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Nuestra Señora de Guadalupe Apuntes para homilías SUGERENCIAS PARA HOMILISTAS: FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE “Deseo animaros, así como a vuestras comunidades, a seguir acogiendo a los inmigrantes que se unen hoy a vuestras filas, compartir sus alegrías y esperanzas, acompañarlos en sus sufrimientos y pruebas, y ayudarlos a prosperar en su nueva casa”. —Papa Benedicto XVI, Celebración de las Vísperas y encuentro con los obispos de Estados Unidos, abril de 2008 Los inmigrantes que vienen a Estados Unidos, y en especial los indocumentados, son una población vulnerable que necesita alguien que defienda sus derechos humanos y dignidad. Nuestra tradición moral llama a toda la gente de fe y buena voluntad a defender la vida y la dignidad humana; es un llamado fundamental para nosotros como católicos. La Sagrada Escritura habla una y otra vez sobre la experiencia de migrar: desde Abraham, que fue exiliado de su tierra natal en el Antiguo Testamento, hasta la Sagrada Familia, que huyó de Herodes y vivió un tiempo como refugiada en territorio extranjero. Cuando los textos bíblicos o litúrgicos hablan de la migración y temas relacionados, ya sea en ocasiones especiales o un domingo cualquiera, la homilía puede ser un momento eficaz para ofrecer ánimo e instrucción profética. La fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe es un buen momento para reflexionar sobre la realidad de la migración en el mundo moderno, en especial en lo relativo a migrantes del hemisferio occidental, incluyendo México y América Latina. Esta fiesta está íntimamente relacionada a la de san Juan Diego, que cae tres días antes. Reflexionar sobre sus relatos puede ofrecer un punto de partida para poner de relieve importantes cuestiones relativas a la migración. Nuestra tradición de fe debe determinar la manera en que los católicos debemos responder a las comunidades migrantes entre nosotros, sin importar su situación legal. 12 de diciembre: Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe El 12 de diciembre, los católicos celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. La fiesta de la “Emperatriz de América” nos ofrece la oportunidad de centrarnos en nuestra identidad católica compartida, sin importar nuestra nacionalidad. Destacar esta identidad compartida posiblemente motivará a los católicos a ser más conscientes del sufrimiento de otros católicos. En su carta pastoral Ya No Somos Extranjeros (YNSE), los obispos católicos de Estados Unidos y México observaron que “a la luz de la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe al más pequeño de sus hijos, quien era tan débil como la mayoría de los migrantes lo son hoy, el pasado y el presente de nuestro continente reciben un nuevo significado. Fue a San Juan Diego a quien nuestra Madre pidió le construyera un templo, en el que pudiese mostrar su amor, compasión, auxilio y defensa a todos sus hijos, especialmente a los más pequeños. Desde entonces, en su Basílica y más allá de sus muros, ella reúne a todos los pueblos de América a celebrar en la mesa del Señor, en donde todos sus hijos podemos compartir y disfrutar de la unidad del continente en la diversidad de sus pueblos, lenguas y culturas” (YNSE, 20). Aunque Nuestra Señora de Guadalupe simboliza la interrelación y la unión de América, ella tiene un lugar muy especial en la vida de muchos católicos que viven en México. Al reflexionar sobre la relación entre la fe católica en México y Nuestra Señora, el obispo Eusebio Elizondo de Seattle, Washington dijo que “la fe del pueblo mexicano está viva y muy arraigada en Jesucristo, pero por el amor y la devoción a su Madre, Nuestra Señora de Guadalupe, la gran evangelizadora de América. Debido al papel de Guadalupe en la fe del pueblo mexicano, esa experiencia los lleva a buscar paz y reconciliación” (http://www.usccb.org/about/leadership/holy-see/benedict-xvi/bishop-eusebioelizondo-2011-papal-visit-cuba-mexico.cfm). Su relación con Nuestra Señora también se debe al papel que San Juan Diego –cuya fiesta cae el 9 de diciembre, solo tres días antes– desempeña en el relato de Nuestra Señora. Después de ver apariciones de la Virgen de Guadalupe en 1531, el viudo Juan Diego le contó al obispo local Juan de Zumárraga las visitaciones de María y su deseo de que se construyera una iglesia donde se le había aparecido. En respuesta al pedido del obispo de que le pidiera una señal a Nuestra Señora, Juan Diego volvió a Tepeyac un día de diciembre y le imploró a la Virgen María que le diera algo para que pudiera convencer al obispo de sus deseos. La Virgen le indicó que juntara flores del cerro y, aunque es difícil encontrar rosas en diciembre, Juan Diego pudo llenar su tilma. Cuando San Juan Diego desplegó su tilma frente al obispo, las rosas cayeron al suelo y milagrosamente en el tejido se vio la imagen de Nuestra Señora. Se construyó una iglesia en el lugar y Juan Diego vivió toda su vida cerca ayudando a los demás, rezando y haciendo penitencia. El 31 de julio de 2002, miles de personas se unieron a Juan Pablo II en la canonización de Juan Diego, el primer santo amerindio, en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe cerca de la Ciudad de México. La basílica lleva ese nombre por la aparición de la Santísima Madre ante san Juan Diego en el cerro en el siglo XVI. En la canonización de Juan Diego, Juan Pablo II llamó al nuevo santo “el indio sencillo y humilde” que aceptó la fe cristiana sin renunciar a su identidad como amerindio (Misa de canonización de San Juan Diego, 31 de julio de 2002). La Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe les ofrece a los católicos nacidos en Estados Unidos la oportunidad de tenderles una mano a sus hermanos mexicanos que viven aquí y unirse a ellos en solidaridad. Aunque las fronteras separan nuestros pueblos, Nuestra Señora de Guadalupe, la Emperatriz de América, nos ofrece un lazo que va más allá de cualquier división histórica. La Sagrada Escritura, la tradición moral de la Iglesia y las doctrinas de los obispos El interés de los católicos por los migrantes y refugiados tiene una firme base en la Sagrada Escritura. El Antiguo y el Nuevo Testamentos describen de modo conmovedor a Moisés y al pueblo judío en el exilio y a la Sagrada Familia como arquetipos de los refugiados en todas partes del mundo. Los obstáculos para una bienvenida sincera (el miedo a los extraños, el prejuicio, la competencia, la sensación de pérdida) también tienen sus parecidos en las parábolas de Jesús y en su capacidad para romper los tabúes y restricciones de sus contemporáneos, en especial los relacionados con los recaudadores de impuesto, los pecadores, los samaritanos y los gentiles. Estas enseñanzas bíblicas nos llaman a una mayor compasión por la difícil situación de los migrantes. La Iglesia, inspirada por este llamado de nuestra fe, ha desarrollado un nutrido cuerpo de enseñanzas y la tradición de interesarse por los inmigrantes, migrantes y refugiados. Nuestra tradición bíblica nos recuerda que al darle la bienvenida al extraño le estamos dando la bienvenida a Cristo (Mateo 25,35). Por lo tanto, a los católicos se nos llama a trabajar en pos de la conversión espiritual e intelectual, y así promover la cultura y práctica de la hospitalidad en las comunidades que reciben a migrantes recién llegados. Los fieles católicos en Estados Unidos –un país con muchas bendiciones y cuya tradición está empapada de la experiencia migrante– tienen la responsabilidad especial de darles la bienvenida. En la carta pastoral Juntos en el Camino de la Esperanza: Ya No Somos Extranjeros, los obispos nos recuerdan que la Iglesia debe cubrir las necesidades religiosas y espirituales de los inmigrantes y refugiados recién llegados, y garantizar que puedan recibir los sacramentos y participar de la vida plena de la Iglesia quienes viven en estas comunidades, sin importar su situación legal. Además, la Iglesia debe ayudarles a los inmigrantes y sus comunidades a cubrir sus necesidades materiales. Por este motivo, los obispos llaman a las parroquias locales y otras instituciones católicas a desarrollar una red de servicios sociales en favor de los migrantes y sus familias mientras transitan su nueva vida en Estados Unidos y, en lo posible, ofrecerles servicios jurídicos gratuitos o accesibles para ayudarlos en el difícil proceso migratorio, en especial a quienes están detenidos.