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Salud, FAMILIA, Quito 20 de mayo del 2007 Con frecuencia las madres, sin percatarse de su embarazo (primer mes), se automedican y luego entran en conflicto por el riesgo que los medicamentos pueden provocar a su bebé. La angustia termina si al realizar una ecografía pelviana se encuentra que el embrión está vivo y se garantiza que el fármaco administrado, aun siendo tóxico, no causó daños. Esta conclusión se debe a que en los primeros 15 días luego de la fecundación, las células embrionarias son iguales y responden a la ley del todo o nada. Sin embargo, si la administración de fármacos ocurrió luego de este período, como las células embrionarias empiezan a diferenciarse unas de otras, el médico debe hacer un balance científico sobre el grado de riesgo, según el tipo de sustancia, la dosis, el tiempo de administración, el momento del embarazo y resolver con los padres si el embarazo debe continuar. Hay la creencia de que las vitaminas dan vigor e inteligencia y mientras mayor sea el consumo mayores serán los beneficios. Este presupuesto es riesgoso. El exceso de vitamina A puede producir defectos renales en el feto, cabeza muy pequeña, alteraciones cerebrales. Existe un derivado de esta vitamina, que las jovencitas usan para tratar el acné, se llama isotretinoína, sustancia con alto poder terátogeno, por lo que está no solamente contraindicado durante el primer trimestre del embarazo, sino que debe evitarse un par de meses antes de la pretendida concepción. El exceso de vitamina D es también riesgoso, pues suele causar calcificaciones en diferentes órganos, endurecimiento anormal de los huesos, severas osteoporosis, alteraciones en los vasos sanguíneos y afecciones cardíacas. El mejor modo de no dañar a su embrión es no ingerir medicamentos sin previa consulta al especialista, aun aquellos comunes e inocuos. Los tiempos actuales dominados por el comercio irracional de sustancias han impuesto una lógica perversa: consumir todo con ojo de ciego. Si se le preguntara al niño niño en el interior de la matriz si necesita o solicita sustancias extrañas a su naturaleza y desarrollo, la respuesta sería siempre la misma: no necesita ninguna, para nada. La madre que se queja de dolor de cabeza acude a la aspirina una y tantas veces como cree necesaria, desconociendo que este analgésico puede prolongar la duración del embarazo y del parto, provocar hemorragias durante el mismo, producir malformaciones en pies y manos (más de cinco dedos), alteraciones cardíacas, presencia de un solo ojo en la mitad de la frente (ciclopia), hematomas en el cerebro fetal. Desde luego, la misma aspirina en dosis bajas suele ser útil para prevenir la enfermedad hipertensiva del embarazo, en madres propensas a esta enfermedad. Es contraproducente el uso de antibióticos para tratar síntomas banales que se cree se originan en infecciones o tratar afecciones no producidas por gérmenes bacterianos como es el caso de la gripe. Las penicilinas son apropiadas, pues se conoce que son inocuas durante el embarazo, no así la gentamicina o kanamicina, que suelen producir sordera y daños renales, la tetraciclina dificulta el desarrollo de dientes y huesos sobre todo en niños prematuros, produce hígado graso, catarata, destrucción de las uñas. Durante el parto o cuando aquel se aproxima no deben administrarse sulfonamidas o cotrimoxazol, por el peligro de producir ictericia severa (niños amarillos) y muerte, anemia hemolítica o algunas malformaciones como hendidura labial o del paladar. Édgar Samaniego Rojas, farmacólogo-ginecólogo.