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CULTIVAR LA SENSIBILIDAD FILOSÓFICA
JANA MOHR LONE
Introducción
A lo largo de los últimos años he estado pensando de manera más seria sobre lo que se necesita para enseñar la
filosofía de una mejor manera. En los quince años en los que he estado involucrada en la filosofía preuniversitaria, ha sido
muy lenta la manera en que la filosofía se ha introducido en los Estados Unidos. Durante los últimos cinco años, sin
embargo, ha habido un creciente interés y compromiso en el área, con nuevos programas que han iniciado en muchos
colegios universitarios y universidades alrededor del país. En esta época, he tenido varias conversaciones con personas
trabajando en el área sobre si un día la filosofía se ofrecerá en toda escuela y estado.
Mi emoción sobre el creciente interés en la filosofía preuniversitaria es amenguada por una preocupación y una
pregunta. Mi preocupación es que no es claro (a mí al menos y creo a muchas otras o la mayoría de las personas) quién va
a enseñar todas estas clases de filosofía. Mi pregunta es: ¿Qué tipo de entrenamiento se necesita para enseñar filosofía y
hacerlo bien?
Hasta el momento la mayoría de las personas involucradas en esta área son profesores o estudiantes de posgrado de
filosofía o maestros de preparatoria con antecedentes en esta disciplina. La mayoría de los maestros preuniversitarios han
tenido poco o no contacto con la filosofía, debido a que por lo regular, las personas con educación en los Estados Unidos
no se les introduce a esta área de conocimiento de manera formal al menos que tomen una clase de filosofía en el colegio
universitario. Aunque los profesores y estudiantes de posgrado interesados en el área por lo regular están apasionados en
ello, solo una pequeña minoría de filósofos profesionales les atrae este trabajo y aquellos que están interesados pueden
enseñar pocas clases preuniversitarias. Si las clases preuniversitarias deberían de estar ampliamente disponibles, entonces
debemos tornar nuestra atención a los maestros desde kínder hasta preparatoria.
Bajo este espectro, mi pregunta sobre qué tipo de entrenamiento se necesita para enseñar filosofía se convierte en uno
de crítica. Una respuesta corta e incompleta tiene que ver que varía lo que los maestros tienen que enseñar en filosofía,
dependiendo del grado escolar de sus estudiantes. Creo que los maestros que buscan enseñar la filosofía en clases de nivel
superior necesitan más entrenamiento. Los estudiantes de preparatoria, por ejemplo, especialmente los estudiantes del
último y penúltimo año, son capaces de analizar preguntas filosóficas mucho más complejas y tomar parte en el estudio de
textos primarios. Por lo tanto, el maestro que ha estado expuesto a textos filosóficos y entrenado filosóficamente, es más
probable que sea exitoso en involucrar a estudiantes de preparatoria en discusiones de esta disciplina.
Sin embargo, los maestros de primaria también necesitan entrenamiento filosófico si quieren ser facilitadores exitosos
de sesiones filosóficas con sus estudiantes. Recientemente han aparecido publicaciones que sugieren que los maestros de
primaria no necesitan conocimiento previo de filosofía para enseñarla, cosa que no estoy de acuerdo. Aunque el introducir
la filosofía a niños más pequeños no necesariamente involucra leer textos filosóficos primarios, si no que se enfoca en
inspirar conversaciones entre los niños sobre ideas filosóficas, a pesar de ello, el maestro que dirige estas discusiones debe
tener un sentido claro de cómo identificar una pregunta filosófica y la capacidad de reconocer el contenido filosófico en
los argumentos y preguntas de los alumnos. Para poder monitorear un diálogo filosófico y apoyar su progreso, un maestro
de filosofía preuniversitaria de cualquier grado debe tener suficiente entrenamiento para poder identificar la sustancia
filosófica y supuestos inherentes a las observaciones de los estudiantes y las relaciones lógicas entre los diversos
argumentos de los estudiantes.
Es de mi parecer que una habilidad clave para enseñar la filosofía a cualquier nivel es el desarrollo de lo que llamo
“sensibilidad filosófica”, la cual defino como la capacidad en entablar en identificar y reflexionar sobre las preguntas
amplias que subyacen en la mayoría de las cosas que entendemos sobre este mundo. He escrito y hablado en otras partes
de manera más extensa sobre este tema y, mi objetivo aquí, es sencillamente dar una introducción a la misma.
Concepción teórica: ¿Qué es la sensibilidad filosófica?
La sensibilidad filosófica involucra el desarrollo de nuestra habilidad para identificar y analizar preguntas
fundamentales sobre la condición humana. Mi concepción sobre esta capacidad perceptiva se basa en parte a la idea
aristotélica de la facultad innata de que podemos desarrollar a través del tiempo, así como con entrenamiento. Aristóteles
postuló una capacidad para la percepción moral la cual, cuando se cultiva, poco a poco nos permite percibir casi
instintivamente las características más importantes de situaciones éticas complejas. Estas habilidades perceptivas
alimentadas por medio de entrenamiento y experiencia, nos ayudan a fomentar una capacidad más matizada para ver los
aspectos morales que no son aparentes para otros que no la han desarrollado.
De la misma manera, la sensibilidad filosófica es una capacidad perceptual que involucra el conocimiento de
preguntas variables que están frecuentemente en cualquier aspecto de nuestras vidas. ¿Qué me hace ser lo que soy?
¿Tengo libre albedrío? Si es que existe, ¿cuál es el sentido de la vida? Esta capacidad, cuando se cultiva, nos permite
discernir los aspectos importantes de la experiencia diaria al identificar supuestos o preguntas variables que subyacen en
situaciones. Por ejemplo, un estudiante puede preguntarse si es justo que personas menores de 18 años no se les permita
votar en las elecciones nacionales. La sensibilidad filosófica permite al maestro darse cuenta de que varias preguntas
filosóficas están incluidas aquí: “¿Qué es justicia?” “¿Qué se requiere para que sea justicia?” “¿Es siempre injusto
discriminar en contra de ciertos grupos?” “¿Qué significa ser chico/joven?” “¿Qué tipo de capacidades son necesarias para
tomar buenas decisiones?” Mostramos sensibilidad filosófica cuando podemos identificar y luego explorar rompecabezas
filosóficos inherentes en la mayoría de las situaciones y, conforme utilizamos esta capacidad, se convierte en algo más
profundo. En otras palabras, conforme más nos damos cuenta y examinamos las características filosóficas de nuestras
experiencias, nos convertimos en entes filosóficos más conscientes.
¿Cómo identifica uno una pregunta filosófica? Como es de esperarse, esta no es una pregunta nada controvertida
entre los filósofos. Es difícil definir los márgenes de las preguntas filosóficas sin omitir algo que debe incluirse o incluir
preguntas que estemos de acuerdo de que no son filosóficas. Sin embargo, una manera de identificar al menos
someramente cuando no es una pregunta de filosofía es preguntarnos si es posible resolverla basándonos en hechos
empíricos. Si es así, entonces no es una pregunta filosófica, no importa qué tan difícil sea resolverla. Claro, existen
muchas preguntas híbridas, como por ejemplo, “¿Qué es la mente” o “¿Qué significa estar vivo?” que involucran tanto a la
filosofía como a la ciencia y para las cuales no existen maneras claras para delinear las fronteras entre lo que es o no
filosófico. En general, sin embargo, las preguntas filosóficas no se contestan en su totalidad con hechos sobre el mundo y
tienden a ser preguntas que pueden ser por lo general persistentemente variables.
Identificar una pregunta filosófica involucra la habilidad de reconocer cuando una situación yace en una suposición
sobre el mundo que está abierta a cuestionarse. Mucho de lo que pensamos, hacemos y decimos proviene de supuestos sin
examinar que pueden ser descubiertos por medio de escrutinio filosófico. Este último por lo general examina el significado
de un concepto o idea, sugiriendo preguntas que por lo regular no se les dará respuesta definitiva. Esto no significa, sin
embargo, que las preguntas filosóficas son cuestionamientos sin respuestas. Seguido los estudiantes (y los maestros) que
no están entrenados en la filosofía la entienden como “preguntas que no tienen respuestas” y asumen que las discusiones
sobre estos cuestionamientos sencillamente involucran a estudiantes que dicen sus opiniones. Sin embargo, existe una
clara distinción entre una pregunta que no tiene respuesta y un cuestionamiento que se puede contestar. Una pregunta sin
respuestas es por ejemplo: “¿Cómo es un casado que se comporta como soltero?” Las preguntas filosóficas no
cuestionamientos sin respuesta ni un asunto de opinión. Existen respuestas para ellas y, sencillamente, no son definitivas o
respuestas que no se pueden contestar.
Aunque la sensibilidad filosófica involucra la reflexión de amplias y comúnmente preguntas abstractas, en su mayoría
estos cuestionamientos surgen en maneras muy específicas. Nuestras únicas y propias experiencias nos dan una
perspectiva filosófica particular y lo que vemos en el universo filosófico depende de esa perspectiva. La sensibilidad
filosófica involucra un conocimiento de preguntas profundas que surgen de los aspectos más cotidianos de las experiencias
diarias. Nos permiten ver (como lo aborda Bertrand Russell) “cosas familiares en un aspecto no familiar”. Esto exige la
atención profunda a las formas en que los detalles individuales de situaciones dan lugar a ciertas cuestiones filosóficas.
Pensando sobre esos cuestionamientos generalmente lleva a reconocer preguntas relacionadas, así que entre más
examinamos esta dimensión de experiencia más este tipo de preguntas surgen en nosotros en nuestra vida diaria.
Conforme se nutre la sensibilidad filosófica a través del tiempo, la misma se convierte casi en una segunda esencia.
Cultivar la sensibilidad filosófica
El cultivar la sensibilidad filosófica involucra entrenar nuestras capacidades perceptivas y, en particular, nuestras
habilidades para percibir las implicaciones y suposiciones filosóficas contenidas en casi todo discurso y comportamiento.
Conforme entramos en la reflexión filosófica y nos entrenamos para ver las características filosóficas de la experiencia, es
como entendemos el mundo de manera diferente. Nuestra educación y experiencia en cuestionamiento y deliberación
filosófica nos permite ver y sacar aspectos de la experiencia que de otra maneara serían difícil de encontrar.
El entrenamiento en sensibilidad filosófica no consiste en aprender una serie de reglas para cuando surjan preguntas
filosóficas y cómo abordarlas. En otro paralelo con la descripción de la percepción moral de Aristóteles, no existe
procedimiento de decisión que rija en cómo identificar y aferrarse a las preguntas filosóficas. No existe una lista de todas
las posibles preguntas filosóficas. Sin embargo, el conocimiento básico sobre áreas clave de la filosofía-epistemología,
metafísica, ética, lógica, estética y la historia de la filosofía, es esencial para reconocer el contenido filosófico de varias
situaciones. Una persona filosóficamente sensible es quien que puede ver una circunstancia o un conjunto de ideas y
reconocer las facetas filosóficas involucradas. Para poder hacer esto se requiere algunos antecedentes en filosofía.
Probablemente la mejor manera para iniciar la manera de desarrollar la capacidad propia de la sensibilidad filosófica
es acumular experiencia participando en un grupo en donde se identifican y exploran preguntas filosóficas en una
comunidad colaborativa, ya sea en una clase de colegio universitario o cualquier otro lugar. Por ejemplo, los maestros
pueden empezar a cultivar la sensibilidad filosófica acudiendo un programa de entrenamiento intensivo durante un fin de
semana en donde se les introduce a los materiales, discusiones y métodos conceptuales relevantes a la enseñanza de la
filosofía preuniversitaria. Los maestros pueden empezar a probar sesiones filosóficas en sus clases y, en situaciones
ideales, participar en comunidades de aprendizaje profesional continuas con filósofos entrenados. Otro modelo prometedor
es el programa del filósofo residente/interno, en donde filósofos entrenados son facilitadores de clases de filosofía y
proveen un contexto filosófico en donde puede llevarse a cabo entrenamiento y apoyo a todos los maestros. Alianzas entre
los departamentos de filosofía y educación, en donde estudiantes cuya asignatura principal sea la filosofía tomen cursos de
educación y los de educación se les introduzca a la filosofía, es otra posibilidad, así como la creación de comunidades en
línea para maestros y filósofos en donde pueden colaborar en teorías y métodos.
La mayoría de las sesiones preuniversitarias, especialmente para los estudiantes más jóvenes, son espacios para
discutir preguntas filosóficas, no lecciones sobre qué filósofos históricos y contemporáneos tienen que decir sobre estos
cuestionamientos. Es decir, tenemos que atraer a los jóvenes a que hagan filosofía, en vez de que la estudien. En vez de (o
además de) leer los grandes filósofos y analizar sus argumentos, los jóvenes exploran en discusiones de clase colaborativas
y estructuradas el tipo de preguntas que tradicionalmente han intrigado a los filósofos.
Mi punto de vista es que los maestros sensiblemente filosóficos pueden facilitar tales discusiones filosóficas
preuniversitarias sin que tengan que obtener grados académicos o tomar años en el estudio de esta disciplina. Para
lograrlo, son esenciales dos habilidades pedagógicas: (1) la habilidad inicial de motivar o inspirar una discusión filosófica
y, (2) la facilidad de dar forma a que continúe.
¿Qué hace que una discusión sea filosófica?
Una discusión filosófica involucra los siguientes tres elementos: (1) el examinar una pregunta abstracta general que
no se puede responder empíricamente; (2) argumentos que se dan para apoyar los puntos de vista que se ofrecen y, (3) un
progreso o desarrollo ya sea del significado de la(s) idea(s) que se analizan o lo que entienden los participantes sobre
un(os) concepto(s).
Para poder motivar esa discusión, un maestro debe poder identificar el contenido filosófico en las preguntas y
comentarios de los estudiantes y apoyar el esfuerzo de los mismos para entrar en una mutua reflexión sobre las preguntas
que más los hace participar. Un método para hacer esto es construir lo que algunas veces se le da el nombre de comunidad
de cuestionamiento filosófico (CPI, por sus siglas en inglés), en donde el papel del maestro es guiar a los estudiantes en un
diálogo sobre asuntos o conceptos filosóficos generados o explorados por el grupo.
Se ha escrito mucho sobre la formación de una CPI, pero solamente quiero articular en lo que veo como cuatro de sus
características clave:
1.
2.
El grupo está inmerso en un cuestionamiento estructurado y colaborativo con el objetivo de construir un significado y
adquirir el entender por medio del análisis de preguntas o conceptos filosóficos de interés de los participantes;
Existe un consenso de lo que históricamente se ha llamado “modestia epistemológica”, un reconocimiento que todos los
integrantes del grupo, incluyendo el maestro, son falibles y, por lo tanto, tienen puntos de vista que pueden ser erróneos;
3.
4.
El maestro demuestra una resistencia de abogar por sus puntos de vista filosóficos y modela estar cómodo con la
incertidumbre ya que no existen respuestas finales o consensadas con antelación a la mayoría de las preguntas que se
exploran en una CPI y,
Los participantes se abstienen de usar leguaje filosófico técnico o referirse al trabajo profesional de filósofos cuando
construyen sus argumentos. Esto estimula a que el grupo se enfoque en explorar las preguntas por si mismas y no el
pasado o historia actual del tema entre los filósofos.
El maestro guía una CPI sin intentar controlarla, un delicado balance entre ayudar a los estudiantes lograr la claridad
y profundidad filosófica y absteniéndose en imponer en la conversación las preferencias propias del maestro en relación al
tema en discusión. Poder discernir cuáles temas son filosóficos y cuales no es particularmente importante en asegurar la
integridad filosófica de una CPI, es decir, que principalmente engendre conversaciones filosóficas y no otras cosas.
En cualquier sesión filosófica preuniversitaria habrá periodos de tiempo cuando una conversación se sale de lo
filosófico y se encamina a ejemplos de la ciencia, opiniones o historias sobre experiencias personales. El punto es no
prohibir ese tipo de ejemplos o historias, ya que pueden ser útiles en el contexto de explorar un tema en particular de la
filosofía, pero es importante explorar los que sólo son relevantes a la conversación. El objetivo de asegurar que la
discusión sea principalmente filosófica, en vez de tomar opiniones, terapia grupal u otro tipo de ejercicio.
Los maestros de filosofía exitosos tienen sus propias aproximaciones para motivar este tipo de comunidad filosófica,
pero todos son entusiastas sobre el cuestionamiento filosófico, reconocen a dónde se dirigen ciertas conversaciones, ven
coyunturas críticas donde el plantear una pregunta provocativa puede motivar la discusión y ayudan a los estudiantes a
definir claramente y a examinar cuidadosamente las preguntas que quieren explorar.
El progreso en el cuestionamiento filosófico
La segunda habilidad práctica que necesita un maestro preuniversitario es el ser competente para continuar con el
progreso de una conversación filosófica, que finalmente debe seguir adelante. Esto no significa que la discusión no vaya
de un lado para otro, tocando varios temas conceptuales y regrese a preguntas iniciales, en vez de desarrollar una línea
directa. Sin embargo, debe de haber un progreso hacia adelante, al menos, un mejor entendimiento de lo que los
participantes en la conversación piensan, mayor claridad conceptual, identificación de suposiciones clave y/o la
apreciación de maneras alternativas de ver un tema.
Dos profecías relacionadas son esenciales aquí: el maestro debe estar dispuesto a escuchar atentamente y reconocer
que las suposiciones subyacentes de lo que se está diciendo y de articular conexiones y distinciones ente los puntos de
vista que dan los estudiantes
Dar forma al progreso de una conversación filosófica también involucra reconocer cuando está yendo en círculos y no
avanzando en una manera que dé sentido. En este punto el maestro puede considerar que otras ideas han surgido durante la
conversación y medir si los participantes están interesados en continuar con otro tema nuevo. Especialmente debido a que
las conversaciones filosóficas tienden a terminar sin una resolución final a una pregunta que se examina, es importante que
el maestro ayude al grupo a que tenga un sentido de logro al final de la sesión filosófica al destacar el progreso que se ha
hecho.
¿El porqué de la sensibilidad filosófica?
La sensibilidad filosófica es importante, porque me parece que es el objetivo de traer la filosofía a las vidas de los
jóvenes y ayudarles a aprender a pensar bien y confiar en sus propios cuestionamientos. Una de las principales tareas de
crecer es dar sentido al mundo y el lugar que uno tiene en él. Para hacer esto de manera efectiva requiere de la habilidad de
tomar control en la vida de uno y demanda la habilidad de pensar efectivamente y hacer buenas preguntas. Pensar y
cuestionar es clave para la filosofía. Debido a que los temas filosóficos son complejos, demandan de un razonamiento
riguroso y cuidadoso. Igualmente como no son variables, inspiran la formulación de preguntas claras y articuladas.
Cada año mi colega David Shapiro y yo enseñamos una clase de licenciatura sobre la filosofía para niños, en donde
usamos libros, juegos y otras actividades infantiles para explorar una amplia gama de preguntas filosóficas. Para muchos
de nuestros estudiantes, es su primera introducción a la filosofía y casi todos ellos, es su primera experiencia en examinar
temas filosóficos a través de la literatura de niños. Ellos visitan las clases de kínder a preparatoria en el área de Seattle y
regularmente comentan en la manera en que las discusiones de los niños son muy similares a las que tenemos en nuestra
clase en la Universidad de Washington. Un estudiante del último año del colegio universitario hace poco nos escribió lo
siguiente:
La cosa que más significó para mí, la lección más valiosa que he aprendido, provino de visitar una sesión con un grupo de
estudiantes de primaria. Me impresionó mucho de que tan bien estos niños podían discutir entre ellos mismos. Idearon
preguntas fascinantes y respuestas bien pensadas. Unas que eran similares a las ideas que se darían en nuestro salón de clases.
Después de esa sesión encontré un nuevo valor y respeto al intelecto infantil. Trabajo con niños por lo que sé que son muy
inteligentes pero nunca me imaginé tener una conversación filosófica con uno de ellos.
Las conversaciones filosóficas con niños engendran respeto hacia sus ideas y perspectivas y, permiten a los adultos,
involucrarse con ellos en un esfuerzo que involucra pensar juntos. Esto es muy diferente del modelo tradicional maestroaprendiz: aquí el maestro ya no es el experto sino el co-cuestionador que busca con sus estudiantes explorar preguntas
filosóficas.
Creo que poner atención a la dimensión filosófica de la vida es natural en casi todos los niños. Ellos se preguntan
sobre el significado de estar vivos, la naturaleza de la identidad, el significado de la amistad y el amor, cómo vivir una
buena vida y si el conocimiento es posible. Sin embargo el continuar con el cuestionamiento sobre estos temas no se
convierte en parte de la estructura de la mayor parte de las vidas adultas. Pienso que eso es una pérdida y al motivar a los
niños a que se involucren en una reflexión filosófica crítica y continua puede ser un importante obsequio. Probar las
suposiciones que yacen en lo decimos y hacemos y analizando críticamente el significado de nuestras experiencias
involucra desarrollar habilidades de razonamiento profundas. Cuando nos involucramos en el cuestionamiento filosófico
con niños, le damos algunas facultades importantes para que tomen el control de su futuro y desarrollar la confianza para
construir una vida con significado. Pensar sobre las preguntas filosóficas nos empuja a mantenernos vivos en el profundo
misterio de la condición humana. Esta toma de conciencia puede mejorar la profundidad y la riqueza de la vida de todos
nosotros.