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UNA PALABRA JOVEN
Secretariado de Pastoral Juvenil-Vocacional de Huelva
Domingo II Aviento (Ciclo C)
Todo ser humano está llamado a contemplar la salvación de Dios
En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de
Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y
Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios
sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando
un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los
oráculos del Profeta Isaías. “Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se
enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.”
(Lc 3,1-6)
Vamos a iniciar nuestra reflexión del Evangelio de Lucas con una palabra:
PROCLAMACIÓN.
–
¿Conoces personas que van por la vida proclamando “buenas noticias”?…
–
¿Qué proclaman las propagandas de nuestra sociedad globalizada?…
–
¿Las voces que te llegan son de esperanza o de desilusión?…
El Evangelio nos dice que Juan proclamaba un bautismo de CONVERSIÓN para el perdón
de los pecados, él era la voz de Dios para los hombres de su tiempo.
Invitaba a los hombres y mujeres a un cambio de mentalidad, un cambio en los criterios
fundamentales para sus vidas. Convertirse proviene de una palabra griega que significa “cambio de
mente”, “más allá de nuestro conocimiento”, es decir, Juan va por los caminos PROCLAMANDO
sin miedo que para ser felices era necesaria una revisión de la propia vida, de los proyectos más
próximos y descubrir la necesidad de transformación que tenemos los seres humanos.
Bautismo de conversión es una llamada a sumergir toda nuestra la realidad, toda nuestra
existencia, en el amor gratuito de Dios. Sólo desde esta transformación personal podremos
PROCLAMAR no con palabras sino con nuestro testimonio sencillo, que todo ser humano está
llamado a contemplar la liberación que Dios nos trae en la fragilidad del Niño de Belén.
Entonces nuestra vida tendrá el efecto que se da cuando arrojamos una piedra en el agua: se
hace alrededor una sucesión casi interminable de círculos en torno a ese primer toque. No sólo
seremos transformados personalmente sino que nuestra mirada nueva contagiará los ambientes con
la paz, el amor, la alegría de Dios, como le sucedió a este monje budista después de una guerra cruel
y dolorosa:
“El sufrimiento de Camboya ha sido profundo.
De ese sufrimiento surge una gran ternura.
La ternura pone paz en el corazón.
Un corazón pacífico da paz al ser humano.
Un ser pacífico pone paz en una familia.
Una familia pacífica pone paz en una comunidad.
Una comunidad pacífica pone paz en una nación.
Una nación pacífica pone paz en el mundo…”
Y TÚ… ¿QUÉ PROCLAMAS?...
www.pjvhuelva.org/servicios_una_palabra_joven.htm
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