Download Mario Bunge y la noción de Cultura

Document related concepts

Mario Bunge wikipedia , lookup

Intelectualismo wikipedia , lookup

Delfina Bunge wikipedia , lookup

Bunge Limited wikipedia , lookup

Sistema social wikipedia , lookup

Transcript
Mario Bunge: un charlatán más en el reino de los charlatanes
Semanas atrás, una entrevista a Mario Bunge publicada en un semanario de cultura y
titulada Hay brujos y chamanes en todas partes reabrió una polémica más que interesante, aunque la
misma esté constreñida (aparentemente) a la contienda entre dos bandos: los atacados por Bunge y el propio
Bunge y sus seguidores.
El Dr. Mario Bunge pertenece a esa categoría de pensadores que se creen con capacidad
de decir y decidir qué es tal cosa o tal otra, usufructuando así las categorías para sentar
prejuicios de presumida objetividad. Escucho el rechinar dentario de este pensador
mascullando que mi posición no tiene valor porque recurro a alguna de las características que
él tan bien describe en lo que cualquier refutación pasa a ser, en el mejor de los casos, la
posición dogmática de un lego que no entiende ni de ciencia ni de filosofía.
Pese a su gusto por lo que da en llamar “cultura superior”, Bunge es en extremo un
intolerante cultural cuyos refinamientos son los dejos de un elitismo, el que le permite confundir
la palabra cultura con la posibilidad extrema de escuchar y diferenciar entre una obra de Bach y
una de Mozart como si ello fuera el único universo posible de saberes, y de placeres. Sin
vueltas dice que “los rockeros no tienen educación musical, no se han sometido a la disciplina
del aprendizaje de la música. Mucho de ellos tienen mucho oído pero, dicho sea de paso, el
oído de los rockeros decae muy rápidamente porque tocan música a todo volumen tal que
aquel se destruye. Para mí, el rock es la negación de la música”. Sin dudas, este tipo de
afirmaciones constituyen juicios de valor cargados de subjetividad y de prejuicios. Es como
indicar que Picasso es la negación de la pintura porque corrompe las formas, así porque sí.
Además, lo que se pierde en capacidad auditiva no es la capacidad de registro (hace una
afirmación que llega a contradecir la investigación existente al respecto).
Bunge hace esta afirmación sin interiorizarse de las cuestiones históricas inherentes a cada
gran músico del rock. Para Bunge la palabra ‘historia’ es una palabra maldita, porque paso a
paso le destroza todas sus observaciones prejuiciosas (con pretensión de filosóficas); tan
maldita que no ingresa (o en todo caso no ingresa muy cómoda) en lo que puede ser entendido
como una ciencia si nos atenemos a su famoso manual La Ciencia (su método y su filosofía). Y
ya que estamos con este libro, vayamos a su parte final dedicada a la Novísima Sociología de
la Ciencia, en el que arremete diciendo “al fin y al cabo la teoría cuántica triunfó, en tanto que el
nazismo, animado por la filosofía antiintelectualista, fue derrotado”, «olvidando» -como es su
costumbre- que el reconocido premio Nobel en Física 1932 W. Heisenberg fue un entusiasta
colaborador del régimen hitleriano, al igual que algunos otros científicos germanos de renombre
como W. Gerlach , O. Hahn, P. Harteck, C. F. von Weizsäcker, K. Wirtz, H. Korschning, E.
Bagge, y K. Diebner (muchos de ellos ligados al triunfo de la mecánica cuántica). Practicar una
disciplina no garantiza nada desde la ideología o la política, muy que le pese al señor Bunge y
sus prejuicios.
Obviamente que no recurrirá a la historia, o a la contextualidad, porque para él eso es
oscurantismo. No duda en catalogar de oscurantismo lo que no entiende, o lo que no quiere
entender, y lo que en muchos casos destruye (con experiencia incluida) sus afirmaciones
quasi-dogmáticas.
“Momentito, el fútbol es un deporte, no pertenece a la cultura en el sentido estricto de la
palabra”. Es claro que los saberes producidos en su mayoría en ese basural llamado París –
para Bunge- vienen a contrariar sus concepciones. Es, según las evidencias con que contamos
a la fecha, uno de los lugares donde más se han dedicado a la arqueología del saber, y por ello
a la etimología. Entonces ¿cuál es el sentido estricto de la palabra ‘cultura’?. No podemos
ignorar que la palabra ‘cultura’, cuyo origen se inscribe en épocas de la pretérita Grecia,
proviene de la palabra ‘cultivo’. Aquellos científicos1 (en general los antropólogos) que más han
indagado sobre estos orígenes han encontrado que los griegos tenían una idea de cultura
ligada al cultivo de las capacidades específicas del individuo en su totalidad (por ello
estudiaban música, geometría, participaban de las Olimpiadas, formaban parte el ejército, etc.).
cabe entonces que nos preguntemos ¿cuál es el sentido estricto de la palabra al que se refiere
Bunge?
Voy a recordar a manera de homenaje a Claude Lévis-Strauss, belga-francés, que en Google existen
705000 páginas que lo citan (10400 en Scholar Google). Como cifras comparativas diremos que a Mario
Bunge lo citan en 108000 en Google y en 1820 en Scholar Google (la búsqueda ha sido realizada
poniendo nombre y apellidos completos, y no por abreviaturas de publicación disciplinar).
1
Por otro lado, desconoce la interrelación de un deporte con la industria del espectáculo, y
no podemos separar tan categóricamente como él para quien el rock es una fase de la cultura
comercial y el fútbol sólo y tan sólo un deporte (y ya no por nuestra incapacidad, la que
tampoco es desdeñable por cierto). Esta aseveración sobre ‘fútbol’ es una visión tan idílica
como ingenua como la que puede tener cualquier pibe de barrio jugando en un potrero, sin ser
sometida al más mínimo sentido crítico. Lo que es imperdonable en Bunge es su capacidad de
ignorar vastos campos del saber que dan cuenta de lo que significa el deporte como cultura de
masas, y como expresión comercial.
No podemos dejar de decir que su “momentito...” es marca registrada de la intolerancia, es
ese instante en el que el individuo dice “acá hablo yo, y no hay palabra más autorizada que la
mía. El resto cállese y escuche”.
Su amor por la filosofía anglo-sajona no debe ser desligada de su amor por la «verdad»
anglo-sajona. Por lo que no puede asombrarnos que este lego en lo que se refiere a entender
(entender científicamente y filosóficamente) qué es la cultura, venga con el recitado de que “en
todo caso, los muros en esta época en que todo el mundo habla de la globalización, son un
poco ridículos”. Lo que es ridículo es creer que la globalización existe. Globalización es, en
efecto, lo más ligado al sustantivo concreto ‘globo’: una cosa que se agranda, se infla, se estira,
se amolda, se acomoda, pero que interiormente está vacía de la sustancia que visiblemente le
confiere la forma (¿llegará el día que de tanto inflarla se reviente?). ‘Globalización’ es un
concepto, que como un globo, está inflado. Y dado que Bunge está hablando del muro que el
gobierno estadounidense quiere levantar en la frontera con México, negando tal posibilidad o
remarcando la contradicción al menos debido a la globalización, no podemos dejar de
parafrasear a un prestigioso escritor mexicano para quien nadie se levanta globalizado, sino de
su propia cama, en el barrio en que vive, y sí atropellado por una venta infame de mercancías
insustanciales. Y seguido a esto, no podemos desligarnos de que la cultura está subordinada a
tendencias (políticas y económicas) que universalizan el concepto según el ideario del
capitalismo dominante y concretan el paso de sustentar un pensamiento único e incapaz de
diferenciaciones. O como sostiene José L. Coraggio, que la creciente transnacionalización de
los medios de comunicación social y de producción de cultura de masas, es decir, de los
medios consumistas, constituye un componente básico de este enfrentamiento cultural. Se
trata de un proceso que va sustituyendo progresivamente las múltiples perspectivas del mundo
y autopercepciones desde diferentes regiones, países y culturas, por una única perspectiva: la
central. Con todo este rodeo (seguramente oscurantista para Bunge) no queremos más que
indicar su flagrante contradicción: “la [cultura] comercial, desde luego, es desdeñable. Se hace
para vender, no para educar y dar placeres un poco refinados. La cultura que yo prefiero es la
superior. Pero no por eso desdeño la cultura popular cuando produce algo bueno. Por ejemplo,
hay música popular auténtica, no la comercial. Es famosa, por ejemplo, la pintura haitiana o las
alfombras que vienen del Oriente”.
Podemos dejar para otro ocasión el análisis de la noción que Bunge tiene acerca del fin de
la cultura [educar y dar placeres un poco refinados].
Comenzamos el párrafo anterior señalando que su amor por la filosofía anglo-sajona no
debe ser desligada de su amor por la «verdad» anglo-sajona. Y no podemos dejar pasar por
alto su observación de que “lo que hay que hacer con los inmigrantes es favorecer su
integración, impedir que queden encerrados en guetos e impedir que importen los fanáticos
religiosos que los azuzan y los llevan a cometer actos terroristas, favorecer que aprendan la
lengua local, la historia del país al que han emigrado y se sientan parte de él, en lugar de
hostilizarlos”. Está a la vista que es imposible que nos preguntemos ¿por qué los pueblos
emigran? ¿Cuáles son las condiciones que los hacen perder su identidad, su “memoria
colectiva”, sus creencias, su música, sus familias, sus afectos? A cambio, enseñémosle la
lengua del país que los importa como objetos, como brazos baratos (como el mismo Bunge
sostiene: “uno de los motivos por los que creo que [la construcción del muro] va a fracasar es
que la agricultura del sur estadounidense se va a desmoronar sin el trabajo de los braceros
mexicanos”).
Como latinoamericano que soy, siento vergüenza que el señor Mario Bunge nos diga este
montón de macanas (sandeces) queriendo venderlas como afirmaciones científicas y por tanto
objetivas, que quedan rebatidas al sólo mirar a ojo desnudo los hechos (sin siquiera usar u
microscopio).
Mario Bunge oficia de vocero, cuando no de lenguaraz, de la ideología imperante. También
cabría preguntarse con total desprejuicio las simpatías ideológicas de los pensadores que él
pretende refutar (¿no será que estos pensadores están mayormente ligados al campo de la
izquierda?), a cambio de usar las categorías que se desprenden de las “lógicas” de Popper o
algunos de su talla (ligados al campo del liberalismo de derecha). Entre otras cosas, lo que
pretende Bunge es hacernos creer que un sistema filosófico es independiente de los sujetos y
de la subjetividad que cada pensador impone a su sistema objetivizable. Se olvida, como físico
que fue (si alguna vez lo fue) que la filosofía no es física, y mucho menos ciencia.
Para terminar, debemos preguntarnos también, si no es que el desarrollo de algunos
campos del conocimiento y del saber están aun en su fase “aristotélica”, por decirlo de algún
modo, y se necesita de la especulación y las preguntas metafísicas que conduzcan a la
aparición de algún “galileano”. Arrancar de raíz la pregunta metafísica porque no concuerda
con nuestros gustos o preferencias es una característica más de la intolerancia, y por qué no
de la ignorancia (ignorar por ejemplo la disputa entre los objetivistas materialistas y los
subjetivistas machianos de fin de siglo XIX que condujo a planteos tales que el propio Einstein
tomó para la “construcción” de la teoría de la Relatividad; ignorar que el Principio de Mínima
Acción, planteado por Pierre-Louis Moreau de Maupertuis, expresa la sabiduría de Dios en
términos de un principio de economía según las ideas “científicas” de la época; los ejemplos se
suceden hasta el cansancio). Aplicar la guillotina de Bunge es harto peligroso para el genuino
desarrollo del conocimiento y del saber. De todas maneras, y no por ello, debemos dejar que
reinen los embusteros y los mentiros.
Leandro Andrini