren-
He pasado la mitad de mi vida profesional en cada una
dió el Centro de Investigaciones Superiores (cisinah), en
de las dos maneras en que la antropología mexicana se
1973, y de éste surgió el ciesas, en 1980, sin que por es-
ha constituido, y veo en ambas tanto problemas como
to dejara de mediar un conflicto personal entre sus pri-
aciertos, por lo que no superpondría una a la otra. De
meros dos directores (Téllez-Girón y Vázquez, 2013).
hecho, pienso que ambas son necesarias y se requieren
Dicho de otra manera, de la antropología gubernamen-
entre sí. En términos numéricos las diferencias son evi-
tal emergió un segmento importante de la antropolo-
dentes y hasta contradictorias a mi pregunta. Mientras
gía académica de hoy. Asimismo, a las escuelas iniciales
reúne a 950 investigadores –arqueólogos,
ubicadas en varios estados –Yucatán y Veracruz; luego
historiadores, etnohistoriadores, lingüistas, antropólo-
Puebla y Chiapas– las sucedieron otras escuelas mucho
gos físicos, etnólogos y antropólogos sociales–, a los
menos parecidas a la enah —a excepción de la enah Chi-
que es preciso agregar a 250 investigadores “no basi-
huahua, que de todos modos al principio sólo se ocupa-
ficados” –es decir, aún sin contratación permanente–,
ba de la antropología social aplicada–, existente desde
sólo reúne a 148 investigadores –antropólo-
1939, aunque ésta tuvo una breve vida académica den-
que el
el
inah
ciesas
gos sociales, historiadores, lingüistas y sociólogos–. La
planta de ambas instituciones –emblemáticas de la an-
tro del Instituto Politécnico Nacional.
Por mucho tiempo la antropología de la
enah
y la
tropología gubernamental y de la antropología acadé-
demanda institucional del inah se confundieron, inclu-
mica, respectivamente– indica que no crecen al mismo
so cuando se creó el Instituto Nacional Indigenista (ini),
ritmo ni existe la misma demanda profesional en cada
en 1949, que de todos modos requirió de un perfil apli-
una. De hecho una requiere personal muy calificado,
cado y una instrucción etnológica formativa, y que ter-
mientras que la otra prefiere al personal especializa-
minó transformado en un campo de la antropología
do, de calificación variable.
social. La oferta académica creció con mucha lentitud
Para empezar es necesario desdibujar con firme-
en la unam, y el verdadero cambio ocurrió hacia finales
xx,
cuando los antropólogos se abrieron pa-
za la concepción de que una y otra antropologías son
del siglo
antagónicas. Difieren, sí, aunque poco a poco se van
so en las universidades públicas estatales, así como en
asemejando. El origen de esta percepción antagónica
cuatro colegios con influencia de El Colegio de México.
son dos conflictos internos que provienen de dos rup-
Muchas historias pioneras se cuentan al respecto. In-
turas profesionales, una ocurrida en 1943 y la otra en
cluso sobre el fracaso del Colegio del Bajío.
1968. En ambas, grupos de antropólogos innovadores
En cierto modo, ambas maneras de practicar la an-
–muchos de los cuales optaron por llamarse “antropó-
tropología se han ido acercando, copiándose estilos.
logos sociales críticos”, si bien en 1948 asimismo hu-
Muchos de los investigadores del inah, incluso los más
bo dos arqueólogos destacados– entraron en conflicto
ligados a la administración patrimonial –zonas arqueo-
por adoptar visiones distintas a las del pensamiento
lógicas, museos y bienes históricos– han aprendido a
dominante prohijado por el entonces director vitalicio
gestionar recursos del Conacyt, al tiempo que el ciesas
del inah, quien introdujo un lenguaje denigratorio con-
se convirtió en “centro público de investigación”, inte-
tra sus opositores, pero también contra otros de sus
grado a plenitud a ese organismo central de la ciencia
colegas cercanos.
y la tecnología. El propio
inah
se distanció de la
sep
y
Es muy posible que de este estilo autoritario pro-
se subordinó al Consejo Nacional para la Cultura y las
venga la práctica del arqueólogo enemigo, pero asi-
Artes (Conaculta), de modo que se atenuó la línea de
mismo del colega enemigo, al que hay que ignorar,
demarcación entre lo gubernamental y lo académico y
ofender y, sobre todo, jamás leer, lo cual incluye la
acaso sólo los colegios retengan cierta autonomía he-
práctica de nunca citarlo en los textos académicos, es
redada del decreto de creación del Colmex, aunque de
decir, de no reconocerle mérito alguno. Esta práctica
cualquier manera deben negociar recursos dentro de
nulificadora existe tanto en las instituciones guberna-
los centros públicos del sector de ciencia y tecnología.
mentales como en las académicas, por las cuales no
Aun así, sólo en El Colegio de Michoacán he escucha-
sólo me refiero al
ciesas,
sino también a las escuelas
universitarias esparcidas por el territorio nacional.
do una declaración pública de defensa de su legado
humanista pese a las políticas científicas, lo cual no re-
17
sulta claro en el ciesas, que ha interiorizado sin chistar
logía académica hecha dentro de la universidad públi-
las cambiantes exigencias del Conacyt.
ca sufre también del burocratismo universitario, asunto
es im-
que en los estados del país puede resultar funesto, ya
presionante, cuya sola función ocupaba varios edifi-
que agrega la complicación asidua de una burocracia
cios. Sin embargo, se mueve. En gran parte ese aparato
no pocas veces subordinada a los gobiernos estatales.
se justifica por la cuantiosa masa de bienes llamados
Por supuesto que no es el único problema; los profeso-
“patrimonio cultural” que debe administrar por ley.
res mismos generan sus propios diferendos y llegan a
También es cierto que esa burocracia no entiende por
divergencias casi rituales, como ocurre en la Benemé-
completo las exigencias cotidianas de la investigación,
rita Universidad Autónoma de Puebla (buap), donde hay
sobre todo aquella que se rige por valores más acadé-
dos maestrías en antropología paralelas y en compe-
micos que aplicados, como ocurre en sus dos escue-
tencia de recursos, correspondientes a un instituto y a
las –la enah y la Escuela de Antropología e Historia del
un colegio de licenciatura. Empero, lo que sí sorpren-
Norte de México (eahnm), antes
de del reporte de Pérez y Arce (2012: 431-516) sobre la
Cierto que el aparato burocrático del
enah
inah
Chihuahua– y en
uia
cionan con una relativa autonomía.
presenta el paraíso de la privatización. Incluso dentro
¿Qué ocurre del otro lado de la moneda? Parece que
de la
uia
se cerró una licenciatura en antropología so-
su burocracia ya tiene edifi-
cial porque resultaba poco redituable. El mismo criterio
cio propio. Al respecto no hace mucho Krotz y De Tere-
llevó al cierre de la licenciatura en la Universidad Au-
algo similar. En el
ciesas
sa (2012) publicaron un par de volúmenes que desean
tónoma de Guadalajara (uag) y hoy sólo subsiste en la
abiertamente convertirse en la continuación de los 15
Universidad de Guadalajara (udeg), que es, por lo de-
editados por García Mora (1987-1988), los cuales en su
más, la única licenciatura pública que se negó a par-
momento fueron motivo de todo un elogio, monumental
ticipar en el proyecto de investigación conocido como
en sí mismo, a la antropología hecha por y desde el inah.
“AdelA” –antropología de la antropología– que dio lugar
Por el contrario, los dos libros citados, en vez de abocar-
a los dos volúmenes auspiciados por la Red de Mexica-
se a La antropología en México –título general de aquellos
na de Instituciones de Formación de Antropólogos (Red
15 volúmenes–, se vuelven sobre sí mismos para abor-
mifa)
dar una antropología de la antropología mexicana, pues
ne reacia a ingresar a esta red. Lo que se hace en esa
ambos se ocupan más bien de las instituciones y progra-
licenciatura es de competencia exclusiva de su burocra-
mas educativos vigentes. En ellos reaparecen la enah y la
cia de profesores y de su peculiar estructura piramidal.
enah
Chihuahua, no obstante que su interés se centra en
que ahora comento. Más aún, la udeg se mantie-
Aunque en el
ciesas
existe una tradición retórica de
las universidades públicas y, algo en verdad novedoso,
informalidad que raya en el dejar hacer y dejar pasar
en el programa formativo de la Universidad Iberoameri-
–lo cual se contrasta con el excesivo peso reglamentario
cana (uia), de tipo privado y orientación jesuita.
18
es que trabajar bajo criterios empresariales no re-
varios de sus departamentos de investigación, que fun-
del inah–, y que en sus orígenes pretendía mantener una
Al leer las historias institucionales reunidas por
burocracia reducida al mínimo posible, con el tiempo la
Krotz y De Teresa uno se percata de que la antropo-
administración de proyectos ha resultado tan cuantiosa
que ha obligado a un subrepticio crecimiento del apara-
Michoacán–. La propia revista Arqueología Mexicana po-
to administrativo, con un funcionamiento casi autóno-
see una peculiaridad digna de destacarse: acaso no sea
mo. Resulta harto extraño que su Comité de Ética sea
una publicación del todo academicista, pero a cambio
una extensión del funcionariado de la institución, cuan-
comunica a la arqueología con un público muy amplio
do debería constituir un organismo por entero autóno-
de lectores –la revista se vende en muchos quioscos–, lo
mo. Algo similar ha hecho con su sindicato, cosa que la
cual los mantiene presentes en la esfera pública. No se
no ha logrado hasta la fecha con el
puede decir lo mismo de otras revistas, tan sólo consul-
burocracia del
inah
suyo. Por su parte, la gestión de recursos externos no
tadas por los propios especialistas.
presupuestados ha generado preocupación dentro del
Por último se encuentran los programas de posgra-
Conacyt debido al crecimiento que provoca en la con-
do. Éstos se han generalizado en universidades, coleestimula que cada
sultoría y sus obligaciones primarias con sus clientes, en
gios, institutos, escuelas. El
vez de la institución. A este fenómeno se le suele llamar
una de sus sedes tenga una maestría y, de ser posible,
“antropología aplicada”, pero no tiene nada en común
un doctorado. Se puede discutir la calidad de cada pro-
con ella: éste es un conocimiento especializado que rara
grama, pero en mucho depende de las exigencias de
vez se ocupa de intervenir, sólo de recomendar. Varios
evaluación del Conacyt, pues todos apuntan a conse-
factores actuantes estimulan este crecimiento: la entra-
guir reconocimientos y, con ellos, becas estudiantiles y
da de overheads a la institución, la respuesta a una de-
otros emolumentos en caso de que el programa sea de
manda por las evaluaciones de programas sociales y la
“nivel internacional”. En esa tarea, el personal muy ca-
propia conveniencia pecuniaria de los investigadores,
lificado del
casi todos con un muy alto nivel de capacitación.
can cubrir los requisitos de la membresía en el
ciesas
ciesas
resulta descollante, pues todos bussni
con
En otros segmentos de la antropología académica
cursos, tesis dirigidas y asesorías. Esta práctica es am-
ha aparecido una práctica análoga para remediar la fal-
pliamente compartida por todos sin excepción. Por me-
ta de empleo dentro de la academia. Es muy claro que
dio de sus escuelas (enah y
muchos egresados no encontrarán lugar en ella. Se ha-
misma manera. Y el personal adscrito a muchos más
bla entonces de “prácticas profesionales diversas”, ya
planteles se ha ido capacitando a ojos vistas, al conse-
sea como consultores o como peritos. El último Boletín
guir doctorados y su ingreso al sni. Podemos, pues, ha-
del Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales (2013;
blar de un efecto uniformador.
eahnm),
el
inah
actúa de la
véase Escalante, 2002) se dedicado a ello, aunque recuerdo encuentros estudiantiles similares en la Univer-
¿Antropología nacional vs. antropología mundial?
sidad Autónoma Metropolitana. Asimismo, en la Red
ha habido discusiones en torno a los escasos mer-
Desde la publicación del libro World Anthropologies
cados laborales existentes. Si esto ocurre en las escue-
(Lins y Escobar, 2006) se ha propagado la idea de que
las de reciente creación, la profesión entera debería
la antropología nacional se hace metropolitana o pe-
preguntarse sobre su inserción en la esfera pública y si
rece ahogada bajo el auge de la globalización en vigor.
en este terreno antropólogos gubernamentales y aca-
Algo así como si la antropología fuera una mercancía
démicos mejor deberían estar unidos.
de exportación, una cosificación innecesaria –habla-
mifa
Aparte de constituir ya un interés común de super-
mos de conocimiento–, pero de cara a la élite antropo-
ha-
lógica. Nada así ha ocurrido desde entonces, aunque es
cen una especie de intervención aplicada en los sitios
característico de la élite moverse en redes internacio-
que trabajan, lo que ha inducido a un cambio desde una
nales de investigadores, si no es que se han hecho es-
mentalidad patrimonialista hacia una más preocupada
tudios de posgrado en las antropologías de orientación
por involucrar a las localidades, comunidades y munici-
mundial. Sin embargo, en contadas excepciones tales
pios, al punto de que la gestoría se ha venido a agregar
estudiosos han emprendido trabajos de campo de lar-
a sus exigencias profesionales. No obstante, y a diferen-
ga duración en otras latitudes y aplicado métodos com-
cia de los demás, han conformado una Red Mexicana
parativos de algún tipo. Eso sí, existen contados casos
de Arqueología (rma) que los articula y les da un senti-
de investigadores mexicanos que se han colocado en
do cada vez más académico a su trabajo, no obstante
Brasil, Chile y Estados Unidos.
vivencia, buena parte de los arqueólogos del
inah
que siga concentrado en el inah y algunas universidades
Al principio de este artículo mencioné de pasada el
–México y San Luis Potosí–, así como un colegio –el de
fracaso de la Escuela Internacional de Arqueología y
19
Etnología Americanas (1910-1935), seguida de la funda-
a veces el encierro nacional aparente ser una jaula de
ción de la enah, que hasta ahora persiste (Rutsch, 2007;
oro comodísima.
Villalobos y Coronado, 2003). Tan sólo decirlo provo-
Tan grave resulta ignorar a propósito el conocimien-
ca la idea equivocada de que sus orientaciones eran en
to generado afuera como suponer que la producción
principio excluyentes. La orientación diferente de ambas
nacional entera resulta mediocre. Por desgracia –y de
fue real, mas ello no impidió imbricaciones entre am-
seguro por su costo– el
bas a través de las redes maestros-alumnos. Las prime-
les, que entre otras cosas daba cuenta de la producción
ras generaciones de la enah se acostumbraron pronto a
antropológica del momento. Hoy esa labor divulgativa
un profesorado extranjero, que incluso atrajo los prime-
debería recaer en los dos colegios profesionales, el ceas
ros egresados hacia sus proyectos (Faulhaber, 2011). Es-
ya mencionado y la Sociedad Mexicana de Antropolo-
to habría continuado si no hubiera ocurrido el conflicto
gía, pero ésta yace tan aletargada que no publica siquie-
con los exiliados españoles, que derivó en una xenofo-
ra las memorias de sus congresos. En cambio, el ceas ha
bia nacionalista que se siguió alimentando por razones
optado por el formato de revista, al informar en su bole-
de competencia profesional –Juan Comas iba a la direc-
tín sólo de los eventos venideros. Además –hay que de-
ción de la enah y Ángel Palerm a la del Museo Nacional
cirlo con sus letras–, a causa de los conflictos citados, la
de Antropología–. Finalmente, en 1968 las cosas se lle-
antropología mexicana quedó fracturada como comuni-
varon al extremo intolerante de expulsar a excelentes
dad, fractura que sigue las líneas institucionales y a los
perdió lo ganó la Escuela de
dos colegios profesionales opuestos. Sólo hasta fechas
Antropología Social de la Universidad Iberoamericana,
recientes, en los primeros dos congresos del ceas, se ha
que más tarde se convertiría en Departamento de An-
visto la creciente asistencia de investigadores del
tropología, cuyo doctorado fue encabezado por Palerm
pero no es suficiente. Tampoco resulta conveniente pa-
y Arturo Warman (Téllez-Girón y Vázquez, 2013).
ra el interés general de la profesión que se rebaje a unos
maestros, y lo que la
enah
dejó de publicar sus Ana-
inah,
¿En verdad es un dilema tajante aquél de ser o
como marginales y se resalte a otros como mainliners o
no internacionales? A mi juicio, el problema está mal
mainstreamers, los cuales serían la crème de la crème an-
planteado. No se trata de decidir entre una u otra
tropológica –lo que he llamado la “elite académica”–, ca-
orientación, sino que el desafío consiste en hacerlas
si toda proveniente de la uia. La contribución escrita por
combinables de la mejor forma posible. Para empezar,
los investigadores del inah es tremenda –ella sola basta
las buenas y malas ideas producidas en otros contex-
para llenar varias revistas al año, lo cual de hecho ocu-
tos seguirán siendo trasplantadas a México por brokers
rre–, lo mismo que en el
intelectuales –caso de la época en que era un puña-
ni colegio del que no se diga lo mismo.
do la gente que salía al extranjero–, pero más aún por
20
inah
Ya sea porque el
sni
ciesas,
y no existe universidad
ha estimulado esta práctica o
sus intérpretes –y cultivadores– locales. Hoy cualquier
porque el mercado laboral es tan reducido que la exi-
investigador con estudios suficientes se encuentra en
gencia de publicar resulta obligada para hacerse de un
capacidad de hacerlo y no sólo de imitar esas ideas.
lugar en él, el punto es que no se puede simular menos-
Qué tan correcta o no sea su interpretación es mate-
precio alguno. Si no fuera por toda esa variada literatura
ria de otra discusión. La globalidad digital ha hecho
especializada, todos nos encontraríamos en serios pro-
de este intercambio masivo de información un asun-
blemas. Además, como ya dije, así se hace por lo común
to acuciante, dada su vasta magnitud. Éste puede ser
la antropología, con esa labor cotidiana y paciente de
un factor que haga ver el problema como crucial. Uno
mucha gente. Es de lamentarse entonces que no haga-
siempre padecerá la sensación de quedarse atrás, al ol-
mos lo que los historiadores, los cuales consignan todas
vidarse de la importancia del estar aquí. Sin embargo,
las publicaciones recientes de su disciplina en el Boletín
aparte de ese problema de actualización resulta cla-
del Comité Mexicano de Ciencias Históricas. Usualmente
ro que la antropología siempre ha sido una discipli-
hallamos en él eventos, presentaciones de libros, con-
na universalista, con un sentido metropolitano. Basta
vocatorias y, en su última entrega digital, inclusos un
con ver la literatura que el viejo Museo Nacional reu-
enlace al Catálogo de tesis de historia 1931-2011.
nió por intercambio durante años para darse cuenta de
Esta última mención me lleva al asunto de la litera-
que las antropologías mundiales de los imperios siem-
tura gris de las tesis, que rara vez son publicadas. La la-
pre han estado allí para su lectura, y de que, a nues-
bor del
tro modo, seguimos apelando a tal literatura, aunque
ciesas
inah
–y en menor escala en los certámenes del
Golfo y El Colegio de Michoacán– para premiar-
las año tras año resulta meritoria porque hace visible
en los países hispanohablantes en momentos difíciles
esa literatura a todos los niveles: licenciatura, maestría
en el aspecto político. Tal parece que se conjugaron
y doctorado, incluso como nuevas publicaciones. Pero
varios factores a su favor. Comoquiera, se leyeron e in-
asimismo resalta la carencia de catálogos generales.
fluyeron en Latinoamérica y España, y hubo casos en
Ésta fue una labor que se inició en el inah (Montemayor,
que se les tradujo a otros idiomas. Conviene pues no
1971), se mantuvo en la enah (Ávila et al., 1988), siguió
jactarse de nuestro metropolitanismo per se.
Gol-
Esto me lleva a un asunto planteado por Poblocki
fo (García Valencia, 1989) y luego se extinguió, hasta
(2009) en respuesta al ideal de una “comunidad trans-
la revivió para exhibir su propia producción
nacional de antropólogos” de Lins y Escobar (2006).
de
Poblocki sale en defensa del supuestamente provin-
Occidente usó algunas contribuciones de sus alumnos
ciano conocimiento antropológico nacional, al hacer
para celebrarse, si bien no se trata de ningún catálogo
una referencia especial a la importancia de la historia
(Villarreal y Preciado, 2012). A pesar de que en las reu-
económica y etnología polaca y húngara. Aparte del
con una pretensión latinoamericana en el
que la
uia
ciesas
(Pérez y Arce, 2012: 500-515); por último, el
ciesas
niones de la Red mifa se ha mencionado esta carencia,
idioma, en las antropologías dominantes se les igno-
no contamos con un catálogo nacional de tesis de an-
ra desde el (des)uso de la lengua vernácula. Muestra
tropología en todas sus especializaciones profesiona-
entonces las jerarquías del conocimiento antropológi-
les y niveles. Hacerlo no representa una mera cuestión
co según la región y según la falta de interés recípro-
de elaborar bases de datos y generar “biblioestadísti-
co desde los nichos superpuestos en el mercado global
cas”. Entraña un asunto mayor. Como lo saben en el
de conocimiento. No opera en ellos ninguna hetero-
Conacyt, se trata de un indicador de la eficiencia de los
glosia: es pura ignorancia asimétrica. Con privilegiadas
programas educativos vigentes. Pero hay mucho más
excepciones, se reconoce que el paradigma naciona-
implicado. Según sostengo, es una expresión del in-
lista también ha aportado conocimiento. Es el caso de
terés de conocimiento real de los nuevos profesiona-
Immanuel Wallerstein (1979 [1974]), quién leyó a Franz
les. Por ejemplo, en muchos posgrados hay también
Fanon al parejo de los historiadores polacos. Se infiere
una marcada tendencia a seguir y repetir conocimien-
pues que su teorización sea producto de logros locales
tos convencionales, que suelen ser los de moda. En ese
y logros metropolitanos del conocimiento comprensivo y
sentido he logrado apreciar cómo los comités de pre-
crítico. Ése es el camino indicado. Si hay que entrar
miación optan por lo convencional y menosprecian la
al escaparate internacional, la antropología mexicana
innovación, presente en las tesis más singulares y no-
en conjunto debería fijar una agenda con sus intereses
vedosas, que son precisamente las desechadas.
de conocimiento y, si es preciso, negociarlos afuera. Así
¿Es que la ciencia normal no es pertinente? O, por
como debemos esforzarnos por comprender los contex-
el contrario, ¿es que nuestra elite ha producido tal re-
tos e ideas ajenos, es posible que busquemos los nichos
volución científica al estilo kuhniano como para dejarlo
indicados para comunicarlos lo mejor posible.
todo y adoptar su nuevo sentido de pensar la realidad?
Que yo sepa nada así ha ocurrido, y la actividad nor-
¿Comunidades ideales, reales o virtuales?
mal es persistente, acumulativa y necesaria en varios
sentidos. Por eso toda investigación empieza por una
El caso del indigenismo es digno de mención en este
revisión de la literatura previa, de toda índole. Sin em-
contexto. En sus días de auge nunca se habló de una
bargo, resulta innegable que algunos investigadores
“comunidad transnacional”, aunque su resonancia la-
destacados sí han generado programas de investiga-
tinoamericana lo recuerda. Ante todo fue una creación
ción que han atraído a otros para imitarlos. Con todo,
de la antropología gubernamental, que en sus mejores
son programas muy simples y para consumo domésti-
momentos influyó en procesos similares en varios paí-
co. Acaso los genios brillen por su ausencia, si bien me
ses que no sólo imitaron la política social implicada, si-
inclino por apostarle a las masas críticas de investiga-
no varias de las ideas que la inspiraban. Por supuesto
dores cooperantes. Además, mucha de la trascenden-
que resulta pertinente distinguir entre el indigenismo del
cia latinoamericana de pensadores mexicanos provino
campo interamericano –o sea, el propagado por el Ins-
de la antropología gubernamental –quiero decir, de los
tituto Indigenista Interamericano, que muy pronto fue
intelectuales políticos en nuestra profesión– y del im-
controlado por el Departamento de Estado estadouni-
pacto que provocó el Fondo de Cultura Económica (fce)
dense– y el campo propiamente mexicano –esto es, del
21
Departamento de Asuntos Indígenas y luego del ini–, ya
ticantes, ya que por una parte favoreció la pluralidad de
que el primero sufrió inconsistencias –“ambivalencias”,
enfoques y temas de estudio –antes los temas eran en
las llaman Giraudo y Martín-Sánchez (2011)– que el se-
exclusiva indigenistas o etnológicos– y por otro lado
gundo enfrentó mediante ajustes internos y cierta dosis
indujo a generar instituciones cada vez más académi-
de soberanía nacional. Del conflicto de 1971 –en que los
cas. Todavía en sus inicios (1973-1974) el
antropólogos sociales jóvenes cuestionaron su cometi-
la dirección de Palerm, insistía en atender “los grandes
renovado, hasta que
problemas nacionales”, una frase aplicada por Andrés
en 2003 ya no fue capaz de regenerarse. Es significati-
Molina Enríquez, uno de los iniciadores de la antropo-
vo que desde entonces se hayan creado instituciones
logía social en México, y que desapareció del lenguaje
multiculturales inspiradas en ideas foráneas, en espe-
profesional durante el proceso de academización que
cial provenientes de Canadá y la Organización Interna-
sobrevino luego de 1971.
do aplicado y único– surgió un
ini
cional del Trabajo (Vázquez, 2010).
bajo
Resulta llamativo entonces que los organizado-
sobrevivió durante cinco dé-
res del III Congreso Mexicano de Antropología Social
cadas cuando las instituciones multiculturales han en-
y Etnología –a celebrarse en septiembre de 2014– ha-
trado en decadencia en una sola? Claro, resulta obvio
yan vuelto a usar esas palabras, urgidos por la mul-
mencionar el sostén gubernamental, que fue también
tiplicidad de problemas del país. También hablan de
el que, al menguar, dio al traste con la institución ente-
una presunta “comunidad antropológica mexicana”
ra. Pero hablo aquí de las ideas que forjaron su espíritu
que, aparte de la docencia, también comparte la pre-
de cuerpo, tan caro al pensamiento de Gonzalo Aguirre
ocupación por esos problemas. Ya que no existe con-
Beltrán –y es posible que sea de nuevo la impronta de
senso sobre cuáles son esos problemas, queda claro
Alfonso Caso–. Un hecho poco sopesado es que él mis-
que tal comunidad deberá ser construida por algo más
mo procuraba adaptarse hasta cierto punto a los cam-
que congresos que en forma momentánea crean una
bios de ideas. A ello atribuyo que haya hecho el último
comunidad virtual, pues esto exige una mayor institu-
recuento bibliográfico del campo indigenista mexicano
cionalidad. No deja de ser preocupante que mientras
¿Cómo fue que el
ini
mediante un repaso de todas las publicaciones con el
que el
tema indígena hasta1975 (Aguirre, 1978).
del
ceas
inah
busca abrirse a todos, los investigadores
celebren aparte su octavo congreso. Resulta
Sin embargo, también hizo otra cosa loable. Esti-
innegable que estas celebraciones aún son sólo para
muló y mantuvo una “Colección de antropología so-
miembros, pero se revela que no existe un sentimiento
cial” de cerca de cien títulos, donde aparecieron tanto
comunitario recíproco, ni siquiera virtual.
investigadores nacionales como extranjeros. A finales
ini,
En realidad tampoco hay consenso respecto al rum-
apoyado por el Conacul-
bo de la antropología, y da la impresión de que no se
ta, reimprimió esa colección, ahora renombrada co-
encuentra en nuestras manos fijarlo. Los dos rumbos
mo “Presencias”. Pero algo estaba fallando ya en el
iniciales se mantienen a condición de abstraer cuál se-
mecanismo de reproducción de ideas indigenistas, en
rá el futuro de las generaciones estudiantiles arrojadas
vista de que las contribuciones originales fueron des-
por esa treintena de escuelas, facultades, institutos, co-
apareciendo. Es muy probable que la crisis profesional
legios y centros de investigación. La ruptura ocurrida
ocurrida en 1971 resquebrajara a la comunidad de in-
entre los antropólogos críticos y tradicionales marcó
de la década de 1980 el
una entrega incondicional.
esos dos caminos. En cierto modo la distinción entre
El espíritu de cuerpo de la “época de oro” dejó de te-
la antropología gubernamental y la antropología aca-
ner sentido para la profesión. Vino con ello la fragmen-
démica viene de antes, la cual coincidió con la muer-
tación, a modo de una diversificación de temáticas de
te de Alfonso Caso. Así ocurrió que Ángel Palerm se
estudio cada vez más de interés académico. Sólo el
erigió como provocador de instituciones académicas
Programa Universitario México Nación Multicultural
(Vázquez, 1998), mientras que Guillermo Bonfil y Ar-
de la unam ha conseguido unificar las ideas multicultu-
turo Warman se adentraron en las instituciones gu-
rales en torno a su colección “La pluralidad cultural de
bernamentales para reformarlas en distintos sentidos,
México”, con 25 entregas.
algunos de ellos muy controvertidos. Para haber si-
digenistas que debía al
22
cisinah,
ini
El conflicto por la orientación general de la antro-
do funcionarios públicos, las credenciales académicas
pología social (García Mora y Medina, 1983-1986) fue
de ambos eran impecables y fuera de México cobra-
en general apreciado de manera positiva por sus prac-
ron una fuerte resonancia. Como intelectuales políti-
cos claro está que veían con preocupación el proceso
gos anacrónicos. La fundamentación de una comuni-
de separación de la antropología de los deberes de Es-
dad profesional efectiva, que rebase las constancias de
tado. No obstante, como segundo director del cisinah, y
asistencia a congresos sólo para puntualizarlas, es un
en plena transición al ciesas, resulta paradójico que ha-
reto que valdría plantear a modo de interés de supervi-
ya influido tanto en volver a la temática indígena –que
vencia de la profesión en conjunto. No se trata de una
no indigenista– y que ésta sea hoy uno de los emble-
mera ocurrencia de mi parte. Mucho del éxito acadé-
mas de la institución. Es obvio que ya había investiga-
mico de lo que he llamado la elite antropológica se ba-
dores dedicados a ello, mas no fue un giro radical.
sa en una especie de espíritu corporativo sustentado
¿Hubo un proceso de conocimiento análogo des-
en su origen profesional común y una suerte de ideo-
de la antropología académica hacia la gubernamen-
logía armónica compartida a propósito de su fundador.
tal? Hasta aquí he mostrado que ambos campos se
entrelazan en varios puntos, pero en otros de plano
Conclusiones
se disgregan. El tema del patrimonio cultural y su ady en ese sen-
El siglo de surgimiento profesional de la antropología
tido Bonfil cumplió funciones de mediación a fin de
mexicana ha resultado multifacético y muy rico en su
introducir reformas (Vázquez, 2003: 334). Con Warman
creatividad interna, pero encara problemas que con-
la antropología gubernamental llegó a un punto cul-
viene discutir con seriedad. La oposición, tajante en
minante y sus funciones de mediador fueron menos
sus inicios, entre una antropología gubernamental y
y
una académica se mantendrá porque involucra a dos
otras instituciones (Vázquez, 2014). Sin embargo, per-
instituciones ya constituidas, amén de un universo va-
sonajes como ellos desaparecieron y con ello sobre-
riado de universidades y colegios, no todos con fun-
vino la carencia, si no de intermediarios, al menos sí
ciones de investigación, pero sí de docencia. Desde
de interlocutores en dominios clave de interés para la
luego que esas funciones seguirán en vigor, pero lo
profesión entera. A cambio, la carrera académica se
que aquí importa son los miembros de esas institucio-
convirtió en básica –“ciencia básica”–, si bien reducida
nes y cómo interactúan. En la perspectiva provisional
por entero a los méritos conseguidos en las trayecto-
que ofrezco, percibo puntos de intersección que pue-
rias individuales, si esos méritos pueden ser o no vita-
den ser de colaboración y aproximación. Las institucio-
les para el país o lo deciden otros académicos que se
nes, como han mostrado la Red
reconocen en el espejo. Por lo tanto, resulta complica-
motivo para mantenerse fragmentados, sino que pue-
do responder a la cuestión del conocimiento puro con
den y deben verse como nichos donde están activos
un impacto conductual significativo. Si lo hay en cali-
los profesionales.
ministración es aún exclusivo del
inah,
claras, aunque atrajo a muchos profesionales al
ini
mifa
y la
rma,
no son
dad de consultoría, no es de los alcances que se ob-
Otro desafío en perspectiva consiste en mantener-
tuvieron en otras épocas en que la antropología tenía
se en el horizonte nacional o perseguir el internacio-
una presencia pública destacada en ámbitos que no só-
nal. En realidad no se trata de materia de elección, sino
lo fueran libros, artículos y ponencias de interés para
de una desiderata. La “solución óptima”, dirían algu-
la propia academia.
nos. El punto es que no hemos sabido apreciar el va-
En el presente esta disgregación individual im-
lor de que estamos aquí, en un país motivo de interés
plica una ausencia correlativa del espíritu de cuerpo
internacional por las más diversas razones. Sin em-
que existió en el
ini,
y que en el
inah
persiste con ras-
bargo, aun si nos restringimos a lo estrictamente an-
23
tropológico, debe destacarse que ese interés externo
Giraudo, Laura y Juan Martín-Sánchez (eds.), La ambivalente
requiere de nuestra experticia. Que académicos ex-
historia del indigenismo. Campo interamericano y trayecto-
tranjeros se comporten como si los logros internos fue-
rias nacionales 1940-1970, Lima, iep, 2011.
ran despreciables no debería importarnos tanto, pues
Krotz, Esteban y Ana Paula de Teresa (eds.), Antropología de
también hay investigadores mexicanos que actúan de
la antropología mexicana. Instituciones y programas de for-
igual modo ante los aportes externos. En realidad lo
que importa es encontrar los puntos de confluencia y
comunicación adecuados, ya sea participando en colaboraciones o, de plano, pensando en llevar a nuestras revistas a otro nivel más allá del reconocimiento
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Por último está el siempre complicado asunto de
posgrado en antropología social de la Universidad Ibe-
superar lo mejor posible los conflictos del pasado y
roamericana (1980-2005)“, en Esteban Krotz y Ana Paula
buscar la cooperación, a pesar suyo. Mientras algunas
de Teresa (eds.), Antropología de la antropología mexicana.
generaciones antropológicas de uno y otro bando te-
Instituciones y programas de formación, México,
nían plena conciencia de los diferendos y agravios, las
mifa/Juan
uam/Red
Pablos, 2012, vol. II, pp. 431-516.
actuales los han ido dejando en los anaqueles de la his-
Poblocki, Kacper, “Whiter Anthropology without Nation-State?
toria profesional. Quizá no haya que olvidarlos del to-
Interdisciplinary, World Anthropologies and Commoditiza-
do, porque también se aprende de ellos, pero tampoco
hay que darles un papel central en las interacciones
profesionales. Son éstas las que importan, no lo mal
que nos hemos llevado hasta hoy. En todo caso esas
rupturas son un constante recordatorio de que pueden
volver a ocurrir en el futuro.
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