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La muerte
Egipto
en
el
Antiguo
Entre los egipcios, la explicación de muchas costumbres y
eventos tenía fuertes conexiones con los fenómenos que ocurren
en la naturaleza. El movimiento de las estrellas, el ciclo de
las inundaciones del río Nilo, el cambio climático hicieron
hincapié en un ideal de circularidad que se extendía a otras
instancias de la vida cotidiana de esta antigua civilización.
No por casualidad, los antiguos egipcios concibieron una
explicación de la muerte muy distante de la concepción de las
culturas contemporáneas.
Según el sistema de creencias egipcias, la muerte consistió en
un proceso donde el alma se separa del cuerpo. Con eso, creían
que la muerte sería una etapa de cambio para otra existencia.
Siendo el cuerpo comprendido como la morada del alma, había
una gran preocupación en conservar el cuerpo de los que
fallecían. De esa forma, se desarrollaron varias técnicas de
momificación capaces de preservar un cadáver durante años.
La momificación fue realizada por un profesional específico.
Después de extraer las vísceras, los restos de las personas en
una mezcla conteniendo carbonato de sodio y agua. Finalizada
la inmersión, diversas sustancias y hierbas eran introducidas
en el cuerpo para evitar el deterioro de los tejidos. En la
etapa final del procedimiento, el muerto era vendado y
cubierto por un pegamento que impedía la contaminación por el
aire.
Una vez que la momificación había terminado, el fallecido fue
colocado en un sarcófago posteriormente depositado en una
tumba. A través del análisis de las tumbas, los estudiosos han
podido averiguar cuál era la posición ocupada por los muertos.
Los sacerdotes y faraones fueron enterrados en mastabas,
construcciones en forma de trapecio, divididas en dos
compartimientos, una para el sarcófago y otro que almacena las
ofrendas del ritual funerario.
Poco después de la muerte, según la creencia egipcia, el
individuo perdía acceso a todos los placeres y beneficios
disfrutados durante su existencia terrenal. Para recuperar sus
beneficios en su nueva existencia, la persona – sea cual fuera
su posición social en vida – era conducida por el dios Anubis
para presentarse al Juicio de Osiris, lugar en que recibía una
evaluación de sus errores presidida por 42 demonios,
representando los 42 nomos del Alto y Bajo Egipto.
Antes del comienzo del juicio, fue entregado a los difuntos el
Libro de los muertos, donde obtenía las pautas debidas de su
comportamiento durante la sesión realizada. Para que recibiese
la aprobación de las divinidades, era necesario que el juzgado
no hubiera cometido una serie de infracciones, como robar,
matar, cometer adulterio, mentir, provocar confusiones,
mantener relaciones homosexuales o escuchar conversaciones
ajenas. En el ápice del juicio, Osiris pesaba el corazón del
fallecido en una balanza.
Para que la persona recibiera la aprobación, su corazón debía
ser más ligero que una pluma. De lo contrario, el individuo no
podía entrar en el Duat, una especie de submundo de los
muertos, y la cabeza del culpable era devorada por un dios con
cabeza de cocodrilo, Sobek. De esta manera, la civilización
egipcia dedicó una gran importancia a sus muertos y demostró
por medio de rituales un reflexivo trazo de su cultura.